Comentario a las lecturas del domingo décimo del Tiempo Ordinario - A, publicado en Diario de Avisos el 8 de Junio de 2008 bajo el epígrafe "el domingo, fiesta de los cristianos".
¿Los sanos
o los enfermos?
DANIEL PADILLA
Hay escenas en lo cotidiano del vivir que nos hacen pensar. Todos conocemos a los que, escudados en una actitud "pietista", chismorrean sobre la vida de los demás. Y es que, la vida de los demás sí interesa, tal vez, para no tener en cuenta la reforma de la vida propia. En la película 'Titanic' de Cameron, la fiesta no estaba en el salón donde las afectadas damas tomaban el té, preocupadas por el vivir de los otros, sino abajo, en la bodega, donde el pueblo llano y sencillo bailaba alegremente, despreocupados de la vida de sus semejantes.
Impresiona ver cómo los fariseos, según el evangelio de hoy, criticaron a Jesús porque había aceptado comer en casa de Mateo, entre publicanos y pecadores. Fue entonces cuando dijo Jesús: "No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos".
Y ese es el tema. No cabe duda que resulta reconfortante atender a fervores espirituales de los elegidos y cultivados. El mismo Jesús vivió horas muy placenteras en Betania, oasis de paz. Todos hemos disfrutado alimentando grupos, más o menos selectos, en los que no existía el rechazo, sino que vibraban a un mismo compás. Pero se imponen nuevos campos. El pastor ha visto que, por una larga cadena de razones, no una, sino muchas ovejas, se han ido del rebaño, se han alejado, como el pródigo, de la casa paterna. De una época triunfal, en la que la voz del Papa y los pastores, al menos externamente, era seguida por la mayoría y las vocaciones proliferaban y los jóvenes querían ser formados en "cristiano" hemos pasado a una sociedad desacralizada, en la que la "increencia" y "los alejados" no son "casos raros" sino "el pan de cada día". La 'Gaudium et spes' —del Concilio Vaticano II- nos advirtió claramente que el ateísmo no es ya un fenómeno aislado, sino que ha invadido el campo del arte, la literatura, la ciencia y las legislaciones. Los libros se han multiplicado desde entonces. Ahí están las exhaustivas pastorales de nuestros obispos: "Ante el reto de la increencia". Y nuestros ojos, por otra parte, lo constatan cada día, ya que la increencia ha tocado de ala a todos: a nuestras familias, a nuestros amigos, quizá a nosotros mismos.
¿Qué hacer? Hay tres tentaciones, en todo casó, que convendrá evitar.
la - "Atrincheramos y aislarnos": "¡Si ellos se han ido, allá ellos, es su problema!" ¡Eso hacía el hermano mayor, negándose a aceptar la vuelta del pródigo!
2a- "Jugar a escandalizarnos" de la Iglesia, cuando nos invita a "sentarnos con los pecadores y comer con ellos".
Y 3a- "Subirnos a las almenas de nuestro castillo, para lanzar dardos de anatema" contra todos los que se han alejado. "No podemos subirnos al podio de una pretendida perfección y, desde allá, juzgar, condenar o reprobar a los extraños" dice certeramente una carta pastoral de nuestros obispos.
Al contrario, ante esta innegable realidad, habrá que ir asimilando la doctrina del Vaticano II, cuando dice que "los gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los hombres, lo son también de los discípulos de Cristo". Ese es igualmente el claro mensaje de la encíclica "Ecclesiam suma", cuando nos invita a "entrar en diálogo" con todos: "los cercanos" y "los alejados", es decir, con esos que solemos llamar "la oveja descarriada".