Oración enviada con materiales para celebración de la Pascua del Enfermo 2008.
Ante el duelo,
abiertos a la esperanza
Gracias, Dios mío, gracias Dios bueno.
El amor incondicional de las madres me ayuda a conocerte,
a confiar en ti, a vivir agradecido por tanto bueno.
Gracias por ser la fuente buena y abundante de tanta vida, de toda vida.
Gracias por tanta belleza como has sembrado en todo.
La vida no me alcanzará para admirarla y agradecerla.
Gracias porque, a pesar de tanta limitación que nos envuelve,
nuestra vida no es un caminar hacia la nada y el sinsentido.
Tú, el sembrador, has sembrado semillas de plenitud
y de triunfo en cada uno de tus hijos, en mí y en los demás.
Cuando te miro y me miro con esta fe
mi corazón se ensancha y se regocija sin límites.
Gracias, Jesús,
Por ser el humano en quien hemos visto, y seguimos viendo,
al Padre que nos ama y nos cuida.
Gracias porque de ti, como de El,
sale una fuerza poderosa de paz y de concordia,
de salud, de esperanza y de vida,
que revitaliza y rejuvenece hasta lo más herido y viejo.
Gracias por contar con nosotros para hacer de este mundo viejo
en el que hay tanto dolor y muerte,
el mundo nuevo que el Padre quiere para sus hijos,
y en el que sólo habrá amor, vida y alegría.
¡ ¡Y para siempre!! ¡ ¡Y para todos! !
Me siento muy contento de ser una hormiguita
que aporta su granito de arena para construir esa bella montaña.
Gracias Espíritu Santo, Espíritu de Jesús.
Tu presencia y tu fuerza me ayuda a seguir en este camino.