Artículo semanal del Padre Fernando Lorente, o.h., publicado en EL DÍA el mércoles 20 de Agosto de 2008 en la sección CRITERIOS bajo el epígrafe "Luz en el CAmino".
Luz en el Camino Fernando Lorente, o. h. *
Reflexión veraniega: en la comunicación
DE MI AMIGO Paco, un paciente de esta clínica (hoy hospital) de S. Juan de Dios que frecuentemente me envía una comunicación con la cual quiere corresponder a las que yo escribo semanalmente en este periódico, que tanto le hacen a él y a su familia. En la esperanza de que lo mismo pudiera suceder a los lectores de este espacio con esta suya, os la transcribo a continuación:
"Todos deseamos estar informados de lo que sucede en el mundo. Pero no podremos dejar de enteramos de lo que ocurre en nosotros mismos, y corremos todos el riesgo de dejar marginados ese conocimiento de nosotros Pero éste, si alcanza el hondón del alma donde late Dios, engendra allí serenidad y esperanza. Hemos de atender a nuestro nivel de esperanza, pues la desesperanza puede arraigar fácilmente en un mundo que alguien ha definido como patético y apático. Patético por aquello que no tiene de bueno y apático por la posible falta de reacción. Si crecen estas cualidades negativas en nuestro tiempo, no le harán precisamente capaz de proyectarse hacia un futuro alegre y esperanzador que valga la pena vivir.
Soy de los que opina que no queremos ser apáticos, no reaccionando en positivo, Un aspecto a no olvidar es reaccionar ante el pecado. Y ello quiere decir: ante el pecado propio, arrepentimiento; ante el pecado ajeno, perdón. Reaccionando así, el Reino de Dios está cerca, estamos llegando a él.
Cristo dice: "Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino del Cielo". Y la falta de esperanza es la negación del espíritu de infancia. Porque este espíritu de infancia es esencial-mente resurgimiento, llama viva, disponibilidad, acogimiento del futuro. La esperanza comporta espíritu de infancia que es espíritu de amor. Dios nos ofrece siempre su amistad, y el tiempo comienza a moverse nuevamente y, a la vez, aunque sea de una forma imprecisa. La esperanza se despierta, como una luz, en el fondo del alma. Una luz que puede ser crecimiento en la gracia que tenemos. Para otros puede ser encender el arrepentimiento, en el caso de que hayan caído en pecado.
Insisto en la esperanza, en cualquier situación, porque nada es posible sin ella. No hay capacidad de reacción, ni ilusión de cambio. No hay perspectiva de futuro. Y lo peor que nos puede suceder es quedamos anclados en el presente, cuando estamos lanzados a una historia de salvación que, desde siempre, Dios ha pensado en cada uno de nosotros y en todos en comunidad humana".
Así termina el mensaje de mi amigo Paco. Muy positivo para una reflexión veraniega; y, también, para cualquier otra estación del año. La esperanza cristiana es el oxígeno de la vida humana. Vida desesperanzada es vida asfixiada.
* Capellán de la clínica S. Juan de Dios.