Mi?rcoles, 10 de septiembre de 2008

Extracto de escrito sobre Manuel Aparici enviado por Carlos Peinó Agrelo  bajo el título "Vocación, Seminario, Ordenación Sacerdotal y Salamanca".  Según su Diario Espiritual y otros escrito y testimonios

(1941-1950)



CURSO 1943/1944

(Desde el 1/10/1943 hasta el 30/9/1944).

 

 

 

         Era su tercer año de seminarista. Segundo curso interno y estudiante de segundo curso de filosofía.

 

         En nota manuscrita de fecha 30 de junio de 1943 el Siervo de Dios nos ofrece unas reflexiones sobre el nuevo Rector del Seminario; reflexiones que termina con estas palabras:

 

         «[...] D. Juan [Ricote], entretanto, crecía en edad, sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres. Su vida en el Seminario era como la de Juan en el desierto: penitencia y oración. Más de millón y medio de escalones; millares y millares de horas de estudio y de clase; nostalgias familiares, tiempos de desolación y aridez, más de 4.000 Misas de comunión y rosarios y visitas al Santísimo, más de 2.000 horas de oración y al fin Jesús le acepta aquellas manos y aquellos pies que durante doce años se juntaron para orar, por Él y caminaron por Él, para hacerle pies y manos de su Cuerpo Sacerdotal que corrieran tras de las almas y les partieran el pan.

         »Nuestras vidas [1928-1943] conducidas por Él corren a encontrarse por caminos de amor. A mí me lleva por el camino del apostolado seglar, a él por el del sacerdotal; a los dos su gracia nos ha hecho amar a las almas y llorar por ellas y nos reúne ahora en su Corazón para que seamos uno. Él moldeando con sus manos ungidas la figura de Cristo sacerdotal en mi alma, yo pidiéndole al Señor que su fuego haga blanda la cera de mi alma.

         »Sí; Jesús nos lo envía para que haga en nosotros el oficio de Precursor Suyo: “Voz del que clama en el desierto: Aparejad el camino del Señor; haced derechas sus sendas. Todo valle se henchirá y todo monte y collado será abajado, y lo torcido será enderezado, y los caminos fragosos allanados; y verá toda carne al Salvador”.

         »Porque para esto me ha traído el Señor al Seminario: para que la voz del que clama en el desierto me llene y se aparejen los caminos del Señor en mi alma de forma que todas las sendas, las de mis potencias, mis afectos y mis sentidos se hagan derechas y me lleven a Dios. Para lograrlo será menester que lo abajado (virtudes en potencia) se alce (actualicen y se hagan hábito) y que el monte o collado de mi soberbia presuntuosa se abaje y lo torcido (por afectos no espirituales) de mis intenciones se enderece a fin de que todo sea camino. Y así cuando llegue mi Ordenación pueda ver toda mi carne al Salvador.

         »Y mi guía y ayo en esta Empresa es el nuevo Rector que me envía Dios. Y sobre su vida de seminarista está la de sacerdote en la que más de 5.000 veces se ha ofrecido con Jesús Hostia y Víctima en el Santo Sacrificio por mí.

         »“In manus tuas Domine comendo spiritun meun”.

         »Así, D. Juan, debe ser para mí siempre la manifestación del amor de Dios a mi alma».

 

         Los Peritos Teólogos presentan en su Informe [1] algunas pinceladas espirituales que se destacan en los momentos de intimidad y concentración de un alma que saborea la presencia de Dios: Máxima expresión de entrega; fidelidad en su entrega y servicio al igual que el Vicario de Cristo; conversión hacia el hombre nuevo y la ruta espiritual de su vida.


         Con motivo de los Ejercicios Espirituales de noviembre de 1943, y antes de empezarlos, escribe en su Diario:

 

         «Gracias, Señor, por este inmenso beneficio tuyo. Los consejos que acordasteis en el seno de vuestra Trinidad Santísima van a comenzar a cumplirse dentro de breves instantes; vas a venir y me vas a meter más hondo en vuestro Corazón Santísimo para obligarme a entregarme.

         »Desde ahora, y confiando en la ayuda de tu infinito amor, te digo: Sí, me entregaré a tu gracia y, con tu ayuda y la de tu Madre Santísima, haré cuanto me pidas. Todo por ti. Hoy me has enseñado esta máxima: Preferir siempre y en todo el bien del prójimo, porque el prójimo eres tú y yo soy pecador.

         »Composición de lugar de todos los Ejercicios

         »A los pies de Jesús oyéndole o mejor aún en el Corazón de Jesús aprendiendo  en  los  pensamientos de su Corazón a dejarme ganar por Él del todo» [2].

 

         «¡Qué contraste, Señor, qué contraste! Yo aquí, en el Seminario, traído por ti para con tu gracia hacer los Santos Ejercicios y el mundo ¡en guerra! La juventud del mundo en durísima cruz de trinchera, hospital o campo de prisioneros. Tú quieres, Señor, que haga Ejercicios para que me entregue del todo crucificado a tu deseo de que esas infelices almas se salven.

         »¡El mundo en guerra ... ! y ¡también por mi culpa!; pues si de verdad yo hubiera entregado totalmente mi vida a ti, ¡oh Jesús!, cuando públicamente lo dije, y hasta lo firmé, al afirmar desde las columnas de SIGNO que con el Papa, y como el Papa te entregaba la vida, que por tu favor volví a recobrar, por la salvación y la paz del mundo, es posible que no se hubiera producido esta desdicha y desgracia tan horrible de las almas. ¡Cuántas gracias a qué tenían derecho les robé, con la dureza de mi corazón, a los Jóvenes de Acción Católica que tú me diste a presidir! Si no se las hubiera robado, es probable que ya existieran las cien mil almas jóvenes santas que alcanzaran de tu Corazón la misericordia que estás deseando derramar. ¿Qué haré, Señor? No hacerte aguardar más. Pues tú, ¡oh Amor del Padre hecho carne!, en tu infinita caridad sigues teniendo abrazada mi alma y se la presentas al Padre en tu divino y amoroso Corazón ofreciendo en pago por mis pecados, mis ingratitudes y cobardes regateos, tu cuerpo llagado y en cruz y tu preciosísima sangre, y el Padre en atención a que me ve en ti y a los méritos infinitos de tu obediencia perfecta, hasta la muerte y muerte de cruz, me envuelve en el mismo abrazo de amor que a ti te tiene y me envía vuestro Santo Espíritu, que está a las puertas de mi alma y llama para que se las abra del todo y me deje conformar por Él a tu imagen y semejanza, de víctima propiciatoria por los pecados de los hombres. Sí, todas esas almas que se pierden, esos infelices jóvenes que perecen en la horrible tragedia de esta guerra, toda esta desdichada humanidad que gime es el aldabonazo fuerte que da a las puertas de mi alma para que se las abra. Pues bien, mi fiel Esposo, mi Salvador y Redentor, mi Abogado para con el Padre: me doy a ti del todo, haz que ahora sea de verdad. Y pues me doy a ti, te lo entrego todo: mis pecados y mis lágrimas, mis ingratitudes y mis correspondencias a tu gracia y los méritos que por la sobreabundancia de tu gracia pudiera haber contraído y pueda contraer en adelante; aplícalas tú, mi Amado, por tus almas, con tal que una más se salve yo acepto de tu mano el permanecer en el purgatorio hasta el día de tu juicio universal [...]» [3].

 

         Meditación del infierno

 

         «¡En el infierno no se puede amar ... !

         Señor, no estoy en el infierno porque en tu infinita caridad para con mi alma, descendiste hasta lo profundo del infierno para sacarla. Era yo un infeliz cautivo del demonio que me tenía sojuzgado y encadenado con mis pasiones; pero tú, ¡oh mi Jesús!, me rescataste de mi esclavitud con el precio magno de tu sangre y me has hecho cautivo tuyo; no me sueltes jamás, no me dejes Dulce Cordero; León de Judá defiéndeme y haz que yo viva concrucificado contigo a las puertas del infierno para que no caigan en él más almas.

         »Hermanos queridos de Seminario; ¡qué buenos sois conmigo!; debierais odiarme; pero, como Jesús me amó, me amáis vosotros.

        

         Propósito.

 

         »Una penitencia continua y total para alcanzar de Jesús la gracia de la penitencia final para todas las almas, especialmente las de quienes no se han santificado todavía por mis pecados e infidelidades a la gracia [4]».

 

         Meditación de la muerte

 

         «“Mortui enim estis et vita vestra abscondita est cum Christo in Deo”.

         »Cristo Nuestro Señor mató mi muerte en su carne para que yo viviera de su propia Vida y para lo que Él vive: la gloria del Padre y el bien de las almas.

         »Un muerto no piensa en sí mismo, ni habla de él; un poco de tierra le basta, es insensible al frío, al calor, al dolor o la fatiga; un muerto no tiene voluntad propia, le llevan acá o allá; ni se envanece con lo que supo, ni con la familia que tuvo.

         »Pensar y hablar sólo de Cristo; hacer lo que Cristo quiera.

         »Penitencia.

         »Sí, más por las almas. Siempre y toda la que pueda a fin de que ninguna se pierda [5]».

 

         El hijo pródigo

 

         «Me levantaré e iré a mi Padre. Mas sólo puedo ir por Cristo crucificado» [6].

 

         Las negaciones de San Pedro

 

         «Después de haberme llevado contigo a Getsemaní para que presenciara tu agonía ... ¡Cuántas veces me he negado a padecer por tu amor!

         »Después de haberte prometido que no te dejaría, que iría a la cruz por tus almas ... ¡Cuántas cobardías! ¡Cuánta promesa incumplida!

         »Mientras se te perdían las almas ...  yo indiferente a tus lágrimas.

         »¡Oh Jesús! yo no puedo nada; pero tú puedes atarme a tu cruz. ¡Átame, clávame tus divinos ojos en el alma, hazme víctima de tu amor, prométeme, como a  Pedro,  tu cruz y dame gracia para que me enamore de ella y la bese con alegría» [7].

 

         Meditación del Reino de Cristo

 

         «Él, desde el trono de su cruz, me dice: [...] ¿Quieres entregarte a mí? Yo te llevaré siempre en mi Corazón, en Él habrás de sufrir las angustias de la muerte que yo he sufrido por ellas [por las almas]; pero si te entregas a mí, si te desposas conmigo en mi cruz, de nuestro desposorio nacerá una multitud de hijos de Dios.

         »Me has ofendido mucho, has sido muy ingrato conmigo, has faltado inmensidad de veces a tus promesas de amarme; pero he visto tus lágrimas y me fío de ti y pongo en ti mi Vida ¿quieres fiarte de mí? Te asociaré a mi obra, tuyos serán mis secretos, te daré mi sabiduría para iluminar a esas almas, mi mismo Corazón para que las ames y mi sangre para que actualices en ellas toda la hermosura de mi propia Vida que yo les he merecido en la cruz ¿Quieres?

         »Sí, Rey y Señor mío, quiero ser tuyo; desde ahora me fiaré de ti, desde ahora, con tu gracia, me clavaré a tu cruz y, apoyándome en ti, subiré deprisa a tu calvario para que no esperen más esos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve peregrinos de los que tú me has hecho Capitán [...]» [8].

 

         Meditación del Nacimiento

 

         «Lágrimas, muchas lágrimas, al pensar que mis infidelidades han sido causa de las lágrimas de Jesús en el pesebre por las almas a quienes por su amor debía haber ayudado y no ayudé.

         Miedo  a  ser  infiel.  Súplica  ansiosa  a María y a S. José de que me ayuden a no ser infiel» [9].


         Meditación del Niño en el templo

 

         «1º    Jesús sufrió por tener que ser Él quien hiciera sufrir a su Madre a quien amaba más que ningún hijo pueda amar a la suya. Y la hizo sufrir para que pudiera ser mi Madre, pues sólo así, perdiendo a Jesús sin saber la causa, podría tener conocimiento experimental de lo que habría de ser para mí perderle por mis pecados. Jesús me enseñó que aún este dolor se ha de pasar por los pecadores.

         »2º    Jesús se quedó sólo en Jerusalén y se quedó en el templo; se quedó con todos los pecadores que tenía abrazados en su Corazón con toda la plenitud de su amor salvífico; y allí vio este día: la humanidad en trance de muerte, una guerra espantosa y dos mil millones de almas lejos de Él y yo traído a Ejercicios por Él y ... lloró ... lloró mucho y me alargó su manecita pidiéndome la limosna de mi vida en cruz para que las almas se salven ... Puedo ser o aumento de su pena con la dureza de mi corazón o consuelo entregándole este corazón duro para que Él lo ablande con sus lágrimas de amor ...

         »¿Qué elijo? Ser consuelo tuyo, amado Jesús: Te entrego mi corazón, es duro todavía pero tú lo ablandarás con tus lágrimas y el fuego de tu caridad hasta hacerlo puro y tierno y amoroso como el tuyo para con los pecadores» [10].

 

         Meditación de las dos Banderas

 

         «1º    Cómo Nuestro Señor Jesucristo, en lugar humilde, sencillo y gracioso:

         »En los Sagrarios de sus iglesias, accesibles a todos.

         »Bajo las apariencias humanas en los confesionarios, dispuesto a lavar la lepra de la culpa.

         »En los niños que le ignoran, en los jóvenes que le olvidan ante el fragor de sus pasiones.

         »En los hombres que le odian porque teniendo hambre de Él no le han encontrado en los que nos decimos suyos.

         »En los infelices que nunca oyeron hablar de Él.

         »En los enfermos, en los pobres, en los débiles, en todos lo que sufren ...

         »Está Jesús esperando a los que decimos amarle

         »2º    Y envió a buscarme a:

         »Sus Apóstoles, sus Pontífices, sus Obispos, sus sacerdotes, sus mártires y sus santos ... a estos hermanos queridísimos de Seminario, a los buenos superiores, al Director de Ejercicios, a todos, para sanar a mi alma, pues esos fueron los pensamientos de su Corazón de generación en generación ...

         »3º    Y a todos les encarga que me sean ayo para que llegue a la suma riqueza de tenerle a Él por única herencia y a la suma de ciencia de conocer experimentalmente los oprobios y menosprecios que Él pasó por mis pecados.

         »¡Ayúdame tú, Amado!, a comprender esto: Todo ese oprobio: ¡“Ignominia de los hombres y deshecho de la plebe” por mis pecados!

         »Gracias, Señor, porque me haces comprender que quieres renovar tu pasión en este miembro de tu Cuerpo Místico, que soy yo, para que así alcance conocimiento de tu caridad [...].

         »Gracias, Señor, por haberme elegido para la cruz, aun-que espero que también a mí, y en la medida de mi miseria me darás, parte en esa tortura mayor tuya que fue esa sed insatisfecha del bien de las almas» [11].

 

         Meditación de los Binarios

 

         «Gracias, Señor, porque me has aceptado para tu cruz. Gran parte de la tarde he estado inquieto y acobardado. Veía que no había venido al Seminario sino a prepararme para la total inmolación y que por lo tanto no me cabía volverme atrás y estaba pensando si tendría o no fuerzas (¡siempre este hombre viejo!) cuando tú me hiciste comprender que ya me habías elegido, que ese llamamiento tuyo a mi total crucifixión por las almas era eso precisamente.

         »Y, tú, Bien mío, poco antes de esta meditación me hiciste sentir que contaba con la ayuda de tu Madre, tuya y de todos tus santos.

         »Y es que, Señor, o no acaba de ser firme mi fe en tu omnipotencia o es que no se nos sabe hablar a las almas, pues todo es decirnos: tenéis que querer la pobreza y los oprobios y las humillaciones y la cruz, y tú bien sabes, pues por eso nos diste nueva Vida muriendo, que eso para nuestro hombre viejo no es posible. ¿Por qué no nos hablan como tú? Tú nos dirías: vuestro hombre viejo nada puede, pero mi gracia lo puede todo, pedídmela y la recibiréis. No seáis niños, no os torturéis más; yo soy fiel; no pido imposibles, cuando pido que me améis hasta el heroísmo de la cruz es que yo mismo voy a poner en vuestras almas ese mismo amor de la gloria del Padre y del bien de las almas que me hizo suspirar a mí por la cruz hasta que me desposé con ella para presentaros a mi Padre como Esposa sin mácula, ni arruga, ni cosa semejante.

         »Hazme todo tuyo, Señor, para que pueda hablar de tu amor a las almas, como tú las hablarías, pues es triste cosa tanta buena voluntad en ellas y que no las den tu luz que ilumina las mismas tinieblas del calvario.

         »Al fin, Señor, se nos ha hablado como tú hablas» [12].

 

         Vocación de S. Pedro

 

         «Pedro mantiene en su barca al Señor cerca de la orilla para que con más comodidad y eficacia las hable.

         »Después le invita a que guíe mar adentro y eche su red, y Pedro le dice: aunque toda la noche he estado trabajando sin sacar nada, no obstante, sobre tu palabra, echaré mi red.

         »Y cogió tal cantidad de peces que la red se rompía y Pedro dijo al Señor: apártate de mí que soy hombre pecador. Y el Maestro le respondió: Serás pescador de hombres. Ya no vivo yo, sino que vive en mi Cristo.

         »Un día Jesús se compadeció de mí y entró en la barquilla de mi alma y tomó asiento y me pidió que la apartara un poco de la tierra para predicar con mi ejemplo a un grupito de almas jóvenes que estaban hambrientas de conocerle. Después Él, en aquel mismo apostolado seglar, me dijo: guía mar adentro. Me eligió para Presidente Nacional y le dije: Señor, yo he sido pecador, yo no sirvo; no obstante, aunque yo creía que debería de irme al Seminario, haré lo que me pides y ... la red se llenó: Vinieron jóvenes.

         »Y desde aquel día mi alma aún no ha salido de su asombro: Yo, el pecador ... ¡escogido por ti! Pero aún me has dicho más: te haré pescador de almas con toda propiedad y va a hacer dos años que en el Parral me dijiste: guía mar adentro, pierde de vista todo lo terreno, deja profesión, Presidencia, familia, todo, a tu mismo yo, que yo te prometo que cuando te rodeen las aguas amargas de mis tristezas por las almas que se pierden tu red saldrá llena.

         »¿De consolaciones, afectos, luces, conocimiento de mi amor ... ? Sí, ¡oh Jesús!, todo eso me has dado. Pero de lo que yo te pido que llenes mi red es de tus amarguras y de tus tristezas y tus agonías, pues entonces cuando mi vida sea una sed abrasadora de almas, cuando agonice de sed, entonces seré más tuyo, pues cuando tus almas sean mi única pasión, la única razón de mi existencia, cuando por ellas sea mi gozo la cruz y el continuo sufrir ya no seré yo quien viva, sino que tú vivirás en mí» [13].

 

         Getsemaní

 

         «Mañana dame que viva muy dentro de tu Corazón todas tus agonías a fin de que tus lágrimas de sangre acaben de lavarme de todas las impurezas terrenas a que todavía está apegada mi alma. Dame que vea en tu Corazón a todas las almas que se te pierdan a fin de que contigo le diga al Padre: ¡Oh mi Dios y Señor!, puesto que me has dado a tu Hijo dame que esté con Él donde el estuvo en este mundo: en la agonía que duró desde el pesebre hasta la cruz.

         »Me entré en tu Corazón para sentir tu agonía por todas las almas que se pierden ...

         »Las amaste con amor infinito; con ese amor infinito deseaste para ellas el supremo Bien: hacerlas partícipes de vuestra Vida divina y bienaventuranza; y no sólo deseaste sino que ibas a dar tu vida entre horribles tormentos, y antes habías instituido tu sacramento de amor a fin de permanecer entre los que amabas ... y, sin embargo, esas almas que tenías abrazadas en tu Corazón, con toda la fuerza de tu amor salvífico, esas almas, para las que tú habías soñado, en tus amores para con ellas, la máxima felicidad, serán eternamente desgraciadas.

         »No. La causa de tu agonía no es la inmensa repugnancia que te causan los pecados de los hombres ni las torturas que has de padecer por ellos, ni que sea despreciada tu sangre ni la disminución de tu gloria accidental porque todo eso refluye sólo sobre ti, la causa de tu agonía es la perdición eterna de las almas» [14].

 

         Cristo muerto en la cruz

 

         «Ante la imagen de ese Cristo que murió crucificado por no soltarme de su Corazón, Él me ha hecho comprender las palabras  de  S.  Pablo:  “¿Quis ergo nos separabit a caritate Christi?” [...].

         »Pues tú, ¡oh Jesús mío!, soportaste la tribulación y angustia y hambre y desnudez y persecución y azotes y espinas y cruz por no dejarme a mí, por no desampararme del refugio de tu amorosísimo Corazón.

         »Clávame tu “sed”. ¡Qué olvidada la tienen todos! Unos Ejercicios de seminaristas en 1943, recién bombardeado el Vaticano, ardiendo el mundo en guerra ¡y ni una vez nos han hablado de esas almas ... !» [15].

 

         Propósitos.

 

         «Vivir completamente de fe, pues las almas necesitan absolutamente que yo sea totalmente de Cristo para que les pueda hablar del amor de Dios en Jesucristo.

         »Pues durante todos los Santos Ejercicios me han estado doliendo las almas, especialmente las de mis hermanos, ya que parece que Jesús no es el dulce y suave que nos invita a gustar S. Pedro, sino un señor áspero y amargo que nos exige que nos torturemos en vida para que así al morir podamos gozarle en la otra vida. Y a mí, el último de los fieles, tú, Señor, me haces sentir que no es así: que la Vida que amorosamente nos regalas es tu Vida resucitada, pues la Iglesia, en quien tú nos das el “ser cristiano”, no nace antes de tu pasión y tu muerte, sino después de tu resurrección. Tú no nos ofreces dolor, sino amor y amor divino que sobrepuja a todo conocimiento y precisamente si nos ofreces participar en tu cáliz no es para que suframos sino para que gocemos, pues con razón dice S. Agustín y Sto. Tomás que tanto más conveniente es algún modo para alcanzar un fin cuantas más cosas concurren a facilitar la consecución del mismo y por eso muchas cosas concurren en tu pasión que pertenecen a nuestra salvación, fuera de la liberación del pecado.

         »La primera que por esto se conoce cuánto ama Dios al hombre y cuánto es llamado el hombre a amar a Dios en lo que consiste la perfección de nuestra salud, pues como dice el Apóstol (Rom. V-8): “Lo que hace brillar más la caridad de Dios hacia nosotros, es que entonces mismo, cuando éramos pecadores o enemigos suyos, fue cuando al tiempo señalado murió Cristo por nosotros”.

         »Ya que al participar de tus dolores, como nada expresa tanto el amor que nos tuviste como tu pasión, participamos o conocemos algo de lo que nos amaste y de tal modo lo conocemos que el gozo que tal conocimiento nos reporta sobrepuja tanto al dolor que le hace decir al Apóstol que había sido escogido por ti para sufrir, que no hay comparación posible, que nadie puede imaginar el gozo que tú reservas para los que te aman.

         »Además, tú lo dices: “Pax vobis: nolite timere, ego sum ...  Quid turbati estis, et cogitationes ascendunt in corda vestra? Videte manus meas et pedes, quia ego ipse sum; pal-pate et videte, quia spiritus carnem et ossa non habet, sicut me videtis habere”.

         »Sí, nos dices que tengamos paz, que tú nos traes la paz a nosotros aunque te hayamos sido infieles, que te entregaste a la muerte y muerte de cruz por el amor que nos tenías a fin de que en tus llagas, expresión formidable de tu amor, sanáramos de nuestras enfermedades, que si sufriste pasión y cruz fue por comprarnos y que ahora somos tuyos porque al príncipe de este mundo, que sobre ti no tenía derecho alguno, le pagaste el precio magno de tu sangre por nuestro rescate, y que vienes a inundarnos de tal forma del amor del Padre, que hay en ti, que para proclamarlo a las almas no tendremos otro medio de expresión que el mismo que tú empleaste: vivir en cruz agonizando de amores; porque así, las almas, al ver que en medio de eso que el mundo llama penas y amarguras, sobreabundamos en gozo, no tendrán más remedio que rendirse a tu amor que en nosotros las busca.

         »Por eso dices: ¿Por qué estáis turbados ... ? No temáis no responder, mi gracia es omnipotente, mirad mis manos y mis pies, las llagas se han hecho resplandecientes, mirad la hermosura de mi Madre que ya es vuestra, de mi Iglesia triunfante, purgante y militante ¿Creéis que mi Padre podrá resistir a la fuerza que le hacen en mis ruegos, los de mi Madre y vuestras y los de toda la Iglesia? No, hijitos míos, vosotros ya moráis en mi Corazón en el que os presento al Padre y sobre Él que mis ruegos atrae el fuego del divino Espíritu y, aunque tengáis aún escoria, ese fuego la reducirá en el crisol de mi Corazón. Nada habéis de temer porque soy Sacerdote Eterno que se ofrece como víctima de propiciación por vosotros. Si teméis a vuestra libertad entregádmela por mediación de nuestra Madre; Ella os la guardará bien y como conoce tan profundamente mi amor a vosotros, pues por eso la hice corredentora, alcanzará la gracia que necesitáis para serme fieles hasta la muerte y muerte de cruz.

         »¡Oh Jesús bendito!, no tengo palabras, me has herido con tu amor, necesito todas las almas de la tierra para que me ayuden a darte gracias por ese amor con que me amas a mí, que he sido tu verdugo. Pues tan fino es tu amor que aún supo hallar disculpa para mis pecados. “Todo esto lo hacen porque no conocen al Padre ni a mí”.

         »“Padre, perdónale, porque no sabe lo que hace” y enseguida me muestras, “esta noche estarás conmigo en el Paraíso”, que has alcanzado mi perdón y, perdonado por el Padre y purificado con tu sangre, me entregas a tu Madre que a mí, tu verdugo, me acoge por hijo y seca y enjuga mis lágrimas, y para que no tema nunca verme desamparado de ti tú sufres el desamparo que merecían mis culpas y luego me dices tengo sed de que bebas en mi Corazón. Ven hijo, ven, no ten-gas miedo. Cuando esté cancelada del todo tu deuda y esté todo cumplido y haya entregado mi espíritu al Padre, para darte vida con mi muerte, yo haré que mi amor desgarre mi Corazón para que vengas a beber.

         »¡Oh cruz, poema de amor a mi alma escrito con la sangre y las llagas de mi Dios, enloquéceme de amores, átame a ti para que mi alma conozca al Amor!»

Publicado por verdenaranja @ 0:18  | Espiritualidad
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