Artículo publicado en Boletín "Xtantos" MAYO 2008 recibio en la parroquia para su difusión en la Campaña para poner la "X" en la casilla para la Iglesia. en la declaración de la renta.
La autofinanciación
y los nuevos retos de la Iglesia
La mayoría de los ciudadanos desconoce por completo la labor de la Iglesia
MARÍA S. VARGAS
Una colaboración de 30 años. España firmó en 1979 un acuerdo con la Santa Sede por el que se comprometía a garantizar el sostenimiento económico de la Iglesia. Cuando se hizo efectivo en 1988, la Iglesia comenzó a recibir de los contribuyentes que así lo expresaran al hacer la Declaración de la Renta el 0,5% de sus impuestos, junto con un complemento anual a cargo de los Presupuestos Gene-rales del Estado y una serie de ventajas fiscales. Desde 2000, los contribuyentes tie-nen la opción de seleccionar a la vez en su declaración del IRPF la asignación a la Iglesia y la destinada a otros fines sociales, sin que disminuya la cantidad de las diferentes partidas. Una ley posterior, la de Mecenazgo de 2002, pasaba a equiparar a efectos fiscales a la Iglesia con las entidades no lucrativas.
A finales de 2006, Gobierno y Nunciatura Apostólica firmaron una reforma del sistema de asignación tributaria de la Iglesia que supuso un paso adelante hacia su autofinanciación. Surgió entonces una polémica que atacó cada punto del acuerdo, hasta que finalmente vio la luz una nueva etapa de la Iglesia que confirma el papel primordial desempeñado por los fieles. Ellos han sido históricamente su principal sustento. Pero esta nueva fase también requiere una apertura hacia el total de la sociedad, por lo que el reto que se le plantea ahora a la Iglesia es el de dar a conocer su extensa labor social, de forma que todos los ciudadanos participen en ella.
Reforma del sistema de asignación tributaría
Ese año, el Gobierno español y la Nunciatura Apostólica, la institución que representa a la Santa Sede en nuestro país, sellaron la reforma del sistema de asignación tributaria de la Iglesia, un acuerdo que estuvo rodeado de controversia y discusiones de todo tipo desde el principio, ya que preveía que el Estado dejaría de apoyar directamente a la Iglesia. Finalmente, ésta ha sido una las principales modificaciones, de tal forma que el Estado no vol-verá a complementar la asignación de la Iglesia a través de sus Presupuestos Generales.
El otro cambio sustancial afecta al IVA. Desde la entrada en vigor de este acuerdo a principios de 2007, la Iglesia debe abonar su parte correspondiente de IVA al adquirir inmuebles y material para el culto, algo de lo que estaba exenta hasta el momento. Ade-más, la campaña de la Renta de 2008 será el punto de partida para la última de las cuestiones revisadas, ya que será entonces cuando la Iglesia comience a recibir el 0,7% de la contribución de cada ciudadano que marque su casilla en la declaración del IRPF. Antes, el porcentaje apenas superaba 0,5%.
En esta relación recién estrenada entre Gobierno e Iglesia, el primero actúa como un simple gestor que recauda de cada contribuyente lo que le corresponde, para luego repartirlo entre las entidades seleccionadas, Iglesia católica o fines de interés social, con la famosa "X" en la Declaración de la Renta. Este sistema, que respeta la libertad religiosa, encamina definitivamente a la Iglesia hacia su autofinanciación.
En el fondo, los fieles sostienen a la Iglesia
¿Cómo se mantiene la Iglesia a partir de ahora? En realidad, la reforma no supone un gran cambio cuantitativo en la financiación de la Iglesia, ya que la partida que des-aparece, el complemento por parte de los Presupuestos Generales del Estado, significaba una pequeña porción del sostenimiento total de la Iglesia. El grueso, en torno al 75%, pro-viene de la aportación directa de los fieles en forma de colaboraciones periódicas fijas, colectas, donativos, legados, herencias, etc.
El rendimiento del patrimonio eclesiástico, la realización de algunas actividades económicas subvencionadas por convocatorias públicas... son algunas de las contribuciones que la Iglesia recibe y luego distribuye para que el enorme engranaje humano y material siga funcionando correcta-mente y desarrollar así la in-gente tarea humanitaria que la Iglesia presta a la sociedad.
La Iglesia debe dar a conocer su labor
Es aquí cuando nos topamos con el nuevo y gran reto de la Iglesia: dar a conocer los pormenores de un trabajo faraónico que alcanza todos los rincones del mundo y todas las esquinas de la sociedad. De esta forma, los ciudadanos querrán contribuir, con su cesión fiscal anual o cualquier otra forma de colaboración, y apoyar a una institución que siempre ha vigilado el bienes-tar de la sociedad. El pilar que sustente la autofinanciación de la Iglesia estará entonces respaldado por la aportación de creyentes y no creyentes.