Viernes, 26 de septiembre de 2008

Carta a mi querido Teófilo del Padre Antonio María Hernández del Hogar Santa Rita, publicada en la revista "Como las Abejas" número 40, Julio - Agosto 2008.

CARTA A MI QUERIDO TEÓFILO

Mi buen amigo Teófilo: Paz y bien.

 

Al leer tu carta, varias veces, no salgo de mi asombro y me siento también yo invadido por la tristeza. Es muy fuerte, el problema tan espeluznante por el que estás pasando. Me has dejado con la mente en blanco. No me esperaba de ti un final tan duro. He sentido un profundo temor de publicar tu carta, y poner al descubierto, un problema, que llevabas tanto tiempo oculto. Sé que has ido al médico porque ya no tenías otra alternativa, ante la posibilidad de morir todo podrido en algún rincón del Mundo, apartado de la sociedad, y del entorno en que tú siempre te has desenvuelto.

 

Lo tienes muy complicado. Has dado este paso sintiéndote desahuciado, por tus antiguos amigos. y aún por tu misma familia, que no se esperaba que tú contrajeras esta enfermedad. Llevabas una vida, aparentemente normal, y ante los ojos de muchos, parecías una persona de bien. Ahora se ha puesto al descubierto todo y ya no puedes por más tiempo engañar a más nadie. Justamente, por querer ocultar, este problema, ante los ojos de la sociedad y de tu misma familia, has llegado a este estado actual, en que te encuentras, y que ya, como te afirman los médicos, es irreversible. Tenías que haber ido antes al médico: pero ya no podemos darle vueltas al pasado, porque no arreglamos nada, El médico del cuerpo ya no puede hacer nada, sino que tengas cuidados paliativos para evitar que sufras tanto.

 

Ahora se trata de arreglar lo que se puede arreglar, que es tu "Alma", también enferma gravemente; pero, que, a diferencia del cuerpo, aún se puede curar. Yo soy sacerdote católico y sé que tú, independientemente de la amistad personal, me quieres ver como sacerdote y aunque no me lo pidas, tengo que verte, mi buen amigo Teófilo, desde el mundo de Dios. Dejemos ahora aparte de si esta enfermedad, un tanto vergonzosa y horrible, es un castigo de Dios, por la vida tan indeseable que has llevado o por el mal que has hecho a tanta gente a quienes has engañado y le has dicho lo que no sientes y muchos de ellos, como me cuentas, ya han muerto y que tú no le pediste perdón.

 

Dejemos atrás las consideraciones sobre tu actitud, un tanto oscura, y oculta a los ojos de mucha gente que no te conocía en profundidad, y que tu postura haya sido durante muchos años un tanto hipócrita, incoherente, injusta y hasta repugnante. Dejemos, de momento, aparte, el considerar el tanto daño que hayas hecho a tanta gente que te creyó, y que nunca pensó que les estabas engañando y que sólo les estabas utilizando, fingiendo un amor que nunca tuviste. Dejemos, de momento, a un lado tu irresponsabilidad ante tu familia más cercana, ante seres queridos que jamás se les pasó por la cabeza tus enredos, tus mentiras y hasta defendieron más de una vez tu inocencia porque no les cabía en la cabeza que tu tuvieras una doble vida y que ahora van a descubrir tu falsedad.

 

Dejemos, de momento, aparte, las consecuencias nefastas de tu enfermedad y que, por ocultarla tanto tiempo, quizás otras muchas personas están abocadas a sufrir también esta horrible enfermedad, por un contagio que se pudo evitar. Dejemos, por el momento, las consecuencias de tu nueva situación, ahí, en el hospital, atado a una cama, solo, marginado y observas cómo, poco a poco, van desapareciendo de escena los amigos, aún aquellos que creías tus más incondicionales, y te hallas rechazado, justamente por las personas a quienes tu has hecho daño, físicamente y moralmente y que por culpa tuya se pueden perder para siempre. Centrémonos, pues, en lo que ahora podemos hacer positivamente.

 

Yo, como amigo sacerdote, quiero pensar en la salvación de tu "Alma", aunque tú, mi amigo Teófilo, hayas perdido la fe, y nunca hayas pensado ni en Dios, ni en el más allá, ni en el destino que te espera después de la muerte. Hay algo que es totalmente verdadero y serio y es que, a pesar de todo, Dios te sigue queriendo, porque sigue alargando días a tu vida. Todavía no ha perdido la esperanza y, aunque te suene a "sermón rayado", es cierto que lo más importante para Dios eres tú. Dios no siente asco de ti, ni huye de ti. Eres sencillamente su hijo.

 

Ahora tu cuerpo es casi inservible, ya casi no te ayuda en nada; pero aún conservas la cabeza bien y creo que es hora de que te tomes en serio, el problema de tú última etapa en este Mundo. Aún puedes hacer algo positivo. Acepta, como un regalo de Dios, aunque no lo entiendas y no como un castigo, esta cruel enfermedad que está carcomiendo, hora a hora, tu cuerpo.

 

Te aconsejo que hables con el capellán del hospital, que te ayude y te oiga en confesión. Háblale abiertamente sin ocultarle nada. Ponte en las manos de Dios, aunque no tengas fe y Dios no signifique nada en tu vida. Luego emprende una nueva etapa en tu vida. Pide a Dios perdón por el daño que has hecho, a tanta gente que has engañado, muchos de los cuales han muerto. Ofrécele a Dios, "a ciegas", esta situación dolorosa, y toda tu enfermedad, soledad, amargura, tristeza, marginación, en compensación por tus pecados y por los pecados de la humanidad y así Dios te irá dando cada día más fe e irás entendiendo más tu destino eterno.

 

Tú tuviste una buena madre. Aún recuerdas cuando, junto a tu cuna, rezaba el "Jesusito de mi vida". Ella sentirá un gran gozo de que acudas a ella, y te convenzas de que está en el Cielo por encima de las estrellas. Dios es infinitamente misericordioso, y no hay pecado por grande que sea, que no lo perdone, con tal que uno se sienta realmente culpable y reconozca sinceramente que le ha hecho mucho daño a El y a tantas personas que son hijos de El. Dios no es como nosotros, que no acabamos nunca de perdonar, recordando años y años, errores cometidos en otros tiempos. iCuántas veces he oído yo!: "Jamás le perdonaré lo que me hizo". "Le perdono; pero no olvido" y después de transcurrir un montón de años, vuelven a abrir heridas que hace tiempo estaban cerradas. Dios es distinto. Con tal de que le pidamos perdón en serio, automáticamente dejan de existir esos pecados. Jamás te los volverá a recordar. Dios perdona todo y siempre. Lo que quiere de nosotros es un sincero arrepentimiento y que le demostremos, cambiando de conducta y dando un nuevo giro a nuestra vida. Acuérdate de la Magdalena, o de la mujer adúltera, o de la historia del hijo pródigo, o la del ladrón en la cruz que reconoció su mala vida y su vida de pecado y en el último minuto, de la última hora, del último día de su vida recibió el perdón y el Señor, viendo su arrepentimiento de una manera impresionante, no sólo le perdonó y borró todo su pasado, sino que le prometió la entrada en el Paraíso, saltándose hasta el Purgatorio. Ese es nuestro Dios, mi querido amigo Teófilo.

 

Ahora, en ese hospital en donde te encuentras, tienes tiempo, más que suficiente, para echar una mirada a tu pasado, pedirle con transparencia perdón a Dios, y comenzar una nueva etapa en tu vida. Sé que ahora, te costará un poco, porque estás a muchos kilómetros de Dios; pero El lo que quiere de ti es transparencia, que ya acabes con tus engaños, que tu vida sea coherente, que dejes ya de hacer daño a más gente y aceptes la humillación de la enfermedad que tienes y piensa en que lo que aún te queda de valor en esta vida, en los días que Dios te dé, es tu dignidad, como persona humana, y como cristiano. Tu vida desde este momento puede servir para que otros no caigan en los vicios que tu has caído y también puedes animar a otros enfermos, como tú, para que afronten esta enfermedad incomprendida y que para muchos el sólo nombrarla les hace temblar. Dios te quiere así, hecho una piltrafa, una basura como tú dices; pero al fin y al cabo, hijo de Dios.

 

Piensa que lo único que ahora debe importarte es la salvación de tu Alma. Ya aquí en la Tierra, poco puedes hacer. Es cuestión, pues, de preparar bien la documentación y tenerla toda en regla y así, en el equipaje de tus buenas obras, y de tanto dolor, aceptado en contraprestación por tus pecados ante el Creador, entres un día por las puertas del Cielo y seas recibido con un fuerte abrazo por el Padre Dios, que sabe que tu cuerpo se queda, de momento, aquí, mientras tu Alma entra a vivir con tantos seres queridos en el País de la Vida. Allí está tu madre esperándote. No le falles. Dios es puntual a la cita. Hasta siempre, amigo. Seguiremos aquí, en donde  hemos quedado.

Antonio María Hernández


Publicado por verdenaranja @ 22:56  | Cartas a Te?filo
Comentarios (0)  | Enviar
Comentarios