Mi?rcoles, 10 de septiembre de 2008

Extracto de escrito sobre Manuel Aparici enviado por Carlos Peinó Agrelo  bajo el título "Vocación, Seminario, Ordenación Sacerdotal y Salamanca".  Según su Diario Espiritual y otros escrito y testimonios

(1941-1950)

 

 

   

Verano 1945        
Ejercicios Espirituales

 

 

         El 24 de agosto de 1945, Festividad de San Bartolomé Apóstol, (época de vacaciones) Manuel Aparici se va a Aranjuez a hacer Ejercicios Espirituales. Sólo dos personas: él y el padre que los dirige.

         Uno de los objetivos que le llevaron en 1942 a hacer Ejercicios Espirituales fue hacer elección, dentro del espíritu de víctima, de estudiar libre o interno con todas sus consecuencias. En los de 1945 precisa el matiz específico de su vocación sacerdotal: ofrecerse como hostia y víctima, como ya ha quedado visto.

         Por sus meditaciones se aprecia su enamoramiento de Dios, su deseo de salvación, terror al pecado, hambre de perfección, de santidad, de disponibilidad y entrega, propuesta de ser sacerdote santo, amor sacerdotal (víctima del Corazón de Jesús), su responsabilidad ante la santidad y su proyección de santidad en su vocación de santidad, espíritu de contemplación, diálogo de amor en la oración y abandono en la voluntad de Dios, en la oración de Jesús descubre la locura de amor y amor a la cruz.

         Destacamos de forma un tanto amplia el contenido de sus meditaciones [1], ya que en el curso que va a empezar comenzaba la carrera de las Órdenes [primera, tonsura; ostiariado y lectorado; y acolitado y exorcitado] e iban, además, a ser tres cursos los que iban a pretender guiarse por su conducta como él mismo nos dice.

 

         Meditación: El hombre es creado

 

         «[...] Idea-sentimiento central: Soy criatura de Dios. De mí, nada; de Él, todo. Él en todo momento está pendiente de mí, aunque yo no lo esté de Él. Él me hizo por amor [...]; ¡Él me conserva por amor ... !; ¡Él concurre a mis operaciones por amor ... ! ¡Oh corazón, que con tus rítmicos latidos cantas en el fondo de mi pecho el amor infinito de Dios!

 

         Para alabar a Dios y salvar su alma.

 

         »[...] Me dio inteligencia para que le pudiera conocer [...]. Se me comunicó; y me dio una voluntad con una apetencia insaciable de bien, y como Él se me declaró como Fuente inexhausta del bien que hay en las criaturas, por el amor aspiré a Él y puse en Él toda mi esperanza [...].

 

         Examen meditación.

 

         »[...] Cuando entro en oración, no soy yo quien va a la oración, es mi Dios-Amor quien me lleva, quien me recoge en el Corazón de su Hijo muy Amado para que en Él pueda percibir todas las palpitaciones de su amor infinito al Padre y a las almas [...].

         »Sólo  su  gloria  me interesa y que Él sea conocido, alabado y amado es mi única felicidad [...].

         »Salvar mi alma es que Él lo sea todo en mí. Mi alma estará salvada desde que esté absolutamente en manos del Salvador. Me interesa ponerla totalmente en sus manos porque Él quiso darme el título de “Capitán de Peregrinos”; ese título hace que muchísimas miradas de jóvenes, seglares y eclesiásticos, estén puestas en mí; si yo soy todo de Jesús, Él cumplirá su deseo de atraerlas a su amor por medio del mísero instrumento que se escogió; si no me dejo totalmente en sus manos, mis miserias y faltas encubrirán el amor que Él quiere declararlas por mi mediación  y muchas de ellas podrán conocerle menos y, por tanto, alabarle menos ...

         »¡Oh Jesús, por el amor que las tienes comienza a hacerme tuyo!

         »Fisiológicamente regular: sueño y pesadez de cabeza, aunque logró Él que venciera.

         »... Y las otras cosas han sido creadas para el hombre, para que le ayuden a la consecución de su fin, o sea, a conocer, alabar y reverenciar a Dios Nuestro Señor.

         »Luego todas las criaturas deben de declararme el amor de Dios, ya que todas las hizo por amor. Pero Dios hace sus criaturas y las conserva; luego como vivo rodeado de criaturas, vivo rodeado de la acción amorosa de Dios.

         »Pero si en vez de descansar en el amor de Dios, que se me muestra a través de las criaturas, me paro en éstas, altero el plan de Dios.

         »Entre todas las criaturas debo preferir las que mejor me declaren a mí y a las almas el infinito amor que Dios tiene en su Hijo, Cristo, a todos los hombres.

 

         Repetición.

 

         »El sacerdote es creado para que el amor de Dios sea conocido y alabado con obras por todos los hombres.

         »Mi elevación al sacerdocio supondrá ser incorporado a Cristo Sacerdote.

         »Tengo la obligación de abrazar siempre y en todo la cruz; más aún, buscarla y pedirla. Mediante la cruz ha manifestado Cristo el amor que en Él nos tiene el Padre; luego mediante la cruz aprenderé el amor de Cristo y lo predicaré.

 

         Resolución.

 

         »Me ha traído el Señor para que, con las abundantísimas gracias que me concederá durante estos Santos Ejercicios, empiece ya de verdad a ser víctima activa con virtudes heroicas.

         »Mi cuerpo en cruz debe ser el sello y testimonio de la doctrina del amor.

         »Desde ahora hay que empezar.

 

         Resumen: Principio y fundamento.

 

         »Gozo grande en sentirme criaturita de Dios. Soy suyo, estoy continuamente en brazos de su Providencia amorosa [...]. Busque siempre entre todos los medios, los mejores: los que más me harán ahondar en el conocimiento del amor de Dios, que es mi fin, y los que más me sirvan para dar a entender a todas las almas el amor infinito que Dios las tiene en su Cristo.

         »El mejor medio es lo que la naturaleza caída llama cruz y dolor puesto que ese fue el medio que Cristo escogió para darnos a conocer el amor que en Él nos tenía el Padre [2]».

 

         Meditación de los tres pecados

 

         «Más que impresionarme el pecado por sus efectos: en los ángeles, en nuestros primeros padres y en la humanidad, y en las almas que están en el infierno por menos pecados que los que yo cometí, me impresiona la malicia del pecado en sí. El hombre, criatura amada de Dios, a quien su Creador está continuamente acariciando con sus dones, ese hombre, cuya subsistencia y cuya posibilidad de obrar son nuevas y maravillas manifestaciones del amor de su Dios, utiliza los mismos beneficios de Dios para despreciarle, ofenderle e intentar suprimirle.

         »¡Eso hice yo durante largos años ... ! [...].

         »Si un solo pecado cambió a los ángeles en algo tan repugnante a Dios como un demonio, cuán repugnante debió de estar mi alma a los ojos de Dios y, sin embargo, Jesús, a mí, su verdugo, me amó tanto que me cobijó en su Corazón para que no muriera.

 

         Meditación de los pecados propios

 

         «El Señor me concedió intenso dolor y lágrimas de mis pecados.

         »Tan pecador, tan enemigo de Dios, tan sucio y repugnante y, sin embargo, el Padre me amó; y porque me amó, envió a su Hijo a que redimiera mi desamor con su amor.

         »Largo rato he llorado a los pies de Jesús. ¿Pidiéndole perdón? No; amándole. Él me hacía saber que estaba perdonado, que a pesar de todos mis pecados e ingratitudes no había cesado un momento de amarme; que aun en su infinita caridad pensaba utilizar mis mismos pecados como leña para hacer que ardiera mi alma en su amor [...].

         »Dolor profundo de haberle ofendido. No por temor al infierno, sino porque Dios es amor y contristé a Jesús con mis ofensas. Dolor profundo por haberle ofendido y amor inmenso por su misericordia, pues, como dijo el Apóstol, Jesús hizo sobreabundar la gracia donde abundó el pecado y amontonó ascuas encendidas de caridad infinita sobre la cabeza de su adversario, mi hombre viejo, cuyo desamor venció, anegándolo en las oleadas de amor infinito que derramó sobre su enemigo.

         »Sí, yo soy pecador; pero Jesús me manifiesta su amor por cuanto me rodea: su Iglesia pidiendo por mí, su Madre, todo, todo cuanto hiere mis órganos de conocimiento no cesa de cantar en mí alma: ¡Dios te ama, Dios te ama ... !.

 

         Repetición de la meditación de los pecados

 

         «En tu presencia, Señor, y con los mismos dones que me hacías, te ofendí. ¡Cuán repugnante a tus ojos purísimos! ¡Cuán digno de condenación!

         »Después de tantos beneficios recibidos, después de haberme prodigado tu amor: en mi vocación al cristianismo; a la Juventud de Acción Católica; a la Presidencia de la Juventud amada de tu Corazón; al  sacerdocio, después de haberme mimado durante cuatro cursos en el Seminario ...

         »Y tú, ¡oh Jesús!, aún tuviste paciencia; lejos de desecharme y enviarme con toda justicia al infierno, me concediste la gracia de la contrición y aún más, que para que vuelva del todo y de nuevo a ti me has traído a Ejercicios.

         »¡Señor quisiera no haber pecado jamás!

         »¡Oh María, Madre de Misericordia!, alcánzame un santo horror al pecado, a todo pecado y aún a la imperfección. El pecado es renegar de ti y de tu divino Hijo, escupiros, azotaros y daros muerte. No permitáis, Señora, que vuelva a pecar, quitadme antes la vida.

         »Mas no basta, ¡oh Madre!; es menester que en vuestro maternal regazo me hagáis ver que la mayor parte de mis operaciones no están ordenadas pura y rectamente a avanzar en el conocimiento de vuestro Hijo y a dar a conocer su amor.

         »Haced, Señora, que todo mi vivir se encamine a cantar con las obras las infinitas perfecciones de Dios.

         »Pero enséñame también, Señora, a hurtarme a los criterios del mundo que es el enemigo de vuestro Hijo.

 

         Meditación del infierno

 

         «[...] En él no podría amar a Jesús, ya nunca más podría posar mis labios sobre su sagrada imagen de crucificado; todo mi ser se revolvería en odio ¿contra Dios? No sé; tendría que reconocer su  justicia ¿qué habría dejado de hacer Dios para que yo no muriera ...? Nada. «Consummatum est». Todo, todo lo cumplió. La sentencia sería justa; me condené yo; yo, a pesar de Dios; yo, pese al amor infinito de Cristo; yo que desprecié su amor, su misericordia y su perdón.

         »Y ardería en odio; en odio contra mí mismo y en desesperación infinita. Todo, todo perdido y aun la ciencia de su amor, que aquí me dio, sería allá nuevo tormento, pues de Jesús no me quedaría más que el recuerdo constante del “apártate maldito de mí y de mi Padre, apártate y ve al fuego aparejado para el demonio y sus ángeles” [...].

         »¡Ay Señor!, yo un día te prometí vivir crucificado a la puerta del infierno para que no cayeran en él más almas y en vez de serte fiel me fui entibiando y alejando de tu amor hasta caer en el pecado. Si no estoy ahora en el infierno, ¿a quién se lo debo sino a ti?

         »Tu oración bendita y santa, tú “Padre perdónale ... ” fue eficaz y hoy me tienes llorando a tus pies. ¡Oh Jesús! hazme llaga de amor que te predique, dame tu gracia para que ahora comience mi vivir de concrucificado contigo.

         »¡Oh Padre! que entregaste a la cruz a tu Hijo para que yo no muriera, hazme al fin brazo de la cruz de vuestro Hijo» [3].

 

         Tercer día de Ejercicios

 

         Repetición de la meditación del infierno

 

         «Poco provecho he sacado de la repetición. Algo se ha acentuado en mi interior el sentimiento de vergüenza y confusión por mis pecados; sobre todo cuanto estoy ante algún sacerdote, novicio, seminarista o lego.

         »Al verme tratado con tanta deferencia y caridad por los amados del Señor, siento una admiración profunda en mi interior; yo debería estar en el infierno y por la infinita caridad de Jesús no lo estoy. ¡Cuán distintas nuestras conductas!: mientras yo tantas veces le he ofendido, Él no ha cesado de amarme y como que se ha empeñado en poner más al descubierto las infinitas riquezas de su amor.

         »¿No sería lógico que me hiciera uno con el Señor en el hacer penitencia, oración para que no cayera ningún alma en el infierno? Si no es ahora, ¿cuándo será? La gracia puede pasar de largo si no digo al fin que “sí”.

         »Es verdad que no puedo pensar en mis pecados sin que se llene de lágrimas el alma. ¡Le he ofendido, le he ofendido! Pero no debo dejarme abatir por la tristeza, pues no siento tanto mi fealdad moral como el dolor que le causé: las almas a quienes dejé de ayudar.

 

         Meditación de la muerte

 

         «Se muere una vez sólo y no se sabe cuando.

         »Hace once años que te prometí ser víctima. Es verdad que cedí a la fuerza de tu gracia en todas las decisiones cruciales de mi existencia; pero ¿cuánto queda todavía por hacer?

         »Puede llegar la muerte sin haber vivido siquiera un día como víctima.

         »Es verdad que sería necedad presentarte el día de mi muerte una larga serie de trabajos padecidos por tu amor, apoyando en ellos mi salvación. No; ¿por qué descansar tranquilo sobre una serie de obras, todas llenas de imperfecciones, y no sobre la inefable e infinita ternura de tu Corazón?

         »Hoy me ratifico en los propósitos que me hiciste concebir; me abrazaré totalmente a tu cruz, mas no para asegurar mi salvación, esa la fío de ti, sino para ayudarte a salvar a mis hermanos.

         »Vivir muerto a mi yo para vivir sólo y exclusivamente para los intereses tuyos: que tu Padre sea conocido y amado y las almas encuentren en ese conocimiento su paz y su gozo y su salvación.

         »No; no puede asustarme la muerte. ¿Acaso porque no pequé? No, mis pecados son muchos; pero su misericordia es infinita [...]. Tú has venido a lavarme, eres mi Salvador y mi Jesús y yo, por la fuerza de tu gracia, ante ti no puedo por menos de reconocer que soy un alma de buena voluntad. ¿A qué vine a Ejercicios sino a qué me vencieras? ¿Por qué te invoco y pido ayuda en cada una de mis meditaciones? Sí, pese a mis pecados e ingratitudes no tengo más remedio que confesarte que te amo, que no tengo otro sueño, ni ambiciono otra gloria, sino que tú Nombre adorable sea conocido del uno al otro confín para que sea bendecido y alabado por los siglos de los siglos. Amén.

         »Sí, hay que caminar mientras dura el día, hay que predicar al Señor con las obras y las palabras mientras dura el destierro que luego ya no podré sufrir para descubrir su amor ni para hacerle amar.

 

         Tentación de duda

 

         «Hay momentos en que desconfío del fruto de los Santos Ejercicios; me parece imposible que yo pueda llegar a tener virtudes heroicas. Y, sin embargo, es preciso si no quiero detener toda la corriente de santificación que Él quiere promover mediante mi pobre persona.

         »Él me hizo “Capitán de Peregrinos”; Él me otorgó su bendición por medio de su Vicario al empezar mis días de seminarista; Él quiere lo siento en lo más hondo de mi alma que este curso próximo sea un seminarista santo. Para eso me ha traído a Ejercicios: para arrebatarme de tal forma hacia Él, en amor, que mi vida sea un reflejo de su amor.

         »Este año va a comenzar la carrera de las Órdenes: primera, tonsura; ostiariado y lectorado; y acolitado y exorcitado. Este año van a ser tres cursos los que van a pretender guiarse por mi conducta.

         »Temo, vacilo; pero eso es tentación [4], pues Jesús me ama y es omnipotente y me ha traído a Ejercicios para que comience mi santificación.

 

         Meditación del juicio universal

 

         Resoluciones.

 

         «1ª    Someter al juicio del confesor mis culpas sin ningún paliativo.

         »2ª    Abrazarme ya desde ahora a la cruz de Cristo, no para satisfacer por mis pecados, sino para poner esas satisfacciones en manos de Jesús a fin de que Él las aplique a las almas. Con su perdón en cuanto a la culpa y la pena eterna, me basta y acepto, si su Divina Majestad es servida, la pena temporal aneja  a  la culpa para así desagraviar, sufriendo, al Señor a quien herí en su amor [...].

         »No puedo, pues, dudar del amor y perdón de Jesús.

 

         Meditación de la misericordia del Señor para con los pecadores

 

         La Magdalena

 

         «Entró en el comedor de Simón el leproso y se echó a los pies de Jesús y rompió a llorar. Ni siquiera le pidió perdón. Lloró bañando los pies de Jesús con su lágrimas. Y Jesús tomó su defensa. Más ama quien mucho se le perdonó.

         »¡Oh buen Jesús, ya que a mí me has perdonado tanto, haz que te ame con todo mi ser y en todos los instantes de mi existencia!.


         La samaritana

 

         «¡Señor, cuánto te he hecho caminar en pos de mí! Hora quasi sexta también ésta en que vengo a ti en estos Ejercicios. Como a la samaritana así me dices a mí: “da mihi bibere”. Sí, te daré toda la miseria y basura que hay en mi alma para que tú uses de tu misericordia y me limpies, y concediéndome tu don lo saboree y venga a convertirse en mi alma un manantial de agua viva que salte hasta la vida eterna.

         »A las dos pecadoras: la samaritana y la Magdalena tu amor las convierte en apóstoles; hazme también a mí apóstol de tu Corazón infinitamente misericordioso.

         »Mañana me recogerás en tu Corazón para invitarme a seguirte. ¡Tú, a mí! Dame tu gracia para que te dé mi sí total y absoluto, para que me enclave en tu cruz y no me suelte jamás.

 

         Cuarto día de Ejercicios

 

         Meditación del llamamiento al servicio del Reino de Dios

 

         «Mi entendimiento no puede ya discurrir, tiende a pararse en la contemplación del Hijo de Dios vivo. Me encuentro como en su presencia, abrazado a sus pies y sintiendo como se posa en mi alma la mirada santificadora de Jesús. No le digo nada. Si acaso apretujo más mi corazón contra sus pies. Le amo y me ama.

         »Eso es lo que más me maravilla y también es lo que me dice más claro que es mi Dios: que me ame.

         »Porque el mejor rey humano, aún escogido por la mano de Dios, no me amaría. El amor heroico que no cuida de las ofensas que se le infieren, sino del bien del amado, no es humano, sino divino.

         »Si yo me hubiera portado con un rey humano como me he portado con Jesús no hubiera hecho lo que Él, pues aunque me hubiera perdonado la vida por lo menos me hubiera degradado delante de todo sus leales. Porque ese es el mínimo castigo que se merece un traidor. Pues traición villana fue mi conducta con Jesús. Él no sólo me perdonó el que le azotara, coronara de espinas y le clavara en cruz, sino que me llamó a su servicio, me colmó de honores y distinciones, me dio el mando de su querida Juventud de Acción Católica e hizo que su Vicario, el Papa, y todos los Obispos de mi Patria me trataran con obsequioso amor.

         »Y, sin embargo, volví a venderle; pero Él, que me ama infinitamente, me concedió su gracia para que volviera a su amor y no sólo me mantuvo en el cargo que me había confiado, sino que me llamó al sacerdocio y me llevó al Seminario; y todos: superiores y hermanos me acogieron con amor. Y a pesar de eso volví a ofenderle y su venganza ha sido traerme a Ejercicios para que a solas con Él, Él sane mis llagas, lave mis manchas y reiterarme su amorosa invitación.

         »Y el Rey Jesús durante toda la mañana ha estado diciéndome que me ama, que quiere hacerme confidente de todos sus secretos de amor, que conoce sí mi miseria, pero también conoce la fuerza de su gracia y que con ella podré llegar a ser un sacerdote santo.

         »Tú, Señor, no sólo no me has degradado y puesto en vergüenza delante de tus leales, sino que has encubierto mis llagas con la púrpura de tu sangre y todavía extremas tus mimos y predilecciones conmigo porque sabes que lo único que puede vencer el poso de desamor que aún queda en mi alma es el exceso de tu amor.

         »Sí Jesús, tú sabes que me he dejado traer de tu gracia, precisamente por eso, porque ya no puedo resistir más a tus quiebros de amor y es precio que me despose contigo en la cruz,  para  que ya no seamos dos, sino uno, tú en mí y yo en ti, hecho varón de dolores como tú.

         »En el fondo de mi ser hay todavía miedo a mi libertad; me aterra el pensamiento de que pueda volver a pecar.

         »Por el amor que me tienes, te suplico, ¡oh buen Jesús!, que antes que dejarme caer en pecado me quites la vida.

 

         Contemplación de la Encarnación

 

         «¡Qué difícil es anotar por escrito todo lo que Jesús me ha hecho sentir!

         »Por mí, por mí […] se encarnó el Hijo de Dios […] ¡Qué pronto está dicho el concepto, pero su contenido jamás se agotará! [...].

         »Y María, la Virgen Pura que se había ofrecido como víctima a Dios en reparación de las ofensas de los hombres; María [...] fue visitada por el ángel [...].

         »Gran lección para mi vivir futuro de seminarista y de sacerdote: Si he de ser víctima, no he de conocer voluntad de varón, sino sólo de Dios; no debo tener más voluntad que la de mi Amado y entonces las obras que nazcan de este desposorio místico con el Señor en su cruz serán también hijas de Dios.

         »Señor, como María y confiando en su mediación: He aquí el esclavo del Señor, hágase en mí la renovación total según tu palabra [...].

         »Sí, creo Señor, pero ayuda a mi incredulidad. Creo que me has amado antes de la creación del mundo; creo que tienes contadas todas las gracias que has de concederme para encaminar mis pasos hacia ti en la cruz. Creo que estás vivo e interpelando por mí al Padre para que me conceda las gracias que han de hacer de mí un sacerdote víctima. Creo que me amas infinitamente [...]. Creo en ti, espero en ti y te amo.

 

         Contemplación del nacimiento

 

         «No soy digno de estar ante tu acatamiento; pero ¿a quién iré, Señor, que sólo tú tienes palabras de Vida eterna? Invoqué a tu dulce ayo San José pidiéndole que me alcanzara gracia para poderte besar.

         »Y entonces tú me dijiste: de aquí a tres años quiero comenzar a nacer en tus manos. ¡Oh manos pecadoras que un día tendrán al Divino Niño encubierto bajo los pañales de las especies sacramentales!, tampoco sois dignas de acariciarle; pero tú, ¡oh Jesús!, ternura y amor infinito, apiádate de tu siervo, purifícame con el fuego de la caridad y de la penitencia para que no sean tan indignas.

         »Y el cántico de tus ángeles resonó en el fondo de mi alma: “et in terra pax hominibus bonae voluntatis”. Porque, Señor, pese a todas mis flaquezas y miserias e ingratitudes, tú sabes todas las cosas, tú sabes que yo te amo; que es tu amor, el que tú tienes a mi pobre alma, el que me ha traído a Ejercicios; mi presencia aquí, mis ratos de oración testifican mi buena voluntad en corresponder a tu gracia y si tú has nacido una vez en Belén e incesantemente naces en la Eucaristía para ser mi Jesús, tú que has comenzado la obra tú la terminarás. Es verdad que mi libertad puede resistir; pero yo ahora entrego mi libertad a tu Madre para que me la guarde en tu Corazón. ¡Oh Jesús!, hazme todo tuyo. Amén» [5].

 

       


Publicado por verdenaranja @ 0:53
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