Artículo semanal del Padre Fernando Lorente, o.h., publicado en EL DÍA el 13 de Agosto de 2008 en la sección CRITERIOS bajo el epígrafe "Luz en el Camino".
LUZ EN EL CAMINO FERNANDO LORENTE, O.H. *
Reflexión veraniega: en el misterio
SE PIENSA, se habla y se escribe mucho sobre los misterios de la naturaleza. Y, sin embargo, la naturaleza no tiene misterios. Sólo hay cosas que, provisionalmente, no se comprenden, pero en sí mismas son cognoscibles. El misterio tiene su sede en las personas. Son ellas las que, con el uso de su libertad, pueden hacer girar sus vidas hacia el Norte o hacia el Sur. Su pasado no determina, necesariamente, su futuro, y su presente no significa, necesariamente, que todo va a seguir siendo igual.
Por eso, una cosa se puede estudiar y conocerla exhaustivamente desde fuera, mientras que a una persona sólo se la conoce si se abre por sí misma y se deja acoger. El Reino de Dios es una de esas realidades misteriosas que depende del juego de dos libertades: la libertad de Dios, que llama, y la del hombre, que responde. Cristo, con la explicación de las parábolas, anunciando la llegada de su Reino, sólo pretendía, desde la luz de Dios, ser una respuesta a la oscuridad del ser humano para que él opte poniendo en ejercicio su libertad.
Nada hay para el ser humano, desde su concepción teísta, tan urgente como el encuentro con la meta de Dios. Al mismo tiempo, es normal que Cristo, respetando el misterio personal del ser humano, trate de ofrecerle su verdad adaptándola, por las parábolas, a todas las mentalidades, hasta las menos cultivadas.
El Espíritu del Señor, anunciado en sus parábolas, sigue actuando hoy, mañana y siempre. En el silencio de cada corazón y en interior de cada pueblo, de cada situación. Hay mucha maldad, es verdad, mucha guerra y mucho abuso de unos pocos sobre una masa indefensa de desposeídos. Pero en medio de tanto barro, florecen aquí y allí hechos maravillosos de presencias de amor y de entrega, de gente que ofrece sencilla y generosamente su vida para que nunca falte vida y alegría en lo humano y en lo divino en aquellas persona que, de verdad, la queramos encontrar y trabajamos por conservarla.
Encontraremos una gran ayuda leyendo y reflexionando silenciosamente este texto evangélico. (Mt. 13, 10-17).
* Capellán de la clínica S. Juan de Dios