El Santo Padre Benedicto XVI a los Obispos de Pakistán recibidos en audiencia el 19 de junio de 2008, para su visita quinquenal Ad Limina Apostolorum.
Queridos hermanos obispos,
Me agrada el recibiros, obispos de Pakistán, al hacer vuestro peregrinaje quinquenal a las tumbas de los Apóstoles Pedro y Pablo. Agradecido al Arzobispo Saldana por sus amables palabras, trasmito ardientes saludos a los sacerdotes, religiosos y laicos en vuestras diócesis, asegurándoles mis oraciones por su bienestar. Que nunca se cansen de dar gracias por haber recibido los “primeros frutos” del Espíritu Santo que está siempre con ellos para fortalecerlos e interceder por su bien (cf. Rom 8, 23-27).
Las semillas del Evangelio, sembradas en vuestra región por misioneros celosos en el siglo XVI, continúan creciendo a pesar de las condiciones que algunas veces esconden su capacidad para echar raíz. Vuestra visita a la Sede de Pedro no sólo me da la oportunidad de alegrarme con vosotros sobre los frutos de vuestros trabajos, sino de oír vuestro informe de las fatigas que vosotros y vuestro rebaño debe soportar por el bien del nombre del Señor. Donde quiera que carguemos con coraje las cargas colocadas sobre nosotros en circunstancias muchas veces fuera de nuestro control encontramos a Jesús mismo, que nos da una esperanza que supera los sufrimientos del presente porque nos trasforma desde dentro (cf. Spe Salvi, 4).
Vuestros sacerdotes unidos por un lazo especial a Cristo el Buen Pastor, son heraldos de esperanza cristiana al proclamar que Jesús vive entre su pueblo para aliviar su angustia y fortalecerles en su debilidad (cf. Directorio el Ministerios y Vida de los Presbíteros, 75).
Os pido que aseguréis a vuestro clero de mi cercanía espiritual hacia ellos al desempeñar esta función. Así como el Señor continuamente dio a sus apóstoles signos de su amor y solicitud hacia ellos, así debéis esforzaros en crear un clima de afecto y confianza con vuestro clero que son vuestros principales e irremplazables colaboradores. Contemplándoos como un padre y madre (cf. Pastores Gregis, 47) y oyendo vuestras palabras de ánimo a favor de sus iniciativas pastorales, serán inspirados a unir su voluntad a la vuestra y a dedicarse más totalmente al bien espiritual del Pueblo de Dios (cf. Presbiterorum Ordinis, 14-15).
La centralidad de la Eucaristía, a través de la digna celebración de la Cena del Señor y en la silenciosa adoración del Sacarmento, se transparentar en las vidas de los sacerotes y obispos. Esto llevaría a los laicos a seguir vuestro ejemplo y llegar a una más profunda apreciación por la permanente presencia del Señor entre ellos. Como Obispos, sois los principales administradores de los misterios de Dios y los principales promotores de la vida litúrgica de vuestras iglesias locales (Instrucción General del Misal Romano, 27).
En este aspecto, me agrada notar los diversos programas que habéis iniciado para aumentar el nivel de conciencia del cambio radical que llega a ser posible cuando los cristianos permitan que toda la vida tome “forma eucarística” (cf. Sacramentum caritatis, 70-83). La fuente y la cima de la vida de la Iglesia reorienta radicalmente el modo por el que los cristianos piensan, hablan y actúan en el mundo y hace presente el significado salvífico de la muerte y resurrección de Cristo, renovando así la historia y vivificando la creación. La fracción del pan nos recuerda una y otra vez que el absurdo de la violencia nunca tiene la última palabra, porque Cristo ha vencido el pecado y la muerte a través de su gloriosa resurrección. El Santo Sacrificio nos asegura que sus heridas son el remedio de nuestros pecados, su debilidad el poder de Dios dentro de nosotros, y su muerte nuestra vida (cf. 1Pe 2, 24; 2Cor 4, 10). Estoy convencido que el ofrecimiento diario de la Misa por vosotros y vuestros sacerdotes llevará a vuestro pueblo a dar constantes gracias y alabanza a Dios el Padre por los favores concedidos en su Hijo, a través de él nosotros hemos recibido el Espíritu de adopción filial (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1110).
La espiritualidad eucarística abarca todos los aspectos de la vida cristiana (cf. Sacramentum caritatis, 77). Esto es evidente en la vitalidad emergente de los movimientos eclesiales dentro de vuestras diócesis. Los carismas de estas asociaciones reflejan y reúnen las necesidades particulares de nuestro tiempo. Exhortando a los miembros de estos movimientos y a todos los fieles a escuchar atentamente la palabra de Dios y a cultivar un hábito de oración diaria, puede vuestro pueblo favorecer una genuina fraternidad y crear redes en continuo crecimiento de solicitud caritativa para sus prójimos.
Mis queridos hermanos, me uno a vosotros en dar gracias a Dios que llama a hombres a servir como sacerdotes en vuestras iglesias locales. El teologado en Karachi, el programa de filosofía en Lahore y vuestros seminarios menores son instituciones vitales para el futuro de la Iglesia en Pakistán. Nunca dudéis que vuestra inversión de recursos humanos y materiales asegurará una sólida formación para vuestros candidatos al sacerdocio. Colaboradores generosos se deben también encontrar entre los miembros de las órdenes religiosas que pueden ayudar a mejorar programas de formación sacerdotal y a fortalecer lazos de cooperación entre el clero religioso y diocesano. De particular urgencia en el momento presente está la tarea de preparar a estos hombres – y también a todos los catequistas y líderes laicos – a llegar a ser promotores efectivos de diálogo interreligioso. Ellos participan de la responsabilidad con todos los cristianos en Pakistán de favorecer el entendimiento y confianza con miembros de otras religiones construyendo foros pacíficos de conversación abierta.
Asimismo, otras instituciones católicas continúan sirviendo al bien común del pueblo pakistaní. Demuestran que el amor de Cristo no es mera abstracción, sino que alcanza a todos los hombres y mujeres ya que pasa a través de personas reales que trabajan en instituciones caritativas de la Iglesia. El Evangelio nos enseña que Jesús no puede ser amado en abstracto (cf. Mt 25, 31-37). Aquellos que sirven hospitales católicos, escuelas, agencias sociales y caritativas responden a las necesidades concretas de los otros, conociendo bien que están atendiendo al mismo Señor a través de sus acciones particulares de caridad (cf. Mt 25, 40). Os animo a construir sobre el noble ejemplo de servicio al prójimo grabado en la historia de estas instituciones. Los sacerdotes, religiosos y fieles laicos en vuestras diócesis, curando a los enfermos, ayudando a los jóvenes a crecer en conocimiento y virtud, y conociendo las necesidades de los pobres, revelan el rostro humano del amor de Dios para cada persona. Que su encuentro con el Cristo viviente despierte en sus corazones un deseo a participar con otros de la alegría de vivir en la presencia de Dios (cf. Sal 73, 25,28). A imitación de San Pablo, que den libremente a los otros lo que ellos mismos han recibido sin costo (cf. 1Cor 4, 7; 2Cor 11, 7; Mt 10, 8).
Mis hermanos en el Episcopado, ejercitáis una misión especial como predicadores del Evangelio y como agentes de amor y de paz en la Iglesia y en la sociedad. Que podáis ayudaros unos a otros en la oración y en la colaboración efectiva cuando os enfrentéis a tareas difíciles que lleguen en el futuro. Invocando sobre vosotros y vuestros sacerdotes, religiosos y laicos la protección maternal de la Bienaventurada Virgen María, cordialmente imparto mi Bendición Apostólica así como un compromiso de alegría y paz en el Señor Jesús.
(2008-06-19)
(Traducción particular no oficial desde el Inglés)
Links:
El texto completo del discurso del Santo Padre, en inglés
http://www.evangelizatio.org/portale/adgentes/pontefici/pontefice.php?id=1157