Comentario a las lecturas del domingo veintiuno del Tiempo Ordinario – A publicado en el Diario de Avisos el domingo 24 d Agosto de 2008 bajo el epígrafe “el domingo, fiesta de los cristianos”.
Dime con quien
andas…
DANIEL PADILLA
He aquí una página curiosa. He aquí una página, en la que, a primera vista, pudiera parecer que Jesús estaba preocupado por su popularidad, por la imagen que daba. Por eso, lanzaba ese "sondeo de opinión": "¿Quién dice la gente que soy yo?". Y eso es verdad en cierto sentido. Pero, ¡ojo!, que esa preocupación de Jesús no era de cara a sí mismo, a su éxito o fracaso personal, sino de cara a sus seguidores. No le preocupaba a El que le confundieran con éste o el otro. Lo que le preocupaba era que, si no le conocían bien, si no distinguían el origen y la finalidad de su mensaje, difícilmente sabrían orientar sus pasos hacia lo que El proponía. Con otras palabras: Jesús no venía a "hacer su carrera", sino a hacer "la nuestra", o mejor a "enseñarnos a hacer la nuestra". Ya que aquí también vale aquello de "dime con quién andas y te diré quién eres". Efectivamente, de la idea que yo tenga de Jesús, si soy un seguidor honrado y consecuente, dependerá mucho mi actitud. Supongan, por ejemplo, que yo sólo veo en Jesús al "maestro". Ya comprenderán que, entonces, puedo quedarme en eso: en ser un discípulo "intelectualmente aventajado", conocedor de su doctrina bella y sublime. Existen los estudiosos de Platón, de Séneca. Existen los especialistas en Marx o en Ortega. Pues, bien, yo podré ser un especialista en el tema "Jesús". ¿Pero eso sólo era lo que Jesús buscaba? Su magisterio, además de ser "Verdad", ¿no era también Vida? En todos los colegios del mundo hay muchachos que aprueban su asignatura de "religión" con brillantez. Todavía hay madres que dicen: "Mi hijo saca muy buenas notas de "religión" en el colegio, luego ¿hace falta que vaya a la catequesis?". Ya comprenderán, amigos, que tener a Jesús por "Maestro", no puede dejarme en esa postura meramente "intelectual". Piensen que sólo veo en Jesús al "hombre de oración". Efectivamente lo era. Habiéndonos hecho la gran revelación -"Dios es Padre"-, a ese "padre" buscaba en todo momento. Unas veces, para confiarse a él: "Yo sé, Padre, que Tú siempre me oyes..." Otras veces, para darle gracias: "Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios...". Otras, para pedirle algo: "Pase de mí este cáliz". Otras, para interceder por los hombres, objetivo de su obra redentora: "Que no se pierda nadie de los que Tú me diste...". Sí, Jesús oraba y enseñaba a orar. Pues, lo mismo. Este convencimiento me emplaza a una vida personal de oración. Y a una oración que impregne mi vida y mis acciones. Una oración que "glorifique a Dios", pero que me "comprometa" con mis hermanos. Ahora bien, todas estas opiniones mías sobre Jesús no serán nunca completas, si no llego a creer, como Pedro, que "Jesús es el Hijo de Dios". Porque esa es la imagen globalizadora de todas las demás. Esa convicción me obligará a no quedarme en un cristianismo meramente humano, a ras de tierra, materialista, sin ninguna trascendencia hacia el verdadero Reino. Del mismo modo que no puedo pretender seguir a Jesús desde un "angelismo desencarnado", ignorante de los problemas humanos, tampoco puedo quedarme en un cristianismo político y terrenal, olvidando que "el Reino de de Jesús no es de este mundo", sino que viene a ser "un manantial que salta hasta la vida eterna". Sí, amigos. Las respuestas demos en la "encuesta" nos obligarán a "tomar postura". Postura que será imparcial e incompleta, mientras no lleguemos a afirmar que "Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Es afirmación, están seguros, nos hará vivir también a nosotros como "hijos de Dios". Porque, lo repito, es verdad el refrán: "Dime con quién andas y te diré quién eres".