Mensaje del Padre Giovanni Salerno, smp publicado en la revista MISIONEROS SIERVOS DE LOS POBRES DEL TERCER MUNDO – OPUS CHRISTI SALVATORIS NÚMERO 1, Septiembre 2008.
“Recibiréis la fuerza de Espíritu Santo, que vendra sobre vosotros, y sereis mis testigo" (Act 1, 8)
Mensaje del Padre Giovanni Salerno, msp
Queridos amigos, desde las alturas de la Cordillera peruana, descienda sobre vuestras casas mi fraternal saludo unido a todos los dones del Espíritu Santo.
Para muchos de nosotros este mes de septiembre representa un momento en el cual vamos reanudando numerosas actividades, no último nuestro empeño por las misiones.
Cada año intentamos buscar algunas indicaciones nuevas para poder emprender con mayor entusiasmo nuestra labor a favor de tantos hermanos nuestros, pobres y abandonados. Este año nos pueden servir de orientación las palabras dirigidas por el Santo Padre a los jóvenes en su reciente encuentro con ellos en Sidney.
El hilo conductor que ha guiado la preparación espiritual y el desarrollo del encuentro ha sido el versículo de los Hechos de los Apóstoles: «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos» (Hch 1, 8).
Escuchando estas palabras, mi mente corre inmediatamente a aquellos primeros pasos de la Iglesia, cuando el Espíritu Santo irrumpió con fuerza y eficacia en la vida de los Apóstoles, revistiéndolos de una fuerza que los hizo audaces para anunciar sin miedo: "¡Cristo ha muerto y ha resucitado!".
El Santo Padre Benedicto XVI ha reafirmado que la acción del Espíritu Santo no ha disminuido su fuerza en nuestros días. Ya el venerable Juan Pablo II en la Encíclica "Redemptoris Missio" nos había recordado que el Espíritu Santo continua siendo el verdadero protagonista de la misión.
Visitando los pueblos de la Cordillera de los Andes, entrando en las casas de las familias pobres que asistimos en el Cuzco, estas palabras adquieren una fuerza aún mayor; y nosotros sentimos verdaderamente la necesidad de la intervención del Espíritu Santo para seguir anunciando sin miedo y sin restricciones la definitiva novedad de la "Salvación" que sólo Cristo ha venido a traer; y también sentimos la necesidad de que todos nosotros, miembros del Movimiento (desde los Sacerdotes que bautizan en los pueblos y caseríos de la Cordillera situados sobre los 4.000 m.s.n.m., y los contemplativos que inmolan sus vidas para alimentar la eficacia de la evangelización, hasta vosotros que en los países occidentales dais voz al grito de ayuda de los pobres, muchas veces acallado).
Nos dejemos conquistar por el fuego de este Espíritu, que quiere encencer en nuestros corazones formas nuevas de evangelización, y suscitar en nuestros grupos de apoyo iniciativas más eficaces.
Cada Misionero Siervo de los Pobres del Tercer Mundo, así como cada comunidad del Movimiento, comienza la jornada y muchas actividades con el canto del "Veni, Creator Spiritus", habiendo experimentado que sin su presencia en nuestros corazones no podemos tener la caridad, la alegría, la paz y sus otros dones y frutos necesarios para poder hacer un verdadero camino de conversión y de servicio a los más pobres.
Todos (de forma especial los jóvenes) tenemos que acordarnos siempre de que el Espíritu Santo quiere suscitar en el mundo el viento y el fuego de un nuevo Pentecostés, caracterizado por una efusión de dones y carismas capaces de expresar el lenguaje del amor total hacia los más pobres, y de hacer latir armónicamente nuestro corazón con el mismo Corazón de Cristo.
Un Corazón, el de Cristo, sensible y profundamente amoroso, que no soporta el hambre de los niños, ni las injusticias, ni la situación de abandono de los pobres. Un corazón que reclama atención y servicio, para que se termine el sufrimiento atroz de sus hermanos, los hombres: "Venid a Mí todos los que estáis cansados y agobiados, y Yo os aliviaré" (Mt 11, 28).
Queridos jóvenes que lleváis en vuestro corazón las inquietudes características de vuestra edad, el Espíritu Santo os pide de responder con generosidad y valentía a estas inquietudes ¡No dejéis apagar el entusiasmo misionero que Dios ha puesto en vuestro corazón!.
¡No apaguéis el fuego del Espíritu Santo que os llama a dar a los pobres no algo, sino todo, y no por algún tiempo, sino para siempre!
La vida es el don m á s grande que vosotros podéis dar a los pobres; muchos de vosotros, también este año, escuchando tantas noticias trágicas, tantas noticias de injusticias, de pobreza, de miseria, que desde muchos rincones del mundo entran en vuestras casas gracias a los medios de comunicación, habéis sufrido en vuestro corazón, y habéis elevado a Dios la pregunta:
¿porqué tanta pobreza?, ¿porqué tantas injusticias?". Son preguntas legítimas, a las cuales sin embargo hay que saber dar la debida respuesta.
¡Sed valientes!, con la misma fuerza con la cual gritáis: "¿Qué estás haciendo Dios por tantos pobres, por tanta gente que sufre?".
Sepáis también escuchar la respuesta amorosa y exigente de Jesús: "Te hice a ti".
Cuando, hace algunos meses, unos hombres de un pueblo de la Cordillera han venido a buscar a nuestros misioneros Siervos de los Pobres, pidiendo que visitaramos su comunidad, abandonada y necesitada de la presencia de jóvenes misioneros, yo también en mi corazón he pedido al Espíritu Santo que enviara pronto a muchos jóvenes misioneros.
Cuando algunos miembros de nuestra comunidad de matrimonios misioneros, que con sus hijos han dejado su patria para venir a servir a los más pobres, han visitado el pueblo de Piñipampa, a pocos Kilometros de la Ciudad de los Muchachos, y han encontrado, entre otros, a dos niños de 5 y 9 años, respectivamente, abandonados, sucios, mal alimentados, "cuidados" por la madre natural completamente borracha, todos nosotros hemos pedido al Señor un nuevo Pentecostés en el corazón de muchos jóvenes.
Estoy convencido de que el Espíritu Santo, protagonista de la misión, enamorado de los pobres, sigue llamando a muchos jóvenes.
¡Cuanto me gustaría si este próximo octubre misionero, cada uno de nosotros, cada uno de nuestros grupos misioneros, lograra entender todavía más radicalmente que el poner nuestra vida al servicio del Evangelio, poniendo al servicio de los pobres los dones recibidos de Dios, no es una opción facultativa, sino una urgencia, una necesidad que debemos sentir y transmitir a los demás!
El compromiso debe ser entonces el de trabajar incesantemente en nuestra familia, en nuestra parroquia, en nuestra diócesis. para que el Espíritu Santo encuentre corazones dóciles y dispuestos a responder con generosidad a su llamado y a su acción.
¡Que Santa María Madre de los Pobres. Estrella de la Evangelización, sea nuestra guía y nuestra fuerza! ¡Que Ella nos ayude a transformar en obras concretas el don del apostolado misioneros que hemos recibido!
P. Giovanni Salerno, msp