Mi?rcoles, 11 de junio de 2008

Artículo semanal del Padre Fernando Lorente, o. h., publicado en EL DÍA el miércoles 11 de Junio en la sección CRITERIOS bajo el epígrafe "Luz en el Camino".

Luz en el Camino Fernando Lorente, o.h. *


El mal de piedra


MUCHA atención a los síntomas y diagnóstico de esta enfermedad tan corriente en todos los tiempos y en todas las edades. Todo el mundo reconoce lo importante -y lo difícil- que es para un médico hacer el diagnóstico de cada enfermo que visita. Los síntomas están a la vista; pero ¡a veces tan engañosos! Porque tratar una enfermedad sólo a partir de sus síntomas, sin llegar primero a la raíz del mal que los provoca, sería como dar palos de ciego; exponerse a que el enfermo, en lugar de recobrar la salud, la empeorase.


Esto sucede también en los demás sectores de la naturaleza y de la vida: un arquitecto debe descubrir por qué un edificio se cuartea; un mecánico, por qué un coche se calienta demasiado; y un educador, por qué ese niño, antes tan buen alumno, obtiene ahora tan malas calificaciones. ¿Qué está ocurriendo entre nosotros, antes tan bien "avenidos" -debería preguntarse un matrimonio-, para que ahora las discusiones estén al orden del día? Es preciso, pues, llegar a la raíz, al porqué de las actitudes humanas. ¿De qué servía a los fariseos lavar tanto las copas por fuera, si lo que tenían contaminado era el corazón?; o ¿de qué servía al "pueblo escogido" volcarse en el culto externo a Dios, para oír después del Señor aquella palabra dura: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí". Jesús quiere que nos planteemos nuestras relaciones con Dios en profundidad, consciente y responsablemente. ¡Qué triste sería que la fe se nos quedase en puro esquema sin alma, en mero andamiaje que apuntalara una fachada sin casa!


En nuestra Iglesia -en esta Iglesia concreta, en la que en este espacio hacemos referencia al texto evangélico (Mac.7, 1-8ª, 14-l5, 21-23) y comentamos- se dan muchos síntomas preocupantes que esperan urgentemente un diagnóstico. ¿Por qué son tantos los padres de familia que piden para sus hijos la enseñanza de la religión, y luego tan pocos los que se preocupan por seguir de cerca el tema en sus conversaciones con ellos?


¿Por qué son tantos los jóvenes que cada año reciben el sacramento de la comunión y de la confirmación, y tan pocos los que continúan después conectados con algún tipo de compromiso cristiano? ¿Por qué son tantos los fieles que llenan nuestras iglesias en días de funeral, y tan pocos los que acuden a la misa de cada domingo? ¿Por qué tantos jóvenes tienen esa peculiar manera de celebrar la Semana Santa, escondidos y en silencio bajo el peso de los "pasos" que recorren nuestras calles, y luego no proclaman a luz del día su fe en Cristo, cuya imagen han paseado? ¿Por qué ocurre tantas veces que entre personas que se dicen ser católicas, reine en sus vidas la violencia, o escasee la honradez, o brillen por su ausencia los principios morales y sociales de esa Iglesia a la que dicen pertenecer?


Nos hace mucha falta pensar, revisar, hacer un atento diagnóstico de nuestra vida cristiana. No sea que, como está ocurriendo con algunas de nuestras mejores catedrales, el mal de piedra acabe corroyendo la fuerza interior del edificio de nuestra existencia -que creíamos tan firme- y un día se nos desplome sin remedio.


No debe parecernos ninguna necedad escuchar el mensaje de Cristo que se ofrece como piedra angular para todo ser humano que quiera construirse de manera segura su existencia. Actualmente, los políticos en general, los arquitectos de nuestra sociedad, desechan la fe como algo perfectamente inútil. No pueden estar más equivocados.


* Capellán de la clínica S. Juan de Dios


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