Comentario a las lecturas del domingo veintidos del tiempo ordinario - A, publicado en el Diario de Avisos el domingo 31 de Agosto de 2008 bajo el epígrafe "eldomingo, fiesta de los cristianos".
Ganar perdiendo
DANIEL PADILLA
Si no fuera una gran falta de respeto, una gran irreverencia, te diría, Señor, que "no estás al loro". Eso que afirmas en el evangelio de hoy -"el que pierda su vida... la encontrará"-, suena a "música celestial". Te explicaré. Vivimos en una sociedad tan orientada a lo "competitivo", que lo único que interesa es "ganar". Empecemos por el deporte. En él ya apenas cuenta la belleza de las jugadas, el malabarismo, el espectáculo. Lo único que interesa son los resultados. Aún los deportes más cercanos al arte se valoran con "números". Un deportista bueno no es el que mejor juega, sino el que más millones cuesta. Y como cada deporte tiene ya su particular quiniela, todos entramos en la "competición".
Pero no sólo el deporte. Toda nuestra vida está estructurada para "ganar". Ya en el colegio, el chico que más sobresalientes saca es el que más vale. El que más diplomas ostenta es el mejor profesional. El que más votos saca es el mejor político. Y las actrices más contratadas, salvo alguna extraña Bette Davis, no son las que mejor lo hacen, sino las que, gracias a su silueta, más fuerte imantan. Lo que importa, por tanto, es "ganar". Por eso te digo, Señor: "¿De qué galaxia vienes? Cuando dijiste: el que pierda su vida, la ganará, ¿hablabas en serio o estabas haciendo una frase provocadora? Porque luego, además, añadiste: Tengo que subir a Jerusalén donde se cumplirán, me azotarán, etcétera. ¿Cómo te pudiste extrañar de que Pedro se interpusiera en tu camino y te dijera?: ¡Lejos de ti, Señor! ¿Por qué le llamaste "satanás", si lo que estaba haciendo era, más o menos, lo que hacemos todos siguiendo esa universal regla de juego que consiste en "triunfar en la vida", impuesta por la sociedad?
Y, sin embargo, analizándolo y pensándolo bien, está claro: no estabas "haciendo frases". Cuando uno lee a fondo tu evangelio, toda tu filosofia parte de ese punto y a ese punto vuelve. No serán dichosos los "ricos", o los "poderosos", o los que "viven su vida"..., sino "los pobres", los pacíficos, los que sufren". Le mostraste, sí, a Pedro, la gloria del Tabor. Pero luego le llevaste a la agonía de Getsemaní. Nos hablas de "dos caminos": uno, placentero y ancho; pero nos animas a "caminar por el camino estrecho que es el que lleva a la vida". Así vas invirtiendo nuestra jerarquía de valores. Con lo que queda claro que no se trata de "frases para provocar" ocasionales o figuras literarias de tu oratoria particular. Son principios claros, constantes y valientes para hacernos caer en la cuenta de que tu Reino es "otra cosa".
Para una mayor clarificación, conviene hoy leer la impresionante página de Jeremías en la primera lectura: "Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir". Son palabras de enamorado que dan pie a pensar que lo que él veía en su vocación de profeta era algo bellísimo y atrayente. Pero, claro, le llegó su "subida a Jerusalén": -"Yo era el hazmerreír todo el día: todos se burlaban de mí". No era, pues, por el camino del "ganar" por donde Dios le llamaba, sino por el "perder". A punto estuvo, sí, de sucumbir ante camino tan duro: -"Me dije: no me acordaré de él, no hablaré más en su nombre". Pero, no, no fue así. Algo le decía en su interior que "saber perder la vida por Dios" es una filosofia que lleva a la "ganancia". Y así, decía: "Pero la palabra de Dios en mis entrañas era un fuego ardiente encerrado en mis huesos". ¡Melancólico y humano Jeremías, retrato anticipado de ese Jesús que "pería para ganar"! ¡Pintura viviente de ese Jesús que asegura en el evangelio de este domingo que "vendrá entre sus ángeles para pagar a cada uno con la gloria de su Padre", pero. que, unas líneas antes, invita: "El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo que tome su cruz y que me siga"!