Martes, 03 de junio de 2008

 Carta semanal  del Arzobispo de Valencia Don Agustín García-Gasco Vicente para el  Domingo 13 de Abril de 2008. (Archivalencia)

 

 

La persona, clave de la educación

 

    

El compromiso por la educación interpela de manera directa a nuestra condición de seres humanos, de personas: todos somos educadores, los unos de los otros. La educación es más excelente cuanto más se realiza de persona a persona. Las sociedades desarrolladas tienden a evaluar la calidad de la enseñanza por los medios tecnológicos y los recursos que se ponen en ella. Este enfoque será incompleto si no incide en el protagonismo de las personas concretas que la hacen posible.


El compromiso por la educación es descrito como una “lucha contra la ignorancia”. En efecto, como nos anuncia Jesús en el evangelio de san Juan, la verdad nos hace libres. Conocer la verdad nos libera de la esclavitud de la ignorancia y de los errores que comporta. Educar con convicción profunda implica una visión del valor del ser humano, de cada ser humano, en quien se reconoce una dignidad no sometida a la tiranía de la naturaleza, ni al dictado de los poderosos de la historia.


La lucha contra la ignorancia no se limita a difundir un conocimiento científico de la naturaleza, ni a dotarnos de sistemas políticos que rechacen la opresión y propugnen los derechos humanos. Estos argumentos humanos se ven engrandecidos con el complemento de una verdad superior que suministra la revelación cristiana: Dios es Amor y su voluntad salvadora impregna toda la creación y toda la historia elevando al ser humano como centro de la creación, dotado de alma y trascendencia, verdadero hijo de Dios. Los seres humanos están por encima de todas las cosas y son más valiosos que los tesoros y el dinero.


El compromiso por la educación es también compromiso por crear una cultura humana verdadera. La Iglesia se encuentra plenamente identificada con este reto y quiere dialogar con todas las expresiones culturales para robustecer una convicción imprescindible: no hay más que una cultura, la del hombre y para el hombre, la que ensalza al ser humano y le permite vivir de modo acorde a su dignidad. La Iglesia, experta en humanidad, invita a todas las Universidades y centros educativos, y de modo singular a las Universidades católicas, a investigar con confianza los misterios del hombre y del mundo, sin marginar las luces que la Revelación ha aportado a la historia del mundo.


La Universidad y la Escuela Católica tienen el honor y la responsabilidad de consagrarse sin reservas a la causa de la verdad. Esta es su manera propia de servir al mismo tiempo y sin fisuras a la dignidad del hombre. La fe de los cristianos es un canto a la búsqueda del saber y la razón. La mejor educación se realiza de persona a persona. La Universidad y la educación católica no sólo suministran la adquisición de conocimientos útiles, sino que también se distinguen por su libre búsqueda de toda la verdad acerca de la naturaleza, del hombre, de su significado y de Dios.


La ciencia y la técnica, en sí mismas, nunca son malas; obviamente es el uso de las mismas lo que las vuelve constructivas o destructoras. El humanismo universal que acompaña a la misión evangelizadora de la Iglesia impulsa a la Universidad y a la educación católica a que se dediquen por entero a la búsqueda de todos los aspectos de la verdad, valor fundamental sin el cual desaparecen la libertad, la justicia y la dignidad del hombre, que como ser trascendente, como hijo de Dios está por encima de todas las cosas. La enseñanza del uso social, responsable y solidario de los conocimientos científicos es inherente a la educación cristiana.


El relativismo y el escepticismo acaban empobreciendo la cultura y desorientando la libertad. Superar el derrotismo de lo aleatorio, alejar el temor y suscitar el entusiasmo de trabajar en todos los campos del saber es la misión intelectual de las Universidades y Escuelas católicas. Todos los varones y mujeres pueden encontrar con su inteligencia el sentido de su vida, la realidad última que es su principio y su fin.


Tenemos incontables razones para mantener e incrementar el compromiso con la educación. Podemos alentar a todos los que se dedican a la educación a que confíen en la bondad y en el pleno sentido de su empeño: la mejor educación se transmite de persona a la persona, y ese movimiento tiene su origen en el amor de Dios. Él es también el primer educador y su misericordia, el amor, el perdón, expresa la mejor pedagogía humana.

Con mi bendición y afecto,


Publicado por verdenaranja @ 23:43  | Hablan los obispos
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