Comentario a las lecturas del domingo XVI - A del Tiempo Ordinario publicado en Diario de Avisos el domingo 20 de de Julio de 2008 bajo el epígrafe "el domingo, fiesta de los cristianos".
¡Centinela, Alerta!
DANIEL PADILLA
El día y la noche. La luz y la tiniebla. Lo blanco y lo negro. El bien y el mal. La gracia y el pecado. El trigo y la cizaña. No pretendo predicar un nuevo maniqueísmo. Simplemente constato que "están ahí". Y aquí. Y allá. Y fuera de mí. Y dentro de mí.
También constato que existen el sueño y la vigilia, la actitud de "estar dormidos" o la de "vivir despiertos". Jesús habló de aquellas doncellas, de las cuales unas, se durmieron despreocupadamente, mientras las otras se preocuparon de sus lámparas. Y a sus propios apóstoles, que no supieron "acompañarle en la oración", les advirtió: "Vigilad y orad, para no caer en la tentación".
Ese es el tema del Evangelio de hoy. "El sembrador sembró buena simiente en su campo, pero, mientras dormía, un enemigo suyo sembró la cizaña". Ahí, pues, los tienen: el bien y el mal. El que siembra "lo bueno" y el que siembra "lo malo". Y, como consecuencia, el riesgo de estar a un lado u otro. La vida, por tanto, como campo de batalla. Quizá nos convenga puntualizar algunas cosas:
la. Que existe el enemigo. Llámenle como quieran: el mal, el "malo", Satán, el "príncipe de las tinieblas", el diablo. No sólo existe en nosotros la tendencia al mal, efecto del primer pecado. Es que, además, existe "alguien" que busca el "mal por el mal" y se dedica a "sembrar cizaña".
El hombre moderno se resiste a creer en el diablo. Piensa que es una patraña que se han inventado quizá los mismos malvados, para justificar sus maldades; o quizá los buenos, para no cargarle a Dios las inexplicables maldades del mundo; o quizá los "seudo-psicólogos", que, lejos de la teología, personifican así en ese "ser" todos los oscuros y torcidos meandros de nuestra psique, los inescrutables laberintos del alma humana. Sí, al hombre le cuesta creer en el demonio. Pero ya decía Baudelaire: "El gran triunfo del diablo es hacernos creer que no existe".
2ª. Su existencia, por encima de todo, consiste en engañar. Disfrazar las cosas. Hacer que lo malo parezca bueno, y lo bueno, malo. Separar y disgregar lo que Dios ha unido. O sea, disimular el trigo entre la cizaña.
Una de las características de nuestro tiempo es esa: la confusión. ¿Qué es bueno? ¿Qué es malo? Y ¿quién es bueno o malo? Ya Jesús decía: "Vendrán a ustedes con vestiduras de oveja, pero, por dentro son lobos rapaces". Y como, en el fondo, no nos ataca a nosotros, sino a Dios, que está en nosotros, su tentación, más o menos solapadamente, consiste en proponernos "ser como dioses" en el poder, en el placer, o en el tener. Jesús le llamó, ya lo saben, el "príncipe de la mentira".
3ª. No podemos eliminarlo de una vez. Siempre vuelve. Cuando Jesús venció las tres tentaciones, dice el evangelio que "el tentador se retiró temporalmente". Efectivamente, el mismo Jesús reconoció la víspera de su pasión: "Esta es la hora del poder de las tinieblas". En esa batalla estamos, amigos. Se va, pero vuelve. Con otro traje y con otra canción. Pero Jesús dijo que "el trigo y la cizaña crecerán juntos hasta la siega". San Pablo reconocía que "tenía un ángel de Satanás que le humillaba".
Concluyendo. Puesto que la Sagrada Escritura nos dice que "milicia es la vida del hombre sobre la tierra", permítanme que termine este comentario con una consigna militar y de sabia estrategia: "¡Centinela, alerta!".