Comentario a las lecturas del domingo veintiséis del Tiempo Ordinario - A publicado en Diario de Avisos el domingo 28 de Septiembre de 2008 con el epígrafe "el domingo, fiesta de los cristianos".
El tercer hijo
DANIEL PADILLA
Al leer el evangelio de este domingo, me parece ver ante mí un gran esquema gráfico. En él veo dibujadas unas circunferencias concéntricas. Y, en cada una de ellas, aparecen los diferentes grupos humanos, a los cuales, de una manera u otra, pertenecemos todos: la familia, los colegios y los sitios de trabajo, la comunidad política y social en la que participamos, nuestra comunidad religiosa.
Pues, bien, creo que, en cada una de esas circunferencias o comunidades, se repiten constantemente las actitudes humanas de esos dos hijos del evangelio de hoy: la del que, a la invitación de su padre a trabajar, dice "voy", pero no va. Y la del que dice: "no voy", pero va. Quienes llevan las responsabilidad de esos "grupos" —llámense "padres", o "jefes", o "dirigentes", o "jerarquía"-, constatan que sus "hijos", "súbditos", "ciudadanos", etc. adoptan esas posturas tan contrapuestas.
Efectivamente, en nuestro mundo existen los expertos en zalamería e inclinaciones de cabeza, pero que dejan "la casa sin barrer"; los que bla, bla, bla..., se comen el mundo hablando, pero luego "nada de nada"; los que saben muy bien "dar el camelo" y "hacer como que hacen", pero, luego, como denunciaba San Pablo, "están muy ocupados en no hacer nada".
Y existen también los otros: los que protestan, y patalean, y se revelan, dejando traslucir la natural repugnancia de su naturaleza al esfuerzo; son partidarios de "dejar para mañana lo que pueden hacer hoy". ¡Ah! Pero, luego, con la misma nobleza y espontaneidad, saben desdecirse y reconocer que han sido unos "bocazas" y que "donde dijeron digo, ahora quieren decir Diego". Y van a la viña. Y trabajan. ¡Ya lo creo que trabajan!
En una palabra, son dos posturas viejas como la Humanidad: la hipocresía y la sinceridad; la apariencia y la autenticidad, la mentira y la verdad. Las dos caras de la moneda del actuar. Moneda que no se puede echar al aire, a "lo que salga", sino que hay que tratar de elegir responsablemente por el lado que nos lleve a "trabajar en la viña".
Pero yo he titulado este comentario de hoy "El tercer hijo", remedando un poco aquella famosa película de Caro] Reed, titulada "El tercer hombre". Allá, en la película, ese "tercer hombre" no salía nunca, se le daba por muerto. Y, sin embargo, toda la fuerza de la cinta era averiguar quién era y qué hacía ese misterioso personaje en sombra. Era el verdadero protagonista.
Pues, miren, creo que en la parábola de Jesús, además de esos dos hijos tan antagónicos en su conducta, de los cuales nos habló, existe otro hijo del que no nos habló, pero en el cual sueña una y otra vez. Es un hijo, que, al oír la invitación de su padre para que vaya a trabajar a su viña, no solamente contesta "voy", sino que inmediatamente se pone en camino y "va". Un hijo que sabe usar con delicadeza las "formas" sociales y externas de conducta, pero que, además, cuida "el fondo" de la cuestión, que es cumplir con su palabra, responder con su entrega a la "vocación" a la que ha sido llamado. Un hijo recio por dentro y recio por fuera. Un hijo, al que indudablemente le costaba ir a trabajar, como "a cualquier hijo de vecino", pero que tenía muy asumido eso de que "obras son amores y no buenas razones". Un hijo, en una palabra, como la copa de un pino.
¡El tercer hijo! No nos habló Jesús de él en la parábola. Pero, les aseguro: en este tipo de hijo sueña.