Extracto de escrito sobre Manuel Aparici enviado por Carlos Peinó Agrelo bajo el título "Vocación, Seminario, Ordenación Sacerdotal y Salamanca". Según su Diario Espiritual y otros escrito y testimonios
(1941-1950)
SU ÚLTIMO DÍA DE PRESIDENTE
El día de Santa Teresa de 1941, en Valladolid, anota en su Diario:
«Mi último día de Presidente. Todo él lleno de emoción. Día de recogimiento y de meditación, día de retiro espiritual.
»¡Bendito seas, Señor, que desde el corazón de tus amados me urges a una entrega total y completa!
»Tú sabes todas las cosas, Señor, tú sabes que en medio de mis imperfecciones y miserias, de mis caídas e ingratitudes, tu gracia hizo que te amara a ti en ellos. Un día me dijiste que tenías sed de sus almas y tu sed comenzó a ser mi sed, y hoy, que salgo de entre ellos sin dejarlos, hoy mi sed es ya angustiosa.
»¡Oh Jesús, vénceme con tu gracia para que me inmole por que tú reines en todas las almas!».
Cuatro días después, el 19 de octubre, se despide de la Presidencia Nacional desde esa ciudad castellana. Con tal motivo escribe:
«Día de mi despedida.
»El Señor nos metió a todos en su Corazón. Comulgamos y nos abrazó y puso fuego en el alma.
»Después el acto público. Señor, ¡cómo me amas! Eras tú y sólo tú quien hablaba por ellos. No hice nada, nada y me amas tanto.
»Ah sí, les di las gracias desde lo más hondo del alma porque me ayudaron a buscarte jóvenes y los amé con toda mi alma.
»Luego con los soldados; más tarde con los obreros. Día de despedida de la Juventud.
»Y por fin, unos minutos en el Templo de la Gran Promesa y mi ruego ferviente: Señor, mira mis enfermedades, mis miserias, mi flaqueza, mi inconstancia, la dureza de mi corazón; todo esto lo ofrezco a tu infinita misericordia, abrásalo con el fuego de tu amor.
»Ya no quiero dudar más; a tu Corazón entrego el cuidado de mi crucifixión en ti.
»Y en lo más hondo del alma oí tu voz que me decía: Confía, espera, te prometo que reinaré en tu corazón, que te concederé espinas, dolores y cruz, que serás mi víctima; te lo prometo, yo te daré gracia para que tú mismo te claves en la cruz por todas las almas.
»Gracias Señor. Gracias».
De vuelta a Madrid, día 20, anota de nuevo:
«Desde anoche, después de orar en el Templo de la Gran Promesa, se hizo la paz en mi alma; el Señor me dio una luz vivísima: Tu vida quiero que sea lo que "yo", por mi Vicario, te significo: “Con paternal benevolencia, con concesión cruz Pro-Ecclesia et Pontifice, la bendición apostólica”. ¡Oh Señor!, tú que ves el fondo de las almas, me concedes tu bendición para llevar la cruz por tu Iglesia y tu Vicario, y todo esto sin que nadie lo sepa; tú y yo solos, secreto entre los dos.
»¡Oh Jesús!, te había ofrecido, urgido por tu gracia, ser víctima que en todo momento se inmole por tu Reino en el corazón de los jóvenes, y no sólo aceptas mi oblación, sino que la rectificas. Víctima, sí, pero por tu Iglesia y tu Vicario.
»No dudaré más; confío en la infinita caridad de tu Corazón».
Con fecha 21 de octubre de 1941, Fray José Merino Andrés O.P. le felicita por toda su ruta de servicio sacrificado por la obra amadísima de la Acción Católica y le dice: «[...] No querido hermano, no dejas la Acción Católica sino que entras en su más importante y dinámica fase [...]. Como fruto exquisito de esta misma Acción Católica Dios te llama para sí. Otros te antecedieron porque Él así lo pidió. Otros muchos te van a seguir».
Por último, su «Testamento Espiritual, como Presidente Nacional de la Juventud de Acción Católica, a su sucesor en el cargo, Antonio Garcia-Pablos y Gonzalez-Quijano» [1]. Es el testimonio de su despedida camino del Seminario.
«El contenido de este Testamento –afirman los Peritos Teólogos en su Informe [2]– es un verdadero privilegio para quien fue dirigido; demuestra la sabiduría, experiencia, y exquisita fundamentación teológica y moral del pensamiento de Manuel Aparici con una proyección de futuro, digna de tenerse en cuenta para todos quienes en el peregrinar de la vida tenemos que guiarnos por los sabios y sensatos consejos de vida y amor aplicados a la Nueva Evangelización [...]: Amistad con Dios; humildad en reconocer los talentos; sabiduría y prudencia: y Centro de santidad».
Para Antonio García-Pablos se trata de un «Documento capital […]. Quizá sea de los más reveladores de la grandeza del alma del Siervo de Dios» [3].
Y a continuación el Testamento:
«Ave María Purísima
Querido Antonio:
Un poco necio podría parecer esta ocurrencia de dejarte por escrito algunos consejos e indicaciones; estoy seguro de que a ti no te lo parecerá porque conozco el cariño que me profesas.
Únicamente te pido que, una vez que los hayas leído, quemes estos papeles que los registran. Yo hubiera querido habértelos dado de palabra en el curso de una colaboración más reposada y larga en la Presidencia; pero no lo ha querido el Señor.
El primer consejo que yo recibí, quince años antes de ser Presidente y de labios de un joven de 19 años, fue: “Deja que Jesucristo nos presida en ti, será la única forma de que tengamos Presidente”.
Después, cuando mis primeros Ejercicios, solo “Un pecado en Vd. es una sombra de pecado en la Juventud de Acción Católica de España”.
Últimamente, en los Ejercicios de la Cuaresma pasada, la luz del Señor sobre esta frase que Él dirigió al Apóstol Judas: “¡Amigo! ¿A qué has venido? ¿Con un beso entregas al Hijo del Hombre?”.
A pesar de todo, mi vida había sido algo de eso: beso de Judas. Que el beso era el signo externo de amistad entre los judíos y signos externos de amistad habían sido mis viajes, discursos, cartas, artículos, trabajos, Ejercicios Espirituales, Misas, comuniones, etc.; todo ello os hacía pensar a vosotros ¡cuánto ama el Presidente al Señor! Pero luego, en el fondo, ¿existía en realidad esa semejanza, en que la amistad se funda entre mi alma y la del Señor? ¿Había hecho de verdad algo por asemejarme interiormente a Él? Él me hizo comprender que, si había hecho algo, había sido muy poco y que esa falta de generosidad mía era la causa de que la Obra no diera más fruto, con lo que, aunque por inconsciencia, estaba entregando a la muerte a los que Él quería incorporar al Hijo del Hombre.
Pero al mismo tiempo Él me hizo sentir que me había llamado ¡amigo! y que Él ama hasta dar la vida por sus amigos. Y que ¡tan amigo nuestro es!, que se asemejó a nosotros en nuestra fealdad del pecado para asemejarnos a Él en su hermosura de gracia, y se hizo nuestro alimento para que nos transformáramos en Él y así se perfeccionara y acreciera nuestra semejanza con Él y pudiera ser cierta y firme y honda nuestra amistad. Desde entonces empecé a comprender que la causa de los fracasos, en los intentos que Él hizo en mí para que cumpliera aquellos consejos que Él mismo me diera, había sido no confiar plena y totalmente en Su Amistad, sino en mi miseria.
Tengamos, pues, una total desconfianza de nosotros mismos, pero confiemos plenamente en la caridad de Dios que resplandece en Jesucristo.
Conócete a la luz de Dios. Lo tuyo nada, o peor que nada, pero la vocación de Presidente, maravillosa. Si el sarmiento de suyo no puede dar fruto si no está unido a la Vid y te ha escogido para que vayas, hagas fruto y el fruto permanezca, te ha escogido, también, para que tengas una tal unión con Él que le permita hacer circular a través tuyo la gracia que necesita la juventud de España. Claro es que, esto, en tu medida de operario seglar auxiliar. Pero en una medida siempre extraordinaria. Por ello me decía el Sr. Obispo de Palencia (q.s.g.h.) “son Vds., los del Consejo Superior, los administradores de la providencia de Dios sobre la Juventud de España”, y el P. Llanos, en el recordatorio de su primera Misa, “A Manuel Aparici, administrador de la sangre de España”.
Vocación de Presidente que, como tú sabes, es para servirles a todos, no para ser servido.
Vocación de Presidente que lo es para ser corazón y cabeza, no brazos, manos o pies. El corazón y la cabeza sin miembros que ejecuten sus designios no sirven para nada; mas los miembros sin corazón que los impulse y sin cabeza que los rija tampoco sirven.
Corazón
Ama. Es tu gran deber. Pero no con tu corazón de piedra, sino con “el corazón de carne y el espíritu nuevo” que nos prometió el Señor por Ezequiel. Ámalos como Jesús nos amó. Esto te obliga a pedirle al Señor luz par verles como Él les vio, porque el amor sigue a la inteligencia. Medita a menudo en tu oración sobre cuánto y cómo ha amado Dios a las almas y se lo ha manifestado por medio de su Cristo, para que tú las ames en intensidad y estilo semejante al Suyo. Pero después de haber meditado así, en abstracto, sobre el amor de Dios a las almas, medita en concreto sobre lo que te ha amado a ti, a pesar de todo, no mucho gracias a Él, lo infiel e ingrato que le hayas sido. Cada uno de nosotros sabemos cómo nos buscó y soportó y conllevó. Después medita sobre cuánto y cómo ama Dios a éste o al otro joven que tienes junto a ti, o a éste o al otro grupo de jóvenes a quienes tienes que servir. Y por último, pídele al Señor que, pues te lo entrega cada vez que acudes a la Eucaristía a recibirle, te deje su Corazón para amar con Él a sus amados.
No olvides que la caridad consiste en darse. “La caridad se ha difundido en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”, dice S. Pablo. Porque Cristo se entregó por nosotros a la muerte y muerte de Cruz.
El Espíritu Santo es quien nos hace clamar ¡Padre! y entregarnos a Cristo para que nos introduzca en el seno del Padre. Pero ese Cristo es el Cristo místico de S. Pablo o el Cristo Total de S. Agustín.
Pídele al Señor que Él haga que tu mirada, tu gesto, tu palabra y hasta tu tono de voz les haga comprender a los jóvenes que les amas y que te das a ellos con alegría para que ellos se entreguen a Cristo.
Cabeza
Ama, sí; pero ama con toda tu inteligencia. No basta que a la luz de Dios penetres con tu inteligencia en la entraña del dogma; es preciso que emplees toda tu inteligencia en disponer y allegar los medios para lograr que esta Verdad que hace libres (Deus charitas est) penetre en la inteligencia de los jóvenes e inflame, ya que es luz y fuego a un tiempo, su corazón.
Organiza el apostolado de los jóvenes y organízalo con la vista puesta en las capacidades sobrenaturales de fe, esperanza y caridad que el Espíritu Santo, por la gracia del bautismo, depositó en sus almas y que están en ellas, como en germen, esperando que el riego de nuestra oración y el trabajo de nuestros sacrificios y penitencias las haga crecer y manifestarse.
Así nos amó a ti y a mí el Señor. Se fijó en nuestras capacidades sobrenaturales y nos trajo a una actividad apostólica organizada que nos obligó a poner en acto las virtudes que teníamos en potencia y por esa repetición de actos a que Él nos urgió mediante la Organización creó en nosotros hábitos de virtudes morales adquiridas que facilitan la manifestación y conservación y desarrollo de las virtudes morales infusas y aún de las propias virtudes teologales.
Organiza primero el propio Consejo Superior; sus miembros son las almas de jóvenes seglares que más ama el Señor después de la tuya; pero, además, son las que primero han de multiplicar tu propia acción. Organiza buscando el crecimiento armónico de sus potencias y la fusión de todos en un sólo corazón y un alma sola.
Ama, también, con todas tus fuerzas
Consagra todas tus energías al servicio de Cristo en los jóvenes. Que todo tu vivir lleve la impronta apostólica. Es la oblación como hostia y víctima que en todo momento se ofrece a Jesús por su reinado en el corazón de los jóvenes que les pedimos a los propagandistas.
Tu primacía sobre los consejeros has de ganarla con el sacrificio y el trabajo. En el talento, muchos te pueden ganar, tienes que conformarte con el que te ha dado el Señor ya que “por mucho que discurramos no podemos añadir un codo a nuestras estatura”; pero en el sacrificio y en el trabajo, si se lo pides al Señor, nadie te ganará. Esto no quiere decir que no cultives tu talento, es obligación tuya; pero a pesar de tus esfuerzos podrá haber talentos superiores al tuyo.
No te dejes embargar demasiado por el trabajo de gabinete ni te vuelques excesivamente en los viajes. Salir unos tres domingos al mes fue mi práctica antes de la guerra y me fue muy útil.
El contacto con los jóvenes, el sentir su hambre de Dios, bien lo sabes, es nuestro mayor estímulo al trabajo. Por ello de tus viajes de apostolado tú serás el primer beneficiado.
Tu actuación en el Consejo
En primer lugar, pídele al Señor la virtud de la humildad. Créete muy inferior a los que te rodean y así sumarás, en tus decisiones, a tu propia valía “x”, la valía de tus consejeros. Aprende a escuchar las opiniones de todos para que el Señor te ayude a discernir lo que hay de conveniente para su gloria en cada una.
No olvides nunca que el Señor ha vinculado su gracia para acertar en los acuerdos importantes al Consejo, y no a la Presidencia (Consiliario y Presidentes) y a determinados consejeros.
Pon toda tu buena voluntad en ser respetuoso y fiel para con los acuerdos del propio Consejo; ellos expresan la voluntad de Dios y a su cumplimiento está vinculada la gracia para la santificación de todos sus miembros.
Preocúpate, ante todo y sobre todo, de que reine entre vosotros la más honda caridad. Ella debe ser el distintivo de que sois de Cristo.
Para salvar la caridad y la unidad, que es su dote, cede de tu criterio cuanto sea preciso a no ser que el ajeno sea contrario a las normas que tengáis o tengas recibidas o recibas de la Jerarquía. Pero si con rectitud de intención crees que tu criterio o la actuación que proponías era para mayor gloria de Dios, pasado un tiempo prudencial y después de mucha oración para que ilumine las mentes de tus compañeros, vuelve a proponérselo al Consejo, y así, una vez y otra, hasta que ellos, o tú, rectifiquéis. Porque puede muy bien ocurrir que el Señor quiera que eso se haga; pero no entonces y por ello no conceda luz a los que han de decidir hasta el momento preciso.
Pero en una forma o en otra ni te desconsueles porque rechacen lo que propones ni te muestres desabrido con ellos. Pues eso sería indicio de que no tanto buscabas la voluntad de Dios, que Él te manifiesta por el órgano propio, sino tu propia voluntad.
Finalmente, sabe ser hermano mayor para todos incluso para los auxiliares retribuidos del Consejo que, como jóvenes que son, también han sido encomendados a tu caridad y a tu celo.
Consiliario
Cualquiera que sea, es el representante de Cristo para ayudarte a acertar en tus decisiones. Ámale con veneración. Cuando pienses en él no intentes juzgarle, ni siquiera en tu interior, aisladamente o por alguna actuación o palabra suelta, sino por todo el conjunto de su vida que te sea conocida directa o indirectamente; considera sus años de preparación sacerdotal y de fidelidad a la gracia en el ejercicio de su ministerio; todo eso lo hizo la gracia en él, con la cooperación de su libertad, para ti, para que ayudara en tus afanes de ser más y más de Cristo.
Confíate plenamente a él. Antes de proponer nada al Consejo consúltaselo y también las providencias que pienses adoptar para poner en práctica los acuerdos del Consejo.
Piensa que mientras que los dos no seáis sino un corazón y un alma sola, no habréis llegado a la perfección de vuestro cargo, ya que esta modalidad de los copresidentes es la mejor de las nuevas Bases puesto que en ella se expresa que la Acción Católica es la conjunción de voluntades del laicado católico y de la Jerarquía; por ello una sola presidencia está formada de dos personas: el Consiliario (alma de la Acción Católica) y el seglar Presidente.
Ama al Consiliario como a representante de Cristo y esfuérzate en que todos le amen y veneren.
Por lo que sé respecta a D. Emilio. Yo sé decirte que ha hecho conmigo los oficios de padre y madre a un tiempo. Ha sido mi mejor amigo; sembró inquietudes y afanes en mi alma, los alentó e hizo crecer, suplió mis muchos defectos e imperfecciones, me defendió con cariño ante Prelados y jóvenes, y, lo que es más difícil, supo menguar para que yo creciera.
Sé para él como un hijo y encontrarás tu mejor apoyo.
Consejeros
Ámalos como a miembros de tu propio cuerpo; son ellos los que te permitirán llegar hasta todos los jóvenes que te están esperando.
Ámalos. No mandes nunca con autoritarismo. Ellos te concederán un crédito de confianza. Los primeros meses, el primer año quizá, estarán más solícitos en seguir tus indicaciones que lo están actualmente conmigo; aprovecha este plazo para reinar en la tierra de su corazón por la mansedumbre del tuyo.
Pídeles por favor su cooperación y agradécesela con toda tu alma. Imita en lo que puedas en el trato con tus inferiores a María y a José cuando ordenaban a Jesús. Considéralos mejores que tú; más entregados a Cristo, más fieles en su caridad, más abnegados en su servicio, hijos de Dios, en fin, y después mándales con esa mansedumbre de corazón a la que está prometida por el Señor la posesión de la tierra prometida (y ellos ya son tierra prometida porque por ser de Cristo obedecen y sirven a los representantes de Cristo).
Confía ampliamente en ellos: en su caridad, rectitud, generosidad, abnegación, celo, etc. y vivirán en función de esa luz de la gracia que hay en sus almas y que tú pusiste en lo alto de su candelero.
Como al Consiliario, no los juzgues por sus hechos aislados, sino por el conjunto de personalidad entregada desde años atrás al servicio de Dios en su jóvenes.
Ámalos con misericordia, compadeciéndote de sus defectos y ayudándoles con discreción y caridad suma a vencerlos, impulsándoles a ejercitar la virtud contraria, después de haberte asesorado con los consejos y orientaciones del Consiliario.
No te importe perder una hora o una tarde de trabajo por recibir las confidencias de un joven, tal vez esa hora pueda suponer haber ganado para la gloria de Dios todas las restantes de su vida.
No apartes del Consejo o del Grupo de Propagandistas a ningún muchacho sin haber ejercitado con él la parábola de la higuera estéril. Dale plazo para la nueva conversión y cultiva la tierra de su corazón con tus ejemplos, oraciones y sacrificios.
Recuerda siempre la parábola ignaciana de las dos Banderas. Cristo Jesús, el sumo Capitán de los buenos, se asienta en lugar humilde, sencillo y gracioso, y “en el sermón que hace a todos sus siervos y amigos que a tal jornada envía les encomienda que a todos quieran ayudar en traerlos primero a suma pobreza espiritual, si su Divina Majestad fuese servida y los quisiese elegir, no menos a la pobreza actual; segundo, a deseo de oprobios y menos-precios porque de estas dos cosas se sigue la humildad”.
Si quieres parecerte a Él, sé asequible y sencillo con todos, aunque marques horas de visitas y despacho, y muestra que estás asentado en gracia. Dice el santo que a todos quieras ayudar, o sea dar ayo, para atraerlos, no para llevarlos; esto a mi modo de ver, significa que el ayo debe estar ya en ese estado del alma del que sigue la humildad.
Piensa que todo el mecanismo y organización de la Obra se funda en esta parábola. El Consiliario será tu ayo; tú y él, los de los Consejeros; el Consejo, el del Grupo de Propagandistas y los Consejos Diocesanos; los Consejeros, de su Secretariado; los Secretariados, de los jóvenes que ejerciten las actividades que ellos propulsan ... y así, hasta llegar a la decuria, en la que el decurión es ayo de los que la componen.
Trata de que cuando termine tu actuación de Presidente, que ahora vas a iniciar, puedas decir con el Señor: “… ninguno de ellos se ha perdido, sino el hijo de la perdición ... ”. O sea que, a no ser por ignorancia o inconsciencia, no hayas perdonado medio para lograr la santificación de los consejeros que son los jóvenes que más directamente la Iglesia te confía.
Secretariados
Para ti deben de ser ante todo el gran medio para la santificación del consejero que lo dirige. Después el medio de dilatar y extender ese bien que vive en el alma del consejero.
Tutela la actuación de los mismos, entérate de sus deficiencias, no para echarlas en cara al consejero sino para ayudarle a solventarlas.
Si ellos no logran encontrar jóvenes para su secretariado búscalos tú y facilítalos con humildad y sencillez.
No acometas el ponerlos en pie a la vez, fracasarías, sino uno tras otro.
Mantén una atención más directa a Propaganda, Prensa y Publicaciones. Por ellos aparecerá ante la Obra el todo y el todo debes presidirlo tú.
Adscribe a la Presidencia la formación de dirigentes, si ésta se te escapa, puede escapársete toda la Obra.
Propagandistas
Después del Consejo, el Grupo de Propagandistas debe ser tu preocupación máxima. En el formarás los futuros consejeros a la medida de las ansias apostólicas que el Señor ponga en tu alma.
Aunque digo, después, no quiere decir que a veces no tengas que dedicar mayor atención al Grupo; a los consejeros hay que suponerlos más formados y por lo tanto menos necesitados de ayuda.
Procura que cuando los propagandistas pasen a consejeros no se desentiendan del Grupo.
Que conozcan a los propagandistas por el amor en Cristo que se profesan.
No olvides que tú has de ser el primero, entre los consejeros y propagandistas. Procura que unos y otros no sean sino un sólo corazón y un alma sola hambrienta de santidad.
Fomenta en el Grupo el ejercicio de las virtudes heroicas. Es la única manera de que los jóvenes que tengan hambre de santidad no busquen otras obras. Y al mismo tiempo, si el Grupo es instrumento adecuado para ayudar a la propia santificación, en sus miembros habrá proselitismo de Grupo y ellos te llevarán a los muchachos mejor dotados y con más ansias de perfección para que en el Grupo la alcancen.
Tú sabes que el Grupo ha sido mi gozo y mi corona y el mejor instrumento que me deparó el Señor para que se extendiera en la Obra el hambre de la vida sobrenatural. Procura que todos los Consejos Diocesanos lo tengan y perfecciona esta institución casi recién nacida que llega a tus manos.
Consejos Diocesanos
Átalos más y más al Consejo Superior por vínculos de afecto. Lo único necesario es que reine entre ellos y vosotros la caridad. A esto deben apuntar los esfuerzos del Consejo Superior.
La mejor manera de tener autoridad ante ellos es serles útiles, sin echárselo en cara.
Visitarlos al menos una vez cada año. Preparar bien las visitas para resolverles con sencillez y humildad los problemas.
Procura se completen sus cuadros dirigentes. Persevera en la actuación de los Cursillos. Un dirigente que ha iniciado su formación y actuación más activa y sobrenatural ayudado por el Consejo Superior, siempre le tendrá afecto.
Completa los Cursillos con los Ejercicios.
Mi marcha, tal vez te facilite una relación más cordial con D. Santos y con Pamplona, aprovéchala.
Jóvenes de Acción Católica
Contempla siempre a los jóvenes de Acción Católica como almas a quienes ha puesto cerco la gracia de Dios. Ámalos hasta dar la vida por ellos. Si los amas creerás en las capacidades de fe, esperanza y caridad que el Señor ha puesto en su almas; y si crees, si tienes fe, ellos serán como tu fe los ha visto. El lema de S.S. Pío XI, con los jóvenes, era “siempre más, siempre mejor”; que éste sea tu lema en lo que en nombre de Dios les pidas.
Sé afable con todos. Piensa que la palabra que tú les digas la guardarán en su alma para ponderarla en su corazón. Esto te hará pedir al Señor que todas las palabras que ponga en tus labios sean palabras de fermento y de salvación.
Ama también a todos los jóvenes, por ser jóvenes y porque el Señor los espera y cuenta con nuestra generosidad para ganarlos. No olvides que Manuel Aparici, antes de ser joven de Acción Católica, fue lujurioso, frívolo y pecador; pero que Dios puede sacar con su gracia de las piedras, hijos de Abraham.
Finalmente
No te desalientes jamás. Al principio no es probable que encuentres dificultades. Cuando lleguen, cuando te parezca que estás solo y te pese la cruz, delante de tu crucifijo de propagandista oye como dirigidas a ti estas palabras del Señor: “¿También tú te quieres ir?” y pídele gracia para contestar con S. Pedro “Señor, ¿a quién iré? ¡que sólo tú tienes palabra de vida eterna!” Y entonces, alégrate, porque, si en medio de la contradicción y de la cruz per-severas, es señal de que tus besos han sido de verdad y no al estilo de Judas.
No te desanimes tampoco cuando veas que dejaste incumplidos tus propósitos; todo lo contrario, alégrate porque el Señor te va mostrando de modo palpable tu impotencia y miseria para que no te fíes de ti, sino de Él; y entonces acude a Él y con sus mismas palabras fuérzale a que te ayude, que el dijo haber venido a buscar a los pecadores y no a los justos, que colmaría de bienes a los hambrientos. Nunca estará tan dispuesto a ayudarte como cuando le muestres tu miseria que es el objeto propio de su misericordia.
Anhela tu alma en la fe, y puesto que ha dicho “Yo he venido a que tengan vida y la tengan en abundancia” descansa en su palabra y en que perpetuamente está viniendo para eso, en la Hostia Santa, en el sacerdocio. en los aspirantes al sacerdocio, y en todas las almas en gracia, y está viniendo para esto: para que tú y yo y todos los que confiemos en Él tengamos vida y la tengamos en abundancia.
Perdona mi indiscreción, si la hubo, y cuenta que, por lo que tú supones para el Señor y para los jóvenes, ocuparás el primer lugar en esta vida oculta que con la gracia de Dios iniciaré en breve para que en ella por camino de cruz me transforme en pan para las almas de los jóvenes y de todos los hombres».
[1] C.P. pp. 363-375.
[2] C.P. pp. 9639-9784.
[3] C.P. p. 363.