Comentario a las lecturas del domingo décimo octavo del Tiempo Ordinario - A, publicado en el Diario de Avisos el domingo 10 de Agosto de 2008 bajo el epígrafe "el domingo, giesta de lso cristianos".
Lanzarse al ruedo
DANIEL PADILLA
No tengo inconveniente en declararlo: me entusiasma Pedro. Me entusiasma y me enternece. Me hace sonreír y me des-concierta. Pero, sobre todo, me anima. Porque verán: en cierto modo y salvada la distancia de las situaciones, me veo retratado en él: entusiasta, pero atolondrado, decidido a tope, pero al mismo tiempo temblando, yo también siento a menudo que "se me hunden los pies". Vean algunos detalles. Y piensen, por favor si a ustedes les pasa lo mismo.
1°- "Jesús les pidió que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla". Así lo hicieron. Y, con Pedro a la cabeza, ya que "Jesús subió al monte a solas para rezar", allá se fueron, y "la bar-ca se iba alejando mucho de la tierra".
Ese es mi retrato, Señor. Desde mi más tierna infancia, rodeado de todos los míos, he estado en la barca. Unas veces, confundiéndote con un "fantasma", Señor, -¿quién no ha desvirtuado alguna vez tu imagen o tu mensaje?-, otras veces, creyéndote lejano y ausente, -porque es verdad que parece que nos dejas, "¡quedándote en la montaña tú sólo!"- lo cierto es que te he seguido, te sigo y deseo seguirte siempre.
2°- Jesús, que "se había acercado caminando sobre las aguas, les gritó: "Ánimo, soy yo, no tengan miedo". Y aquí viene lo mejor: "Pedro contestó: Señor, si eres Tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua".
Así soy. Así somos. Un barullo de entusiasmos y fervores. Pero nuestro pecado no está en eso, ya que es cosa buena iniciar los proyectos con calor, con decisión. Nuestro pecado está en no prever, ni prepararnos para las dificultades. Nos encandilan los triunfalismos, las hazañas vistosas. Tendemos a concebir la vida como un constante triunfo, como un airoso "caminar sobre las aguas". Aquellos jóvenes que se prometieron amor "en las alegrías y en las penas"..., aquel sacerdote recién estrenado con sus ideales a flor de piel..., aquel cristiano enardecido en un momento eclesial de vibraciones, no pensaron que no bastaba con "lanzarse al ruedo". No pensaron que, luego, hace falta "seguir manteniendo el tipo".
3°- Pero, "al sentir la fuerza del viento, le entró miedo y empezó a hundirse".
Te lo confieso, Señor. En cuanto el viento ha soplado un poco fuerte, "me he hundido". Unas veces, a nivel personal. Soy un eterno adolescente. Paso del optimismo a la angustia a velocidad de vértigo. Pensando quizá que todo iba a ser "coser y cantar", como si la vida fuera "venir, ver, vencer", creí que todos mis proyectos de joven iban a cristalizar en relaciones acertadas y concretas. Y, de eso, nada. Cualquier parecido con la realidad, ha sido pura coincidencia. Y, entonces, "mis píes se hundieron". Lo mismo nos ha pasado a nivel comunitario. Habíamos vivido épocas tranquilas, en las que la fe tomaba forma en una religiosidad tradicional e incuestionable. El dogma era el dogma. La moral no era contestada. Todos aceptábamos los sacramentos. Pero bastó que "se movieran recios vientos" contra la autoridad de la Iglesia, contra la infabilidad del Papa, contra el magisterio de los obispos, contra la estabilidad del matrimonio o se dividieran los criterios sobre la moral sexual. Bastó que los sacerdotes, y aun los obispos, opinaran de diferente manera en algunas actitudes pastorales, para que muchos pensaran que la misma iglesia zozobraba y "se estaba hundiendo".
4°- Pero he dicho que Pedro me anima, Por eso, aunque me parezco tanto a él en mis "hundimientos", déjame también, Señor, que me parezca, en su fe.
Por eso, con todo mi miedo, te digo: "Señor, sálvame".