Mensaje del Congreso, que se celebró en la capital de Kenya, Nairobi, del 3 al 5 de junio de 2008 organizado por el Pontificio Consejo para los Emigrantes e Itinerantes, en colaboración con la Comisión para los Emigrantes, Refugiados y Gente de Mar de la Conferencia Episcopal de Kenya (ver Fides 3 y 4 junio 2008).
CONSEJO PONTIFICIO PARA EL CUIDADO PASTORAL
DE PERSONAS MIGRANTES E ITINERANTES
COMISIÓN DE LOS OBISPOS DE KENIA PARA
REFUGIADOS, MIGRANTES Y GENTE DE MAR
(2 al 5 de Junio, Nairobi)
Conclusiones y recomendaciones en el resultado del primer Congreso de delegados de las Conferencias Episcopales en África que tuvo lugar en Nairobi, Kenia, desde el 2 al 5 de Junio de 2008 con el tema: “Hacia un mejor cuidado pastoral por Los Migrantes y Refugiados en África en los albores del Tercer Milenio”.
Conclusiones
El fenómeno de la migración es una realidad humana que permanece. A pesar de que la decisión a emigrar refleja muchísimas veces la esperanza fundamental por nuevas oportunidades de vida y perspectivas, deja también espacios de inseguridad, desestabilización y amenaza a muchas sociedades en su desarrollo. La creciente movilidad de las personas que viven en África está además marcada por un incremento dramático en el sufrimiento en todas las fases del proceso de la migración así como en sus diversas formas de vulnerabilidad. Sufrimiento comparable se aplica también al número creciente de migrantes y refugiados y a los países del continente que son conocidos también por el tráfico humano. El continente alojó, al final de 2007, alrededor de 13 millones de personas desplazadas dentro de sus países.
Hoy día, la migración tiene un impacto positivo y negativo en las sociedades africanas y consecuentemente sobre nuestra misión pastoral. La migración ha llegado a ser una preocupación para millones de individuos y un reto social mayor que afecta a las texturas fundamentales y a los mecanismos tradicionalmente cohesivos en África y en comunidades globales. El congreso se ha centrado en los muchos retos pastorales y sociales de la migración incluyendo la protección del derecho fundamental a la vida; la dignidad del ser humano; los valores del trabajo y de acogida del extranjero; la necesidad de asistencia, protección y servicios; la promoción del bien común y solidaridad en un mundo rápidamente cambiante; las consecuencias específicas de la fuga de talentos hacia sociedades en desarrollo y la opción fundamental a transformar la decisión a emigrar como una opción individual más que como una necesidad.
No se debería escatimar ningún esfuerzo en afrontar las causas de raíz del fenómeno y en encender la pasión y compasión para curar las heridas de migrantes, refugiados y personas desplazadas. Sin embargo, recientes acontecimientos en Kenia y Sudáfrica han evidenciado dolorosamente que cambios en los mecanismos cohesivos y textura social de nuestras sociedades no son siempre fáciles de predecir y que tales cambios pueden conducir a nuevas causas y a inesperados arrebatos de conflictos internos. Al considerar el humanismo africano y su cultura en relación con las explosiones regulares de violencia demostrando una carencia de respeto por la dignidad humana y por la vida en África hoy día, se ha demostrado que el respeto por el prójimo llega a ser un reto creciente. Estas explosiones de violencia no sólo han dejado a muchos con sentimiento incontenible de incomprensión sino también han evidenciado claramente la necesidad para la Iglesia en África a revisar más aún su compromiso pastoral así como su defensa.
Las discusiones reflejaron también y destacaron la necesidad de desarrollar más dos aproximaciones complementarias: lo que es (1) el desarrollo del cuidado pastoral de movilidad humana en la parroquia, y el nivel básico de comunidades eclesiales que ofrece también asistencia y servicios a aquellos más vulnerables y (2) la aproximación pro-activa desafiando las políticas nacionales e internacionales a través de intensificada colaboración y estrategia incluyendo relaciones mejoradas entre las Conferencias Episcopales Africanas y los Consejos y Federaciones de Conferencias Episcopales tales como el Consejo de Conferencias Episcopales Europeas (CCEE), y la Comisión Internacional Católica de Migración (ICMC).
Se discutieron y aprobaron las siguientes Recomendaciones:
1. La actividad pastoral hoy día está afectada por la movilidad. Las Iglesias locales deberían por tanto establecer y desarrollar estructuras pastorales para tratar el fenómeno de la migración en todas sus características y consecuencias, incluyendo el trauma, tráfico y explotación sexual.
2. La instrucción y formación específicas de los agentes de pastoral también necesitan ser más desarrolladas. Esto requiere coordinación y mayor sensibilidad al explicar los diversos temas teologales si son directamente pertinentes al fenómeno de las personas que están de un lado para otro. Además, esto se puede hacer a través del dialogo y por intercambio de experiencias.
3. Se debería de organizar un proceso de información compartida que velará ampliamente y sistemáticamente de la migración en África. Un proceso así velará pastoralmente por la migración; debería identificar factores críticos, características y necesidades dentro de la migración por la que las diversas estructuras de la Iglesia, desde parroquias y comunidades eclesiales de base, a las Conferencias Episcopales y a las estructuras continentales a las que se les ha pedido jugar una mayor parte sobre este materia.
4. Conciencia y condena deberían surgir como mecanismos preventivos que se desplegarían en la parroquia y comunidades eclesiales de base, a niveles diocesano, nacional y continental en orden a llevar hasta el final el tráfico y cualquier otra forma de nueva esclavitud. Las Conferencias Episcopales Africanas necesitan promover una voz pastoral más fuerte y de defensa sobre los muchos temas de la migración por los que se necesita aumentar la colaboración con el Consejo Pontificio para Migrantes y Personas Itinerantes y por los que se deben hacer más intervenciones orientadas a las diversas cuestiones de la migración. Estos esfuerzos deberían promover un cambio de actitud y mentalidad hacia el cuidado pastoral que es receptivo e integralmente inspirado por la instrucción Erga Migrantes Caritas Christi que también confirma la necesidad del diálogo fundamental entre la Iglesia de origen y la Iglesia de llegada.
5. Fortalecer la ayuda. Contactos con las estructuras de otras iglesias y comunidades eclesiales, especialmente creadas para servir en estas materias, necesitarán ser más desarrolladas así como contactos con organismos de las NU y de diversas organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales. La mejorada colaboración pastoral entre las Conferencias Episcopales contribuirá a la promoción de unas políticas mejores y más sostenibles y a la erradicación del tráfico humano y otras formas de nueva esclavitud.
6. Se necesita explorar más una mayor colaboración, entre la Iglesia Católica, las diversas Iglesias y Comunidades Eclesiales y otros organismos religiosos, los Estados y ONGs, con total respeto a sus diferentes papeles, en el nivel nacional o internacional. Esto conlleva e.g. la promoción de un status legal formal de “economic migrants” dentro de la Unión Africana.
7. La Iglesia debería animar la participación y los procesos de buen gobierno en los estados africanos. Haciendo del Estado un lugar valioso en el que vivir con más sólidas perspectivas para el trabajo y la buena salud y oportunidades de educación para todos, contribuirá a hacer que las gentes decidan quedarse más que emigrar. Estos esfuerzos se deberían alimentar por una aproximación Afro-realística y por una esperanza cristiana que permita a la gente comprometerse positivamente al desarrollo de su país. Todo sufrimiento no se puede soportar en vano, especialmente a la luz del misterio pascual.
8. Se debe promocionar la integración de los emigrantes. Ello permite diálogo, respeto mutuo, respeto de identidad, cultura y religión de los emigrantes siendo así que la asimilación constituye un trato a sus identidades. Reconocemos también que, por el fenómeno de la migración, se debe encontrar un equilibrio entre seguridad y acogida, el bien común nacional e internacional.
9. Animar la educación y formación específicas incluyendo la educación en iniciativas de paz, por las que los estudiantes se motivan para estudios de paz y se desarrollan actitudes de resolución de conflicto.
10. Las anteriores recomendaciones piden clara acción pastoral: nos invitan a todos nosotros a clarificar más y a desarrollar nuestro trabajo al servicio del número creciente de migrantes, refugiados y personas desplazadas. Por eso invitamos a todos a reflexionar sobre los caminos para hacer que esto suceda y para llegar a ser los valientes actores proféticos para curar las heridas de la migración. Humildemente presentamos el fruto de este trabajo también a los obispos participantes el próximo año en el Sínodo Africano.
Nairobi, 5th June 2008
(Traducción particular no oficial desde el Inglés)