Jueves, 24 de julio de 2008

 

Artículo sobre el comercio justo publicado en el Boletín "Misioneros Javerianos"  número 443, JUNIO-JULIO 2008.

¿QUÉ ES EL COMERCIO JUSTO?

Las principales organizaciones de Comercio Justo a escala internacional han consensuado la siguiente de­finición: «El Comercio Justo es una asociación de comercio, basada en el diálogo, la transparencia y el respeto, que busca una mayor equidad en el comercio internacional. Contribuye a un desarrollo soste­nible ofreciendo mejores condiciones comerciales y asegurando los derechos de productores y trabajadores marginados, especialmente en el Sur. Las organizaciones de Comercio Justo, apoyadas por los consumidores, están implicadas activamente en apoyar a los productores, sensibilizar y desarrollar cam­pañas para conseguir cambios en las reglas y prácticas del comercio internacional convencional.»

 

Criterios de C. Justo

 

- Salarios para una vida digna: Los sueldos que reciben los traba­jadores del Sur les condenan a ser esclavos de la pobreza.

 

Unos 100 millones de personas viven del café. La mayoría son jornaleros o pequeños campesinos que cultivan sus parcelas. Cuando caen los precios del café, los pequeños propietarios de­ben aumentar el área dedicada a este cultivo en detrimento de los productos para el autoconsumo. Los jornaleros deben andar varios kilómetros para lle­gar hasta las plantaciones y cargar los sacos de café de vuelta.


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No a la explotación infantil: Los niños y niñas trabajan como adultos en muchos países del Sur.

 

Los jornaleros son ayudados por sus hijos e hijas para así aumentar los in­gresos. Las situaciones de extrema po­breza que viven las familias les fuerzan a ello. Sin una escuela que les facilite un mejor futuro, trabajan demasiadas horas y viven en condiciones insalubres y expuestos a enfermedades. Además, cobran menos por su trabajo y sufren trastornos que les afectan física y psí­quicamente.

 

- Igualdad entre hombres y mujeres: Es habitual que la mujer cobre un salario inferior por rea­lizar el mismo trabajo que un hom­bre.

 

Desde la cuna hasta la tumba, las mujeres están sistemáticamente discri­minadas en el plano social y económi­co. Esto les supone carecer de posibi­lidades de alcanzar un empleo seguro, ingresos propios, formación y por tan-to tomar decisiones sobre su propio fu­turo. El 70% de los que viven en la po­breza absoluta son mujeres y hay un abismo entre la retribución que las mu­jeres reciben y el papel que desempe­ñan en la sociedad.

 

— Respeto al medio ambiente: La sobreexplotación de los recursos naturales compromete el desarrollo de los países del Sur.

 

En los últimos años se ha intensifi­cado el uso de pesticidas y fertilizantes en las plantaciones. Se estima que en los países del Tercer Mundo se utilizan sin control unas 400.000 toneladas anuales de pesticidas, muchos de ellos prohibidos en los países del Norte. Aunque a corto plazo eliminan las pla­gas, estos productos afectan a la piel y a las vías respiratorias, y provocan la degradación de los suelos y la conta­minación del medio ambiente, con la consiguiente recesión de los cultivos. Una producción de café sin productos químicos supondría un ahorro de entre 600 y 1.200 euros por año y hectárea, aunque la productividad de las tierras sería menor.

 

— Derechos laborales: La ausencia de derechos la­borales dificulta la obten­ción de unas condiciones de vida y trabajo más dignas.

 

En muchos países de Suda­mérica y África, los capataces van armados; los temporeros se hacinan en alojamientos precarios; no hay ninguna co­bertura sanitaria para preve­nir enfermedades o acciden­tes; las leyes no permiten la asociación o sindicación y, si la permiten, los sicarios se en-cargan de perseguir a los acti­vistas...

 

 

Consumo responsable

 

El Consumo Responsable es aquel acto de consumo realizado con con-ciencia e información suficiente sobre las condiciones laborales, ecológicas y sociales en las que han sido elaborados los productos y servicios que adquiri­mos.

 

Como consumidores y consumidoras tenemos el derecho de adquirir pro­ductos que no perjudiquen al medio ambiente y que no conlleven condicio­nes laborales o comerciales injustas e indignas. Debemos exigir información y transparencia en todo lo que concier­ne a nuestras compras. Se trata de rei­vindicar un derecho conocido: el dere­cho a estar informados. Como consu­midores críticos y responsables tanto si se trata de particulares como si repre­sentamos a empresas o a la adminis­tración pública, reivindicamos produc

 

tos y servicios elaborados sobre una gestión empresarial ética. De este modo, contribuimos eficazmente, tam­bién como consumidores, a defender los derechos civiles, políticos, sociales y económicos de los trabajadores y fa­vorecemos una producción más ecoló­gica y sostenible.

 

Conviene preguntarse

 

¿De verdad necesito este pro­ducto?

¿Quién ha producido estos pro­ductos?

¿En qué lugares y circunstancias se han producido?

¿La producción ha sido respe­tuosa con el medio ambiente?

¿Y con la salud de los productores?

¿Se han respetado los derechos sindicales?

¿Estamos seguros de que no hay explotación infantil en la producción?

¿Ha habido discriminación de trabajadores por razones étnicas o culturales?

¿Ha habido discriminación hacia la mujer?

¿Los trabajadores y traba­jadoras han recibido un salario digno?

¿Sabemos cuántos inter­mediarios hay?

¿El producto es seguro para el consumidor?

¿Está sobre-envasado o lleva el mínimo envase nece­sario?

¿Conocemos los costes rea-les de producción?

¿Sabemos cómo se reparten los beneficios empresariales?

¿Qué cualidades tiene el producto?

¿Su calidad ética?


Perspectiva cristiana

 

 1. Los cristianos vivimos en sociedad y, en buena medida, nos hemos habituado a las so­ciedades de consumo en las que vivimos. Sin duda, uno de los datos más reveladores de muchos cristianos de nuestro entorno, de nosotros mismos, es el dinamismo consumista que nos envuelve y arrastra. Constituye la gran religión de las sociedades desarrolladas, seduce y atrae de forma irreversible.

 

2. El consumo está en la médula de la sociedad. Pero hablar de sociedad consumista no significa hablar de una sociedad en la que todo el mun­do consume, sino de una sociedad en la que unas gentes consumen bienes fundamentalmente superfluos y otras no alcanzan los bienes básicos para subsistir dignamente.

 

3. Además, la excesiva posibilidad de alcanzar toda clase de bienes materiales hace a los hombres esclavos de la po­sesión y del goce inmediato. Ante el afán consumista, Jesús proclama, como el poeta, que nada es nuestro ya; el tener, el consumir se ha convertido en nuestro amo. Nos volvemos siervos. Cuanto más posees menos te posees. El Evangelio nos plantea una opción: No podéis ser­vir a Dios y al dinero. (Lc 16, 13). El di­nero es un dios falso e injusto, un amo im­placable: ahoga la Palabra (Mt 13,22), hace olvidar la soberanía de Dios (Lc 12, 15-21), impide el camino del Evangelio a los corazones mejor dispuestos (Mt 19, 21-22), abre abismos sociales entre ricos y pobres (Lc 16, 19-31). El Evangelio nos invita a dar señales claras de que nues­tro dios no es el dinero, de que somos li­bres ante él (Mt 6,24). Se da también una actitud opuesta, la de los fariseos, amigos del dinero: oyendo estas cosas, se burlaban de Jesús.

 

4. Los cristianos nos tenemos que replantear esa equiparación plena en­tre placer y felicidad. ¿Es ese el Camino que Jesús nos muestra hacia la Verdad, hacia la Vida?

 

5. Debemos ser críticos con algu­nas formas de pensar no cristianas que nos están conquistando: «la austeri­dad es sinónimo de mediocridad o de fracaso; el deseo genera necesi­dad; el precio es la medida del valor nuestra identidad se forja por lo que consumimos...»

 

6. Nuestra identidad como cristianos tiene mucho que ver con el mundo y con cómo nos comportamos en él, cuáles son nuestras opciones. Nuestro mayor tes­timonio debe ser el del servicio en base a la máxima del amor al prójimo. «Dios es amor», un amor inteligente, un amor que discierne, un amor audaz que se compromete y no se deja atrapar por la seducción del mundo. Invertir éticamen­te, fomentar el comercio justo, consumir responsablemente y favorecer la justicia en las relaciones sociales, pueden ser tres formas concretas de ser hoy cristia­nos en este mundo tan complejo.

 

7. El Evangelio es, sigue siendo, la clave de nuestro compromiso, de nues­tra forma de ser y estar en este nuevo mundo que es don y tarea, reto constante, marco sagrado en el que hemos de hacer significativa nuestra opción de vida cristiana. Consumir responsablemente, favorecer relaciones comerciales justas, e invertir nuestro dinero éti­camente, pueden ser tres formas, tres lenguajes, de seguir haciendo de nues­tra vida un signo elocuente en esta so­ciedad tan marcada por el mundo del di­nero, las relaciones comerciales y el consumismo, y tan necesitada de alma. Seamos pues, tal y como Jesús sugería, «dóciles como palomas y astutos como serpientes». Seamos samaritanos.


Publicado por verdenaranja @ 0:16  | Art?culos de inter?s
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