30 Abril 08 (ACI).- El Papa Benedicto XVI dedicó la Audiencia General de hoy, celebrada en la Plaza de San Pedro, a hacer un completo recuento de su reciente estadía en Estados Unidos, su visita a Washington DC, Nueva York y la sede de la Organización de las Naciones Unidas, y recordó que su objetivo fue "anunciar a todos el mensaje de "Cristo nuestra esperanza", lema del viaje.
Tras recordar que el motivo de su visita era el bicentenario de la elevación a arquidiócesis metropolitana de la primera diócesis del país, Baltimore, y de la fundación de las sedes de Nueva York, Boston, Filadefia y Louisville, el Santo Padre recordó día a día los eventos y mensajes centrales de su viaje.
Benedicto XVI señaló que durante el encuentro en la Casa Blanca con el Presidente George Bush, rindió homenaje "a aquel gran país, que desde los inicios se ha edificado sobre la base de una feliz conjugación entre principios religiosos, éticos y políticos, y sigue siendo un válido ejemplo de sana laicidad, donde la dimensión religiosa, en la diversidad de sus expresiones, no solo es tolerada, sino valorada como 'alma' de la nación y garantía fundamental de los derechos y de los deberes del ser humano".
Señaló que en su encuentro con los obispos, los "sostuve en su difícil tarea de sembrar el Evangelio en una sociedad marcada por muchas contradicciones, que amenazan la coherencia de los católicos y del mismo clero. Les animé a elevar su voz sobre las cuestiones morales y sociales actuales y a formar a los fieles laicos para que sean buena 'levadura' en la comunidad civil, a partir de la célula fundamental que es la familia. En este sentido, les exhorté a volver a proponer el sacramento del Matrimonio como don y compromiso indisoluble entre un hombre y una mujer, ámbito natural de acogida y de educación de los hijos".
El Papa señaló que "la Iglesia, la familia y la escuela, deben cooperar para ofrecer a los jóvenes una sólida educación moral. Pensando en el doloroso acontecimiento de los abusos sexuales a menores cometidos por ministros ordenados, quise expresar a los obispos mi cercanía, animándoles en el compromiso de curar las heridas y de reforzar las relaciones con sus sacerdotes".
Al presidir una Misa en el "Nationals Park Stadium" de Washington, "invoqué al Espíritu" para que la Iglesia en Estados Unidos "afronte los retos presentes y futuros con valentía y esperanza". El Santo Padre también dijo que a los representantes de otras religiones, "en aquella que se puede considerar la patria de la libertad religiosa, les recordé que se debe defender siempre con un esfuerzo conjunto, para evitar toda forma de discriminación y prejuicio. E hice hincapié en la gran responsabilidad de los representantes religiosos, tanto al enseñar el respeto y la no violencia, como al mantener vivas las preguntas más profundas de la conciencia humana".
Sobre su visita a la sede de la ONU, el Papa señaló que en el 60º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, "la Providencia me dio la oportunidad de confirmar el valor de esta declaración, recordando su fundamento universal, es decir, la dignidad de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios para cooperar en el mundo a su gran designio de vida y de paz".
Benedicto XVI recordó que en la Catedral de Saint Patrick celebró Misa para los sacerdotes y consagrados. "Nunca olvidaré -aseguró- con cuánto afecto me felicitaron por el tercer aniversario de mi elección a la sede de Pedro. Fue un momento conmovedor, en el que experimenté de modo sensible todo el apoyo de la Iglesia por mi ministerio. Lo mismo puedo decir del encuentro con los jóvenes y los seminaristas".
El Papa también se refirió a su visita al "Ground Zero", donde encendió una vela y rezó "por todas las víctimas de la terrible tragedia" del 11 de septiembre de 2001, y terminó recordando que su visita a Estados Unidos culminó con la celebración eucarística en el Yankee Stadium de Nueva York, que fue "una fiesta de fe y fraternidad. A aquella Iglesia, que ahora afronta los desafíos del presente, tuve la alegría de anunciar nuevamente a 'Cristo como nuestra esperanza', ayer, hoy y siempre".
Antes de la audiencia, el Papa bendijo una estatua de San Juan Leonardi (1541-1609), fundador de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios, que se colocó en un nicho en la parte exterior de la Basílica Vaticana. El 8 de agosto de 2006, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en virtud de las facultades concedidas por Benedicto XVI, lo proclamó santo patrono de todos los farmacéuticos.
Artículo semanal del Padre Fernando Lorente, o.h. publicado en EL DÍA el miércoles 30 de Abril de 2008 en la sección CRITERIOS, bajo el epígrafe "Luz en el Camino".
Los ciudadanos católicos y la política
EN LA CONFERENCIA Episcopal española, desde su fundación, como en todas las demás de la Iglesia, no han faltado -y con oportunidad- documentos sobre "los ciudadanos católicos en la vida pública". Del publicado, en l986, por la de España, ofrecemos el siguiente resumen de las reflexiones expresadas en valiosos comentarios editoriales de algunos diarios nacionales. Como observará el lector, siguen siendo muy actuales:
- Hay que destacar la alegría con que los autores de aquel documento contemplaban el desarrollo de algunos valores que, entonces, llamaban muy importantes -y ahora y nunca dejarán de serlos-, como la dignidad, los derechos y deberes de la persona, la libertad como cualidad inalienable del hombre y el reconocimiento de la primacía de la sociedad sobre el Estado: en suma, hay en este documento, y en todos los demás publicados sobre el mismo tema hasta la fecha, un pleno reconocimiento de las libertades públicas y de los derechos y deberes en un Estado de derecho.
- Los obispos reafirmaban -como ahora- su voluntad de respetar la legítima autonomía de la vida política, aunque no pueden menos de alzarse -y más en gobiernos democráticos- contra el propósito de sustituir los valores morales de la religión por otra concepción de vida inspirada en el agnosticismo, el materialismo y el permisivismo moral, especialmente por la puesta al servicio de los medios de comunicación de un proyecto político y cultural que recorta gravemente la libertad de los ciudadanos y amenaza con deslizarse haciendo un funcionamiento de la vida social que no respeta ni la división de poderes ni la misma independencia del poder judicial.
- El peligro de dos alternativas equivocadas: la de quienes desearían imponer, por medio de la coacción de las leyes civiles, sus normas morales relativas a la vida social, o la aspiración de quienes, fundándose en la legítima autonomía de las actividades seculares, exigen eliminar cualquier intervención de la Iglesia sobre los católicos en los diversos campos de la vida pública.
- Aquí está el eje crucial de este documento y el que da sentido a su valor práctico:
Por una parte, se rechaza la posible restauración de formas ya superadas de confesionalismo y se reclama la participación de los católicos en la vida política con asociaciones de inspiración cristiana, con carácter excluyente, a partidos políticos o sindicatos. Los cristianos, en esas asociaciones, actúan con libertad y bajo su propia responsabilidad, sin que su actuación caiga bajo la competencia de la autoridad eclesiástica, ni sean atribuibles, aunque lleven ese nombre a la comunidad cristiana, en cuanto tal. La confesionalidad de una institución secular no implica responsabilidad de la Iglesia, ni de la autoridad eclesiástica, en la realización de su proyecto, ni en los resultados obtenidos. En cambio, aceptan esta confesionalidad en obras y proyectos de carácter predominantemente educativo o asistencial, aun reconociendo sus inevitables limitaciones. Es más, estas instituciones, con ese carácter, son positivamente estimuladas en cuanto se acercan a los pobres y necesitados para liberarles de la marginación y la pobreza. Y especialmente estimulan a los padres de familia y los profesores católicos para que se asocien eficazmente en la promoción y vida de los centros
- Separados estos dos tipos de actividades, hasta donde cabe separarlos, la política y la asistencial, este documento alienta a los cristianos a que ponga su inspiración al servicio de la actividad política. Con prudencia cree que esta difícil acción no puede improvisarse, es necesario fomentar la formación de los católicos capacitándolos para que puedan actuar en los diferentes ámbitos de la vida política con verdadera inspiración espiritual y una adecuada preparación profesional.
- Lo importante e inquietante de este documento estriba en impulsar a los cristianos a asumir las responsabilidades que les conceden los derechos de una sociedad libre para participar bajo su propia responsabilidad en la vida política, evitando hasta la apariencia del intervencionismo de la Iglesia y de las autoridades eclesiásticas más allá de sus competencias estrictamente religiosas y morales.
- Este documento exige mucho a los cristianos y hasta a los mismos eclesiásticos, a los que anima a promover o a acompañar a los seglares comprometidos. Y al comentarlo así, hay que insistir con toda claridad y empeño en la dificultad y en el esfuerzo que se pide a todos, eclesiásticos y seglares, para hacer de ellos los agentes serenos y responsables de una España mejor, más moderna, más próspera, más justa y alegre, en una palabra más cristiana.
¿Estas reflexiones han perdido actualidad o la han aumentado en la sociedad espiritual y política que estamos viviendo? Las instituciones, como los cuerpos, viven y se desarrollan positivamente mientras tienen su propia alma; y mueren cuando la pierden; y sólo reviven cuando la recuperan. Empeñarse en crear instituciones o restaurarlas sin contar con el espíritu que les dio existencia y consistencia es desenterrar cadáveres y recomponer esqueletos. No hay otro camino ni otros resultados. Ahí está la historia.
* Capellán de la clínica
S. Juan de Dios
Luz en el Camino Fernando Lorente, o.h.*
REDACCIÓN DE “IGLESIA NIVARIENSE”
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BOLETÍN 283
Fermín León León, ha fallecido a los 70 años de edad. En la actualidad, era Vicario Judicial de la Diócesis Nivariense y párroco de Nuestra Señora del Rosario, en Valle de Guerra (La Laguna). Entre otras tareas pastorales, fue nombrado Fiscal y Defensor del Vínculo del Tribunal Eclesiástico en 1997 y Vicario Judicial y Juez Presidente de la Sala Primera del Tribunal Eclesiástico en 2004.
Este domingo se celebra la 42ª Jornada de las Comunicaciones Sociales, bajo el lema “Buscar la verdad para comunicarla”. Este año la reflexión a la que ha invitado el Papa Benedicto XVI, principalmente a los periodistas, va en la línea de si los medios de comunicación actuales se decantan más por el protagonismo que por el servicio a la sociedad.
El domingo día 4 de mayo, a las 18:00 horas, en la parroquia de Nuestra Señora de La Luz de Los Silos, tendrá lugar la celebración de la Eucaristía-homenaje al sacerdote sordomudo, Agustín Yanes Valer, al haber sido nombrado Prelado de Honor de Su Santidad Benedicto XVI.
Para el día primero de Mayo, distintos arciprestazgos han previsto diferentes encuentros lúdicos, como es el caso de La Gomera y Taco.
“Laicos cristianos. Sal y luz del mundo”, es el lema que este año se ha escogido para celebrar el día del Apostolado Seglar, el próximo 10 de mayo, en el Seminario Diocesano a partir de las 16:30 horas. A dicha cita, en la que estará presente el obispo, Bernardo Álvarez, están invitados todos los movimientos, grupos y asociaciones apostólicas que quieran participar.
Los sacerdotes de la Diócesis Nivariense celebrarán el próximo 7 de mayo, en San Sebastián de La Gomera, el día del patrono del clero español, San Juan de Ávila. Además, se aprovechará el encuentro para rendir homenaje a aquellos curas que hayan cumplido, recientemente, 50 o 25 años en el ministerio presbiteral. Concretamente, Lucas García está celebrando sus bodas de oro sacerdotales y Ángel Luis Pérez sus bodas de plata. También se homenajeará a José Luis Blanco, sacerdote que se encuentra en Cuba y que ha cumplido 25 años ejerciendo el ministerio.
Esta semana se reunieron los miembros de los Consejos Parroquiales de Economía de La Palma en el Monasterio del Císter. En dicho encuentro estuvo presente el responsable de la campaña de la renta “POR TANTOS”, Víctor Oliva.
Tras las obras de rehabilitación, la iglesia de Nuestra Señora de la Consolación, en El Palmar, Buenavista del Norte, ha reabierto sus puertas. En el día de la inauguración, la Eucaristía estuvo presidida por el obispo, Bernardo Álvarez. Al finalizar la celebración, los asistentes pudieron disfrutar de una representación del singular Baile de las Libreas.
El movimiento especializado de Acción Católica para la evangelización del mundo obrero HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica), ha señalado, ante la celebración del día internacional de la Clase Obrera (1 de mayo) que “nos sentimos hermanos solidarios de todos los hombres y mujeres que, desde su realidad de trabajo o desempleo, albergan la esperanza de que un mañana distinto es posible, y hacemos especialmente presentes a aquellos que con más dureza experimentan el desprecio que este sistema económico y social tiene por la dignidad del ser humano.” Este año el lema escogido para el día de la HOAC es “Destapar la pobreza en el trabajo”.
El próximo día 8 de mayo de 2008 y entre las 11:00 y las 15:00 horas, el Presidente del Gobierno Autónomo de Canarias don Paulino Rivero Baute, girará una visita a centros de Cáritas en la Isla de Tenerife, concretamente dentro del Área Metropolitana. El Obispo, Bernardo Álvarez, junto con los directivos de Cáritas Diocesana, dará la bienvenida al Presidente en las instalaciones del antiguo Balneario de Santa Cruz de Tenerife, donde se ubican dos talleres formativos: Uno de carpintería de la madera y otro de Artes Gráficas, así como el servicio de Mediación Laboral.
El periódico “El Día” ha publicado en su edición del domingo, 27 de abril, un reportaje sobre el Proyecto Lázaro de Cáritas. Este programa está financiado por la Consejería de Bienestar Social, Juventud y Vivienda con 76.000 euros e incluido en el marco del Plan de Integración Social contra la Pobreza y la Exclusión en Canarias. El objetivo de este proyecto es intentar conseguir la inserción laboral de personas con VIH.
Recientemente, la Asamblea Regional de la Unión Eucarística Reparadora (UNER) llevo a cabo su Asamblea Regional en Las Palmas de Gran Canaria. Las dos diócesis del archipiélago convivieron durante dos días en Tafira con el objetivo de reflexionar sobre la Eucaristía: acontecimiento de la fraternidad. En dicha asamblea participaron más de 100 personas.
Diversos enclaves de la Diócesis Nivariense como Santa Cruz de Tenerife, La Cruz Santa (Los Realejos) el Puerto de la Cruz, Los Majuelos (Güímar) y Santa Cruz de La Palma, se preparan para celebrar, el próximo 3 de mayo, las fiestas de la Cruz.
En las próximas semanas comenzarán a funcionar dos nuevas instalaciones cedidas por las Diócesis Nivariense y Canariense, para acoger a menores extranjeros no acompañados que llegan a las islas.
Los herreños disfrutaron un año más de la Fiesta de Los Pastores junto con su patrona, la Virgen de Los Reyes. Los bailarines de Sabinosa y El Pinar volvieron a poner música y color a esta fiesta popular, que concluyó con la celebración de la Eucaristía.
Durante esta semana, los diáconos permanentes vienen realizando ejercicios espirituales en el Monasterio de Güímar dirigidos por el obispo emérito, Damián Iguacen.
El periódico “Diario de Avisos”, en su edición del 30 de abril, ha publicado una entrevista a Sor Evelyne Franc, superiora general de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, que ha estado de visita canónica a todas las comunidades que las Hijas tienen en Canarias. En la entrevista, Franc señala que las Hermanas contribuyen modestamente a la construcción de la civilización del amor, de la justicia y de la paz.
Con motivo de la Pascua, la parroquia de San Matías, en Taco, ha organizado un concierto en el que participaron diferentes grupos de Hip Hop, Reggae, Rock, etc. El objetivo de esta iniciativa fue, según los organizadores, implicar a los jóvenes y tomar conciencia de que existen diversas forma de alabar a Cristo.
El Consejo de Gobierno de Canarias ha acordado otorgar la máxima protección a la ermita de Santa Catalina, en Taganana, en el municipio de Santa Cruz, con la categoría de monumento. La ermita está ubicada frente a la iglesia de las Nieves. Su interior se encuentra actualmente en muy mal estado de conservación y se caracteriza por su sencillez.
Se ha inaugurado una nueva edición del tradicional rastrillo de la iglesia de San José, en Santa Cruz de Tenerife. Estará abierto los viernes, sábados, domingos y festivos hasta la segunda semana de junio. La solidaridad de esta comunidad ha hecho posible que el rastrillo cuente con numerosos objetos a subastar para poder sufragar los gastos de pequeñas reformas en el templo.
El Ayuntamiento del Puerto de la Cruz está acometiendo obras de reforma en la iglesia de la Peña de Francia. Esta actuación se concentra en las paredes y en el tejado bajo.
El Cabildo de La Palma ha concluido los trabajos de restauración del Libro de bautismos y matrimonios más antiguo conservado en la parroquia de Nuestra Señora de Candelaria, en Tijarafe, datando las primeras inscripciones de 1588.
ZENIT publica el mensaje que ha enviado el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso con motivo de la fiesta de Vesakh, la más importante para los budistas que este año se celebrará entre el 12 y el 18 de mayo.
Cristianos y budistas: cuidar del planeta tierra
Queridos amigos budistas:
1. Con motivo de la fiesta de Vesakh, me dirijo a vosotros y a vuestras comunidades en todo el mundo para enviaros las más cordiales felicitaciones del Consejo Pontificio para el Diálogo Inerreligioso y mías.
2. Para mí es motivo de alegría recordar las positivas relaciones que disfrutan, desde hace muchos años, católicos y budistas. Confío en que estos fundamentos servirán para reforzar y profundizar nuestra comprensión recíproca y seguir trabajando juntos para construir un mundo mejor, no sólo para nosotros mismos, sino también para toda la familia humana. La experiencia nos enseña que el diálogo, en toda persona y comunidad, promueve el deseo de compartir la simpatía y la armonía que ya existen, y lleva a acercarse cada vez más valientemente a los demás, disponiendo a afrontar los desafíos y las dificultades que pueden surgir.
3. El Papa Benedicto XVI, en su mensaje con motivo de la Joranda Mundial de la Paz de 2008 ha observado: «La familia necesita una casa a su medida, un ambiente donde vivir sus propias relaciones. Para la familia humana, esta casa es la tierra, el ambiente que Dios Creador nos ha dado para que lo habitemos con creatividad y responsabilidad. Hemos de cuidar el medio ambiente: éste ha sido confiado al hombre para que lo cuide y lo cultive con libertad responsable, teniendo siempre como criterio orientador el bien de todos» (n. 7). La Asamblea General de las Naciones Unidas ha declarado 2008 Año Internacional del Planeta. Como habitantes de la tierra y creyentes, cristianos y budistas respetan la misma creación y tienen la preocupación común de promover el cuidado del ambiente que todos compartimos.
4. La tutela del ambiente, la promoción de un desarrollo sostenible y una atención particular al cambio climático son materia de grave preocupación para todos. Muchos gobiernos, ONGs, multinacionales e institutos de investigación superior, reconociendo las implicaciones éticas presentes en todo el desarrollo económico y social, están invirtiendo recursos financieros y compartiendo conocimientos en el campo de la diversidad biológica, del cambio climático, de la tutela y conservación del medio ambiente. También los líderes religiosos ofrecen al debate público su aportación, que no es solamente una reacción a las amenazas más recientes y acuciantes ligadas al calentamiento global. El cristianismo y el budismo han promovido siempre un gran respeto por la naturaleza y enseñado que debemos ser administradores gratos de la tierra. Sólo mediante una profunda reflexión sobre la relación entre el Creador divino, la creación y las criaturas, los esfuerzos para responder a las preocupaciones ambientales no se verán comprometidos por la avidez individual u obstaculizados por los intereses de grupos particulares.
5. Como cristianos y budistas, ¿no podemos hacer más a nivel práctico para colaborar en proyectos que confirman la responsabilidad que recae sobre cada uno de nosotros? El reciclaje, el ahorro energético, la prevención de la destrucción indiscriminada de plantas y animales y la protección del agua, hablan de una administración más atenta y también de impulsar la buena voluntad y de promover relaciones cordiales entre los pueblos. De esta forma cristianos y budistas pueden ser portadores de esperanza para un mundo limpio, seguro y armonioso
6. Queridos amigos, confío en que podamos promover este mensaje dentro de nuestras respectivas comunidades a través de la educación pública y de nuestro buen ejemplo, en el respeto de la naturaleza y actuando de manera responsable con nuestro planeta común, la tierra. Os saludo cordialmente y renuevo mis mejores deseos de una feliz fiesta de Vesakh.
Jean-Louis Cardinal Tauran
Presidente
Arzobispo Pier Luigi Celata
Secretario
[Traducción del original inglés realizada por Jesús Colina]
23 y 27 de Abril
(Fuente de la Guancha) Entre esos días de Abril se desarrollaron las fiestas en honor de San Jorge en el Barrio del Farrobo de La Guancha. La celebración de la santa misa el día 27 en la Plaza constituyó el acto central que reunió a un grupo numeroso de fieles venidos de todo el municipio. El coro parroquial llevó las partes cantadas. Las procesión fue acompañada por la Banda de Música “La Esperanza” y toda la corporación municipal estuvo presente.
(Estamos construyendo un templo)
Artículo publicado en el Boletín "Misioneros Javerianos", Año XLV - nª 441 - ABRIL 2008, en la sección SIEMPRE CON NOSOTROS.
ENTRE NOSOTROS
compartiendo una ilusión
LUIS CARRARA - EL PASTOR BUENO
1933-1964
El P. Luis Carrara nació, en Cornale-Bérgamo-Italia, el tres de marzo de 1933, es el séptimo de diez hijos. Sus padres son campesinos. Nace, el P. Luis, en tiempos difíciles: en Italia, como consecuencia de la crisis mundial de 1929, abundan los parados, muchas empresas y bancos quiebran arrastrando a la ruina a muchas familias; dos días después de su nacimiento ganan las elecciones alemanas los nazis.
Luis pasa una infancia serena y, a la edad de 14 años, se dispone a entrar en el mundo del trabajo, por ello sus padres buscan algún amigo que acoja a Luis como aprendiz de algún oficio. Cuando la cosa estaba ya decidida el vicario de la parroquia visita la casa de los Carrara para decir: «Mirad que vuestro lijo Luis quiere ser misionero». Los padres se quedan perplejos ya que Luis nunca había dicho nada.
Misionero-Sacerdote
En sintonía con el párroco, los padres de Luis le proponen que entre en el seminario para ser sacerdote diocesano; la respuesta de Luis es tajante ya que dice que irá al seminario por obediencia, pero tan pronto le sea posible se hará misionero. Ante decisión tan determinada los padres ceden e ingresa en el seminario menor de los Misioneros Javerianos de Pedrengo (Bérgamo—Italia).
En aquellos tiempos, nuestra casa de Pedrengo contaba con unos ochenta alum-nos, era el año 1947 y Luis tenía quince años. El nuevo aspirante se adapta muy bien a la disciplina de la casa y al ritmo de los estudios.
A luis no se le hizo ningún descuento: catorce años debía durar su formación espiritual y académica y catorce años duró. Terminados sus estudios de teología Luis fue ordenado sacerdote el 5 de octubre de 1961.
Destinado al Congo
¡Finalmente! El P. Luis es destinado al Congo en 1962 donde llega, a la diócesis de Uvira, el 12 de septiembre. La situación del Congo era muy inestable: secesión de la región de Katanga; desacuerdo entre los principales agentes políticos; asesinato de Lumumba que era el primer ministro; entrada en juego de Mobutu; intervención de una fuerza internacional para terminar con la secesión de Katanga. El nuevo primer ministro Adula se es-fuerza por estabilizar el país, pero no con-sigue impedir que la oposición, de inspiración lumumbista, se transforme en guerrilla endémica en amplias zonas nororientales del País.
Misionero
El P. Luis llega al Congo y es destina-do a la diócesis de Uvira, de donde es obispo el Javeriano Mons. Catarzi.
Los dos años transcurridos en Congo han sido años de trabajo y empeño para el P. Luis. Junto a la alegría que él sien-te por estar allí, tiene la certeza de que el trabajo que tiene que hacer no es fácil. Trabaja en Baraka y Fizi, con los niños y jóvenes se vale del deporte para acercárselos; sigue la catequesis, varios catecumenados y la pastoral matrimonial; así mismo recorre las diversas aldeas de la parroquia donde hay numerosos cristianos a los que atender.
La situación empeora
En diciembre de 1963 comienza la rebelión de los Bafulero que pronto se unen a los mulelistas, seguidores de Mulele, que se presentaban como movimiento de liberación de inspiración comunista.
La diócesis de Uvira, limítrofe con Rwanda y Burundi, se encuentra afectada de lleno por los enfrentamientos armados. Los guerrilleros controlan la zona y la carretera que va de Uvira a Bukuvu, en donde se encuentran las misiones de Fizi y Baraka. Las dos misiones quedan así aisladas. Durante tres meses los rebeldes controlan el territorio, los enfrentamientos con el ejército se suceden y las derrotas de los rebel-des se acumulan. En una de ellas, el jefe guerrillero Masanga y sus hombres son derrotados, mueren más de 700 rebeldes.
Había que buscar un chivo expiatorio para justificar la derrota y Masanga lo encuentra en los misioneros, a los que acusaba de estar en contacto con el ejército, pasando información por medio de la radio de la misión.
El final
Exasperados por la derrota, los rebeldes se dirigen a la misión de Baraka, donde estaba la radio. Encuentran allí al hermano Faccin, al que hacen subir a un coche para llevárselo. El hermano no quiere dejar solo en la misión al P. Luis, intenta bajar del coche pero tres balazos, que le perforan el tórax, se lo impiden. El hermano cae muerto. El P. Luis, que se encontraba en la Iglesia confesando, sale para ver lo que ocurre, aún lleva la esto-la morada puesta, se dirige hacia Masanga y sus hombres. Masanga le dice que le llevará a la Misión de Fizi para matarle junto a los otros misioneros; el P. Luis responde que prefiere morir junto a su hermano javeriano. La respuesta fue un certero disparo en el pecho que le mató en el acto. Era la tarde del 8 de noviembre de 1964. n
P. Luis Pérez Hernández s.x.
Entrevista que hace Carlos Pérez a José Carlos Bermejo, religioso camilo, publicada enb la revista de la diócesis de Tenerife "Iglesia Nivariense".
Debemos aprender a esperar lo que deseamos P.- ¿En qué consiste la inteligencia emocional? R.- A mí me gusta más hablar de sabiduría del corazón que de inteligencia emocional. De este tema se empieza a hablar ampliamente en 1996, cuando Daniel Goldman, psicólogo y periodista americano, publicó el libro "Inteligencia Emocional". En esta obra se ponía de manifiesto la importancia que ejerce el mundo de los sentimientos y de las relaciones interpersonales, en la eficacia de nuestras relaciones. Sobre este tema, hablamos con José Carlos Bermejo, religioso camilo, doctor en teología pastoral sanitaria y master en bioética. Actualmente dirige el Centro de Humanización de la Salud y la Escuela de Pastoral de la Salud Nuestra Señora de la Esperanza de la FERS (Federación Española de Religiosos Sanitarios). Bermejo estuvo recientemente en nuestra isla para impartir una conferencia a miembros de Cáritas. P.- ¿Qué consecuencias puede tener el mal manejo de las emociones? R.- Terribles. Tanto para las personas que atendemos desde la acción social congo para los propios agentes intervinientes. Un mal manejo, por ejemplo, de la rabia en un conflicto familiar o en la pérdida de un ser querido, puede hacer que la persona se encuentre, de la noche a la mañana, en la calle. A veces los procesos de exclusión y marginación tienen en su origen no sólo causas tangibles, económicas o estructurales, sino que también se deben al mal manejo de los propios sentimientos. Si lo miramos desde el punto de vista de la persona que interviene para promover procesos de integración y de inclusión social, un mal manejo de la desmotivación del ayudado, de la persona que querernos acompañar. puede generar una falta de adherencia a las potencialidades que tiene dentro de sí para salir de las situaciones de dificultad y de sufrimiento. P.- Ese mal manejo de las emociones, ¿es el camino a la frustración? R.- Hablamos de inteligencia emocional cuando lograrnos convivir sanamente con una cierta dosis de frustración. Uno de los indicadores de analfabetismo emocional en nuestra sociedad es la dificultad de convivir con el dinamismo de la espera y de posponer la gratificación que comporta ser capaces de con-vivir con la frustración. Querer ya todo sin ser capaces de esperar sanamente a satisfacer los deseos de que se cumpla aquello que esperamos, es un indicador de falta de inteligencia emocional. P.- Tú pones el ejemplo de que, actual-mente, vivimos "domingos anticipados". R.- Es un ejemplo muy gráfico de nuestra creciente dificultad para manejar la frustración. El domingo está dedicando al descanso, al ocio, excepto para las personas que hacen guardias en tantas profesiones. Se trata de un tiempo para los amigos, para la fiesta, para la celebración. Este dinamismo en que nos estamos metiendo cada vez de forma más intensa y progresiva en virtud del cual anticipamos este tiempo para el jueves o el viernes, en los lugares de estudio, sobre todo, nos lleva a consumir el significado del domingo anticipadamente. Nada pasaría si supiéramos vivir también sanamente el domingo, lo cierto es que hay cada vez más personas que durante el domingo experimentan ese llamado vacío existencial o neuro-sis dominguera, como la llaman algunos autores. La sabiduría emocional nos tendría que llevar a saber esperar lo que deseamos. Todo debe llegar pero en su justo momento. P.- Uno de los lastres actuales en muchos trabajos es la escasa motivación. ¿Cuáles son los secretos para motivarnos adecuadamente? R.- Normalmente acudimos a solicitudes de motivaciones extrínsecas: que nos paguen más, que nos mejoren las condiciones, etc. Por otro lado, algunos autores subrayan el valor de las motivaciones intrínsecas. Estas hablan de valores, de convencimientos, de cono-cimiento del sentido de lo que hacemos, de vocación, en definitiva, se trata de identificarnos con el sentido último que tiene aquello que hacemos y no sólo con la recompensa tangible que nos pueda venir desde fuera. En último término, hay personas que han sido ejemplares como Víctor Frankl, psiquiatra judío vienés que estuvo en los campos de concentración nazi. En el escenario más adverso e inimaginable le motivada la búsqueda del sentido último de las cosas y por mucho que tuviera razones para quitarse la vida, como hicieron otros compañeros, él no sólo fue capaz de sobrevivir sino de salir reforzado de aquella situación absolutamente desmotivadota. P.- En este ámbito de la motivación, tú haces referencia a un cuento sobre un hecho ficticio que le sucede a Paganini. R.- Efectivamente. Al violinista Paganini se le iban rompiendo las cuerdas a medida que tocaba, motivo suficiente para desmotivarse. Según se le iba rompiendo una cuerda, otra y otra, sus compañeros de orquesta se iban viniendo abajo. En el relato se refleja como él no paraba a pesar de que se les rompieran y sacaba todas las posibilidades y todas las notas con el arte de alguien que no se deja aplastar por la adversidad. Gracias a esa motivación interior era capaz de continuar y así también de animar y motivar al entorno.
Carlos Pérez
El mucho saber no nos hace más felices. Pero hay una inteligencia, la sabiduría del corazón, que es la esencia del bien-estar individual y grupal. Este modo de ser inteligente es distinto de la inteligencia intelectiva, más relacionada con el saber tecnológico, doctrinal, capaz de aspirar al conocimiento de la verdad y de verdades, pero torpe e incluso necia en los entresijos del corazón.
Artículo publicado en la revista de la Diócesis de Tenerife "Iglesia Nivariense", número 82 - MARZO 2008.
Ser Mujeres
plena y radicalmente
María José García Cabrera
Profesora del ISTIC
Delegada de Apostolado Seglar
Desde hace un tiempo siento que el mundo respira a un ritmo y que nosotros, como Iglesia, a veces no somos capaces de seguir. Nos aturde el buscar modos de salir airosos de situaciones y olvidamos que siempre lo más importante es salvar a la persona.
¿Por qué nos cuesta responder y dar sentido a muchas cuestiones importantes? Muchas veces hacemos guerra de género, guerras de dejación y de omisión. Creo también que las verdaderas razones de la vida están ocultas en pequeñas cosas, y la mayoría de las veces se corresponden con ser y con hacer bien lo que toca.
No pretendo hacer una apología sobre el papel de la mujer en la Iglesia y sus posibilidades o imposibilidades respecto al ministerio sacerdotal. El ministerio sacerdotal, importante, fundamental en la vida eclesial, tiene un valor insustituible, pero se complementa y se manifiesta por medio de muchos puentes que recaen en manos que ofertan y prestan otros servicios, otras posibilidades, otras maneras de amar.
En la historia de la salvación, además de la existencia de la propia Iglesia, hay muchos nombres femeninos, unos conocidos y otros callados y ocultos en medio de vidas que van y vienen, que son manifestación del amor de Dios al mundo y del amor del mundo a Dios.
Dentro de la Iglesia no todo se reduce a determina-dos ministerios, se va más allá. Así tenemos la labor desarrollada por las religiosas operantes, misioneras valientes, voluntarias aguerridas, monjas de clausura fieles, madres de familia entregadas, profesionales comprometidas, consagra-das presentes en el mundo, viudas serviciales, ahí sigue habiendo posibilidad real de que la ternura de Dios se manifieste por medio del carisma de cada una. Y hoy nuestros templos, nuestra sociedad y nuestras tareas pastorales cuentan con muchos rostros femeninos que siguen haciendo vida el milagro de creer.
Somos de Cristo y ser de Cristo es imitarlo, es llegar a vivir como El vivió: pendiente de los pobres, acogiendo a los necesitados y lo nuestro es hacerlo desde lo que somos, sintiéndonos profundamente amadas por Dios que nos ha regalado ser mujer, y ello supone serlo en plenitud. Juan Pablo II, tanto en Mulieris dignitatem como en su Carta a las mujeres, destaca el valor del ser, de cuánto ofrecemos eclesial y socialmente, y de cuánto aportamos "a partir de las relaciones cotidianas entre las personas, especial-mente dentro de la familia, la sociedad es en gran parte deudora precisamente al genio de la mujer" (de la Carta del Papa Juan Pablo II a las mujeres).
Lo mayor que podemos hacer por la iglesia es ser mujeres plenamente y serlo radicalmente: en cualquiera de las misiones de la Iglesia, ser mujer en lo profundo de la palabra y derramar gotas de constancia, de ternura, de entrega, de gratuidad para bien de los demás y para gloria de Dios. Ese es nuestro mejor y nuestro mayor ministerio: ser instrumentos de Cristo desde lo que somos. El tuvo especial delicadeza al hablar a la mujer de su tiempo: a su madre, a la samaritana, a la adúltera, a la Magdalena, a Marta... Y ninguna permaneció impasible ante sus palabras: acogió, animó, invitó a llevar otra vida; se fijó en ellas y fueron fieles a su palabra. Experimentemos el gozo de la misión bien asumida: arrostrar ser mujer y sentirnos iglesia viva, reconociendo que la formación es, también para ello, una baza fundamental.
La Conferencia Episcopal Venezolana ha dirigido un comunicado a la sociedad para presentar su posición sobre algunos aspectos de la actualidad educativa del país.
Comunicado de la CEV. Sobre la actualidad educativa del país.
1. La Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) ve la conveniencia de presentar ante la sociedad su posición sobre algunos aspectos de la actualidad educativa del país. La educación es un tema de suma trascendencia que está permanentemente presente en el acontecer nacional, pero sobre cuyos elementos constitutivos fundamentales, pocas veces se ha establecido un diálogo nacional, franco y abierto.
2. En los últimos meses las autoridades educativas han emprendido, en el contexto de la implementación del Sistema Educativo Bolivariano, un conjunto de iniciativas para el desarrollo de un Nuevo Diseño Curricular que tiene una profunda y decisiva influencia en toda la labor de educación. La forma en que se ha procedido ha generado una reacción generalizada en los actores interesados, en especial Asociaciones de Padres y Representantes, universidades y diferentes gremios de educadores, que lo critican porque contradice planteamientos de la Constitución y de la Ley Orgánica de Educación vigentes, y replantea cuestiones ya rechazadas en el Referendo del 2 de diciembre del año 2.007. Además se pretende imponerlo, como una decisión tomada que hay que llevar a la práctica, sin que se haya producido el proceso participativo plural, indispensable para un tema tan importante.
3. Las declaraciones de las autoridades no han propiciado el clima necesario para este delicado asunto al enviar mensajes contradictorios. En unos momentos destacan el carácter obligatorio y definitivo de cuanto ya está decidido, y, en otros, presentan el tema como si estuviéramos en una fase provisional e interlocutoria de estudio. En efecto, se habla de una consulta, pero al mismo tiempo se invita a los interesados a apropiarse del espíritu y de los contenidos del mismo. Se habla de posibles cambios, pero se reafirman directrices que ya se están poniendo en práctica. Se dice que no hay prisa, pero se sigue dando los cursos de inducción, y hasta se habla de textos ya elaborados.
4. Pero, particularmente, nos preocupan las afirmaciones que reiteran la voluntad de poner el sistema educativo al servicio de un determinado proyecto político. Este modo de proceder, realmente arbitrario y excluyente, que está en contra de la apertura constitucional a diferentes corrientes de pensamiento (cf Constitución Nº 102), origina numerosos cuestionamientos y un ambiente de desasosiego y desconfianza que no resulta constructivo ni esperanzador. Sin un planteamiento de fondo sobre esta problemática corremos el peligro de agudizar los enfrentamientos y las divisiones.
5. La CEV, al ofrecer su opinión sobre la situación educativa, ratifica cuanto fue expresado en el Manifiesto del Colectivo de Organizaciones Católicas en Educación que lleva como título “La Educación que Venezuela necesita” (marzo del 2007), y lo que se aportó en las diversas reuniones que la Comisión Episcopal de la CEV y la presidencia de AVEC, apoyados por la presencia del Card. Jorge Urosa y de Mons. Ovidio Pérez Morales, celebraron con las autoridades de la Comisión de Educación de la Asamblea Nacional y con las del Ministerio del Poder Popular para la Educación, en el primer semestre del 2006 sobre el Proyecto de la nueva Ley Orgánica de Educación. En nuestra opinión estos intercambios señalan que es el diálogo el camino a seguir y profundizar.
6. Con este espíritu, avalamos la actitud de la AVEC y de numerosas asociaciones que, sin validar la propuesta oficial tal como está, se han esforzado en conocer sus contenidos, han expresado sus opiniones y están dispuestos a debatir y defender con argumentos las posturas asumidas. La educación católica ha demostrado, con tomas de posición y con hechos, a lo largo de los años, su fidelidad y coherencia con cuanto esté en consonancia con la Constitución de Venezuela y con los principios democráticos de libertad y pluralidad de pensamiento, y ha enriquecido su propuesta con las directrices y valores que emanan del Evangelio.
7. Insistimos en defender, en todo el hecho educativo, la centralidad de la persona, considerada en su integralidad, su necesaria dimensión social y apertura a lo trascendente, superando cualquier forma de individualismo o colectivismo, de imposición laicista o religiosa. Reafirmamos el derecho y deber de la familia en la misión orientadora de los hijos, así como también recordamos la responsabilidad de la sociedad en esa labor. Y reconocemos el derecho y deber del Estado para garantizar a todos el disfrute de estos derechos que son irrenunciables, y la educación es uno de ellos.
8. Compartimos, con muchos otros, los elementos de progreso que se ratifican o introducen en el Nuevo Diseño Curricular, tales como la responsabilidad social y la solidaridad; sin embargo, insistimos en la necesidad de un amplio diálogo nacional acerca de los fundamentos teóricos, pedagógicos y filosóficos, que deben ser entendidos a la luz de la Constitución y no interpretados unilateralmente, y sobre diversos aspectos del desarrollo del Currículo que, en nuestra opinión deben ser revisados: el exagerado militarismo; la visión parcializada de la historia; la reducción e imposición de los modelos inspiradores presentados, entre otros.
9. Al valorar la disposición de las autoridades educativas a debatir con todos los involucrados lo referente al Nuevo Diseño Curricular propuesto, les exhortamos a que no se adelanten pasos concretos en la implementación del mismo, y a hacer de dominio público toda iniciativa sobre el nuevo currículo y cualquier otro cambio del sistema educativo, de modo que se eviten tantas informaciones parciales, rumores y ansiedades, y dejemos todos de lado las posiciones ambiguas, las ingenuidades y las eventuales agendas ocultas. La batalla, como alguno la ha bautizado, de la educación no la debe ganar o perder parcialidad alguna porque los valores y derechos no son objeto de votación (cf Constitución Nº74). La ganará o perderá el país en la medida en que seamos capaces de aunar esfuerzos y abrir espacios de reflexión e intercambio entre las diferentes instituciones educativas, para descubrir y poner en práctica lo que realmente promueve la inclusión de todos los ciudadanos.
Los Arzobispos y Obispos de Venezuela
Caracas, 25 de abril del 2.008
Artículo semanal del Arzobispo de Valencia Don Agustín García-Gasco Vicente para el domingo 02 de Marzo de 2008.
Servir al bien común
La tarea del político es servir al bien común y custodiar, proteger y fomentar sus valores fundamentales.
Si los políticos no tienen como perspectiva primera el bien común, sus propuestas políticas carecen del peso adecuado. No bastan las frases bonitas, los eslóganes y las promesas. Los electores saben distinguir perfectamente quiénes están apoyados por hechos que benefician a todos y quiénes se representan a sí mismos, o a una facción ideológica de la sociedad. Sin referencia al bien común, la acción política pierde su sentido principal.
La Iglesia siempre ha enseñado la primacía del bien común, y al hacer esto, ha estado educando buenos ciudadanos para cada Estado. Quien quiere crecer en el amor según el modelo de Jesucristo, no puede poner entre paréntesis sus obligaciones con respecto a la comunidad en la que vive. Al contrario, ha de poner todo su empeño en contribuir al bien común, que se realiza plenamente cuando todos los ciudadanos están seguros de sus derechos.
La mejor educación en las virtudes cívicas no se identifica con la imposición más o menos sutil de la ideología que acompaña a un gobierno, sino con el compromiso eficaz y perseverante por conseguir que todos los derechos humanos sean verdaderamente para todos, y especialmente para los más débiles y necesitados.
Cuantas más personas se muevan en pro de los derechos y de la dignidad de la persona humana, mejor democracia. Cuantos más ciudadanos se escuden en las libertades públicas para agredir a los que no piensan como ellos, más nos alejamos de la verdadera democracia. Los hombres y mujeres que aspiran a adquirir o a mantener una responsabilidad pública han de tener muy presente que su conducta es un lenguaje de educación ciudadana.
La democracia se verifica o se desmiente cada vez que uno de sus actores se mueve en pro o en contra de los derechos y la dignidad del hombre. Los hombres y mujeres que aspiran a adquirir o mantener una responsabilidad pública han de tener muy presente que su conducta es un lenguaje de educación ciudadana, a veces más elocuente que los gestos mediáticos o las frases de impacto calculado. Las acciones, palabras y gestos de los políticos y de los personajes públicos pueden contribuir a enriquecer o empobrecer la convivencia ciudadana. Ellos son el espejo en el que los ciudadanos se miran en espera de ver confirmados los valores humanos y políticos deseados.
A pesar de los golpes de efecto que se pueden conseguir con los artificios propios de una sociedad mediática, nada puede borrar la responsabilidad ética y social del cometido político. Los derechos humanos, especialmente los derechos de los más vulnerables y desprotegidos, son las claves éticas objetivas del bien común, que exigen que los actores públicos sintonicen con ellos como un ideal de profundo aprecio para las personas, mucho más allá de los cálculos de oportunidad o de rentabilidad electoral.
La campaña electoral es una oportunidad para presentar un escenario de educación en valores. Mal les irá a los programas y las propuestas que estén guiados por rencillas, oportunismos o gestos de estrategias mentirosas, más allá del instante efímero de gloria mediática. Cuando el político se dirige a la ciudadanía ha de expresar un profundo respeto hacia un electorado que pide a sus representantes coherencia y dignidad a la hora de dinamizar la vida comunitaria.
La Iglesia católica quiere contribuir a la renovación de los valores verdaderamente democráticos y aportar su convicción de la primacía de los valores espirituales sobre los materiales. Nunca será justo construir artificialmente una cultura atea, una sociedad sin referencias religiosas. La democracia se justifica plenamente cuando permite al ser humano vivir con más dignidad, con iniciativa y creatividad, con altura de miras y con más preocupación por el bien y los derechos de los demás, especialmente de los que más sufren o están más desasistidos.
El juego democrático no coincide con la búsqueda de victoria electoral a cualquier precio, sino que es la expresión de haber aprendido a vivir con pleno respeto de la mutua dignidad, según el ideal de que “todos los derechos sean para todos”.
Con mi bendición y afecto,
VATICANO - El Papa ordena a 29 sacerdotes: ¡Que la esperanza arraigada en la fe pueda ser cada vez más vuestra! Y que podáis ser siempre sus testigos y dispensadores sabios y generosos, dulces y firmes, respetuosos y convencidos”
Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - En el VI domingo de Pascua, 27 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI ha presidido en la Basílica Vaticana la Santa Misa durante la cual ha ordenado sacerdotes a 29 diáconos, 28 de la Diócesis de Roma y uno del Pontificio Colegio Urbano de Propaganda Fide. "Generalmente la ordenación de los nuevos sacerdotes tiene lugar el IV domingo de Pascua, llamado domingo del Buen Pastor, que es también la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, pero este año no ha sido posible, porque debía ir a la visita pastoral en Estados Unidos" ha dicho el Santo Padre al inicio de la homilía.
Refiriéndose a los pasajes bíblicos de la liturgia del día, que "iluminan, desde ángulos diversos, la misión del sacerdote", el Papa ha recordado la primera Lectura, del capítulo VIII de los Hechos de los Apóstoles, que cuenta la misión del diácono Felipe en Samaria, para llamar la atención sobre la frase que cierra la primera parte del texto: "Y hubo gran alegría en aquella ciudad" (Hch 8,8). "Esta expresión no comunica una idea, un concepto teológico, sino que refiere un acontecimiento circunstanciado, algo que ha cambiado la vida de las personas - ha evidenciado el Santo Padre -. En aquella ciudad de Samaria, en medio de una población tradicionalmente despreciada y casi excomulgada por los Judíos, resonó el anuncio de Cristo que abrió a la alegría el corazón de cuantos le acogieron con confianza". Dirigiendo a continuación a los futuros sacerdotes, el Papa ha continuado: "Queridos amigos, esta es también vuestra misión: llevar el Evangelio a todos, para que todos puedan experimentar la alegría de Cristo y haya alegría en todas las ciudades… Anunciar y testimoniar la alegría: es este el núcleo central de vuestra misión… Para ser colaboradores de la alegría de los demás, en un mundo a menudo triste y negativo, es menester que el fuego del Evangelio arda dentro de vosotros, que habite en vosotros la alegría del Señor. Sólo así podréis ser mensajeros y multiplicadores de esta alegría, brindándola a todos. En particular, a cuantos están tristes y desalentados”.
Otro elemento de meditación que ofrece la primera Lectura se refiere al gesto de la imposición de las manos, hecho por los apóstoles Pedro y Juan, para invocar la efusión del Espíritu Santo. Dicho gesto recuerda el rito de la Confirmación y es también el gesto central del rito de la ordenación. "Sin pronunciar ninguna palabra - ha explicado el Papa -, el Obispo consagrante y después de él los otros sacerdotes ponen las manos sobre la cabeza de los ordenandos, expresando así la invocación a Dios para que derrame su Espíritu sobre ellos y los transforme haciéndolos partícipes del Sacerdocio de Cristo… Queridos Ordenandos, en futuro deberéis siempre recordar este momento, este gesto que no tiene nada de mágico y sin embargo está lleno de misterio, porque aquí está el origen de vuestra nueva misión. En aquella oración silenciosa se verifica el encuentro entre dos libertades: la libertad de Dios, que obra mediante el Espíritu Santo, y la libertad del hombre. La imposición de las manos expresa de forma plástica el modo especifico de este encuentro: la Iglesia, personificada en el Obispo de pie con las manos extendidas, pide al Espíritu Santo que consagre al candidato; el diácono, de rodillas, recibe la imposición de las manos y se encomienda a dicha mediación. El conjunto de los gestos es importante, pero infinitamente más importante es el movimiento espiritual, invisible, que ello expresa; movimiento que evoca bien el sagrado silencio, que envuelve todo al interior y al exterior".
En el pasaje evangélico Jesús promete que el Padre pedirá para que mande a los suyos el Espíritu, definido como "otro Paráclito" (Jn 14,16). "El primer Paráclito en efecto es el Hijo encarnado, venido para defender el hombre del acusador por antonomasia, que es Satanás - ha explicado el Papa -. En el momento en el que Cristo, cumplida su misión, vuelve al Padre, éste manda al Espíritu como Defensor y Consolador, para que permanezca siempre con los creyentes habitando en su interior. Así, entre Dios Padre y los discípulos se establece, gracias a la mediación del Hijo y del Espíritu Santo, una relación íntima de reciprocidad… Pero todo esto depende de una condición que Cristo pone claramente al principio: "Si me amáis" (Jn 14,15) y que repite al final… Sin el amor a Jesús, que se realiza en la observancia de sus mandamientos, la persona se excluye del movimiento trinitario y se encierra en si misma perdiendo la capacidad de recibir y comunicar a Dios”.
Las palabras "Si me amáis" pronunciadas por Jesús durante la última Cena, en el momento en el que instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio, dirigiéndose a los Apóstoles, están en cierto sentido "dirigidas a todos sus sucesores y a los sacerdotes, que son los más estrechos colaboradores de los sucesores de los Apóstoles" ha subrayado al Papa, quien ha recomendado a los nuevos sacerdotes: "¡Acogedlas con fe y con amor! Dejad que se graben en vuestro corazón, dejad que os acompañen a lo largo del camino de toda vuestra existencia ¡No las olvidéis! ¡No las extraviéis por el camino! No dejéis de leerlas, de meditarlas a menudo y, sobre todo, de rezar con ellas. Permaneceréis así fieles al amor de Cristo y percibiréis con alegría siempre nueva que esta Palabra divina suya ‘caminará’ con vosotros y ‘crecerá’ en vosotros”
Siguiendo con la segunda Lectura, sacada de la Primera Carta de Pedro, Benedicto XVI ha exhortado a los futuros presbiterios con estas palabras: "Adorad a Cristo Señor en vuestros corazones: cultivad una relación personal de amor con Él, amor primero y más grande, único y totalizador, en el que poder vivir, purificar, iluminar y santificar las otras relaciones. La 'esperanza que está en vosotros’ está unida a esta 'adoración', a este amor de Cristo, que por medio del Espíritu, como dijimos, habita en nosotros. Nuestra esperanza, vuestra esperanza es Dios, en Jesús y en el Espíritu". El Papa ha concluido la homilía con este deseo: "¡que la esperanza arraigada en la fe pueda ser cada vez más vuestra! Y que podáis ser siempre sus testigos y dispensadores sabios y generosos, dulces y firmes, respetuosos y convencidos. Os acompañas y os proteja siempre en esta misión la Virgen Maria, que os exhorto a acoger de nuevo, como hizo el apóstol Juan a los pies de la Cruz, como Madre y Estrella de vuestra vida y vuestro sacerdocio". (S.L) (Agencia Fides 28/4/2008; Líneas: 74 Palabras: 1.120)
Links:
Texto completo de la homilía del Santo Padre, en italiano
http://www.evangelizatio.org/portale/adgentes/pontefici/pontefice.php?id=1094
ZENIT publica la intervención que pronunció Benedicto XVI antes y después de rezar el domingo 27 de Abril de 2008 la oración mariana del «Regina Caeli» junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.
Queridos hermanos y hermanas:
Acaba de concluir en la Basílica de San Pedro la celebración en la que he ordenado a 29 nuevos sacerdotes. Todos los años constituye un momento de especial gracia y de gran fiesta: savia renovada penetra en el tejido de la comunidad, tanto de la eclesial como de la ciudadana. Si bien es verdad que la presencia de los sacerdotes es indispensable para la vida de la Iglesia, también es preciosa para todos. En los Hechos de los Apóstoles se lee que el diácono Felipe llevó el Evangelio a una ciudad de Samaria, la gente acogió con entusiasmo su predicación, viendo también los prodigios que realizaba con los enfermos, «y hubo una gran alegría en aquella ciudad» (8, 8). Como he recordado a los nuevos presbíteros en la celebración eucarística, este es el sentido de la misión de la Iglesia y en particular de los sacerdotes: ¡sembrar en el mundo la alegría del Evangelio! Donde Cristo es predicado con la fuerza del Espíritu Santo y es acogido con espíritu abierto, la sociedad, a pesar de que tenga muchos problemas, se convierte en «ciudad de la alegría», retomando el título de un famoso libro referido a la obra de la Madre Teresa de Calcuta. Este es, por tanto, mi deseo para los nuevos sacerdotes, por quienes os invito a rezar: ¡que puedan difundir, allí donde estén destinados, la alegría y al esperanza que surgen del Evangelio!
En realidad, éste es también el mensaje que he llevado en los días pasados a los Estados Unidos de América, con un viaje apostólico que llevaba por lema estas palabras: «Christ our Hope - Cristo nuestra esperanza». Doy las gracias porque ha bendecido abundantemente esta singular experiencia misionera y me ha permitido ser instrumento de la esperanza de Cristo para esa Iglesia y para la de ese país. Al mismo tiempo, le doy las gracias porque yo mismo he sido confirmado en la esperanza por los católicos estadounidenses: he visto una gran vitalidad y la voluntad decidida de vivir y testimoniar la fe en Jesús. El miércoles próximo, durante la audiencia general, quiero detenerme más ampliamente ha repasar mi visita a Estados Unidos.
Hoy muchas Iglesias orientales celebran, según el calendario juliano la gran solemnidad de la Pascua. Deseo expresar a estos hermanos y hermanas nuestros mi fraterna cercanía espiritual. Les saludo cordialmente, pidiendo al Dios uno y trino que les confirme en la fe, les llene de la luz resplandeciente que surge de la resurrección del Señor y que les consuele en las situaciones difíciles en las que con frecuencia tienen que testimoniar el Evangelio. Invito a todos a unirse conmigo en la invocación de la Madre de Dios para que el camino del diálogo y de la colaboración, emprendido desde hace tiempo, lleve pronto a una comunión más completa entre todos los discípulos de Cristo para que sean un signo cada vez más luminoso de la esperanza de toda la humanidad.
[Al final del Regina Caeli el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En italiano, dijo:]
Las noticias que llegan desde algunos países africanos siguen siendo motivo de profundo sufrimiento y preocupación. ¡Os pido que no os olvidéis de estas trágicas vicisitudes y de los hermanos y hermanas que han quedado involucrados! ¡Os pido que recéis por ellos y que les prestéis vuestra voz!
En Somalia, especialmente en Mogadiscio, duros enfrentamientos hacen cada vez más dramática la situación humanitaria de esa querida población, desde hace demasiados años oprimida bajo el peso de la brutalidad y de la miseria.
Darfur, a pesar de algunos momentáneos momentos de calma, sigue siendo una tragedia sin fin para centenares de miles de personas indefensas y abandonadas a sí mismas.
Por último, Burundi. Después de los bombardeos de los días pasados, que han golpeado y aterrorizado a los habitantes de la capital, Bujumbura, y que han tocado también la sede de la nunciatura apostólica, ante el riesgo de una nueva guerra civil, invito a todas las partes en causa a retomar sin demora el camino del diálogo y de la reconciliación.
Confío en que las autoridades políticas locales, los responsables de la comunidad internacional y toda persona de buena voluntad no ahorren esfuerzos para hacer que cese la violencia y honrar los compromisos asumidos, de manera que se pongan sólidos cimientos para la paz y el desarrollo.
Confiamos nuestras intenciones a María, Reina de África.
[En español, el Papa añadió:]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, especialmente a los fieles de las parroquias de Nuestra Señora de los Remedios, de Canarias, y Nuestra Señora de Monserrat, de Tenerife. El próximo jueves comenzamos el mes de mayo, tradicionalmente dedicado en muchos países a María. Os invito a rezar el Santo Rosario con devoción y a pedir encarecidamente por las necesidades del mundo y de la Iglesia. ¡Feliz domingo!
[Traducción realizada por Jesús Colina
© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]
Mensaje que ha publicado la Comisión de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Española con motivo de la festividad del Corpus Christi, con el título «La Eucaristía, esperanza para el pobre».
La festividad del Corpus Christi nos invita a entrar en el corazón del misterio de la Eucaristía, que se ha de creer, celebrar y vivir. "Sacramento de la caridad, la Santísima Eucaristía es el don que Jesús hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito para cada hombre"[1].
Este año, a la luz de la última encíclica de Benedicto XVI -"Spe salvi; Salvados en la esperanza"-, contemplamos la Eucaristía descubriendo en ella un verdadero sacramento de esperanza para toda la humanidad y, de manera muy especial, para los más pobres y excluidos de los bienes necesarios.
Nos unimos a la campaña que viene desarrollando Cáritas sobre derechos humanos e igualdad de oportunidades. Dentro de ella, este año dedicó la campaña de Navidad al derecho a la salud; y ahora, cuando nos sentamos juntos hombres y mujeres en la misma mesa del Señor, la dedica a los derechos de la mujer y nos invita a poner de manifiesto la igualdad entre hombres y mujeres[2] y la importancia de que se reconozcan oportunidades equitativas para ambos sexos como expresión de la común dignidad humana que compartimos y como base de una sociedad más justa y más fraterna.
La Eucaristía, sacramento de esperanza
La Eucaristía, sacramento del amor, aviva en nosotros la conciencia de que donde hay amor brilla, también, la esperanza, de que donde el ser humano experimenta el amor se abren para él puertas y caminos de esperanza.
Así nos lo ha recordado Benedicto XVI cuando dice: « No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor. Eso es válido incluso en el ámbito intramundano. Cuando uno experimenta un gran amor en su vida, se trata de un momento de "redención" que da un nuevo sentido a su existencia»[3]. Y porque el amor es lo que salva, salva tanto más cuanto más grande y fuerte es. Por eso, no basta el amor frágil que nosotros podemos ofrecer. El hombre, todo hombre, también el pobre, en palabras del Papa, «necesita un amor incondicionado». Ese es el amor absoluto que Dios nos ha manifestado en Jesús: «Por medio de Él estamos seguros de Dios, de un Dios que no es una lejana "causa primera" del mundo, porque su Hijo unigénito se ha hecho hombre y cada uno puede decir de Él: "vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí" (Gal 2,20)»[4].
Este amor absoluto e incondicionado de Dios que el hombre necesita para encontrar sentido a la vida y vivirla con esperanza, se ha manifestado en Cristo y tiene su máxima expresión sacramental en el misterio de la Eucaristía.
Cuando se descubre y vive la Eucaristía, como misterio de presencia de Cristo acompañando al hombre en el camino de la vida, como misterio de vida entregada por el "Otro" y como servicio humilde y generoso al hermano necesitado, como misterio de comunión que nos hace sentar en la misma mesa superando toda diferencia, resulta fácil descubrir que la Eucaristía es el gran sacramento de la esperanza, anticipo de los bienes definitivos a los que todos aspiramos en lo hondo de nuestro corazón y que esperamos alentados por la fe[5].
Celebremos la Eucaristía ofreciendo a los pobres signos de esperanza
Vivida y celebrada la Eucaristía como el gran sacramento del amor, la fe en ella se traduce inevitablemente en gestos y signos de esperanza. Lo dice el Papa con otras palabras: «Toda actuación seria y recta es esperanza en acto. Lo es ante todo en el sentido de que así tratamos de llevar adelante nuestras esperanzas más grandes o pequeñas; solucionar éste o aquel otro cometido importante para el porvenir de nuestra vida: colaborar con nuestro esfuerzo para que el mundo llegue a ser un poco más luminoso y humano, y se abran así también las puertas hacia el futuro»[6].
Según las palabras del Papa, toda nuestra acción en favor de la justicia y de los pobres, es "esperanza en acto", es decir, es un signo y un testimonio de esperanza. Afortunadamente, podemos ofrecer al mundo muchos signos de esperanza.
Es verdad que cuando miramos el momento histórico que nos toca vivir y la sociedad que estamos construyendo, hay muchas sombras que oscurecen y debilitan la esperanza. Baste recordar algunas de ellas que es necesario denunciar y que están demandando la luz de nuestro compromiso abierto y decidido:
La igualdad original entre hombres y mujeres se ha constituido en un principio jurídico universal; sin embargo, asistimos en el mundo a una feminización de la pobreza que se caracteriza por el creciente empobrecimiento de las mujeres, al empeoramiento de sus condiciones de vida y a la vulneración de sus derechos fundamentales. Entre nosotros, los logros en este campo, aun siendo muchos, resultan todavía insuficientes. La violencia doméstica, la discriminación salarial, el mayor desempleo femenino, la todavía escasa presencia de las mujeres en puestos de responsabilidad política, social y económica, las cargas familiares que tienen que soportar en situaciones de escasos recursos y los problemas de conciliación entre la vida personal, laboral y familiar, muestran cómo la igualdad, siendo diversos el hombre y la mujer, es todavía una tarea muy incompleta[7].La trata de mujeres es una de las formas más crueles de violencia y de esclavitud. Son miles las mujeres extranjeras que son captadas y traídas a España por personas, grupos de delincuentes o redes criminales organizadas, a través de engaño, amenazas o coacción, con el fin de someterlas a explotación, en la prostitución, en la agricultura, en el servicio doméstico, en la construcción, la hostelería o los talleres clandestinos[8].Todo ello, sin olvidar otros datos como que hemos rebasado la escalofriante cifra de 100.000 abortos al año en España; que unos 20.000 niños son objeto en España de la trata de personas y están sometidos a diversas formas de explotación sexual y laboral[9]; que miles de inmigrantes llegan a nuestras fronteras huyendo del hambre y sin ser reconocidos en su derechos humanos.
No obstante, si son muchas las sombras también hemos de reconocer las luces y los signos de esperanza que apuntan entre nosotros y que hemos de cuidar y potenciar. Seríamos injustos si no reconociéramos algunos de ellos:
El compromiso de muchas comunidades parroquiales con su entorno cercano, siendo activas en la formación de un tejido social solidario y responsable ante los más pobres.El servicio de las Cáritas y de otros grupos eclesiales, asistiendo a las víctimas de la explotación en su proceso de recuperación física, psicológica, económica y de integración social, así como brindándoles asistencia jurídica.La implicación de cristianos en movimientos sociales diversos en defensa de los derechos humanos, personales y sociales, de las personas y de los pueblos empobrecidos.El compromiso de personas e instituciones en la promoción de políticas sociales que eviten formas de discriminación ofensivas a la dignidad y vocación de la mujer en la esfera social[10].El protagonismo que están asumiendo las mujeres en muchos países del sur empobrecido, para sacar sus familias adelante y abrir caminos hacia un orden social nuevo, como reconocen los Obispos africanos[11].
Contemplando el don de la Eucaristía en este Día de la Caridad, os invitamos a entrar en su misterio y a dejaros configurar por él, para que todo el caudal de amor y de vida generosamente entregados por el Señor, y ofrecido por cuantos entran en comunión con él, constituyan para todos, especialmente para los más pobres, una fuente permanente de esperanza.
De manera muy particular os invitamos este año a secundar la campaña de Cáritas trabajando decididamente para que la igualdad de derechos entre hombres y mujeres pase de ser un derecho formal a ser un derecho real que configure relaciones personales y sociales de igualdad en los distintos ámbitos de la vida.
Lo hacemos confiando en la fuerza que nos da la comunión en el Señor y con la esperanza cierta de que, como dice Benedicto XVI, "la injusticia de la historia no puede ser en absoluto la última palabra"[12].
NOTAS
[1] Benedicto XVI, Exhortación Apostólica Sacramentum caritatis, 1
[2] Cfr Juan Pablo II, Mulieris dignitatem, n.1.
[3] Benedicto XVI, Spe salvi, n. 26.
[4] Ibid.
[5] Cfr. Mt 26, 26-28; Jn 15,3; 1Cor 10,17; 11, 17-34; Cfr. Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, n. 59.
[6] Benedicto XVI, Spe salvi, n. 35.
[7] Consejo Pontificio Justitia et Pax, Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, nº 146.
[8] Entre 40.000 y 50.000 mujeres son explotadas en España todos los años, la mayor parte de ellas extranjeras, según informó en Viena la Red Española contra la Trata de Personas.
[9] Son datos de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
[10] Consejo Pontificio Justitia et Pax, Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, nº 295.
[11] Cfr Jean Zerbo, Carta Pastoral El desarrollo en África, principales actores, Barnako, mayo 2007. Esta carta fue ratificada posteriormente por la Conferencia Episcopal Maliense y, en octubre de 2007, por las Conferencias Episcopales Africanas.
[12] Benedicto XVI, Spe salvi, n. 43.
Comunicado que emitió el viernes 25 de Abril de 2008 la Conferencia Episcopal Ecuatoriana al final de la CXX asamblea plenaria.
Los Obispos Católicos del Ecuador, congregados en nuestra CXX (120) Asamblea Plenaria, enviamos un saludo de paz a todos los hermanos y hermanas creyentes en Cristo y a todos quienes comparten con nosotros el amor a nuestra patria ecuatoriana.
Nos ha reunido el esfuerzo por coordinar la acción pastoral de la Iglesia, dirigida al servicio de los fieles y de toda la población. Y esta vez nuestra Asamblea ha cumplido también la tarea de elegir a las autoridades de la Conferencia para un nuevo período trienal. Después de invocar al Espíritu Santo hemos deliberado y votado con madurez y libertad. Los resultados fortalecen la fraternidad que existe entre nosotros y alientan nuestro compromiso común ante todos ustedes.
Queremos seguir sirviendo a la extensión del Reino de Dios por el anuncio de su Palabra y la celebración de la fe y la esperanza del pueblo cristiano. Juntamente con la acción social y caritativa, la educación y el desarrollo de los diversos estratos del pueblo, la promoción de nuestras culturas rurales y urbanas, indígenas y afrodescendientes, sin discriminación ninguna.
Renovamos nuestro compromiso de expresar el amor gratuito de Cristo en la atención a las justas y legítimas aspiraciones de la gente de nuestro país. Estas se concentran ahora en la Asamblea Constituyente y sus actuaciones y planes para una completa restructuración institucional. En nombre de todo el pueblo creyente, y con el respaldo de cerca de un millón de firmas, estamos demandando a la Asamblea puntos fundamentales, para que, con la invocación de la protección divina, se garantice la inviolabilidad de la vida desde la concepción hasta la muerte natural sin excepciones; se garantice la protección de la familia, reconociendo la unión de hombre y mujer como único núcleo familiar; se garantice la libertad de educación y el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos; se mantenga vivo el patrimonio de libertades y derechos reconocidos en la ley fundamental.
Ante las catástrofes producidas por el invierno de este año, particularmente en las provincias de la costa ecuatoriana, reiteramos nuestra colaboración con las entidades públicas y aportamos además nuestra propio apoyo: la colecta cuaresmal de solidaridad 'Múnera' 2008 se ha dedicado íntegramente a esta finalidad. Y de manera muy especial hacemos público nuestro agradecimiento al Señor Arzobispo de Munich, Alemania, quien ha reforzado la ayuda fraterna que nos presta esa Arquidiócesis desde hace casi 45 años, para que la Conferencia Episcopal Ecuatoriana pueda atender algunas de las más urgentes necesidades de los damnificados.
Siempre abiertos a recibir las voces de nuestro pueblo para compartir sus sufrimientos y sus alegrías desde el amor misericordioso de Cristo, agradecemos a nuestras comunidades por su generosa participación en el servicio de la Iglesia al mundo; acogemos la confianza de grandes sectores de nuestro pueblo y sus autoridades; apreciamos el empeño de los medios de comunicación por informar con honestidad y responsabilidad; y ofrecemos a todos nuestra continua oración y entrega.
Quito, abril 25 del 2008
+ Antonio Arregui Yarza,
ARZOBISPO DE GUAYAQUIL
Presidente de la Conferencia
Episcopal Ecuatoriana
+ Ángel Polivio Sánchez Loaiza,
OBISPO DE GUARANDA
Secretario General de la Conferencia
Episcopal Ecuatoriana
Conferencia que pronunció el cardenal Lluis Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, el 17 de abril, en el Club Siglo XXI sobre «La presencia pública de la Iglesia de hoy»
Agradezco sinceramente la invitación para pronunciar una conferencia en esta importante tribuna política y social, que me permite desde mi fe y mi identidad eclesial exponer en el contexto actual de nuestra sociedad cual debe ser la presencia pública de la Iglesia.
Hay unas palabras del Concilio Vaticano II que pueden dar el marco de esta presencia eclesial en la sociedad. Son las palabras que dan inicio a la Constitución Pastoral Gaudium et spes: "El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los afligidos, son también el gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo y no hay nada verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón. Pues la comunidad que ellos forman está compuesta por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el Reino del Padre y han recibido el mensaje de salvación para proponérselo a todos. Por ello, (la Iglesia) se siente verdadera e íntimamente solidaria del género humano y de su historia"[1]. La Iglesia existe para evangelizar y servir a la sociedad. Esta es su identidad más profunda[2]. Evangelizar la sociedad postmoderna pide que la Iglesia redescubra el valor y la necesidad del primer anuncio de la fe y que trabaje en la iniciación cristiana postbautismal y en la diaconía de la caridad[3] .
Esta es la justificación de mis palabras en esta tribuna: quiero anunciar - como obispo - algunas de las consecuencias del mensaje de Cristo y colaborar modestamente - en las circunstancias concretas de nuestro país - al noble quehacer ciudadano de una convivencia pacífica, justa y libre a la luz del Evangelio.
El Concilio Vaticano II y el régimen de libertad religiosa
En los documentos de los pontífices más recientes, la Iglesia ha ido poniendo el acento en el hombre y en los derechos inalienables de la persona y de la sociedad. Juan Pablo II afirmó que el camino de la Iglesia es el hombre. También cabe subrayar que las relaciones de la Iglesia con la política no puedan encuadrarse exclusivamente ya en sus relaciones con el Estado. Más bien la Iglesia, ha de valorar y mejorar su presencia y sus relaciones con la sociedad; también con el Estado, pero dentro del marco de las relaciones que éste tiene que mantener con toda la sociedad y con sus diferentes grupos o sectores.
El peso de la historia de la Iglesia sobre tan difícil tema gravita, aún después del Concilio Vaticano II - en el cual se proclamó solemnemente el principio de la libertad religiosa -, sobre la gran necesidad de la reconciliación y la sana convivencia ciudadanas. Se ha pasado de una concepción fundamentada en el antiguo derecho público eclesiástico al régimen de libertad religiosa.
La Iglesia necesita libertad para anunciar a Jesucristo y realizar su misión en la sociedad, de tal manera que "la libertad de la Iglesia es el principio básico de las relaciones entre la Iglesia y los poderes públicos y todo el orden civil"[4]. Por ello, el Concilio Vaticano II afirmó que "donde está vigente el principio de la libertad religiosa, proclamado no sólo con palabras, ni solamente sancionado con leyes, sino también llevado a la práctica con sinceridad, allí, al fin, la Iglesia logra la condición estable de derecho y de hecho para la necesaria independencia en el cumplimiento de su misión divina que las autoridades eclesiásticas reivindican cada vez más insistentemente dentro de la sociedad" [5].
En el espíritu de la transición
Me permito señalar que aún siendo nuestro pueblo uno de los que, en su configuración política y en sus vicisitudes históricas, el cristianismo ha tenido tanto peso, apenas hemos reflexionado sobre el fenómeno religioso, sobre su importancia y sobre su verdadero papel en la configuración de la conciencia personal y colectiva de los ciudadanos. Aquí hemos sido - y en parte seguimos siendo - antes clericales o anticlericales que religiosos o antirreligiosos, creyentes o ateos. La herida profunda de las dos Españas, por desgracia, aún no ha sido totalmente cicatrizada.
Para conseguirlo hubo un loable esfuerzo por parte de todos en el período de la denominada transición política. La misma Constitución de 1978 - esta conferencia se enmarca dentro del ciclo que este Club dedica a la Constitución española "30 años después..." - es una muestra de aquella intención y trabajo de las distintas fuerzas sociales, políticas y religiosas de España. En todo el proceso de elaboración del que al fin sería el texto refrendado de la Ley fundamental, de todas las aportaciones e intervenciones de los distintos grupos políticos que condividieron la llamada fórmula de "consenso", descuellan sin duda dos grandes principios en relación al hecho religioso. En primer lugar, la voluntad de cambio cualitativo: la Constitución debía suponer una modificación auténticamente substantiva de la legislación eclesiástica del régimen político anterior. En segundo lugar, la voluntad de superación definitiva de la "cuestión religiosa", en el sentido de solucionar para siempre que la regulación del hecho religioso fuese motivo de división entre los ciudadanos. Tal era también la voluntad de la Conferencia Episcopal Española expuesta en la declaración colectiva "Los valores morales y religiosos ante la Constitución": "Así se evitará - afirmaban los obispos - que razones ideológicas o religiosas sean causa de divisiones y luchas a las que desearíamos cerrar el camino para siempre"[6]. No obstante, desde hace un tiempo, se respiran otros aires muy distintos de aquellos de la transición. Corremos el peligro de echar a perder y relegar al olvido este patrimonio.
Uno de los puntos en que se inspiró la transición fue el del pluralismo de las opciones políticas de los católicos, en aplicación del principio formulado por Pablo VI en la carta apostólica Octogesima Adveniens - publicada en el octogésimo aniversario de la encíclica de León XIII Rerum Novarum - de que una misma fe puede conducir a compromisos políticos diversos, o lo que es lo mismo, el pluralismo de opciones políticas de los cristianos. No es misión de la Iglesia apadrinar o promover una opción política determinada. La misión de los laicos católicos, allí donde realicen su tarea en el ámbito de las realidades temporales, es procurar que éstas se ordenen al bien de la persona y que realicen en lo posible los valores del Evangelio en nuestra sociedad.
Otro punto incluido en aquel espíritu de convivencia fue el de valorar y dignificar la acción política, que es una tarea propia de los laicos y que exige no poca vocación y entrega. Aunque la actuación política pueda ser sometida a una valoración crítica, ello debe hacerse evitando las descalificaciones y el descrédito de quienes encarnan las instituciones políticas. También es verdad que no todo es lícito en la contienda política. Todos los medios de comunicación - y muy especialmente los de inspiración o de titularidad eclesial - tienen en este punto una grave responsabilidad para respetar la verdad y favorecer el diálogo sereno sobre unos problemas que afectan a toda la sociedad.
Por lo que se refiere a la Iglesia, de acuerdo con la doctrina del Concilio Vaticano II, el espíritu de la transición incluía un claro sentido de apoyo a la instauración de la democracia. Los católicos hemos de colaborar en el enriquecimiento espiritual de nuestra sociedad, en la consolidación de la auténtica tolerancia y de la convivencia en el mutuo respeto, la libertad y la justicia.
El espíritu y la letra de la Constitución de 1978
La Constitución española no quiso apostar por ninguna de las siguientes soluciones extremas: ni una España confesional ni tampoco una España laicista. Se optó por una postura intermedia. Se estableció la aconfesionalidad del Estado. Y para evitar la expresión hiriente de la Constitución republicana, se eliminó la formulación negativa que, tal como estaba prevista en el borrador ("El Estado español no es confesional"), podría presentar un asidero a una interpretación laicista, como señala Corral. Para significarlo se mantiene la expresión negativa de la frase, pero se elimina el adjetivo calificador "confesional", y en forma, si no técnica, al menos aséptica, se dirá: "Ninguna confesión tendrá carácter estatal" [7] .
De esta manera la Constitución de 1978 representa una solución novedosa y ello en tres órdenes de cosas. En primer lugar, rompe la tradicional idea de concebir la confesionalidad o la laicidad del Estado como extremos opuestos de una misma línea, como representaciones pendulares - positiva o negativa - de la actitud del Estado ante lo religioso.
En segundo lugar, la Constitución contempla el principio de laicidad, pero lo concibe con un contenido y le asigna una función informadora muy diversos respecto de los habituales en el significado decimonónico de "laicidad del Estado".
Y, en tercer lugar, nuestra Constitución resuelve de manera más profunda y sólida el fundamento, las garantías y los límites del derecho fundamental de la libertad religiosa como consecuencia de inspirar su reconocimiento en el principio de libertad religiosa como principio primario del Estado en materia religiosa.
Considero que la laicidad del sistema constitucional español es una laicidad positiva y abierta. Positiva, porque respecto de la religión pasa de la neutralidad radical negativa a la colaboración. Abierta, porque se descarga del sentido hostil y excluyente de la religión y se abre hacia ella sin discriminación e incluso hacia su promoción. Este contenido constitucional ha de orientar y permeabilizar todo el ordenamiento jurídico de nuestro país.[8]
El actual debate sobre la laicidad
Hoy en Francia, Italia y España hay un debate muy vivo sobre la laicidad. Recientemente, el cardenal de Venecia, Angelo Scola, ha publicado un libro sobre la nueva laicidad. El concepto de laicidad no es algo extraño y ajeno a la tradición cristiana. Benedicto XVI ha subrayado su inequívoca matriz cristiana. Su fundamento se encuentra en aquella famosa sentencia de Jesús: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios"[9]. Esta norma establecida por el Señor ha entrado a formar parte del patrimonio de la humanidad en lo referente a la configuración de las sociedades democráticas. El mismo Pontífice, en su visita al Presidente de la República italiana, el 24 de junio de 2005, pronunció estas palabras: "Es legítima una sana laicidad del Estado, en virtud de la cual las realidades temporales se gobiernan según las normas que le son propias, sin excluir sin embargo las referencias éticas que encuentran su fundamento último en la religión".
Al hablar de laicidad hay que insistir en dos aspectos que considero fundamentales. El primero consiste en la asunción crítica de la modernidad por parte de los cristianos. Esto pide dar importancia al nexo verdad-libertad y reconocer que la libertad está llamada a valorar y servir a la verdad. Y, en segundo lugar, la modernidad ha sido concebida a menudo como laica, en el sentido de considerar la religión como un hecho meramente privado. Es necesario, por tanto, pensar de nuevo en el significado del término `laico´".
Benedicto XVI, en su discurso a los Juristas Católicos italianos, manifestó que "todos los creyentes, y de una manera especial los creyentes en Cristo, tienen el deber de contribuir a elaborar un concepto de laicidad que, por un lado, reconozca a Dios y a su ley moral, a Cristo y a su Iglesia, el lugar que le corresponde en la vida humana, individual y social, y que, por otro lado, afirme y respete la legítima autonomía de las realidades temporales que tienen sus leyes y valores propios que el hombre ha de descubrir y ordenar"[10] .
La "laicidad" del Estado es una característica propia del Estado que se afirma en contraposición a una indebida presencia de la Iglesia en la vida política que se suele llamar "clericalismo" o, si se quiere, confesionalismo político. Pero, al mismo tiempo y en sentido contrario, se habla también de "laicismo", para significar el rechazo de cualquier forma de presencia de la fe religiosa y, más en concreto, de la Iglesia en la vida política.
El problema planteado por la laicidad hace referencia a una realidad más amplia que la que puede plantearse en el tema concreto de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Debe situarse en el contexto más general de la presencia del hecho religioso en general y de la Iglesia en particular en las diversas culturas y, más precisamente, en la vida de las comunidades políticas.
Es evidente que en la afirmación de la dignidad de la persona humana, cada uno puede apoyarse en razones propias que no tienen por qué coincidir con las razones de los demás. Entre estas razones están también las que derivan de la propia fe religiosa. Esa influencia del hecho religioso, aún siendo real, en ningún modo debe ser interpretada como una indebida intromisión de la religión en el ámbito de lo temporal.
Es una manifestación clara y fundamental de que una pretendida separación entre lo "temporal" y lo "espiritual", como si se tratara de cosas diferentes que nada tienen que ver entre sí, es insostenible. Se hace así presente la ineludible cuestión del "espíritu" que ha de animar la concepción "humanista" del bien común de la comunidad política.
Dado que la convivencia de las personas en las comunidades políticas es algo connatural a la persona humana y teniendo en cuenta que la presencia del fenómeno religioso es también una realidad que no puede ser vivida, ni individualmente ni colectivamente, fuera de la comunidad política, es normal que nos preguntemos por qué algo que debería ser natural, ha de plantearse en términos de conflicto y enfrentamientos cuando queremos hablar de las relaciones entre el Estado y la Iglesia.
Laicidad y laicismo
El Estado no puede ignorar que el hecho religioso existe en la sociedad. Pretender que el Estado laico haya de actuar como si ese hecho religioso, incluso como cuerpo social organizado, no existiera, equivale a situarse al margen de la realidad. El problema fundamental del laicismo que excluye del ámbito público la dimensión religiosa consiste en el hecho de que se trata de una concepción de la vida social que piensa y quiere organizar una sociedad que no existe, que no es la sociedad real. La fe o la increencia son objeto de una opción que los ciudadanos han de realizar en la sociedad, especialmente en una sociedad culturalmente pluralista en relación con el hecho religioso.
El principio de la mutua independencia y autonomía de la Iglesia y la comunidad política no significa en absoluto una laicidad o aconfesionalidad del Estado que pretenda reducir la religión a la esfera puramente individual y privada, desposeyéndola de todo influjo o relevancia social. Esto es laicismo. El Estado ha de promover un clima social sereno y una legislación adecuada que permita a cada persona y a cada religión vivir libremente su fe, expresarla en los ámbitos de la vida pública y disponer de los medios y espacios suficientes para poder aportar a la convivencia social las riquezas espirituales, morales y cívicas. La laicidad significa la actuación estatal de reconocimiento, garantía y promoción jurídicas del factor religioso[11].
El estudio comparado sobre la libertad religiosa y las relaciones Iglesia - Estado en las constituciones contemporáneas pone de relieve la diferencia que se da según que lo religioso sea estimado como un valor de la sociedad o, por el contrario, se considere como un elemento negativo. En el primer caso, el Estado no sólo reconoce y tutela la religión, sino que la apoya y la fomenta respetando siempre el principio de libertad religiosa. En el segundo caso, se limita a lo sumo a tutelarla[12].
En el fondo juega la concepción y valoración que se tiene de la religión. Si ésta es valorada negativamente, la laicidad se convierte en laicismo. Si, por el contrario, la presencia de la Iglesia es concebida positivamente, como una posibilidad de enriquecimiento para la edificación común de la sociedad civil, la laicidad tiene su significado auténtico de respeto y de colaboración con esta aportación al bien de las personas y al bien común. En este último sentido, la presencia de la Iglesia no es percibida como una injerencia, sino como una posibilidad de enriquecimiento de la sociedad.
La Constitución española la reconoce como un valor para el bien común, y en el art. 16,3 establece que "los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones". Estas consiguientes relaciones - como son los Acuerdos Santa Sede y Estado español y las tres leyes acuerdos para respectivamente los protestantes, los judíos y los musulmanes - son la consecuencia necesaria de la valoración positiva del factor religioso por parte del Estado, no significan ningún privilegio concedido a estas confesiones religiosas y estos instrumentos jurídicos como tales están en plena armonía con un régimen de libertad religiosa[13].
Aquella sentencia de Jesús ha sido recogida por el Concilio Vaticano II por lo que se refiere a las relaciones entre la Iglesia y la comunidad política. Concretamente, el Concilio afirma que "la comunidad política y la Iglesia son entre sí independientes y autónomas en su propio campo. Sin embargo, ambas, aunque por diverso título, están al servicio de la vocación personal y social de las mismas personas. Este servicio lo realizan tanto más eficazmente en bien de todos cuantos procuren mejor una sana cooperación entre ambas"[14].
Juan Pablo II, en su discurso a los obispos franceses con motivo del centenario de la ley de 1905 de separación de la Iglesia y del Estado, afirmó que "unas relaciones y unas colaboraciones de confianza entre la Iglesia y el Estado sólo pueden tener efectos positivos para construir juntos aquello que el Papa Pío XII ya llamaba `la legítima y sana laicidad´, que no sea un tipo de laicismo ideológico o de separación hostil entre las instituciones civiles y las confesiones religiosas".
Dimensión pública de la religión
El reconocimiento del valor de la dignidad de la persona humana tal como se afirma en Declaración Universal de los Derechos Humanos, - de la cual con satisfacción este año celebramos el 60 aniversario - se apoya en el reconocimiento de sus derechos fundamentales, entre los cuales está el derecho a la libertad religiosa, en los términos en que lo hace el art. 18 de la misma Declaración. Este derecho no se refiere sólo al culto y a las creencias personales de cada uno. Alcanza también al ejercicio creativo de la fe y la vida religiosa, a su manifestación pública y a su difusión, mediante el ejercicio del derecho a la libre reunión, expresión y asociación que se recoge en los artículos 19 y 20. Un derecho, por tanto, que el Estado debe tutelar y que no puede ignorar. También en este caso, una pretendida separación de campos de competencia de la Iglesia y del Estado, fruto de la mutua ignorancia entre ambos, no es ni jurídica ni políticamente aceptable.
Será absolutamente necesario distinguir lo que es la "laicidad del Estado" y lo que es una "sociedad laica". No se puede ignorar que la laicidad del Estado está al servicio de una sociedad plural en el ámbito religioso. Por el contrario, una sociedad "laica" implicaría la negación social del hecho religioso o, al menos, del derecho a vivir la fe en sus dimensiones públicas. Lo que hemos visto que sería precisamente algo contrario a la laicidad del Estado. La laicidad del Estado no puede suponer ni pretender hacer que la sociedad sea "laica".
España se nos presenta hoy como un terreno necesitado del testimonio de la Iglesia y de los cristianos. Nuestro país participa de la cultura occidental, que va generando un nuevo estilo de vida etsi Deus non daretur (como si Dios no existiera) en la cultura y la vida pública. En esta línea, la ética se sitúa dentro de los confines del relativismo y el utilitarismo, excluyendo cualquier principio moral que sea válido y vinculante por sí mismo. Este tipo de cultura representa un corte radical y profundo no sólo con el cristianismo, sino, más en general, con las tradiciones religiosas y morales de la humanidad.
Con todo, nuestro país constituye al mismo tiempo un terreno muy favorable para el testimonio cristiano, pues la Iglesia aquí es una realidad viva, que conserva una presencia capilar en medio de la gente. Las tradiciones cristianas con frecuencia están arraigadas, mientras que se está realizando un gran esfuerzo de evangelización y catequesis, dirigido en particular a las nuevas generaciones. Además, se siente la insuficiencia de una racionalidad encerrada en sí misma y de una ética demasiado individualista.
También quien no ha encontrado en su vida a Dios debería buscar y dirigir su vida etsi Deus daretur, (como si Dios existiese). Este es el consejo que ya daba Pascal a los amigos no creyentes; es, como escribe Benedicto XVI, "el consejo que damos también hoy a los amigos que no creen. Así ninguno queda limitado en su libertad, y así todas nuestras cosas encuentran un sostén y un criterio del cual tenemos urgente necesidad"[15]
La presencia de la Iglesia nunca deberá encerrarse en sí misma, renunciando a la acción, sino que es preciso mantener vivo e incrementar su dinamismo. La Iglesia y los cristianos han de dar respuestas positivas y convincentes a las expectativas y a los interrogantes del hombre de hoy. Si sabemos hacerlo, la Iglesia prestará un gran servicio a este país.
Ante la realidad de nuestra sociedad pluralista, se exige buscar el propio "sitio" de los cristianos y de la Iglesia en esta nueva situación socio - cultural, sin que ello suponga la pérdida de la propia identidad.
La Iglesia no deba pretender imponer a otros su propia verdad. La relevancia social y pública de la fe cristiana ha de evitar una pretensión de hegemonía cultural que se daría si no se reconociera que la verdad se propone y no se impone. Pero ello no significa que esa Iglesia no pueda ofrecerla a la sociedad, en la totalidad de lo que significa ser el "anuncio del Evangelio". Se trata de una propuesta que apela al valor trascendente de la persona y salva a la sociedad del riesgo de un pensamiento único, que lo allana y uniformiza todo. La sociedad es, quiérase o no, un lugar de convergencia de múltiples influencias que actúan en los ciudadanos. Todo ello ha de caber en la actuación de un Estado respetuoso con la libertad religiosa.
La fe cristiana no es algo meramente intelectual. Es también el principio inspirador de una manera de vivir y de actuar. El modo de "estar" en la sociedad propio del creyente, ha de llevar consigo también un modo de "actuar", inspirado por su fe, ordenado a influir en la sociedad para una mejor configuración de la convivencia, coherente con valores humanos inherentes a la fe cristiana.
Quien tiene una visión religiosa de la existencia, podrá sacar de ella las urgencias desde las que ha de construir el bien común, el servicio a las personas y a la sociedad. Podrá incluso tratar de mostrar las dimensiones positivas que para la realización del bien común pueden derivarse de ellas, si son asumidas por la sociedad, desde las libertad personal de cada ciudadano. Lo que no deberá ser interpretado como una rechazable voluntad de imponer "obligaciones religiosas" a todos los ciudadanos incluso a los no creyentes. El Estado no es independiente con respecto a la ética, ya que está al servicio de los derechos del hombre. La Iglesia no se excede en su responsabilidad de interpelar a los poderes públicos cuando el ser humano y los derechos de la persona o su dimensión trascendente no son respetados[16].
Benedicto XVI en una entrevista a las televisiones alemanas dijo que "el cristianismo no es un cúmulo de prohibiciones sino una opción positiva". Es preciso ofrecer toda la riqueza que contiene el humanismo cristiano, capaz de interesar a muchas personas - especialmente a los jóvenes - y de querer vivirlo con ilusión y alegría. La presentación del mensaje de Jesús con toda claridad y fidelidad es la tarea prioritaria de la Iglesia en nuestra sociedad. La Iglesia, que tiene una visión positiva de la vida y de la persona, ha de presentar con convicción el mensaje del evangelio. Tenemos el peligro de limitarnos - o dar la impresión que nos limitamos - a denunciar aunque sea con espíritu de colaboración, los contenidos sociales y legales que no responden a los auténticos principios antropológicos, éticos y morales.
La Iglesia no es ni quiere ser un agente político, "pero -como afirma Benedicto XVI - tiene un profundo interés por el bien de la comunidad política, cuyo alma es la justicia, y le ofrece en dos niveles su contribución específica. En efecto, la fe cristiana purifica la razón y le ayuda a ser lo que debe ser [...]. Con su doctrina social contribuye a hacer lo que se puede reconocer eficazmente y luego realizar también lo que es justo"[17]. La Iglesia debe, por ello, asumir positivamente la totalidad de su misión evangelizadora, frente a cualquier posicionamiento intraeclesial meramente "defensivo", tanto en lo relativo al anuncio de la fe del Evangelio, como a la capacidad del transmitir a la sociedad civil un "espíritu" que pueda hacerla más humana.
Ciertamente, el pleno reconocimiento del verdadero ámbito de lo religioso es completamente vital para una adecuada y fecunda presencia de la Iglesia en la sociedad. Lo religioso va más allá de los actos típicos de la predicación y del culto; repercute y se expresa por su propia naturaleza en la vivencia moral y humana, que se hace efectiva en los campos de la educación, del servicio social, de la vida, del matrimonio y la familia y de la cultura[18]. Todo ello "presupone una aceptación, no recortada jurídicamente, de su significación pública"[19]. Cabe hablar de una esfera pública plural cualificada religiosamente, en la que las religiones desempeñan un papel de sujeto público, claramente separado de las instituciones del Estado y, al mismo tiempo, presente en la sociedad civil.
Ningún Estado reduce su actividad a prevenir y castigar los comportamientos que atentan contra el orden público, sancionados en los códigos penales. El Estado tiene, además, toda una amplísima gama de actuaciones de impulso y promoción positiva del bien común. Y la vida religiosa de las personas y de las comunidades religiosas es parte integrante de este bien común.
El servicio de la Iglesia a la sociedad
El servicio que presta la Iglesia a de la sociedad - en el orden prepolítico de las ideas y valores morales, de las imágenes globales del hombre y de la vida - es de mucha magnitud y muy importante. El querido cardenal Narcís Jubany tuvo su conferencia el año 1979, en esta misma sede, y habló de la importante función "nutricia" de la Iglesia en la sociedad. Las sociedades democráticas tienen el riesgo de vaciarse éticamente, de perder la fuerza indispensable de unas concepciones sobre la vida humana y de unos valores morales que inspiren, dinamicen y fortalezcan su vida y sus impulsos hacia adelante. Las sociedades pueden caer así irremisiblemente en el consumismo sin sentido, en la indiferencia y la insensibilidad moral, con sus consiguientes resultados de aumento de la agresividad, la criminalidad, el desprestigio de las instituciones y de las leyes, una permisividad creciente que corre el riesgo de llegar a la disolución de la misma sociedad o a una vuelta irremediable a la rigidez de un sistema autoritario, como única forma de subsistencia.
En una sociedad democrática deben existir grupos sociales, religiosos y culturales que se ocupen de una irrigación espiritual y ética de los ciudadanos, para que luego ellos, en el libre ejercicio de sus derechos y su participación política, transmitan al Estado el reflejo de estas sensibilidades morales y exijan a quienes aspiran al poder político o lo ejercen, el respeto, la protección y la promoción de esta savia espiritual sin la cual no puede existir una sociedad libre ni una ciudadanía responsable. El poder político y las instituciones que lo pretendan o lo ejercen, están al servicio del hombre y de la sociedad, sujetos a las preferencias y a las convicciones también éticas y morales de los ciudadanos y sin poder nunca arrogarse el papel de educadores y amaestradores de una sociedad domesticada y dominada más que gobernada. Las instituciones políticas deben saber que aquellos grupos son los que tienen que desarrollar el importante papel de enriquecer culturalmente, espiritualmente, moralmente a la sociedad entera en un marco de libre y respetuosa expresión de sus ideas.
Para percatarse del servicio que presta la Iglesia, basta pensar en qué sería de una ciudad, por ejemplo Barcelona, sin la presencia y actuación de las parroquias, comunidades religiosas, asociaciones, e instituciones eclesiales en el campo de la espiritualidad, de las relaciones interpersonales, de la pobreza y marginación, de la atención a los ancianos y a los enfermos, de la educación y enseñanza, de la cultura, etc. Sería una ciudad pobre, muy pobre, deshumanizada, con graves problemas sociales. Esta simple constatación contribuye a que los cristianos tengamos la debida autoestima muy necesaria a toda persona e institución.
Considero que en nuestra sociedad hay un déficit de debate social sereno, plural y respetuoso sobre los temas de calado antropológico y ético, que evite el riesgo de excesiva politización y confrontación. Esta aportación de las realidades sociales y culturales, de la Iglesia y confesiones religiosas, ayudaría al debate parlamentario enriqueciéndolo con las reflexiones que las referidas instituciones ofrecerían.
La presencia de la Iglesia en la sociedad y las relaciones de la jerarquía con las autoridades civiles han de ser de diálogo leal y de colaboración constructiva desde la propia identidad. La Iglesia quiere contribuir al discernimiento de algunos valores que están en juego en la sociedad y que inciden en la auténtica realización de la persona humana y de la convivencia social. La Iglesia desea hacer oír su voz dialogante y profética, con actitud de colaboración ya que busca el bien de la persona humana creada a imagen y semejanza de Dios y "todo lo que existe en la tierra debe ordenarse al hombre como su centro y culminación"[20].
Con este espíritu de amor y de servicio propio de la Iglesia y de los cristianos, a nadie debería de incomodar la voz profética de la Iglesia sobre la vida familiar, social y política, también cuando va a contracorriente de estados de opinión ampliamente difundidos. Nuestro conformismo privaría a la sociedad de una antigua sabiduría que hemos recibido de lo alto y que ha estado presente y activa en las raíces de nuestra antropología y de nuestra historia. El diálogo pide sentido de la identidad y, a la vez, aceptación del otro con voluntad de convivencia. La historia de nuestro siglo XX nos advierte sobre los males de la confrontación excluyente: los cristianos no queremos ni contribuir a la confrontación ni ser víctimas de ella.
Presencia de los laicos cristianos en la sociedad
Esto pide una presencia activa y comprometida de los laicos cristianos en la sociedad. El cristianismo no es solo una herencia muy valiosa para nuestro país; es también una realidad presente y viva. Las raíces cristianas han dado frutos y son muchos los cristianos, hombres y mujeres, que quieren hoy estar muy presentes en la vida pública para aportar toda la riqueza del humanismo cristiano.
He dicho a menudo que son muchos los cristianos laicos que asumen responsabilidades en el ámbito intraeclesial, pero que hay un déficit de su presencia en el mundo secular, un ámbito que les es muy propio, ya que el Concilio Vaticano II dijo que la característica secular es propia y peculiar de los laicos. Por esta vocación específica, corresponde a los laicos buscar el Reino de Dios gestionando las realidades temporales y ordenándolas según Dios. Viven en el mundo, es decir, en todos y cada uno de los trabajos del mundo y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, de las que su existencia está tejida[21]. Benedicto XVI afirma que "la tarea inmediata de actuar en el ámbito político para construir un orden justo en la sociedad no corresponde a la Iglesia como tal, sino a los fieles laicos, que actúan como ciudadanos bajo su propia responsabilidad. Se trata de una tarea de suma importancia"[22].
Esta presencia de los cristianos en el mundo, incluida la política, no se ha de entender como una simple cadena de transmisión de los criterios de la jerarquía. En realidad, al laico cristiano le corresponde mucho más que esto: oídos los principios que hay que seguir en los asuntos temporales señalados por el magisterio, le corresponde decidir, desde la realidad en donde vive inmerso, guiado por su conciencia responsable.
La Iglesia ha de priorizar la evangelización de las personas. En nuestro país, hemos de orientar el trabajo eclesial hacia la formación auténtica y sólida de los cristianos para que vivan su vida cristiana con fidelidad a la Iglesia y con generosidad y para que manifiesten su fe con el testimonio de la propia vida y con las palabras en medio de la sociedad, sea cual sea la realidad cultural, social y política. Especialmente hoy necesitamos cristianos plenamente convencidos, que conozcan a fondo los contenidos de la fe y que estén siempre a punto para dar respuesta de su esperanza, como pide el apóstol Pedro.
Esta es una de las prioridades más importantes y urgentes que tenemos en las diócesis españolas y hay que dedicarle una especial dedicación, en medio del clima cultural de relativismo y de indiferencia religiosa en que vivimos. En nuestra archidiócesis de Barcelona considero que hay un cincuenta o un sesenta por ciento de los adolescentes y jóvenes que se mueven en torno a la Iglesia, ya sea en las escuelas cristianas, en las parroquias, en los movimientos y asociaciones eclesiales, etc. Esto pide intensificar los esfuerzos para que sean debidamente evangelizados, catequizados y formados como auténticos cristianos.
Concretamente, el Plan Pastoral trienal de Barcelona incluye tres objetivos prioritarios, dos de los cuales están dedicados a la transmisión de la fe a los jóvenes y a su integración en la comunidad cristiana y a la atención pastoral a los matrimonios y a las familias. Pienso que estos dos objetivos son una buena opción prioritaria pensando en el presente y también en el futuro de la Iglesia y del país para que sus raíces cristianas sean hoy y siempre muy fecundas.
Este trabajo en la formación de auténticos cristianos ha de contribuir también a un enriquecimiento espiritual de la sociedad, ya que con su vida, con su testimonio y con su actividad harán que la sociedad se configure más de acuerdo con sus raíces cristianas, las instituciones estén más impregnadas de valores evangélicos y que el ordenamiento jurídico de la sociedad se adecue más y más a los principios y valores del humanismo cristiano.
Los obispos de Cataluña hemos manifestado recientemente que "estamos convencidos de que cuando el Evangelio es acogido por las personas, la comunidad civil se hace también más responsable, más atenta a las exigencias del bien común y más solidaria con los necesitados"[23].
Esto pide que los cristianos conozcan, valoren y divulguen más y más los contenidos de la doctrina social de la Iglesia que les llevará a trabajar en la búsqueda del bien común de la sociedad con la colaboración de todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
El cristianismo en el pasado y presente de nuestro país
La identidad de España es incomprensible sin el cristianismo, y precisamente en él se encuentran aquellas raíces comunes que han hecho madurar la civilización de nuestro país y de todo el continente europeo, su cultura, su dinamismo, su capacidad de expansión constructiva. Pero la concepción cristiana no radica solo en unos orígenes judeocristianos más o menos lejanos, como algunos querrían hacer creer, sino que se asienta en le centro de la Ilustración y llega por diversas vías hasta nuestro tiempo, culminando en la máxima expresión que significa la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que hubiera sido imposible sin el fundamento cristiano.
Esta realidad histórica y presente de nuestro país tiene unas consecuencias, y a la vez unas exigencias, si queremos ser coherentes con nuestra propia identidad. Se trata, en primer lugar, de conocer y valorar esta identidad. Esto significa que es absolutamente necesario tener un conocimiento adecuado de los contenidos del cristianismo que han impregnado nuestra cultura y nuestra identidad. Sin este conocimiento no sabríamos quienes somos, de donde venimos y a donde vamos. Es inexplicable la realidad, las manifestaciones culturales, nuestra historia sin la presencia y actuación de la Iglesia. Esta es una razón, además de otras también muy importantes, que pide que los alumnos reciban clase de religión católica. Sin el conocimiento de los contenidos de la fe, de la Biblia, de la historia sagrada y de la Iglesia no se puede entender casi nada de la historia y cultura de nuestro país.
Sin embargo es necesario también valorar nuestra identidad. Por desgracia hoy, quizá porque no se conocen debidamente los contenidos cristianos que han formado nuestra identidad, esta identidad no se valora e incluso se hace de ella objeto de burla o de menosprecio. Esto no ayuda a la realización personal y social y tampoco facilita la acogida de la multitud de inmigrantes de distintas étnias y culturas que hoy llegan a España y a Europa.
Es preciso no olvidar que la riqueza de nuestras raíces ha fortalecido nuestra identidad y esto ha permitido que España haya tenido una larga y fecunda tradición integradora. Como tierra de marca o de paso, desde el comienzo, ha sido capaz de incorporar a su proyecto como pueblo a los "homines undecumque venientes", del norte y del sur. "Somos el fruto de semillas diversas", ha dicho Vicens Vives. Y todo esto ha sido posible porque conocíamos y valorábamos nuestra identidad, lo que nos permite poder acoger a los otros incorporando algo de ellos para enriquecernos y ofrecer algo a ellos para enriquecerlos. Si uno no conoce ni valora quien es él mismo, no puede acoger ni dialogar con otro que sabe muy bien quien es. Como es obvio, esto tiene consecuencias muy importantes hoy a causa de la realidad siempre creciente de la inmigración que tenemos en nuestra tierra y que hemos de acoger debidamente y facilitar su integración al país, a nuestra cultura, respetando también la suya.
El Cardenal Ratzinger, el actual Benedicto XVI, el año 2002 se preguntaba si en nuestro tiempo hay una identidad de Europa -podemos aplicarlo con toda razón a nuestro país- que tenga futuro y a la cual podamos dar soporte desde dentro, y responde que para los padres de la unificación europea posteriores a la devastación de la segunda guerra mundial -Adenauer, Schumann y De Gasperi - estaba claro que este fundamento existía y que descansa en la herencia cristiana de cuanto el cristianismo había hecho en nuestro continente[24]. Si el sustrato religioso de Europa, pese a su evolución y su pluralismo actual, fuese marginado en su papel inspirador de la ética y en su eficacia social, se negaría aquella rica herencia del pasado europeo, incidiría muy negativamente en el futuro digno del hombre europeo creyente o no creyente, y a la vez se correría el riesgo de construir una casa común encerrada en si misma, olvidando su solidaridad con los otros pueblos del mundo. Pienso que estas observaciones sobre Europa se pueden aplicar plenamente a España porque es Europa y porque tiene vocación europea.
Hoy, están en juego la continuidad de unas pautas de comportamiento personal y social vinculadas a nuestra cultura y a nuestra identidad. Se ha vivido muy recientemente una marcha acelerada, comparativamente con los otros Estados europeos, en la que, en algunas materias, los legisladores configuran una normativa civil cada vez mas alejada del humanismo cristiano. Como afirma Benedicto XVI en el encuentro eclesial italiano de Verona, "es preciso afrontar, con determinación y claridad de propósitos, el peligro de opciones políticas y legislativas que contradicen valores fundamentales y principios antropológicos y éticos arraigados en la naturaleza del ser humano"[25]. Deseamos ver más reconocidos algunos valores fundamentales como el don de la vida, desde su concepción hasta su muerte natural. Deseamos que la familia sea más valorada y apoyada, "sin que se vea -como afirma el Papa Benedicto XVI- suplantada u ofuscada por otras formas o instituciones diversas"[26]. Pedimos el derecho de toda persona a unas condiciones de vida dignas, lejos de cualquier forma de explotación. Deseamos ver más plenamente respetado el derecho de los padres a decidir el tipo de educación, también en la referente a la religión y a la moral, de sus hijos, habida cuenta de que son los padres los que tienen el derecho original e inalienable de la educación de sus hijos.
Una de las exigencias ante la que la Iglesia ha de ser cada vez más sensible es la de buscar y posibilitar caminos adecuados de presencia "comunitaria" que acompañe a los cristianos de esta sociedad en la que se hace cada vez más difícil ser creyente "en solitario". La Iglesia que es "institución", cuyos derechos habrá que defender, ha de ser también una Iglesia de "comunión", que se realice en comunidades concretas, de dimensiones humanas, en las que sea posible la fraternidad cristiana.
Concluyo mi exposición con estas palabras del mismo documento conciliar que he citado al inicio: "¿Qué piensa la Iglesia del hombre? ¿Qué recomendaciones se han de hacer para edificar la sociedad actual? ¿Cuál es el significado último de la actividad humana en el universo? Estas preguntas esperan respuesta. A través de ella aparecerá más claramente la reciprocidad del servicio entre el Pueblo de Dios y el género humano en el que está inmerso. Así, la misión de la Iglesia se mostrará, como misión religiosa y, por esto mismo, sumamente humana"[27]. La conferencia ha intentado proponer algunas respuestas acerca de la presencia pública de la Iglesia en la sociedad.
No podemos olvidar nunca que esta presencia es para evangelizar comunicando la Buena Nueva del Evangelio a los pobres. Viene a mi memoria lo que nos ha dicho Benedicto XVI en su encíclica "Dios es amor". El Papa cita al emperador Juliano el Apóstata, fallecido en el año 363. Lo hace para ilustrar que para la Iglesia de los primeros siglos era esencial ejercer la caridad organizada. Una vez emperador, Juliano decidió restaurar el paganismo, la antigua religión romana, pero también quiso reformarlo. "En esta perspectiva - dice el Papa - se inspiró ampliamente en el cristianismo [...]. Y escribía en una de sus cartas que el único aspecto que le impresionaba del cristianismo era la actividad caritativa de la Iglesia. Los sacerdotes del paganismo debían emularla y superarla. De este modo, el emperador confirma cómo la caridad era una característica determinante de la comunidad cristiana, de la Iglesia" (Núm. 24). La Iglesia continúa después de diecisiete siglos ofreciendo a la sociedad el testimonio de la caridad.
Lluís Martínez Sistach
Cardenal Arzobispo de Barcelona
[1] Núm. 1
[2] Cf. Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 4
[3] Cf. S. Rylko, La misión de los laicos y la nueva evangelización, Murcia 2007, 7-9
[4] Concilio Vaticano II, Dignitatis humanae, 13
[5] Dignitatis humanae, 13
[6] Núm. 8, en Documentos de la Conferencia Episcopal Española, Madrid 1984, 442
[7] Cf. C. Corral, El sistema constitucional y el régimen de Acuerdos específicos, en "Los Acuerdos entre
la Iglesia y España", Madrid 1980, 108-109
[8] Viladrich afirma que "la laicidad del Estado consiste en aquel principio informador de su actuación ante el factor social religioso que se ciñe al reconocimiento, tutela y promoción del derecho fundamental de los ciudadanos y las confesiones a la libertad religiosa". Ateísmo y libertad religiosa en la Constitución española de 1978, en Ius Canonicum 22 (1982) 61
[9] Mt 22,21
[10] Discurso al LVI Congreso Nacional de Juristas Católicos italianos, de 9 de diciembre de 2006
[11] Cf. Ll. Martínez Sistach, Principios informadores de las relaciones Iglesia - Estado, en
"Acuerdos Iglesia - Estado español en el último decenio", Barcelona 1987, 33-34
[12] Cf. P. Pavan, Libertà religiosa e pubblici poteri, Milán 1965; C. Corral, La Libertad religiosa en
la Comunidad Europea, Madrid 1973; G. Barberini, Stati socialisti e confessioni religiose, Milán
1973
[13] Cf. J.J. Amorós, La libertad religiosa en la Constitución Española de 1978, Madrid 1984, 168
[14] Gaudium et spes, 76
[15] Cf. L'Europa di Benedetto nella crisi della cultura
[16] Cf. Gaudium et spes, 76
[17] Discurso a la Asamblea eclesial nacional italiana, de 19 de octubre de 2006
[18] Cf. Ll. Martínez Sistach, Las Iglesias y las Comunidades Religiosas en la futura Constitución europea, en "Iglesia, Estado y Sociedad internacional", Madrid 2003, 640
[19] A. M. Rouco, Relaciones Iglesia - Estado en la España del siglo XIX, Salamanca 1996, 36-37
[20] Cf. Gaudium et spes, 12
[21] Cf. Lumen gentium, 31
[22] Discurso en la IV Asamblea eclesial nacional italiana, Verona, 19 de octubre de 2006
[23] Creure en l'Evangeli i anunciar-lo amb nou ardor, febrero de 2007
[24] Cf. Ll. Martínez Sistach, Las Iglesias y las comunidades religiosas en la futura Constitución europea, en "Iglesia, Estado y sociedad internacional", Madrid 2003, 642-643
[25] Discurso a la Asamblea eclesial nacional italiana, de 19 de octubre de 2006
[26] Discurso al Embajador español ante la Santa Sede, 20 de mayo de 2006
[27] Gaudium et spes, 11
Introducción
Información enviada por Carlos Peinó Agrelo.
LOS CURSILLOS DE ADELANTADOS DE
PEREGRINOS ANTECEDENTE
DE LOS CURSILLOS DE CRISTIANDAD
En el Capítulo VI de la Primera Parte ofrecíamos testimonios muy cualificados que acreditaban que los Cursillos de Adelantados de Peregrinos fueron creados por Manuel Aparici y que éstos fueron el germen, el antecedente, etc. de los Cursillos de Cristiandad. A continuación, los escritos del Siervo de Dios con el Plan de Formación, para finalizar con testimonios de Francisco Forteza, Guillermo Bibiloni y Eduardo Bonnín.
Ahora en el Capítulo I de esta Segunda Parte ofrecemos –tal como prometimos– otros testimonios muy cualificados que acreditan, igualmente, que aquellos fueron el antecedente de los Cursillos de Cristiandad.
En cuanto a prueba –como antecedente de los Cursillos de Cristiandad– no tiene mayor importancia que se refieran a uno u otro tipo de Cursillo o a los dos al mismo tiempo (Cursillos de Adelantados y/o de Jefes de Peregrinos), dado que ambos –repetimos– fueron creados por Manuel Aparici con la misma finalidad y contenido, es decir el mismo plan: preparar a los jóvenes para Santiago, pero distintos destinatarios, profesores y fechas de impartición.
Pero ello con ser importante, no es lo más importante. Lo verdaderamente importante es que no parece que hayan bebido en las mismas fuentes, que hayan manejado los mismos documentos. Más bien parece que han acudido a los archivos de su memoria. ¿Si no de qué otro modo podría explicarse la falta de un mismo discurso entre ellos?
En el apartado «Historia y Leyenda» del «Manifiesto. Los Cursillos de Cristiandad realidad no realizada, Mallorca 1981» se lee: «Es incuestionable que los Cursillos [...] no fueron obra del azar o de la improvisación [...]» [1].
«Los Cursillos no salieron de la nada [...]» –afirma Jesús Valls en el Prólogo al libro de Guillermo Bibiloni– [2].
Éste, por su parte, nos invita a echar una mirada a las circunstancias que rodearon al alumbramiento de los Cursillos de Cristiandad.
«[...] Los fenómenos –escribe– no surgen nunca aislados, ni siquiera en una isla. Son siempre de algún modo tributarios del entorno tempo-espacial, que viene a constituir su marco histórico e ideológico» [3].
«El Movimiento de Cursillos de Cristiandad (MCC) –añade– no fue en modo alguno un feliz y casual hallazgo, descubierto casi por ensalmo. Surgió tras un largo y laborioso proceso de gestación en abril de 1941, con el primer Cursillo de Adelantados y no culmina hasta agosto de 1944, con el cursillo de Cala Figuera (Santanyí) [4]. El mismo grupo fundacional ha confesado [...] que los Cursillos “no tuvieron un origen fortuito o improvisado, sino que son fruto de un proceso de maduración y de una búsqueda tenaz, apasionada y constante” [...]» [5].
Bibiloni habla aquí de Cursillos de Adelantados de Peregrinos y de grupo fundacional.
¿Por qué Bibloni toma como punto de partida de la gestación de los Cursillos de Cristiandad abril de 1941, con el primer Cursillo de Adelantados, si Bonnín no asistió a un Cursillo de Adelantados hasta 1943 según él [6], ya que al anterior en 1941 no quiso asistir?
¿Tal vez para justificar ese largo y laborioso proceso de gestación del que habla? El Cursillo que sería trascendental para el futuro de Eduardo y el de decenas de millares de laicos fue el de 1943 [7].
1. Mons. Cordes, hoy Cardenal
En la entrevista que le hace a Bonnín le pregunta: «Por tanto, se trató de la valoración de la idea de los cursos ya organizados por la Acción Católica, pero, evidentemente, con aportaciones nuevas, pues el contexto que quería afrontar era también nuevo» [8].
Bonnín admite la pregunta tal y como le es hecha. No formula reparo alguno. Más claro el agua. Luego ... ¿sobran las palabras?
«De una cosa –le contesta Bonnín– estábamos seguros: estos cursillos duraban demasiado, en detrimento de la cantidad de personas a quienes comunicar el mensaje. Pensamos que tres días de duración era lo ideal [...].
»Así, pensando en ello y rezando, estudiando y volviendo a rezar fue gestado y se desarrolló nuestro Movimiento de Cursillos de Cristiandad [...]» [9].
Tres días duraban los Cursillos de Guías de Peregrinos creados antes por Manuel Aparici.
«[...] A veces los innovadores –he debido experimentar personalmente esta afirmación– adoptan –le dice a Mons. Cordes– una actitud parecida a la asumida por los discípulos de Jesús cuando los samaritanos no quisieron acogerlo [...]» [10].
Nótese que Bonnín dice «innovadores» y el verbo innovar significa, según el Diccionario de la Lengua Española, en una de sus acepciones, «mudar o alterar algo, introduciendo novedades».
2. Mons. Hervás
«[...] De los “Cursillos de Jefes de Peregrinos” [...] iba surgiendo una nueva modalidad que, meditaba largo tiempo, estudiada con detención y experimentada una y otra vez, daría la pauta a los Cursillos de Cristiandad ... » [11].
Mons. Hervás habla de Cursillos de Jefes de Peregrinos.
3. Mons. Juan García-Santacruz Ortiz
Obispo de Guadix,
entonces Consiliario Nacional del MCC de España
«Soy consciente de que la presencia y actuaciones del Siervo de Dios Manuel Aparici, como Presidente Nacional de la Juventud Masculina de Acción Católica y como Consiliario Nacional después, fueron fundamentales y decisivas para impulsar una vida cristiana comprometida en los jóvenes seglares. El celo apostólico puesto por Aparici en sus numerosas intervenciones, incluidas las de Cursillos de Cristiandad, inspiradas en largas horas de oración y trabajo, no pudieron por menos que producir frutos abundantes de amor a Dios y a la Iglesia en tantas personas que experimentaron una radical transformación en sus vidas. Soy consciente igualmente del gran protagonismo de la Acción Católica en la magna peregrinación de jóvenes a Santiago, de los “Cursillos de Adelantados” que sirvieron para ir fijando las bases de Cursillos de Cristiandad [...]» [12].
Mons. Garcia-Santacruz, por su parte, habla de Cursillos de Adelantados de Peregrinos.
4. Francisco Forteza
Unas veces habla de Cursillos de Peregrinos, otras de Cursillos de Jefes de Peregrinos y otras de Cursillos de Jefes y Adelantados como vamos a ver.
«Entiendo que el momento crucial de la génesis de los cursillos de cristiandad es la fase inmediatamente posterior a aquella Semana Santa de 1943, en que Bonnín relaciona lo vivido en el Cursillo de Peregrinos con sus inquietudes personales más profundas y con su experiencia catalizadora de los ambientes descristianizados. Llegó a la conclusión de que algo a la vez similar y diferente de aquel Cursillo de Jefes de Peregrino, podría conseguir dinamizar en cristiano no sólo un acontecimiento determinado –como la Peregrinación a Santiago–, sino la vida normal y diaria de los ambiente reales y concretos» [13].
En la Primera Parte poníamos el acento en ver si los Cursillos de Cristiandad dinamizaron o no la Peregrinación a Santiago, si tenían que ver con ella, etc. En esta Segunda Parte lo ponemos en los Cursillos de Peregrinos de Manuel Aparici como antecedente de los Cursillos de Cristiandad.
«[...] Bonnín pensó y elaboró –desde su experiencia del Cursillo de Jefes de Peregrino– todo un método que sirviera para fomentar en cristiano las personas y ambientes “alejados”, y para revitalizar en profundidad los más próximos» [14].
Este mismo acontecimiento lo describe después Bibiloni casi con las mismas palabras, pero él habla de Cursillos de Adelantados y no de Jefes de Peregrinos.
«Para mí no cabe ninguna duda –continúa diciendo Forteza– de que el cursillo de cristiandad nació de este trabajo de Bonnín de repensar de arriba a abajo el Cursillo de Jefes y Adelantados, para adaptarlo a un fin radicalmente distinto y a una mentalidad que juzgó también radicalmente innovadora, que se expresa en el esquema tantas veces mencionado de “Estudio del Ambiente”, ya incorporado previamente a los Cursillos de Peregrino, al menos en Mallorca» [15].
Forteza habla aquí, indistintamente, de «Cursillo de Jefes y Adelantados» y «de Cursillos de Peregrinos» y no de Jefes de Peregrinos. ¿A qué fin responde este cambio?
Para él no cabe duda de que el Cursillo de Cristiandad nació de ese trabajo de Bonnín de «reprensar» de arriba abajo el Cursillo de Jefes y Adelantados para «adaptarlo» a un fin radicalmente distinto: fomentar en cristiano las personas y ambientes “alejados” y para revitalizar en profundidad los más próximos», pero no dice para revitalizar la Acción Católica.
Bonnín –dice– «llegará a la conclusión de que en la vida normal casi nadie dispone de una semana entera para interrumpir sus actividades, por lo que debía comprimir el método en un máximo de tres días y medio. Rehizo todos y cada uno de los temas que impartían los seglares, aun aquellos cuyo título eran coincidente –Piedad, Estudio, Acción, Dirigentes y Obras Marginales–, para adaptarlos a la mentalidad del no creyente, e imbuirlos de los principios expuestos en el Estudio del Ambiente» [16].
Es decir, Bonnín, según Forteza, «comprime el método» y «rehace todos y cada uno de los temas que impartían los seglares» para «adaptarlos a la mentalidad del no creyente e imbuirlos de ... ». De nuevo el verbo «adaptar».
El verbo «adaptar» significa, en una de sus acepciones, según el Diccionario de la Lengua Española: «acomodar o ajustar algo a ... ». En otra de sus acepciones significa: «Modificar una obra científica, literaria, musical, etc., para que pueda difundirse entre público distinto de aquel al cual iba destinada o darle una forma diferente de la original».
Mientras que Bonnín habla de tres días en la entrevista con Mons. Cordes, Forteza habla de un máximo de tres días y medio.
Por otro lado, repetir que tres días duraban los Cursillos de Guías de peregrinos creados por Manuel Aparici en 1940.
5. Francisco Suárez
«En las Primeras Conversaciones de Cala Figuera celebradas en Palma de Mallorca, el mes de agosto de 1994, don Francisco [...] ante 146 delegados de Cursillos de quince países, se refirió –escribe Bibiloni– a los Cursillos de Jefes de Peregrinos, de donde provienen los actuales Cursillos de Cristiandad [...]» [17].
Francisco Suárez es otro de los que sostiene que los Cursillos de Cristiandad provienen de los Cursillos de Jefes de Peregrinos.
6. Guillermo Bibiloni
Unas veces habla de Cursillos de Adelantados de Peregrinos, otras de Jefes de Peregrinos, otras de Adelantados y Jefes de Peregrinos y otras de Adelantados o de Jefes de Peregrinos.
«Entre 1941 y 1948 –escribe–, se celebraron nueve Cursillos de Jefes de Peregrinos [...]. En ellos los dirigentes mallorquines van haciendo sus experimentos, ensayan una nueva metodología, y sacan en conclusión que Dios ha puesto en sus manos un instrumento de apostolado eficaz para hacer llegar a todos los jóvenes, incluso a los más alejados, el mensaje luminoso del Evangelio [...]» [18].
Bibiloni habla en este momento de Cursillos de Jefes de Peregrinos.
«Es evidente que los Cursillos de Cristiandad tienen mucho que ver con los de Adelantados y Jefes de Peregrinos y no menos con la Peregrinación a Santiago [...]» [19].
Ahora habla en este otro de Adelantados y de Jefes de Peregrinos.
Asegura que es evidente que los Cursillos de Cristiandad tienen mucho que ver con los de Adelantados y Jefes de Peregrinos. En este momento dice exactamente lo mismo que Forteza. Sólo que éste escribe: «Cursillo de Jefes de Peregrinos y Adelantados» en tanto que él escribe «de Adelantados y de Jefes de Peregrinos». Un simple cambio de palabras. Bibiloni acude a Forteza hartas veces, como hemos dicho.
En la Primera Parte poníamos el acento en ver si los Cursillos de Cristiandad dinamizaron o no la Peregrinación a Santiago, si tenían que ver con ella, etc. En esta Segunda Parte lo ponemos en los Cursillos de Peregrinos de Manuel Aparici como antecedente de los Cursillos de Cristiandad.
«A través de los Cursillos de Jefes de Peregrinos y de otros subsiguientes, en los años 1944-1948, el grupo fundacional se persuadió de que tenía en sus manos un instrumento eficiente no sólo para prepara la Peregrinación a Santiago, también para el peregrinaje cotidiano de la vida [...]» [20].
Hablar del peregrinaje cotidiano de la vida es hablar de Manuel Aparici sin citarlo –el gran ignorado–y este espíritu peregrino pasó más tarde a los Cursillos de Cristiandad.
En la Primera Parte poníamos el acento en ver si los Cursillos de Cristiandad dinamizaron o no la Peregrinación a Santiago, si tenían que ver con ella, etc. En esta Segunda Parte lo ponemos en los Cursillos de Peregrinos de Manuel Aparici como antecedente de los Cursillos de Cristiandad.
¿Haber si hemos entendido bien? ¿Qué los Cursillos de Jefes de Peregrinos creados por Manuel Aparici valían no sólo para prepara la Peregrinación a Santiago, sino también para el peregrinaje cotidiano de la vida? De haber entendido bien ¿por qué no los continuaron entonces o tal vez los continuaron pero adaptados?
Cuándo escribe de «otros subsiguientes» no parece se refiera a los Cursillos de Cristiandad pues de querer referirse a ellos no hubiese perdido la oportunidad de hacerlo y hacerlo explícitamente.
Bibiloni tiene mucho interés en que «quede claro desde ahora que los Cursillos de Cristiandad no son en modo alguno una prolongación o adaptación de aquellos antiguos Cursillos de Adelantados o de Jefes de Peregrinos. No los confundamos por favor [...]» [21].
Antes empleaba una conjunción copulativa, y, cuyo oficio, según el Diccionario de la Lengua Española, es unir palabras o cláusulas en concepto afirmativo, Juan y Pedro marcharon, Adelantados y Jefes. Ahora una disyuntiva, o, que denota, según el mismo Diccionario, diferencia, separación o alternativa entre dos o más personas, cosas e ideas: Juan o Pedro, Adelantados o Jefes ¿Copulativa, disyuntiva ... ?
Emplea los términos «prolongación» o «adaptación», término éste último utilizado antes por Forteza, lo que no tiene nada de particular ya que –repetimos– acude a él hartas veces.
«[...] Aunque pertenecen al mismo género –añade–, son específicamente distintos y persiguen objetivos diferentes. Aquellos tenían la misión de preparar espiritual y materialmente la Peregrinación Nacional de Jóvenes a Santiago [...]» [22].
Ciertamente que los Cursillos de Cristiandad pertenecen al «mismo género» que los Cursillos de Peregrinos, que es tanto como decir «al mismo tipo o misma clase, o idéntico tipo o idéntica clase, según el Diccionario de la Lengua Española», si bien son específicamente distintos y persiguen objetivos diferentes.
Tenían la misión de preparar «espiritualmente», no «materialmente», la Peregrinación a Santiago.
«[...] Sólo que existe entre ambos –sigue diciendo– una íntima conexión, en cuanto a su origen, y una cierta analogía, en cuanto a su estructura morfológica [...]» [23].
Reconoce que entre los Cursillos de Peregrinos creados por Manuel Aparici y los posteriores Cursillos de Cristiandad existe una íntima conexión, en cuanto a su origen, que es como decir «íntima atadura, trabazón, concatenación en cuanto a su principio, nacimiento, raíz y causa», según el Diccionario de la Lengua Española. Sin embargo, tienen origen distinto. Primero aparecen los de Manuel Aparici y luego los Cursillos de Cristiandad, siendo aquellos antecedente de éstos. Y así lo reconoce también el mismo Bonnín como veremos.
Y «una cierta analogía, en cuanto a su estructura morfológica» que es como decir «una cierta semejanza en cuanto a la distribución y orden de su hechura, configuración, formato o forma», según el Diccionario de la Lengua Española.
7. Eduardo Bonnín
«Nosotros –le dice a Eduardo Suárez– no sabíamos la manera de conseguir que nuestras ideas se propagaran.
»Así las cosas, los de Madrid vinieron a dar el segundo Cursillos de Adelantados de Peregrinos para hablarnos de Santiago. Fui invitado por el Presidente de los Jóvenes precisamente porque él conocía todo el material que habíamos elaborado [...]» [24].
Es decir, los Cursillos de Peregrinos creados por Manuel Aparici le descubrieron la manera de conseguir que sus ideas se propagaran. Hasta entonces no sabía como hacerlo. Y «[...] enseguida se dieron cuenta de que había surgido un “filón” por explotar [...]» [25].
«[...] Trato de aprovechar lo que puedo aprender [...]» [26] –le dice a Mons. Cordes–; que después recoge Eduardo Suárez en una de sus entradillas [27]. «Hay que ser como las abejas –una de las perlas que fue extraída del fondo de su discurso escribe Eduardo Suárez– para ir chupando lo que de verdad te interesa para meterlo en la mochila de las ideas con que tienes que transitar por el mundo» [28].
«[...] De aquellos cursillos –le dice a Mons. Cordes– sacamos la idea de que para que se nos escuchase, para comunicar nuestras ideas [...], debíamos [...]. Tomamos [...] también el tema de algunas conversaciones, porque no podíamos inventar otras y teníamos que [...]» [29].
No le dice, sin embargo, el tipo de Cursillo al que asistió. ¿De Adelantados o de Jefes?
«Así las cosas –le dice a Eduardo Suárez, que más tarde recoge Bibiloni–, los de Madrid vinieron a dar el segundo Curso de Adelantados de Peregrinos para hablarnos de Santiago . Fui invitado [...]» [30].
A Eduardo Suárez sí le dice el tipo de Cursillo al que asistió: De Adelantados de Peregrinos.
Bonnín –le reconoce explícitamente a Eduardo Suárez y de ello se hace eco después Bibiloni– que los «Cursillos de Peregrinos fueron un laboratorio para crear esos otros (los de Cristiandad) que servirían para fermentar en cristiano a las personas de ambientes alejados y para revitalizar con profundidad a los más próximos» [31].
Ahora no dice para «vitalizar a la Acción Católica» [32].
Con fecha 21 de mayo de 1964 –escribe Bibiloni– le dice a Mons. Hervás, entonces Obispo prior de Ciudad Real, que «“[...] los Cursillos [de Cristiandad] se gestaron los años 1944, 1945 y 1946, valiéndonos de las notas y de las experiencias que teníamos de los que se celebraron el año 1941 y 1493 por los del Consejo Superior [Cursillos de Adelantados]. Esta es la verdad”» [33].
Sólo ésta es la verdad? ¿Quiere decir que cualquier otra afirmación hecha por él antes de esa fecha no la hemos de tener por verdad?
Hubiese sido de agradecer que hubiese dicho como llegaron a su poder las notas y las experiencias del Cursillo que se celebró en 1941, al que no quiso asistir.
El Movimiento de Cursillos de Cristiandad (MCC) –según Bibiloni– surgió tras un largo y laborioso proceso de gestación en abril de 1941, con el primer Cursillo de Adelantados y no culmina hasta agosto de 1944, con el cursillo de Cala Figuera (Santanyí) [34]. Según le dice Eduardo a Mons. Hervás se gestaron los años 1944, 1945 y 1946.
¿Cuál de las dos versiones es la correcta? Sobre este punto volveremos en el Capítulo X de esta Segunda Parte:¿En qué año nacieron realmente los Cursillos de Cristiandad? como ya hemos anunciado.
Más alto se pueden decir las cosas, más claras no.
[1] Éste es uno de los documentos –escribe Forteza– «en que se recoge el pensamiento de Eduardo Bonnín, sin más. En su redacción, él ha tenido siempre el peso básico [...]» (HYMC p. 195).
[2] HCC p. 11.
[3] HCC p. 19.
[4]
Infromación enviada por Carlos Peinó Agrelo
Se ofrecen en primer lugar testimonios muy cualificados que acreditan que los Cursillos de Adelantados de Peregrinos fueron creados por Manuel Aparici y que éstos fueron el germen, el antecedente, etc. de los Cursillos de Cristiandad. A continuación, escritos del Siervo de Dios con el Plan de Formación, para finalizar con testimonios de Francisco Forteza, Guillermo Bibiloni y Eduardo Bonnín.
En el Capítulo I de la Segunda Parte se ofrecen otros testimonios que acreditan, igualmente, que los Cursillos de Peregrinos creados por Manuel Aparici son el antecedente de los Cursillos de Cristiandad.
1. Testimonios
1.1. Mons. Maximino Romero de Lema
Al finalizar la guerra «[...] Manuel Aparici retoma la bandera y comienza a organizar los “Cursillos de Adelantados de Peregrinos” para dar base espiritual honda a los jóvenes “Adelantados” y así preparar [...]» [1].
1.2. José Díaz Rincón
«También sabe Vd. [le dice a Mons. Juan García Santacruz] que los Cursillos de Cristiandad provienen de los Cursillos de Adelantados de Peregrinos [...]» [2].
«De estos cursillos [...] nacieron los Cursillos de Cristian-dad. El antecedente, por tanto, de los referidos Cursillos de Cristiandad son los Cursillo de Adelantados de Peregrinos creados por Manuel Aparici en el año 1940» [3].
1.3. José Luis López Mosteiro
«Cursillista de Adelantado de Peregrinos en 1940, en memorable Cursillo dirigido por Manuel Aparici en La Coruña, en régimen de internado en la Academia Colegio Galicia, con participación del Rvdo. D. Ricardo Blanco [más tarde Obispo], D. Maximino Romero de Lema [más tarde Arzobispo], Mauro Rubio [más tarde Obispo], Ángel Vegas, Antonio García-Pablos [sucedió a Manuel Aparici en la Presidencia Nacional de los Jóvenes de Acción Católica], Miguel Benzo [compañero luego de Manuel Aparici en el Seminario] … Algo inolvidable … » [4].
1.4. Alfredo de Piquer Navarro
«[...] Manuel organizó unos “Cursillos de Adelantados de Peregrinos”, en La Coruña, dirigidos por el que fue más tarde Obispo Auxiliar de Madrid-Alcalá, D. Ricardo Blanco; estos Cursillos fueron el germen de los Cursillos de Cristiandad [...]» [5].
1.5. Rvdo. D. Antonio Santamaría González
«[...] Su más remoto origen eran aquellos “Cursillos de Adelantados de Peregrinos” que Manolo Aparici creó en La Coruña [...], queriendo dar en ellos una fuerte base espiritual a las planas mayores de los Jóvenes de Acción Católica» [6].
1.6. Manuel Martínez Pereiro
«En relación con la “idea Peregrinante” que tenía la vista puesta en Santiago, y en la hondura que debía alcanzar no cabe olvidar los “Cursillos de Adelantados de Peregrinos” que el Siervo de Dios inició y promovió y que después fueron adoptados y propagados con el nombre de “Cursillos de Cristiandad”, con algunas modificaciones [...]» [7].
1.7. Mons. José Cerviño y Cerviño
«[...] En esa preparación [de la Peregrinación a Santiago] colaboró mucho tiempo antes con los “Cursillos de Adelantados de Peregrinos”, anticipando los “Cursillos de Cristiandad”» [...]» [8].
1.8. Salvador Sánchez Terán
«La organización de la Peregrinación a Santiago dio origen a una intensa actividad de propaganda en las Diócesis y a la creación del “Cursillo de Adelantados”, antecedente próximo del Cursillo de Cristiandad, que recoge buena parte del estilo y espiritualidad de la peregrinación» [9].
1.9. Rvdo. D. Julio Navarro Panadero
«[...] Me embarcó y participé una vez con él en aquellos Cursillos parecidos o más bien pioneros [10] de los famosos Cursillos de Cristiandad posteriores y pude verle actuar con aquel fuego de alma que arrastraba» [11].
1.10. Miguel García de Madariaga
«[...] También aparecen los Cursillos de Cristiandad, de filiación de Acción Católica, adaptando a las nuevas circunstancias los que en tiempo fueron “Cursillos de Adelantados de Peregrinos”» [12].
2. Informe de los Peritos Archivistas
«El desarrollo histórico del Ideal Peregrinante hacia la «Cristiandad ejemplar» coincide prácticamente con la historia de la Juventud de Acción Católica hasta después de la magna Peregrinación a Santiago de Compostela en 1948; y se relaciona con los “Cursillos de Cristiandad” [...]» [13].
«[...] Por estos años surgen los Cursillos de Cristiandad, cuyo antecedente [...] fueron los Cursillos de Adelantados de Peregrinos, creados por Manuel Aparici [...]» [14].
3. Hoja Diocesana «Iglesia de Sevilla»
Carlos Mª López-Fé Figueroa
«[...] Él su alma inspiradora y animador de una intensa preparación, dada mediante los Cursillos de Adelantados de Peregrinos. Éstos son el antecedente inmediato de los Cursillos de Cristiandad [...]» [15].
4. Rvdo. D. José María Magaz
Secretario General de Facultad de San Dámaso,
Archidiócesis de Madrid, y Catedrático de Historia de la Iglesia en la misma
«[...] Aunque los Cursillos [de Cristiandad] habían nacido en Mallorca, se pueden considerar los Cursillos de Adelantados de Peregrinos, creados año antes por Manuel Aparici, un antecedente de los Cursillos de Cristiandad [...]» [16].
5. Escritos de Manuel Aparici
El día 15 de julio de 1.940 Manuel Aparici escribe a Alberto Martín Artajo, Director seglar de la Junta Técnica Nacional de Acción Católica, y le dice [17]:
Mi querido director y amigo:
Mucho te agradeceré tengas a bien presentar y apoyar la petición de ayuda económica que en esta carta dirige este Consejo Superior a la Asociación de Fomento de Obras de Acción Católica, constituida en esa Junta Técnica Nacional.
El problema más importante que tiene hoy día la Juventud de Acción Católica es cubrir los huecos dejados en nuestros cuadros directivos por los siete mil jóvenes que triunfaron con ocasión de la Cruzada. Por tal motivo, este Consejo Superior ha recomendado a las Uniones Diocesanas la organización de estos cursillos e incluso ha ofrecido su ayuda a las mismas. Siguiendo esta indicación, la Unión Diocesana de Granada, con el concurso del Consejo Superior, celebrará, Dios mediante, de los días 21 de julio a 11 de agosto, un cursillo de formación de directivos.
Este Consejo ha creído necesario que quince jóvenes distribuidos entre las Diócesis de Madrid, Murcia, Almería, Málaga, Jaén y Córdoba, asistieran como becarios. La beca, más los derechos de matrícula, asciende a 125 pesetas, sumando la cantidad que tiene que hacer efectiva este Consejo Superior 1.875 pesetas.
Por ello te ruego que tú presentes a la Asociación de Fomento de Obras de Acción Católica esta solicitud de ayuda económica, que agradecería se extendiera al total del desembolso que las quince becas ocasionarían al Consejo Superior [18].
Te adjunto cuadro de estudios y solicitud de la matrícula a los cursillos para que puedas presentarlos con la petición.
Anticipándote las gracias, se reitera tuyo affmo. y buen amigo,
CUADRO DE ESTUDIOS
Plan de formación de
Adelantados, Jefes y Guías de Peregrinos
Si los jóvenes que fueron en Peregrinación al Pilar han de cumplir la consigna dada para la etapa de Santiago: «Cada uno de los que besamos el Pilar hemos de ganar a siete que peregrinen con nosotros a Compostela» es menester ayudarles. La mejor ayuda es organizarles Ejercicios Espirituales cerrados y Semanas internas de Formación.
Para conseguir que al año de la Peregrinación un número algo superior a la mitad de los jóvenes que acudieron al Pilar haya aceptado la responsabilidad de servir a Dios como Adelantado, Jefe o Guía de Peregrinos, es necesario ordenar el plan en tres etapas:
Primera Etapa
Semanas de Formación de Adelantados de Peregrinos. Celebración en las vacaciones de Navidad de 11 semanas en régimen de internado. Cada semana agrupará 30 jóvenes, de 5 Diócesis, a 6 por organización diocesana, menos dos, que agruparán 36 jóvenes por ser 6 las organizaciones diocesanas invitadas.
Total de Adelantados de Peregrinos (muchachos dirigentes diocesanos o asimilados): 342.
Segunda Etapa
Procurar en régimen de internado de 57 Semanas de Formación de Jefes de Peregrinos en las vacaciones de Semana Santa, una en cada Diócesis, para 30 muchachos con categoría de dirigentes de Centro o de Consejo Arciprestal.
Total de Jefes de Peregrinos: 1.710.
Tercera Etapa
Durante el verano cada una de las 57 Diócesis podrá organizar 10 jornadas intensivas de estudio (tres días en régimen de internado) para la formación de Guías de Peregrinos.
Total de Guías de Peregrinos, 570 jornadas a 20 muchachos: 11.400.
Total general: 13.452.
Plan de estudios
Objeto de las semanas y jornadas de formación
Desde luego sería ingenuo pretender formar a un joven en una semana o en tres días. Pero no lo es suscitar o fortalecer una vocación de dirigente, ya que entendemos que las cualidades fundamentales para ser dirigente son: Tener un ideal y sentir la responsabilidad de realizarlo como instrumento libre, escogido por el Señor por medio de la Jerarquía de la Iglesia.
Ideal que queremos infundir a los jóvenes: «Hacer de mí mismo, de mi Centro, de mi Patria y de todos los pueblos hispanos una Cristiandad ejemplo y guía para el mundo profundamente enfermo» (Compromiso de Peregrino) o enunciado en otros términos: «Hacer de la Hispanidad una Comunidad de Pueblos al servicio de la misión apostólica y evangelizadora de la Iglesia Católica» o «Ganar para Cristo a todo el mundo por el impulso y la fe del alma hispana».
A la luz de este Ideal se celebró la Peregrinación al Pilar, etapa del recogimiento y de la firmeza, de la formación de una cristiandad juvenil, ejemplo y guía para nuestra Patria convaleciente aún de la más grave crisis de su vida; por este Ideal caminamos hacia Santiago, etapa de la reconquista de la Juventud Española para presentarla en Compostela como «Cristiandad ejemplar» y llamar a las Juventud de Acción Católica de los pueblos hispánicos a la empresa común.
Por razón de este Ideal, la palabra peregrinar alcanza un eco tan profundo en el alma de nuestros muchachos y la utilizamos para atraerles a las Semanas de Formación dándoles el título, según su suficiencia, de Adelantado, Jefe y Guía de Peregrinos.
Peregrinos llamamos: «A los que tienen morada en el casa del Padre y marchan hacia ella hechos uno con Cristo, abriendo camino a las almas hermanas».
Materias sobre las que versan las semanas
Las Semanas las denominamos: «intensas Jornadas de Oración y de Estudio para impetrar del Señor ser Adelantado, Jefe o Guía de Peregrinos».
Si a un joven que vive en gracia y que ha empezado a corresponder a los llamamientos del Señor, que le invita a donar perfección, se le presenta en un ambiente de recogimiento y de oración en el que unos a otros se estimulan, la figura de Nuestro Señor Jesucristo, la hermosura y nobleza de la gracia santificante, el profundo sentido misionero que anima toda la historia patria, la alteza de la vocación a que ha sido llamado y la miseria de las almas que esperan para salir de la postración a que él se decida a dar un paso adelante, el paso decisivo de nuestra segunda conversión por el cual nos entregamos de lleno al servicio de Él, Cristo, Cabeza y miembros, no será difícil, con la ayuda de Dios, que es el primero que lo quiere, que los jóvenes se decidan e inicien con paso firme este nuevo vivir como Adelantado, Jefe o Guía de Peregrinos.
Asistentes a las mismas
Dado el fin de las mismas, asistirán a estas Semanas 6 jóvenes por Diócesis de las agrupadas en la Semana, siendo, por tanto, el cursillo restringido. Estos jóvenes habrán de tener como mínimo 19 años de edad y como máximo 26, y habrán de ser forzosamente dirigentes diocesanos o propagandistas del grupo diocesano y que residan precisamente en la capital. Se exceptúan de esta obligación aquellos casos en que existan Secretariados provinciales de Acción Católica. En este caso será necesario que sean directivos de este Secretariado o propagandistas y que residan en la capital de la provincia.
Materias de los cursillos
Las materias a tratar en estos cursillos, conforme a las conclusiones de la Asamblea de Toledo, serán las siguientes:
Estudio de la persona de Cristo
Tratado dogmático sobre la gracia
Acción Católica
Juventud de Acción Católica (notas fundamentales prácticas
y organizativas)
Hispanidad (idea general y fundamental)
Psicología juvenil [19]
Ascética
El número de lecciones correspondiente a cada una de las materias será la siguiente:
Estudio de la persona de Cristo 7 lecciones
Tratado dogmático de la gracia 6 lecciones
Acción Católica 5 lecciones
Juventud, etc. 11 lecciones
Hispanidad 3 lecciones
Psicología juvenil 2 lecciones
Asimismo, se da una lección sobre organización de Aspirantado. La Ascética será desarrollada en el curso de las meditaciones que preceden diariamente a la Santa Misa.
El Consejo tiene redactados los programas de todas las asignaturas.
Profesorado
El Consejo Superior proporciona de sus vocales o propagandistas profesores de las siguientes materias: Acción Católica, la Asociación de los Jóvenes de Acción Católica, Hispanidad, Psicología juvenil y Aspirantado.
Los profesores de Tratado dogmático y de Estudio de la persona de Cristo, serán designados en cada caso por el Consejo Directivo, de acuerdo con el Ordinario de la Diócesis, en que tenga lugar el cursillo.
Organización de los cursillos
Los cursillos se organizarán, conforme a lo acordado en la última Asamblea de la Juventud, en régimen de internado. Su duración será de siete días laborables de clases, un día de retiro preliminar y un día de fiesta en el que los jóvenes asistentes harán una excursión a algún punto cercano interesante desde el punto de vista religioso o hispánico.
Horario
El día anterior al comienzo de los cursillos se concentrarán los cursillistas en el lugar donde hayan de tener lugar los mismos. Cenarán y pernoctarán allá. Al día siguiente se celebrará una Misa del Espíritu Santo y un día de retiro. El horario del mismo lo determinará el Rvdo. Sr. Consiliario, y las horas de comida serán las mismas que las que se indicarán para los siguientes días.
Los días laborables de clase se regirán por el siguiente horario:
7,45 mañana Levantarse y aseo
8,00 mañana Meditación
9,00 mañana Desayuno
9,45 mañana Santa Misa
10,15-11,05 Primera clase
11,15-12,05 Segunda clase
12,30 Comida
13,00-16,00 Reposo y estudio
16,00-16,50 Tercera clase
17,00-17,50 Cuarta clase
18,00-18,30 Merienda
18,30-19,00 Visita, reserva y plática
19,10-20,00 Quinta clase
20,30 Cena
22,00 &nb
ASCENSIÓN DEL SEÑOR - A
4 de mayo de 2008
En este domingo de la Ascensión, hermanos y hermanas, que la paz y el amor de Jesucristo, el Señor, estén con todos vosotros.
Jesús, el crucificado, el resucitado, ha subido al cielo. El, nuestro hermano, ha entrado en la vida de Dios. Y nosotros, que somos su cuerpo, que nos hemos unido a él por la fe y el bautismo, sentimos la alegría de contemplarle glorificado, celebramos que nuestra débil humanidad ha sido glorificada con él, y esperamos vivir un día su vida para siempre.
Aspersión: Ahora, con la aspersión del agua, pediremos a Dios que renueve en nosotros la gracia del bautismo que nos unió para siempre a Jesús. (Misal pág. 1.096. Aspersión con un canto bautismal o del Espíritu Santo).
Dios todopoderoso nos purifique del pecado y, por la celebración de esta Eucaristía, nos haga dignos de participar del banquete de su reino. Amén.
Gloria: Cantemos la gloria de Dios, que es paz y vida de la humanidad entera. Y aclamemos a Jesucristo, porque sólo él es el Santo, el Señor, el Altísimo.
Oración universal: Unidos a Jesús, pidamos al Padre por nosotros, por la Iglesia y por la humanidad entera. Pidamos que envíe su Espíritu y nos renueve. Oremos diciendo: ENVÍANOS TU ESPÍRITU, SEÑOR.
Por nuestra parroquia y por nuestra diócesis. Para que crezcamos cada día en la fidelidad al Evangelio. OREMOS:
Por nuestros familiares y amigos que no se sienten cristianos. Para que nosotros sepamos darles un buen testimonio de fe y de entrega a los demás. OREMOS:
Por los países que sufren a causa de la guerra o del hambre. Para que puedan lograr una vida digna y en paz. OREMOS:
Por los periodistas y por todos los que trabajan en los medios de comunicación. Para que se esfuercen siempre al servicio de la verdad y de la concordia. OREMOS.
Por nosotros. Para que nuestra celebración de la Eucaristía sea todos los domingos un encuentro vivo e intenso con el Señor resucitado. OREMOS:
Escucha, Padre, nuestra oración, y envía tu Espíritu Santo, sobre nosotros y sobre toda la humanidad. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro hermano, que resucitado de entre los muertos vive y reina contigo por los siglos de los siglos.
Padrenuestro: Fieles a la enseñanza de Jesucristo, nuestro Pastor y Guía, nos atrevemos a decir:
Invitación a la comunión: Este es el Cordero de Dios, Cristo Jesús, el vencedor de la muerte, que se nos da como alimento de vida eterna. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Despedida: Hermanos y hermanas, anunciad a todos la alegría del Señor resucitado. Podéis ir en paz.
Comentario a las lecturas del domingo sexto de la Pascua – A publicado en el Diario de Avisos el DOMINGO, 27 DE ABRIL DE 2008 bajo el epígrafe “el domingo, fiesta de los cristianos”.
El amigo invisible
DANIEL PADILLA
No les dejaré desamparados. Rogaré al Padre que les envíe otro Defensor, que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la verdad". Me parece, Señor -y perdona el tono coloquial- que tus palabras debieron de sonar a los apóstoles a "música celes-tial". Creo que ellos, tan acostumbrados a lo tangible, a ver-te en cualquier peligro, -como en la tempestad del lago, por ejemplo- se quedarían bastante escépticos ante la promesa de ese extraño Defensor, que les "iba a enseñar toda la ver-dad". "Tú eras el camino, la verdad y la vida", pensarían. "Tú tenías palabras de vida eterna", había confesado Pedro. ¿Para qué irte, pues, dejándoles desamparados? ¿Qué necesidad tenían de ese otro "amigo invisible"? Durante tres años, tú habías sido para ellos todo: padre y amigo, hermano y confidente, animador del grupo y solución de los problemas. Si ahora te ibas, ¿qué quedaba? La soledad, la tristeza, el miedo y, acaso, el abandono del camino recorrido. ¿Con qué suplirte? Así debieron de pensar. Y mucho me temo que después de 21 siglos, incluso después del Vaticano II, que nos ha aclarado bien el papel del Espíritu y su eficacia salvadora en nuestro crecimiento, mucho me temo, sí, que ese Abogado siga siendo el "gran desconocido”.
Y, sin embargo, ese Defensor del que Tú hablabas, no era una entelequia, tu recuerdo "hecho espíritu" viviendo dentro de cada uno y dándonos energía. Algo así como el buen ejemplo que me dio mi padre y que me alienta en los momentos duros. No. Yo sé que ese Espíritu -todo amor, to-do luz, todo fuego, según se expresa en la liturgia-, es el gran enviado del Padre y el gran enviado tuyo para continuar y completar tu obra en cada uno de nosotros.
Tu obra ya estaba completa, por supuesto. Al morir y resucitar, habías consumado la redención. Pero hacía falta que esa redención, desde dentro y con pujanza, fuera creciendo en cada uno. ¿Cómo conseguirlo?
He ahí la necesidad de la presencia del Espíritu. Y ahí anda El: mientras en el mundo levantamos rascacielos, ciudades y aeropuertos, silenciosamente El va construyendo nuestro edificio espiritual. Lo recordaba Pablo: "¿No saben que son templos de Dios y que el Espíritu habita en ustedes?". Lo olvidamos los hombres a cada paso. Y, mientras vivimos en devaneos, El, "dulce huésped del alma", no se queda pasivamente, como en un hotel, dejándose querer y obsequiar. Igual que Jesús, "no vino a ser servido, sino a servir". Por eso, gratificantemente, puesto que es Don y Gracia, lo mismo que el conquistador que fortalece las ciudades conquistadas, fortifica nuestras facultades con sus dones espirituales, si no oponemos resistencia. Y así, nuestra inteligencia, que ya por naturaleza razona y ordena las cosas, queda impulsada por los dones de sabiduría y entendimiento, consejo y ciencia. Nuestra voluntad, que necesita decisión y tacto para convivir con los hermanos, se ve animada por el don de piedad. Hasta nuestras apetitos sensibles, nuestras inclinaciones, se ven protegidas por el temor de Dios y por la fortaleza. Queda así nuestro castillo interior profusamente enriquecido.
Quizá aquellos apóstoles, tan amenazados de soledad, no lo entendieron hasta que llegó Pentecostés. Seguramente nosotros, tan problematizados por nuestros propios deberes, lo olvidamos también. Pero El está ahí, inundándonos de "amor", porque "El es Amor". Y justamente amor es lo que necesitamos. Nuestras angustias y complejos, nuestras dificultades, más que con técnicas psicológicas, se pueden superar con amor. Lo dijo Jesús: "Si me aman, guardarán mis mandamientos".
Enviado por Carlos Peinó Agrelo:
IDEAL PEREGRINANTE Y
VANGUARDIA DE CRISTIANDAD:
UNIDAD EN LA FE DE LOS PUEBLOS HISPANOS
Rvdo. Sr. D. José Manuel de Lapuerta y Quintero
Los que me conocéis seguramente será la primera vez que me veis dar una charla, una conferencia, un lo que sea, leyendo. ¿Por qué leo hoy? Por dos motivos. Primero, porque tenemos poco tiempo y me temo a mí mismo, que me lance a hablar y me vaya por los Cerros de Úbeda, que no me salga la palabra, pues ya la «chola» puede patinar más de la cuenta. Pero, sobre todo, porque esta ponencia no me pertenece a mí. Yo soy más bien el «imponente», más que el ponente. Y los ponentes ha sido un equipo formado por Tomás Mora, Carlos Peinó y yo. Es el fruto de muchos años de trabajo, de editoriales en el BORDÓN, de charlas, de conferencias, de ejercicios; bueno, ejercicios ..., cursillos los llamábamos al principio y, luego, para no confundirlos «Jornadas de Espiritualidad Peregrinante». Y a todo esto, muchos artículos en BORDÓN y ..., pues es el fruto que hemos recogido entre los tres y que me han pedido que sea yo el que la presente. Por eso no corro mucho al leer, porque con la lengua que tengo y la garganta que anda regular, me ibais a entender bastante mal. Se oye, ¿verdad? ¡Qué alegría! No se apunte como milagro, pero como gracia sí.
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El Concilio Vaticano II en su Constitución pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo actual, promulgada el 7 de diciembre de 1965, dice: “La Comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos” (GS.1).
Más de veinte años antes, Manuel Aparici había descubierto la vida como peregrinación y formulaba esta definición concisa y solemne: “Peregrinar es caminar por Cristo al Padre, a impulso del Espíritu Santo, con la ayuda de María y llevando consigo a los hermanos”. Él dice: “Con la ayuda de María”. También el Concilio, en la Constitución dogmática Lumen gentium sobre la Iglesia, nos dirá que la Madre de Jesús “antecede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios” (LG.68)... ¡Qué identidad de conceptos!...
Sin embargo, cuando vivía Aparici, el carácter peregrinante de la Iglesia se hallaba oscurecido por el concepto de “Iglesia militante”. ¿Cómo descubre Aparici –y con él toda la Juventud de Acción Católica que él preside– que la Iglesia es peregrina, que sus miembros somos, por tanto, peregrinos, y que hemos de vivir nuestra vida como una peregrinación? Fueron las circunstancias históricas –instrumentos en las manos de Dios– las que se lo enseñaron.
El Ideal Peregrinante: su desarrollo histórico
Todo empezó en diciembre de 1932, en Santander, al celebrarse el II Congreso Nacional de la Juventud de Acción Católica. En este Congreso se adoptó el acuerdo de celebrar el III Congreso Nacional, cinco años después, en Santiago de Compostela, porque 1937 sería Año Santo Jacobeo.
En 1934 se celebra el Año Jubilar de la Redención. En el mes de marzo, 1.000 jóvenes, presididos por el Arzobispo de Toledo Primado de España y con Manuel Aparici como Vicepresidente del Consejo en funciones de Presidente, acuden en peregrinación a Roma. Su presencia en el Coliseo es –en frase de Mons. Gomá– «algo excepcional, una manifestación de espíritu cristiano verdadero». Se ratifica la vocación peregrinante de la Juventud de Acción Católica Española. Además –según afirma en su testimonio Manuel Martínez Pereiro, íntimo colaborador de Aparici y presente en aquella peregrinación–: «Los frutos obtenidos en la peregrinación a Roma movieron al Consejo Central a considerar las ventajas de la idea peregrinante e insistir en ella. El III Congreso, que, conforme a lo acordado en el II de Santander, había de celebrarse en Santiago de Compostela en 1937, Año Santo Jacobeo, era la gran oportunidad para poner en práctica aquella decisión del Consejo». Se quería prepararlo con tiempo suficiente sobre todo en el orden espiritual porque –añade Martínez Pereiro– «se aspiraba a que ante todo y sobre todo la marcha hacia Santiago significara un cambio profundo en los corazones, las almas y las conductas de los jóvenes». Se habían descubierto dos cosas: que la práctica de la peregrinación, bien preparada y realizada, era un medio adecuado para el perfeccionamiento espiritual, y que a Santiago había que ir en verdadera peregrinación. Aparici piensa –y lo dice en su Diario– que la peregrinación a Roma había sido la primera etapa de un peregrinar espiritual a Compostela.
Pero la mente y el corazón de Manuel Aparici iban aún más lejos. Y arrastraba al Consejo. Manuel Martínez Pereiro nos dice: «Por otra parte, iba ganando terreno la idea de avanzar tanto en intensidad como en extensión: y así se pensó primero en ampliar nuestro esfuerzo a la juventud hispanoamericana, a la que sin duda había apuntado el Apóstol al querer que sus restos mortales fuesen desde el Oriente al Finisterre del mundo entonces conocido, y después a los jóvenes europeos para que no olvidasen los viejos caminos jacobeos y preparasen la nueva Europa que no acaba de encontrar su brújula».
El solo hecho –se piensa– de proponer a los Jóvenes de Acción Católica de la Hispanidad un gran ideal de recristianización sería capaz de vincular en caridad a España con sus veinte hijas. Pues este Ideal era superior a las fuerzas de todos y cada uno de los pueblos por separado, pero lo que resultaba dificilísimo para cada uno de los miembros de la familia hispana, resultaba hacedero para la Hispanidad en su conjunto. Por eso, la amplia proyección de este plan movió al Presidente a someterlo al Cardenal Arzobispo de Toledo, Primado de España, Mons. Gomá, como Presidente de la Junta Suprema de la Acción Católica Española.
Expuesto el proyecto, en enero de 1936, a la Jerarquía española en la persona del Sr. Cardenal, éste lo recibió con entusiasmo y lo bendijo, pero les hizo ver que empresa de tal envergadura, que trascendía a las facultades de la Jerarquía de la Iglesia española, requería la aprobación y bendición del Santo Padre y les aconsejó ponerse al habla con Mons. Tedeschini, Nuncio de Su Santidad en España, quien, a su vez, les aconsejó sometérselo al Santo Padre.
Con tal fin, el 28 de enero de 1936, Manuel Aparici, Presidente Nacional, salió para Roma acompañado de Javier Aznar, Vocal de Peregrinación del Consejo. Los recibió, el día 31, el Cardenal Pacelli, entonces Secretario de Estado y luego Papa Pío XII, que aprueba y bendice el proyecto y les alienta en su labor en España y en la misión de la Juventud de Acción Católica Española en la tarea de la Hispanidad. Es más, les hizo ver que España tenía olvidados sus deberes de madre para con los pueblos de América y Filipinas que había engendrado a la fe en Cristo, diciéndoles que las madres nunca tienen cumplida su misión, que no basta engendrar a los hijos y educarlos, sino que siempre tienen que preocuparse de que lleguen a la máxima perfección. Les prometió la más calurosa ayuda de la Santa Sede y que al día siguiente serían recibidos en audiencia por Su Santidad el Papa, que les mostraría la profunda complacencia con que veía los proyectos de la Juventud de Acción Católica Española.
Y el 1 de febrero de 1936 eran recibidos, en audiencia especial, por Su Santidad el Papa Pío XI –era la segunda vez que recibía a Manuel Aparici en audiencia especial– y le expusieron el proyecto de la gran peregrinación juvenil de 100.000 jóvenes a Santiago de Compostela para 1937.
Manuel Aparici le dice:
«Las almas huyen del Señor; por todas partes la apostasía y el materialismo aumentan; allí en España tenemos un sepulcro casi olvidado entre sombras de paganía; pero él guarda los restos de un Apóstol. ¡Padre! Déjanos que convoquemos junto a sus cenizas a las Juventudes de Acción Católica de las Españas. Allí aprenderemos su lección. Y la Juventud de Acción Católica de la Hispanidad será un solo apóstol. Se llenará de tu angustia por las almas y se aplicará del todo a tu servicio».
El Santo Padre acogió el proyecto con gran satisfacción, dándoles su bendición más paternal, amplia y generosa para la Peregrinación y para el Congreso.
Es en esta primavera, casi en verano de 1936, cuando Manuel Aparici, cuatro meses después de haber presentado al Santo Padre el proyecto de peregrinación a Santiago para 1937, hace realidad uno de sus más fervientes deseos: contar con un periódico para la juventud. Así el 6 de junio de 1936, fundado por él nace en Madrid SIGNO, con carácter quincenal, que tantos servicios prestó al catolicismo español. «Había en él –recuerda Antonio Santamaría González– una meta decidida de preparar espiritual y emocionalmente la peregrinación a Compostela en el próximo Año Santo Jacobeo de 1937. Desde el primer momento adoptó, a modo de auspicio, el lema jacobeo medieval: “Y será. Porque Dios ayuda y Sant-Yago”». Se publicaron tres números; el cuarto, editado, no pudo ya difundirse: la guerra en España había comenzado.
Llega el año 1937. Es Año Santo en Compostela. La peregrinación no puede realizarse a causa de la guerra que sufre nuestra patria. Pero se peregrina en espíritu en una y otra zona en que está dividida España. Excepcionalmente, por concesión especial de la Santa Sede, el Año Santo se extiende a 1938; pero la paz sigue sin llegar.
Entretanto, el 14 de marzo de 1937, Pío XI publica su encíclica Mit brennender Sorge. En ella pide «Una Cristiandad ejemplo y guía para el mundo profundamente enfermo». Estas son sus palabras: «Una Cristiandad en que todos los miembros vigilen sobre sí mismos, que deseche toda tendencia a lo puramente exterior y mundano, que se atenga seriamente a los preceptos de Dios y de la Iglesia, y se mantenga, por consiguiente, en el amor de Dios y en la solícita caridad para el prójimo, podrá y deberá ser ejemplo y guía para el mundo profundamente enfermo, que busca sostén y dirección, si es que no se quiere que sobrevenga una enorme catástrofe o una decadencia indescriptible».
La Juventud católica española, capitaneada por Manuel Aparici y peregrina en espíritu hacia Santiago, encuentra en esta llamada una aceptación de su ofrecimiento. Y responde, a su vez: La Hispanidad debe ser la Vanguardia de Cristiandad, de esa Cristiandad ejemplar que el Papa pide. Porque sólo España, junto a sus hijas, puede poner tantas almas al servicio de la Iglesia, para salvar al mundo.
Años de guerra: años de heroísmo y de martirio. El «Ángel del Alcázar», Antonio Rivera, se había dado a sí mismo la consigna: «¡Para Santiago, santo!». Bajo este lema, y tras su ejemplo, miles de «Peregrinos de Santiago en los campos de batalla» (como se denominan los jóvenes encuadrados en los "Centros de Vanguardia") y los que viven años de catacumba en los «Centros clandestinos», caminan en espíritu a Compostela. En ellos hay un solo deseo: forjar la Vanguardia de la Cristiandad ejemplar, y una sola ilusión: la de que a España le espera un Continente «para marchar tras ella por el Camino Real de la Santa Cruz».
En 1939 llega, al fin, la paz a España, y con ella empieza una nueva etapa ascética y apostólica del peregrinar de la Juventud, bajo el signo de María. Es la etapa «mariana». En 1940, Año Santo del Pilar, 20.000 jóvenes hacen su voto mariano ante la Virgen, en Zaragoza, y se presentan como «principio de cristiandad». Una intensa actividad espiritual, formativa y apostólica realiza en aquellos años la juventud peregrina. Toda ella va iluminada por el mismo ideal: la santificación propia para «hacer de nuestra patria instrumento de salvación del mundo», porque «si España se decide, sus veinte hijas se agruparán en torno al estandarte de la cruz que ella levante».
El Papa Pío XII, en febrero de 1943, recoge de modo explícito esta idea, cuando en su discurso al embajador de España le dice: «España, en este momento culminante de la Historia del mundo, tiene, sin duda alguna, una misión altísima que cumplir; pero solamente será digna de ella si logra totalmente de nuevo encontrarse a sí misma en su espíritu tradicional y cristiano y en aquella humildad que sólo sobre tal espíritu puede edificarse. Nos, señor embajador, alimentamos un solo deseo: verla una y gloriosa, alzando con sus manos poderosas una cruz rodeada por todo ese mundo que, gracias principalmente a ella, piensa y reza en castellano y proponerla después como ejemplo del poder restaurador, vivificador y educador de una Fe en la que, después de todo, hemos de venir siempre a encontrar la solución de todos los problemas».
En ese mismo año de 1943, Año Santo Jacobeo, aunque no puede realizarse todavía la gran marcha a causa de la guerra mundial, llega a Santiago, sin embargo, la llamada «Peregrinación de dirigentes»: varios miles de ellos acuden a ganar gracia para la juventud que sigue peregrinando en espíritu.
Últimos años de peregrinación antes de las jornadas de Compostela. Se intensifica la formación de peregrinos: Cursillos para «Adelantados», «Jefes» y «Guías» de peregrinos (dirigentes de la Juventud en los diversos planos). Como derivación de aquellos cursillos surgirán en Mallorca los Cursillos de Cristiandad. Y se acude a Santa María: toda la geografía española es recorrida por millares de jóvenes que acuden a los santuarios dedicados a Nuestra Señora en sus diversas advocaciones, «en penitencia y súplica por los pecados de nuestra generación» y con el ansia de ser armados «apasionados caballeros de Cristo y brazos hispanos de su Iglesia Santa», como se decía en la «Oración pro Peregrinación a Santiago», editada por el Consejo Superior. Así se llega a 1948.
Han transcurrido doce años desde la bendición del proyecto por el Papa en febrero de 1936. Durante ellos, la Juventud de Acción Católica Española ha peregrinado en espíritu hacia Santiago. Un alto ideal de santidad y apostolado ha guiado sus pasos; ideal al que respondió con un solemne compromiso: el «Compromiso de peregrino»: «Trabajaré sin descanso para hacer de mí mismo, de mi Centro, de mi Patria y de todos los Pueblos hispanos una Cristiandad ejemplo y guía para el mundo profundamente enfermo». Toda la vida se hizo peregrinación: «Siempre hacia Santiago. Cuando rezamos. Cuando sufrimos. Mientras trabajamos. Mientras nuestro corazón esparce la Semilla Divina», proclamaba la Vigilia de Santiago en su ritual, y así lo vivía aquella juventud. Pero se sabía que la peregrinación a Compostela era sólo la expresión y símbolo de la gran Peregrinación –toda la vida es una peregrinación–, que se contempla en una doble perspectiva: peregrinación de trascendencia y santidad –caminar hacia la Casa del Padre–, y peregrinación de compromiso apostólico comunitario –caminar hacia la Cristiandad ejemplar–.
28 de agosto de 1948. Más de 70.000 jóvenes, varones (la peregrinación femenina llegaría unos días después), llenaban el campus universitario de Santiago de Compostela. Casi veinticuatro horas de oración y vigilia, sólo interrumpidas para un corto descanso nocturno. Alegría y entusiasmo juvenil y cristiano. Junto a los peregrinos españoles, peregrinos de Hispanoamérica, de Europa, de otros lugares del mundo.
Al anochecer de aquel día, llegaba a los peregrinos la voz del Papa Pío XII, quien en su mensaje, tras una bella evocación histórica de Compostela, del Camino de Santiago y del término de las peregrinaciones con el abrazo a la imagen del apóstol, se preguntaba: «Pero ¿habría de quedarse todo en recuerdos añejos o en memorias muertas?». Y el Papa se respondía, diciendo: «He aquí que vosotros, para mostrar vuestra juventud intacta, para proclamar la sublime locura de un Dios crucificado y para forjar en vosotros mismos una Cristiandad ejemplar, habéis respondido rotundamente que no. Los añejos recuerdos y las vetustas memorias, al conjuro de vuestro vibrante entusiasmo juvenil, se han convertido de nuevo en realidad». Y añadía: «Porque si el peregrino fue pieza indispensable en el tablero del mundo medieval [...], hoy, entre las enormes dificultades y dolores de la hora presente, sigue siendo una bendición para el mundo».
Luego, el Pontífice glosó las virtudes del peregrino: «El peregrino vive de la fe y por esta fe lo deja todo, arrastrado por aquella luz que atrae su alma para purificarla; el peregrino es una llama viva de piedad, cuyo ardor ha de consumir la escoria de sus pecados; el peregrino es generosidad y arranque, que quiere ir siempre adelante y figurar en vanguardia; el peregrino es amor, respeto y adhesión a la Iglesia, a cuyas penitencias se somete y cuyas gracias busca; es amplia y cristiana universalidad, que no resiste estrecheces de estirpes, de patrias o de fronteras, sino que se lanza resueltamente al ancho cauce de la catolicidad».
Y antes de terminar con la invocación al Apóstol Santiago, el Papa Pío XII se dirigió a los peregrinos exclamando: «¡Adelante, pues, juventud brillante, creyente y peregrina! ¡Adelante con vuestra venera y vuestro bordón, que hay mucho que peregrinar hasta dar todo el corazón a Dios y todas las almas a Jesucristo, hasta el Cielo, que es vuestra meta!»
Tras la Misa de pontifical y el acto de afirmación de ideales, a la mañana siguiente, terminaron las históricas jornadas de Compostela.
La cita soñada por Manuel Aparici y la Juventud de Acción Católica, se había hecho realidad. Entre los peregrinos, y ya sacerdote, Aparici. Al finalizar los actos, y entre la multitud, le encuentra un amigo y antiguo compañero de Juventud, que, emocionado y sin poder contenerse, le grita: «¡Manolo, ésta es tu obra! ¡Tú eres el papá!».
Éste fue el ideal de Manuel Aparici
El Ideal peregrinante hacia la santidad y la Vanguardia de Cristiandad lo concibió Manuel Aparici, lo definió con rigor, lo difundió con todas sus fuerzas, lo vivió apasionadamente y lo entregó, antes de irse al Seminario, a la Juventud de Acción Católica Española. Fue efectivamente su ideal.
Él lo concibió. Así se lo dice, a su buen amigo Joaquín Ruiz–Giménez, en la carta en que le pedía que fuera su padrino de honor en la primera Misa. En ella, recordando los tiempos de la guerra, dice con sencillez y humildad: «Entonces también ante el Sagrario y sintiendo en mi alma el estímulo del dolor de nuestros mártires y el gozo de vuestro heroísmo es cuando Él me hizo concebir el Ideal de España y lo Hispánico Vanguardia de Cristiandad».
Él lo definió así, resumiéndolo como en una ficha de trabajo: « ... El Ideal de la Asociación de la Juventud de Acción Católica (Ganar a todo el mundo para Cristo, por el impulso y la fe del alma hispana); el instrumento para ganar el mundo (La Hispanidad: Comunión de Pueblos al servicio de la misión apostólica y evangelizadora de la Cristiandad ejemplo y guía para el mundo profundamente enfermo); las etapas necesarias para su consecución u objetivos parciales y el modo de realizar ese Ideal (Peregrinar: Que los jóvenes caminen sobre las huellas de Cristo y de la mano de María hacia la Casa del Padre por la acción del Espíritu Santo y abran camino a las almas hermanas)».
Se sintió llamado por el Señor para difundir ese Ideal. Y lo hace con todas sus fuerzas: En marzo de 1946 escribe en una carta: « ... El Señor quiere utilizarme a mí, pobre instrumento, para difundir ese Ideal de España y todo lo hispánico Vanguardia de Cristiandad ejemplar».
Vivió apasionadamente el Ideal. Y lo vivió no sólo como apóstol seglar, durante los años de su Presidencia, sino también como seminarista y como sacerdote.
Como Consiliario Nacional de la Juventud de Acción Católica realizó una inmensa labor promoviendo y realizando Cursillos de Cristiandad por España, que se llamaron «Cursillos de Militantes de Cristiandad», porque de eso se trataba: de formar militantes de una Cristiandad ejemplar, a los que se inculca el Ideal peregrinante; por eso, el libro de oraciones del cursillista se llama «Guía del Peregrino», en él se lee su definición de peregrinar, el examen de conciencia es el «Examen del Peregrino», etc. ...
¡Cuánto bien han hecho desde entonces los Cursillos de Cristiandad por todo el mundo!
En sus frecuentes viajes visitando Diócesis y Centros, Manuel Aparici seguía infundiendo el Ideal peregrinante. Como muestra, recordemos la visita que hizo al Centro de Linares (Jaén), a principios de 1951. En ella, dirigió a los jóvenes unas palabras especiales para la revista «Cruzada», órgano de los Jóvenes de Acción Católica y suplemento al «Boletín Oficial del Obispado», que aparecen en el número de enero–febrero de ese año, Año Santo. Llama a todos a caminar hacia la santidad heroica. Estas son sus palabras:
«Sólo vive como vanguardista de Cristiandad, no el que se contenta sólo con no pecar, sino el que se hace sed de Cristo en su cruz y, clavado a la cruz de los pecados de la humanidad del siglo XX, hace de su vida una perpetua Misa y sabe recoger en su oración católica a todos los hombres de la tierra, para hacerse hostia y víctima de propiciación en el exacto cumplimiento de la Santísima Voluntad de Dios, por dura que parezca».
Así vivió Manuel Aparici el Ideal Peregrinante. Desde que lo descubrió, vivió toda su vida con vocación de crucificado, y el Señor quiso aceptarlo como hostia y víctima en su larga y penosa enfermedad.
Éste fue el Ideal de Aparici, y el Ideal de la Juventud de Acción Católica, que lo recibió de él. Este Ideal empezó a brillar en las almas de los jóvenes del Consejo Superior en 1936, se utilizó durante la guerra y en la inmediata postguerra, para disponer las almas de los jóvenes a entenderlo, amarlo y servirlo (¡y cómo lo vivieron!), pero no se propuso formalmente como Ideal de la Juventud de Acción Católica hasta 1941.
Lo propuso Manuel Aparici, un año antes de dejar la Presidencia Nacional, en las Primeras Jornadas de Oración y Estudio de Presidentes Diocesanos, celebradas en Madrid a finales de enero de 1941. Según publicó SIGNO con fecha 8 de febrero, Manuel Aparici señaló, clara y concretamente, los motivos y circunstancias que movieron a los Jóvenes de Acción Católica a elegir como Ideal el que propuso Su Santidad Pío XI como remedio a la situación del mundo. Finalizaba su intervención pidiendo a los Presidentes y Secretarios de los Consejo Diocesanos de España, en nombre de sus jóvenes, se abrazasen con el Consejo Superior a la consecución de este Ideal. Ni una sola objeción, ni una sola duda. Todos los presentes, y en ellos representados todos los jóvenes de España, asintieron con él que éste debía ser el Ideal de los Jóvenes de Acción Católica y él constituiría su afán y sus desvelos hasta que se lograse. En realidad ya estaban todos comprometidos con este Ideal.
Y el día de su despedida en Valladolid como Presidente Nacional deja a todos los jóvenes de España su herencia y les dice cuáles son sus poderes: “¡Antonio García–Pablos! ¡Consejo Superior! ¡Presidentes de los Consejos Diocesanos! ¡Jóvenes de Acción Católica de España! ¡Esta es la herencia que recibís!: Un compromiso rubricado con sangre de edificar la Vanguardia de Cristiandad... Ellos, los primeros peregrinos, dejaron abierto un camino, pero nosotros hemos de recorrerlo... ¡Vuestros poderes! ¿Cuáles son? La sangre de los mártires y las vocaciones eclesiásticas nacidas en el seno de nuestra propia Obra.”
Antes de terminar esta parte de la ponencia, quiero hacer dos aclaraciones, sobre los conceptos «Cristiandad» e «Hispanidad» según Manuel Aparici.
Para Aparici, «Cristiandad« no es una concepción político–social, no es un concepto filosófico, histórico o político, es un concepto teológico. De ella dice: “Es la porción del Cuerpo Místico que se desarrolla y crece en el tiempo, el Reino de Dios que, aun estando dentro de nosotros, se proyecta y aflora al exterior en la organización familiar, social, política e internacional» ... «La Cristiandad no sólo hay que verla en la dimensión del espacio, sino también en la del tiempo ... No basta, no, que sintamos la comunión de los santos sólo en los que peregrinan en este momento sobre la tierra. Es menester que sintamos también la unión con todos los que peregrinaron».
En cuanto a la «Hispanidad», la concibe como el conjunto de pueblos nacidos de la vieja raíz de la Hispania romana: España y Portugal, con las naciones nacidas de ellas; es decir, toda la Comunidad Iberoamericana. Por eso dice en uno de sus escritos:
«A España y Portugal corresponden ir en Vanguardia de la empresa de rehacer la Cristiandad. Si ellas la acometen, si en su independencia mutua estrechamente se abrazan en la cruz de Cristo para levantarla como estandarte de su vivir, sus hijas, las que llevan su sangre y hablan su idioma y tienen la fe en Cristo porque un día se la llevaron nuestros mayores, se incorporarán a la empresa, se unirán en apretado abrazo a la cruz, y la Iglesia de Cristo, regida por Pedro, dispondrá de la Comunidad espiritual más grande que han visto los siglos para acometer la gesta de rehacer la Cristiandad y de evangelizar a los pueblos».
Un Ideal que permanece vivo
Si el 29 de agosto de 1948 acabó «aquella» peregrinación al sepulcro del Apóstol, el Ideal de santidad y apostolado que la animó siguió vivo durante muchos años. Y, cada año, los Centros de Juventud celebraban la «Conmemoración anual de la peregrinación a Compostela» y formulaban en ella su “Compromiso de fidelidad al Ideal peregrinante”. Porque –se decía– “la Peregrinación espiritual está apenas comenzada”».
En 1958, al cumplirse los diez años de la histórica peregrinación a Compostela, el Cardenal Primado, don Enrique Pla y Deniel, reitera la vigencia del Ideal Peregrinante al escribir en SIGNO (6 septiembre 1958) que: «al rememorar la Peregrinación de los jóvenes acampados en Santiago, representando a todos los Jóvenes de Acción Católica Española, con verdadero espíritu de “peregrinos”, que es espíritu de piedad, de entusiasmo idealista, de penitencia y de sacrificio, ¿yo qué os voy a decir, yo qué os puedo y debo decir? “Conservad el espíritu” ... el espíritu de aquella Peregrinación, pues sólo así seguirá siendo lo que debe ser la Juventud de Acción Católica Española».
Los años sesenta son difíciles para el Ideal peregrinante. La generación de peregrinos a Santiago –y más aún la que vivió los primeros años de preparación espiritual– no está ya en las filas de la Juventud. La propia Acción Católica va a entrar, a mediados de esta década, en un proceso de crisis interna. Manuel Aparici, entretanto, vive con espíritu de victimación su penosa enfermedad, a la que se añade su sufrimiento moral al percibir los síntomas de crisis de su amada Acción Católica. Y el 28 de agosto de 1964 –aniversario de la gran peregrinación a Compostela– culmina santamente su oblación, y entrega con plena lucidez su alma a Dios. Junto a su cadáver se reúnen familiares, amigos, dirigentes de la Acción Católica. Uno de ellos –nos consta–, al despedirse, besa las heladas manos del Capitán de Peregrinos, y en su interior le pide con fe que el Ideal peregrinante no muera con él, y se le ofrece a trabajar por ello cuanto sea preciso. Al año siguiente, 1965, se abre ya claramente la larga y profunda crisis de la Acción Católica Española. El Ideal peregrinante parece muerto. Sin embargo, –podría decirse de él como de la hija de Jairo– no estaba muerto sino dormido.
Ocho años después de la muerte de Aparici surge el Grupo de Peregrinos. Su primer documento –“Carta abierta: Por una Cristiandad ejemplar”– es un grito de llamada que quiere poner de nuevo, en pie de marcha, el Ideal peregrinante: un ideal que sigue vivo.
Por eso, cuando, en 1973, los iniciadores del Grupo de Peregrinos –para preparar el 25 aniversario de la histórica peregrinación– recorren España, y visitan a Obispos y establecen contacto con sacerdotes, buscando antiguos peregrinos, escuchan expresiones como éstas: «Siguen estando encendidas las brasas de aquel Ideal. Soplad sobre ellas y levantaréis una hoguera». Y se les dice también: «Donde hay una comunidad viva de Iglesia o un movimiento activo de apostolado, allí están presentes, en primera línea, los miembros de aquella generación del 48».
Y cuando encuentran, por todos los lugares de España, a los antiguos peregrinos, les impresiona comprobar la fuerza con que viven aquel Ideal: «Si permanezco fiel a mi vocación cristiana, se lo debo al Ideal peregrinante que nos llevó a Santiago». Y les conmueve el profundo afecto sobrenatural que los une a todos, cuando oyen que les dicen: «Acabamos de conocernos, pero somos amigos desde hace veinticinco años».
Pasaron otros veinticinco, y en Santiago de Compostela se vivió la conmemoración del cincuenta aniversario. Y a lo largo de todos estos años, el Grupo de Peregrinos –hoy Peregrinos de la Iglesia– ha permanecido fiel, con la gracia de Dios, al compromiso que constituye su vocación y su carisma: no sólo alentar en la perseverancia del Ideal peregrinante a quienes lo vivieron desde sus años jóvenes, sino también y sobre todo, a proclamarlo y a tratar de difundirlo entre las nuevas generaciones, entre todo el Pueblo de Dios. Porque es consciente de que este Ideal, no sólo permanece vivo, sino que ahora, en este alborear del tercer milenio cristiano, es más necesario y urgente que nunca.
El Ideal Peregrinante, hoy
Es evidente que hoy, cuando ya hemos vivido el gran Jubileo del año 2000 y nos adentramos en el nuevo milenio cristiano, la plena expansión del mensaje de Jesucristo está aún muy lejos. Por eso su Vicario, Juan Pablo II, desde América, hace unos años, ya nos dio su consigna: «Es precisa una nueva Evangelización: nueva en sus métodos, nueva en su ardor, nueva en su expresión». Una evangelización que siga ampliando las fronteras de la fe cristiana, y la reavive en las viejas cristiandades de Occidente, amenazadas de descristianización por las corrientes secularistas y agnósticas que las asfixian.
El Papa marcó el camino hacia la «Civilización del amor», y sigue ejerciendo su ministerio apostólico con una entrega total, hasta el heroísmo. Los Obispos, unidos a él le secundan, y pastorean con celo ejemplar al Pueblo de Dios que les ha sido encomendado. Surgen respuestas e iniciativas muy positivas, alentadas por la fuerza del Espíritu. Y en el horizonte se divisa claramente la luz de la esperanza.
Sin embargo, pensamos que queda mucho por hacer. Porque es evidente que la mayor parte del pueblo que se dice católico no ha escuchado la llamada o no ha tomado conciencia de su importancia. Y aun fieles activos, incorporados incluso a asociaciones y movimientos de Iglesia, no han dado todavía –no hemos dado seguramente– ese paso firme, decidido, radical, a que estamos llamados. Y entretanto, como dijera Pío XII, «el mundo se pierde por el cansancio de los buenos».
Es preciso, pues, promover una gran movilización apostólica del Pueblo de Dios. Y, con una especial urgencia, del Pueblo de Dios que peregrina en los países de habla hispana y portuguesa, porque ellos solos constituyen, hoy, más de la mitad de los católicos del mundo. Estamos firmemente convencidos de que el Ideal de Manuel Aparici –conocido, vivido y difundido– puede ser el gran revulsivo que ponga en pie de marcha a la Comunidad cristiana hispano y luso hablante.
Este ideal de santidad y apostolado se sintetiza en cuatro ideas fundamentales, unas ideas–fuerza, que si movieron un día a las juventudes iberoamericanas camino de Compostela, hoy hemos de transmitirlas, con claridad y ardor, a las mentes y a los corazones de los hombres y las mujeres del mundo hispano. Son éstas:
– Compromiso de santidad. Es necesario plantearnos en serio la exigencia de ser santos. Dios lo quiere, nos llama y nos ayuda; la Iglesia nos apremia al proclamar, con el Concilio, la universal vocación a la santidad (LG, capítulo V); el Papa nos anima insistentemente: «¡No tengáis miedo a ser santos!». Santidad, que es vivir una vida de Gracia –consciente, creciente y difundida–, caminando en constante tensión hacia una meta infinita: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto».
– Espiritualidad peregrinante. La que vivió y enseñó Aparici. La que se deriva del carácter peregrinante de la Iglesia, proclamado por el Concilio: Toda la vida es una peregrinación, y hay que vivirla como peregrinos: sintiéndonos extranjeros sobre la tierra, caminar hacia la Patria definitiva; pero abriendo camino a los hermanos, construyendo un mundo más justo, más humano, más solidario, más sobrenatural..., más conforme al plan de Dios.
– Vocación comunitaria de los Pueblos Hispanos. Estamos llamados a una gran tarea apostólica. La soñó Aparici. La desearon los papas Pío XI y Pío XII. La espera –sin duda– Juan Pablo II, quien, en su reciente visita a España, nos recordó lo que ya dijera en su primer viaje: que la fe cristiana y católica constituye la identidad del pueblo español. Y unos días antes, en Roma, Joaquín Navarro Valls, portavoz del Santo Padre, manifestaba a la agencia Efe: «El Papa está convencido de que España tiene que seguir jugando un papel muy importante en el mundo actual». No es de extrañar, pues, que Juan Vicente Boo, corresponsal en Roma de ABC (2 de mayo de 2003), escribiera: «Juan Pablo II confía en que España asuma una mayor responsabilidad en el futuro de la Nueva Evangelización, repitiendo globalmente en el Tercer Milenio la epopeya realizada desde 1492 en el Nuevo Mundo».
Es una vocación a la que estamos obligados. Por el deseo y la voz de los Papas, por el peso numérico del catolicismo hispano, por nuestro historial misionero a lo largo de los siglos. Nuestro compromiso, por tanto, ha de ser: Trabajar sin descanso para forjar en nosotros mismos, en nuestras comunidades de Iglesia, en nuestras patrias respectivas y en toda la Comunidad hispana (Comunidad Iberoamericana de Naciones), la Vanguardia de esa Evangelización que pide el Papa.
– Devoción mariana y jacobea. Devociones de profundo arraigo en nuestros Pueblos, y que hemos de vivir y fomentar. Porque necesitamos la ayuda de María y de Santiago. María, presente en todos nuestros Pueblos en sus diversas advocaciones: Inmaculada, Pilar, Guadalupe de España y de México, Fátima... etc. Y Santiago, nuestro padre en la Fe, cuyo sepulcro en Compostela, cerca de Portugal, mirando a América y abriendo sus caminos a todos los lugares de Europa, fue y sigue siendo foco universal de evangelización.
Imitemos a Manuel Aparici, gran devoto de María y de Santiago. Congregante mariano, peregrinó a la Virgen del Pilar con los Jóvenes de Acción Católica, que él presidía, en 1940, y a la Virgen de Guadalupe con sus compañeros sacerdotes, a los pocos días de su ordenación sacerdotal, en 1947. Impulsor de la gran peregrinación a Compostela en 1948, la Archicofradía del glorioso Apóstol Santiago le nombró Hermano Mayor de la misma «atendiendo –dice– a las ejemplares dotes de amor al Apóstol Patrón de España y de afanoso interés por el fomento de la devoción y esplendor del culto a él debidos, que concurren en el Rvdo. D. Manuel Aparici». Bien dijo el Cardenal Arzobispo de Madrid, D. Antonio María Rouco Varela, cuando era Arzobispo de Santiago de Compostela: «Desde 1948 está vivo en Santiago el recuerdo de Manolo y su obra».
Apoyados sobre estos cuatro pilares –Compromiso de santidad, Espiritualidad peregrinante, Vocación comunitaria de los Pueblos hispanos y Devoción mariana y jacobea–, vivamos y difundamos el Ideal Peregrinante de Manuel Aparici, para hacer realidad cada vez más plenamente, con la ayuda de Dios, la Unidad en la Fe de los Pueblos hispanos, al servicio de la Iglesia, para gloria de Dios y salvación del mundo.
Texto enviado por Carlos Peinó Agrelo con las siguientes precisiones:
Se adjunta un texto, con el ruego de su difusión, con algunas precisiones a ciertas afirmaciones que se hacen en «EL CÓMO Y EL PORQUÉ» con los siguientes anexos:
01. «El Ideal Peregrinante y Vanguardia de Cristiandad. Unidad en la fe de los Pueblos Hiospanos».
02. «Cursillos de Adelantados, Jefes y Guías de Peregrinos» creados por Manuel Aparici en 1940.
03. «Los Cursillos de Adelantados antecedente de los Cursillos de Cristiandad».
En él pusieron el alma y la vida Capó, Eduardo y los primeros dirigentes de Cursillos. Sus nombres no constan en el libro; pero está ahí sus manos, sus talentos y muchas horas de experiencia, de reflexión y de estudio» [1][1].
Muchas gracias y un cordial saludo de Colores
Carlos Peinó Agrelo
«EL CÓMO Y EL PORQUÉ [1]»
Algunas afirmaciones que se hacen en él
«EL CÓMO Y EL PORQUÉ –se lee en la Presentación firmada por el Secretariado Nacional de Cursillos de Cristiandad de España– es un libro que cada vez será más querido y admirado por los Dirigentes del Movimiento de Cursillos de Cristiandad. Lleva en sus páginas no sólo la pátina del tiempo y de la historia, sino también el marchamo de la autenticidad primitiva. En él pusieron el alma y la vida Capó, Eduardo y los primeros dirigentes de Cursillos. Sus nombres no constan en el libro; pero está ahí sus manos, sus talentos y muchas horas de experiencia, de reflexión y de estudio» [2].
Nótese y téngase muy presente que uno de los que puso el alma y la vida en su redacción fue Eduardo.
¿Lleva de verdad «el marchamo de la autenticidad primitiva», como se afirma?
1. UN POCO DE HISTORIA
«[...] Por ello, sin olvidar la imperiosa necesidad de fundamentar nuestras afirmaciones sobre la incontrastable realidad de los hechos, iniciamos este estudio, por lo que, hecha la presente salvedad, podríamos llamar la historia de los Cursillos de Cristiandad [...].
»[...[ La transcendía de este conocimiento nos impone el análisis de los antecedentes –hechos e ideas– a los que deben su origen los Cursillos de Cristiandad» [3].
¿En qué ha fundamentado sus afirmaciones? ¿Se podría llamar –como dice– la historia de los Cursillos de Cristiandad?
1.1. Antecedentes históricos
«Retrocediendo algunos años, si analizamos la actuación de la Juventud de Acción Católica de Mallorca –los Cursillos nacieron en el seno del Consejo Diocesano de los Jóvenes – nos encontramos con un largo periodo (1941-1948) en el que todas las actividades apostólicas se centraron casi exclusivamente en la preparación –espiritual sobre todo– de la Peregrinación a Santiago. Es entonces cuando se dibuja y perfila el ideal y el estilo peregrinante, plasmación de la concepción apostólica de la juventud, y del que se impregnan primeramente los dirigentes mediante los “Cursillos de Adelantados de Peregrinos” que, en número de seis, y dirigidos por propagandistas del Consejo Superior, se celebran durante estos años en nuestra Diócesis. Los resultados de estos Cursillos, por lo que a nuestro interés se refiere, fueron entre otros, la movilización apostólica de los dirigentes de entonces, la captación e incorporación de nuevos dirigentes (cuya influencia iba a ser decisiva en la realización de los Cursillos de Cristiandad), y la siembra en todos ellos de inquietudes apostólicas que iban más allá del objetivo concreto de la Peregrinación a Santiago.
Nótese que RECONOCE: Que «los Cursillos nacieron en el seno del Consejo Diocesano de los Jóvenes»
AFIRMA: Que «es entonces cuando se dibuja y perfila el ideal y el estilo peregrinante». FALSO como puede apreciarse por el documento adjunto («Ideal Peregrinante y Vanguardia de Cristiandad: Unidad en la fe de los Pueblos Hispanos») que trata del desarrollo histórico del Ideal Peregrinante, el ideal de Manuel Aparici, un ideal que permanece vivo..
Asimismo, RECONOCE que «los resultados de estos Cursillos [los de Adelantados de Peregrinos] [...] fueron entre otros, la movilización apostólica de los dirigentes de entonces, la captación e incorporación de nuevos dirigentes (cuya influencia iba a ser decisiva en la realización de los Cursillos de Cristiandad), y la siembra en todos ellos de inquietudes apostólicas que iban más allá del objetivo concreto de la Peregrinación a Santiago.
»Estas inquietudes y energías nuevas desembocan pronto en los llamados “Cursillos de Jefes de Peregrinos”, llevados a cabo por dirigentes del Consejo Diocesano según las líneas fundamentales de los anteriores. Desde 1942 a 1948 se celebraron cinco Cursillos y en ellos pudo observarse –según ya se presentía– que el contenido luminoso del cristianismo era captado en toda su amplitud e intensidad por quienes vivían al margen, no sólo de la Acción Católica, sino también de la religión, los cuales se inflamaban y llenaban de Cristo en pocos días. Con todo esto no cabía duda de que Dios ponía ante la consideración de los dirigentes de la Juventud de Acción Católica mallorquina una fuente inagotable de apostolado.
AFIRMA: «Estas inquietudes y energías muevas desembocan pronto en los llamados “Cursillos de Jefes de Peregrinos”». FALSO. Los Cursillos de Jefes de Peregrinos, al igual que los Cursillos de Adelantados de Peregrinos, fueron creados por Manuel Aparici en 1940, con la misma finalidad y contenido, es decir el mismo plan: preparar a los jóvenes para Santiago, pero distintos destinatarios, profesores y fechas de impartición, como puede apreciarse por el documento adjunto («Cursillos de Adelantados, Jefes y Guías de Peregrinos»). También creó los Cursillos de Guías de Peregrinos.
Por otro, RECONOCE el documento que en ellos [los Cursillos de Jefes de Peregrinos] pudo observarse –según ya se presentía– que el contenido luminoso del cristianismo era captado en toda su amplitud e intensidad por quienes vivían al margen, no sólo de la Acción Católica, sino también de la religión, los cuales se inflamaban y llenaban de Cristo en pocos días. Con todo esto no cabía duda de que Dios ponía ante la consideración de los dirigentes de la Juventud de Acción Católica mallorquina una fuente inagotable de apostolado».
»La Escuela de Dirigentes de entonces –laboratorio de investigación y al mismo tiempo campo de experiencias apostólicas– tomó sobre sí la tarea de estudiar este hecho en toda su extensión y de llevarlo hasta sus últimas consecuencias. En definitiva, no se trataba sino de hacer llegar a quienes vivían lejos de la Acción Católica la encarnación viva del cristianismo auténtico, o, dicho, en otras palabras, realizar prácticamente el pensamiento pontificio acerca de la auténtica Acción Católica: construir “una cristiandad ejemplo y quía para el mundo profundamente enfermo”.
«En definitiva –AFIRMA– se trataba [...] de realizar prácticamente el pensamiento pontificio acerca de la auténtica Acción Católica: construir “una cristiandad ejemplo y quía para el mundo profundamente enfermo”; es decir, el ideal de Manuel Aparici.
»Los hechos anteriores señalados, y cuyo detallado estudio sería excesivamente largo, nos llevan a formular la siguiente conclusión: De los Cursillos de Jefes de Peregrinos fundados sobre los de Adelantados, surgió la idea de algo nuevo que, incubado largo tiempo, estudiado con detención y experimentado en los Aperitivos de Cursillos (su nombre indica el tamaño), germinó por fin en lo que son ahora los Cursillos de Cristiandad.
AFIRMA: «De los Cursillos de Jefes de Peregrinos fundados sobre los de Adelantados». FALSO. Los Cursillos de Jefes de Peregrinos no fueron fundados sobre los de Adelantados sino que –repetimos–, al igual que los Cursillos de Adelantados de Peregrinos, fueron creados por Manuel Aparici en 1940, con la misma finalidad y contenido, es decir el mismo plan: preparar a los jóvenes para Santiago, pero distintos destinatarios, profesores y fechas de impartición, como ha quedado dicho.
»La Peregrinación a Santiago, en la que participaron 700 jóvenes de la Diócesis, constituyó el ambiente propicio y hasta la exigencia del nacimiento de los Cursillos de Cristiandad (enero de 1949). Así pudo decir nuestro Obispo, refiriéndose al origen de los Cursillos: “Al oír lo que de vuestros Cursillos he oído, diría que en la grandiosa Peregrinación a Santiago robasteis la espada al apóstol para producir un desgarrón en el manto del cielo, por donde descienden a torrentes la Gracia divina sobre la juventud”.
Es decir, «la Peregrinación a Santiago, en la que participaron 700 jóvenes de la Diócesis, constituyó el ambiente propicio y hasta la exigencia de los Cursillos de Cristiandad (Enero de 1949)». Y uno de los que puso el alma y la vida en la redacción del documento fue Eduardo.
»Esta última conexión entre el origen de los Cursillos de Cristiandad y las jornadas llenas de emoción vividas de cara a Santiago era ya señalada en Signo, al cumplirse el primer aniversario de la Peregrinación, contra algunas voces derrotistas: “Mallorca, que sintió hundirse profundamente en la carne viva de sus setecientos peregrinos la semilla compostelana, alza ahora su bandera contra toda campaña derrotista ... ¡El espíritu de Santiago no ha fracasado! Bastaba que una llama prendiera en alguno de los rincones de la Patria para que el espíritu de la peregrinación se hubiera salvado. Y hoy podemos asegurar que, al menos, el fuego de Santiago prendió en Mallorca”.
»Señalados los antecedentes históricos de los Cursillos de Cristiandad, debemos aclarar, sin embargo, que estos Cursillos son específicamente distintos de los Cursillos de Adelantados o de Jefes de Peregrinos. La afirmación de que “después de la peregrinación creyóse necesario proseguir la labor formativa de los cursillos, pero siendo excesivamente caro el traslado de los jóvenes a la Península, decidióse organizar cursillos en la Isla ... Así nacieron, poco a poco, los de Cristiandad” es una afirmación inexacta, ya que los Cursillos no son la continuación o adaptación de aquellos antiguos cursillos, sino algo nuevo y distinto de lo anterior, el resultado “de un trabajo incansable y productivo, ¡milagrosamente productivo!, en la creación de un nuevo tipo de cursillo”, como hace años afirmábamos ya.
Afirma: «Señalados los antecedentes históricos de los Cursillos de Cristiandad». El tercer documento adjunto («Los Cursillos de Adelantados de Peregrinos antecedente de los Cursillos de Cristiandad» trata, precisamente, de los antecedentes históricos de los Cursillos de Cristiandad.
1.2 Antecedentes ideológicos
«La visión completa de los orígenes de los Cursillos de Cristiandad exige, además del estudio de los antecedentes históricos, un análisis detenido de sus antecedentes ideológicos, origen y desarrollo de las ideas que presidieron el periodo de gestación de los Cursillos y [...] constituyen las líneas fundamentales de sus características y vienen a ser como la clave y explicación de todo lo hecho [...].
«Los Cursillos de Cristiandad –lo dijimos ya– no son hijos de la improvisación ni del acaso, ni su ideología debe atribuirse a una iluminación o revelación o considerarse como un invento, sino que es efecto de un largo proceso de maduración y fruto de una búsqueda tenaz, apasionada y constante. Podríamos decir que, en síntesis, no es sino el desarrollo de aquella inicial inquietud apostólica despertada en Mallorca por los Cursillos de Adelantados de Peregrinos [...].
DICE: «Podríamos decir que, en síntesis, no es sino el desarrollo de aquellas inicial inquietud apostólica despertada en Mallorca por los Cursillos de Adelantados de Peregrino». Siempre presentes los Cursillos de Adelantados de Manuel Aparici, aunque nunca se le cite, cuya influencia en los Cursillos de Cristiandad ya ha quedado indicada.
«[...] Se trataba de realizar aquellas certeras palabras del Presidente de la Junta Técnica Nacional: “La Juventud de Acción Católica debe salvar las energías de la juventud española que, acaso, padece en este momento el aburrimiento peligroso de la inactividad, despertándola con el grito de cruzada del Romano Pontífice para la construcción de un orden nuevo, hecho con lozanía y vigor de cristianismo primitivo, modelado y trazado por el Magisterio Pontificio, según las líneas puras del Evangelio” [...].
Estas palabras están tomadas del Boletín de Dirigentes del Consejo Superior de los Jóvenes de Acción Católica , nº 16, Enero de 1947, pág. 9; Boletín que fue creado para satisfacer la necesidad de dotar a los dirigentes de la Juventud de Acción Católica de medios de información y de orientaciones relacionadas con su cargo. Procuró atender desde un principio esa misión específica con un espíritu fundamentalmente práctico [4].
En él publicó Manuel Aparici una serie de artículos [5].
»Como el cauce por el que debería discurrir esta inquietud no podía ser otro que el de la Acción Católica, se imponía el estudio profundo del pensamiento pontificio acerca de la Acción Católica, tan diversamente interpretado. Este estudio hizo ver claramente que lo que el Vicario de Cristo se proponía al instituir la Acción Católica no era fundar una asociación más, sino construir sólidamente una cristiandad viva y eficiente [...].
¿Cauce por el que debería discurrir esta inquietud? Reconoce que no podía ser otro que el de la Acción Católica. Y decir Manuel Aparici era decir Acción Católica.
»”Despertar (habla del fin de la A.C.) la conciencia viva del catolicismo integral, realizarlo totalmente en la vida, a fin de reestablecer la unidad entre la religión y la vida, y hacer de la religión, no ya una religión para niños, sino una religión adulta, una religión para personas mayores, lo que exige no solamente el conocimiento de la doctrina, sino del terrero y del sujeto, más exactamente todavía, la asimilación vital de esta doctrina que los miembros mismos del ambiente, teniendo en cuenta las condiciones concretas en las que han de vivir, sus peligros, sus reacciones favorables, condiciones que sólo ellos, viviendo en ese ambiente, pueden conocer y hacer conocer” [...].
»Por lo que se refiere a otros cursillos, los de Adelantados de Peregrinos, ya quedó indicado en el número anterior la influencia que pudieron tener, y cómo los Cursillos de Cristiandad “no son la continuación o adaptación de aquellos antiguos Cursillos, sino ... uno nuevo tipo de Cursillo” [...] [6]».
3. COMIENZO Y DESARROLLO
Fue en la tarde del 7 de enero de 1949. Veintidós jóvenes subían con los dirigentes al viejo monasterio de San Honorato para asistir a lo que iba a ser el primer Cursillo [...].
»Así, con la silenciosa sencillez de los grandes comienzos, empezaron los Cursillos [...]» [7].
Más alto se podría decir, más claro no. Y uno de los que puso el alma y la vida en la redacción del documento fue Eduardo.
4. EXPANSIÓN GEOGRÁFICA
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4. 1 Cursillos de Cristiandad en España
«En abril y mayo de 1954, con los Cursillos 97 y 99, celebrados en El Espinar (Segovia) y en Toledo y organizados respectivamente, por el Consejo Diocesano de Madrid-Alcalá y Consejo Superior de los Jóvenes de Acción Católica, los Cursillos de Cristiandad llegaron al corazón mismo de España, hasta la capital de la Nación. Este hecho había de facilitar su expansión. A Raíz de este último Cursillo, el Consiliario Nacional de los Jóvenes de Acción Católica, reverendo don Manuel Aparici, escribía en carta dirigida al excelentísimo y reverendísimo señor obispo de Mallorca: “Creo que el Señor nos ha deparado un instrumento magnífico a toda la juventud de Acción Católica y aun a la juventud española. Sinceramente confieso que el Cursillo de Cristiandad perfecciona notablemente todos los anteriores. Me alegro extraordinariamente de haber vivido este Cursillo, no sólo porque hay cosas que sólo viviendo pueden conocerse, sino porque así podré defenderlo de las censuras de que le hacen objeto algunos que no fueron con el deseo de encontrar la verdad. En fin, que la Virgen Santísima ha querido regalarnos con este precioso instrumento ... ”» [8].
4.2. Cursillos de Cristiandad en el extranjero
«[...] En noviembre de 1952 llegaba a Mallorca el Delegado Episcopal de la Acción Católica Colombiana, quien, en febrero de 1953, volvía de nuevo para asistir al Cursillo 71. “En estos tres días he aprendido más Acción Católica que en los seis meses de viaje de estudios sobre la misma materia por España, Italia, Francia y Bélgica. Esta si es la Acción Católica que yo buscaba”, fueron sus palabras con que comentó el Cursillo [...] [9]».
Muy reveladoras y expresivas son las palabras del Delegado Episcopal de la Acción Católica Colombiana con las que comentó el Cursillo de Cristiandad al que asistió: «En estos tres días he aprendido más Acción Católica que en los seis meses de viaje de estudios sobre la misma materia en [...]. Ésta si es la Acción Católica que yo buscaba».
5. FINALIDAD DE LOS CURSILLOS
«Analizando los esfuerzos que se realizan en el campo del apostolado, no es difícil observar cómo estos esfuerzos se polarizan en tres direcciones distintas, aunque no opuestas: la de los que se esfuerzan por “salvar almas”, la de quienes se desviven por las “organizaciones” y la de los que trabajan para “construir y vertebrar la Cristiandad [...]» [10].
«La posibilidad de aplicación de los Cursillos de Cristiandad a los hombres no ofrecía duda alguna, y era evidente que su realización constituiría un positivo avance en la vertebración de la Cristiandad [...]» [11].
«[...] Los Cursillos no tienden a aumentar el número de devotos practicantes (muchas veces “practicones”), ni a convertir incrédulos o cretinos, ni a salvar almas perdidas, ni tampoco a aumentar los cuadros de las organizaciones existentes o a crear una nueva organización, sino a vertebrar la Cristiandad a través de [...]» [12].
«[...] La finalidad [...] de los Cursillos es la de “construir y vertebrar la Cristiandad”» [13].
AFIRMA: «Los Cursillos no tienden [...] ni a salvar almas perdidas». Sin embargo, unas páginas más adelante se lee: «[...] ni el juicio subjetivo de la importancia de los hechos o de las circunstancias pueden ser criterios válidos cuando lo que entra en juego son la gloria de Dios y la salvación de las almas [...]» [14]. Sui finalidad «es la de construir y vertebrar la Cristiandad»; es decir, el ideal de Manuel Aparici como ha quedado dicho.
6. PEREGRINAR
« [...] Cuantos crean que por sus estudios teológicos o por su formación son ya cristianos, encontrarán fácil respuesta en esta palabras de Guardini: “El creyente hará bien en no decir que es cristiano, sino que sólo se esfuerza en serlo, porque el cristianismo es precisamente esto, una vital y progresiva incorporación a Cristo, un camino cuya meta es precisamente el caminar, un peregrinar constante que es “caminar por Cristo hacia el Padre, a Impulsos del Espíritu Santo, con la ayuda de María, para llevar consigo a los hermanos”» [15].
La definición Manuel Aparici.
7. EL SACERDOTE, DIRECTOR ESPIRITUAL Y CONSILIARIO
«El sacerdote es, en realidad, escribíamos hace muchos años en “Incunable” el corazón, el eje vivo de todo el Cursillo [...]» [16].
Siendo estudiante en la Universidad Pontifica de Salamanca, Facultad de Teología, Manuel Aparici creó la Academia Sacerdotal –y redactó el texto de la misma–, en cuyo seno germinó la idea de INCUNABLE, «de la que fue promotor, según el Rvdo. D. Luis María Torrá Cuixart [17]. Sin embargo, según el Rvdo. Manuel Pérez Barreiro, fue creada por Manuel Aparici, si bien en otro momento dice que intervino en su creación [18]. Durante su estancia en Salamanca, Manuel Aparici publica en la revista una serie de artículos»[19].
8. FUNCIÓN DEL SACERDOTE EN EL CURSILLO
«Por la función de magisterio ha de “llevar a las conciencias la Palabra de Cristo y hacer que las penetre y conquiste” [...]» [20].
AFIRMA: «Que las penetre y conquiste». «[...] Eduardo –escribe Forteza– planteó el tema en una entrevista personal con el Dr. Hervás a principios de 1952, indicándole que debía cambiarse ese nombre [“Cursillos de Conquista”] “porque a nadie le gusta ser conquistado” y proponiéndole definir un nuevo nombre para el Movimiento, que indicase más claramente el contenido del método».
[1] Segunda Edición. Editado por el Secretariado Nacional de Cursillos de Cristiandad de España, con licencia eclesiástica. 1971. Euramérica, S.A., Madrid.
[2] Pág. 7.
[3] Pág. 10.
[4] SIGNO de fecha 25 de enero de 1950. Ver página web www.peregrinosdelaiglesia.org
[5] C.P. 9107-9162.
[6] Pág. 22.
[7] Pág. 25.
[8] Pág. 33.
[9] Pág. 34.
[10] Pág. 49
[11 Pág. 39.
[12] Págs. 51 y 52.
[13] Pág. 53.
[14] Pág. 77.
[15 Pág. 72.
[16] Págs. 108-109.
[17]
Ciudad del Vaticano (Agencia Fides)- Los orientales, ortodoxos y católicos, celebran la Pascua el próximo domingo, 27 de abril. ¿Por qué a un mes más tarde de nuestra celebración? El Concilio de Nicea del 325 afrontó y definió la “cuestión pascual”, entre aquellos que querían celebrar la fiesta siguiendo el Evangelio de Juan, que sitúa la muerte de Cristo la tarde del 14 del mes hebreo de Nisan -aquellos que la sostenían eran llamados quartodecimani- y aquellos que seguían a los otros tres Evangelistas, que sitúan la pascua el 15, es decir, en coincidencia con la fiesta hebrea del Pessach.
A pesar de las dificultades, la Iglesia celebró “unívocamente” la Pascua desde el 387 hasta 1582, cuando el patriarca de Constantinopla Jeremías II rechazó el calendario reformado del Papa Gregorio XIII. Si bien desde entonces la Pascua no ha vuelto a ser celebrada en modo unívoco, con excepción de los años en que los calendarios coinciden, es cierto que en ambas celebraciones se pueden ver los aspectos comunes y aquellos particulares.
La liturgia oriental destaca el ayuno del Gran Sábado y la Vigilia, en la que se da importancia a la luz y a las lecturas bíblicas; los ritos de la iniciación cristiana con la bendición del agua y el bautismo no son habituales, y se realizan en enero, el día de la teofanía o del Bautismo del Señor, nuestra Epifanía. Un rito sugestivo, leit motiv de la Pascua bizantina, tiene lugar el Sábado santo en la puerta de la Iglesia, donde el celebrante canta: “Cristo ha resucitado de los muertos; con su muerte Él ha vencido a la muerte y a aquellos que estaban en la tumba les ha donado la vida”. Y mientras tanto la cruz toca las puertas que se van abriendo. Todas las campanas retocan, las velas brillan en las manos de todos, mientras se canta el canon pascual de San Juan Damasceno, que corresponde al Exsultet latino atribuido a San Ambrosio.
Una curiosidad: el rito de apertura de las puertas al ser tocadas por la cruz -signo de Cristo que abres las puertas de los infiernos- también estaba presente en el rito antiguo, antes de la reforma de la Semana Santa de Pío XII. Ecumenismo ante litteram, considerando que podría ser retomando en el rito latino antes del ingreso a la Iglesia con el cirio Pascual. Sería una señal en sintonía con la particular atención de Benedicto XVI por el restablecimiento de la tradición litúrgica, apreciado también por los ortodoxos como signo concreto de acercamiento entre cristianos; esto también podría facilitar la realización del llamado del Vaticano II a buscar una fecha común para la celebración de la Pascua “con los hermanos separados por la comunión con la Sede Apostólica” (cf. Apéndice de la Constitución litúrgica, n 1). (Agencia Fides 25/4/2008; líneas 29, palabras 427)
Día 25 de Abril
Fiesta de San Marcos, evangelista
Predicar el Evangelio
En la fiesta del evangelista san Marcos, elevamos nuestro corazón a Dios en acción de gracias por tantos beneficios recibidos a partir del designio de Jesucristo, que estableció a ciertos testigos para transmitir en su nombre la Buena Noticia que Él mismo vino a traer al mundo. El Hijo encarnado debía ascender a los Cielos –a la derecha de Dios, según se nos recuerda hoy– y convenía que quedara un testimonio escrito de la vida del Señor para la humanidad de todos los tiempos. Marcos, compañero en la predicación de los apóstoles Pedro y Pablo, es el autor del Segundo Evangelio, en el que recoge, en buena medida, la predicación del Príncipe de los Apóstoles.
Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura. Estas palabras de Nuestro Señor, pronunciadas inmediatamente antes de ascender a los cielos, fueron las últimas que escucharon los discípulos de sus labios. Durante tres años de convivencia con El, le vieron y escucharon cada día anunciar el Evangelio a todos. Finalmente habían sido testigos de su pasión, muerte y resurrección. Se concluía así el plan redentor de Dios. Los hombres podíamos alcanzar la filiación divina por la virtud de Jesucristo muerto y resucitado: el mérito infinito –por ser Dios– de su sacrificio en la Cruz quedaba para siempre, como un tesoro, a disposición de cada hombre. Su vida entregada en el Calvario era, en verdad, el cumplimiento exacto de las palabras que dirigió Jesús a Nicodemo: Igual que Moisés levantó la serpiente en el desierto, así debe ser levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea tenga vida eterna en él. Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Insistamos en nuestra gratitud a la Providencia divina, que ha dispuesto de modo tan admirable la transmisión de su mensaje salvador hasta el final de los tiempos. Aquella serpiente de bronce que construyó Moisés para que los israelitas, al mirarla, sanaran de las mordeduras de las serpientes en el desierto –según cuenta el libro del Éxodo–, era una imagen de Jesucristo crucificado, que salva para la Vida Eterna a los que creen en Él. Era preciso que no viviéramos los hombres de espaldas a esta admirable verdad. Que reconociéramos el amor sin medida de Dios por nosotros, manifestado en que entregó a su Hijo Unigénito, para la salvación de todo el que crea en Él, y sea consecuente con su fe.
Esta festividad es una buena ocasión para tomar viva conciencia de la responsabilidad que a cada uno nos corresponde, como apóstoles y, en cierta medida, también evangelistas en el tiempo presente. Somos, en efecto, discípulos del mismo Jesucristo al que siguieron los Doce Apóstoles y tantos más desde entonces. De palabra y –¿por qué no?– por escrito, como san Marcos, es necesario dar a conocer, cada día con más urgencia, la gran noticia de que Dios nos ha creado para una existencia que no es solamente terrena: que, en Jesucristo y por El, llegamos a ser verdaderamente hijos de Dios, capaces de vivir eternamente en la intimidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
No es lo habitual que los hombres tengan como ocupación exclusiva la evangelización. Es cierto que Dios ha escogido siempre a algunos hombres, como escogió a los Doce Apóstoles, para que, libres de otras ocupaciones materiales nobles, se dedicaran de modo exclusivo a la extensión del Reino de Dios. Pero, esta especial dedicación de unos pocos, en relación con el conjunto de la sociedad, no impide a los demás fieles cristianos la difusión del Evangelio, ni les excusa de la responsabilidad de ser apóstoles. Ser apóstoles no es sino manifestar con la propia vida –con el ejemplo de la palabra– que somos hijos de Dios.
Pocas veces es necesario hacer algo especial o que llame la atención. El atractivo del mensaje de Cristo, encarnado en nuestra vida, se manifiesta por la serena paz que no pasa inadvertida en este mundo lleno de tensiones y discordias: por la alegría sincera que se procura difundir, aunque sean evidentes diversas dificultades, incluso el dolor; por la fecundidad a diversos niveles: hijos, amigos, trabajo..., porque el bien de suyo es difusivo y, unida a Dios como el sarmiento a la vid, la vida cristiana necesariamente fructifica. Sin embargo, el amor a Dios y a sus hijos, los demás hombres, no dejan al cristiano satisfecho con el bien que realiza por su buen ejemplo, y procura hablar de Dios y de la vida que espera de nosotros con sus familiares, con sus amigos, con sus compañeros de trabajo o de diversión... Y lo hace con la misma sencillez y franqueza con que trata de los demás asuntos de mutuo interés.
Le ilusiona al cristiano ver a todos los hombres cerca de Dios, que lo tienen cada día más presente en sus vidas, que lo aman. Desea el apóstol una sociedad en la que Cristo pudiera vivir a gusto, sin entristecerse hasta llorar, como cuando, contemplando Jerusalén, se lamentaba porque no había reconocido su venida salvadora y pocos años después sería destruida: no dejarán en ti piedra sobre piedra, aseguró. Le ilusiona, en fin, ver a María Santísima –madre de Dios y Más de nuestra– filialmente reconocida por todos sus hijos, los hombres, mientras suavemente, maternalmente, nos conduce a la Casa de nuestros Padre.
NOVEDADES FLUVIUM
Día 27 de Abril En este sexto domingo de Pascua nos ofrece la Liturgia otro pasaje del Evangelio de san Juan que se refiere nuevamente a la vida en Cristo a la que Dios nos destina. En la intimidad de la Ultima Cena Jesús manifiesta a sus discípulos el sentido profundo de su presencia entre los hombres: que podamos recibir el Espíritu Santo; que podamos, así, ser amados por Dios.
VI Domingo de Pascua
La auténtica vida nuestra
Recibir el amor de Dios es lo máximo. En ese amor están contenidos todos los tesoros que pueden ser pensados: aquello que satisface plenamente y sin cansancio nuestros apetitos, no solamente de modo genérico, en cuanto personas que somos, sino nuestros deseos y gustos individuales. Dios, que nos ha creado, conoce a la perfección lo que satisface a cada uno.
Es Dios quien toma la iniciativa, ya que, siendo criaturas, en modo alguno podíamos prever la grandeza de la vida en Él mismo a la que nos invita, gracias a su amor totalmente desinteresado. Reconocemos, pues, que con la misma libertad con que crea, llamando a la existencia a las demás criaturas, a los hombres los hace dignos de Sí: con capacidad para acoger su amor y para manifestarle amor.
¡Sólo las bestias no rezan!, afirmaba con fuerza san Josemaría. Quería referirse a que lo más propio del ser humano es su relación con Dios, consciente y libre: ese trato personal y espiritual, que solamente la criatura humana puede tener en este mundo con el Creador, y que llamamos oración. No rezar, por tanto, es quedarse –en cierta medida, al menos– al nivel de los irracionales, que no pueden rezar. Orar, por el contrario, por cuanto supone entrar en relación con el Ser más grandioso que existe y podemos pensar, es lo que objetivamente más nos dignifica. Lo que, por otra parte, nos puede proporcionar la máxima impresión de plenitud. Podemos afirmar, sin duda, que valemos tanto como vale nuestra oración.
En la misma raíz de tal dignidad humana está la libertad: característica decisiva del hombre, de la que no gozan los demás seres creados de este mundo. Haciéndonos libres –a su imagen y semejanza–, podemos lograr a Dios nosotros mismos, aunque necesariamente deba ser por su omnipotencia. Si me amáis..., dice. Porque Jesús quiere garantizar nuestra libertad y condiciona la acción divina sobre el hombre –siempre amorosa y enriquecedora– al consentimiento humano. Pero ese amor a Dios, que debe concretarse en las obras que espera de nosotros –los mandamientos–, es el comienzo de la vida divina para la que fuimos creados. Este modo de existir totalmente distinto, sobrenatural, no puede ser sino por un nuevo don –la Gracia o participación en su naturaleza divina– que enriquece más la nuestra, ya de suyo superior al resto de la creación corpórea.
El Espíritu, en efecto, es la gran Novedad de Dios para el hombre. Es la tercera de las personas divinas, enviado por el Padre y el Hijo, que nos hace vivir en Dios; lo cual supone tal fortuna que somos incapaces de valorar adecuadamente. Sin embargo, ocupados como estamos en tantas cosas –a veces, demasiado ocupados, e incluso absortos por lo material de cada día–, esa vida en Dios para la que fuimos creados, la única que propiamente nos corresponde y que da razón de nuestra dignidad, nos puede parecer poco importante. Sería algo –podríamos pensar– de lo que ocuparse cuando lo demás, lo propiamente decisivo, por así decir, estuviera resuelto.
No queramos caer en la trampa que, como a un animal más, nos tienden los bienes sensibles, por su atractivo o con su urgencia. Así se nos antoja lo que apetece, el progreso, el descanso, la comodidad... Pero gracias a la inteligencia, podemos descubrir el engaño que esconde de suyo la satisfacción sin medida de los apetitos, cuando no se moderan por la decisión de buscar a Dios en todo. Ese modo de actuar, supondría utilizar egoístamente lo que nos ha concedido Dios para nuestro verdadero fin, para amarle. Sería ponernos a nosotros mismos en lugar a de Dios como fin de la vida. Nos interesa, por consiguiente, estar prevenidos, desconfiar de nuestras tendencias –no por ser nuestras son siempre buenas–, que incitan a conducir la vida humana al margen de Dios: por caminos que, aunque los transitemos libremente y sean apetecibles, no concluyen en nuestra genuina e inigualable plenitud. El hombre no es como un pez, que no sabe descubrir en la carnaza que le atrae el engaño mortal. Tenemos capacidad para descubrir que sólo es Dios el Bien que nos dignifica.
El paso del tiempo y las diversas experiencias en la vida de los hombres nos han enseñado además que, hasta por razones de bienestar y eficacia, nos conviene acatar la ley de Dios. De lo contrario, nos tocará casi siempre reconocer, y bastante pronto, que la felicidad de lo meramente fácil o atrayente era sólo una apariencia de felicidad o cosa de pocos momentos. Contamos, en cambio con el ejemplo estimulante de nuestra Madre, verdaderamente feliz por Dios, siendo su esclava.
NOVEDADES FLUVIUM
Predicador del Papa: El cristiano debe ser «otro Cristo» y «otro Paráclito»
Comentario del padre Cantalamessa a la liturgia del próximo domingo
ZENIT publica el comentario del padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap. --predicador de la Casa Pontificia-- a la Liturgia de la Palabra del domingo, VI de Pascua, 27 de Abril de 2007.
VI Domingo de Pascua
Hechos 8,5-8.14-17; 1 Pedro 3,15-18; Juan 14, 15-21
Ser paráclitos
En el Evangelio Jesús habla del Espíritu Santo a los discípulos con el término «Paráclito», que significa consolador, o defensor, o las dos cosas a la vez. En el Antiguo Testamento, Dios es el gran consolador de su pueblo. Este «Dios de la consolación» (Rm 15,4) se ha «encarnado» en Jesucristo, quien se define de hecho como el primer consolador o Paráclito (Jn 14,15). El Espíritu Santo, siendo aquel que continúa la obra de Cristo y que lleva a cumplimento las obras comunes de la Trinidad, no podía dejar de definirse, también Él, Consolador, «el Consolador que estará con vosotros para siempre», como le define Jesús. La Iglesia entera, después de la Pascua, tuvo una experiencia viva y fuerte del Espíritu como consolador, defensor, aliado, en las dificultades externas e internas, en las persecuciones, en los procesos, en la vida de cada día. En Hechos de los Apóstoles leemos: «La Iglesia se edificaba y progresaba en el temor del Señor y estaba llena de la consolación (¡paráclesis!) del Espíritu Santo» (9,31).
Debemos ahora sacar de ello una consecuencia práctica para la vida. ¡Tenemos que convertirnos nosotros mismos en paráclitos! Si bien es cierto el cristiano debe ser «otro Cristo», es igualmente cierto que debe ser «otro Paráclito». El Espíritu Santo no sólo nos consuela, sino que nos hace capaces de consolar a los demás. La consolación verdadera viene de Dios, que es el «Padre de toda consolación». Viene sobre quien está en la aflicción; pero no se detiene en él; su objetivo último se alcanza cuando quien ha experimentado la consolación se sirve de ella para consolar a su vez al prójimo, con la misma consolación con la que él ha sido consolado por Dios. No se conforma con repetir estériles palabras de circunstancia que dejan las cosas igual ("¡Ánimo, no te desalientes; verás que todo sale bien!"), sino transmitiendo el auténtico «consuelo que dan las Escrituras», capaz de «mantener viva nuestra esperanza» (Rm 15,4). Así se explican los milagros que una sencilla palabra o un gesto, en clima de oración, son capaces de obrar a la cabecera de un enfermo. ¡Es Dios quien está consolando a esa persona a través de ti!
En cierto sentido, el Espíritu Santo nos necesita para ser Paráclito. Él quiere consolar, defender, exhortar; pero no tiene boca, manos, ojos para «dar cuerpo» a su consuelo. O mejor, tiene nuestras manos, nuestros ojos, nuestra boca. La frase del Apóstol a los cristianos de Tesalónica: «Confortaos mutuamente» (1Ts 5,11), literalmente se debería traducir: «sed paráclitos los unos de los otros». Si la consolación que recibimos del Espíritu no pasa de nosotros a los demás, si queremos retenerla egoístamente para nosotros, pronto se corrompe. De ahí el porqué de una bella oración atribuida a San Francisco de Asís, que dice: «Que no busque tanto ser consolado como consolar, ser comprendido como comprender, ser amado como amar...».
A la luz de lo que he dicho, no es difícil descubrir que existen hoy, a nuestro alrededor, paráclitos. Son aquellos que se inclinan sobre los enfermos terminales, sobre los enfermos de Sida, quienes se preocupan de aliviar la soledad de los ancianos, los voluntarios que dedican su tiempo a las visitas en los hospitales. Los que se dedican a los niños víctimas de abuso de todo tipo, dentro y fuera de casa. Terminamos esta reflexión con los primeros versos de la Secuencia de Pentecostés, en la que el Espíritu Santo es invocado como el «consolador perfecto»:
«Ven, Padre de los pobres; ven, Dador de gracias, ven, luz de los corazones.
Consolador perfecto, dulce huésped del alma, dulcísimo alivio.
Descanso en la fatiga, brisa en el estío, consuelo en el llanto».
[Traducción del original italiano por Marta Lago]
Alfonso Aguiló
Combatir contra uno mismo es la batalla más difícil y, junto a ello, vencerse a sí mismo es la victoria más importante. Al intelecto corresponde regir la conducta humana, y esto constituye una pelea diaria contra todo lo que en nuestra vida debe mejorar, o contra lo que nos aleja de los objetivos que nos hemos marcado.
—¿Pero no es poco natural eso de marcarse objetivos contra uno mismo...?
No creas. Ya hablamos de ello antes, a propósito del carácter. Sin excesiva formalidad, pero debemos conocernos un poco y tener claro cuáles son nuestros defectos dominantes para ir superándolos.
Debemos otorgar, en definitiva, a la inteligencia y a la voluntad, ese señorío sobre los actos todos de nuestra vida. Repasemos unos cuantos detalles prácticos sobre señorío personal.
Serenidad y equilibrio. Tiene múltiples manifestaciones en la vida diaria. Las personas serenas saben mantener la lucha en varios frentes sin azorarse, son capaces de tener dos cosas a la vez en la cabeza. No se vienen abajo cuando sufren un contratiempo.
Paciencia. Hay que aprender a esperar, a dar tiempo al tiempo. Como siempre, además, suelen ser precisamente los más impacientes y que más exigen a los demás quienes luego más transigen consigo mismo y con más facilidad justifican todo lo que hacen, incluso aquello que verían mal si lo hicieran otros.
Elegancia ante el fracaso o el triunfo. También es señorío saber hacer frente con elegancia al fracaso y al triunfo. No ser de esos que se les suben a la cabeza los primeros éxitos y se hunden luego al mínimo contratiempo. Si se viene abajo lo que estamos haciendo, hemos de ser capaces de volver a empezar sin nerviosismos; o conservar la calma cuando todo va mal, y los demás pierden los papeles.
Quienes mantienen el aplomo y la entereza en circunstancias difíciles, tienen un especial atractivo humano; y los que no, dan pena: en cuanto algo no sale conforme a sus previsiones pierden su habitual buen talante y no hay quien les soporte.
Nobleza. Lealtad. Señorío ante el agravio. Ser leal, mantener la palabra dada, no recurrir al insulto ante una afrenta; son también manifestaciones de señorío y clase humana. Igual que aprender a defenderse del inicuo agresor sin entrar en su sucio juego de injurias y de mentiras; y también en su ausencia: hemos de tener horror a la murmuración, que produce unos efectos demoledores en cualquier ambiente.
Acostumbrarse a hablar bien de los demás, en cambio, es una costumbre muy recomendable. Todavía recuerdo con emoción el funeral de aquel amigo, excelente profesional fallecido en accidente de tráfico; al terminar, uno de sus compañeros me decía: "mira, le tenía una gran estima porque sabía hablar bien de la gente; llevaba dieciocho años trabajando a su lado y jamás le oí murmurar de nadie".
Control de la imaginación. A lo mejor empezamos a leer una página y tenemos que volverla a leer porque no nos enteramos de lo que dice... por falta de atención. Quizá, ante algo con lo que soñamos, mostramos una inquietud grande, que raya en la ansiedad. O somos distraídos y fantasiosos, con tendencia al desánimo. Todas esas señales pueden ser consecuencia de la falta de un suficiente control personal de la propia imaginación; una difícil batalla contra esa potencia humana que a veces se convierte en un enemigo íntimo que hace daño.
A todo el mundo le llegan momentos más o menos largos de desánimo o de pesimismo, y cada uno de nosotros debemos saber que no somos excepción. En muchos casos esas crisis provienen de un excesivo darse vueltas alrededor de uno mismo con la imaginación, y desaparecerían con un poco de disciplina mental, sabiendo orientar —como un guardia de circulación— esos pensamientos inútiles que a veces tanto estorban. Ese sano dominio sobre la fantasía y de la memoria será una protección ante los peligros del pesimismo, la tristeza y la vanidad.
Rechazo de la envidia. A cuántos les viene la tristeza por las rendijas de la envidia, porque se alegran de los fracasos de los demás y en absoluto sufren con sus dolores o preocupaciones. No les sucedería si cortaran de raíz cualquier asomo de desazón o de celos por esta causa.
Borrar el resentimiento. Otro de los peligros de ese mundo interior enrarecido de que hablamos es que sirve de caldo de cultivo de agravios y rencores de todo tipo. Es un ambiente cerrado donde a veces sólo se mantiene el recuerdo de las afrentas y de los desplantes. Hemos de aprender a perdonar y a olvidar, que son llaves de entrada a esa preciada paz interior.
Ante un enfado hay que preguntarse: ¿vamos a mantener en la memoria estas palabras de hoy que nos separan? Si alguien tiene una queja contra mí, si yo tengo una queja contra alguien...¡vamos a olvidarla o vamos a arreglarla! Parece a lo mejor difícil, pero muchas veces la paz está en el olvido y en el mutuo entendimiento.
Orden. Otro punto importante es el orden en la cabeza, ser dueños del propio tiempo y de la agenda, tener un claro orden de prioridades en lo que hemos de hacer, no empezar siempre por lo que más apetece o reviste una urgencia momentánea sin pararse a pensar si eso es lo más importante. El mundo está lleno de hombres perezosos que no paran de trabajar y de moverse...
—Oye, un momento, ¿cómo es posible eso?
Es la pereza activa: hacer cosas constantemente, pero no las que deberían hacerse. Hay estudiantes que cuando tenían que estar estudiando despliegan otras grandes actividades, de por sí buenas, pero inoportunas; padres de familia que no paran de ir de un lado a otro cuando deberían estar con su mujer y sus hijos; trabajadores maniáticos que se entretienen en detalles inútiles dejando escapar lo principal de su tarea. Es la común tentación de hacer lo urgente antes que lo importante, lo fácil antes que lo difícil, lo que se termina pronto antes que lo que requiere un esfuerzo continuado.
Con un poco de orden se puede sacar tiempo para todo: el padre de familia, para los suyos; el profesor, para mejorar su preparación; el trabajador empedernido, para su descanso y diversión; y todos, para su trato con Dios y para cultivar el espíritu. Es evidente que no se puede llegar a hacer en la vida todo lo que uno quisiera, porque no hay tiempo; el problema es por dónde se recorta, y esa decisión no la debe tomar el capricho.
Escuchar la corrección. Otra gran cualidad del hombre sensato es saber escuchar la corrección del amigo leal. No ser de esos que sólo admiten adulaciones, que no se les puede decir nada; que si, a solas y con caridad, un buen amigo les advierte de algún detalle que afea su conducta, jamás lo admiten, o lo toman a mal. Son personas que parece que todo lo tuvieran que hacer bien por definición. Nunca reconocen su error; no se aplican aquello de que "de sabios es rectificar" y, en el fondo, son muy ignorantes por culpa de su cerrazón ante toda idea que no sale de su propia cabeza.
Por el contrario, debemos guardar un especial afecto y estima a las personas que alguna vez han tenido el valor necesario para advertirnos de algo que en nosotros no iba bien, y agradecérselo.
Mensaje que ha enviado Benedicto XVI a los participantes en el seminario internacional organizado por el Consejo pontificio Justicia y paz sobre el tema: «Desarme, desarrollo y paz. Perspectivas para un desarme integral» celebrado en el Vaticano entre el 11 y el 12 de abril.
Venerado hermano
Señor cardenal
RENATO RAFFAELE MARTINO
Presidente del Consejo pontificio Justicia y paz
Con vivo placer envío un cordial saludo a los participantes en el Seminario internacional organizado por el Consejo pontificio Justicia y paz sobre el tema: «Desarme, desarrollo y paz. Perspectivas para un desarme integral», expresando profundo aprecio por una iniciativa tan oportuna. A usted, señor cardenal, y a cuantos participan en él, les aseguro mi cercanía espiritual.
El tema sobre el que vais a reflexionar es muy actual. La humanidad ha alcanzado un formidable progreso en la ciencia y en la técnica. El ingenio humano ha producido frutos inimaginables hace pocos decenios. Al mismo tiempo, en el mundo siguen existiendo áreas sin un adecuado nivel de desarrollo humano y material; muchos pueblos y personas están privados de los derechos y las libertades más elementales. Incluso en las regiones del mundo que gozan de un elevado nivel de bienestar parecen ensancharse las bolsas de marginación y miseria.
El proceso mundial de globalización ha abierto nuevos horizontes, pero tal vez no ha dado aún los resultados esperados. Y aunque, después de los horrores de la segunda guerra mundial, la familia humana ha dado prueba de gran civilización fundando la Organización de las Naciones Unidas, hoy la comunidad internacional parece desorientada. En diversas áreas del mundo persisten tensiones y guerras, e incluso donde no se vive la tragedia de la guerra predominan sentimientos de miedo e inseguridad. Además, fenómenos como el terrorismo a escala mundial hacen frágil el confín entre la paz y la guerra, poniendo en serio peligro la esperanza del futuro de la humanidad.
¿Cómo responder a estos desafíos? ¿Cómo reconocer los "signos de los tiempos"? Ciertamente, hace falta una acción común en el ámbito político, económico y jurídico, pero, antes aún, es necesaria una reflexión común en el ámbito moral y espiritual; parece cada vez más urgente promover un "nuevo humanismo", que ilumine al hombre en la comprensión de sí mismo y del sentido de su camino en la historia.
Al respecto, cuán actual es la enseñanza del siervo de Dios Papa Pablo VI y su propuesta de un humanismo integral, es decir, orientado a «promover a todos los hombres y a todo el hombre» (Populorum progressio, 14). El desarrollo no puede reducirse a un simple crecimiento económico: debe abarcar la dimensión moral y espiritual; un auténtico humanismo integral debe ser al mismo tiempo solidario, y la solidaridad es una de las expresiones más elevadas del espíritu humano; pertenece a sus deberes naturales (cf. St 2, 15-16) y vale tanto para las personas como para los pueblos (cf. Gaudium et spes, 86); de su aplicación dependen el pleno desarrollo y la paz, pues el hombre, cuando sólo busca el bienestar material permaneciendo encerrado en su propio yo, se cierra a sí mismo el camino hacia la plena realización y la auténtica felicidad.
En vuestro seminario reflexionáis sobre tres elementos interdependientes entre sí: el desarme, el desarrollo y la paz. En efecto, no se puede concebir una paz auténtica y duradera sin el desarrollo de todas las personas y de todos los pueblos: Pablo VI dijo que «el desarrollo es el nuevo nombre de la paz» (ib., 87). Y no se puede realizar una reducción de armamentos si antes no se elimina la raíz de la violencia, o sea, si antes el hombre no se orienta decididamente a la búsqueda de la paz, de lo bueno y de lo justo. La guerra, como toda forma de mal, tiene su origen en el corazón del hombre (cf. Mt 15, 19; Mc 7, 20-23). En este sentido, el desarme no sólo se refiere a los armamentos de los Estados, sino que también implica a todos los hombres, llamados a desarmar su corazón y a ser por doquier constructores de paz.
Mientras exista el peligro de una agresión, el armamento de los Estados será necesario por razones de legítima defensa, que constituye uno de los derechos inalienables de los Estados, pues también guarda relación con el deber de los Estados de defender la seguridad y la paz de los pueblos. Sin embargo, no parece lícito cualquier nivel de armamento, porque «cada Estado puede poseer únicamente las armas necesarias para garantizar su legítima defensa» (Consejo pontificio Justicia y paz, El comercio internacional de armas, Ciudad del Vaticano, 1994, p. 13). La falta de respeto de este "principio de suficiencia" conduce a la paradoja por la que los Estados amenazan la vida y la paz de los pueblos que pretenden defender; y los armamentos, en vez de ser garantía de paz, corren el riesgo de convertirse en una trágica preparación para la guerra.
Existe, además, una estrecha relación entre desarme y desarrollo. De hecho, los ingentes recursos materiales y humanos empleados en gastos militares y en armamentos se sustraen a los proyectos de desarrollo de los pueblos, especialmente de los más pobres y necesitados de ayuda. Y esto va contra lo que afirma la misma Carta de las Naciones Unidas, que compromete a la comunidad internacional, y a los Estados en particular, a "promover el establecimiento y el mantenimiento de la paz y de la seguridad internacional con el mínimo dispendio de los recursos humanos y económicos mundiales en armamentos" (art. 26).
En efecto, ya Pablo VI, en 1964, pidió a los Estados que redujeran el gasto militar de armamentos y crearan, con los recursos ahorrados de este modo, un fondo mundial destinado a proyectos de desarrollo de las personas y de los pueblos más pobres y necesitados (cf. Mensaje a los periodistas para el mundo, 4 de diciembre de 1964). Pero lo que está sucediendo es que la producción y el comercio de armas aumentan continuamente y desempeñan un papel impulsor en la economía mundial. Más aún, existe una tendencia a superponer la economía civil sobre la militar, como muestra la difusión continua de bienes y conocimientos para un «uso dual», o sea, para el posible doble uso, civil y militar. Este peligro es grave en los sectores biológico, químico y nuclear, en los que los programas civiles jamás serán seguros sin el abandono general y completo de los programas militares y hostiles. Por eso, renuevo el llamamiento para que los Estados reduzcan los gastos militares en armamentos y tomen seriamente en consideración la idea de crear un fondo mundial, que se destine a proyectos de desarrollo pacífico de los pueblos.
Existe igualmente una estrecha relación entre el desarrollo y la paz, en un doble sentido. En efecto, puede haber guerras desencadenadas por graves violaciones de los derechos humanos, por la injusticia y la miseria, pero no hay que descuidar el peligro de verdaderas "guerras de bienestar", es decir, causadas por la voluntad de extender o conservar el dominio económico en perjuicio de los demás. El simple bienestar material, sin un coherente desarrollo moral y espiritual, puede cegar al hombre hasta el punto de impulsarlo a matar a su hermano (cf. St 4, 1 ss). Hoy, de modo aún más urgente que en el pasado, es necesaria una decidida opción de la comunidad internacional en favor de la paz. En el plano económico, es preciso hacer que la economía se oriente al servicio de la persona humana, a la solidariedad, y no sólo al lucro.
En el ámbito jurídico, los Estados están llamados a renovar su compromiso, de modo particular por el respeto de los tratados internacionales vigentes sobre el desarme y el control de todos los tipos de armas, así como por la ratificación y la consiguiente entrada en vigor de los instrumentos ya adoptados, como el Tratado sobre la prohibición general de pruebas nucleares, y por el éxito de los negociaciones actuales, como las que se están realizando sobre las armas de racimo, sobre el comercio de armas convencionales o sobre el material fisible. Por último, es necesario esforzarse todo lo posible contra la proliferación de armas ligeras y de bajo calibre, que alimentan las guerras locales y la violencia urbana, y matan cada día a demasiadas personas en todo el mundo.
Sin embargo, sin una conversión del hombre al bien en el plano cultural, moral y espiritual, será difícil encontrar una solución a las diversas cuestiones de índole técnica. Todo hombre, en cualquier condición, está llamado a convertirse al bien y a buscar la paz, en su corazón, con el prójimo, en el mundo. En este sentido, sigue siendo siempre válido el magisterio del beato Papa Juan XXIII, que indicó con claridad el objetivo de un desarme integral, afirmando: «Ni el cese en la carrera de armamentos, ni la reducción de las armas, ni, lo que es fundamental, el desarme general son posibles si este desarme no es absolutamente completo y llega hasta las mismas conciencias; es decir, si no se esfuerzan todos por colaborar cordial y sinceramente en eliminar de los corazones el temor y la angustiosa perspectiva de la guerra» (Pacem in terris, 113).
Al mismo tiempo, no hay que descuidar el efecto que los armamentos producen en el estado de ánimo y en el comportamiento del hombre, pues las armas tienden a alimentar a su vez la violencia. Pablo VI captó de modo muy agudo este aspecto en su Discurso a la Asamblea general de las Naciones Unidas de 1965. En aquella sede, a donde también yo me preparo para ir en los próximos días, afirmó: «Las armas, sobre todo las terribles armas que os ha dado la ciencia moderna, antes aún de causar víctimas y ruinas, engendran malos sueños; alimentan malos sentimientos; crean pesadillas, desconfianzas, negras resoluciones; exigen enormes gastos; detienen los proyectos de solidaridad y de trabajo útil; alteran la psicología de los pueblos» (n. 5).
Como muchas veces reafirmaron mis predecesores, la paz es un don de Dios, un don valioso que hay que buscar y conservar también con medios humanos. Por consiguiente, es precisa la aportación de todos y es cada vez más necesaria una amplia difusión de la cultura de la paz y una educación común para la paz, sobre todo de las nuevas generaciones, con respecto a las cuales las generaciones adultas tienen graves responsabilidades. Por lo demás, subrayar el deber de cada hombre de construir la paz no significa descuidar la existencia de un verdadero derecho humano a la paz. Derecho fundamental e inalienable; más aún, derecho del que depende el ejercicio de todos los demás derechos: "Es tan grande el bien de la paz -escribió san Agustín-, que aun en las cosas terrenas y mortales no solemos oír cosa de mayor gusto, ni desear objeto más agradable, ni, finalmente, podemos hallar cosa mejor" (La Ciudad de Dios, XIX, 11).
Señor cardenal y participantes en el seminario, dirigiendo la mirada a las situaciones concretas en las que vive hoy la humanidad, se podría sentir la tentación del desaliento y la resignación: en las relaciones internacionales a veces parecen prevalecer la desconfianza y la soledad; los pueblos se sienten divididos, y unos contra otros. Una guerra total, de terrible profecía corre el riesgo de transformarse en trágica realidad. Pero la guerra jamás es inevitable, y la paz siempre es posible, más aún, es un deber.
Así pues, ha llegado el momento de cambiar el curso de la historia, de recuperar la confianza, de cultivar el diálogo, de alimentar la solidaridad. Estos son los nobles objetivos que inspiraron a los fundadores de la Organización de las Naciones Unidas, verdadera experiencia de amistad entre los pueblos. El futuro de la humanidad depende del compromiso de todos. Sólo persiguiendo un humanismo integral y solidario, en cuyo contexto también la cuestión del desarme asume un carácter ético y espiritual, la humanidad podrá caminar hacia la anhelada paz auténtica y duradera.
Ciertamente, este camino no es fácil, y está sometido a peligros, como reconoció hace ya treinta años mi venerado predecesor Pablo VI en el Mensaje a la primera sesión especial sobre desarme de la Asamblea general de las Naciones Unidas: «El camino que conduce a la instauración de un orden internacional nuevo, capaz de eliminar las guerras y sus causas, y, por consiguiente, capaz de hacer superfluas las armas, no podrá ser, sin embargo, tan corto como quisiéramos» (Mensaje del 24 de mayo de 1978, n. 6: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 18 de junio de 1978, p. 11).
Los creyentes encuentran apoyo en la palabra de Dios, que nos anima a la fe y a la esperanza, con vistas a la paz definitiva del reino de Dios, donde «la misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan» (Sal 85, 11). Por eso, con ardiente oración imploramos de Dios el don de la paz para toda la humanidad.
Con estos sentimientos, renuevo mi felicitación al Consejo pontificio Justicia y paz por haber promovido y organizado este encuentro sobre un tema tan delicado y urgente, aseguro un recuerdo particular en la oración por el éxito de los trabajos, y de corazón envío a todos una especial bendición apostólica.
Vaticano, 10 de abril de 2008
[Traducción distribuida por la Santa Sede
© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]
Está ubicada junto a las Casas Capitulares y se está estudiando la redacción del proyecto. El acceso al futuro museo será gratuito y se podrán ver textiles, orfebrería, imaginería, belenes, pinturas y esculturas.
(EL DÍA, 25 - IV, D. BARBUZANO, La Laguna) La antigua casa número 33 de la calle Bencomo, adquirida por la Iglesia, será, una vez restaurada, la nueva sede del museo de los tesoros que, durante siglos, ha conservado la Catedral.
La vivienda es de dos plantas y antiguamente albergó el popular restaurante La Casa. Lo importante es que se encuentra anexa a las Casas Capitulares, con lo que, una vez restaurada la Catedral, formará un conjunto de alto valor arquitectónico, histórico, religioso y artístico.
El deán y ecónomo del Obispado, Julián de Armas, destacó a EL DÍA que para llevar a cabo este proyecto hay un convenio entre el Ayuntamiento de La Laguna, el Cabildo Insular de Tenerife y el Gobierno de Canarias. Añadió que en la actualidad se está estudiando el proyecto para restaurar la casa del museo.
El antiguo museo de la Catedral poseía auténticas joyas tanto desde el punto de vista textil, como de la orfebrería, la imaginería y la pintura, que en el nuevo centro, al disponer de más espacio, podrán ser admiradas de mejor manera. Un material al que le será añadida la excelente colección de belenes cedida por Julián de Armas.
Con respecto a los textiles hay que destacar que se remontan, incluso, al siglo XVII, y están formados por mantos y trajes de las diferentes imágenes que posee el templo, además de valiosos ternos compuestos por casullas, dalmáticas y capas pluviales, prendas que utilizaban los sacerdotes para celebrar las misas. Parte de estos ropajes pertenecieron al arzobispo Cristóbal Bencomo, y sobresalen por sus ricos bordados, elaborados a base de hilos de colores y de oro y algunos adornos de pedrería.
Se espera que el público pueda admirar la siguiente cantidad de objetos: esculturas y pinturas (50 obras), orfebrería (200 piezas), textil (1.500 piezas) y belenes (420 nacimientos de los cinco continentes).
Este complejo museístico contará, además, con varias salas para actividades culturales y pastorales, como, por ejemplo, conferencias y exposiciones.
Un museo vivo
El deán del Cabildo Catedral de La Laguna, Julián de Armas Rodríguez, destacó en su día que "este proyecto es importante porque aportará a la sociedad un museo vivo, ya que se darán a conocer al público aquellos objetos que son utilizados a diario en el proceso litúrgico". Estos elementos pertenecen a los siglos XVII, XVIII y XIX y motivarán que el museo textil sea uno de los más importantes en su ámbito en el panorama de las Islas Canarias.
Los belenes que se expondrán pertenecen a 11 países y han sido donados por el sacerdote Julián de Armas Rodríguez.
El museo de la orfebrería mostrará piezas originarias de distintos mercados europeos y latinoamericanos a partir del siglo XVI, mientras que el museo de la escultura y la pintura expondrá obras escultóricas a partir del siglo XVI, con muestras de imagineros de la talla de Roque Balduque, y pinturas como las de Juan de Miranda, Cristóbal Hernández de Quintana y José Rodríguez de la Oliva.
Además, hay que destacar que este proyecto se completa con el museo de iconos, ya inaugurado, y que recoge 160 auténticas piezas de muy diverso origen.
Todas las obras de gran valor que posee la Catedral no están en dicho templo, para que no se deterioren al estar cerrado, y se encuentran, según ha podido saber este periódico, en un lugar donde están perfectamente conservadas e incluso aireadas para que no sufran ningún desperfecto.
El Delegado Diocesano de la Diócesis de Tenerife nos envía los materiales para la celebración de la Jorada de Vocaciones Nativas 2008 y presenta la Campaña.
DELEGACIÓN DIOCESANA DE MISIONES
OBISPADO DE TENERIFE
7 de abril de 2008
Querido hermano/a:
Te deseo que la paz y la alegría de Cristo Resucitado inunden tu corazón.
Una vez más me pongo en contacto contigo para enviarte los materiales de jornada misionera, VOCACIONES NATIVAS. Antiguamente se llamaba "Clero Indígena" peque al principio se pensaba en clave vocacional de cara al sacerdocio, actualmente se pretende un acercamiento y solidaridad con todas las vocaciones de especial consagración. Esta jornada a pesar de celebrarse desde hace mucho tiempo y que tuvo sus inicios hace 120 años es poco conocida y como consecuencia poco valorada. Es de suma importancia el que la potenciemos pues si en las iglesias antiguas estamos pasando por un invierno vocacional no es menos cierto que las iglesias jóvenes hay un despertar vocacional del cual incluso nosotros nos beneficiamos, basta observar los institutos religiosos presentes en nuestra diócesis. Nos decía nuestro amado Juan Pablo II: "Pido al Señor, y así nos lo permita y conceda a toda la Iglesia, que nadie llamado por el Señor al sacerdocio o a la vida religiosa en tierras de misión, en las iglesias nacientes, quede excluido por falta de recursos materiales o económicos".
Te recomiendo que leas detenidamente el tríptico o la revista iluminare donde se ofrece abundante información que nos ayudará en esta tarea de animación y sensibilización misionera, un medio eficaz para proponerlo personalmente o en grupo es el compromiso material mediante el sistema de becas cuya información está bien explicada en los materiales adjuntos. El lema escogido para este año, Responsabilidad de TODOS, debe de ayudamos a ponerle un poco más de cariño a esta jornada de trascendental importancia para el afianzamiento de nuevas comunidades cristianas, pues los consagrados en totalidad al anuncio del Evangelio dan vitalidad y hondura al compromiso cristiano.
Una vez más pedimos, si alguien no lo ha hecho, que nos envíen su parecer sobre los materiales, especialmente con las cantidades respectivas, en orden a economizar lo más posible. En la oficina de la Delegación también podrán encontrar material audiovisual para el apoyo formativo de nuestros grupos y comunidades.
Sin otro particular quedo a tu disposición.
Juan Manuel Yanes Marrero
Delegado de Misiones
(Estamos construyendo un templo)
25 de Abril
(Fuente de la Guancha) Nos disponemos a celebrar el día de la Vocaciones Nativas el próximo domingo 27 de Abril, sexto de pascua. La Delegación Diocesana de Misiones ha puesto en nuestras manos los materiales –cartel, tríptico, sobres, oración de Benedicto XVI y sobre todo la revista Iluminare- donde se puede encontrar suficiente información para ayudar a una sensibilización misionera y animación de nuestras comunidades. Es importante leer la presentación de la Campaña de monseñor Francisco Pérez y el Estudio Pastoral para comprender hasta donde llega nuestra responsabilidad. En orden a su celebración se nos ofrece un Guión Litúrgico y una Vigilia de Oración.
(Estamos construyendo un templo)
La Delegación Diocesana de Misiones de la Diócesis de Tenerife nos ha enviado los materiales para la celebración de la Jornada 2008, que se presenta con el lema: "Responsabilidad de todos". De la revista Iluminare nº 373 entresacamos lo que se refiere al lema, cartel y objetivos.
Vocaciones Nativas
Responsabilidad de Todos
LEMA
. Jesús llamó a los que quiso para estar con él y continuar con su misión. Los elegidos son miembros de una comunidad, de la Iglesia, a quienes se les encomienda la misión que el Padre entregó a Jesús: hacer presente la salvación eterna.
. Los llamados al sacerdocio y a la vida consagrada son tomados de entre los hombres para el servicio de la humanidad. Es la misma comunidad cristiana quien tiene la responsabilidad de ayudarles a discernir su vocación, a conformar su vida según los planes de Dios y a perseverar con fidelidad en la vocación recibida. Es responsabilidad de todos que ninguna vocación se pierda, y menos por falta de recursos económicos.
CARTEL (Iglesia en Misión)
. Una imagen. Un obispo africano junto a dos sacerdotes del mismo continente. El obispo evoca la dimensión apostólica de la Iglesia –sucesor de los Apóstoles–. Los dos presbíteros, con sus miradas al obispo y a los hombres, muestran su origen vocacional y su misión en el mundo.
. Dos expresiones. “Vocaciones nativas”: la Jornada tiene en cuenta la llamada vocacional al servicio del Evangelio en los territorios de misión. “Responsabilidad de todos”: cada bautizado es responsable –¡y de qué manera!– de estas vocaciones nativas al sacerdocio y a la vida consagrada.
. Tres respuestas. Una manera de ayudar a estas vocaciones es por medio de la subvención de “Becas” en favor de Seminarios y Noviciados.
OBJETIVOS
. Promover una eficaz colaboración entre los fieles con los objetivos de la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol, que atiende las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada en los territorios de misión.
. Obtener fondos y ayudas económicas para el sostenimiento y la formación de esas vocaciones a través de la financiación de “Becas de ayuda”.
. Fomentar la oración en el seno de las comunidades cristianas para que Dios siga suscitando nuevas vocaciones en estos lugares de misión.
. Intensificar la ayuda espiritual y material en favor de los sacerdotes enfermos y jubilados de los territorios de misión.
Ciudad del vaticano (Agencia Fides) - El Concilio Vaticano II nos ha presentado a María como Madre e imagen de la Iglesia. Al contemplarla, la Iglesia contempla en Ella su modelo y, al mismo tiempo, su realización más perfecta. En Ella se constata una doble realidad: ser “hermana nuestra” en cuanto que es el miembro más excelso del Cuerpo Místico de Cristo y, a la par, ser “Madre nuestra” porque es Madre de la Iglesia. Esta doble realidad encuentra cumplimiento en dos escenas claves de la vida de María: la Anunciación y Pentecostés.
En efecto, concebida sin pecado, el Espíritu Santo habitó en Ella desde el comienzo de su existencia terrena. En el momento de la Encarnación, dio su “sí” a Dios, para todo y para siempre. Por obra del Espíritu Santo concibió al Verbo en sus entrañas virginales. Y movida por ese mismo Espíritu, alma de la misión, se puso en camino hacia la montaña, sintiendo en su corazón la urgencia del amor hecho carne en sus entrañas. Deseaba llevar a Isabel el Evangelio de Dios: Jesús, que haría saltar de alegría al pequeño Juan en el vientre de su madre.
Tras la muerte del Señor, María, con corazón y cariño maternos, reunió en torno a Ella a los Apóstoles que se habían dispersado ante el escándalo de la cruz. Ella les enseñó cómo disponerse para recibir el Espíritu prometido por Jesús antes de ascender al cielo. Y el día de Pentecostés, lenguas de fuego se posaron sobre sus cabezas, quedaron llenos de Espíritu Santo y comenzaron a proclamar sin miedo el anuncio pascual: “El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús a quien vosotros disteis muerte colgándole de un madero. A éste le ha exaltado Dios con su diestra como Jefe y Salvador, para conceder a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de estas cosas, y también el Espíritu Santo que ha dado Dios a los que le obedecen” (Hc. 5, 30).
Como enseña el Decreto “Ad gentes”, María es maestra de oración para la Iglesia. No hay verdadera misión sin oración, puesto que el Reino de Dios no se hace presente sino por gracia del mismo Dios (cfr. AG, 42). Jesús nos enseñó a orar: “venga tu Reino”. María, acogió esa oración del Hijo, la hizo suya y la transmitió a la Iglesia naciente para que pudiera continuar la misión del Señor.
El Papa Benedicto XVI, en su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones del año 2007, rogaba que María “nos ayude a todos a tomar conciencia de que somos misioneros, es decir, enviados por el Señor a ser sus testigos en todos los momentos de nuestra existencia”. Esa conciencia continua de nuestro “ser misionero” brota del bautismo y se actualiza siempre en el amor. San Pablo se sentía urgido por la caridad a predicar el Evangelio (2 Cor. 5, 14), ¿qué decir de María, unida por voluntad divina al misterio del Hijo de una manera única? Ella, que compartió la existencia terrena del Hijo de Dios de forma excepcional, ardía en el mismo deseo del corazón de su Hijo. Su amor fue universal y acogió como Madre fidelísima a todos los hombres al pie de la cruz. Ese amor sin excepciones manifestado por Jesús, transmitido por la gracia del Espíritu Santo, recibido por María, debe arder también en cada bautizado. Debemos ser “buen olor de Cristo” en todos nuestros ambientes.
La dimensión misionera es esencial a la vida de la Iglesia. En palabras de Juan Pablo II, “el impulso misionero pertenece, pues, a la naturaleza íntima de la vida cristiana” (RM, 1). Roguemos pues para que aquel fuego misionero que impulsó a María, primera Iglesia, anime también hoy a todos los miembros de nuestras comunidades eclesiales. Que Ella, “que acompañó con solicitud materna el camino de la Iglesia naciente, guíe nuestros pasos también en esta época y nos obtenga un nuevo Pentecostés de amor” (Benedicto XVI, Jornada Mundial de las Misiones, 27 de mayo 2007).
Pidamos para que todos los misioneros y misioneras, tengan en María el modelo de su vida. Ella se entregó por completo a la obra del Hijo y, en el silencio de la oración, dio carne a la Palabra y la llevó presurosa a los demás. Que su cariño materno sea consuelo, fortaleza y aliento de nuestros hermanos dedicados al servicio del Evangelio en las tierras de misión. (Agencia Fides 24/4/2008 Líneas: 53 Palabras: 791)
Vigilia de oración para la celebración de la Jornada de las voaciones nativas 2008.
Vocaciones nativas
Responsabilidad de todos
Vigilia de Oración
Objetivos y orientación
La Vigilia ha de tener estos dos ejes:
. La promesa del Espíritu Santo, de la que nos hablan los textos de la liturgia del Domingo 6º de Pascua, con la proximidad de su cumplimiento en Pentecostés.
. El lema de esta Jornada 2008, «Responsabilidad de todos».
El gran tema/símbolo de la Vigilia será el agua: el Agua viva del Espíritu. Aún recordamos la Vigilia Pascual, la “madre de todas las vigilias”, con la que hemos comenzado este Tiempo Pascual.
(Está a punto de inaugurarse la Expo de Zaragoza –el 14 de junio–, que tiene como tema central el agua).
. Se puede colocar un cartel o panel como el del dibujo en un lugar bien visible.
. Preparar un recipiente grande y digno con agua bendita (¿de la noche pascual?).
. Las vocaciones nativas serían simbolizadas por esa profusión de “pozos” que en cada país, en cada comunidad cristiana, bombean el Agua espiritual que fecunda las Iglesias locales con multitud de vocaciones y carismas.
Monición de inicio
El Tiempo Pascual es el tiempo de la Iglesia. Los relatos de las apariciones nos han hablado de la Resurrección de Cristo. Él es el Viviente y está de nuevo en medio de los suyos, reuniéndolos, animándolos, preparándolos para la gran aventura. El Agua viva brotada de su costado traspasado se ha convertido en un torrente de gracia. Todos encuentran en Él alivio, perdón, misericordia y paz.
En Pentecostés comenzarán los tiempos nuevos, se pondrá en pie la Iglesia del Señor como signo avanzado entre las naciones. Las lecturas de los Hechos de la Apóstoles nos han ido narrando esta aventura del Espíritu. Las comunidades cristianas han surgido por doquier, en tierra favorable o en tierra árida. La fuerza vital del Espíritu es imparable. Bajo su acción surgen los testigos del Resucitado, se entregan los discípulos por entero a su Maestro, proliferan las vocaciones y los carismas.
Los Hechos de los Apóstoles continúan hoy en el mundo. La promesa del Espíritu se sigue cumpliendo. Si en nuestro país vivimos tiempos de sequía vocacional, en otros pueblos y continentes florecen las vocaciones. A todos nos conviene que funcionen los vasos comunicantes entre cristianos y entre Iglesias. La misión es responsabilidad de todos. Es el mismo Señor quien nos envía y es el mismo y único Espíritu quien la impulsa.
Nuestra oración de esta (mañana/tarde/noche) nos pone en contacto con todas las comunidades cristianas del mundo. Con ellas suplicamos al Padre: Danos muchas y santas vocaciones sacerdotales y consagradas.
Canto: Alusivo al agua
Saludo y oración colecta (Presidente)
Saludo
Cristo Resucitado, que junto al Padre nos envía el Agua viva del Espíritu, esté con todos vosotros.
Oración colecta (Presidencial)
Oh Señor, que has prometido a tu Iglesia la abundancia del don del Espíritu, envía a tu mies a buenos y santos obreros, dedicados por entero a continuar tu obra en medio de los hombres, en especial entre los pobres y abandonados de la Tierra. Que sean obreros esforzados, llenos de amor y de misericordia, para que recojan la cosecha de los pueblos, que tantas veces se pierde por falta de brazos.
Te lo pedimos a Ti, que conoces
Procesión y escucha de la Palabra
Procesión
Se introduce el cirio pascual y el recipiente del agua ya bendita. Mientras, sigue sonando el canto de entrada.
Escucha de la Palabra
Lector 1
Quizás algunos conozcáis aquel antiguo montaje audiovisual titulado El País de los Pozos. Todos los pozos estaban comunicados por abajo, de forma real pero invisible. Todos estaban en contacto con el acuífero profundo e inagotable. Pero algunos estaban secos. O mejor, se habían taponado, convertidos en un vertedero. Esos pozos tristes y aburridos son la parábola de nuestra civilización. Llenamos de cosas y de caprichos nuestras vidas y nos quedamos sin agua.
Lector 2
Lectura del profeta Jeremías (Jr 2,13).
Lector 1
Si queremos que el agua llegue a nuestro pozo, nos hemos de desprender de estorbos y limpiar el corazón de exigencias y de deseos continuos. Hemos de mirar hacia dentro sin miedo al vacío, dejando a Dios venir hasta nosotros a darnos cuanto de verdad necesitamos…
Otros muchos pozos estaban limpios. Su brocal era sencillo, sin pretensiones, pero por dentro se abrían al misterio de la vida. El Agua viva de Dios brotaba a borbotones y anegaba los campos, y fluían los ríos llevando la vida muy lejos...
Lector 3
Lectura del profeta Ezequiel (Ez 47,1-12).
Lector 1
El profeta nos ha hablado de una corriente impetuosa que sale del Templo de Dios.
En ella abundan peces de todas las especies. Pero ¿si faltan pescadores?... (silencio).
En sus riberas crecen las plantas comestibles. Pero ¿si faltan recolectores?... (silencio).
Hay especies aromáticas. Pero ¿si faltan perfumistas, espíritus sensibles a la belleza y a la alabanza?... (silencio).
Hay plantas medicinales. Pero ¿si faltan médicos del cuerpo y del alma?... (silencio).
Señor, ¡envía abundantes vocaciones a tus Iglesias más jóvenes y necesitadas! ¡De lo contrario, se desperdiciará el torrente benéfico de tu Espíritu!
Haz que funcionen los vasos comunicantes. Que nuestra entrega fiel, que nuestra colaboración espiritual y económica puedan aflorar dando la vida en otros puntos del planeta donde tantos hermanos esperan el mensaje salvador del Evangelio.
Canto: Una aclamación o súplica al Señor, que se haga eco de las frases anteriores
Homilía o testimonio misionero
Los misioneros y las vocaciones nativas son quienes interpelan hoy a las gentes de sus pueblos: “Si conocierais el don de Dios”…
Preces
Presidente: “Responsabilidad de todos”… Con este lema te presentamos, Señor, nuestra Jornada de las Vocaciones Nativas de este año 2008.
Lectores:
Para que toda la Iglesia se sienta implicada en la evangelización del mundo con un solo corazón y una sola alma.
Para que los seminarios y casas de formación de las Iglesias misioneras sean esos pozos anchos y bien abastecidos del Agua del Espíritu.
Para que las comunidades cristianas en crecimiento gocen de todos los dones y carismas que necesitan para su construcción como cuerpo de Cristo.
Para que la cooperación misionera entre las Iglesias sea fuente de vitalidad cristiana para todos.
Para que haya muchos cristianos y cristianas nativos que amen a la Virgen María hasta el punto de imitarla en su respuesta a Dios: “Hágase en mí según tu palabra”…
Padrenuestro.
Gesto y compromiso
Los asistentes se acercan ordenadamente a la fuente bautismal, introducen en ella su mano y se santiguan, refrendando así su compromiso bautismal y su pertenencia a la comunidad eclesial.
Canto: Se entona un canto apropiado.
Oración final
Se reza la oración de la Jornada, de Benedicto XVI.
Te rogamos
por nuestros hermanos y hermanas
que han respondido sí a tu llamada al sacerdocio,
a la vida consagrada y a la misión.
Haz que sus existencias se renueven de día en día,
y se hagan evangelios vivientes.
¡Señor misericordioso y santo,
sigue enviando nuevos operarios
a la mies de tu Reino!
Ayuda a los que has llamado a seguirte
en este tiempo nuestro;
haz que contemplando tu rostro,
respondan con alegría a la maravillosa misión
que les has confiado por el bien de tu Pueblo
y el de todos los pueblos.
Por Jesucristo nuestro Señor.
(Benedicto XVI)
Despedica
El presidente despide a la asamblea, que entona un canto a María.
Por Seminario Diocesano de Burgos
Sugerencias para la homilía de la Jornada de las Vocaciones Nativas 2008 que viene en el guión litúrgico de su celebración.
Desde la Palabra de Dios:
Tenemos todos los elementos básicos que configuran la misión:
a) el diácono Felipe es el misionero enviado por la Iglesia apostólica, que predica a Jesucristo con signos y el poder del Espíritu;
b) los oyentes se hacen cristianos por la fe en la Palabra anunciada y por la acción interior del mismo Espíritu, que corrobora con el gozo la predicación de Felipe; y
c) los apóstoles Pedro y Juan confirman con su presencia y con el sacramento del Espíritu la acción misionera.
La comunidad cristiana está ya fundada en Samaría. Pero tienen que venir las vocaciones nativas, los dones y carismas del Espíritu para estructurar a la Iglesia de Dios. Una Iglesia llega a ser adulta cuando cuenta con vocaciones propias, suficientes para atender sus necesidades y generosas incluso para dar a las Iglesias hermanas.
San Pedro escribe a comunidades cristianas que están, si no perseguidas, sí bajo sospecha. Las estimula a saber vivir entre paganos, sin miedos ni complejos. No han de ser agresivos ni contrarios por sistema. Antes bien, han de ofrecer su testimonio con verdad y mansedumbre. Las obras, por delante. Y con ellas, la palabra que da razón de la esperanza que las anima: Cristo muerto y resucitado. El misterio pascual ha de ser la clave de nuestra vida cristiana, lo que dé sentido a nuestra vida hacia dentro y hacia fuera. No hemos sido enviados a condenar al mundo, sino a salvarlo.
Jesús mismo nos recuerda cuáles son las condiciones para que se sigan cumpliendo sus promesas:
a) permanecer en su amor, en comunión de vida con Él y con su Padre;
b) guardar sus mandamientos (que no son “leyes”, sino palabras vivas);
c) recibir con fe y gratitud el Espíritu de Dios (desmarcándonos del “espíritu del mundo”).
En fidelidad a estas condiciones dadas por el Señor, la Iglesia se tiene que presentar ante los hombres como testigo y sacramento de Jesucristo; no como una institución religiosa con sus ideologías y sus poderes.
Desde la Palabra de Dios:
“Responsabilidad de todos”... Las vocaciones las da Dios, es verdad. Pero a nosotros nos toca valorarlas, suscitarlas, orar por ellas, formarlas adecuadamente en los seminarios, casas religiosas, monasterios... La Iglesia es una en sus múltiples Iglesias locales. Estamos unidos por “los vasos comunicantes” del Espíritu. Nos necesitamos mutuamente.
Nuestras viejas Iglesias occidentales han sido fundadoras de Iglesias en tierras de misión. A ellas han destinado generosamente a sus mejores miembros, los misioneros y misioneras. Su mejor trabajo y su más legítimo orgullo son las vocaciones nativas. No solamente aseguran el relevo, sino que son el instrumento del Espíritu que “hace nuevas todas las cosas”. El futuro de la Iglesia pasa por estas vocaciones, que no se limitarán a repetir los modelos heredados de los viejos misioneros, sino que seguirán profundizando en el tesoro del Evangelio y ofreciéndolo a sus conciudadanos de manera renovada y atrayente.
Guión litúrgico para la Jornada de las Vocaciones Nativas 2008 recibido en la parroquia con los materiales para su celebración que este año se presenta con el lema: "Vocaciones Nativas. Responsabilidad de Todos".
Vocaciones Nativas
Responsabilidad de todos
Guión Litúrgico
MONICIÓN DE ENTRADA
La Iglesia celebra hoy, en el sexto domingo de Pascua, la Jornada de las Vocaciones Nativas. Todos, de algún modo, nos sentimos implicados en esta misión de la Iglesia. No en vano se trata de “anunciar el Evangelio de Cristo”. Dios Padre sigue enviándonos, a los discípulos de su Hijo amado, para proclamar la Buena Noticia a todo el mundo y en todos los lugares. ¡Que no falten testigos que lo anuncien a sus hermanos en su misma lengua y con su propia cultura!
El Espíritu, prometido por Jesús, sopla donde quiere y sobre quien quiere, provocando grandes transformaciones en las vidas de las personas, para que sean santas en Cristo, para alabanza de su gloria. Está al principio de la creación y de modo más intenso en Pentecostés. Él reparte sus siete dones y nos abre los oídos, para poder comprender su Palabra, a cuantos nos hemos acercado hoy a la celebración eucarística.
Esta Jornada misionera tiene por lema “Responsabilidad de todos”. En efecto, todos somos responsables: ¡que en ningún país se mueran de hambre de Pan y de Dios por falta de obreros! Así se lo pediremos en esta misa al Dueño del campo: “Envía obreros a tu mies”.
ACTO PENITENCIAL
Tú, que quieres nuestro bien y que nos llamas a tu servicio. Señor, ten piedad.
Tú, que eres misericordia y te fías de nosotros. Cristo, ten piedad.
Tú, que permaneces con nosotros, suscitando nuevas vocaciones para el bien de tu Iglesia. Señor, ten piedad.
MONICIÓN A LAS LECTURAS
En la Iglesia primitiva hubo un gran dinamismo evangelizador y misionero. La presencia del Espíritu Santo iluminaba e impulsaba a los creyentes. Experimentaban el cumplimiento de la promesa de Jesús de que les enviaría al Espíritu como defensor y consolador en sus tareas. El Espíritu del Dios de la vida nos pone hoy en movimiento para lanzarnos a escudriñar con mirada profunda y penetrante la realidad de nuestro mundo y transformarla en Reino de Dios. Demos gracias al Padre, que cumple siempre sus promesas y nos envía en misión con el mismo Espíritu del Resucitado.
SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA
Desde la Palabra de Dios:
Tenemos todos los elementos básicos que configuran la misión:
a) el diácono Felipe es el misionero enviado por la Iglesia apostólica, que predica a Jesucristo con signos y el poder del Espíritu;
b) los oyentes se hacen cristianos por la fe en la Palabra anunciada y por la acción interior del mismo Espíritu, que corrobora con el gozo la predicación de Felipe; y
c) los apóstoles Pedro y Juan confirman con su presencia y con el sacramento del Espíritu la acción misionera.
La comunidad cristiana está ya fundada en Samaría. Pero tienen que venir las vocaciones nativas, los dones y carismas del Espíritu para estructurar a la Iglesia de Dios. Una Iglesia llega a ser adulta cuando cuenta con vocaciones propias, suficientes para atender sus necesidades y generosas incluso para dar a las Iglesias hermanas.
San Pedro escribe a comunidades cristianas que están, si no perseguidas, sí bajo sospecha. Las estimula a saber vivir entre paganos, sin miedos ni complejos. No han de ser agresivos ni contrarios por sistema. Antes bien, han de ofrecer su testimonio con verdad y mansedumbre. Las obras, por delante. Y con ellas, la palabra que da razón de la esperanza que las anima: Cristo muerto y resucitado. El misterio pascual ha de ser la clave de nuestra vida cristiana, lo que dé sentido a nuestra vida hacia dentro y hacia fuera. No hemos sido enviados a condenar al mundo, sino a salvarlo.
Jesús mismo nos recuerda cuáles son las condiciones para que se sigan cumpliendo sus promesas:
a) permanecer en su amor, en comunión de vida con Él y con su Padre;
b) guardar sus mandamientos (que no son “leyes”, sino palabras vivas);
c) recibir con fe y gratitud el Espíritu de Dios (desmarcándonos del “espíritu del mundo”).
En fidelidad a estas condiciones dadas por el Señor, la Iglesia se tiene que presentar ante los hombres como testigo y sacramento de Jesucristo; no como una institución religiosa con sus ideologías y sus poderes.
Desde la Palabra de Dios:
"Responsabilidad de todos”... Las vocaciones las da Dios, es verdad. Pero a nosotros nos toca valorarlas, suscitarlas, orar por ellas, formarlas adecuadamente en los seminarios, casas religiosas, monasterios... La Iglesia es una en sus múltiples Iglesias locales. Estamos unidos por “los vasos comunicantes” del Espíritu. Nos necesitamos mutuamente.
Nuestras viejas Iglesias occidentales han sido fundadoras de Iglesias en tierras de misión. A ellas han destinado generosamente a sus mejores miembros, los misioneros y misioneras. Su mejor trabajo y su más legítimo orgullo son las vocaciones nativas. No solamente aseguran el relevo, sino que son el instrumento del Espíritu que “hace nuevas todas las cosas”. El futuro de la Iglesia pasa por estas vocaciones, que no se limitarán a repetir los modelos heredados de los viejos misioneros, sino que seguirán profundizando en el tesoro del Evangelio y ofreciéndolo a sus conciudadanos de manera renovada y atrayente.
PRECES
Presentemos con fe al Padre, por mediación de su Hijo, nuestras peticiones, para que Él, fuente de toda bondad, nos conceda lo que pedimos.
Por toda la Iglesia, extendida por los cinco continentes, para que broten en todos los lugares vocaciones vivas, que iluminen a los hombres con su palabra y testimonio. Roguemos al Señor.
Por las situaciones que impiden que Cristo se haga presente a través de sus enviados: los enfrentamientos, las divisiones entre familias o entre pueblos, el hambre, la guerra, el terrorismo...; para que, con la luz y la fuerza de Dios, sigan dando su vida por la Verdad. Roguemos al Señor.
Por todos los sacerdotes, para que crezcan más en fidelidad a Jesucristo y continúen siendo su presencia en medio de las gentes. Roguemos al Señor.
Por los religiosos y religiosas, para que su vida entregada a la oración y al servicio sea bendecida por el Espíritu Santo con la gracia de la santidad.
Roguemos al Señor.
Por las personas consagradas al servicio de la caridad en los distintos campos de atención: enseñanza, sanidad, misiones en otros países...; para que sigan siendo llama viva que encienda al mundo. Roguemos al Señor.
Te lo pedimos a Ti, Buen Pastor de tu Iglesia, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén
DESPEDIDA
El Señor nos envía hoy a dar testimonio de nuestra fe, sin ningún miedo. Existe el riesgo de la cruz al testimoniar a Cristo, pero, como nos ha dicho la Palabra de Dios, ser testigo hasta la muerte es participar de la pasión del Señor. Además, no estamos solos. El Padre, que nos ama totalmente, y Jesucristo nos dan el Espíritu Santo. Como compromiso concreto de esta Jornada de las Vocaciones Nativas, podemos compartir con personas a las que conocemos que Cristo ha resucitado y vive en nosotros, y tiene una llamada para cada uno.
CANTOS
Canto de entrada: Cristo resucitó. CLN, n.° A 13.
Aleluya: Canta “aleluya” al Señor.
Ofertorio: Beberemos la copa de Cristo. CLN, n.° O 10.
Comunión: Como el Padre me amó.
Por el Seminario Diocesano de Burgos
Estudio Pastoral para la Jornada de las VOCACIONES NATIVAS, recibido con los materiales para su celebración.
VOCACIONES NATIVAS
RESPONSABILIDAD DE TODOS
Estudio Pastoral para la Jornada
En el siglo XIX una joven francesa, Juana Bigard, se sintió responsable de las vocaciones nativas. Hasta tal punto vivió esta responsabilidad que se convirtió en el objetivo de su vida, en el servicio que debía prestar a la Iglesia. De su ilusión nació la Obra de San Pedro Apóstol a favor de las vocaciones nativas. En esa ilusión debemos nosotros descubrir nuestra propia responsabilidad, en el caso de que captemos el verdadero manantial de dicha ilusión.
El carisma de Juana Bigard
En Juana Bigard encontramos el ejemplo prototípico de lo que representa un carisma en la vida eclesial: es un don especial, que se recibe del Espíritu Santo, no como beneficio o privilegio propio, sino como un medio para la edificación de la Iglesia; a su vez, la edificación de la Iglesia tampoco es para sí misma, sino para el cumplimiento de la misión que ha recibido, es decir, para servir al Dios Trinidad que se revela para salvar ofreciendo la comunión de su vida a toda la familia humana.
Hay ocasiones en las que el carisma penetra tan hondamente en la vida del creyente que le lleva a consagrarse enteramente a él, considerando todo lo demás como secundario. Tal fue el destino y el ejemplo de Juana Bigard, que dejó en un segundo lugar lo que se refería a su propio éxito o a su misma salud. El carisma recibido y la responsabilidad experimentada fueron su razón de vivir.
¿Qué es lo que hizo que sintiera tan alto grado de responsabilidad? Podemos preguntarnos de otro modo: ¿tan importante o decisiva era la tarea recibida con su carisma como para sentirse enteramente responsable de lo que sucedía en Iglesias lejanas y distantes?; ¿no hubiera bastado aportar una contribución que no comprometiera a tanto?
En este punto es donde podemos descubrir que en el núcleo del carisma de Juana Bigard había una intuición profética, un sentido peculiar para captar lo que mejor puede servir al proyecto salvífico de Dios y que a veces no es percibido con la misma intensidad por los teólogos, por los juristas o por las mismas autoridades eclesiales.
Juana Bigard tuvo sensibilidad para captar todo lo que había en juego en aquel momento histórico: el destino de las misiones, y en consecuencia, el destino mismo de la Iglesia en muchos lugares del mundo. Cuando se despliega un horizonte de tanto alcance es lógico que se acreciente la responsabilidad y que, por ello, con la gracia de Dios, se entregue la misma vida para ser fiel al carisma recibido, para estar a la altura de la tarea descubierta.
Las vocaciones nativas
No se puede minusvalorar la centralidad que para la misión de la Iglesia desempeña el clero indígena, es decir, las vocaciones nativas. Las circunstancias históricas planteaban exigencias y encrucijadas ineludibles para dicha misión de la Iglesia. Dos aspectos merecen ser mencionados para percibir en toda su grandiosidad la aportación de la Obra de San Pedro Apóstol y la intuición que llevó a Juana Bigard a asumir una responsabilidad tan comprometedora.
Por un lado, el siglo XIX estaba siendo escenario de un compromiso misionero ya profundamente debilitado. Esa situación resulta comprensible dados los avatares sociales y políticos que había provocado la Revolución Francesa y la conmoción que había hundido el Antiguo Régimen. Este terremoto histórico se dejó sentir de un modo especial en Francia, pero repercutió en la mayor parte del continente europeo. Las anteriores empresas misioneras no podían ya contar con el apoyo de los poderes públicos. Era ahora el pueblo cristiano el que debía afirmar su protagonismo y asumir su propia responsabilidad para que las iniciativas misioneras pudieran llevarse adelante. Juana Bigard es una expresión de que la conciencia eclesial fue capaz de reaccionar y de asumir una responsabilidad que generaría un grandioso movimiento misionero. El sentido de los carismas se hace patente de modo especial en situaciones de transición, pues permiten convocar a la Iglesia a las tareas de la misión para la que ha sido llamada a la existencia.
Por otro lado, se iban consolidando en muchos lugares del mundo los grupos de cristianos (las “misiones”) gracias a la semilla que habían sembrado los misioneros anteriores. Esas comunidades, aún incipientes, eran atendidas pastoralmente por sacerdotes venidos de fuera. Ahora bien, la gran cuestión que había que plantearse era si ese estado de cosas podía mantenerse durante mucho tiempo. En el caso de que esa situación no fuera posible, o de que no fuera conveniente, había que fomentar, valorar, apoyar y acompañar a los futuros pastores nativos. Esto puede parecernos evidente a nosotros desde nuestra época histórica. Y por ello tal vez no lo valoramos de modo suficiente. Por eso, para que aumente y se acreciente nuestra propia responsabilidad, es a la vez estimulante y conmovedor recuperar del pasado el testimonio de quienes se sintieron protagonistas y asumieron como responsabilidad, en aquella encrucijada histórica, una iniciativa sencilla y humilde. Pues –conviene recordarlo– no todos poseían la intuición profética y carismática que superara la rutina de lo adquirido y dejara alas libres a la creatividad de la misión.
Fruto de comunidades vivas y maduras
No se puede valorar lo que está en juego si no se capta el sentido de las vocaciones nativas. No se trata simplemente de que haya presbíteros que puedan presidir la eucaristía o de obispos que puedan presidir una Iglesia local. La novedad se encuentra en darse cuenta de que deben ser nativos, es decir, originarios de los países en los que está naciendo la Iglesia. Dos son los factores que deben tenerse en cuenta.
Uno de ellos se sitúa a nivel práctico, impuesto por las dificultades que se habían producido en muchos lugares: en momentos de persecución o de inestabilidad política, los extranjeros –también los misioneros– eran expulsados. En tales convulsiones las comunidades eclesiales sufrían daños irreparables que podían conducir a su disolución. Por ello, parecía lógico estimular las vocaciones nativas, como garantía de la continuidad de la atención pastoral y de la solidez de la Iglesia.
Hay, además, otro factor de mayor rango eclesiológico: si las Iglesias jóvenes aspiraban a una madurez auténtica, se requería que ellas mismas estuvieran en condiciones de generar las vocaciones y los ministerios que necesitaran para desarrollar todas las funciones propias de una Iglesia local. Entre las vocaciones ocupan un lugar fundamental las de los obispos y presbíteros, juntamente con un laicado maduro, con vocaciones de especial consagración y con asociaciones y movimientos.
En este nivel no se trata simplemente de estrategias pastorales o de medidas de eficacia. Es una cuestión auténticamente eclesiológica: el dinamismo misionero que arranca del testimonio y del anuncio debe apuntar a la convocatoria de una comunidad eclesial que se alimente de la savia y de la tradición de la cultura de los nativos. De este modo la catolicidad de la Iglesia se expresa desde la realidad de la experiencia, y la capacidad salvífica del Evangelio se expande hasta la transfiguración de la creación entera.
Todos somos responsables
Este era el camino del futuro, que se insertaba de modo coherente en el dinamismo del designio divino que vive de la lógica de la encarnación, del encuentro con los hombres y mujeres concretos en el tiempo y en el espacio.
Esta perspectiva irá siendo explicitada y reclamada cada vez con mayor fuerza por la teología, por la pastoral, por los documentos oficiales del Magisterio de la Iglesia. Las encíclicas misioneras de los Papas a lo largo del siglo XX irán insistiendo cada vez con más fuerza en la prioridad de la vocaciones nativas, que no pueden quedar depositadas exclusivamente en las congregaciones religiosas, sino que deben brotar espontáneamente del tejido y de la vitalidad de la Iglesia que existe en cada lugar. De modo magnífico este planteamiento fue asumido, ratificado y profundizado por el Vaticano II, de modo especial en el decreto Ad gentes.
Esta convicción se ha ido haciendo común en muchos ambientes de nuestra Iglesia. Pero no siempre es asumida con conciencia de responsabilidad. Por ello, es necesario recordar la memoria de tanta gente sencilla a la que el sentido de la fe y de la Iglesia le hizo asumir como propia la responsabilidad de toda la Iglesia en un campo tan sensible y tan decisivo.
Esta responsabilidad es la que debe ser ratificada en la actualidad. La necesidad y la urgencia no han disminuido. Más aún, la gran riqueza de la Iglesia católica es la existencia de Iglesias locales en (prácticamente) todas las partes del mundo. El sentido cristiano no puede desarrollarse más que sintiéndose solidario de todo lo que afecta a las otras Iglesias, sobre todo cuando está en juego la evangelización del mundo.
Pero para ello hace falta también que profundicemos en el sentido de la cooperación misionera. Esta no consiste en un apoyo (de oración o de sostenimiento económico) que ofrecemos a iniciativas ajenas a nosotros mismos. La cooperación es nuestra propia implicación en el quehacer misionero de la Iglesia. Por ello la responsabilidad no es un añadido a nuestro ser cristiano, sino su expresión lógica y coherente. Con la misma intensidad con que nos preocupamos de las vocaciones en nuestras propias Iglesias, debemos también preocuparnos de las vocaciones en las Iglesias jóvenes, que en tan gran medida rejuvenecen y revitalizan a la Iglesia entera. Lo que está en juego –según supieron intuir mujeres como Juana Bigard– es el destino de la Iglesia y el de la evangelización del mundo.
Por Eloy Bueno de la Fuente
Facultad de Teología. Burgos
Mensaje de Monseñor Francisco Pérez, Arzobispo de Pamplona-Tudela y Director de OMP en España, para la Jornada de las Vocaciones Nativas 2008.
Vocaciones nativas
Responsabilidad
de todos
Este año hemos pensado, con acierto, que la labor de las vocaciones es responsabilidad de todos. No son momentos fáciles, pues los reclamos sociales van marcando un ritmo distinto a lo que muestra el Evangelio de Jesucristo. No obstante esta dificultad, como diría Juan Pablo II, “ningún ser humano puede vivir sin perspectivas de futuro. Mucho menos la Iglesia, que vive la esperanza del Reino que viene y que ya está presente en este mundo. Sería injusto no reconocer los signos de la influencia del Evangelio de Cristo en la vida de la sociedad”.
La responsabilidad es una exigencia que nace de un corazón noble y que está abierto a ser coherente con la sociedad a la que sirve y se entrega. Respecto a la labor educativa en la formación de niños y jóvenes, es muy importante destacar que todos los que tenemos la facultad de enseñar estamos obligados a ser “despertadores de conciencias” y “animadores de vocaciones”, para que las mismas personas a la que nos dirigimos encuentren el camino más adecuado a cada una y se hagan responsables ante Dios y ante la Iglesia de su servicio y entrega. Siempre se afirma que la responsabilidad es de todos, pero de forma especial es de los que tienen autoridad.
Me impresiona el pasaje de Jesucristo en el encuentro con el joven rico y que así nos narra el evangelista Mateo (19,16-26). Aquel joven estaba dispuesto a ser perfecto continuando siendo rico de sí mismo y rico de posesiones materiales. Cuando Cristo le invita y le aconseja dejar todo para seguirle, él mismo se encoge, se entristece y vuelve la mirada a la propuesta del Maestro. El orgullo de ser perfecto le impedía ser pobre de sí mismo. En el seguimiento a Jesucristo no son necesarias las alforjas que uno lleva encima. La que más cuesta es la del desprendimiento de uno mismo y el desprendimiento de los bienes materiales.
Hablando de este tema, el Papa Pablo VI decía que la vida cristiana es testimonio de una búsqueda constante de Dios, de un amor único e indiviso por Jesucristo, de una dedicación absoluta al crecimiento de su Reino. Sin este signo concreto, se corre el peligro de que se enfríe la caridad que anima a la Iglesia, que atenúe la paradoja del Evangelio y que la sal de la fe se diluya en un mundo en fase de secularización.
Las vocaciones a la vida de una especial consagración no se improvisan, puesto que llevan un proceso concreto de madurez. Se requiere tiempo y disposición para un profundo seguimiento a Cristo, que invita permanentemente a seguir sus pasos. Los consagrados, que son como la levadura en medio de la masa, están señalados para hacer visible la santidad en medio de la sociedad; se debilitaría y empobrecería progresivamente nuestro mundo sin su presencia. Juan Pablo II afirmaba que la misma sociedad se empobrecería cada vez más, si no fuera inducida a levantar la mirada hacia donde están las verdaderas alegrías. Pero también la Iglesia se empobrecería, si faltara quien manifestase concretamente y con fuerza la continua actualidad del don de la propia vida por el Reino de los cielos.
“El pueblo cristiano tiene necesidad de hombres y mujeres que en la ofrenda de sí al Señor encuentran la plena justificación de su propia existencia y asumen sobre sí la misión de ser ‘luz de la gentes’ y ‘sal de la tierra’, constructores de esperanza para cuantos se preguntan por la perenne novedad del ideal cristiano” (Juan Pablo II, Mensaje con ocasión de la XXIX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, n.º 3). Es la vocación de por vida que hace posible gustar lo que después, en la eternidad, se ha de realizar en el género humano. La misma sociedad demanda tales vocaciones, aun cuando no se entienda su modo de vida o su característica de entrega.
La Jornada de Vocaciones Nativas nos lleva a ser realistas y nos hace vivir con mayor responsabilidad a todos; de ahí que el lema nos hable de esa responsable actuación, información, formación y solidaria ayuda a aquellos que han escogido el camino de la consagración. En un contexto contaminado por el laicismo y subyugado por el consumismo, la vida consagrada se convierte cada día más en signo de esperanza y en punto de referencia que da testimonio de la dimensión trascendente de la vida y de la existencia.
No son momentos fáciles para las vocaciones de especial consagración, pues la tiranía del libertinaje y de las ideologías marcadas por un materialismo práctico hace desviar la mirada a muchos jóvenes que orientan su vida al margen de esta experiencia de fe. Lo mismo que ocurrió a Cristo con el joven rico. De todas formas, se ha de trabajar para que no nos dejemos llevar por el desánimo y la angustia. Seguir sembrando la inquietud vocacional en los jóvenes es un gran deber que tenemos todos. Por ello, en la Jornada de Vocaciones Nativas pediremos al Dueño de la mies que envíe vocaciones y abundantes.
Por Monseñor Francisco Pérez
Arzobispo de Pamplona-Tudela y Director de OMP en España
Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - “En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, os lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para vosotros. Y si me voy y preparo un lugar para vosotros, vendré otra vez y os tomaré conmigo; para que donde yo estoy, allí estéis también vosotros” (Jn 14, 2-3). En este pasaje del Evangelio de Juan el Señor Jesús, después de haber exhortado a sus discípulos a no dejarse turbar sino a tener fe en Dios y en Él (cf. Jn 14, 1), habla del paraíso como de una “Casa”. Es hermoso y consolador saber que precisamente Él vendrá y nos llevará con Él, cuando nuestro lugar este preparado, como les prometió a los Apóstoles y a todos los que crean en Su Nombre.
Hay que admitir que lamentablemente no se piensa muy seguido en el Cielo, en la Casa del Padre que nos espera, en la morada segura y estupenda, donde viviremos por siempre, junto a los ángeles y a los santos. En efecto, el pensamiento y el deseo del Cielo exigen una fe “segura” de parte del discípulo; una fe “segura” en las promesas de Jesús, que no deja espacio a dudas y excitaciones sino que le da al creyente una mirada verdaderamente sobrenatural.
Una mirada es sobrenatural cuando se detiene en aquello que no se ve, pero que nos impulsa más allá de la realidad terrena, para penetrar en la realidad invisible del Más Allá, de la que habla el Señor. El entonces Cardenal Joseph Ratzinger, en su inolvidable homilía en los funerales de Juan Pablo II, ofreció al mundo entero un ejemplo de esta mirada que es capaz de llegar hasta el Paraíso: “Ninguno de nosotros podrá olvidar como en el último domingo de Pascua de su vida, el Santo Padre, marcado por el sufrimiento, se asomó una vez más a la ventana del Palacio Apostólico Vaticano y dio la bendición Urbi et Orbi por última vez. Podemos estar seguros de que nuestro amado Papa está ahora en la ventana de la casa del Padre, nos ve y nos bendice. Sí, bendíganos, Santo Padre. Confiamos tu querida alma a la Madre de Dios, tu Madre, que te ha guiado cada día y te guiará ahora a la gloria eterna de su Hijo, Jesucristo Señor nuestro. Amén” (8 de abril de 2005). La fe “segura” de los discípulos del Señor es la que nos permite afirmar con absoluta convicción: ¡nos espera una morada eterna!
La Casa del Padre, el Cielo de los Beatos si bien es invisible a una mirada natural, no lo es a los ojos del espíritu iluminados por la Palabra de Dios.
Una fe débil e insegura no logra vislumbrar el Cielo más allá de los horizontes terrenos ya que permanece prisionera de lo inmanente, de sí misma, en la incapacidad de abrirse al trascendente, a Dios. Una fe insegura no logra llegar al Cielo porque rápidamente precipita vencida por la “fuerza de gravedad” de las realidades terrenas. Se esfuerza por elevarse por encima de la realidad pero no logra renegar a la lógica mundana. Dentro esta lógica el tiempo y el espacio son las únicas coordenadas que se imponen, mientras que en la lógica ultraterrena, la razón se abre a la fe, y el infinito y a la eternidad se convierten en las “coordenadas celestiales” que le indican al hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, su destino final: ¡El Cielo!”.
Sólo en el hombre que se hace pequeño delante de Dios y reconoce que no se basta a sí mismo, la fe encuentra el espacio y se libera de la prisión de lo inmanente. El hombre que cree verdaderamente, según San Pablo, llega a ser un “hombre celestial” que orienta su vida hacía la eternidad y reconoce en Cristo la medida de todas las cosas, incluyendo su comportamiento y sus decisiones.
En la escuela de María Santísima aprendemos día a día a ser testimonios de la resurrección, animados con una fe pascual que nos permite vislumbrar, aunque sea a una cierta distancia, la Casa del Padre y, en esa, nuestra morada. Así, junto con San Pablo, podemos también nosotros repetir: “Porque sabemos que si esta tienda, que es nuestra morada terrestre, se desmorona, tenemos un edificio que es de Dios: una morada eterna, no hecha por mano humana, que está en los cielos. Y así gemimos en este estado, deseando ardientemente ser revestidos de nuestra habitación celeste, si es que nos encontramos vestidos, y no desnudos. ¡Sí!, los que estamos en esta tienda gemimos abrumados. No es que queramos ser desvestidos, sino más bien sobrevestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Y el que nos ha destinado a eso es Dios, el cual nos ha dado en arras el Espíritu. Así pues, siempre llenos de buen ánimo, sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, vivimos lejos del Señor, pues caminamos en la fe y no en la visión” (2 Cor 5, 1-7).
(Agenzia Fides 23/4/2008; líneas 53, palabras 851)
ZENIT publica la intervención del observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, el arzobispo Celestino Migliore, ante la última reunión del Consejo Económico y Social celebrada en Nueva York sobre el tema: «Monitorear la población, prestando particular atención a la distribución de la población, la urbanización, la inmigración interna y el desarrollo».
Señor presidente:
Esta sesión de la Comisión sobre Población y Desarrollo llega a este momento histórico en el que, por primera vez en la historia el número de habitantes urbanos superará al número de gente que vive en áreas rurales. Esta sesión, por tanto, nos llama a reflexionar sobre este fenómeno y a hacer inventario de las oportunidades y desafíos que se plantean.
La urbanización de las poblaciones del mundo ofrece nuevas oportunidad para el crecimiento económico. Con acceso a sueldos más elevados y a mejores servicios como la educación, la salud, el transporte, las comunicaciones, medios para hacer potable el agua, los emigrantes de áreas rurales a urbanas tienen más propensión de avanzar en su desarrollo personal y social.
Al afrontar las cuestiones de la emigración y el desarrollo tenemos que poner en primer lugar las necesidades y las preocupaciones de las personas. Poner la persona humana al servicio de consideraciones económicas o ambientales crea el efecto inhumano de tratar a las personas como meros objetos y no como sujetos.
La migración y la urbanización de las sociedades no deberían medirse solamente en términos de impacto económico. Al buscar los modos para afrontar los serios desafíos que plantean las migraciones masivas internas y transnacionales, no hay que olvidar que en el corazón de este fenómeno se encuentra la persona humana. Por tanto, deberíamos afrontar los motivos por los que la gente emigra, los sacrificios que hace, las angustias y las esperanzas que acompañan a los emigrantes. La migración con frecuencia produce tensión a los emigrantes, pues dejan atrás sus familias y amigos, las redes socio-culturales y espirituales.
Como ilustra adecuadamente el informe del secretario general, mientras la urbanización ha creado mejores oportunidades para individuos y sus familias, la mudanza de asentamientos agrícolas a centros urbanos también ha creado una miríada de desafíos. De hecho, nuevos problemas ambientales, sociales y económicos surgen con el nacimiento de las «mega-ciudades».Pero la consecuencia más apremiante y dolorosa de la rápida urbanización es el aumento de personas que viven en los cinturones de pobreza. En el año 2005, más de 840 millones de personas en el mundo vivían en estas condiciones. Al faltarles casi todo, estos individuos pueden perder el sentido de su propio valor y de su inherente dignidad. Quedan atrapados en un círculo vicioso de extrema pobreza y marginación. Invaden propiedades del Estado o de los demás. Se sienten sin el poder de contar con los servicios públicos más básicos. Los niños no van a la escuela sino a escarbar en basureros buscando encontrar algo que les permita vivir a duras penas. Los responsables políticos y la sociedad civil deben poner a estas personas y sus preocupaciones entre las prioridades de sus decisiones.
Mientras la urbanización ofrece un claro crecimiento en términos de desarrollo económico, no tenemos que perder de vista los desalentadores desafíos que tienen que afrontar las comunidades rurales, en particular las de los países en vías de desarrollo. Si queremos alcanzar los Objetivos para el Desarrollo del Milenio antes del año 2015, hay que preocuparse más por esas comunidades, en las que aproximadamente 675 millones de personas siguen careciendo de agua salubre y dos millones viven sin acceso a la sanidad básica. Las políticas nacionales e internacionales deberían asegurar que las comunidades rurales tengan acceso a una mayor calidad de vida y a más servicios sociales.
Señor presidente:
Por su parte, la Santa Sede y sus instituciones siguen comprometidas para afrontar las preocupaciones de todos los emigrantes y para encontrar maneras de colaborar con todos para asegurar un adecuado balance entre las justas preocupaciones del Estado y las de los las personas individuales. Ayudar a los emigrantes a responder a sus necesidades básicas no sólo les ayuda en su mudanza sino que además les apoya para mantener unidas sus familias. Es también una manera positiva de alentarles a convertirse en productivos, responsables, respetuosos de la ley, y activos en el bien común de la sociedad.
Gracias, señor presidente
[Traducción del original inglés realizada por Jesús Colina]
ZENIT publica la homilía que pronunció el miércoles, 23 de Abril de 2008, Benedicto XVI durante al liturgia de exequias que presidió por el cardenal Alfonso López Trujillo, presidente del Pontificio Consejo para la Familia, fallecido en Roma el sábado a la edad de 72 años.
¡Queridos hermanos y hermanas!
«Si el grano de trigo que cae en tierra no muere, se queda solo; si en cambio muere, da mucho fruto» (Jn 12,24). El evangelista Juan preanuncia así la glorificación de Cristo a través del misterio de su muerte en la cruz. En este tiempo de Pascua, precisamente a la luz del prodigio de la Resurrección, estas palabras asumen una elocuencia aún más profunda e incisiva. Si bien es verdad que en ellas se advierte una cierta tristeza por la próxima separación de sus discípulos, también es verdad que Jesús indica el secreto para vencer el poder de la muerte. La muerte no tiene la última palabra, no es el final de todo, sino que, redimida por el sacrificio de la Cruz, puede ser ya el paso a la alegría de la vida sin fin. Dice Jesús: «Quien ama su vida la pierde y quien odia su vida en este mundo la conservará para la vida eterna» (Jn 12,25). Así que si aceptamos morir a nuestro egoísmo, si rechazamos cerrarnos a nosotros mismos y hacemos de nuestra vida un don a Dios y a los hermanos, también nosotros podremos conocer la rica fecundidad del amor. Y el amor no muere.
He aquí el renovado mensaje de esperanza que recogemos hoy de la Palabra de Dios, mientras damos el último saludo a nuestro amado hermano, el cardenal Alfonso López Trujillo. Su muerte, sobrevenida cuando parecía haberse ya recuperado de una fuerte crisis de salud que comenzó hace más de un año, ha suscitado en todos nosotros profunda emoción. En los Estados Unidos, donde me encontraba de visita pastoral, elevé enseguida a Dios una oración de sufragio por su alma y ahora, al término de la Santa Misa presidida por el cardenal Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio, me uno con afecto a todos vosotros para recordar con cuánta generosidad el difunto purpurado sirvió a la Iglesia y para dar gracias al Señor por los muchos dones con los que enriqueció su persona y el ministerio de nuestro llorado hermano.
El arzobispo Alfonso López Trujillo se convirtió en el más joven de los cardenales cuando, en el consistorio del 2 de febrero de 1983, mi venerado predecesor, el Papa Juan Pablo II, puso en su cabeza la birreta cardenalicia. Había nacido en Villahermosa, diócesis de Ibagué, en Colombia, en 1935; siendo aún niño se trasladó con su familia a la capital, Bogotá, donde ya como estudiante universitario entró en el seminario mayor. Continuó los estudios en Roma y fue ordenado sacerdote en noviembre de 1960. Concluida su formación teológica, enseñó filosofía en el seminario archidiocesano, trabajando durante muchos años también al servicio de toda la Iglesia en Colombia. En 1971 fue nombrado por el Siervo de Dios Pablo VI obispo auxiliar de Bogotá; ejerció en aquellos años la función de presidente de la Comisión doctrinal del episcopado colombiano, y fue elegido poco después secretario general del CELAM [Consejo Episcopal Latinoamericano. Ndt], encargo que desarrolló con reconocida competencia durante un largo período de tiempo.
Igualmente Pablo VI le confió el encargo, en 1978, de coadjutor con derecho de sucesión de la archidiócesis de Medellín, de la que se convirtió después en Pastor. Su profundo conocimiento de la realidad eclesial latinoamericana, madurada en el prolongado período en el que había trabajado como secretario del CELAM, le mereció el nombramiento como presidente de este importante organismo eclesial, que guió sabiamente de 1979 a 1983. Desde 1987 a 1990 fue presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana. Tuvo además oportunidad de ampliar su conocimiento de las problemáticas de la Iglesia universal al haber participado en las tres Asambleas del Sínodo de los Obispos celebradas en el Vaticano: en 1974 sobre la evangelización, en 1977 sobre la catequesis y en 1980 sobre la familia. Y precisamente fue llamado a dedicar particularmente a la familia su empeño, a partir del 8 de noviembre de 1990, cuando Juan Pablo II le nombró presidente del Pontificio Consejo para la Familia, encargo que le mantuvo en la brecha hasta el momento de su muerte.
¿Cómo no destacar, en este momento, el celo y la pasión con que trabajó durante estos casi 18 años, desplegando una infatigable acción en tutela y promoción de la familia y del matrimonio cristiano? ¿Cómo no darle las gracias por el coraje con que defendió los valores no negociables de la vida humana? Todos hemos admirado su infatigable actividad. Fruto de este empeño suyo es el Lexicon, que constituye un precioso texto de formación para agentes de pastoral y un instrumento para dialogar con el mundo contemporáneo sobre temas fundamentales de ética cristiana. No podemos dejar de estarle agradecidos por la tenaz batalla que libró en defensa de la «verdad» del amor familiar y por la difusión del «evangelio de la familia». El entusiasmo y la determinación con la que actuaba en este campo eran fruto de su experiencia personal, especialmente ligada al calvario que tuvo que afrontar su madre, desaparecida a los 44 años de edad tras una dolorosa enfermedad. «Cuando en mi trabajo --señaló-- hablo de los ideales del matrimonio y de la familia, es natural para mí pensar en la familia de la que procedo, porque a través de mis padres pude constatar que es posible realizar ambos».
El llorado cardenal sacaba su amor por la verdad del hombre y por el evangelio de la familia a partir de la consideración de que todo ser humano y toda familia reflejan el misterio de Dios que es Amor. Quedó impresa en la memoria de todos su conmovedora intervención en la Asamblea del Sínodo de los Obispos de 1997: fue un verdadero canto a la vida. Presentó una espiritualidad muy concreta para cuantos están comprometidos en la actuación del proyecto divino sobre la familia, y subrayó que si la ciencia no se dedica a comprender y a educar en la vida perderá las batallas más decisivas en el fascinante y misterioso terreno de la ingeniería genética.
Si el cardenal López Trujillo hizo de la defensa y del amor por la familia el empeño característico de su servicio en el Pontificio Consejo que presidía, es a la afirmación de la verdad a la que dedicó toda su existencia. Lo testimonia un escrito suyo en el que explica: «He elegido personalmente el lema: "Veritas in caritate" porque todo lo que tiene que ver con la verdad está en el centro de mis estudios». Y añade que la verdad en el amor siempre fue para él un «polo existencial», primero cuando en Colombia se orientaba a «encontrar el sentido de una genuina liberación en ámbito teológico», y después aquí, en Roma, cuando se dedicó a «profundizar y difundir el evangelio de la vida y el evangelio de la familia como colaborador del Santo Padre». Y concluye: «Creo mucho en el valor de esta lucha decisiva para la Iglesia y para la humanidad y pido al Señor que me dé fortaleza para no ser ni indolente ni cobarde».
Para llevar a cumplimiento la misión que Jesús nos confía no hay que ser ni indolentes ni cobardes. En la segunda lectura hemos escuchado cómo el apóstol Pablo, prisionero en Roma, exhorta a su leal discípulo Timoteo al valor y a la perseverancia en testimoniar a Cristo, también a costa de ser sometido a duras persecuciones, firme en la certeza de que «si morimos con Él, también con Él viviremos; si con Él perseveramos, también con Él reinaremos» (v. 11-12). Que la generosidad del llorado cardenal, traducida en múltiples obras de caridad, especialmente a favor de los niños en diversas partes del mundo, nos sirva de aliento para gastar todo nuestro recurso físico y espiritual por el Evangelio; que nos impulse a actuar en defensa de la vida humana; que nos ayude a mirar constantemente hacia la meta de nuestra peregrinación terrena. Y cuál es esta reconfortante meta lo indica san Juan, ofreciendo a nuestra contemplación, en el pasaje del Apocalipsis que ha sido proclamado, la visión de un «cielo nuevo» y de «una nueva tierra» (21,1) y trazando a nuestra vista las líneas proféticas de la «ciudad santa», la «nueva Jerusalén... preparada como una esposa adornada para su esposo» (21,2).
Venerados hermanos y queridos amigos: no desviemos jamás los ojos de esta visión: miremos hacia la eternidad pregustando, aún entre dificultades y tribulaciones, la alegría de la futura «morada de Dios con los hombres», donde nuestro Redentor enjugará toda lágrima y donde «ya no habrá muerte, ni luto, ni lamento, ni fatiga, porque las cosas de antes han pasado» (Cf. Ap 21,4). Amamos pensar que a esta morada de luz y de alegría ha llegado ya el querido cardenal Alfonso López Trujillo, por quien ahora queremos orar. Que María le acoja y le acompañen los ángeles y los santos en el Paraíso: que su alma sedienta de Dios entre al fin y repose en paz por siempre en el «santuario» del Amor infinito. ¡Amen!
[Traducción del original italiano por Marta Lago.
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BOLETÍN 282
Este jueves se celebró la fiesta del primer santo canario, el Hermano Pedro. Con tal motivo se han venido celebrando durante el presente mes toda una serie de acciones pastorales.
El tradicional Vía Crucis por el santo Hermano Pedro se celebrará este sábado a partir de las 8.00 horas en el municipio de Vilaflor, partiendo desde la ermita del Hermano Pedro, en La Zarza, hasta la iglesia de San Pedro Apóstol en el casco urbano.
El próximo domingo, día 27 de abril, celebramos la Jornada del Enfermo. Este año el lema de este día no se refiere directamente a la enfermedad, sino al dolor de la separación por la muerte de nuestros seres queridos. Reza así: “Ante el duelo, abiertos a la esperanza”. El lema, pues, entraña un hondo significado, sobre todo, cuando nos aflige la pérdida de un ser querido.
A nivel diocesano, el Santuario del Cristo de Tacoronte acogerá una Eucaristía, presidida por el Obispo, a las 12:30 horas. A dicha celebración están invitados todos los enfermos que puedan y quieran participar.
Esta semana, en la sede del Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias, se viene desarrollando el XVII Congreso Internacional de “Fe y Cultura”. Este año el tema central de las jornadas está siendo“La Mujer”. La Conferencia del Cardenal Cañizares, prevista para el viernes, cerrará esta importante cita formativa.
Igualmente, se ha desarrollado un nuevo ciclo teológico en el Aula Padre Torres Padilla de La Gomera. En esta ocasión, el tema abordado fue “La santidad como posibilidad”. Además, el miércoles 23 de abril se cumplió el 130 Aniversario de la muerte del Padre Torres Padilla.
Siguiendo en la capital Gomera, este fin de semana se desarrolla allí un cursillo de pastoral de la salud titulado “autoestima y crecimiento personal”. Teresa Aguirre, profesora de psicología del centro de humanización de la salud de los padres camilos, en Madrid, será la responsable del mismo.
Diversas localidades de las islas vienen celebrando las fiestas en honor de S. Marcos. Así ocurre, por ejemplo, en Icod, Tegueste o Agulo.
El Obispo, Bernardo Álvarez, y la Comisión creada al efecto, han presentado esta semana la campaña de la Renta “Por tantos”, que tiene como fin solicitar a los contribuyentes la X para la Iglesia Católica en la Declaración de la Renta. Álvarez indicó que desde siempre sabemos que uno de los deberes de un buen cristiano es “ayudar a la Iglesia en sus necesidades”. La Diócesis Nivariense está unos diez puntos por debajo del porcentaje nacional de declaraciones que marcan la X en la Renta.
Además, durante la rueda de prensa se informó sobre el estado de las obras en la Catedral de La Laguna y en el Obispado. El prelado nivariense afirmó que hasta que no se conozcan los resultados del estudio técnico que se está realizando en la Catedral, no se podrá tomar una decisión sobre ella. Mejores perspectivas presentaron tanto el obispo como el arquitecto, Sebastián Matías con respecto a la reconstrucción del Obispado, cuyas obras van a buen ritmo y se espera que estén finalizadas para la Semana Santa del próximo año.
En relación a las obras en el Obispado, cabe resaltar que ya han comenzado a colocarse las primeras bases de piedra de las 10 columnas que tenía dicho edificio antes de quemarse.
Tras el homenaje que recibió a nivel nacional el sacerdote Agustín Yanes, por su dilatada labor pastoral con las personas con discapacidad auditiva, y recibir oficialmente el nombramiento de Prelado de Honor del Papa, ahora será en la parroquia de Los Silos donde se le realizará un emotivo reconocimiento.
Del el 30 de abril al 4 de mayo, se desarrollarán los ejercicios espirituales para diáconos en el Monasterio de Güímar. En esta ocasión estarán dirigidos por el obispo emérito, Damián Iguacen.
La alfombra de la plaza del Ayuntamiento de la villa de La Orotava, estará dedicada este año a “El perdón”. En la misma aparecerán Cristo como motivo central y San Pedro y San Pablo como pilares de la Iglesia católica.
La Comisión Mixta Iglesia Católica-Gobierno de Canarias para Patrimonio se ha reunido recientemente en El Hierro para analizar, entre otros asuntos, el problema de los xilófagos, organismos que se alimentan de los principales componentes de la madera y que están atacando al fondo documental de la Iglesia de La Concepción de Valverde.
La Basílica de la Patrona General de Canarias acogerá el tercer domingo de mayo, día 18, la celebración de un encuentro diocesano al que están invitadas todas las familias cristianas de las islas de Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro. Esta cita estará presidida por el obispo de la Diócesis Nivariense, Bernardo Álvarez y se desarrollará bajo el lema de "Cuida tu familia".
Las obras que desde hace años se vienen ejecutando en la iglesia de La Concepción, en Santa Cruz de Tenerife afrontan ya su última fase después del acuerdo alcanzado entre el Ejecutivo autonómico, Cabildo, Ayuntamiento y Obispado. En esta ocasión, se va a actuar sobre el archivo, la biblioteca, las dependencias dedicadas a las actividades sociales y en la casa parroquial.
Otro acuerdo entre el Obispado y las instituciones canarias tiene que ver con las obras en la ermita de Regla que se encuentra en la actualidad cerrada al público debido al mal estado que presenta a causa de las lluvias.
Otra de las actuaciones principales que piensa llevar a cabo el Obispado en los próximos meses es la rehabilitación de la ermita de San Andrés. En este caso, el objetivo es quitar los añadidos del templo durante los últimos años y devolverlo así a su estructura original hoy notablemente alterada.
La Organización No Gubernamental Manos Unidas, una de las que mayor capital invierte en proyectos de cooperación para el desarrollo en África, ha alertado por boca de su presidenta-delegada en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, Gracia Zárate, de que "la situación es preocupante porque la inversión que actualmente viene haciendo China en África no está beneficiando a la población y no revierte en una mejora de la sanidad, de la agricultura o de la salud, y la mujer ni es tenida en cuenta. China tiene en África una mina y sabe que ello contribuye a que se convierta en la gran potencia mundial en no mucho tiempo, pero mientras persiste la pobreza y el hambre".
El barrio de San Antonio, en La Orotava, celebró recientemente el XXV aniversario de la bendición de la Iglesia de San Antonio María Claret. El acto contó con la presencia del obispo, Bernardo Álvarez.
La pobreza en Santa Cruz de Tenerife tiene rostro de mujer, según los últimos datos conocidos del Istac. El estudio emite una conclusión alarmante: un 23% de la población en la capital tinerfeña vive bajo el umbral de la pobreza.
El Real Santuario Insular de Nuestra Señora de las Nieves, en La Palma, celebrará el próximo 25 de mayo la Fiesta de las Madres, a partir de las 11:30 horas. Juan Manuel Yanes, rector del Seminario Diocesano será el encargado de presidir la Eucaristía.
Santiago de Chile (Agencia Fides) - Los Obispos católicos de las regiones donde se desarrollan las actividades cupríferas del la primera empresa del país y donde está en curso un conflicto desde hace algunos días han publicado una declaración titulada "Los caminos de la paz".
LOS CAMINOS DE LA PAZ
Ante el nuevo conflicto que viven las diversas divisiones de CODELCO, los obispos católicos de las regiones donde se desarrollan las actividades cupríferas de la primera empresa del país, queremos manifestar:
1. Nuestra profunda preocupación por esta nueva situación de conflictividad laboral y de movilizaciones sociales con hechos de violencia hacia los bienes y las personas. Reiteramos una vez más que “la violencia no constituye jamás una respuesta justa”. La Iglesia proclama, con la convicción de su fe en Cristo y consciente de su misión, que la violencia es un mal, que la violencia es inaceptable como solución de los problemas, que la violencia es indigna del hombre. La violencia es una mentira, porque va contra la verdad de nuestra fe, la verdad de nuestra humanidad. “La violencia destruye lo que pretende defender: la dignidad, la vida, la libertad del ser humano” (Doctrina Social de la Iglesia Nº 496).
2. Los recientes hechos de violencia deben ser rechazados por toda la comunidad. Las barricadas, con fuego o piedras y otros elementos peligrosos para la vida de las persona, son inaceptables. Hay una inmensa mayoría de trabajadores que anhela trabajar y que son impedidos de hacerlo por el riesgo de su integridad física y aun de sus vidas, hay ciudades del Norte que están prácticamente sitiadas. Reiteramos una vez más, con nuestra mayor energía, que la fuerza no es el camino para encarar conflictos que deben resolverse con racionalidad y diálogo.
3. Hemos escuchado con respeto y con profundo espíritu pastoral tanto a diversas organizaciones sindicales de las divisiones del mineral, particularmente de la Confederación de Trabajadores Contratistas (CTC), como a altos ejecutivos de CODELCO. Hay diversas interpretaciones acerca de los cumplimientos del acuerdo-marco. No resulta fácil discernir, en un tema con muchas complejidades y aristas, quién tiene la razón. Se escuchan por muchas partes afirmaciones categóricas a favor o en contra de ambas posiciones, sin un conocimiento real y profundo de lo que verdaderamente acontece.
4. Nos preocupa el clima laboral que se está creando en el país. Hemos escuchado también a organizaciones de trabajadores de diversas expresiones del acontecer nacional, que nos han referido sus angustias y problemas. Es por ello que en el reciente mensaje de los Obispos de Chile al término de nuestra 95ª Asamblea Plenaria y que titulamos “La persona y su dignidad, base de nuestra convivencia” señalamos, entre otras dimensiones de la realidad, una especial preocupación por el mundo del trabajo. Dijimos: “Se trata de las problemáticas laborales que surgen desde varios sectores productivos y sociales, y que plantean la necesidad de no recurrir a la violencia, sino a un mayor diálogo y a acuerdos que armonicen el desarrollo, la productividad y la sustentabilidad, por una parte, con la equidad, el bienestar y la paz social, por otro”. Hacemos un respetuoso llamado a todos los actores en este conflicto a abrir caminos de diálogo, sereno y constructivo, para resolver sus actuales dificultades.
5. El problema de fondo en la sociedad chilena en el campo laboral, “son los grandes desequilibrios económicos y sociales existentes en el mundo del trabajo y que se han de afrontar estableciendo la justa jerarquía de valores y colocando en primer lugar la dignidad de la persona que trabaja: las nuevas realidades, que se manifiestan con fuerza en el proceso productivo, como la globalización de las finanzas, de la economía, del comercio y del trabajo, jamás deben violar la dignidad y la centralidad de la persona humana, ni la libertad y la democracia de los pueblos” (Doctrina Social de la Iglesia Nº 321).
6. Con el Papa Benedicto XVI afirmamos con fuerza que en la sociedad actual, si queremos que exista paz social, “es preciso elegir entre la lógica del lucro como criterio último de nuestra actividad y la lógica del compartir y de la solidaridad. Cuando prevalece la lógica del lucro, aumenta la desproporción entre pobres y ricos, así como una explotación dañina del planeta. Por el contrario, cuando prevalece la lógica del compartir y de la solidaridad, se puede corregir la ruta y orientarla hacia un desarrollo equitativo, para el bien común de todos”. (Benedicto XVI, 23-IX-2007).
Que Dios nos ayude en Chile a construir una sociedad del compartir con la mirada puesta en los más pobres y desposeídos de la Patria.
† Guillermo Vera Soto
Obispo Prelado de Calama
† Gaspar Quintana Jorquera
Obispo de Copiapó
† Cristián Contreras Molina
Obispo de San Felipe
† Alejandro Goic Karmelic
Obispo de Rancagua
En Calama, Copiapó, San Felipe y Rancagua, 22 de Abril de 2008.
Enviado por Carlos Peinó Agrelo Peregrinos, Cursillista, colaborador en la redacción de la Positito super virtutibus del Siervo de Dios Manuel Aparici.
INFORME DE LOS PERITOS TEÓLOGOS
INFORME SOBRE NUESTRO PARECER,
RESPECTO AL CONTENIDO DE LA DOCUMENTACION PRESENTADA,
EN RELACIÓN CON EL DOGMA Y LA MORAL.
Tomar contacto con los escritos de Manuel Aparici Navarro es sumergirnos en un ambiente verdaderamente espiritual donde se descubre la vivencia de los verdaderos valores y virtudes teologales de Fe, Esperanza y Caridad. Muy bien se aplican las palabras del Concilio Vaticano II en relación al testimonio de su Vida:
«A éstos pronto fueron agregados también quienes habían imitado más de cerca la virginidad y pobreza de Cristo y, finalmente, todos los demás, cuyo preclaro ejercicio de virtudes cristianas y cuyos carismas divinos los hacían recomendables a la piadosa devoción e imitación de los fieles» [1].
La Fe como experiencia de Dios
Manuel Aparici Navarro es un hombre de profunda vivencia de Fe. La alegría de su fe está fundamentada en la Divina Revelación contenida en las Sagradas Escrituras. En sus meditaciones en torno a la Palabra de Dios asume una actitud de búsqueda de la verdad en todo aquello que se refiere a Dios, a la Iglesia, al Magisterio Pontificio. Es el hombre que se deja conducir por la ley divina y a pesar de sentirse indigno ante la mirada de Dios decide consagrar su vida en un auténtico seguimiento a Jesucristo; en una conversión profunda que le lleva al compromiso de dedicarse generosamente al servicio de Cristo en la Juventud de Acción Católica.
Fruto de la autenticidad de su fe es la gran motivación de su vida: «Hacer de la juventud de España e Hispanoamérica Vanguardia de Cristiandad». En el crecimiento espiritual de su vida destacan estas motivaciones: servir con alegría, compartir con generosidad, ser víctima concrucificado con Cristo, comunicar el amor y el entusiasmo de su experiencia íntima con Cristo a los jóvenes.
Fe vivida, Fe celebrada
Su fe es robustecida por la participación y celebración de la liturgia que viene a ser como el culmen de su actividad apostólica y al mismo tiempo la fuente donde mana toda su fuerza espiritual. El centro de su vida es la Eucaristía. En este sacramento ve el medio propicio para alcanzar la perfección y perseverar en la amistad de Dios. Para ello, establece la frecuencia de recibir la Sagrada Comunión diariamente, porque recibir a Jesucristo en la Eucaristía significa para él adentrarse en una paz interior que le convierte en fácil y deleitoso el camino de la perfección y su deseo de santidad.
Fe alimentada por la Oración
Las verdades de fe las va descubriendo y asimilando en sus momentos de meditación, y alta contemplación, en la oración mental inspirada en el diálogo amoroso con el Amado. Sus momentos de oración son como el gran espacio de una comunicación confidencial en el que brotan pensamientos santos, se enciende su devoción y afecto por sentirse víctima del amor de Dios, se fortalecen sus grandes deseos, ideales en particular de responder al grito de dolor de Jesús en la Cruz: «SITIO». Es en la intimidad de la oración en la que se forman sus propósitos inquebrantables de entregarse del todo a Dios; en ella su alma sacrifica a Dios todos los afectos terrenos y todos los apetitos desordenados. Lo único que a Manuel Aparici Navarro le conforta en la oración es buscar continuamente la manera de cómo agradar a Dios; es decir, sólo conocer cuál sea su voluntad y pedirle la necesaria ayuda para cumplirla.
Tenemos que destacar especialmente sus retiros espirituales, el deseo de retirarse para vivir momentos de oración, para tratar a solas con Dios y en actitud de escucha contemplativa delante del Sagrario.
Fe en la Iglesia y Obediencia al Magisterio Eclesiástico
Manuel Aparici Navarro es un hombre de su tiempo. El amor a la Iglesia nace en el corazón de Manuel Aparici bajo el impulso de su amistad con Jesucristo. Es el peregrino que quiere abrir camino en una Iglesia peregrina en medio del mundo, considerada sacramento de salvación para todos los hombres. Su visión universal del misterio de salvación, es su gran preocupación; tienen especial mención los pueblos Hispanoamericanos que esperan la gran cruzada de evangelización.
Como se puede ver en sus escritos hay un apasionado sentimiento y servicio de la Iglesia concreta y peregrina de esta tierra; pero también con una gran visión de futuro. De ahí que cuando leemos la Carta Apostólica «Tertio Millennio Adveniente» de Juan Pablo II también podríamos decir con certeza que esta afirmación fue su gran inquietud:
«En el camino de preparación a la cita del 2000. (...). El tema de fondo es el de la evangelización, mejor todavía, el de la nueva evangelización (...) nacen de la visión conciliar de la Iglesia, abren un amplio espacio a la participación de los laicos, definiendo su específica responsabilidad en la Iglesia, y son expresión de la fuerza que Cristo ha dado a todo el Pueblo de Dios, haciéndolo partícipe de su propia misión mesiánica, profética, sacerdotal y regia.
... La preparación del jubileo del Año 2000 se realiza así en toda la Iglesia, a nivel universal y local, animada por una conciencia nueva de la misión salvífica recibida de Cristo. Esta conciencia se manifiesta con significativa evidencia en las exhortaciones postsinodales dedicadas a la misión de los laicos, a la formación de los sacerdotes, a la catequesis, a la familia, al valor de la penitencia y de la reconciliación en la vida de la Iglesia y de la humanidad y, próximamente , a la vida consagrada» [2].
Todas estas afirmaciones que hace su Santidad el Papa Juan Pablo II, en su Carta Apostólica, son actitudes asumidas y realizadas por Manuel Aparici inspirado en la escucha atenta y respetuosa al Magisterio de la Iglesia promulgado por los Pontífices, entre ellos: Pío XI y Pío XII.
Por ello, precisamente, en el momento de aportar nuestro informe sobre el Siervo de Dios, cabría insistir en que, a pesar de ser un hombre de su tiempo, su actualidad para la Iglesia no ha decrecido en esta difícil coyuntura de finales de siglo.
Sí, Aparici, siendo hombre de su tiempo, es, a la vez, actual por la urgencia con que nuestra sociedad necesita de esa «Vanguardia de Cristiandad» que en aquellos años de guerra y postguerra él alentó. Bien claramente exponía dicha necesidad cuando escribía:
«Los caminos de la gracia son semejantes a los del pecado. El pecado lo penetra todo: Estado laico; la gracia debe informarlo todo: Estado católico. En España vino el comienzo de la regeneración por una institución que era: individuo, familia, orden social, y nación ..., la regeneración del mundo debe venir por España, una Cristiandad» [3].
La actitud de Manuel Aparici, en este aspecto como en otros, se inspiró siempre en la escucha atenta y acogida generosa de las directrices del Magisterio de la Iglesia. Directrices que condujeron al compromiso de «Cristiandad ejemplo», compromiso que desde entonces movería la peregrinación a Santiago. A punto de celebrar el 50 aniversario de aquella magna concentración juvenil a los pies del Apóstol de los Peregrinos, constatamos cómo la actual llamada de Juan Pablo II a la Nueva Evangelización coincide con ese ideal peregrinante, del cual Manuel Aparici es modelo acabado y actualísimo.
En sus escritos encontramos ya el concepto de Iglesia Cuerpo Místico de Cristo, Pueblo de Dios que peregrina en el mundo hacia el encuentro del Padre; y la figura de Iglesia Reino de Dios que crece y se renueva en santidad.
Profesó siempre un amor grande y un respeto sagrado y especial al Ministerio Jerárquico, a todas la autoridades de la Iglesia: desde el Sumo Pontífice, los Obispos, Párrocos, sacerdotes, superiores, director espiritual, seglares y laicos comprometidos al servicio de la Iglesia considerada como Madre e instrumento universal de salvación, Maestra inefable y depositaria de la verdadera fe; dispensadora de la gracia de los sacramentos; por esta Iglesia se sentía miembro vivo, activo y luchador.
En cuanto a la fidelidad al Magisterio Eclesiástico, su mística y preparación intelectual, filosófico-teológico le conducía a observar las Constituciones y Decretos promulgados por la legítima autoridad de la Iglesia, para proponer de esta manera una sana doctrina a las almas sedientas de autenticidad. Tienen sus escritos especial mención a Santo Tomás, San Agustín, Santa Teresa, a quien llama la Madre de España, y San Juan de la Cruz, entre otros. Toma de ellos su doctrina para iluminar sus mensajes y reflexiones en favor de la Acción Católica.
Santidad y Virtudes
Su anhelo ferviente de ser sacerdote y sacerdote santo, este ideal, lo vamos descubriendo a lo largo de todos sus escritos: sean éstos meditaciones, Ejercicios Espirituales, mensajes, discursos y cartas personales dirigidas a compañeros Consiliarios, sacerdotes y religiosas especialmente Carmelitas.
Las virtudes teologales se resumen y concentran en la misma vida de oración.
Entre las virtudes morales atribuye una importancia especial: a la sencillez, humildad, dedicación, amor y entrega total sin reservas.
En la vida común insiste en la caridad fraterna mediante la oración, la contemplación y la acción en una entrega total al proyecto de salvación.
Contemplación que implica una auténtica presencia, de máxima actividad y compromiso, con una fuerte convicción de su obligación de transformar la sociedad. De ahí, el impulso dado a Cursillos de Cristiandad, a los Centros de Apostolado de Vanguardia de la Juventud española e hispánica orientada a la búsqueda de vivir en la presencia de Dios; mientras unos trabajan para la liberación integral de sus hermanos, otros estudian para la acción efectiva. Recordemos que los Seminarios y Conventos de España después de la guerra se nutrieron de Jóvenes de Acción Católica empezando por él, ejemplo y semillero de santidad.
Concluimos afirmando que en toda su existencia, Manuel Aparici Navarro se entregó a un verdadero proceso de santificación. Así lo atestiguan las tres facetas que integran su vida: en su vida laical a pesar de sus limitaciones y dificultades propias de la naturaleza humana; en su vida sacerdotal con una total fidelidad al Dogma de la Doctrina de la Fe Católica y en su vida de víctima. Esa victimación trata de vivirla desde el laicado, pero cuando la realiza y la vive en plenitud es en el ejercicio de su sacerdocio. Para comprender integralmente la figura de Manuel Aparici, tenemos que ver estas tres facetas de su vida que se implican mutuamente. Resaltaremos también su formación académica; en su vida y en sus escritos se proyecta la fidelidad al Magisterio Eclesiástico.
«Hay que creer con fe divina y católica todo lo que se contiene en la Palabra de Dios escrita o transmitida y es propuesta por la Iglesia, bien en definición solemne, bien por el magisterio ordinario y universal, como de fe por estar revelado por Dio» [4] (Constitución Dei Filius, del Concilio Vaticano I).
También la afirmación del Concilio Vaticano II, respecto a la doctrina cristiana, es un aspecto importante que encontramos en las distintas fases de sus escritos:
«Las disciplinas teológicas han de enseñarse, a la luz de la fe, bajo la dirección del Magisterio de la Iglesia, de tal forma que los alumnos reciban con toda exactitud de la divina revelación la doctrina católica, ahonden en ella, la conviertan en alimento de su propia vida espiritual y puedan anunciarla, exponerla y defenderla en el ministerio sacerdotal» [5].
En el campo de la Moral, Manuel Aparici Navarro es un hombre excepcional, un hombre de Dios que en las diferentes etapas de su vida va demostrando el amor de Dios en su vida; en el seguimiento a Jesucristo expresado en la necesidad de responder a su amor teniendo los mismos sentimientos de Cristo, identificándose con el crucificado para vivir concrucificado con El; y una entrega total en el deseo de calmar la Sed de Cristo, sintiéndose sacerdote, evangelizador para ayudar a otros a conocerle y entregarse a El.
He aquí la figura de un gran Siervo de Dios, digno de imitarse en todas sus virtudes, especialmente en estos tiempos en que la Iglesia a las puertas del Tercer Milenio nos pide por medio de Su Santidad Juan Pablo II ser constructores de la Civilización del Amor, en el compromiso de una Nueva Evangelización: nueva en su ardor, nueva en sus métodos y nueva en su expresión.
Fraternalmente en Xto.
Peritos Teólogos: Rvdo. P. Arturo R. Pozo S. y
Licenciado en Teología
Rvdo. P. Pedro A. Ruano
Doctor en Teología
[1] LG. 50.
[2] Tema 21.
[3] Cf. C.P., 1593
[4 ] DS 3011.
[5] Decreto OT 16.
Enviado por Carlos Peinó Agrelo Peregrinos, Cursillista, colaborador en la redacción de la Positito super virtutibus del Siervo de Dios Manuel Aparici.
MANUEL APARICI NAVARRO
TESTIMONIOS DE UNA VIDA EJEMPLAR
Y esta es la razón que todos tenemos.
Eres testimonio excepcional del amor infinito, omnipotente y
misericordiosos de Dios
En carta, sin fecha [1][1], Sor Carmen Teresa de Jesús, en adelante Sor Carmen, (Carmen Rivera o Carmelina en el mundo), Priora, (entonces Carmelita Descalza, hoy Clarisa) [1][2], su abogada, madrina de oraciones, etc., le dice a Manuel Aparici, al que trata de queridísimo:
«Al bajar hoy al locutorio me ha hecho impresión que Córdoba me ha dicho: “Perdone Madre, he cerrado la carta de Aparici sin que Vd. la leyera”; y al decirle yo: “Vd. no tiene censura”, me contesta: “pero me interesaba que la leyera Vd.”, y me ha contado que te decía lo de los papeles.
Y me ha impresionado porque Córdoba es totalmente refractario a esto, mucho más a decirlo al interesado y más aún a comentarlo así.
Y la razón es la que todos tenemos. Eres testimonio excepcional del amor infinito, omnipotente y misericordioso de Dios [1][3]. Tu apartamiento de esta última etapa una razón más para el caso que vemos. Ciertamente Dios no necesita de nosotros. Tú lo ves, te lo ha hecho sentir a veces con dolor [1][4]. Dios nos quiere a nosotros, y para purificarnos, para quemar escoria, nos aparta y nos hace de Él hasta conformarnos con Él.
Tu hermana es un prodigio de Amor, que sólo puede conocerse ante el Amor encerrado en su pequeñísima celda y en el profundo de nuestras almas donde se revela. Sólo si nos acercamos a Él, si nos hundimos en Él, le comprenderemos en sus obras en las almas de sus amigos.
Y esto de que precisamente se les haya ocurrido a los que han sido fruto de ese Amor único, que sean tus muchachos, es una misericordia más, para que no puedas asentarte en el “olvido” de los unos de la última etapa.
Dios te ha hecho sentir la soledad, pero pocas personas han sido tan profundamente como tú queridas. Pocas almas tendrán a tantos tan pendientes de ella como la tuya.
Yo comprendo que tú no puedas recoger nada, pero en una casa no serán tan difíciles de encontrar las cosas. Si te parecen tonterías mías, pues no me las das a mí, aunque nadie las guardaría con más ilusión.
¿Tienes confianza en mi hermana? Pues que lo haga ella, que lo guarde quien quieras. En fin, de la forma que te sea más fácil, pero que se recoja todo lo que se pueda de tus escritos espirituales y apostólicos [1][5].
No veo más que dos intereses y lo demás no me importa:
Primero: En orden a ti.
Más conforme con tu abandono filial me parece que no des importancia a esto y que “dejes hacer”. En los brazos del Padre, metido en su Amor, pendiente del Amado, ¿me quieres decir qué importa que los pobres hombres que andan por el mundo vean una vez más la Fidelidad y el Amor sobre los hombres?
¿Pero a ti qué te importa? ¿Pero qué es todo ese poquillo que tú has podido trasladar al papel para darnos gana de algo de acercarnos a Él, comparado con la Realidad Sobrenatural que te llena?
¡Déjate de bobadas y piensa que una de las maneras del abandono es éste: que sepan; que entonces admirarán a Dios y no repararán en ti!
Segundo: Razón de apostolado [1][6].
1ª. Para los que lo hagan. Si apenas te conocen estos curas. Si se quedarán absortos al ver lo Fiel que ha sido contigo. ¿Tú sabes qué efecto le haría a Córdoba y a Pepe y a Castro [1][7], a cada uno por una cosa?
2ª. Ventajas de que escrita por estos llegará a todos los que tú has influido y verán la necesidad de esa actuación del Amor por encima de todos los medios.
Ahora haz lo que quieras. En realidad para ti no quiero más que el tiempo que vivas te fijes en esta sola postura del Hijo con su Padre. Mi vía Carolina tan fecunda. Y cuando llegues al cielo que alcances del Señor un nuevo Pentecostés para todas las almas que unió a ti y entre las que en primerísimo lugar me encuentro.
Según mis “caminos” me alegraría que no dieras importancia a nada, que des graciosamente lo que graciosamente has recibido, y que con la misma paz, sin apartarte para nada de Dios, recibas su Amor [1][8] cuando piensen unos que estás anticuado, que cuando los otros, ante el temor de perderte, quieran conservar ese testimonio del Amor, la Omnipotencia y la Fidelidad infinitas.
Hoy no te escribe Córdoba porque no sabe que te he escrito. Y cuando le vea mañana ya ha salido esta carta. Cada día esta más pacífico, más centrado y más abierto a Dios. A pesar de que es demasiada soledad para él, pero lo lleva muy bien. El quiere verte, y hablar contigo, y dice que si estás mal, en peligro, que se va. La verdad es que le impresiona todo lo tuyo.
En Xto.» [1][9].
Por otro lado, por carta de 21 de julio de 1989, le dice al Rvdo. José Manuel de Lapuerta y Quintero, Consiliario de Peregrinos de la Iglesia: «Vi con la mayor alegría que los Peregrinos están ya … tras el asunto de Aparici. Yo quisiera de verdad que el Capitán llegara antes que nadie». «Siempre le consideré –afirma después en su declaración– que llegaría a los altares. Mi hermano José decía que había tratado con tres santos y uno de ellos era Manuel Aparici (los otros dos, nuestro hermano Antonio [“El Ángel del Alcázar”] y el P. Nieto). Después de morir se habla más todavía de su fama de santidad» [1][10].
P/S. Muchos hermanos de habla inglesa nos piden los textos en inglés, pero, sintiéndolo mucho, no podemos complacerles. Sin embargo, estamos convencidos que un día Dios suscitará una vocación tan específica: un traductor. De momento, sigamos pidiendo al Señor que suscite tal vocación. ¡Qué hermoso sería poder tenerlo también en francés, alemán, etc.
[1] Por la referencia que hace Sor Carmen en su carta a los «escritos y documentos» estimamos que ésta fue escrita en 1964, pocos meses antes del fallecimiento de Manuel Aparici, porque luego él en sus cartas a Sor Carmen de fechas 14 y 24 de agosto de 1964 (C.P., pp. 1914/1915) hace también mención a las mismas. Trataba por todos los medios que no se perdieran y se los pedía una y otra vez hasta que lo consiguió. Éste se resistía: porque, decía, «me parece contrario a la voluntad divina, pues si Él ha querido para mí esta última etapa, así debe quedar: humilde y escondida». Pero su estado no mejoraba, por el contrario empeoraba, y pocos días antes de su muerte accedió a los deseos de Sor Carmen, de la que fue su director espiritual estando ya muy enfermo.
Veintitrés años antes de su fallecimiento, el 10 de marzo de 1941, (todavía no había entrado en el Seminario) anotaba en su Diario: «Formulé propósito de llevarle a mi director espiritual todos mis cuadernos y notas para que vea si los debo quemar. Me asusta la vanidad de ultratumba».
[2] Es hermana del Rvdo. D. José Rivera Ramírez, cuyo Proceso diocesano de Canonización se abrió el 21 de noviembre de 1998, de Antonio Rivera, «El Ángel del Alcázar», y de Ana María Rivera. Ambas (Carmen y Ana María) han sido testigos en la Causa de Canonización de Manuel Aparici.
Con fecha 13 de abril de 1948 D. José Rivera Lema, hablando de sus hijos, le decía a Manuel Aparici: «Mi querido amigo y capellán: Recibí tu carta que, verdaderamente, me llenó de gozo, pues he visto, por lo que me refieres, que aquella tiara de requisitos indispensables para alcanzar algo del Señor: Sacrificio, mortificación y oración estaban y están en Antonio, en Carmelina y en Pepe. El primero por estar ya allí donde él, con toda convicción, dijo que iba, por lo que nos dejó nota clara del poder de esa tiara, y los otros dos por estar preparándose hace ya tiempo, y sin dejar de andarlo, en el camino angostísimo que les lleva a donde es voluntad del Señor que vayan, nos indican que si de Dios queremos ser oídos ha de ser formados en esos requisitos de que Él nos dejó perenne ejemplo en la Pasión que sufrió. Así que yo, que los veo tan en ti copiados, estoy contentísimo con que sean nuestros muchachos y más si atiendo que en todas las habitaciones de esta casa resuenan constantemente los ecos de aquellas palabras que dejaban traslucir inequívo-camente la admiración que por ti sentía el primero y sienten los que en la muerte mística ... y en el martirio lento ... van portando día a día ... ».
Por su parte, Manuel Aparici, en carta a D. José Rivera de fecha 20 de marzo de 1963, se despedía así: «Con todo cariño les bendice a todos su “cuasi” hijo».
«En el décimo cuarto aniversario de su muerte [de Antonio Rivera], el Consejo Superior de la Juventud de Acción Católica se dirigió al Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal Primado de las Españas y Arzobispo de Toledo, Dr. Pla y Deniel, con el fin de que constituyera el Secretariado Pro-beatificación de Antonio Rivera. Después de varias reuniones celebradas en Toledo quedó constituido un Patronato de Honor, bajo la Presidencia del Sr. Cardenal y del que formaba parte, entre otros, Manuel Aparici, Consiliario Nacional, el cual le proponía ya en aquellos años de 1935 y 1936 como el “Presidente Modelo”». (Información y Documentación, Enero y Febrero de 1951).
[1][3] «Pues el alma como dice Santa Catalina de Siena: “Es un árbol producido por el amor y no puede vivir de otra cosa que de amor”, frase ésta que recoge Manuel Aparici en su escrito y que destacan los Peritos Teólogos en su Informe.
[4] «Ahora –decía Manuel Aparici–, con el Redentor, con el Verbo hecho carne, con Jesucristo Nuestro Señor, el dolor ya no es maldición sino bendición, es la mejor medicina del pecado y el mejor medio para alcanzar la Bienaventuranza que esencialmente consiste en la alabanza y glorificación de Dios en, con y por Jesucristo Nuestro Señor» (Informe de los Peritos Teólogos).
[5] La correspondencia cruzada entre Sor Carmen y Manuel Aparici, particularmente durante la larga y penosa enfermedad de éste, y que ha sido facilitada por Sor Carmen, riquísimo legado, unida a la de Manuel Aparici, arroja una gran luz sobre la última etapa de su vida: la «etapa de victimación». Es un bellísimo testimonio de amor, de celo sacerdotal, etc. Nos muestra su grandeza de alma, la plena aceptación gozosa de la voluntad de Dios, sus inquietudes y afanes apostólicos en horas tan difíciles, su entrega generosa en todo momento, etc. Recibía, entre otras, a personas muy cualificadas de la Acción Católica y a antiguos políticos que habían pertenecido a ella, etc. Revisaba guiones, preparaba y daba Ejercicios, retiros, Cursillos, etc., dirigía a jóvenes, sacerdotes y religiosas, era confesor y director espiritual de altas personalidades, hacía Ejercicios Espirituales, le pedían y pedía consejos, etc. Mientras pudo siguió ejerciendo su ministerio sacerdotal.
[6] «¡El apostolado! -decía- es el rayo de sol (amor de Dios) que se recibe en nuestra alma, y, desde ella, limpia y bruñida, se lanza sobre las almas que se deslumbran así» (Mons. Jesús Espinosa Rodríguez. Su testimonio de septiembre de 1977).
[7] Sacerdotes los tres muy queridos por Manuel Aparici: José Manuel de Córdoba, José Rivera Ramírez (al que un día, 11 de mayo de 1947, le dijo: «tú tienes sangre de mártir y eres hermano de mi hermano de Consejo “El Ángel del Alcázar”» ( C.P., pp. 1747/1748) y Carlos Castro Cubells (uno de los sacerdotes dirigidos por Manuel Aparici durante su etapa de enfermo).
[8] «Hay que dejarse amar de Dios –decía Manuel Aparici–. Hay que pensar más en el amor de Dios a mí que en el mío a Él» (Mons. Jesús Espinosa Rodríguez. Su testimonio de septiembre de 1977).
[9] C.P., pp. 8879/8882.
[10] Mons. Maximino Romero de Lema estima que la fama de santidad tiene fundamento sólido; opinión ésta que comparten también otras muchas personas, testigos, Cardenales, Arzobispos, Obispos, etc., y no testigos. La fama de santidad la tenía tanto en vida como a la hora de la muerte y después de su muerte.
El obispo de Valle de Chalco (Estado de México) y responsable de la Sección de Pastoral Social del Departamento de Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), monseñor Luis Artemio Flores Calzada, dio a conocer «El credo y las bienaventuranzas del jurista católico», como resultado de los trabajos de la Tercera Asamblea de los Juristas Católicos de América Latina y el Caribe (Jucalayc), que se celebró, del 10 al 13 de abril en Quito, Ecuador.
Bienaventuranzas del Jurista Católico
1. BIENAVENTURADO el jurista católico que sigue a Cristo, lo conoce, vive en su palabra, y es coherente en su fe y actuar, porque le dará credibilidad a la Iglesia y a su labor como jurista.
2. BIENAVENTURADO el jurista católico que defiende y promueve la dignidad humana y el derecho de los privados de la libertad, marginados y expulsados, reconociendo en cada uno el rostro de Jesús, porque se identificará con Jesucristo solidario.
3. BIENAVENTURADO el jurista católico que, con humildad de corazón y con perseverancia, presta un servicio incondicional y desinteresado a los privados de libertad, porque será signo e instrumento del Reino de Dios.
4. BIENAVENTURADO el jurista católico que, valorando la dignidad humana de los que han sido privados de la libertad, ejerce el manejo de un proceso justo y lucha contra las propuestas inhumanas de la estructura sociopolítica, porque será constructor de una nueva sociedad.
5. BIENAVENTURADO el jurista católico que visita a los privados de la libertad, comparte su sufrimiento y con su presencia les hace sentir el amor de Dios, porque eso le permitirá identificarse con ese hermano.
6. BIENAVENTURADO el jurista católico que ama la verdad, denuncia las injusticias y no se deja aprisionar por las estructuras legales de pecado, porque hará presente a Cristo redentor del ser humano.
7. BIENAVENTURADO el jurista católico que vive su bautismo en comunión y participación con toda la Iglesia y pone todo su esfuerzo y creatividad para que quienes están en el mundo de la carcelación tengan vida plena en Cristo, porque así se mostrará como verdadero discípulo y misionero de Jesucristo.
El obispo de Valle de Chalco (Estado de México) y responsable de la Sección de Pastoral Social del Departamento de Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), monseñor Luis Artemio Flores Calzada, dio a conocer «El credo y las bienaventuranzas del jurista católico», como resultado de los trabajos de la Tercera Asamblea de los Juristas Católicos de América Latina y el Caribe (Jucalayc), que se celebró, del 10 al 13 de abril en Quito, Ecuador.
Credo del Jurista Católico
1. CREEMOS en el Dios de la vida; en Jesucristo, abogado de los desprotegidos; en el Evangelio que nos da libertad y liberta a los hombres y mujeres; en la inviolabilidad de la dignidad humana y de la conciencia; en la esencial igualdad de todo ser humano y en su dignidad de hijo/a de Dios; en el valor del "estar" y de la escucha; en la capacidad y el derecho de los privados de liberad a redimirse.
2. CREEMOS que el jurista católico es una persona llamada y enviada por Jesucristo a ser instrumento del Reino de Dios en el mundo, con la fuerza y el poder del Espíritu Santo, siendo signo y testigo del amor y misericordia de Dios hacia los más desfavorecidos, especialmente en el mundo de la "carcelación", los marginados y excluidos.
3. CREEMOS que la misión esencial del jurista católico consiste en vivir y ser un servidor de la justicia, la verdad, la libertad, la vida, la reconciliación y la paz, la dignificación y humanización de las personas, mediante el aporte creativo de sus talentos y el ejercicio de su profesión.
4. CREEMOS que el jurista católico debe fundamentar su acción en la Doctrina Social de la Iglesia y en una espiritualidad profunda y encarnada, con el apoyo efectivo de sacerdotes y obispos.
5. CREEMOS que el jurista católico debe crear puentes de colaboración con profesionales y organismos de la sociedad civil para defender, denunciar y promover ante autoridades gubernamentales cambios en las políticas públicas.
6. CREEMOS que un jurista católico debe ser una persona: competente en el ejercicio de su profesión, leal, honesta, humilde (reconocerse amada en la vulnerabilidad y pecadora), profundamente solidaria, capaz de soñar un mundo sin cárceles ni estructuras injustas e inhumanas.
7. CREEMOS que es necesario vivir en un proceso de formarnos permanente para ser verdaderos discípulos y misioneros de Jesucristo, en y desde el ejercicio de nuestra profesión.
Bienaventuranzas del Jurista Católico
Oración por los sacerdotes publicadas por la Congregación para el Clero con motivo de la celebración de la Jornada Mundial de Oración por los Sacerdotes el 30 de Mayo de 2008, fiesta del Corazón de Jesús. que quisiste perpetuarte entre nosotros por medio de tus Sacerdotes, haz que sus palabras sean sólo las tuyas, que sus gestos sean los tuyos, que su vida sea fiel reflejo de la tuya. y hablen a los hombres de Dios. sirviendo a la Iglesia como Ella quiere ser servida. caminando por las sendas de la historia con tu mismo paso y haciendo el bien a todos. celosos de su vocación y de su entrega, claros espejos de la propia identidad y que vivan con la alegría del don recibido. Ella que estuvo presente en tu vida estará siempre presente en la vida de tus sacerdotes.
Oración por los sacerdotes
Señor Jesús, presente en el Santísimo Sacramento,
Que ellos sean los hombres que hablen a Dios de los hombres
Que non tengan miedo al servicio,
Que sean hombres, testigos del eterno en nuestro tiempo,
Que sean fieles a sus compromisos,
Te lo pido por tu Madre Santa María:
Amen
Oraciones de los sacerdotes publicadas con motivo de la celebración de la Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes el 30 de Mayo de 2008, fiesta del Corazón de Jesús.
Oración del sacerdote
Señor, Tu me has llamado al ministerio sacerdotal
en un momento concreto de la historia en el que,
como en los primeros tiempos apostólicos,
quieres que todos los cristianos,
y en modo especial los sacerdotes,
seamos testigos de las maravillas de Dios
y de la fuerza de tu Espíritu. de la grandeza del amor y del poder del ministerio recibido: por amor, sólo por amor y por un amor más grande. sea la afirmación de un sí, gozoso y alegre, que nace de la entrega a Ti y de la dedicación total a los demás al servicio de tu Iglesia. y también agradecer mis victorias. Madre, que dijiste el sí más grande y maravilloso de todos los tiempos, que yo sepa convertir mi vida de cada día en fuente de generosidad y entrega, y junto a Ti, a los pies de las grandes cruces del mundo, me asocie al dolor redentor de la muerte de tu Hijo para gozar con El del triunfo de la resurrección para la vida eterna. Amen Oración que los sacerdotes pueden rezar cada día
Haz que también yo sea testigo de la dignidad de la vida humana,
Todo ello con mi peculiar estilo de vida entregada a Ti
Haz que mi vida celibataria
Dame fuerza en mis flaquezas
Dios omnipotente, que Tu gracia nos ayude para que nosotros, que hemos recibido el ministerio sacerdotal, podamos servirte de modo digno y devoto, con toda pureza y buena conciencia. Y si no logramos vivir la vida con mucha inocencia, concédenos en todo caso de llorar dignamente el mal que hemos cometido, y de servirte fervorosamente en todo con espíritu de humildad y con el propósito de buena voluntad. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
Invocación
¡Oh buen Jesús!, haz que yo sea sacerdote según Tu corazón.
Oración a Jesucristo
Jesús justísimo, tú que con singular benevolencia me has llamado, entre millares de hombres, a tu secuela y a la excelente dignidad sacerdotal, concédeme, te pido, tu fuerza divina para que pueda cumplir en el modo justo mi ministerio. Te suplico, Señor Jesús de hacer revivir en mí, hoy y siempre, tu gracia, que me ha sido dada por la imposición de las manos del obispo. Oh médico potentísimo de las almas, cúrame de manera tal que no caiga nuevamente en los vicios y escape de cada pecado y pueda complacerte hasta mi muerte. Amén.
Oración para suplicar la gracia de custodiar la castidad
Señor Jesucristo, esposo de mi alma, delicia de mi corazón, más bien corazón mío y alma mía, frente a ti me postro de rodillas, rogándote y suplicándote con todo mi fervor de concederme preservar la fe que me has dado de manera solemne. Por ello, Jesús dulcísimo, que yo rechace cada impiedad, que sea siempre extraño a los deseos carnales y a las concupiscencias terrenas, que combaten contra el alma y que, con tu ayuda, conserve íntegra la castidad.
¡Oh santísima e inmaculada Virgen María!, Virgen de las vírgenes y Madre nuestra amantísima, purifica cada día mi corazón y mi alma, pide por mí el temor del Señor y una particular desconfianza en mis propias fuerzas.
San José, custodio de la virginidad de María, custodia mi alma de cada pecado.
Todas ustedes Vírgenes santas, que siguen por doquier al Cordero divino, sean siempre premurosas con respecto a mí pecador para que no peque en pensamientos, palabras u obras y nunca me aleje del castísimo corazón de Jesús. Amén
Carta que han enviado Cardenal Cláudio Hummes, o.f.m. y el arzobispo Mauro Piacenza, presidente y secretario de la Congregación vaticana para el Clero con motivo de la Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes que se celebra el 30 de mayo, fiesta del Corazón de Jesús.
Reverendos y queridos hermanos en el sacerdocio:
En la fiesta del Sacratísimo Corazón de Jesús, con una mirada incesante de amor, fijamos los ojos de nuestra mente y de nuestro corazón en Cristo, único Salvador de nuestra vida y del mundo. Remitirnos a Cristo significa remitirnos a aquel Rostro que todo hombre, consciente o inconscientemente, busca como única respuesta adecuada a su insuprimible sed de felicidad.
Nosotros ya encontramos este Rostro y, en aquel día, en aquel instante, su amor hirió de tal manera nuestro corazón, que no pudimos menos de pedir estar incesantemente en su presencia. «Por la mañana escucharás mi voz, por la mañana te expongo mi causa y me quedo aguardando» (Salmo 5).
La sagrada liturgia nos lleva a contemplar una vez más el misterio de la encarnación del Verbo, origen y realidad íntima de esta compañía que es la Iglesia: el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob se revela en Jesucristo. «Nadie habría podido ver su gloria si antes no hubiera sido curado por la humildad de la carne. Quedaste cegado por el polvo, y con el polvo has sido curado: la carne te había cegado, la carne te cura» (San Agustín, Comentario al Evangelio de san Juan, Homilía 2, 16).
Sólo contemplando de nuevo la perfecta y fascinante humanidad de Jesucristo, vivo y operante ahora, que se nos ha revelado y que sigue inclinándose sobre cada uno con el amor de total predilección que le es propio, se puede dejar que él ilumine y colme ese abismo de necesidad que es nuestra humanidad, con la certeza de la esperanza encontrada, y con la seguridad de la Misericordia que abarca nuestros límites, enseñándonos a perdonar lo que de nosotros mismos ni siquiera lográbamos descubrir. «Una sima grita a otra sima con voz de cascadas» (Salmo 41).
Con ocasión de la tradicional Jornada de oración por la santificación de los sacerdotes, que se celebra en la fiesta del Sacratísimo Corazón de Jesús, quiero recordar la prioridad de la oración con respecto a la acción, en cuanto que de ella depende la eficacia del obrar. De la relación personal de cada uno con el Señor Jesús depende en gran medida la misión de la Iglesia. Por tanto, la misión debe alimentarse con la oración: «Ha llegado el momento de reafirmar la importancia de la oración ante el activismo y el secularismo» (Benedicto XVI, Deus caritas est, 37). No nos cansemos de acudir a su Misericordia, de dejarle mirar y curar las llagas dolorosas de nuestro pecado para asombrarnos ante el milagro renovado de nuestra humanidad redimida.
Queridos hermanos en el sacerdocio, somos los expertos de la Misericordia de Dios en nosotros y, sólo así, sus instrumentos al abrazar, de modo siempre nuevo, la humanidad herida. «Cristo no nos salva de nuestra humanidad, sino a través de ella; no nos salva del mundo, sino que ha venido al mundo para que el mundo se salve por medio de él (cf. Jn 3, 17)» (Benedicto XVI, Mensaje «urbi et orbi», 25 de diciembre de 2006: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 29 de diciembre de 2006, p. 20). Somos, por último, presbíteros por el sacramento del Orden, el acto más elevado de la Misericordia de Dios y a la vez de su predilección.
En segundo lugar, en la insuprimible y profunda sed de él, la dimensión más auténtica de nuestro sacerdocio es la mendicidad: la petición sencilla y continua; se aprende en la oración silenciosa, que siempre ha caracterizado la vida de los santos; hay que pedirla con insistencia. Esta conciencia de la relación con él se ve sometida diariamente a la purificación de la prueba. Cada día caemos de nuevo en la cuenta de que este drama también nos afecta a nosotros, ministros que actuamos in persona Christi capitis. No podemos vivir un solo instante en su presencia sin el dulce anhelo de reconocerlo, conocerlo y adherirnos más a él. No cedamos a la tentación de mirar nuestro ser sacerdotes como una carga inevitable e indelegable, ya asumida, que se puede cumplir «mecánicamente», tal vez con un programa pastoral articulado y coherente. El sacerdocio es la vocación, el camino, el modo a través del cual Cristo nos salva, con el que nos ha llamado, y nos sigue llamando ahora, a vivir con él.
La única medida adecuada, ante nuestra santa vocación, es la radicalidad. Esta entrega total, con plena conciencia de nuestra infidelidad, sólo puede llevarse a cabo como una decisión renovada y orante que luego Cristo realiza día tras día. Incluso el don del celibato sacerdotal se ha de acoger y vivir en esta dimensión de radicalidad y de plena configuración con Cristo. Cualquier otra postura, con respecto a la realidad de la relación con él, corre el peligro de ser ideológica.
Incluso la cantidad de trabajo, a veces enorme, que las actuales condiciones del ministerio nos exigen llevar a cabo, lejos de desalentarnos, debe impulsarnos a cuidar con mayor atención aún nuestra identidad sacerdotal, la cual tiene una raíz ciertamente divina. En este sentido, con una lógica opuesta a la del mundo, precisamente las condiciones peculiares del ministerio nos deben impulsar a «elevar el tono» de nuestra vida espiritual, testimoniando con mayor convicción y eficacia nuestra pertenencia exclusiva al Señor.
Él, que nos ha amado primero, nos ha educado para la entrega total. «Salí al encuentro de quien me buscaba. Dije: "Heme aquí" a quien invocaba mi nombre». El lugar de la totalidad por excelencia es la Eucaristía, pues «en la Eucaristía Jesús no da "algo", sino a sí mismo; ofrece su cuerpo y derrama su sangre. Entrega así toda su vida, manifestando la fuente originaria de este amor divino» (Sacramentum caritatis, 7).
Queridos hermanos, seamos fieles a la celebración diaria de la santísima Eucaristía, no sólo para cumplir un compromiso pastoral o una exigencia de la comunidad que nos ha sido encomendada, sino por la absoluta necesidad personal que sentimos, como la respiración, como la luz para nuestra vida, como la única razón adecuada a una existencia presbiteral plena.
El Santo Padre, en la exhortación apostólica postsinodal Sacramentum caritatis (n. 66) nos vuelve a proponer con fuerza la afirmación de san Agustín: «Nadie come de esta carne sin antes adorarla (...), pecaríamos si no la adoráramos» (Enarrationes in Psalmos 98, 9). No podemos vivir, no podemos conocer la verdad sobre nosotros mismos, sin dejarnos contemplar y engendrar por Cristo en la adoración eucarística diaria, y el «Stabat» de María, «Mujer eucarística», bajo la cruz de su Hijo, es el ejemplo más significativo que se nos ha dado de la contemplación y de la adoración del Sacrificio divino.
Como la dimensión misionera es intrínseca a la naturaleza misma de la Iglesia, del mismo modo nuestra misión está ínsita en la identidad sacerdotal, por lo cual la urgencia misionera es una cuestión de conciencia de nosotros mismos. Nuestra identidad sacerdotal está edificada y se renueva día a día en la «conversación» con nuestro Señor. La relación con él, siempre alimentada en la oración continua, tiene como consecuencia inmediata la necesidad de hacer partícipes de ella a quienes nos rodean. En efecto, la santidad que pedimos a diario no se puede concebir según una estéril y abstracta acepción individualista, sino que, necesariamente, es la santidad de Cristo, la cual es contagiosa para todos: «Estar en comunión con Jesucristo nos hace participar en su ser "para todos", hace que este sea nuestro modo de ser» (Benedicto XVI, Spe salvi, 28).
Este «ser para todos» de Cristo se realiza, para nosotros, en los tria munera de los que somos revestidos por la naturaleza misma del sacerdocio. Esos tria munera, que constituyen la totalidad de nuestro ministerio, no son el lugar de la alienación o, peor aún, de un mero reduccionismo funcionalista de nuestra persona, sino la expresión más auténtica de nuestro ser de Cristo; son el lugar de la relación con él. El pueblo que nos ha sido encomendado para que lo eduquemos, santifiquemos y gobernemos, no es una realidad que nos distrae de «nuestra vida», sino que es el rostro de Cristo que contemplamos diariamente, como para el esposo es el rostro de su amada, como para Cristo es la Iglesia, su esposa. El pueblo que nos ha sido encomendado es el camino imprescindible para nuestra santidad, es decir, el camino en el que Cristo manifiesta la gloria del Padre a través de nosotros.
«Si a quien escandaliza a uno solo y al más pequeño conviene que se le cuelgue al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar (...), ¿qué deberán sufrir y recibir como castigo los que mandan a la perdición (...) a un pueblo entero?» (San Juan Crisóstomo, De sacerdotio VI, 1.498). Ante la conciencia de una tarea tan grave y una responsabilidad tan grande para nuestra vida y salvación, en la que la fidelidad a Cristo coincide con la «obediencia» a las exigencias dictadas por la redención de aquellas almas, no queda espacio ni siquiera para dudar de la gracia recibida. Sólo podemos pedir que se nos conceda ceder lo más posible a su amor, para que él actúe a través de nosotros, pues o dejamos que Cristo salve el mundo, actuando en nosotros, o corremos el riesgo de traicionar la naturaleza misma de nuestra vocación. La medida de la entrega, queridos hermanos en el sacerdocio, sigue siendo la totalidad. «Cinco panes y dos peces» no son mucho; sí, pero son todo. La gracia de Dios convierte nuestra poquedad en la Comunión que sacia al pueblo. De esta «entrega total» participan de modo especial los sacerdotes ancianos o enfermos, los cuales, diariamente, desempeñan el ministerio divino uniéndose a la pasión de Cristo y ofreciendo su existencia presbiteral por el verdadero bien de la Iglesia y la salvación de las almas.
Por último, el fundamento imprescindible de toda la vida sacerdotal sigue siendo la santa Madre de Dios. La relación con ella no puede reducirse a una piadosa práctica de devoción, sino que debe alimentarse con un continuo abandono de toda nuestra vida, de todo nuestro ministerio, en los brazos de la siempre Virgen. También a nosotros María santísima nos lleva de nuevo, como hizo con san Juan bajo la cruz de su Hijo y Señor nuestro, a contemplar con ella el Amor infinito de Dios: «Ha bajado hasta aquí nuestra Vida, la verdadera Vida; ha cargado con nuestra muerte para matarla con la sobreabundancia de su Vida» (San Agustín, Confesiones IV, 12).
Dios Padre escogió como condición para nuestra redención, para el cumplimiento de nuestra humanidad, para el acontecimiento de la encarnación del Hijo, la espera del «fiat» de una Virgen ante el anuncio del ángel. Cristo decidió confiar, por decirlo así, su vida a la libertad amorosa de su Madre: «Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, sufriendo con su Hijo que moría en la cruz, colaboró de manera totalmente singular a la obra del Salvador por su obediencia, su fe, su esperanza y su amor ardiente, para restablecer la vida sobrenatural de los hombres. Por esta razón es nuestra madre en el orden de la gracia» (Lumen gentium, 61).
El Papa san Pío X afirmó: «Toda vocación sacerdotal viene del corazón de Dios, pero pasa por el corazón de una madre». Eso es verdad con respecto a la evidente maternidad biológica, pero también con respecto al «alumbramiento» de toda fidelidad a la vocación de Cristo. No podemos prescindir de una maternidad espiritual para nuestra vida sacerdotal: encomendémonos con confianza a la oración de toda la santa madre Iglesia, a la maternidad del pueblo, del que somos pastores, pero al que está encomendada también nuestra custodia y santidad; pidamos este apoyo fundamental.
Se plantea, queridos hermanos en el sacerdocio, la urgencia de «un movimiento de oración, que ponga en el centro la adoración eucarística continuada, durante las veinticuatro horas, de modo tal que, de cada rincón de la tierra, se eleve a Dios incesantemente una oración de adoración, agradecimiento, alabanza, petición y reparación, con el objetivo principal de suscitar un número suficiente de santas vocaciones al estado sacerdotal y, al mismo tiempo, acompañar espiritualmente -al nivel de Cuerpo místico- con una especie de maternidad espiritual, a quienes ya han sido llamados al sacerdocio ministerial y están ontológicamente conformados con el único sumo y eterno Sacerdote, para que le sirvan cada vez mejor a él y a los hermanos, como los que, a la vez, están "en" la Iglesia pero también, "ante" la Iglesia (cf. Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, 16), haciendo las veces de Cristo y, representándolo, como cabeza, pastor y esposo de la Iglesia» (Carta de la Congregación para el clero, 8 de diciembre de 2007).
Se delinea, últimamente, una nueva forma de maternidad espiritual, que en la historia de la Iglesia siempre ha acompañado silenciosamente el elegido linaje sacerdotal: se trata de la consagración de nuestro ministerio a un rostro determinado, a un alma consagrada, que esté llamada por Cristo y, por tanto, que elija ofrecerse a sí misma, sus sufrimientos necesarios y sus inevitables pruebas de la vida, para interceder en favor de nuestra existencia sacerdotal, viviendo de este modo en la dulce presencia de Cristo.
Esta maternidad, en la que se encarna el rostro amoroso de María, es preciso pedirla en la oración, pues sólo Dios puede suscitarla y sostenerla. No faltan ejemplos admirables en este sentido. Basta pensar en las benéficas lágrimas de santa Mónica por su hijo Agustín, por el cual lloró «más de lo que lloran las madres por la muerte física de sus hijos» (San Agustín, Confesiones III, 11). Otro ejemplo fascinante es el de Eliza Vaughan, la cual dio a luz y encomendó al Señor trece hijos; seis de sus ocho hijos varones se hicieron sacerdotes; y cuatro de sus cinco hijas fueron religiosas. Dado que no es posible ser verdaderamente mendicantes ante Cristo, admirablemente oculto en el misterio eucarístico, sin saber pedir concretamente la ayuda efectiva y la oración de quien él nos pone al lado, no tengamos miedo de encomendarnos a las maternidades que, ciertamente, suscita para nosotros el Espíritu.
Santa Teresa del Niño Jesús, consciente de la necesidad extrema de oración por todos los sacerdotes, sobre todo por los tibios, escribe en una carta dirigida a su hermana Celina: «Vivamos por las almas, seamos apóstoles, salvemos sobre todo las almas de los sacerdotes (...). Oremos, suframos por ellos, y, en el último día, Jesús nos lo agradecerá» (Carta 94).
Encomendémonos a la intercesión de la Virgen Santísima, Reina de los Apóstoles, Madre dulcísima. Contemplemos, con ella, a Cristo en la continua tensión a ser total y radicalmente suyos. Esta es nuestra identidad.
Recordemos las palabras del santo cura de Ars, patrono de los párrocos: «Si yo tuviera ya un pie en el cielo y me vinieran a decir que volviera a la tierra para trabajar por la conversión de los pecadores, volvería de buen grado. Y si para ello fuera necesario que permaneciera en la tierra hasta el fin del mundo, levantándome siempre a medianoche, y sufriera como sufro, lo haría de todo corazón» (Frère Athanase, Procès de l'Ordinaire, p. 883).
El Señor guíe y proteja a todos y cada uno, de modo especial a los enfermos y a los que sufren, en el constante ofrecimiento de nuestra vida por amor.
Cardenal Cláudio Hummes, o.f.m.
Prefecto
Mons. Mauro Piacenza
Arzobispo tit. de Vittoriana
Secretario
Mensaje de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar de la Conferencia Episcopal Española para el Día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica 2008.
Mensaje de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar
Solemnidad de Pentecostés, 11 de mayo de 2008
LAICOS CRISTIANOS: SAL Y LUZ DEL MUNDO
El cristiano, injertado en Cristo en virtud del sacramento del Bautismo, debe permanecer en Él y vivir según sus enseñanzas, cumpliendo en todo momento la voluntad del Padre celestial. Del mismo modo que el sarmiento no puede dar fruto, si no permanece unido a la vid, tampoco el cristiano podrá ser testigo de Jesucristo y dar frutos de santidad, si no mantiene la plena comunión con Él mediante la oración confi ada, la participación frecuente en los sacramentos y la preocupación por su formación cristiana: «El que permanece en mí como yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de mí no podéis hacer nada» (Jn 15, 5).
En total sintonía con esta necesidad de permanecer en Cristo para vivir con Él y como Él está el lema propuesto para la celebración del día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica. En dicho lema se nos recuerda el encargo hecho por el Señor a sus discípulos de ser «luz del mundo y sal de la tierra». Ahora bien, para llegar a ser luz del mundo y sal de la tierra, es absolutamente necesario que los que han sido llamados permanezcan en comunión de vida y amor con Aquel, que se ha defi nido a sí mismo como “la luz del mundo”. Jesús, el enviado del Padre, con su Encarnación, con su testimonio durante los años de vida pública y con su triunfo sobre el poder del pecado y de la muerte en virtud de la resurrección, es el único que puede iluminar el camino de la humanidad hacia Dios.
Los cristianos, en ocasiones, movidos por el sano deseo de iluminar con la luz del Evangelio las diversas realidades temporales, nos hemos centrado demasiado en nosotros mismos y hemos dado mucha importancia a la acción. El Evangelio exige la actuación, la presencia en el mundo y el testimonio en la vida pública para que, al contemplar nuestras buenas obras, los hermanos den gloria al Padre celestial. Pero, a la hora de planificar el compromiso cristiano en los distintos ámbitos de la sociedad, debemos partir de la profunda convicción de que solamente podremos ser luz del mundo y ofrecer esta luz a nuestros hermanos, si permanecemos unidos a Cristo, el único Salvador de los hombres. Desde esta comunión profunda con Él será posible colaborar al triunfo de la vida sobre la muerte, de la luz sobre las tinieblas del pecado y del amor sobre el odio.
En virtud de esta comunión con Cristo, alimentada en la oración y en la celebración de los sacramentos, el bautizado es llamado constantemente por el Padre celestial a profundizar en su condición de hijo de Dios, a madurar en la fe y a dar frutos de sincera conversión. Ante esta llamada, ningún cristiano puede dejar de responder ni eludir su personal responsabilidad. Pero, para que este diálogo entre Dios y el hombre, creado a su imagen y semejanza, encuentre la respuesta adecuada, es necesario que cada bautizado asuma la urgencia de revisar su espiritualidad y de renovar su formación cristiana, entendiendo esta formación como «un continuo proceso personal de maduración en la fe y de configuración con Cristo, según la voluntad del Padre, con la guía del Espíritu Santo» (ChL 57).
La formación cristiana, entendida de este modo, es ante todo un don de Dios a cada persona que, por medio de la Iglesia y por la acción del Espíritu Santo, le ayuda a descubrir los contenidos de la verdad revelada, invitándole a unirse más plenamente a Jesucristo y animándole a hacer de la vida una ofrenda agradable a sus ojos. Sólo Dios puede revelarnos su identidad y sólo Él puede transformarnos interiormente para que reconozcamos nuestra condición de hijos de Dios y para que vivamos como tales. En este sentido, la formación cristiana exige siempre una acogida y una respuesta al don recibido por parte de cada bautizado. Cuando la respuesta al don recibido es positiva, entonces los que creen en Dios podrán vivir como criaturas nuevas, desarrollando la adhesión a Jesucristo, profundizando en la pertenencia a la Iglesia y convirtiéndose en auténticos evangelizadores. Todo lo demás: materiales, métodos, son simples medios para la consecución de estos fines, aunque sean medios importantes.
Los obispos de la CEAS, como consecuencia de nuestra participación en las reuniones de responsables de movimientos apostólicos o en los encuentros de delegados diocesanos de apostolado seglar, percibimos con gozo que son muchos los cristianos que han descubierto la necesidad de profundizar en su formación cristiana integral para vivir de forma consciente y responsable su vocación y misión en la Iglesia y en el mundo, para dar razón de la propia esperanza a quien se la pidiere y para unificar fe y vida, pertenencia a la Iglesia y presencia en el mundo. Vemos que cada día existe una convicción más generalizada de que es necesario asumir un proyecto formativo, que abarque los aspectos espirituales, celebrativos, doctrinales, pastorales y humanos. Sólo así será posible integrar todas las facultades de la persona: mente, corazón, sentimientos y testimonio. No es suficiente conocer las verdades de la fe, es necesario que esas verdades pasen de la cabeza al corazón de cada bautizado y transformen sus sentimientos según los sentimientos de Cristo. De este modo, cada cristiano podrá llegar a pensar, sentir, hablar y actuar de acuerdo con su dignidad de hijo de Dios, tanto en las relaciones con los hermanos como en las distintas actividades sociales.
Pero, siendo realistas, también debemos reconocer que existen muchos bautizados que, debido al descuido y olvido de su formación cristiana, desconocen totalmente a Dios. El ejercicio de nuestra misión pastoral en la diócesis y el contacto directo con la vida parroquial nos permite constatar que bastantes cristianos viven de una fe heredada, pero no personalizada. Se han conformado con las enseñanzas recibidas de sus padres en el hogar familiar o en los primeros años de catequesis, pero no se han planteado concretamente lo que significa creer y seguir a Jesucristo. En otros casos, vemos que algunos miembros de nuestras comunidades cristianas, bien dispuestos para asumir responsabilidades pastorales, manifiestan sin embargo en sus comportamientos una profunda ruptura entre la fe y la vida, y no sienten la necesidad de formarse para cumplir con más fidelidad la misión confiada por el Señor. Estos cristianos no son conscientes de que el seguimiento de Jesucristo y el compromiso cristiano en la Iglesia y en el mundo exige una actitud de búsqueda constante, de renovación espiritual y de crecimiento en la formación.
Al constatar estas carencias en la vida religiosa de tantos hermanos, nos preocupa que ellos no vivan con gozo su filiación divina ni experimenten la cercanía, el amor, el perdón y la misericordia infinita del Padre, que Cristo nos ha revelado y manifestado. Muchos tampoco descubren la alegría de pertenecer a una comunidad cristiana ni sienten la necesidad de participar en sus celebraciones.Por supuesto, es motivo de inquietud para nosotros que bastantes bautizados no hayan descubierto y asumido con gozo la misión evangelizadora y misionera confiada por el Señor a sus discípulos. Si sólo conocen a Jesucristo de oídas o de modo superficial, es imposible que puedan ser luz del mundo y testigos de su salvación. El abandono de la formación cristiana por parte de muchos bautizados les ha conducido a tener una visión totalmente deformada del cristianismo y de la Iglesia, puesto que sus criterios y juicios sobre estas realidades ya no parten del Evangelio ni de las enseñanzas de la Iglesia, sino de las opiniones de los demás, de los criterios sociales y de las presentaciones parciales, sesgadas y distorsionadas que, en bastantes casos, hacen de la Iglesia algunos medios de comunicación.
Las causas de esta realidad, de este desinterés por la formación cristiana, son variadas. Aunque no es el momento de hacer un análisis detallado de las mismas, sí podemos señalar que, además de la ruptura de la cadena en la transmisión de la fe en el seno de la familia y de los sucesivos procesos de secularización que está padeciendo la sociedad española, desde la Iglesia tal vez no hemos prestado la suficiente atención y dedicación a la formación de los adultos bautizados. Pensábamos que, al mantener unas prácticas religiosas, todos estaban suficientemente formados, y nos hemos equivocado. Por otra parte, ha existido una preocupación por la transmisión de contenidos doctrinales, que son necesarios, pero hemos dejado en un segundo plano los aspectos espirituales en la formación. En ocasiones, tal vez no hemos tenido suficientemente presente que el cristiano, ante todo, es un seguidor de Jesucristo. En definitiva, no hemos sabido o no hemos podido ser instrumentos para la conversión mediante las propuestas de la formación cristiana.
Pero, no es el momento para las lamentaciones, pues la presencia del Señor resucitado en medio de su Iglesia y la constante acción del Espíritu nos invitan a poner los ojos en el futuro, a remar mar adentro y a trabajar con esperanza. Por todo ello, debemos comenzar dando gracias a Dios por los grandes esfuerzos e iniciativas que se han llevado a cabo en todas las diócesis españolas, durante los últimos años, para hacer posible la formación de un laicado adulto en la fe y consciente de su vocación. Tal vez, en algunos casos, esta formación aún no ha dado los frutos esperados y apetecidos. Al mismo tiempo que damos gracias a Dios, deberíamos hacer un esfuerzo por revisar los procesos de formación cristiana que estamos llevando a cabo en estos momentos con la mejor voluntad, pero tal vez sin el necesario discernimiento. En ocasiones, se ha formado a los miembros de nuestras comunidades para impartir catequesis, para la preparación de las celebraciones litúrgicas, para impulsar la actividad caritativa y social, pero no se ha formado para hacer cristianos adultos en la fe, enamorados de Jesucristo y de su Iglesia y convencidos de la dimensión secular de la vocación laical. De este modo se ha dado prioridad al «hacer» sobre el «ser» y se han formado personas que saben realizar actividades en el ámbito de la comunidad cristiana, pero que no tienen sólidamente afirmadas las convicciones y las motivaciones cristianas por las que deben realizar todas esas actividades.
Teniendo esto en cuenta, y escuchando la voz de Dios desde la realidad descrita, estaremos de acuerdo en que es muy urgente emprender una formación cristiana integral de los miembros de nuestras comunidades y de los alejados de la Iglesia, para que descubran su vocación, reaviven su pertenencia a la comunidad cristiana y se conviertan en evangelizadores. En este sentido, deberíamos tener muy presentes las indicaciones que nos hacía el papa Juan Pablo II: «la formación de los fi eles laicos se ha de colocar entre las prioridades de la diócesis y se ha de incluir en los programas de acción pastoral, de modo que todos los esfuerzos de la comunidad (sacerdotes, religiosos y laicos) concurran a este fi n» (ChL 57).
Los nuevos movimientos y los movimientos de Acción Católica habéis prestado un gran servicio a la Iglesia durante estos años en la formación cristiana de muchos bautizados. En este día de Pentecostés, en el que celebramos la venida del Espíritu sobre la Iglesia naciente y la salida en misión de los primeros evangelizadores, queremos agradeceros vuestra dedicación generosa e invitaros a seguir concentrando todos los esfuerzos en la formación integral y permanente de quienes han asumido responsabilidades pastorales o evangelizadoras en la Iglesia y en el mundo. Y, aunque sabemos que no es fácil, os animamos a seguir ofreciendo esta formación a quienes viven con una fe mortecina o han caído en la indiferencia religiosa. Con la ayuda del Señor, podremos ayudarles a descubrir el gozo del seguimiento y a redescubrir la identidad cristiana haciendo frente a los criterios del mundo. Si queremos que toda la Iglesia sea el sujeto de la evangelización, debemos poner todos los medios a nuestro alcance para formar adecuadamente a los bautizados, aprovechando las distintas oportunidades que tenemos para ello, aunque esto exija sacrificio y renuncia a otras actividades más gratas o más espectaculares.
En todo momento podéis contar con nuestro apoyo y bendición.
Comisión Episcopal de Apostolado Seglar
(ZENIT) Al regresar en avión de los Estados Unidos, Benedicto XVI ha enviado estos telegramas a los jefes de Estado de los países que ha atravesado: Estados Unidos, Canadá, Irlanda, Francia e Italia.
Al concluir mi visita a los Estados Unidos y a la Organización de las Naciones Unidas le doy profundamente las gracias a usted y a sus compatriotas por la cortés acogida y por la diligente asistencia durante mi permanencia y le renuevo mis oraciones para que Dios omnipotente guíe siempre a vuestra nación por el camino de la prosperidad y de la paz. Invoco sobre todo el pueblo estadounidense de corazón la abundancia de las bendiciones divinas.
Benedictus pp. xvi
Atravesando en avión Canadá al regresar a Roma tras mi visita a los Estados Unidos y la Organización de las Naciones Unidas, le saludo y pido al Señor que le apoye a usted y a sus compatriotas en el camino de la libertad, de la justicia y de la paz.
Benedictus pp. xvi
Su Excelencia Mary McAleese, presidenta de Irlanda
Al entrar en el espacio aéreo irlandés de regreso a Roma, tras mi visita a los Estados Unidos y a la Organización de las Naciones Unidas, renuevo mis saludos a usted, excelencia, e invoco de corazón sobre el amado pueblo irlandés las abundantes bendiciones de Dios.
Benedictus pp. xvi
Su Excelencia Nicolas Sarkozy, presidente de la República Francesa - París
En el momento en el que sobrevuelo el territorio de Francia al final de mi viaje a los Estados Unidos y la asamblea de la ONU le aseguro a Su Excelencia mis mejores deseos para su persona y para todo el pueblo francés. De todo corazón invoco para Su Excelencia y para los habitantes del país la abundancia de las bendiciones del Altísimo.
Benedictus pp. xvi
S. E. Giorgio Napolitano, presidente de la República Italiana - Roma
Al regresar del viaje apostólico a los Estados Unidos, donde he tenido la alegría de encontrar a las poblaciones locales llenas de fervor espiritual y con los representantes de las Naciones Unidas, le expreso, señor presidente, mi mejores deseos y le aseguro una oración especial por el bien y la prosperidad de toda la nación italiana, sobre la que invoco las bendiciones celestes.
Benedictus pp. xvi
[Traducción del inglés, francés e del italiano por Jesús Colina]
Discurso que pronunció Benedicto XVI en la noche del domingo 20 de Abril de 2008 en el aeropuerto J. F. Kennedy, durante la ceremonia de despedida en la que representó a ese país el vicepresidente Dick Cheney.
Señor Vicepresidente,
Ilustres Autoridades,
Queridos Hermanos en el Episcopado,
Queridos Hermanos y Hermanas:
Ha llegado el momento de despedirme de vuestro País. Los días que he pasado en los Estados Unidos han estado bendecidos por muchas e inolvidables experiencias del sentido de hospitalidad de los Americanos. Deseos expresarles a todos ustedes mi profunda gratitud por su amable acogida. Me ha alegrado ser testigo de la fe y de la devoción de la comunidad católica en esta Nación. Ha sido alentador encontrar a los líderes y a los representantes de otras comunidades cristianas y de otras religiones, motivo por el cual les aseguro mi consideración y estima. Agradezco al Señor Presidente Bush el que viniera a saludarme al comienzo de mi visita, y doy las gracias al Señor Vicepresidente Cheney por su presencia aquí en el momento de mi salida. Las autoridades civiles, los encargados y voluntarios en Washington y en Nueva York han sacrificado generosamente su tiempo y energías para asegurar el sereno desarrollo de mi visita en cada una de sus etapas, y por esta razón expreso mi profundo agradecimiento al Señor Alcalde de Washington, Adrian Fendy, y al Señor Alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg.
Reitero mis felicitaciones y mi plegaria a los representantes de las Sedes de Baltimore, la primera Archidiócesis, y a las de Nueva York, Boston, Filadelfia y Louisville, en este año jubilar. Que el Señor continúe colmándoles de bendiciones en los años venideros. Renuevo mi reconocimiento por su arduo compromiso y su dedicación a todos mis Hermanos en el Episcopado, a Mons. DiMarzio, Obispo de Brookling, a los oficiales y al personal de la Conferencia Episcopal, que han contribuido de diversos modos a la preparación de esta visita. Con gran afecto saludo una vez más a los sacerdotes y religiosos, a los diáconos, a los seminaristas y a los jóvenes, y a todos los fieles de los Estados Unidos, y los aliento a perseverar dando un gozoso testimonio de Cristo, nuestra esperanza, nuestro Señor y Salvador resucitado, que renueva todas las cosas y nos da la vida en abundancia.
Uno de los momentos más significativos de mi visita ha sido la oportunidad de dirigir la palabra a la Asamblea de las Naciones Unidas. Agradezco al Secretario General, Ban Ki-moon, su atenta invitación y su acogida. Revisando los sesenta años transcurridos desde la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, agradezco todo lo que la Organización ha logrado realizar para defender y promover los derechos fundamentales de todo hombre, mujer y niño en cualquier parte del mundo, y aliento a todos los hombres de buena voluntad a continuar esforzándose sin desfallecer en la promoción de la coexistencia justa y pacífica entre los pueblos y las naciones.
La visita que esta mañana he realizado a "Ground Zero" permanecerá profundamente grabada en mi memoria. Seguiré rezando por los que fallecieron y por los que sufren las consecuencias de la tragedia que tuvo lugar en 2001. Rezo por todos los Estados Unidos, realmente por todo el mundo, para que el futuro traiga una mayor fraternidad y solidaridad, un creciente respecto recíproco y una renovada fe y confianza en Dios, nuestro Padre que está en el cielo.
Con estas palabras de despedida, les dejo, rogándoles que se acuerden de mí en sus plegarias, a la vez que les aseguro mi afecto y mi amistad en el Señor. Dios bendiga a América.
22 de Abril
(Fuente de la Guancha) Ya se encuentra en la parroquia el cartel anunciador del día de la Acción Católica y Apostolado Seglar que se celebrará el 11 de Mayo, solemnidad de Pentecostés, con el lema “Laicos Cristianos: Sal y Luz del Mundo”. La Delegación Diocesana de Apostolado Seglar de la Diócesis de Tenerife nos ha enviado también el programa del Encuentro de Pentecostés para el sábado 10 de Mayo en el Seminario Diocesano. La Delegada Episcopal nos ofrece unas “claves ante una posible invitación a feligreses a un acercamiento a la realidad de un movimiento, grupo o asociación apostólica” adjuntado al mismo tiempo un folleto con el “Mapa de los Movimientos” existentes en la diócesis.
(Estamos construyendo un templo)
Santiago de Chile (Agencia Fides) - Los Obispos de Chile al termino de su Asamblea Plenaria celebrada del 14 al 18 de abril han publicado un Mensaje final, dividido en seis puntos, que lleva por titulo “La persona y su dignidad, base de nuestra convivencia”, en que alertan sobre progresivo deterioro de la connivencia que comienza a extenderse también el campo de la discusión publica a un año de las elecciones.
LA PERSONA Y SU DIGNIDAD, BASE DE NUESTRA CONVIVENCIA
Mensaje al término de la 95ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de Chile
"El Señor ama la justicia y el derecho;
la tierra está llena de su amor” (Sal 32, 5)
Introducción: animar la esperanza. Ante la realidad social y cultural que vivimos hoy, la mirada de los cristianos es de fe y esperanza. Fuimos creados para compartir la felicidad, el amor, la vida y la paz de Dios. Buscamos estos bienes, y Dios nos guía en este camino. Por eso los buscamos con esperanza, apoyándonos en Jesucristo resucitado, que es nuestra esperanza. Es la esperanza en la vida nueva y plena que Él nos regala, y que la ofrece a todos. El presente se puede vivir de otra manera, de una manera nueva, cuando se tiene esperanza. Somos salvados en la esperanza, nos dice el Papa Benedicto XVI. “Es verdad que quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, en el fondo está sin esperanza, sin la gran esperanza que sostiene toda la vida. La verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando hasta el extremo” (cfr. Spe Salvi, 26 y 27).
Desde estas convicciones, la situación política e institucional que vive el país, ha sido objeto también de nuestra oración profunda y de seria reflexión en nuestra Asamblea Plenaria. Anteriormente ya habíamos alertado sobre el progresivo deterioro de nuestra convivencia y los preocupantes signos de violencia en el hogar, los colegios y en la ciudad en general. Esta situación también se extiende peligrosamente a la arena de la discusión pública, en un año de elecciones. Al respecto queremos compartir algunas preocupaciones y desafíos.
1. Respeto por las personas e instituciones.
La persona humana es el fundamento y fin de la comunidad política. Esto significa, ante todo, trabajar por el reconocimiento y el respeto de su dignidad, mediante la tutela y la promoción de los derechos fundamentales e inalienables del hombre para construir el bien común. La comunidad política contribuye a este objetivo cuando actúa a favor de la creación de un ambiente en el que se ofrezca a los ciudadanos la posibilidad del ejercicio real de los derechos humanos y del cumplimiento pleno de los respectivos deberes. En síntesis, ella está sólidamente fundada cuando tiende a la promoción integral de la persona y del bien común, en un clima del respeto por las personas y las instituciones (cfr. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 318-391).
A la luz de este principio fundante de toda convivencia social, nos preocupa el clima beligerante y el fuerte tono que se apodera del debate político, que puede afectar seriamente la orientación al bien común de la actividad y los proyectos públicos. Es sano proteger la libertad de pensamiento y de acción, es sano que exista un amplio espacio para el disenso y que ante los asuntos de Estado concurran distintas miradas que contribuyen a mejores proyectos y decisiones. Esto favorece y consolida nuestra institucionalidad. Pero la falta de respeto hacia personas e instituciones instalada como costumbre daña profundamente a una sociedad. El nivel de descalificaciones personales y agresión verbal que hemos oído a algunos actores políticos en las últimas semanas no se corresponde con la responsabilidad que la ciudadanía les ha confiado. Por otra parte, resulta arbitraria la costumbre de diversas autoridades y dirigentes políticos de evaluar positivamente a las instituciones cuando sus decisiones son de su agrado, y de rechazar su legitimidad, amenazar con destituciones y aun convocar a desconocer sus decisiones cuando no lo son.
Para vivir en democracia necesitamos no sólo la existencia de una Contraloría General de la República, que vele por la legitimidad de los actos de gobierno y de la administración pública, y también por su transparencia, sino además que ejercite sus funciones gozando del respeto y el apoyo que se merece en el cumplimiento de su tarea, que puede resultarles ingrata a quienes se vean investigados. En una democracia moderna el Tribunal Constitucional existe para velar por la adecuación de los preceptos y ordenamientos jurídicos a la Constitución. Sus fallos deben ser acatados, como los de cualquier tribunal. Sus miembros fueron nombrados responsablemente por quienes corresponde. Llamar a la desobediencia es un camino peligroso, que conduce al caos institucional. Otra cosa es el análisis de sus deliberaciones o estudiar proyectos para optimizar su institucionalidad.
A quienes se han visto agredidos por expresar sus convicciones, sea por su respeto a la vida o porque su conciencia de creyente les pide respetar la vida y el derecho de los padres a educar a sus hijos, les expresamos nuestra solidaridad y respeto y, al mismo tiempo los animamos en su testimonio. A todos los católicos, especialmente los responsables del bien común, les exhortamos a ser coherentes con sus creencias, particularmente en la defensa de los derechos fundamentales de las personas y la intangibilidad de toda vida humana ya concebida.
2. Respetar y acoger la vida.
En medio de la pasión que ha despertado el anuncio del fallo del Tribunal Constitucional sobre la distribución y recomendación en el sistema público de salud de los métodos llamados “de anticoncepción hormonal de emergencia”, también conocidos como “píldora del día después”, creyentes y no creyentes concuerdan en que la vida es un bien que nos ha sido dada y que la debemos cuidar. Lo que la razón humana es capaz de reconocer por sí sola, la fe lo reafirma cuando postula que el ser humano es creación de Dios, por lo tanto una realidad sagrada poseedora de derechos, sobre todo el derecho a que se le respete su vida. Defender este derecho es la base de una sociedad auténticamente democrática y humana.
En efecto, no podemos olvidar la verdad que está en juego, la primera en materia de derechos humanos. Nadie tiene la potestad, en ninguna circunstancia, de dar muerte a una vida humana inocente, incluso pensando que así se están salvaguardando otros bienes. Por eso mismo, hay que proteger la vida que está por nacer, como lo afirma nuestra Constitución Política. Nuestro pasado reciente quedó marcado por el desprecio y por la defensa del derecho a la vida. Y lo que subyace en la discusión es si ese fármaco atenta o no contra una vida humana, la más indefensa de todas. No podemos retroceder en el respeto de este valor fundante de nuestra vida social. Tenemos que compatibilizar todos los demás derechos con este deber irrenunciable de la protección de la vida.
En medio de la discusión pública suscitada en torno al fallo del Tribunal Constitucional, cuya argumentación aún no ha sido dada a conocer, queremos reiterar nuestro compromiso permanente a favor de la vida del que está por nacer. Hay personas que basan sus reflexiones afirmando que no está demostrado que la píldora del día después sea abortiva. Pero, quien quiere proteger absolutamente la vida de todo ser humano exige que se demuestre que no impide su desarrollo. Y en esto, los mismos fabricantes dicen que puede inhibir la anidación.
Nuestro compromiso con la vida humana nos llama a rechazar tanto su distribución en el sistema de salud pública como su comercialización en farmacias. El amor y respeto por la vida nos motiva a pedir a todos los poderes del Estado que promuevan políticas públicas coherentes con el derecho a que se respete la vida, que es sagrada. Con la misma fuerza llamamos a la comunidad católica y a todas las personas y familias del país a promover, posibilitar y apoyar actitudes y conductas que reflejen el amor y respeto por la vida, lo que debe expresarse en las opciones cotidianas de la gente.
Tales opciones requieren de una forma adecuada y de un contexto favorable que debemos construir con generosidad entre todos y que debiera traducirse en que las familias puedan contar con ingresos suficientes, oportunidades de educación y empleo para acoger a los hijos y vivir en condiciones dignas. Si sabemos que la familia, comunidad natural donde se experimenta la sociabilidad humana, contribuye en modo único e insustituible al bien de la sociedad, ¿cómo avanzar hacia una sociedad que respete los derechos de la familia y esté a su servicio? (cfr. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 213, 252 y ss).
3. Campaña electoral que escuche y acoja la participación de la gente.
Superar la “crispación” de la política y la violencia verbal, recuperando para la política su finalidad propia que es el bien común, en un clima de amistad cívica, resulta fundamental por el escenario electoral que se avecina. Es de esperar que los candidatos y sus partidos políticos ofrezcan al electorado un debate de altura, poniendo sobre la mesa los temas que afectan y preocupan a los habitantes de las comunas, sin populismo ni demagogia. La confianza de los electores hacia sus autoridades se construye a partir de la coherencia entre lo que se promete y lo que se cumple. Los ciudadanos quisieran ver en los candidatos lo mejor de su vocación de servicio público: que antes de formular sus programas se acerquen a la gente, la escuchen y conozcan sus inquietudes, necesidades y angustias.
También a los votantes nos corresponde una crucial tarea como ciudadanos que asumen su responsabilidad en la construcción del bien común, cual es la de obtener una información adecuada antes de decidir, en conciencia, a qué persona confiaremos nuestra adhesión mediante nuestro voto. Esperamos que este debate, tan necesario a nivel de barrios y municipios, no se contamine con otras polémicas de coyuntura ni con otros procesos electorales de los cuales nos tendremos que ocupar en su debido tiempo. Esperamos que los próximos eventos electorales sean una oportunidad para que se exprese, también de parte de los jóvenes, el compromiso y la participación ciudadana que es “uno de los pilares de todos los ordenamientos democráticos, además de una de las mejores garantías de permanencia de la democracia” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 190).
4. Amistad cívica, valoración del diálogo y los acuerdos.
Creemos que no se han valorado en su justa medida los esfuerzos por establecer amplias bases de acuerdo sobre temas políticos, económicos y sociales, algunos de los cuales han derivado en mesas de diálogo cuyos frutos significativos celebramos y esperamos se multipliquen.
Abordar la tarea política requiere algo más que apego a los procedimientos formales. La convivencia política “adquiere todo su significado si está basada en la amistad cívica y en la fraternidad. El campo del derecho en efecto, es el de la tutela del interés y el respeto, el de la protección de los bienes materiales y su distribución según reglas establecidas. El campo de la amistad, por el contrario, es el del desinterés, el desapego de los bienes materiales, la disponibilidad interior a las exigencias del otro. La amistad civil, así entendida, es la actuación más auténtica del principio de fraternidad que se ha quedado en gran parte sin practicar en las sociedades políticas modernas y contemporáneas” y que es preciso potenciar para la política en Chile, por el bien de su futuro y de su gente (cfr. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 390).
Necesitamos que se dignifique el servicio público. No hay otra misión más noble al servicio de la sociedad civil que favorecer el bien común, y preocuparse de manera preferente por el bien de los marginados y desprotegidos. Agradecemos a los que sin buscar sus propios intereses y con sacrificio se desempeñan en el servicio público, ya sea en el Estado o en otras instituciones que buscan el bien de la sociedad y de los sectores necesitados. Los ciudadanos quieren ver a sus dirigentes, de los diferentes partidos políticos, dialogando para solucionar los grandes problemas, y no en permanente disputa y descalificación. Y cuánto bien harían los medios de comunicación social si difundieran las grandes votaciones, casi de consenso, a las cuales llega ese diálogo a la hora de aprobar la mayoría de las leyes.
5. Probidad y transparencia.
Gran parte de los debates más acalorados de la hora reciente se relacionan con denuncias de irregularidades en diversas instituciones, algunas con ribetes de escándalo. Y esto porque, “entre las deformaciones del sistema democrático, la corrupción política es una de las más graves porque traiciona al mismo tiempo los principios de la moral y las normas de la justicia social; compromete el correcto funcionamiento del Estado, influyendo negativamente en la relación entre los gobernantes y los gobernados; introduce una creciente desconfianza respecto a las instituciones públicas, causando un progresivo menosprecio de los ciudadanos por la política y sus representantes, con el consiguiente debilitamiento de las instituciones” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 411).
Sobre todo hoy, cuando el país enfrenta una difícil situación económica y energética, que se traduce en un alza de precios de bienes y servicios que golpea duramente a los sectores más modestos, resulta incomprensible que algunas personas no cumplan de manera responsable sus tareas de servicio público, o peor aún, que abusen de sus cargos públicos o privados para obtener dividendos económicos, escalar en posiciones de privilegio o ejercer influencias ajenas al nivel ético que la sociedad les exige. Cuando se falta a la transparencia y a la probidad se erosiona la confianza pública, esencial para una sana convivencia. Hace algunos años los Obispos dijimos que esta “falta de confianza puede llegar a afectar nuestras legítimas esperanzas y aun la gobernabilidad del país” (Comité Permanente, 21 de marzo de 2003). A todos corresponde desplegar esfuerzos por construir una sociedad honesta y transparente, también a la Iglesia y sus organismos. Esperamos que las leyes de transparencia en la modernización del Estado y las propuestas recientemente hechas sean analizadas y ponderadas seriamente para avanzar en esta ámbito.
6. Soluciones que esperan.
Este nuevo clima es del todo necesario para abordar otros campos que esperan pronta solución. Por eso, queremos hacer un llamado a autoridades y dirigentes a realizar todo lo que esté en sus posibilidades por resolver aquellas graves dificultades que enfrentan los sectores más pobres del país, y que continúan sin solución como una lista de asuntos “pendientes”. Apreciamos la buena voluntad del Gobierno, del Parlamento y de sectores privados sensibles para avanzar en cuestiones de fondo, como la reforma previsional ya aprobada, las reformas legislativas acordadas en cuanto a la Educación, el Programa “Chile Crece Contigo” y otras iniciativas particulares, como la “Comunidad de Organizaciones Solidarias”. Asimismo esperamos que los aportes del Consejo Asesor Presidencial de Equidad y Trabajo, que pronto conoceremos, den frutos de justicia social en materia de sueldo mínimo ético, de cancelación de imposiciones impagas, que se traduzcan en mayor bienestar para todas las familias del país. También esperamos creatividad y eficiencia para abordar las causas de los problemas de inseguridad que se viven en nuestras ciudades, y que afectan, a veces de manera dramática, sobre todo en las poblaciones pobres. Sabemos que diversas instituciones están abocadas a ello, y queremos recordar, con el Papa Juan Pablo II, que “los pobres no pueden esperar”.
Sin perjuicio de los esfuerzos que se han hecho, hay algunos obstáculos que requieren una especial atención. Se trata de las problemáticas laborales que surgen desde varios sectores productivos y sociales, y que plantean la necesidad de no recurrir a la violencia, sino a un mayor diálogo y a acuerdos que armonicen el desarrollo, la productividad y la sustentabilidad, por una parte, con la equidad, el bienestar y la paz social, por otra. Las crecientes demandas energéticas exigen con urgencia una política de Estado, con amplia y ponderada investigación, acompañada de la participación ciudadana; de este modo podrán superarse los desafíos éticos y de cuidado de la naturaleza que están implícitos. Además, resulta auspicioso que los temas indígenas comiencen a tratarse con una perspectiva más amplia, reconociendo que para Chile son una riqueza las aportaciones de las culturas de los pueblos originarios, y por tanto merece promoverse cuanto se haga para que tengan pleno acceso a una educación de calidad.
Son grandes los desafíos que el Señor nos ofrece a todas las personas de buena voluntad que tenemos la dicha de vivir en esta tierra. De un modo especial, a quienes compartimos la fe en Cristo nos cabe una crucial responsabilidad, pues de la adhesión a su Evangelio y de la vida nueva que brota del encuentro con el Señor surgirá la fuerza interior que será capaz de renovar las estructuras y transformar nuestra convivencia.
A la Virgen del Carmen, patrona de nuestra patria querida, que nos ha acompañado a lo largo de nuestra historia, y que siempre vela por los más débiles y afligidos, a ella confiamos nuestros anhelos y nuestras esperanzas.
La Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de Chile
Punta de Tralca, 18 de abril de 2008
Discurso que pronunció Benedicto XVI en la tarde del sábado 19 de Abril de 2008 en su encuentro con los jóvenes y con los seminaristas en el Seminario de San José de Nueva York.
[En inglés]
Queridos Hermanos en el Episcopado,
Queridos jóvenes amigos:
Proclamen a Cristo Señor, "siempre prontos para dar razón de su esperanza a todo el que se la pidiere" (1 Pe 3,15). Con estas palabras de la Primera carta de san Pedro, saludo a cada uno de ustedes con cordial afecto. Agradezco al Señor Cardenal Egan sus amables palabras de bienvenida y también doy las gracias a los representantes que han elegido por sus manifestaciones de gozosa acogida. Dirijo un particular saludo y expreso mi gratitud al Señor Obispo Walsh, Rector del Seminario de San José, al personal y a los seminaristas.
Jóvenes amigos, me alegra tener la ocasión de hablar con ustedes. Lleven, por favor, mis cordiales saludos a los miembros de sus familias y a sus parientes, así como a sus profesores y al personal de las diversas Escuelas, Colegios y Universidades a las que pertenecen. Me consta que muchos han trabajado intensamente para garantizar la realización de este nuestro encuentro. Les quedo muy reconocido. Gracias también por haberme cantado el "Happy Birthday". Gracias por este detalle conmovedor; a todos les doy un sobresaliente por la pronunciación del alemán. Esta tarde quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones sobre el ser discípulo de Jesucristo; siguiendo las huellas del Señor, nuestra vida se transforma en un viaje de esperanza.
Tienen delante las imágenes de seis hombres y mujeres ordinarios que se superaron para llevar una vida extraordinaria. La Iglesia les tributa el honor de Venerables, Beatos o Santos: cada uno respondió a la llamada de Dios y a una vida de caridad, y lo sirvió aquí en las calles y callejas o en los suburbios de Nueva York. Me ha impresionado la heterogeneidad de este grupo: pobres y ricos, laicos y laicas -una era una pudiente esposa y madre-, sacerdotes y religiosas, emigrantes venidos de lejos, la hija de un guerrero Mohawk y una madre Algonquin, un esclavo haitiano y un intelectual cubano.
Santa Isabel Ana Seton, Santa Francisca Javier Cabrini, San Juan Neumann, la beata Kateri Tekakwitha, el venerable Pierre Toussaint y el Padre Félix Varela: cada uno de nosotros podría estar entre ellos, pues en este grupo no hay un estereotipo, ningún modelo uniforme. Pero mirando más de cerca se aprecian ciertos rasgos comunes. Inflamados por el amor de Jesús, sus vidas se convirtieron en extraordinarios itinerarios de esperanza. Para algunos, esto supuso dejar la Patria y embarcarse en una peregrinación de miles de kilómetros. Para todos, un acto de abandono en Dios con la confianza de que él es la meta final de todo peregrino. Y cada uno de ellos ofrecían su "mano tendida" de esperanza a cuantos encontraban en el camino, suscitando en ellos muchas veces una vida de fe. Atendieron a los pobres, a los enfermos y a los marginados en hospicios, escuelas y hospitales, y, mediante el testimonio convincente que proviene del caminar humildemente tras las huellas de Jesús, estas seis personas abrieron el camino de la fe, la esperanza y la caridad a muchas otras, incluyendo tal vez a sus propios antepasados.
Y ¿qué ocurre hoy? ¿Quién da testimonio de la Buena Noticia de Jesús en las calles de Nueva York, en los suburbios agitados en la periferia de las grandes ciudades, en las zonas donde se reúnen los jóvenes buscando a alguien en quien confiar? Dios es nuestro origen y nuestra meta, y Jesús es el camino. El recorrido de este viaje pasa, como el de nuestros santos, por los gozos y las pruebas de la vida ordinaria: en vuestras familias, en la escuela o el colegio, durante vuestras actividades recreativas y en vuestras comunidades parroquiales. Todos estos lugares están marcados por la cultura en la que estáis creciendo. Como jóvenes americanos se les ofrecen muchas posibilidades para el desarrollo personal y están siendo educados con un sentido de generosidad, servicio y rectitud. Pero no necesitan que les diga que también hay dificultades: comportamientos y modos de pensar que asfixian la esperanza, sendas que parecen conducir a la felicidad y a la satisfacción, pero que sólo acaban en confusión y angustia.
Mis años de teenager fueron arruinados por un régimen funesto que pensaba tener todas las respuestas; su influjo creció -filtrándose en las escuelas y los organismos civiles, así como en la política e incluso en la religión- antes de que pudiera percibirse claramente que era un monstruo. Declaró proscrito a Dios, y así se hizo ciego a todo lo bueno y verdadero. Muchos de los padres y abuelos de ustedes les habrán contado el horror de la destrucción que siguió después. Algunos de ellos, de hecho, vinieron a América precisamente para escapar de este terror.
Demos gracias a Dios, porque hoy muchos de su generación pueden gozar de las libertades que surgieron gracias a la expansión de la democracia y del respeto de los derechos humanos. Demos gracias a Dios por todos los que lucharon para asegurar que puedan crecer en un ambiente que cultiva lo bello, bueno y verdadero: sus padres y abuelos, sus profesores y sacerdotes, las autoridades civiles que buscan lo que es recto y justo.
Sin embargo, el poder destructivo permanece. Decir lo contrario sería engañarse a sí mismos. Pero éste jamás triunfará; ha sido derrotado. Ésta es la esencia de la esperanza que nos distingue como cristianos; la Iglesia lo recuerda de modo muy dramático en el Triduo Pascual y lo celebra con gran gozo en el Tiempo pascual. El que nos indica la vía tras la muerte es Aquel que nos muestra cómo superar la destrucción y la angustia; Jesús es, pues, el verdadero maestro de vida (cf. Spe salvi, 6). Su muerte y resurrección significa que podemos decir al Padre celestial: "Tú has renovado el mundo" (Viernes Santo, Oración después de la comunión). De este modo, hace pocas semanas, en la bellísima liturgia de la Vigilia pascual, no por desesperación o angustia, sino con una confianza colmada de esperanza, clamamos a Dios por nuestro mundo: "Disipa las tinieblas del corazón. Disipa las tinieblas del espíritu" (cf. Oración al encender el cirio pascual).
¿Qué pueden ser estas tinieblas? ¿Qué sucede cuando las personas, sobre todo las más vulnerables, encuentran el puño cerrado de la represión o de la manipulación en vez de la mano tendida de la esperanza? El primer grupo de ejemplos pertenece al corazón. Aquí, los sueños y los deseos que los jóvenes persiguen se pueden romper y destruir muy fácilmente. Pienso en los afectados por el abuso de la droga y los estupefacientes, por la falta de casa o la pobreza, por el racismo, la violencia o la degradación, en particular muchachas y mujeres. Aunque las causas de estas situaciones problemáticas son complejas, todas tienen en común una actitud mental envenenada que se manifiesta en tratar a las personas como meros objetos: una insensibilidad del corazón, que primero ignora y después se burla de la dignidad dada por Dios a toda persona humana. Tragedias similares muestran también que lo podría haber sido y lo que puede ser ahora, si otras manos, vuestras manos, hubieran estado tendidas o se tendiesen hacia ellos. Les animo a invitar a otros, sobre todo a los débiles e inocentes, a unirse a ustedes en el camino de la bondad y de la esperanza.
El segundo grupo de tinieblas -las que afectan al espíritu- a menudo no se percibe, y por eso es particularmente nocivo. La manipulación de la verdad distorsiona nuestra percepción de la realidad y enturbia nuestra imaginación y nuestras aspiraciones. Ya he mencionado las muchas libertades que afortunadamente pueden gozar ustedes. Hay que salvaguardar rigurosamente la importancia fundamental de la libertad. No sorprende, pues, que muchas personas y grupos reivindiquen en voz alta y públicamente su libertad. Pero la libertad es un valor delicado. Puede ser malentendida y usada mal, de manera que no lleva a la felicidad que todos esperamos, sino hacia un escenario oscuro de manipulación, en el que nuestra comprensión de nosotros mismos y del mundo se hace confusa o se ve incluso distorsionada por quienes ocultan sus propias intenciones.
¿Han notado ustedes que, con frecuencia, se reivindica la libertad sin hacer jamás referencia a la verdad de la persona humana? Hay quien afirma hoy que el respeto a la libertad del individuo hace que sea erróneo buscar la verdad, incluida la verdad sobre lo que es el bien. En algunos ambientes, hablar de la verdad se considera como una fuente de discusiones o de divisiones y, por tanto, es mejor relegar este tema al ámbito privado. En lugar de la verdad -o mejor, de su ausencia- se ha difundido la idea de que, dando un valor indiscriminado a todo, se asegura la libertad y se libera la conciencia. A esto llamamos relativismo. Pero, ¿qué objeto tiene una "libertad" que, ignorando la verdad, persigue lo que es falso o injusto? ¿A cuántos jóvenes se les ha tendido una mano que, en nombre de la libertad o de una experiencia, los ha llevado al consumo habitual de estupefacientes, a la confusión moral o intelectual, a la violencia, a la pérdida del respeto por sí mismos, a la desesperación incluso y, de este modo, trágicamente, al suicidio? Queridos amigos, la verdad no es una imposición. Tampoco es un mero conjunto de reglas. Es el descubrimiento de Alguien que jamás nos traiciona; de Alguien del que siempre podemos fiarnos. Buscando la verdad llegamos a vivir basados en la fe porque, en definitiva, la verdad es una persona: Jesucristo. Ésta es la razón por la que la auténtica libertad no es optar por "desentenderse de". Es decidir "comprometerse con"; nada menos que salir de sí mismos y ser incorporados en el "ser para los otros" de Cristo (cf. Spe salvi, 28).
Como creyentes, ¿cómo podemos ayudar a los otros a caminar por el camino de la libertad que lleva a la satisfacción plena y a la felicidad duradera? Volvamos una vez más a los santos. ¿De qué modo su testimonio ha liberado realmente a otros de las tinieblas del corazón y del espíritu? La respuesta se encuentra en la médula de su fe, de nuestra fe. La encarnación, el nacimiento de Jesús nos muestra que Dios, de hecho, busca un sitio entre nosotros. A pesar de que la posada está llena, él entra por el establo, y hay personas que ven su luz. Se dan cuenta de lo que es el mundo oscuro y hermético de Herodes y siguen, en cambio, el brillo de la estrella que los guía en la noche. ¿Y qué irradia? A este respecto pueden recordar la oración recitada en la noche santa de Pascua: "¡Oh Dios!, que por medio de tu Hijo, luz del mundo, nos has dado la luz de tu gloria, enciende en nosotros la llama viva de tu esperanza" (cf. Bendición del fuego). De este modo, en la procesión solemne con las velas encendidas, nos pasamos de uno a otro la luz de Cristo. Es la luz que "ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos" (Exsultet). Ésta es la luz de Cristo en acción. Éste es el camino de los santos. Ésta es la visión magnífica de la esperanza. La luz de Cristo les invita a ser estrellas-guía para los otros, marchando por el camino de Cristo, que es camino de perdón, de reconciliación, de humildad, de gozo y de paz.
Sin embargo, a veces tenemos la tentación de encerrarnos en nosotros mismos, de dudar de la fuerza del esplendor de Cristo, de limitar el horizonte de la esperanza. ¡Ánimo! Miren a nuestros santos. La diversidad de su experiencia de la presencia de Dios nos sugiere descubrir nuevamente la anchura y la profundidad del cristianismo. Dejen que su fantasía se explaye libremente por el ilimitado horizonte del discipulado de Cristo. A veces nos consideran únicamente como personas que hablan sólo de prohibiciones. Nada más lejos de la verdad. Un discipulado cristiano auténtico se caracteriza por el sentido de la admiración. Estamos ante un Dios que conocemos y al que amamos como a un amigo, ante la inmensidad de su creación y la belleza de nuestra fe cristiana.
Queridos amigos, el ejemplo de los santos nos invita, también, a considerar cuatro aspectos esenciales del tesoro de nuestra fe: oración personal y silencio, oración litúrgica, práctica de la caridad y vocaciones.
Lo más importante es que ustedes desarrollen su relación personal con Dios. Esta relación se manifiesta en la plegaria. Dios, por virtud de su propia naturaleza, habla, escucha y responde. En efecto, San Pablo nos recuerda que podemos y debemos "ser constantes en orar" (cf. 1 Ts 5,17). En vez de replegarnos sobre nosotros mismos o de alejarnos de los vaivenes de la vida, en la oración nos dirigimos hacia Dios y, por medio de Él, nos volvemos unos a otros, incluyendo a los marginados y a cuantos siguen vías distintas a las de Dios (cf. Spe salvi, 33). Como admirablemente nos enseñan los santos, la oración se transforma en esperanza en acto. Cristo era su constante compañero, con quien conversaban en cualquier momento de su camino de servicio a los demás.
Hay otro aspecto de la oración que debemos recordar: la contemplación y el silencio. San Juan, por ejemplo, nos dice que para acoger la revelación de Dios es necesario escuchar y después responder anunciando lo que hemos oído y visto (cf. 1 Jn 1,2-3; Dei Verbum, 1). ¿Hemos perdido quizás algo del arte de escuchar? ¿Dejan ustedes algún espacio para escuchar el susurro de Dios que les llama a caminar hacia la bondad? Amigos, no tengan miedo del silencio y del sosiego, escuchen a Dios, adórenlo en la Eucaristía. Permitan que su palabra modele su camino como crecimiento de la santidad.
En la liturgia encontramos a toda la Iglesia en plegaria. La palabra "liturgia" significa la participación del pueblo de Dios en "la obra de Cristo Sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Sacrosanctum concilium, 7). ¿En qué consiste esta obra? Ante todo se refiere a la Pasión de Cristo, a su muerte y resurrección y a su ascensión, lo que denominamos "Misterio pascual". Se refiere también a la celebración misma de la liturgia. Los dos significados, de hecho, están vinculados inseparablemente, ya que esta "obra de Jesús" es el verdadero contenido de la liturgia. Mediante la liturgia, "la obra de Jesús" entra continuamente en contacto con la historia; con nuestra vida, para modelarla. Aquí percibimos otra idea de la grandeza de nuestra fe cristiana. Cada vez que se reúnen para la Santa Misa, cuando van a confesarse, cada vez que celebran uno de los Sacramentos, Jesús está actuando. Por el Espíritu Santo los atrae hacia sí, dentro de su amor sacrificial por el Padre, que se transforma en amor hacia todos. De este modo vemos que la liturgia de la Iglesia es un ministerio de esperanza para la humanidad. Vuestra participación colmada de fe es una esperanza activa que ayuda a que el mundo -tanto santos como pecadores- esté abierto a Dios; ésta es la verdadera esperanza humana que ofrecemos a cada uno (cf. Spe salvi, 34).
Su plegaria personal, sus tiempos de contemplación silenciosa y su participación en la liturgia de la Iglesia les acerca más a Dios y les prepara también para servir a los demás. Los santos que nos acompañan esta tarde nos muestran que la vida de fe y de esperanza es también una vida de caridad. Contemplando a Jesús en la cruz, vemos el amor en su forma más radical. Comencemos a imaginar el camino del amor por el que debemos marchar (cf. Deus caritas est, 12). Las ocasiones para recorrer este camino son muchas. Miren a su alrededor con los ojos de Cristo, escuchen con sus oídos, intuyan y piensen con su corazón y su espíritu. ¿Están ustedes dispuestos a dar todo por la verdad y la justicia, como hizo Él? Muchos de los ejemplos de sufrimiento a los que nuestros santos respondieron con compasión, siguen produciéndose todavía en esta ciudad y en sus alrededores. Y han surgido nuevas injusticias: algunas son complejas y derivan de la explotación del corazón y de la manipulación del espíritu; también nuestro ambiente de la vida ordinaria, la tierra misma, gime bajo el peso de la avidez consumista y de la explotación irresponsable. Hemos de escuchar atentamente. Hemos de responder con una acción social renovada que nazca del amor universal que no conoce límites. De este modo estamos seguros de que nuestras obras de misericordia y justicia se transforman en esperanza viva para los demás.
Queridos jóvenes, quisiera añadir por último una palabra sobre las vocaciones. Pienso, ante todo, en sus padres, abuelos y padrinos. Ellos han sido sus primeros educadores en la fe. Al presentarlos para el bautismo, les dieron la posibilidad de recibir el don más grande de su vida. Aquel día ustedes entraron en la santidad de Dios mismo. Llegaron a ser hijos e hijas adoptivos del Padre. Fueron incorporados a Cristo. Se convirtieron en morada de su Espíritu. Recemos por las madres y los padres en todo el mundo, en particular por los que de alguna manera están lejos, social, material, espiritualmente. Honremos las vocaciones al matrimonio y a la dignidad de la vida familiar. Deseamos que se reconozca siempre que las familias son el lugar donde nacen las vocaciones.
Saludo a los seminaristas congregados en el Seminario de San José y animo también a todos los seminaristas de América. Me alegra saber que están aumentando. El Pueblo de Dios espera de ustedes que sean sacerdotes santos, caminando cotidianamente hacia la conversión, inculcando en los demás el deseo de entrar más profundamente en la vida eclesial de creyentes. Les exhorto a profundizar su amistad con Jesús, el Buen Pastor. Hablen con Él de corazón a corazón. Rechacen toda tentación de ostentación, hacer carrera o de vanidad. Tiendan hacia un estilo de vida caracterizado auténticamente por la caridad, la castidad y la humildad, imitando a Cristo, el Sumo y Eterno Sacerdote, del que deben llegar a ser imágenes vivas (cf. Pastores dabo vobis, 33). Queridos seminaristas, rezo por ustedes cada día. Recuerden que lo que cuenta ante el Señor es permanecer en su amor e irradiar su amor por los demás.
Las Religiosas, los Religiosos y los Sacerdotes de las Congregaciones contribuyen generosamente a la misión de la Iglesia. Su testimonio profético se caracteriza por una convicción profunda de la primacía del Evangelio para plasmar la vida cristiana y transformar la sociedad. Quisiera hoy llamar su atención sobre la renovación espiritual positiva que las Congregaciones están llevando a cabo en relación con su carisma. La palabra "carisma" significa don ofrecido libre y gratuitamente. Los carismas los concede el Espíritu Santo que inspira a los fundadores y fundadoras y forma las Congregaciones con el consiguiente patrimonio espiritual. El maravilloso conjunto de carismas propios de cada Instituto religioso es un tesoro espiritual extraordinario. En efecto, la historia de la Iglesia se muestra tal vez del modo más bello a través de la historia de sus escuelas de espiritualidad, la mayor parte de las cuales se remontan a la vida de los santos fundadores y fundadoras. Estoy seguro que, descubriendo los carismas que producen esta riqueza de sabiduría espiritual, algunos de ustedes, jóvenes, se sentirán atraídos por una vida de servicio apostólico o contemplativo. No sean tímidos para hablar con hermanas, hermanos o sacerdotes religiosos sobre su carisma y la espiritualidad de su Congregación. No existe ninguna comunidad perfecta, pero es el discernimiento de la fidelidad al carisma fundador, no a una persona en particular, lo que el Señor les está pidiendo. Ánimo. También ustedes pueden hacer de su vida una autodonación por amor al Señor Jesús y, en Él, a todos los miembros de la familia humana (cf. Vita consecrata, 3).
Amigos, de nuevo les pregunto, ¿qué decir de la hora presente? ¿Qué están buscando? ¿Qué les está sugiriendo Dios? Cristo es la esperanza que jamás defrauda. Los santos nos muestran el amor desinteresado por su camino. Como discípulos de Cristo, sus caminos extraordinarios se desplegaron en aquella comunidad de esperanza que es la Iglesia. Y también ustedes encontrarán dentro de la Iglesia el aliento y el apoyo para marchar por el camino del Señor. Alimentados por la plegaria personal, preparados en el silencio, modelados por la liturgia de la Iglesia, descubrirán la vocación particular a la que el Señor les llama. Acójanla con gozo. Hoy son ustedes los discípulos de Cristo. Irradien su luz en esta gran ciudad y en otras. Den razón de su esperanza al mundo. Hablen con los demás de la verdad que les hace libres. Con estos sentimientos de gran esperanza en ustedes, les saludo con un "hasta pronto", hasta encontrarme de nuevo con ustedes en julio, para la Jornada Mundial de la Juventud en Sidney. Y, como signo de mi afecto por ustedes y sus familias, les imparto con alegría la Bendición Apostólica.
[En español]
Queridos Seminaristas, queridos jóvenes:
Es para mí una gran alegría poder encontrarme con todos ustedes en este día de mi cumpleaños. Gracias por su acogida y por el cariño que me han demostrado.
Les animo a abrirle al Señor su corazón para que Él lo llene por completo y con el fuego de su amor lleven su Evangelio a todos los barrios de Nueva York.
La luz de la fe les impulsará a responder al mal con el bien y la santidad de vida, como lo hicieron los grandes testigos del Evangelio a lo largo de los siglos. Ustedes están llamados a continuar esa cadena de amigos de Jesús, que encontraron en su amor el gran tesoro de sus vidas. Cultiven esta amistad a través de la oración, tanto personal como litúrgica, y por medio de las obras de caridad y del compromiso por ayudar a los más necesitados. Si no lo han hecho, plantéense seriamente si el Señor les pide seguirlo de un modo radical en el ministerio sacerdotal o en la vida consagrada. No basta una relación esporádica con Cristo. Una amistad así no es tal. Cristo les quiere amigos suyos íntimos, fieles y perseverantes.
A la vez que les renuevo mi invitación a participar en la Jornada Mundial de la Juventud en Sidney, les aseguro mi recuerdo en la oración, en la que suplico a Dios que los haga auténticos discípulos de Cristo Resucitado. Muchas gracias.
[Traducción distribuida por la Santa Sede
© Copyright 2008 -- Libreria Editrice Vaticana]
Discurso que pronunció Benedicto XVI en la tarde del sábado 19 de Abril de 2008 en su encuentro con jóvenes minusválidos en el Seminario de San José de Nueva York.
Eminencia, Excelencia, queridos amigos:
Me alegra tener esta oportunidad de encontrarme brevemente con ustedes. Agradezco el saludo del Señor Cardenal y, sobre todo, doy las gracias a vuestros representantes por sus atentas palabras y por el regalo de vuestra composición. Sepan que estoy muy contento de estar con ustedes. Les ruego que transmitan mi saludo a sus padres y familiares, a sus profesores y a los que les atienden.
Dios les ha bendecido con el don de la vida, y con otros talentos y cualidades, por medio de las cuales pueden servirlo a Él y a la sociedad de diferentes modos. Aunque la contribución de algunos puede parecer grande y la de otros más modesta, el valioso testimonio de nuestros esfuerzos constituye siempre un signo de esperanza para todos.
A veces es un reto encontrar una razón para lo que aparece solamente como una dificultad que superar o un dolor que afrontar. No obstante, la fe nos ayuda a ampliar el horizonte más allá de nosotros mismos para ver la vida como Dios la ve. El amor incondicional de Dios, que alcanza a todo ser humano, otorga un significado y finalidad a cada vida humana. Por su Cruz, Jesús nos introduce realmente en su amor salvador (cf. Jn 12,32) y así nos muestra la dirección, el camino de la esperanza que nos transfigura, de modo que nosotros mismos lleguemos a ser para los demás transmisores de esperanza y amor.
Queridos amigos, les animo a rezar todos los días por nuestro mundo. Hay muchas intenciones y personas por las que poder orar, también por los que todavía no han llegado a conocer a Jesús. Les ruego que recen también por mí. Como saben, acabo de cumplir un año más. El tiempo vuela.
Reitero a todos mi gratitud, también a los Jóvenes Cantores de la Catedral de San Patricio y a los miembros del Coro de Sordos de la Archidiócesis. Como signo de vigor y de paz y con gran afecto en el Señor, les imparto a ustedes y a sus familias, a sus profesores y a los que les cuidan mi Bendición Apostólica.
[© Copyright 2008 -- Libreria Editrice Vaticana]
Oración de Benedicto XVI en la Zona Cero el domingo 20 de Abril de 2008 en su visita a los Estados Unidos.
¡Oh Dios de amor, compasión y salvación!
¡Míranos, gente de diferentes creencias y tradiciones,
reunidos hoy en este lugar,
escenario de violencia y dolor increíbles. concedas la luz y la paz eternas a todos los que murieron aquí- a los que heroicamente acudieron los primeros, nuestros bomberos, policías, servicios de emergencia y las autoridades del puerto, y a todos los hombres y mujeres inocentes que fueron víctimas de esta tragedia simplemente porque vinieron aquí para cumplir con su deber el 11 de septiembre de 2001. y alivies las penas de aquellos que, por estar presentes aquí ese día, hoy están heridos o enfermos. y de todos los que han perdido a sus seres queridos en esta tragedia. Dales fortaleza para seguir viviendo con valentía y esperanza. a cuantos murieron, resultaron heridos o sufrieron pérdidas ese mismo día en el Pentágono y en Shanskville, Pennsylvania. mientras nuestras oraciones abrazan su dolor y sufrimiento. Dios de la paz, concede tu paz a nuestro violento mundo: paz en los corazones de todos los hombres y mujeres y paz entre las naciones de la tierra. a aquellos cuyas mentes y corazones están nublados por el odio. abrumados por la magnitud de esta tragedia, buscamos tu luz y tu guía cuando nos enfrentamos con hechos tan terribles como éste. vivan de manera que las vidas perdidas aquí no lo hayan sido en vano. fortalécenos en la esperanza, y danos la sabiduría y el coraje para trabajar incansablemente por un mundo en el que la verdadera paz y el amor reinen entre las naciones y en los corazones de todos.
Te pedimos que por tu bondad
Te pedimos que tengas compasión
Alivia también el dolor de las familias que todavía sufren
También tenemos presentes
Nuestros corazones se unen a los suyos,
Lleva por tu senda del amor
Dios de comprensión,
Haz que aquellos cuyas vidas fueron salvadas
Confórtanos y consuélanos,
[Traducción distribuida por la Santa Sede]
Homilía que pronunció Benedicto XVI en la tarde del domingo, 20 de Abril de 2008, durante la celebración eucarística que presidió en el «Yankee Stadium» de Nueva York.
[En inglés]
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
En el Evangelio que acabamos de escuchar, Jesús dice a sus Apóstoles que tengan fe en Él, porque Él es "el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). Cristo es el camino que conduce al Padre, la verdad que da sentido a la existencia humana, y la fuente de esa vida que es alegría eterna con todos los Santos en el Reino de los cielos. Acojamos estas palabras del Señor. Renovemos nuestra fe en Él y pongamos nuestra esperanza en sus promesas.
Con esta invitación a perseverar en la fe de Pedro (cf. Lc 22,32; Mt 16,17), les saludo a todos con gran afecto. Agradezco al Señor Cardenal Egan las cordiales palabras de bienvenida que ha pronunciado en vuestro nombre. En esta Misa, la Iglesia que peregrina en los Estados Unidos celebra el Bicentenario de la creación de las sedes de Nueva York, Boston, Filadelfia y Louisville por la desmembración de la sede madre de Baltimore. La presencia, en torno a este altar, del Sucesor de Pedro, de sus Hermanos Obispos y sacerdotes, de los diáconos, de los consagrados y consagradas, así como de los fieles laicos procedentes de los cincuenta Estados de la Unión, manifiesta de forma elocuente nuestra comunión en la fe católica que nos llegó de los Apóstoles.
La celebración de hoy es también un signo del crecimiento impresionante que Dios ha concedido a la Iglesia en vuestro País en los pasados doscientos años. A partir de un pequeño rebaño, como el descrito en la primera lectura, la Iglesia en América ha sido edificada en la fidelidad a los dos mandamientos del amor a Dios y del amor al prójimo. En esta tierra de libertad y oportunidades, la Iglesia ha unido rebaños muy diversos en la profesión de fe y, a través de sus muchas obras educativas, caritativas y sociales, también ha contribuido de modo significativo al crecimiento de la sociedad americana en su conjunto.
Este gran resultado no ha estado exento de retos. La primera lectura de hoy, tomada de los Hechos de los Apóstoles, habla de las tensiones lingüísticas y culturales que había en la primitiva comunidad eclesial. Al mismo tiempo, muestra el poder de la Palabra de Dios, proclamada autorizadamente por los Apóstoles y acogida en la fe, para crear una unidad capaz de ir más allá de las divisiones que provienen de los límites y debilidades humanas. Se nos recuerda aquí una verdad fundamental: que la unidad de la Iglesia no tiene más fundamento que la Palabra de Dios, hecha carne en Cristo Jesús, Nuestro Señor. Todos los signos externos de identidad, todas las estructuras, asociaciones o programas, por válidos o incluso esenciales que sean, existen en último término únicamente para sostener y favorecer una unidad más profunda que, en Cristo, es un don indefectible de Dios a su Iglesia.
La primera lectura muestra además, como vemos en la imposición de manos sobre los primeros diáconos, que la unidad de la Iglesia es "apostólica", es decir, una unidad visible fundada sobre los Apóstoles, que Cristo eligió y constituyó como testigos de su resurrección, y nacida de lo que la Escritura denomina "la obediencia de la fe" (Rm 1,5; Hch 6,7).
"Autoridad"... "obediencia". Siendo francos, estas palabras no se pronuncian hoy fácilmente. Palabras como éstas representan "una piedra de tropiezo" para muchos de nuestros contemporáneos, especialmente en una sociedad que justamente da mucho valor a la libertad personal. Y, sin embargo, a la luz de nuestra fe en Cristo, "el camino, la verdad y la vida", alcanzamos a ver el sentido más pleno, el valor e incluso la belleza de tales palabras. El Evangelio nos enseña que la auténtica libertad, la libertad de los hijos de Dios, se encuentra sólo en la renuncia al propio yo, que es parte del misterio del amor. Sólo perdiendo la propia vida, como nos dice el Señor, nos encontramos realmente a nosotros mismos (cf. Lc 17,33). La verdadera libertad florece cuando nos alejamos del yugo del pecado, que nubla nuestra percepción y debilita nuestra determinación, y ve la fuente de nuestra felicidad definitiva en Él, que es amor infinito, libertad infinita, vida sin fin. "En su voluntad está nuestra paz".
Por tanto, la verdadera libertad es un don gratuito de Dios, fruto de la conversión a su verdad, a la verdad que nos hace libres (cf. Jn 8,32). Y dicha libertad en la verdad lleva consigo un modo nuevo y liberador de ver la realidad. Cuando nos identificamos con "la mente de Cristo" (cf. Fil 2,5), se nos abren nuevos horizontes. A la luz de la fe, en la comunión de la Iglesia, encontramos también la inspiración y la fuerza para llegar a ser fermento del Evangelio en este mundo. Llegamos a ser luz del mundo, sal de la tierra (cf. Mt 5,13-14), encargados del "apostolado" de conformar nuestras vidas y el mundo en que vivimos cada vez más plenamente con el plan salvador de Dios.
La magnífica visión de un mundo transformado por la verdad liberadora del Evangelio queda reflejada en la descripción de la Iglesia que encontramos en la segunda lectura de hoy. El Apóstol nos dice que Cristo, resucitado de entre los muertos, es la piedra angular de un gran templo que también ahora se está edificando en el Espíritu. Y nosotros, miembros de su cuerpo, nos hacemos por el Bautismo "piedras vivas" de ese templo, participando por la gracia en la vida de Dios, bendecidos con la libertad de los hijos de Dios, y capaces de ofrecer sacrificios espirituales agradables a él (cf. 1 P 2,5). ¿Qué otra ofrenda estamos llamados a realizar, sino la de dirigir todo pensamiento, palabra o acción a la verdad del Evangelio, o a dedicar toda nuestra energía al servicio del Reino de Dios? Sólo así podemos construir con Dios, sobre el cimiento que es Cristo (cf. 1 Co 3,11). Sólo así podemos edificar algo que sea realmente duradero. Sólo así nuestra vida encuentra el significado último y da frutos perdurables.
Hoy recordamos doscientos años de un momento crucial la historia de la Iglesia en los Estados Unidos: su primer gran fase de crecimiento. En estos doscientos años, el rostro de la comunidad católica en vuestro País ha cambiado considerablemente. Pensemos en las continuas oleadas de emigrantes, cuyas tradiciones han enriquecido mucho a la Iglesia en América. Pensemos en la recia fe que edificó la cadena de Iglesias, instituciones educativas, sanitarias y sociales, que desde hace mucho tiempo son el emblema distintivo de la Iglesia en este territorio. Pensemos también en los innumerables padres y madres que han transmitido la fe a sus hijos, en el ministerio cotidiano de muchos sacerdotes que han gastado su vida en el cuidado de las almas, en la contribución incalculable de tantos consagrados y consagradas, quienes no sólo han enseñado a los niños a leer y escribir, sino que también les han inculcado para toda la vida un deseo de conocer, amar y servir a Dios. Cuántos "sacrificios espirituales agradables a Dios" se han ofrecido en los dos siglos transcurridos. En esta tierra de libertad religiosa, los católicos han encontrado no sólo la libertad para practicar su fe, sino también para participar plenamente en la vida civil, llevando consigo sus convicciones morales a la esfera pública, cooperando con sus vecinos a forjar una vibrante sociedad democrática. La celebración actual es algo más que una ocasión de gratitud por las gracias recibidas: es una invitación para proseguir con la firme determinación de usar sabiamente la bendición de la libertad, con el fin de edificar un futuro de esperanza para las generaciones futuras.
"Ustedes son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que les llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa" (1 P 2,9). Estas palabras del Apóstol Pedro no sólo nos recuerdan la dignidad que por gracia de Dios tenemos, sino que también entrañan un desafío y una fidelidad cada vez más grande a la herencia gloriosa recibida en Cristo (cf. Ef 1,18). Nos retan a examinar nuestras conciencias, a purificar nuestros corazones, a renovar nuestro compromiso bautismal de rechazar a Satanás y todas sus promesas vacías. Nos retan a ser un pueblo de la alegría, heraldos de la esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5) nacida de la fe en la Palabra de Dios y de la confianza en sus promesas.
En esta tierra, ustedes y muchos de sus vecinos rezan todos los días al Padre con las palabras del Señor: "Venga tu Reino". Esta plegaria debe forjar la mente y el corazón de todo cristiano de esta Nación. Debe dar fruto en el modo en que ustedes viven su esperanza y en la manera en que construyen su familia y su comunidad. Debe crear nuevos "lugares de esperanza" (cf. Spe salvi, 32 ss) en los que el Reino de Dios se haga presente con todo su poder salvador.
Además, rezar con fervor por la venida del Reino significa estar constantemente atentos a los signos de su presencia, trabajando para que crezca en cada sector de la sociedad. Esto quiere decir afrontar los desafíos del presente y del futuro confiados en la victoria de Cristo y comprometiéndose en extender su Reino. Significa superar toda separación entre fe y vida, oponiéndose a los falsos evangelios de libertad y felicidad. Quiere decir, además, rechazar la falsa dicotomía entre la fe y la vida política, pues, como ha afirmado el Concilio Vaticano II, "ninguna actividad humana, ni siquiera en los asuntos temporales, puede sustraerse a la soberanía de Dios" (Lumen gentium, 36). Esto quiere decir esforzarse para enriquecer la sociedad y la cultura americanas con la belleza y la verdad del Evangelio, sin perder jamás de vista esa gran esperanza que da sentido y valor a todas las otras esperanzas que inspiran nuestra vida.
Queridos amigos, éste es el reto que os presenta hoy el Sucesor de Pedro. Como "raza elegida, sacerdocio real, nación consagrada", sigan con fidelidad las huellas de quienes les han precedido. Apresuren la venida del Reino en esta tierra. Las generaciones pasadas les han legado una herencia extraordinaria. También en nuestros días la comunidad católica de esta Nación ha destacado en su testimonio profético en defensa de la vida, en la educación de los jóvenes, en la atención a los pobres, enfermos o extranjeros que viven entre ustedes. También hoy el futuro de la Iglesia en América debe comenzar a elevarse partiendo de estas bases sólidas.
Ayer, no lejos de aquí, me ha conmovido la alegría, la esperanza y el amor generoso a Cristo que he visto en el rostro de tantos jóvenes congregados en Dunwoodie. Ellos son el futuro de la Iglesia y merecen nuestras oraciones y todo el apoyo que podamos darles. Por eso, deseo concluir añadiendo una palabra de aliento para ellos. Queridos jóvenes amigos: igual que los siete hombres "llenos de espíritu de sabiduría" a los que los Apóstoles confiaron el cuidado de la joven Iglesia, álcense también ustedes y asuman la responsabilidad que la fe en Cristo les presenta. Que encuentren la audacia de proclamar a Cristo, "el mismo ayer, hoy y siempre", y las verdades inmutables que se fundamentan en Él (cf. Gaudium et spes, 10; Hb 13,8): son verdades que nos hacen libres. Se trata de las únicas verdades que pueden garantizar el respeto de la dignidad y de los derechos de todo hombre, mujer y niño en nuestro mundo, incluidos los más indefensos de todos los seres humanos, como los niños que están aún en el seno materno. En un mundo en el que, como Juan Pablo II nos recordó hablando en este mismo lugar, Lázaro continúa llamando a nuestra puerta (Homilía en el Yankee Stadium, 2 de octubre de 1979, n. 7), actúen de modo que su fe y su amor den fruto ayudando a los pobres, a los necesitados y a los sin voz. Muchachos y muchachas de América, les reitero: abran los corazones a la llamada de Dios para seguirlo en el sacerdocio y en la vida religiosa. ¿Puede haber un signo de amor más grande que seguir las huellas de Cristo, que no dudó en dar la vida por sus amigos (cf. Jn 15,13)?
En el Evangelio de hoy, el Señor promete a los discípulos que realizarán obras todavía más grandes que las suyas (cf. Jn 14,12). Queridos amigos, sólo Dios en su providencia sabe lo que su gracia debe realizar todavía en sus vidas y en la vida de la Iglesia de los Estados Unidos. Mientras tanto, la promesa de Cristo nos colma de esperanza firme. Unamos, pues, nuestras plegarias a la suya, como piedras vivas del templo espiritual que es su Iglesia una, santa, católica y apostólica. Dirijamos nuestra mirada hacia él, pues también ahora nos está preparando un sitio en la casa de su Padre. Y, fortalecidos por el Espíritu Santo, trabajemos con renovado ardor por la extensión de su Reino.
"Dichosos los creyentes" (cf. 1 P 2,7). Dirijámonos a Jesús. Sólo Él es el camino que conduce a la felicidad eterna, la verdad que satisface los deseos más profundos de todo corazón, y la vida trae siempre nuevo gozo y esperanza, para nosotros y para todo el mundo. Amén.
[En español]
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
Les saludo con afecto y me alegro de celebrar esta Santa Misa para dar gracias a Dios por el bicentenario del momento en que empezó a desarrollarse la Iglesia Católica en esta Nación. Al mirar el camino de fe recorrido en estos años, no exento también de dificultades, alabamos al Señor por los frutos que la Palabra de Dios ha dado en estas tierras y le manifestamos nuestro deseo de que Cristo, Camino, Verdad y Vida, sea cada vez más conocido y amado.
Aquí, en este País de libertad, quiero proclamar con fuerza que la Palabra de Cristo no elimina nuestras aspiraciones a una vida plena y libre, sino que nos descubre nuestra verdadera dignidad de hijos de Dios y nos alienta a luchar contra todo aquello que nos esclaviza, empezando por nuestro propio egoísmo y caprichos. Al mismo tiempo, nos anima a manifestar nuestra fe a través de nuestra vida de caridad y a hacer que nuestras comunidades eclesiales sean cada día más acogedoras y fraternas.
Sobre todo a los jóvenes les confío asumir el gran reto que entraña creer en Cristo y lograr que esa fe se manifieste en una cercanía efectiva hacia los pobres. También en una respuesta generosa a las llamadas que Él sigue formulando para dejarlo todo y emprender una vida de total consagración a Dios y a la Iglesia, en la vida sacerdotal o religiosa.
Queridos hermanos y hermanas, les invito a mirar el futuro con esperanza, permitiendo que Jesús entre en sus vidas. Solamente Él es el camino que conduce a la felicidad que no acaba, la verdad que satisface las más nobles expectativas humanas y la vida colmada de gozo para bien de la Iglesia y el mundo. Que Dios les bendiga.
[Traducción distribuida por la Santa Sede
© Copyright 2008 -- Libreria Editrice Vaticana]
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CLAVES ANTE UNA POSIBLE INVITACIÓN A FELIGRESES A UN ACERCAMIENTO A LA REALIDAD DE UN MOVIMIENTO, GRUPO O ASOCIACIÓN APOSTÓLICA
Estimado sacerdote:
Con ilusión y con muchísimo respeto nos dirigimos a usted desde la Delegación Diocesana de Apostolado Seglar. Sabemos que, en cualquier instancia eclesial diocesana se dirigen numerosísimas peticiones a un párroco: que inviten, que pongan en marcha, que localicen personas para ésta o aquella realidad pastoral.
Quizá podría interpretarse así también el contenido de este texto y nada más lejos de la realidad. Conscientes de sus múltiples y necesarias tareas y de la escasez de colaboradores en muchas ocasiones, queremos humildemente dirigirle unas palabras y, si nos lo permite, unos posibles planteamientos o claves de actuación.
Un cristiano, corno la Iglesia, tiene como misión y vocación fundamental la evangelización, pero en estos tiempos, por prudencia o por temor no siempre se propone la invitación a seguir a Jesucristo.
En este sentido, ante la realidad pastoral, ante las dificultades para que muchos fieles se comprometan, nos parece oportuno tender puentes de comunicación.
Una conversación con un sacerdote diocesano nos llevó a asumir este compromiso y a asumir la redacción de estas hojas que llegan hasta usted. ¿Por qué no facilitar algunas claves de modo que los movimientos sean colaboradores directos de la acción pastoral de un párroco? Y aquí está el resultado.
Muchas personas se acercan a una parroquia, algunas se comprometen activamente y quizá en un momento la experiencia de acercamiento a un movimiento o a alguna realidad asociativa puede ser una fecundidad para vida de la persona y también para su compromiso en beneficio de la parroquia.
Si en la parroquia hay algunas mayores, creyentes, con capacidad para entusiasmarse y entusiasmar a sus familiares en el seguimiento y en la vida de fe, pueden ser destinatarios de la oferta de VIDA ASCENDENTE, un movimiento de mayores. Cabe la posibilidad de que una persona mayor de la parroquia esté integrada en una asociación de mayores y puede ser puente: animémosla a que sea ella quien proponga a otros mayores la realidad de ese movimiento. Para proponerlo y darlo a conocer se puede contactar con Ramiro el presidente. Es un movimiento que está presente en zonas de Tenerife, en La Palma y en La Gomera y que con entusiasmo quiere hacerse presente en El Hierro.
Si, por el contrario es un matrimonio quien tiene inquietud, se involucra uno de ellos en la parroquia, o incluso cuando —más distantes- se acercan a pedir un
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Otras veces pueden ser personas jóvenes con mayor o menor inquietud y sería ocasión para ofrecerles la Convivencia de Hombres Nuevos, la vinculación a Juventud Estudiantil Católica (JEC), o a otros movimientos juveniles. Hombres Nuevos parte de una Convivencia de iniciación y se apoya en reuniones vivenciales cada semana. Por su parte JEC al igual que los movimientos de Acción Católica ofrecen un proceso de inserción y de crecimiento en la fe y en el compromiso cristiano. Los jóvenes que se confirman o que andan próximos a instancias culturales o festivas de la zona pueden ser destinatarios.
Quizá se conoce a una persona, hombre o mujer, joven o adulto, soltero, casado, viudo, separado, etc. Y quizá duda o no está en un momento fuerte de fe. Es ocasión para proponerle una Cursillo de Cristiandad.
Existe asimismo un movimiento más adecuado para quienes quieran celebrar la fe, y se centren en la fuerza de los carismas, parten de la propuesta kerygmática y proponen una inserción formativa y de vivencia comunitaria. Es el caso de la Renovación Carismática.
Puede darse el caso de que algunas personas tengan la inquietud de animarse a integral- parte de un movimiento, como complemento a la vivencia de la fe en la parroquia. Hay, en este sentido, diversos movimientos que proponen acompañamiento, formación dentro de diversas líneas y subrayando diversas cuestiones. Comunión y Liberación, Camino Neocatecumenal, etc. Véase el Mapa de las realidades insertas en la Delegación.
Nunca está, o al menos, nunca debe estar reñida la vida en la comunidad parroquial con la militancia o pertenencia a un movimiento, grupo o asociación.
En la Delegación se coordinan otras realidades apostólicas que pueden ofrecer un compromiso más vinculado a la vida de oración, contemplativa o de oración.
No hemos agotado las posibilidades: niños, trabajadores, jóvenes y medio ambiente, discapacitados, todos tienen un lugar en las diversas realidades apostólicas. Por ello le enviamos dos ejemplares del Mapa de los Grupos, Movimientos y Asociaciones Apostólicas coordinadas en la Delegación. En otro folio anexo al Mapa van algunas realidades que se han incorporado a la Delegación después de 2006, fecha en la que se editó este Mapa (Apostolado Mundial de Fátima, Seglares laicos de la Madre Teresa, Almas pequeñas, Focolares, entre otros).
Asociación Comunidad el Puerto (proceso catequético y de inserción), Comunidades de Vida Cristiana. Talleres de Oración y Vida, son otras realidades que se coordinan en la Delegación. No los agoto, no opto por ninguno en detrimento de
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Si tiene interés estaré encantada de ponerle en contacto con los responsables de cualquier grupo, asociación o movimiento.
Nos hemos permitido escribir estas líneas con la inquietud de ayudar, de dar a conocer, de posibilitar, de recordar y agradecer cuanto bien hace como párroco y animarlo a que siga haciéndolo. Gracias por lo que es. Gracias por su ministerio, gracias por los gestos de entrega, sencilla, callada, generosa e incondicional.
Muchas gracias por su tiempo, por la lectura y comprensión hacia este texto y sepa que nos tiene a su disposición. Ante cualquier duda, ante cualquier oferta que desee hacer puede llamarnos (686417595) y con ilusión trataremos de servirle a usted y a su comunidad, así como facilitarle datos, nombres, posibilidades para la vinculación o para el conocimiento de una o de varias realidades asociativas.
Que Dios, que es el Amor, lo colme de su ternura y lo aliente en sus tareas. Gracias por su sí desde su ministerio.
Cordialmente
María José García Cabrera Delegada episcopal de Apostolado seglar
La Laguna, abril de 2008.
NOTA: ADJUNTANMOS MAPA DE LOS MOVIMIENTOS.
[email protected]
686417595
Casa de La Iglesia. Trasera del Seminario Diocesano; La Verdellada. S/n: 38207. La Laguna.
Ideas para la homilía del día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar 2008, domingo de Pentecostés, sacado de subsidio litúrgico para su celebración.
Pentecostés sucede hoy –o puede suceder-. Aquel primer Pentecostés fue la irrupción del Espíritu en una comunidad, pequeña en número y débil de fuerzas, de apóstoles y discípulos –con María-, reunida en oración. Jesús, el Maestro y el Señor, les había embarcado en la misión, humanamente imposible, de «anunciar el Evangelio», con palabras y obras de liberación, a aquel mundo de entonces.
Aquel primer Pentecostés sigue vigente. Ha sido y sigue siendo siempre actual en la Iglesia. Sin Espíritu Santo no hay Iglesia de Jesús. Los cristianos no podemos creer en Jesús e, incluso, «decir "Jesús es Señor", si no es bajo la acción del Espíritu Santo» (1 Cor 12, 3b).
Quien nos une en comunión de vida es el Espíritu: «Esforzaos en mantener la unidad que crea el Espíritu... Hay un solo cuerpo y un sólo Espíritu...» (Ef 4, 4-6).
Quien nos inunda de amor (Rm 5, 5: "... el amor que Dios nos tiene inunda nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha dado") y nos hace hijos del Padre es el Espíritu: «Y la prueba de que sois hijos de Dios es que Dios envió a vuestro interior el Espíritu de su Hijo, que grita: ¡Abba! ¡Padre!» (Ca 4, 6-7).
Y quien nos capacita para la evangelización es el Espíritu. Jesús nos envía: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo...»; pero, a continuación «exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo...» Un 20, 21-23).
Pero, también es verdad que, aunque «el Espíritu sopla donde quiere» Un 3, 8) y abre sorprendentes caminos de futuro, resulta necesario que toda la Iglesia se una en la oración al Espíritu y adopte la postura de la mayor disponibilidad para acoger su presencia y dejarse iluminar, animar e impulsar por El.
El Concilio Vaticano II significó una acción muy especial del Espíritu Santo en la Iglesia, que es necesario acoger y actualizar en el hoy de la Iglesia y de la humanidad. Un aspecto fundamental del mensaje conciliar es el reconocimiento del ser y lugar de los laicos en la Iglesia y de su misión evangelizadora. Veinte años después, el Sínodo de Obispos ratificó y desarrolló este mensaje. «El significado fundamental de este Sínodo... es la acogida por parte de los fieles laicos del llamamiento de Cristo a trabajar en su viña, a tomar parte activa, consciente y responsable en la misión de la Iglesia...» (ChL 3).
Lo primero es la comunión de todos en la Iglesia... Porque los laicos no son clientes ni meros destinatarios de la labor de la Iglesia, sino que ellos mismos son la Iglesia. Lo primero es la comunión, es la Comunidad de hermanos en la fe, la esperanza y el amor del Padre manifestado por Jesucristo en el Espíritu: «... no os dejéis llamar "maestro"... no os llamaréis "padre"... tampoco "directores"... vosotros todos sois hermanos... » (Mt 23, 8-1 1).
Lo primero es la igual dignidad por la participación, «en virtud de su condición bautismal y de su específica vocación, (del) oficio sacerdotal, profético v real de Jesucr¡sto, cada cual a su medida» (Chi 7.1)
Laicado consciente, formado y corresponsable. Según Pablo, todos los cristianos formamos un solo cuerpo, constituido por muchos miembros. Y en este cuerpo único el Espíritu regala «diversidad de dones», «diversidad de servicios» y «diversidad de funciones». «En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común» (ICor 12, 4-7). Es decir, todo cristiano, cada miembro del cuerpo, tiene una tarea o servicio que realizar en la Iglesia. En otros textos, Pablo explicitará los diversos carismas y ministerios, entre ellos el ministerio apostólico y pastoral, esencial en la Iglesia.
Esto quiere decir que el laico, por la sola razón de ser cristiano, ha de asumir y tornar conciencia tanto de su identidad cristiana como de su misión evangelizadora. Ha de prepararse, formarse -estar en forma- para poder vivir como discípulo de Jesús en el medio ambiente cultural y social actual y para ser testigo significativo del Evangelio. Ha de saber programar y efectuar su acción evangelizadora en diálogo -y no en actitud negativa o globalmente condenatoria- con los hombres y mujeres de hoy y, especial-mente, encarnándose en el mundo de los empobrecidos.
En esta Eucaristía de Pentecostés hagámonos receptivos a la acción del Espíritu. Es hoy cuando Jesús nos dice a nosotros, a toda la Iglesia y, este domingo, especialmente a los laicos lo que decía a los Apóstoles aquella tarde de la Resurrección: «Paz a vosotros. Corno el Padre me ha enviado, así también os envío yo... Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados...» (/n 20, 21-23).
Es necesario, si somos fieles a la Iglesia del Concilio y del Sínodo de Obispos y fieles también al Espíritu, que asumamos todos, pastores y laicos, la tarea de promocionar un laicado formado y comprometido. La formación cristiana integral de los laicos ha de ser una tarea prioritaria en la Iglesia de hoy. El asociacionismo de los laicos en el Apostolado Seglar y especial-mente en la Acción Católica continúa siendo absolutamente necesario para realizar la evangelización en todos los ámbitos y ambientes del mundo y de nuestra sociedad.
Pero, solamente el Espíritu Santo nos puede dar entendimiento y motivación suficientes para animarnos a una conversión evangélica personal y comunitaria, y para discernir y tener el valor suficiente para recorrer los caminos de una verdadera evangelización.
Subsidio litúrgico para la Eucaristía de Pentecostés, día de la Acción CAtólica y del Apostolado Seglar, enviado por la Delegación de Apostolado Seglar.
EUCARISTÍA DEL DOMINGO DE PENTECOSTÉS
Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar - 11 de mayo de 2008
La formación de los laicos a los 20 años del Sínodo de Obispos sobre la
Vocación y la Misión de los Laicos en la Iglesia y en el Mundo
Monición inicial
Celebramos en la fiesta de Pentecostés el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, con el lema «Laicos cristianos, sal y luz del mundo».
El Concilio Vaticano II reconoció la carta de naturaleza de los laicos en el ser y la misión de la Iglesia. Y hoy celebramos los veinte años del Sínodo sobre los Laicos y de la Exhortación apostólica de Juan Pablo II Christifideles laici -- Los fieles laicos—.
Si la Iglesia quiere ser ella misma, ha de promover la participación de los laicos en la vida de la Iglesia y en su misión evangelizadora. La vitalidad in-terna y evangelizadora de la Iglesia se juegan en la existencia de un laicado consciente, formado y misionero.
Es necesario despertar esta conciencia de responsabilidad eclesial y misionera en los laicos, a través especialmente de una formación cristiana integral y actualizada.
En esta Eucaristía, nosotros hoy, como aquella primera comunidad de apóstoles, discípulos y discípulas, reunidos en oración junto con María (He 1, 13‑
141. estamos también en oración abiertos a la acción del Espíritu Santo.
Acto penitencial
Quizás a veces pedimos perdón por faltas habituales y rutinarias que siempre tenemos, y no por faltas o pecados de mayor calado, que restan mucha capacidad a nuestra identidad cristiana, eclesial y apostólica. Un gran pecado que seguimos manteniendo es quizás el de no potenciar la formación de los laicos para que puedan participar en la vida de la Iglesia y realizar su misión apostólica en la sociedad actual. Pidamos, pues, perdón:
Por no reconocer de verdad que los laicos son Iglesia discípula y misionera del evangelio de Jesucristo. SEÑOR, TEN PIEDAD.
Por no potenciar suficientemente la formación y la participación de los laicos en toda la vida de la Iglesia. CRISTO, TEN PIEDAD.
Por no abrirnos al Espíritu para que irrumpa sobre toda la Iglesia, pastores y laicos, para que se sienta movida a hablar en las lenguas que puedan entender las gentes de hoy. SEÑOR, TEN PIEDAD.
Monición Lecturas de la Palabra de Dios
(Hechos 2, 1-11; Salmo 103, 1-2.24.34; 1 Cor 12, 31)-7.12-13; Juan 20, 19-23)
Aquella primera Iglesia de apóstoles, discípulos y discípulas, con María, «estaban juntos el día de Pentecostés» y «se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras...».
Pablo describe la Iglesia bajo la figura de un cuerpo, en la que todos sus miembros contribuyen a su vitalidad y a su actuación.
Es Jesús resucitado quien ha ofrecido a la humanidad y, concretamente a los Apóstoles y a la Iglesia, la presencia renovadora del Espíritu, que la capacita para la liberación del pecado y del mal.
Para la Homilía
Pentecostés sucede hoy –o puede suceder-. Aquel primer Pentecostés fue la irrupción del Espíritu en una comunidad, pequeña en número y débil de fuerzas, de apóstoles y discípulos –con María-, reunida en oración. Jesús, el Maestro y el Señor, les había embarcado en la misión, humanamente imposible, de «anunciar el Evangelio», con palabras y obras de liberación, a aquel mundo de entonces.
Aquel primer Pentecostés sigue vigente. Ha sido y sigue siendo siempre actual en la Iglesia. Sin Espíritu Santo no hay Iglesia de Jesús. Los cristianos no podemos creer en Jesús e, incluso, «decir "Jesús es Señor", si no es bajo la acción del Espíritu Santo» (1 Cor 12, 3b).
Quien nos une en comunión de vida es el Espíritu: «Esforzaos en mantener la unidad que crea el Espíritu... Hay un solo cuerpo y un sólo Espíritu...» (Ef 4, 4-6).
Quien nos inunda de amor (Rm 5, 5: "... el amor que Dios nos tiene inunda nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha dado") y nos hace hijos del Padre es el Espíritu: «Y la prueba de que sois hijos de Dios es que Dios envió a vuestro interior el Espíritu de su Hijo, que grita: ¡Abba! ¡Padre!» (Ca 4, 6-7).
Y quien nos capacita para la evangelización es el Espíritu. Jesús nos envía: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo...»; pero, a continuación «exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo...» Un 20, 21-23).
Pero, también es verdad que, aunque «el Espíritu sopla donde quiere» Un 3, 8) y abre sorprendentes caminos de futuro, resulta necesario que toda la Iglesia se una en la oración al Espíritu y adopte la postura de la mayor disponibilidad para acoger su presencia y dejarse iluminar, animar e impulsar por El.
El Concilio Vaticano II significó una acción muy especial del Espíritu Santo en la Iglesia, que es necesario acoger y actualizar en el hoy de la Iglesia y de la humanidad. Un aspecto fundamental del mensaje conciliar es el reconocimiento del ser y lugar de los laicos en la Iglesia y de su misión evangelizadora. Veinte años después, el Sínodo de Obispos ratificó y desarrolló este mensaje. «El significado fundamental de este Sínodo... es la acogida por parte de los fieles laicos del llamamiento de Cristo a trabajar en su viña, a tomar parte activa, consciente y responsable en la misión de la Iglesia...» (ChL 3).
Lo primero es la comunión de todos en la Iglesia... Porque los laicos no son clientes ni meros destinatarios de la labor de la Iglesia, sino que ellos mismos son la Iglesia. Lo primero es la comunión, es la Comunidad de hermanos en la fe, la esperanza y el amor del Padre manifestado por Jesucristo en el Espíritu: «... no os dejéis llamar "maestro"... no os llamaréis "padre"... tampoco "directores"... vosotros todos sois hermanos... » (Mt 23, 8-1 1).
Lo primero es la igual dignidad por la participación, «en virtud de su condición bautismal y de su específica vocación, (del) oficio sacerdotal, profético v real de Jesucr¡sto, cada cual a su medida» (Chi 7.1)
Laicado consciente, formado y corresponsable. Según Pablo, todos los cristianos formamos un solo cuerpo, constituido por muchos miembros. Y en este cuerpo único el Espíritu regala «diversidad de dones», «diversidad de servicios» y «diversidad de funciones». «En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común» (ICor 12, 4-7). Es decir, todo cristiano, cada miembro del cuerpo, tiene una tarea o servicio que realizar en la Iglesia. En otros textos, Pablo explicitará los diversos carismas y ministerios, entre ellos el ministerio apostólico y pastoral, esencial en la Iglesia.