Martes, 24 de junio de 2008

Carta semanal del Azobispo de Valencia Don Agustín García-Gasco Vicente para el Domingo 27 de Abril de 2008.

 

El amor es el mejor impulso para el conocimiento

 

 

 

En su viaje pastoral a los Estados Unidos, Benedicto XVI mantuvo un encuentro con los educadores católicos en la Universidad Católica de América. El contenido de su discurso enlaza directamente con las pretensiones del I Congreso Internacional de Educación Católica para el siglo XXI, que la Universidad Católica de Valencia «San Vicente Mártir» ha organizado para los próximos días 28 al 30 de abril.

El encuentro con los educadores católicos permite compartir reflexiones de fondo sobre la naturaleza y la identidad de la educación católica, hoy. Es una urgencia redescubrir la importancia y la belleza de la misión educadora que forma parte de la misión que la Iglesia tiene de proclamar la Buena Nueva. Cada centro educativo católico es un lugar para encontrar al Dios vivo, al Dios que revela en Jesucristo la fuerza transformadora de la verdad.

La relación con Dios suscita el deseo de crecer en el conocimiento y en la comprensión de Cristo y de su enseñanza. Cuando amamos a alguien deseamos conocerle mejor, y eso mismo pasa cuando hacemos de nuestra relación con Dios una relación verdaderamente personal: deseamos conocerle mejor para amarle más. El amor es el mejor impulso para el conocimiento.

Quienes encuentran a Cristo se ven impulsados por la fuerza del Evangelio a llevar una nueva vida, marcada por todo lo que es bello, bueno y verdadero. Se trata de una vida de testimonio cristiano, continuamente alimentada y fortalecida en la comunidad de los discípulos de Nuestro Señor, que es la Iglesia.

El servicio a la verdad que la Iglesia ejerce en medio de la humanidad se realiza de un modo principal a través del encuentro personal, del conocimiento y del testimonio cristiano. Es un servicio vivo, activo, que necesita ser continuamente renovado, ya que la revelación de Dios ofrece a cada generación la posibilidad de descubrir la verdad última sobre la propia vida y sobre el fin de la historia.

Se comprueba a diario que el deber educativo no es fácil. Es necesario que toda la comunidad cristiana se implique con los educadores cristianos para garantizar que el poder de la verdad de Dios impregne todas las dimensiones de las instituciones a las que sirven. Los padres y demás familiares que se implican en la educación de sus hijos, fortalecen y refuerzan la labor de los centros. Este es el camino para que la Buena Noticia de Cristo pueda actuar y guíe tanto al docente como al estudiante hacia la verdad objetiva.

La verdad objetiva no es particular, no es creación de un ser humano, ni del consenso social, sino que apunta a lo que es de todos, a lo universal, a lo que no pasa de moda, a lo absoluto, a la que coincide con el ser de Dios. Es la única Verdad que nos capacita para proclamar con confianza la esperanza que no defrauda.

Los nobles fines de la formación académica y de la educación están fundados en la unidad de la verdad, y en el servicio a la persona y a la comunidad. Son un poderoso instrumento de esperanza que permite superar los conflictos personales, la confusión moral y la fragmentación del conocimiento.

Los recursos que la Iglesia dedica a la educación están justificados porque todas sus actividades nacen de su conciencia de ser portadora de un mensaje que tiene su origen en Dios mismo, en su bondad y en su sabiduría. Dios ha elegido revelarse.

Dios no permanece indiferente hacia la inquietud de sus hijos que preguntan por el significado de la vida. Está atento en lo que acontece en los corazones de los jóvenes y de los que sufren cuando se ven inquietos y apesadumbrados. El encuentro entre el deseo de Dios de darse a conocer y el deseo de cada ser humano por conocer la verdad está sostenido por la comunidad cristiana: quien busca la verdad se transforma en uno que vive de fe, y que por ella experimenta el movimiento del “yo” al “nosotros”, el paso del individuo a formar parte del pueblo de Dios.

La educación católica tiene la misión de contribuir a llenar de sentido la vida de los que se acercan a ella. Los profesores, los estudiantes y las familias acuden a ella para encontrar respuesta a muchas de sus preguntas, para hacer frente a los retos que plantea la vida. La Iglesia ofrece con sus comunidades educativas una sabiduría humana decididamente abierta a la esperanza que no defrauda: la que nace del indefectible Amor de Dios por sus hijos.

Con mi bendición y afecto,


Publicado por verdenaranja @ 23:29  | Hablan los obispos
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