Extracto de escrito sobre Manuel Aparici enviado por Carlos Peinó Agrelo bajo el título "Vocación, Seminario, Ordenación Sacerdotal y Salamanca". Según su Diario Espiritual y otros escrito y testimonios
(1941-1950)
Verano 1945
Ejercicios Espirituales (Días sexto y séptimo)
Sexto día de Ejercicios
Repetición de la meditación de las dos banderas
«Poco más jugo he sacado con la repetición. Aumentar mi confianza en la ayuda del Señor viendo cuantos Apóstoles, discípulos y amigos suyos está en-viando a mi alma para atarme en amor con Él; y confirmarme, con su gracia, en la petición que le hice de que me conceda vivir concrucificado en su cruz y eso desde ahora mismo. Ahora es cuando más necesito la ayuda de un buen Director Espiritual que estudie a fondo mi alma para que me señale el camino y las etapas para llegar pronto a esa crucifixión que Jesús me está pidiendo hace años; pues aunque algo ya ha logrado su gracia en mí, aún queda mucho hombre viejo.
Meditación de los tres binarios
«He estado árido y seco durante toda ella. Es una meditación que siempre me desconcierta un poco, porque me hace volverme demasiado hacia mí; no hago más que hurgar en mi hombre viejo para ver lo que todavía vive de él. Y me pre-gunto: pero ¿acaso he venido a Ejercicios a elegir la cruz? No; la cruz ya la tengo elegida hace tiempo; he venido, o mejor aún me ha traído su amor, para que este trato intenso y a solas con Jesús, Él me dé fuerzas para abrazarme a ella [...]. Pienso que la única manera de lograr esas fuerzas, no es ver si las tengo o no las tengo, sino ver en luz de gracia y de fe que Cristo las tiene y me las dará puesto que me ha amado más que a su propia vida. La postura de mi alma debe ser la que indica el salmo: “Ecce sicut oculi servorum in manibus dominorum suorum; sicut oculi ancillae in manibus dominae sue: ita oculi nostri ad Dominum Deum nostrum donec misereatur nostri”. Pues si siempre mis ojos miran al Señor, Él librará de lazos mis pies y todo lo que a Él le agrade me agradará a mí y todo lo que los nombres de cruz, sacrificio, pobreza, humillaciones dicen de ingrato para mi hombre viejo, dirán de agradable y venturoso para mi hombre nuevo. Pues ¿cómo creer que si Jesús es el amor pueda querer para mí otra cosa que el bien? Y si quiere para mí cruz, sacrificio, etc. es que todo eso son bienes; y ciertamente lo son y altísimos porque en la cruz es donde se nos ha revelado la anchura y longura, alteza y profundidad de la caridad de Dios que resplandece en Jesucristo.
»Por tanto, la decisión fundamental ha de ser oración y penitencia para así dejarme amar de Jesús y que percibiendo su amor infinito quede arrebatado por él y se realice la palabra del Apóstol: “Estáis muertos y vuestra vida está escondida con Jesucristo en Dios”.
»Luz grande me ha concedido el Señor al tiempo de hacer el examen del medio día, y es que si Él me está invitando a que le pida me admita bajo su bandera y en puesto de vanguardia heroica es que me lo quiera conceder [...]. Por de pronto creo que ya puedo comenzar a concretar propósitos. Primero, el fin que ambiciona mi alma: Hacer de cuanto me rodee Vanguardia de Cristiandad ejemplo y guía del mundo. Para lograrlo tendré que empezar por ser yo ahora seminarista de Vanguardia de Cristiandad ejemplo y guía, y dentro de tres años sacerdote también ejemplo y guía.
»En guía ya ha querido constituirme el Señor.
»Durante siete años he sido, por la misericordia de Dios, guía de la Juventud de Acción Católica Española. Ellos dijeron que me iba para estar en oración con los brazos en cruz, como Moisés, a fin de que siguiera triunfando el Señor en ellos; por lo tanto, siguen con la vista puesta en Manolo esperando que el Señor transforme a quien fue su Presidente en un sacerdote santo.
»Pero es que además en el Seminario también soy guía, revalidistas y no revalidistas empiezan a fijarse en Manolo y también los superiores esperan que sea un seminarista ejemplar. Vox populi, vox Dei. No puede caberme duda de lo que el Señor quiere: Que sea un sacerdote plenamente identificado con Cristo Cabeza por mi espíritu de oración y sacrificio y con Cristo Jerarquía por mi comunidad de pensamiento y mi obediencia perfecta.
»Cuanto antes debo hablar claro con el Sr. Rector y con el Director Espiritual para que me exijan la santidad que debo tener en cada momento».
»Gracias a Dios empiezo a amar apasionadamente en el Corazón de Cristo a mis hermanos de Seminario, a mis superiores y a todos los sacerdotes, seminaristas y novicios y religiosos de la tierra porque todos ellos son los amados del Señor.
Meditación de la vocación de los Apóstoles
«Rabbi ubi habitas? Venite et videte. También yo se lo pregunté al Maestro y me dijo que en la pobreza, la humillación y la cruz, y ya no ansío sino morar con Él para que con ese lenguaje con que Él quiso declararnos su amor, me lo declare a mí y sea su amor la única regla de mi vida.
»También a mí me dijo: “Duc in altum et laxa retem tuam in capturam” y salió llena de jóvenes de Acción Católica; pero ahora quiere hacerme “piscator hominum”.
»“Non vos me elegistis sed et ego elegi vos ut eatis, et fructum afferatis”. Sí, para ir a las almas y curar su llagas con la miel y el bálsamo de su amor [...].
»Señor muéstrame a mí también el amor que quisiste declararme por medio de todas las obras de tus manos, y no sólo esto sino también el tesoro inexhausto de caridad de tu Corazón llagado de amor por los hombres. Si me lo muestras también se me llenará de gozo el alma y con la paz que resulta de conocer tu amor podré ser enviado por ti, como tú lo fuiste por el Padre.
»Nunca podré, Señor, darte bastantes gracias por que te hayas dignado llamarme a tu servicio, lo único que me consuela es esperar que en tu misericordia me concederás una eternidad para que te pueda amar» [1]
.
Séptimo día de Ejercicios
Meditación del sermón de la montaña
«Apenas si pude pasar del “Beato pauperes spiritu quoniam ipsorum est regnum coelorum”; pues veía a mi Señor sentado en lo alto del monte con la mirada amorosamente clavada no sólo en aquella turba, sino en todos los hombres que a lo largo de los siglos íbamos a escuchar su bendita palabra, y en esa mirada suya veía tal océano de amor que por más que quería avanzar por él, jamás podía llegar a sus orillas, porque el mar del amor divino no tiene riberas. Y sólo podía decir en lo más íntimo de mi alma: Señor, Señor si tú eres suprema riqueza y ante ti todas las cosas son nada ¿cómo podrá mi alma apegarse a la nada después de haber entrevisto al Todo? Ahora puedo decir con Simeón: “Nunc dimitte servum tuum, Domine, secundum verbum tuum in pace: quia viderunt oculi mei salutare tuum, quod parasti anti faciem omnium populorum, lumen ad revelationem gentium et gloriam plebei tuae Israel”. Porque ya el mundo para mí no tiene más valor que el de ganarlo para tu amor.
»Sí, bienaventurados de espíritu, los que lo tienen desapegado de toda clase de falsos bienes, como lo son los que aquí abajo en cuanto dejan de servir como escalón para subir a Dios; desapego a las riquezas, desapego a los honores, desapego al mismo concepto en que lo tengan a uno los hombres; desapego a la salud, a la fama, al bienestar, etc. Y claro es, siendo pobre de espíritu se es también manso de corazón porque nada de aquí abajo puede angustiar y herir al corazón que se ha cobijado en el del Señor. Y quien por ser pobre de espíritu tiene cobijado su corazón en el de Cristo necesariamente tendrá que llorar sus propias culpas y las de todos los hombres que fueron la causa de las tristezas de muerte del corazón de su Amado. Pero ese dolerse del dolor de Cristo le enciende en hambre y sed de que el amor de Dios sea conocido, alabado y servido; y al vivir ese inmenso bien de la amistad del Señor su corazón se compadece de los infelices pecadores y se llena de amor de misericordia hacia ellos; y este no vivir ya para sí, sino para los intereses, deseos y gloria de su Amado purifica su corazón y al ser sencillo su ojo todo él se hace luminoso y en todas partes ve las huellas de su Amado y en las almas las gotas de su Preciosísima Sangre redentora que le hacen llegar a aquella situación que cantó el místico poeta: Ya no guardo ganado ni ya tengo otro oficio que sólo el amar es mi ejercicio. Y como esa alma vive ya más en el cielo que en la tierra y no sabe de otra cosa que de hablar de Cristo a las almas para que éstas le rindan el justo amor que le deben, sufrirá persecución de cuantos aún no conocieron al Amor, porque amancebados con los falsos amores terrenos creerán que quiere importunarles en su goce, cuando lo que quiere es alzarles al gozo santo de Dios, en comparación del cual todos los demás son nada.
»Vos estis sal terrae ... Vos estis lux mundi. Bendito seas Señor porque me llamas a ser sal y luz a mí que en otro tiempo fui podredumbre y tinieblas.
»Oración para hacer mis propósitos de Ejercios.
»”Sine me nihil … ”. “Quae placita sunt ei facio semper”.
Propósitos.
»1º ¿Qué me decidió a elegir el sacerdocio?
»Cooperar con todo mi ser a que sea conocido el amor de Dios a fin de que sea alabado por las almas y éstas, en ese conocimiento y alabanza, encuentren, su paz y su salvación.
2º ¿Qué me decidió a elegir el sacerdocio secular?
»a) La clara conciencia adquirida durante mis siete años de Presidente de la Juventud de Acción Católica Española de la urgente necesidad de sacerdotes seculares santos
»b) La mayor gloria de Dios, puesto que como sacerdote secular podría trabajar sirviendo a los 100.000 jóvenes seglares que presidía y a quienes quiso el Señor llamar a la santidad por su mediación».
3º ¿Qué le decidió a ofrecerse como hostia y víctima?
»La situación del Reino de Cristo en nuestro siglo y nuestra patria. Se le ama muy poco al Señor y, doliéndome de ese desamor, quiero amarle y servirle por los que no le aman ni le sirven a fin de ofrecerme en reparación al Corazón divino y de impetrar de Él, con mi vivir de víctima de caridad, que derrame nuevos torrentes de gracias que reduzcan a su amor a tantas libertades humanas que le resisten.
«Once años hace que me ofrecí como víctima y, pese a mis regateos y parones, no ha cesado el Señor de urgirme y de darme grandes consuelos cuando viví un poco a lo víctima, quedándome por el contrario triste y desolado cuando quería hacerme sordo a su llamamiento. Por otra parte, este fue el ideal que propuse a los jóvenes propagandistas del Consejo Superior, que me eran más queridos que las niñas de mi ojos ya que en ellos veía el medio eficaz para inflamar a toda la Juventud española en el amor de Cristo.
»Sin embargo, dejando a un lado triunfos y derrotas de la gracia en mi alma, es lo cierto que dentro de 33 meses, sino me suelto del Señor, llegará mi Ordenación Sacerdotal, y no debo subir al altar, para ser hecho miembro del Cuerpo Sacerdotal de Jesucristo, sino subo como Él lo hizo a la cruz: víctima de holocausto por los pecados de los hombres.
»Urge, pues, acertar en los medios y emplearlos.
»Para llegar a ser un sacerdote-víctima tengo que ser desde ahora mismo seminarista víctima. Mas ¿cómo entiendo el ser víctima?
»”Christus factus est pro nobis obediens usque ad mortem, mortem autem cruces”.
»Pero esta obediencia de Cristo contiene un doble aspecto: de libre elección y de libre aceptación. Cristo Nuestro Señor, en cuanto Verbo, con las otras dos Divinas Personas eligió libremente el modo de redimirnos, y Cristo Nuestro Señor, en cuanto hombre, desde el primer momento de su ser libremente aceptó el Plan de la Redención acordado por la Trinidad Santísima: “Ecce venio; in capite libri scriptum est de me, ut faciam voluntatem tuam”.
»Por lo tanto, mi vida de víctima debe tener también esta doble orientación:
»1º Libre aceptación del plan de mi santificación sacerdotal que tiene formado el Señor por medio de sus representantes mis superiores legítimos, con obediencia perfecta, aunque esa obediencia me lleve a la cruz más extremada.
»2º Libre elección, dentro del campo a que no abarque la obediencia, de las criaturas que más me identifiquen con Cristo crucificado. Porque sería necio creer que la sabiduría de Dios se equivocó cuando escogió los medios para redimir al hombre. Luego si esos son los que escogió Dios, esos son «los que mejor conducen para el fin que soy creado». Si la cruz es donde se nos revela la caridad de Dios, en la cruz hay que aprenderla y desde la cruz hay que predicarla para que pueda ser entendida.
»Ahora bien, lo que me asegurará cumplir la vocación de víctima es la oración y la mortificación. La oración porque ella me hará ahondar en ese conocimiento de la caridad de Dios que arrebata el alma en amor no dejando ya en ella más que un afán y un deseo: que el Amor sea amado.
»Y la mortificación, porque cuando a ella se va para identificarse con Cristo crucificado, es también oración. Oración, porque el Maestro desde la Cátedra y con el lenguaje de la cruz es como comunica a sus amigos (jam non dicam vos servos, sed amicos) la ciencia del amor divino.
»Y como contrafuerte que asegure esos dos baluartes del alma, el examen general y particular.
Oración.
»Además de la reglamentaria, una hora, como mínimo, previa autorización del Director Espiritual.
»La oración irá encaminada a adquirir el espíritu de oración y la continua presencia de Dios. Para ello le pediré al Señor que me conceda ver todo lo que me rodee en la Verdad, o sea en los pensamientos de su Corazón, a fin de que habiendo aprehendido en su Corazón el amor que Él tiene a mi madre y hermanos y a mis superiores y hermanos de Seminario y a todos mis prójimos, el amor que Él los tiene, viva en mí y rija todos mis pensamientos, obras y operaciones.
Mortificación.
»1º Capítulo: Obediencia
»Disciplina
»Ver en los superiores a Dios y, por lo tanto, tener para con ellos sumisión y obediencia amorosa y perfecta. Confianza con ellos como de hijo a Padre.
»Reglamento
»Es la voluntad manifestada de Dios. Observarlo con amor en todos sus detalles mientras que por motivos de salud no sea exceptuado en alguno de sus extremos.
»Estudio
»No desperdiciar ni un minuto. Una vez que haya tanteado si me sobra algún tiempo después de haber estudiado las materias del curso, aconsejado por el Rector y por el Director, hacerme un plan de lecturas de obras que completen mi formación sacerdotal. Aprovechar bien el tiempo debe ser el empeño principal de mi oblación de víctima, pues desde que accedí al llamamiento del Señor ya no me pertenezco a mí mismo, sino a Cristo y a las necesidades de sus almas.
»El despacho de correspondencia lo dejaré para las horas en que la Comunidad esté de paseo si sigo dispensado de él.
»Seminaristas
»Por la misericordia del Señor ya los amo apasionadamente en el Corazón de Cristo; ellos, los novicios y los sacerdotes seculares y regulares, han sido, siempre que lo he vivido, el término primero de mi oblación de víctima. Pues vivir crucificado en el Corazón de Jesucristo, para que aumente la santidad de su cuerpo sacerdotal, es amar por el ministerio de cada uno de ellos a todas las almas de la tierra que el Señor les confió.
»2º Capítulo: Mortificaciones de libre elección
»a) Consultar con mi médico (bajo secreto profesional) cuantas y cuales mortificaciones o penitencias exteriores puede resistir mi naturaleza.
»b) Con este cuadro de mortificaciones posibles le pediré a mi Director Espiritual que me haga un plan progresivo de mortificaciones exteriores e interiores, a fin de vivir siempre en cruz.
Exámenes.
»El general y el particular hechos a la luz de la sentencia de S. Juan: «ipse prior dilexit nos» Es decir, ver siempre primero las manifestaciones de su amor que Jesús ha querido hacerme durante el día para después ver en que forma correspondió mi libertad a su gracia.
»El particular sobre el ofrecimiento de todas mis obras del día por la santificación de los sacerdotes y aspirantes al sacerdocio y por la salvación de las almas que incesantemente se presentan ante el Señor.
»Omnia possum in eo qui me confortat» [2].
Meditaciones de la tercera semana: La última Cena
»“Desiderio desideravi hoc pascha manducare vobiscum antequam patiar” (Luc. XXII-15).
»Mi Dios hecho hombre deseó con deseo ardiente comer esa Pascua de su Pasión en la que se abrazaría con todo el dolor humano para pagar nuestros pecados y declararnos su amor y en la que instituiría el Sacrificio, el sacerdocio y el Manjar de su Cuerpo y Sangre para que pudiéramos crecer en su Vida divina.
»Y yo, ¿he deseado con deseo comer de su Pascua de Pasión?
»Y yo estuve allí, en el Cenáculo; estaba en los pensamientos de tu Corazón; y ¡cuánta pena debí de causarte viéndome caminar hacia tu altar con tanta inconsciencia de la santidad que requiere el sacerdocio a que me llamas! Tú hambriento de darte a mí en comida y yo tan desganado del manjar que me ofreces […]: el mismo cuerpo tuyo que por mi amor entregaste a los tormentos y a la cruz; tal y como estaba en la cruz es el que me entregabas en alimento. Y yo, aunque lo comía, como era con desgana no saboreaba el dulzor de tus llagas, no me daba cuenta que tus llagas las abrió tu amor infinito a mi pobre alma y así no me hacía llaga de amor, ni me abrazaba de verdad a la cruz.
»Pero tú […] me seguiste amando a pesar de mi necedad y de mi inconsciencia y para despertarme de mi falsa paz me dejaste caer para levantarme enseguida y besarme con mayores muestras de amor, pues de tal forma me urgió tu gracia que me trajo a Ejercicios para que aquí a solas contigo viera toda mi miseria y me abrazara lleno de congoja, contrición y de pena a tus pies para que con tu Preciosa Sangre me lavaras.
»[...] Este sentir que todavía me llamabas hijito desató los torrentes de mis lágrimas. No te decía nada; pero lloraba y lloraba a tus pies con un amor nuevo, nunca sentido, hacia a ti, que así, sobre tu seminarista ingrato, derramabas los torrentes de tu amor misericordioso.
»Y pedí a tu ministro que volviera a acogerme en el santo tribunal de la penitencia para mostrarte, Señor, en prueba del profundo dolor que me causa la ofensa que te inferí, toda la vergüenza de mis llagas. ¡Y bendito Jesús!, me perdonaste; sentí correr sobre mi alma la fuerza purificadora de tu Preciosísima Sangre y volví a llorar mucho con lágrimas de amor y de dolor agradeciéndote ese amor infinito que me muestras a mí tan indigno de tu amor.
»Luego fue verte en Getsemaní, también estuve en tu Corazón y fui causa de tu pena, pero también de tu consuelo pues el ángel que tu eterno Padre te envió te mostraría estas lágrimas que anegan el alma que tú amas y que brotan por el amor que tú con tus poderes te alcanzaste del Padre.
»Y cuando te oí decir: “Amice, quid venisti?”, me abracé más a tus pies y te dije: “A llorar a tus pies y a pedirte que me des un amor loco a tu cruz”.
»Y seguí viviendo en tu Corazón toda esta horrible noche de tu prendimiento. La bofetada ante Caifás, el que te llamaran blasfemo, a ti Hijo de Dios, las negaciones de Pedro, las salivas, golpes y burlas de los secuaces del Pontífice, y tus ojos con una mirada más tierna y amorosa que la de la mejor de las madres me decían: Todo esto, hijito, lo padecía pos mostrarte mi amor, para que me amaras a mí y te cobijaras en este Corazón, que con deseo deseó ser el refugio de tu alma amada. Y aunque eras tú mismo el que con tus culpas movías, todas aquellas manos que me hirieron, en un despreciado y loco afán de que te dejara de amar y de querer apegarte a la muerte de tus pecados, yo te seguí amando, porque sabía que mi amor todo lo puede y que un día caerías a mis pies hecho dolor y lágrimas para entregarte a mi amor.
»Y así fui a recibirte a la Sagrada Comunión hambriento de entregarme a ti a tu cruz para que puedas hacer de mí lo que tú quieras que sea» [3].
«Veni Sannte Spiritu …
»No pude seguir más; con sólo pensar en ese amor de la Trinidad Santísima, que no reparaba en venir a mi miseria, empecé a deshacerme en lágrimas y daba gracias al Padre que me envió a su Hijo para que me redimiera, y al Hijo que por amor del Padre no reparó en borrar con su Sangre Preciosa y Purísima toda la asquerosa basura de mi alma, y al Divino Espíritu porque por amor al Padre y al Hijo se abajaba a este abismo de miseria para llenarlo de amor hacia ese Dios Trino y Uno, Bendito y Santo, que había amado así a su ingrata y miserable criatura!
»Y te llevaron mis culpas y mis pasiones ante Pilatos. “Mi Reino no es de este mundo” dijiste […]. Y Pilatos, que te preguntó: Quid est veritas? Se volvió a oír a aquella turba de pasiones, concupiscencias y de odios. Ahora me haces comprender que la única verdad es tu cruz, porque en ella es donde nos has revelado que Dios es caridad.
»Y fuiste llevado ante Herodes, me llevabas a mí en tu Corazón y conmigo toda tu tristeza y angustias de muerte que nos mostraste en Getsemaní, porque tú veías a través de todos los siglos cómo iban a ser apreciadas esas admirables muestras de amor de tu Corazón santísimo y veías cuantísimas almas habían de rechazar tu amor y cuantísimas no iban a saber siquiera que tú habías muerto de amor por amarlas.
»No te dignaste hablar ni mirar a Herodes; pero a mí sí, a mí me besaron tus ojos y esa mirada tuya me abrasó en dolor y en amor.
»Y de nuevo ante Pilatos. Sus débiles intentos para arrancarte al odio deicida son baldíos; mandan que te azoten.
»Desnudo y atado a la cruel columna y por mis pecados; y te azoto despiadadamente hasta que tu cuerpo es una horrible llaga; pero ¿qué sientes tú de mí mientras descargo sobre ti el odio de mis malditas pasiones? Amor, amor infinito, cada una de esas llagas que te abren mis pecados tú las ofreces al Padre como propiciación por mis pecados. ¡Dios mío, qué cruel he sido contigo, merezco tu odio y me amas, me amas hasta querer hacer de mí tu sacerdote!
»Pero ¿qué siente tu corazón? ¡Un asco y un hastío inmenso! Veinte siglos de Cristianismo y ¿qué hay ahora por todas esas playas y piscinas de la tierra? Desnudeces, obscenidades y lujurias, concupiscencia de la carne, paganismo horrible. Que tú fuiste azotado cruelmente, ¡qué le importa eso a los que se llaman cristianos! Es horrible, pero si se les presentara ahora el recuerdo de tu flagelación, cuantísimos que dicen confesarte nos dirían: Déjenos de tonterías, eso es una exageración de la leyenda judeocristiana, total 39 azotes no es para tanto, además esto es muy conforme con las exigencias de la naturaleza.
»Gracias Señor que todavía me haces ver más claro que para reducir a tu amor a esta humanidad no hay otro medio que expiar en mi todas tus llagas para que así vean y crean.
»¡Ecce Rex vester. Tolle, tolle crucifigam. Non habemus Regem nisi Caesarem! Es la contestación que dan siempre las pasiones. Pero yo ahora en que con tu caridad infinita has aquietado mis pasiones te elijo por mi Rey así y tal como nos los presenta el Espíritu Santo por boca de Pilatos: coronado de espinas, macerada la carne en penitencias, con las manos atadas por el amor infinito que nos tienes, y te renuevo mi petición de que me vistas pronto, muy pronto de tu mismo uniforme.
»Ibis ad crucem.
»Al fin se ensancha tu Corazón que vivió siempre en apreturas y ansias de mostrarnos tu amor en espera de ese momento. Señor Jesús, que quieres comunicarme todos tus bienes, comunícame tu hambre de cruz y dámela para que me enclave en ella y así me nutra tu amor.
»Y te seguí camino del Calvario, aunque bien sé que si ibas al calvario era porque me refugiaste en tu Corazón.
»Cómo te hicieron caer mis caídas y sin embargo besaste mi tierra para alzarme a tu cielo.
»¡Oh María!, pues tanto padece tú Hijo por amarme, acógeme en tu regazo para que siendo fiel a Jesús hasta la muerte no sea ya más causa de vuestra mutua agonía.
»¡Cómo sufriste por mí al encontrarte a Simón de Cirene ... ! Hace once años que te ofrecí ser tu cirineo y creo que nunca llegué a serlo; pero tú, piadoso Jesús, no dejaste de serlo para mí ni un solo momento.
»Paño de la Verónica quieres tú que sea mi alma, déjame que te abrace, ¡oh Jesús!, aunque se me claven en el alma todas las espinas que te punzan y se me apeguen los desprecios y burlas que afean tu divino rostro. Si me dejas, Jesús, mi alma será copia de tu Santa Faz de Redentor.
»Nuevamente en tierra. ¡Cómo te hacen desfallecer las almas que te abandonan y las ingratitudes y traiciones de los que prometemos por amor tuyo servirlas hasta la muerte y muerte de cruz!
»¡No lloréis por mí, sino por vosotras y vuestros hijos! Tienes razón, Señor; tú siempre la tienes, que es mi alma y sus pecados la causa de tu sufrir. Ya no puedes más: una humanidad que apostata de ti te hace caer. Levántame hasta tu cruz, hazme brazo de ella para que sirva a tus deseos redentores.
»Despojado de tus vestiduras. Otra vez expuesto al ludibrio de la plebe. Esa vergüenza y confusión fui yo quien la merecí; pero tú amaste tanto a tu verdugo que me cobijaste en tu Corazón y sufriste tú la vergüenza de la desnudez de mis culpas.
»No son los clavos, Señor, los que te atan a la cruz, sino tu amor infinito y así en cuanto desde lo alto de ella dominas a todos los siglos, utilizas el mismo mal que te causamos para lograrnos el bien del perdón del Padre. “Padre, perdónalos, que no saben lo que se hacen”, dices. ¿Y cómo el Padre que tiene en ti todas las complacencias te va a negar en la agonía que sufres por su respeto y amor lo que le pides?
»¡Qué lección la del buen ladrón!: “Siquiera nosotros padecemos lo que merecimos; pero este justo ¿qué mal hizo?” “Señor, cuando vinieres en tu Reino acuérdate de mí”. Eso debo decir yo también cuando me repugne la cruz: yo la merecí, pero Jesús no y la pasó antes que yo y sufrió más que yo ... Y también dirás, hoy estarás conmigo en el paraíso. Porque esa aceptación me abrirá el alma al conocimiento de tu amor.
»“Mujer ahí tienes a tu Hijo”. Señora lo dice tu Jesús: “¡Tu hijo!”, tu hijo, vil, ingrato y fratricida; pero tu hijo. Acógeme en tu regazo y reengéndrame para Jesús a fin de que ya no viva sino para extender el conocimiento de su amor.
»“Ahí tienes a tu Madre”. Madre, perdóname, te arrojé de mi lado al pecar; pero es la gracia de Jesús la que me trae hasta ti bañado en lágrimas de arrepentimiento a fin de que tú me guardes.
»¡Dios mío! ¿Por qué me has desamparado? Porque tú, oh Jesús, no quisiste desampararme a mí, pecador, del amor tuyo.
»“Sitio”. Cómo resonó en mi alma tu queja. ¡De tantas cosas tienes sed, oh Jesús! Pero creo que lo que más quieres es que yo beba en la llaga de tu cruz … sacratísimo el amor infinito que me tienes y tienes a las almas.
»“Consumatum est”. Todo cumplido, todo pagado, hasta el último cuadrante de mi deuda y la de todos los hombres. ¡Señor, antes de que entregues tu Espíritu al Padre, déjame que me sumerja en ese Corazón que por no soltarme está en agonía, así moriré contigo a mi hombre viejo y tú me harás resucitar a vida de apóstol!