Publicados en la HOJA DE DIFUSIÓN PARROQUIAL DE SANTA RITA DE CASIA DE PUNTA BRAVA Y DE SAN PABLO APÓSTOL EN LAS DEHESAS - PUERTO DE LA CRUZ, año 5 - número 170 (2 de Marzo de 2008).
Vino un día a una iglesia de dominicos de Plasencia y al saberlo los frailes fueron todos al coro para verle, por la mucha fama de santo que tenía. Uno de ellos, muy respetable, les decía después a los otros: "Bien saben lo mucho que dudé de lo que este hombre me decía; pues ahora sepan que cuando le miraba desde el coro, se dignó Dios ilustrar mi alma y vi a este varón admirable todo rodeado de ángeles, que visiblemente le iban sirviendo como pajes; uno le limpiaba el rostro, otros le arreglaban y componían el cabello y todos a porfía le agasajaban". Otro día, yendo de camino con un religioso, se levantó una terrible tempestad, y el Santo, por mortificación, no quiso entrar en una cueva, abandonándose ala voluntad de Dios en medio de las lluvias y vientos. Entró en las ruinas de una venta para hacer oración, y apenas se puso de rodillas, levantaron los ángeles aquellas paredes tan arruinadas, que apenas si quedaban los cimientos; con la misma nieve, que caía en tanta abundancia, hicieron a manera de un techo o bóveda para que el Santo no quedara sepultado, ni le moles-tara el frío tan riguroso. Así pasaron la noche, continuando después su camino. En aquel sitio levanta-ron después una ermita al Santo.
SAN ISIDRO LABRADOR se entretenía por las mañanas en oír misa y rezar en las iglesias. Creyendo su amo que tenía abandonadas sus tareas, quiso un día sorprenderle y vio que dos ángeles guiaban los bueyes.
Nuestro Ángel de la Guarda.- Los tres niños videntes de Fátima: LUCÍA, de diez años, FRANCISCO de nueve, y JACINTA, de siete, eran muy devotos del Santo Angel de la Guarda. Los dos pequeños no salían nunca con el rebaño sin rezar antes un Padrenuestro y la oración al Angel de la Guarda, como se la había enseñado su madre. A Lucía, cuando sólo tenía ocho años, estando un día con otras pastorcitas amigas suyas en un montículo, se le apareció el ángel a manera de estatua de nieve suspendida en el aire, a la que los rayos del sol de mediodía tornaban transparente. Estaban entonces las niñas rezando el rosario. El fenómeno se repitió otras dos, veces en idénticas circunstancias con algunas semanas de intervalos. Un año más tarde, en la primavera de 1916, se les apareció a los tres niños, LUCIA, FRANCISCO Y JACINTA, la misma figura o estatua blanca de nieve, transparente como el cristal a los rayos del sol, con rasgos como de un joven de catorce o quince años, de hermosura sobrehumana, que viniendo hacia ellos los tranquilizó diciendo "iNo temáis! Soy el ángel de la paz. Rezad conmigo". Y arrodillándose en tierra inclinó la frente hasta tocar el suelo.