Extracto de escrito sobre Manuel Aparici enviado por Carlos Peinó Agrelo bajo el título "Vocación, Seminario, Ordenación Sacerdotal y Salamanca". Según su Diario Espiritual y otros escrito y testimonios
(1941-1950)
CURSO 1946/1947
(Desde el 1/10/1946 hasta el 31/5/1947,
fecha de su Ordenación Sacerdotal).
Quinto día de Ejercicios
Meditación de los Binarios
«La verdad es que el Señor ha querido producir por mediación de mi miseria una fuerte corriente de espiritualidad y de ansias de santificación en la juventud de mi Patria.
»Pasan del medio centenar las vocaciones sacerdotales que Él ha suscitado valiéndose de mi miseria como de instrumento inmediato y se acercan a dos millares las que suscitó utilizándome como instrumento mediato. De otros grupos de almas han surgido: los restauradores de la Orden Jerónima, vocaciones misioneras como las de Gabriel R. Llanos y Ángel R. Carrasco y Carmelitas descalzas como Carmen Rivera, quien dice que la lectura de los discursos que Él me hizo pronunciar le han llevado a la entrega total; además de estos casos están los mártires y los que todavía en la Juventud de Acción Católica hambrean que se les ayude a la máxima entrega; aquí mismo tengo a Mauro, Miguel, Ricardo, José Luis Benito y Guillermo Gesta en quienes lo que el Señor me hizo decir influyó extraordinariamente.
»La aspiración que el Señor me hizo proponer a los que la gracia me hacía desear que fueran como el modelo vivo en que pudieran copiar todos los jóvenes fue: “ser hostia y víctima que en todo momento se ofrezca al Señor por su reinado en el corazón de los jóvenes”.
»El lema que Él me hizo adoptar y que propuse a la Juventud de Acción Católica que presidía, por medio de los propagandistas, fue: “Sitio”.
»La Vanguardia de Cristiandad tantas veces predicada.
»El ser peregrinos de un camino eterno de santidad.
»Mi diario pedir a María que me alcance la gracia de vivir totalmente concrucificado con Cristo como víctima propiciatoria por la mayor santificación posible de mis hermanos de Seminario y todos los seminaristas y novicios y sacerdotes de la tierra, por la santificación de mis familiares y todos los miembros de la Acción Católica y la conversión del mundo infiel y de todos los pecadores a fin de que por su mediación alcancen los frutos de la Redención y resplandezca el amor del Padre por Jesucristo en el Espíritu Santo.
»La proximidad del orden del subdiaconado, que me constituirá en orante oficial por la Iglesia y no sólo la actual o militante sino también la potencial, la que Cristo, mi Señor y mi Amado, llevaba en las ansias infinitas de su Corazón santísimo.
»Todo me dice lo mismo, todo son voces de Dios que me pide que ahora y aquí empiece mi total crucifixión.
»Es verdad que este propósito lo vengo haciendo desde los Ejercicios de Aranjuez en 1941, en todos los Ejercicios a que me llevó la gracia del Señor, y que aún no he llegado a ella; pero, a pesar de eso, la gracia de todos esos Ejercicios no ha sido estéril en mí. En 1941 se trataba de arrancarme del corazón la Presidencia de la Juventud y lo carnal del afecto a mi madre que me hacía dolerme del dolor que mi separación habría de producirla; costó, pero, con la gracia de Dios, se cumplió.
»En los Ejercicios de 1942 se trataba de hacer elección, con arreglo a la cruz de Cristo, del Seminario en el que había de ingresar y de hacerme, o mejor adquirir, unos criterios de fe a cuyo través ver el mundo del Seminario. El Señor me hizo ver que el Seminario de Madrid era donde iba a encontrar la cruz mayor. También costó, pero también, con la gracia de Dios, se cumplió.
»En los Ejercicios de 1943 y 1944 se trataba de hacer vivos y operantes aquellos criterios de fe adquiridos en los Ejercicios de 1942. Y, gracias a Dios, su caridad para con todos los de la casa: superiores, profesores y hermanos, vive en mí. De tal modo Él ha dado luz a mi alma que cuando cualquiera de ellos entra en el campo de atención de mi espíritu lo primero que ve es que Dios le ama infinitamente y normalmente ese amor que Dios les tiene regula mis actos.
»En 1945, los Ejercicios de Aranjuez tenían por principal fin pedirle al Señor que me sacara de la tibieza en que empezaba a caer y que me hiciera llorar mis dos pecados de aquel verano. De tal forma me hizo ver lo que apenaba a su Corazón tantísimo aquellos dos pecados de su infeliz e ingrato seminarista que, en reparación de mis culpas, me ofrecí a Él como víctima propiciatoria por la santificación de seminaristas, novicios y sacerdotes. Y como principal objetivo de mi crucifixión propuse intensificar la oración llegando a la hora y media como mínimo y hacer lo más perfecta y alegre posible mi obediencia en cuanto al estudio y la disciplina. Estos propósitos, aunque apuntando siempre a la crucifixión total, los renové en los Ejercicios del Seminario del mismo año y en los retiros de la tonsura y las Órdenes menores.
»Ya me costaron menos, porque su gracia durante el pasado curso fue extraordinaria y durante el curso los cumplí; es verdad que el verano aflojé bastante descuidando casi totalmente el estudio y poniéndome en peligro con la lectura de algunas novelas policíacas; pero ya antes de empezar el curso su gracia me levantó y me mantiene en dos horas de oración y en un estudio intenso que le busca a Él solamente.
»Luego, en estos Ejercicios de ahora el propósito debe ser llegar ya a la crucifixión en todos los detalles. Porque si es verdad como escribí hace algún tiempo en una de mis notas, que la santidad no está en los detalles sino en unirse a Dios por la caridad, también lo es que cuando la caridad es intensa busca agradar a Dios hasta en los mínimos detalles; y sería absurdo que sintiendo en la oración que mi pobre corazón es cada vez más pequeño para poder alabar y amar a Dios, que a cada momento se me aparece como más infinitamente amable y queriendo, por tanto, completar mi pobre amor con todo el que le tienen todos mis hermanos en vocación y todas las almas santas de la tierra, sería absurdo, digo, que tomara en las manos de mi fe y mi caridad el amor que le tienen todos sus escogidos y no pusiera yo nada mío en la vida de ellos. Sólo podré ofrecerle con honradez el amor de toda la Iglesia cuando mi vida toda en cruz se la ofrezca enteramente a Él por la santificación de esa misma Iglesia. Entonces cuando sea todo de Cristo y de su Cuerpo Místico, todo el amor de Cristo y de su Cuerpo Místico será mío y podré ofrecérselo al Padre en el Corazón de su Cristo por la gracia del Espíritu Santo.
»Y como éste es precisamente el ideal de sacerdocio que Él ha puesto en mi alma y la Ordenación Sacerdotal está ya muy próxima, desde ahora tengo que vivir la total crucifixión.
»Ciertamente que no pongo la perfección en fumar o no fumar, pero el instinto de la fe, el “sensus Christi”, me dice que este pequeño sacrificio, pequeño por lo que es en sí, pero duro por lo fuertemente arraigado del hábito, me ayudará muchísimo en el resto de la crucifixión, puesto que me servirá de testigo de mi generosidad para con Dios. Y como al mismo tiempo tiene que morir mi yo, sólo para el Director Espiritual habrá de ser conocida la causa de esta mortificación; para los demás lo será evitar el catarro crónico del fumador.
»Claro es que estos propósitos son complemento, coro-nación y detalle de los concebidos en Ejercicios anteriores, de tal forma que el examen particular lo centraré en cómo he vivido a lo víctima, con todo lo que esto supone de manifestación del amor divino, todos los momentos del día.
»Y ahora ya no me resta más que agradecer con toda mi alma al Señor que me haya escogido para manifestar su amor a las almas de manera semejante a la de Cristo: por la cruz y en la cruz.
»Y dándole gracias, confiar en Él que me ama infinitamente y que no me dejará que se conviertan en vanidad estos propósitos que su gracia me ha hecho concebir.
»Y el día de Cristo-Rey renovaré mi voto de víctima.
Meditación de la despedida de Jesús de su Madre Santísima
para comenzar su vida pública
«Y llegó el momento decretado por la Trinidad y Jesús dejó a su Madre ya viuda por mí.
»¡Cuál no sería el dolor de Jesús y de María! Su madre viuda y sola. Él su único apoyo, protección y cariño. ¡Cómo sufriría el Corazón de Cristo hasta que se lo anunciara!
»¿Qué dejaba Jesús y qué iba a encontrar? Dejaba a María, la Madre más santa de la tierra; dejaba su hogar, testigo de tantas pruebas y alegrías; dejaba una posición ya creada y un modo de vivir.
»¿Y tras de qué iba? Tras de la pobreza y de vivir de limosna y ¡qué mala cara se suele poner a un hombre fornido de 30 años que pide limosna!; iba tras de unos hombres que no le habrían de comprender, tras de unas turbas que le pedirán pan terreno; pero que luego le pospondrían a Barrabás y le blasfemarían en la cruz; tras de unas almas que le íbamos a despreciar y a regatear la entrega ...
»Parece una locura; pero no lo es, o mejor dicho lo es de amor al Padre; porque, como dice el Apóstol: “lo que hace brillar más la caridad de Dios es que entonces mismo cuando éramos enemigos suyos y estábamos todavía en pecado al tiempo señalado murió por nosotros”.
»Y todo eso lo hizo por mí, para comunicarme su Bien, que era aquel conocimiento perfectísimo que el alma de Cristo tenía del amor de Dios.
»Y ahora bien, después que su gracia me hizo triunfar en pruebas algo semejantes a las suyas: dejar a mi madre anciana y viuda; dejar mi posición social y medio de vida para ponerme en brazos de su Providencia ¿me detendré por pequeñas complacencias con este barro que en pocos años se ha de desmoronar?
»No; hora es ya de romper estos hilillos que le impiden a mi alma volar hasta el Corazón del Amado. Él lo quiere y ya no puedo tener otro querer sino el suyo.
»Señor, no te puedo entregar el corazón porque hace tiempo que me lo tienes robado; pero te pido que todo lo que haya adherido a él que no sea de tu agrado lo quites sin compasión. Ten Señor compasión, como la tienes, de las almas que me esperan y corta y hiere cuanto, como y cuando quieras pero hazme un corazón según el agrado del tuyo. Amén».
Meditación sobre el amor que Jesús nos manifiesta en la Eucaristía
«El amor sólo piensa en el bien y utilidad del amado, y Jesús, que es el Amor, vio que nuestro bien requería que Él muriera en cruz; pero al mismo tiempo íbamos a precisar de Él como alimento, como a amigo fiel a quien se le confían todos los secretos del alma y cómo a víctima propiciatoria que desarmara a la Divina Justicia justamente airada por nuestros pecados. Y Jesús, Divina Sabiduría, inventó quedarse en la Eucaristía como alimento, como compañero y amigo fiel en el Sagrario y como víctima propiciatoria en el Santo Sacrificio de la Misa.
»Como alimento, porque el Amor se alimenta de los besos y la unión con el Amado y busca fundir en uno los dos corazones y quiso comernos a fuerza de besos en la Eucaristía para hacernos uno con Él y apoderándose de nuestras flaquezas, si humildemente se las entregamos, para trocarlas en su propia fortaleza.
»En el Sagrario se quedó para que nunca nos sintiéramos solos; Él sabía que nos habría de rodear el frío de la incomprensión y de los egoísmos y que nuestro pobre corazón necesitaba calor de amistad de un corazón humano que nos pudiera comprender y se quedó Él real, verdadera y substancialmente presente en el Sacramento del Altar en el que si bien no puede realizar las operaciones que necesitan de la extensión, puede sí las del alma que son conocer y amar.
»Y vio también todos nuestros regateos y nuestras ingratitudes e infidelidades y hasta caídas y para satisfacer la justicia del Padre se quedó en hábito de víctima diciendo: ¡Padre perdónalos que no saben lo que se hacen!
»Y además nos escogió a nosotros para ministros de su sacramento o misterio de amor.
»Gracias, Señor, que hoy me has pedido que me dé a ti casi con las mismas palabras con que hace ocho años me ofrecí.
»Quieres que sea hostia, blanca y pura; que este pobre grano de trigo de mi vida se desmenuce en harina entre los dedos de tu Providencia Divina, que son mis superiores, hermanos, libros, acontecimientos, deberes y que esa harina la amase con lágrimas, con lágrimas de dolor al ver que tu amor no es conocido de los hombres y que esa masa la cueza en el fuego de la caridad que tú pones en mi alma para que desde el día de mi Ordenación Sacerdotal sea hostia contigo.
»Para ser también alimento de las pobres almas, alimento con mi sacrificio y mi oración y mi ejemplo y la doctrina que tú les des por mi boca, alimento como el pan que es para todos, pero como el Pan tuyo que haciéndose todo a todos nos gana a todos para ti.
»Pero también víctima para que viviendo crucificado contigo todos los instantes de mi vida, el Padre, al verme tan ganado por tu amor, para que ese amor tuyo que le manifiesta y da a conocer a Él sea más y más glorificado, derrame contigo la plenitud del Espíritu Santo sobre todos tus sacerdotes y seminaristas y así estos ganen para la alabanza de la gloria de tu gracia a todas las almas de la tierra.
»¡Señor, tú lo puedes todo, hazme hostia de alabanza de la gloria de tu gracia, en tu misma cruz!» [1].
Sexto día de Ejercicios
Meditaciones sobre la pasión del Señor
«Nos dice el Director: Para cumplir vuestros propósitos de dejaros hacer en las manos del Señor necesitáis firmeza de carácter. A este fin debéis de encaminar vuestras meditaciones sobre la pasión del Señor.
»Pero Balmes dice que la firmeza de carácter es producto de dos factores: de una voluntad enérgica y de una inteligencia clara que ha aprehendido con toda la nitidez posible una verdad que para la voluntad tiene razón de Bien Supremo. Ergo tendré firmeza de carácter en la medida en que mi fe sea viva y robusta, es decir, en la medida en que el don de entendimiento, el de sabiduría y ciencia me hagan perceptible que la gloria de Dios es el Supremo Bien.
»Luego propósito esencial debe ser la oración y el examen ya que éste es el consejo del Señor: “Vigilate et orate”».
Sitio
«La soberbia de la vida por boca de Caifás y del Sanedrín te ha condenado como blasfemo; la concupiscencia de la carne ha despreciado tu austeridad y te ha condenado como loco por boca de Herodes y la concupiscencia de los ojos por boca de Pilatos te condena por sedicioso.
»Y estás en la cruz crucificando: la sensualidad y sensibilidad de nuestra naturaleza hecho llaga de dolor; y la honra dejándote insultar hasta por un ladrón homicida que a tu lado padece; y tu Corazón con la crucifixión de tu Madre; y tu libertad cosido con duros clavos a la cruz.
»Ya inclinas la cabeza y entregas tu espíritu al Padre. Has muerto, nada puedes decir y, sin embargo, hablas, con palabra sin sonido, todo tú te has hecho boca, que tu cuerpo roto es una inmensa llaga y por los labios de todas tus heridas se te escapa tu queja: “Sitio”. Tú amas infinitamente, como el Padre te ama a ti, y quieres comunicar tu Bien, ese conocimiento tuyo del amor del Padre, a todos los que amas, a todos los hombres.
»¿Y qué saben del amor del Padre que tú intentas declararnos los hombres de este siglo en que tu amor me ha traído a la existencia ... ?
»Mil cuatrocientos millones de hombres que nada saben de tu amor y el del Padre; ni siquiera saben que existes y que por ellos diste tu vida en una cruz muriendo de amor por ellos.
»Trescientos millones de herejes y de cismáticos que si conocen tu nombre, desconocen tu amor; porque tu amor como infinito todo lo unió en ti y ellos están separados en multitud de sectas y nada quieren con la Iglesia tuya.
»Cuatrocientos millones de católicos que, aunque miembros de tu Iglesia, tampoco conocen tu amor y el del Padre; porque si lo conocieran ¿cómo sería posible, ¡oh Señor!, que no se amaran entre sí?; ha habido dos guerras terribles en veinticinco años y sigue una horrible guerra civil o lucha de clases en todos los países y no hay más que odio sobre la tierra.
»Pero siquiera Señor ¿Conocen esa inmensa sed tuya de darnos a conocer el amor del Padre tus cuatrocientos mil sacerdotes? Temo que no; porque si la conocieran ¿cómo no se desvivirían por satisfacerla, haciéndose de verdad humanidad complementaria para que crucificada contigo fuera inmensa boca que declarara tu amor?
»Pero ¿y yo? ¿Conozco tu sed? Tu sed, Señor, creo que he empezado a conocerla; pero bien poco me he aprestado a saciarla. Porque ¿cómo podré aprehender el amor que tú intentas declararme con ese lenguaje de tu cruz que enclava y mata la sensibilidad y sensualidad, la honra y el deseo de estima, el corazón y la libertad si yo no me enclavo contigo y crucifico todo mi ser para así, con el dolor de la carne rota y desecha, aprehender ese amor que con tu carne llagada me declaras, y con la amargura del deshonor, la deshonra y el oprobio no paladeo la infinita dulzura del amor tuyo que por mí te llevó a abrazarte con el menosprecio hasta del desecho de la plebe, y con la tortura de todos mis afectos más santos no barrunto siquiera la tortura del Corazón tuyo que agonizaba de amor ... ?
»Señor Jesús, yo quiero saciar tu sed; quiero ser llaga de penitencia para que así, al par que desahogas tu Corazón en el mío, pueda sufrir en mí para declarar a las almas de mi generación el amor que las tienes.
Meditación de la Resurrección
«[...] Oh Señor!, por medio de tu representante, el Rector, me anunciaste por medio de tu Vicario en mi Diócesis, que es tu voluntad hacerme sacerdote tuyo en el próximo junio.
»¡Oh Señor, qué infinita caridad la tuya! Es tu voluntad y como tu voluntad es mi santificación, me anuncias que en cuanto es de tu parte quieres ultimar tu obra en estos pocos meses. Confío en ti, que eres toda mi esperanza, y de tu amor espero también la gracia de una perfecta fidelidad y correspondencia a las gracias que quieres concederme. Tú lo sabes bien, de mí soy basura y miseria; pero tú que hiciste de un Saulo un San Pablo y de un Agustín un San Agustín, puedes hacer de este gran pecador un loco de tu amor. Eres omnipotente y me amas infinitamente, pon al servicio de tu caridad tu también infinita omnipotencia y ata mi libertad a tu cruz para que, no poniéndote ella ningún obstáculo, puedas derra-mar el abismo de tus misericordias sobre el abismo de mi miseria; toma mi corazón y mi entendimiento y mi memoria y dame tu gracia y tu propio Corazón para que con Él te ame a ti y al Padre en el fuego y la luz del Divino Espíritu que los dos enviáis a mi alma para hacerla vuestro templo, ¡oh Beatísima Trinidad!» [2].
Finalizados los Ejercicios, resume así el mes de octubre de este año:
«Su gracia ha ido poniendo cada día cerco más apretado a mi alma.
»En las tres semanas que precedieron a los Ejercicios fue creciendo la sed de vivir víctima y mejorando aunque ligeramente la fidelidad.
»La semana de Ejercicios, un diluvio de gracias. En la semana última, siguiente a los Ejercicios, he tenido grandes sequedades en la oración, pero Él me hizo siempre darle gracias y decirle: Señor, ya que mi corazón parece que no ama, déjame el amor del tuyo para ofrecértelo, pues quiero amarte con tu mismo amor.
»He ido difiriendo el dejar de fumar, pero desde ahora empiezo y siento en lo más hondo del alma que Él me va a dar su gracia para serle fiel.
»Adelante, pues, apoyándome en Él hasta que llegue la total crucifixión» [3].
Expone a su Director Espiritual sus propósitos de Ejercicios y anota en su Diario:
«[...] Le parecieron bien [...] y me aconsejó que los meditara en la oración un día a la semana.
»La luz más alentadora que me ha dado el Señor en estos días ha sido hacerme ver la razón por la cual Él quiere que sea totalmente pobre de espíritu, despegándome totalmente de todo afecto a cualquier clase de criaturas [...]. Él me escogió para amigo íntimo suyo, para vocero de su amor, y está su Corazón en apreturas porque mi afecto a las criaturas le impide comunicarme ese conocimiento de su amor, que además preciso conocer para alabarlo y darlo a conocer a las almas.
»De ahí también su llamamiento a que me crucifique con Él, pues sólo en la cruz, cuando todo mi yo esté crucificado para las cosas criadas, podrá comunicarme cuanto Él quiere y podré cumplir los amorosos designios que tiene sobre las almas a las que quiere comunicar su vida y su amor por medio de mi sacerdocio.
»Luego si de verdad le amo y quiero que por parte mía no quede estéril ni una sola gota de su sangre preciosa tengo que empezar hoy mismo esa crucifixión total, puesto que sólo quedan 210 días para que su amor me confiera su sacerdocio» [4].
«El ritmo de intensidad de estudio y oración con la gracia de Dios se mantiene, aunque algún día me ha emperezado por la mañana; pero en la mortificación sigo igual, el cigarro aún no me he decidido a dejarlo, ni el café ¿Los necesito realmente?
»En cuanto al espíritu de oblación y de víctima, de él no hago casi examen; pues el examen lo enfoco más bien a ver si en cada una de mis obras estuve atento que el Señor quería darme a conocer su amor y le di las gracias. Creo que de esta forma crecerá más rápidamente la caridad en mí y me llevará ante la crucifixión que Jesús me pide. Aunque por otra parte si lo que le estorba a Él para comunicarme su amor es el apego que aún queda en mi alma a las criaturas, tal vez esto es lo que primero debiera quitar [...] y no sé si en estas mortificaciones me apegaría también al gusto de saber que al fin me mortificaba.
»Veo también que es conveniente que haga balance escrito semanal» [5].
Primer retiro después de Ejercicios
«Idea dominante del retiro: «removens prohibetes». ¿He puesto de mi parte todo lo que era necesario para quitar aquellos defectos que le impiden a mi alma conformarse a la imagen de Cristo?
»El retiro un juicio: Jesús el juez, yo el reo. ¿Qué has hecho en orden a los propósitos que mi gracia te hizo formular en Ejercicios, durante este mes que mi misericordia te ha concedido?
»El retiro para mi alma: Te amo, quiero hacerte semejante a mí en todo. Ven acá, quiero retirarte en mi Corazón. Quiero que repasemos juntos todas las gracias que he querido concederte. Quiero amontonar las ascuas encendidas de mi amor infinito sobre la cabeza de ese hombre viejo que todavía vive en ti y que como adversario mío intenta disputarme tu alma.
»Vamos a ver ¿Qué propósitos te hizo formular el amor mío que derramé en tu alma durante los últimos Ejercicios?
»Los tienes escritos. El propósito central era ser hostia y víctima que en todo momento se me ofreciera por la plena santificación de mi Iglesia. Pero yo te sugerí que ese propósito tenía que descansar sobre tres fundamentos básicos: la ora-ción, el examen y un creciente espíritu de mortificación.
»Sobre la oración, te dije que quería que moraras más tiempo en mi Corazón. Como mínimo dos horas diarias. ¿Lo has cumplido? Primero en cuanto al tiempo, después en cuanto al modo.
»Señor, lo cierto es que en cuanto al tiempo hasta la semana pasada, Sí, en ésta ya empezaba a flojear y algún tiempo me he hurtado a morar en tu Corazón.
»Ves hijo mío, amado mío, te has hurtado a mi amor.
»Señor, puesto que me amas, quiero con tu gracia resarcirte. Si te he hurtado, posible y probablemente, cinco horas, concédeme que devuelva, como Zaqueo, el doble, diez horas, que repartiré por medias horas durante veinte días.
»En cuanto al modo, algunas veces he dejado suelta a la loca de la casa, a esta pobre imaginación; de otros días estoy contento porque era tan árida que no podía decirte sino: “ya que nada siento, déjame tu propio amor para que con él te ame”. Y en general, Señor, tú me has enfervorizado. Es verdad que la preparo poco; pero también que cuando la preparo, luego, intervienes tú y no me dejas sino sentir tu amor.
»Veamos el examen: ¿sobre qué lo hacía? Señor, tú me dijiste que me amabas, que tenías previstas en tu providencia todas las gracias que querías concederme y creí que lo mejor que podía hacer era estar atento a tu acción en mí para darte gracias y entregarte mi libertad cooperando a tus deseos. Así, pues, sobre eso ha intentado versar mi examen: sobre si en cada una de las obras que tu amor y tu gracia me hace realizar me daba cuenta que estabas tú amándome. Digo he intentado, Señor, porque te confieso que he sido un poco flojo mi examen.
»Pero en esto, ¡oh Jesús!, no veo modo de reparar y de resarcir a tu amor, sino pidiéndote ayuda para que me hagas ver en todo aquello que nos dices por San Juan: “Ipse prior dilexit nos”.
»Te confieso, Señor, que muchas veces en mi estudio ha vencido tu amor; me has hecho sentir que el libro que tenía en la mano, o la clase a que asistía, era don de tu amor y gracia tuya; me hacías ver que los Santos Padres, los Concilios, el Doctor Angélico los habían ordenado los amorosos pensamientos de tu Corazón a librar mi alma de la muerte y en saciar mi hambre.
»Pero en otros muchos estudios me he dejado ganar por la rutina, por la velocidad adquirida y no he tenido un recuerdo para ti, dador de todos los bienes.
»Mas, con tu gracia, te prometo enmienda. Rezaré una oración, la que tú me inspiraste sobre la canción del trabajo al comenzar mi estudio.
»Y en espíritu de mortificación ¿has crecido?
»¡Ay, Señor!, en esto es en lo que peor me he portado contigo. Pese a haber dado tantas luces sobre la cruz, no he hecho más que tratar de hacer bien lo que tenía que hacer. Pero yo te prometo, al pedírtelo, ser llaga de penitencia. Es verdad que he llevado cilicio todos los días algún rato; pero ese necio hábito de fumar, nada he hecho por quitármelo.
»Te confieso, Señor, que no he puesto mucho interés. Creí, y tal vez me equivoqué, que era mejor atender sólo al principio a la oración y al examen» [6].
«La infinita caridad del Señor, que quiso retirarme a lo hondo de su Corazón para darme sus benditas quejas de amor, ha venido a ponerse más de manifiesto con la gracia de la vigilia de Adoración que hemos tenido en la noche del 23 al 24.
»Dos horas y media me ha tenido junto a Sí, dos horas y media declarándome su amor, dándome seguridades y confianza, diciéndome que a ese amor infinito que me tiene une su divina omnipotencia; que tenga paz, que si prometió no dejar sin recompensa ni un vaso de agua dado en su nombre, cuanto menos dejará de recompensar las horas que paso junto a Él, tanto más cuanto que la única recompensa que le pido es su cruz; que no es Él solo quien me ama, sino toda la Trinidad Santísima, que el Padre le envió para que me anunciara su amor y que como es inefable, por eso Él me prometió que, juntamente con el Padre, me enviaría al Divino Espíritu que con sus siete divinos dones de entendimiento, sabiduría, ciencia, consejo, fortaleza, piedad y temor del Dios me lo haría algo más inteligible; pero como aún así, mientras durara mi destierro, no podría conocerlo, que le había pedido al Padre, en su oración sacerdotal, que yo llegara a estar allí mismo donde Él está para que así, haciéndose El la forma inteligible de mi entendimiento, viera su gloria, la que en el Padre tiene desde toda la eternidad.
»Y hoy también es el X aniversario de mi hermano Félix María, el que fue instrumento de Jesús para llevarme a la Adoración Nocturna, después de haberlo sido también de mi ingreso en la Asociación Católica Nacional de Propagandistas donde su gracia empezó a urgirme.
»¡Bendito sea mi Dios y todas mis cosas, que después de haberte ofendido y despreciado tanto, así me llamas a tu amor y me prometes una eternidad para que, adorándote y amándote, te dé gracias por la infinita y maravillosa gloria de la gracia de tu amor!
»Espero en ti, ¡oh Jesús!, que me darás la gracia de la fidelidad a tus gracias para que llegue a ser una humanidad complementaria de la tuya» [7].
«Después de haber renovado los propósitos en el retiro y de haber derramado el Señor sus dones sobre mi alma en la vigilia de Adoración Nocturna, le he servido con desgana y flojedad martes, miércoles y jueves. Aflojé muchísimo en la oración y el estudio.
»Hoy su gracia me ha vuelto a Él. Aunque a la mañana por pereza dejé de hacer media hora de oración: luego Él me encendió en fervor en la oración y el estudio.
Mañana empieza la novena a la Purísima [...].