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Criterios de C. Justo
- Salarios para una vida digna: Los sueldos que reciben los trabajadores del Sur les condenan a ser esclavos de la pobreza.
Unos 100 millones de personas viven del café. La mayoría son jornaleros o pequeños campesinos que cultivan sus parcelas. Cuando caen los precios del café, los pequeños propietarios deben aumentar el área dedicada a este cultivo en detrimento de los productos para el autoconsumo. Los jornaleros deben andar varios kilómetros para llegar hasta las plantaciones y cargar los sacos de café de vuelta.
- No a la explotación infantil: Los niños y niñas trabajan como adultos en muchos países del Sur.
Los jornaleros son ayudados por sus hijos e hijas para así aumentar los ingresos. Las situaciones de extrema pobreza que viven las familias les fuerzan a ello. Sin una escuela que les facilite un mejor futuro, trabajan demasiadas horas y viven en condiciones insalubres y expuestos a enfermedades. Además, cobran menos por su trabajo y sufren trastornos que les afectan física y psíquicamente.
- Igualdad entre hombres y mujeres: Es habitual que la mujer cobre un salario inferior por realizar el mismo trabajo que un hombre.
Desde la cuna hasta la tumba, las mujeres están sistemáticamente discriminadas en el plano social y económico. Esto les supone carecer de posibilidades de alcanzar un empleo seguro, ingresos propios, formación y por tan-to tomar decisiones sobre su propio futuro. El 70% de los que viven en la pobreza absoluta son mujeres y hay un abismo entre la retribución que las mujeres reciben y el papel que desempeñan en la sociedad.
— Respeto al medio ambiente: La sobreexplotación de los recursos naturales compromete el desarrollo de los países del Sur.
En los últimos años se ha intensificado el uso de pesticidas y fertilizantes en las plantaciones. Se estima que en los países del Tercer Mundo se utilizan sin control unas 400.000 toneladas anuales de pesticidas, muchos de ellos prohibidos en los países del Norte. Aunque a corto plazo eliminan las plagas, estos productos afectan a la piel y a las vías respiratorias, y provocan la degradación de los suelos y la contaminación del medio ambiente, con la consiguiente recesión de los cultivos. Una producción de café sin productos químicos supondría un ahorro de entre 600 y 1.200 euros por año y hectárea, aunque la productividad de las tierras sería menor.
— Derechos laborales: La ausencia de derechos laborales dificulta la obtención de unas condiciones de vida y trabajo más dignas.
En muchos países de Sudamérica y África, los capataces van armados; los temporeros se hacinan en alojamientos precarios; no hay ninguna cobertura sanitaria para prevenir enfermedades o accidentes; las leyes no permiten la asociación o sindicación y, si la permiten, los sicarios se en-cargan de perseguir a los activistas...
Consumo responsable
El Consumo Responsable es aquel acto de consumo realizado con con-ciencia e información suficiente sobre las condiciones laborales, ecológicas y sociales en las que han sido elaborados los productos y servicios que adquirimos.
Como consumidores y consumidoras tenemos el derecho de adquirir productos que no perjudiquen al medio ambiente y que no conlleven condiciones laborales o comerciales injustas e indignas. Debemos exigir información y transparencia en todo lo que concierne a nuestras compras. Se trata de reivindicar un derecho conocido: el derecho a estar informados. Como consumidores críticos y responsables tanto si se trata de particulares como si representamos a empresas o a la administración pública, reivindicamos produc
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Conviene preguntarse
¿De verdad necesito este producto?
¿Quién ha producido estos productos?
¿En qué lugares y circunstancias se han producido?
¿La producción ha sido respetuosa con el medio ambiente?
¿Y con la salud de los productores?
¿Se han respetado los derechos sindicales?
¿Estamos seguros de que no hay explotación infantil en la producción?
¿Ha habido discriminación de trabajadores por razones étnicas o culturales?
¿Ha habido discriminación hacia la mujer?
¿Los trabajadores y trabajadoras han recibido un salario digno?
¿Sabemos cuántos intermediarios hay?
¿El producto es seguro para el consumidor?
¿Está sobre-envasado o lleva el mínimo envase necesario?
¿Conocemos los costes rea-les de producción?
¿Sabemos cómo se reparten los beneficios empresariales?
¿Qué cualidades tiene el producto?
¿Su calidad ética?
Perspectiva cristiana
1. Los cristianos vivimos en sociedad y, en buena medida, nos hemos habituado a las sociedades de consumo en las que vivimos. Sin duda, uno de los datos más reveladores de muchos cristianos de nuestro entorno, de nosotros mismos, es el dinamismo consumista que nos envuelve y arrastra. Constituye la gran religión de las sociedades desarrolladas, seduce y atrae de forma irreversible.
2. El consumo está en la médula de la sociedad. Pero hablar de sociedad consumista no significa hablar de una sociedad en la que todo el mundo consume, sino de una sociedad en la que unas gentes consumen bienes fundamentalmente superfluos y otras no alcanzan los bienes básicos para subsistir dignamente.
3. Además, la excesiva posibilidad de alcanzar toda clase de bienes materiales hace a los hombres esclavos de la posesión y del goce inmediato. Ante el afán consumista, Jesús proclama, como el poeta, que nada es nuestro ya; el tener, el consumir se ha convertido en nuestro amo. Nos volvemos siervos. Cuanto más posees menos te posees. El Evangelio nos plantea una opción: No podéis servir a Dios y al dinero. (Lc 16, 13). El dinero es un dios falso e injusto, un amo implacable: ahoga la Palabra (Mt 13,22), hace olvidar la soberanía de Dios (Lc 12, 15-21), impide el camino del Evangelio a los corazones mejor dispuestos (Mt 19, 21-22), abre abismos sociales entre ricos y pobres (Lc 16, 19-31). El Evangelio nos invita a dar señales claras de que nuestro dios no es el dinero, de que somos libres ante él (Mt 6,24). Se da también una actitud opuesta, la de los fariseos, amigos del dinero: oyendo estas cosas, se burlaban de Jesús.
4. Los cristianos nos tenemos que replantear esa equiparación plena entre placer y felicidad. ¿Es ese el Camino que Jesús nos muestra hacia la Verdad, hacia la Vida?
5. Debemos ser críticos con algunas formas de pensar no cristianas que nos están conquistando: «la austeridad es sinónimo de mediocridad o de fracaso; el deseo genera necesidad; el precio es la medida del valor nuestra identidad se forja por lo que consumimos...»
6. Nuestra identidad como cristianos tiene mucho que ver con el mundo y con cómo nos comportamos en él, cuáles son nuestras opciones. Nuestro mayor testimonio debe ser el del servicio en base a la máxima del amor al prójimo. «Dios es amor», un amor inteligente, un amor que discierne, un amor audaz que se compromete y no se deja atrapar por la seducción del mundo. Invertir éticamente, fomentar el comercio justo, consumir responsablemente y favorecer la justicia en las relaciones sociales, pueden ser tres formas concretas de ser hoy cristianos en este mundo tan complejo.
7. El Evangelio es, sigue siendo, la clave de nuestro compromiso, de nuestra forma de ser y estar en este nuevo mundo que es don y tarea, reto constante, marco sagrado en el que hemos de hacer significativa nuestra opción de vida cristiana. Consumir responsablemente, favorecer relaciones comerciales justas, e invertir nuestro dinero éticamente, pueden ser tres formas, tres lenguajes, de seguir haciendo de nuestra vida un signo elocuente en esta sociedad tan marcada por el mundo del dinero, las relaciones comerciales y el consumismo, y tan necesitada de alma. Seamos pues, tal y como Jesús sugería, «dóciles como palomas y astutos como serpientes». Seamos samaritanos.