Martes, 10 de junio de 2008

Artículo publicado en la revista del la Diócesis de Tenerife "Iglesia nivariense" número 83 - ABRIL 2008.

LA ADORACION
NOCTURNA
ESPAÑOLA (I)


Pedro García Mendoza
Consejo Nacional de Adoración Nocturna Española

 

La Adoración Nocturna Espa­ñola se funda en España, en el año 1877, y llega a esta nación gracias al entusiasmo y amor eucarís­tico de D. Luis de Trelles y Noguerol que, habiendo conocido la Adoración Nocturna en Francia, se propone traer esta bellísima devoción de amor a Jesús Sacramentado a España.

 

Después de superar muchísimas dificultades, se celebra la primera Vigilia, en Madrid, en la noche del 3 de noviembre de 1877, en la Iglesia de los Padres Capuchinos del Prado.

 

Como es sabido, la Adoración Nocturna es una asociación de cre­yentes que, reunidos en grupos, se turnan velando en las horas de la noche, para adorar a Dios en repre­sentación de toda la humanidad y en nombre de la Iglesia, a través de Cristo. y para agradecer al mismo Cristo, Dios y Hombre, su presencia en el Sacramento que los une al Sacrificio redentor.

El adorador nocturno, con su par­ticipación en la Vigilia, ejerce ante Dios lo que constituye un deber de toda criatura racional: reconocer que Dios es Dios, que es nuestro Creador, nuestro Señor y nuestro Padre.

 

Adorando y velando, cumple la misión escatológica de la Iglesia,

Esposa de Cristo, que debe estar amorosamente atenta a la venida del Señor (Cfr. Le. 12, 37-38).

 

Agrupados en turnos, con días de vigilia señalados, y cubriendo distintas horas de vela, cumplen dentro de la Iglesia la misión que a ésta encargó el Señor cuando pidió que oráramos ininterrumpidamente.

 

La espiritualidad propia de la Adoración Nocturna trata de imitar a Cristo adorador del Padre, que durante su vida mortal oraba frecuen­temente de noche, y que ahora perpe­túa su adoración, su intercesión y su sacrificio redentor en la Eucaristía.

 

La adoración eucarística es: afir­mación expresa, ante los hombres, de nuestra fe en la presencia sacramen­tal permanente de Cristo en la Eucaristía, que deriva del sacrificio y se ordena a la comunión. Es búsqueda de una vivencia más intensa del mis­terio eucarístico para llenarnos de El y hacerlo vida en nosotros. Es, en definitiva, un compromiso concreto de ser, con nuestra vida, testimonio de la realidad del amor de Dios presente entre los hombres.

 

Ser adorador nocturno es disfrutar especialmente del regalo infinito que supone la presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento. Es conversar personalmente con El, en su domici­lio terrestre, durante el silencio de la noche, como Nicodemo. Es sentir la alegría de hospedarle en nuestra propia casa, corno el publicano Zaqueo, o corno los hermanos de Betania. Es, en definitiva, comprometerse activamente con Jesús para realizar entre los hombres su mandamiento de amor, y para construir el Reino de Dios en la tierra.


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