Viernes, 24 de octubre de 2008

Artículo publicado en el Boletín “Misioneros Javerianos, número 445, OCTUBRE 2008.

 

ENTRE NOSOTROS

COMPARTIENDO UNA ILUSIÓN

SALVADOR DAIANA – ALEGRÍA Y DON E SÍ MISMO

1956-1987



 

El P. Salvador ha sido misionero con «el pie sobre el acelerador», han dicho de él. Murió en un coche, mientras corría a un encuentro con los pobres. El P. Salvador tenía prisa por amar, por hacer, por testimoniar el Evangelio. Tal vez se daba cuenta de que tenía poco tiempo.

El P. Salvador había nacido en Cerde­ña, en Arduali, el 17 de julio de 1956, te­nía un hermano y tres hermanas y su pa­dre trabajaba en Bélgica como minero, eran tiempos de emigración.

 

Primeras inquietudes

 

Salvador comienza sus estudios y los compagina con la ayuda en casa ya que ha­bía que arrimar el hombro. Durante el ter­cer curso de primaria se encuentra. en la escuela, con un misionero que cuando pre­gunta en el aula ¿queréis ser misioneros'? encuentra la respuesta afirmativa de Salva­dor. Después de dos años de contactos, por carta, con el misionero y de su participa­ción a un campamento vocacional, Salva­dor ingresa, en 1967, en el seminario me-nor que los javerianos tienen en Cerdeña.

 

Formación

 

Salvador pasa unos años en el semina­rio menor, estudia, trabaja y hace apos­tolado con dedicación y entusiasmo; desde pequeño ha tenido una clara inclina­ción por trabajar por los demás.

En 1978, Salvador llega a Ancona para hacer el noviciado, hace su primera pro­fesión y pasa a Parma para los estudios de teología. Durante la teología trabaja­rá en una parroquia de Parma, con los jó­venes, éstos mantendrán la relación con Salvador hasta su muerte. En septiembre de 1982 es ordenado sacerdote.

 

La misión

 

En octubre de 1983, el P. Salvador es destinado a Brasil, más concretamente a Amazonas; llegado allí lo destinan a Buja­rú donde aprenderá portugués. Una vez escribe: «Ahora vivo en una pequeña comu­nidad internacional javeriana. Mi vida transcurre, normalmente, sentado en la mesa acompañado de libros: diccionario, gramática, libros de lectura..., me estoy empeñando fuertemente en el aprender la lengua...». Según va pasando el tiempo y

la legua va entrando, Salvador se dedica a colaborar en la parroquia que tiene un ra­dio cíe unos cincuenta kilómetros, con 150 comunidades de base, donde, en la medi­da de lo posible, comparte la vida de la gente, anima grupos, atiende a los jóvenes.

 

Entre los Kaiapó

 

Terminado el período de aprendizaje de la lengua, el P. Salvador es destinado a Xingú, donde trabajará, con otros jave­rianos, entre los indios Kaiapó. Salvador escribe entonces: «Soy uno de los pocos afortunados que trabajarán en Xingú, la única zona pastoral indigenista en la que trabajan los ,javerianos. Tendré que co­menzar de nuevo: otra lengua, otras cos­tumbres...». La salud del P. Salvador no es buena y es trasladado a Altamira.

 

Altamira

 

Altamira tiene unos sesenta mil habi­tantes, la mayoría provenientes del sur de Brasil, mandados por el gobierno para re-poblar Amazonas; aquí, donde el clima es peor que en el sur, muchos enferman y mueren, las condiciones de vida son pé­simas en medio de la selva, sin infraes­tructuras sanitarias, ni escolares, ni de ningún tipo.

A este respecto los obispos brasileños escriben: «En lugar de las transformacio­nes prometidas (para la gente que llega del sur a Amazonas) el inmovilismo y la inde­cisión en el plano social, politico y econó­mico, han terminado por generar insegu­ridad y perplejidad, agravando los proble­mas como la miseria, el mantenimiento de salarios de hambre, la creciente violencia en las zonas campesinas, el crecimiento de los sin-tierra y el expolio de los indios...».

Contra esta situación los obispos de Brasil luchan desde siempre; contra esta situación de pobreza, injusticia y violen­cia comenzará a luchar el P. Salvador.

Pronto comienzan los problemas para el P. Salvador que, después de Pascua, en una carta escribe: «La Pascua ha sido un período duro, de mucho trabajo, visitas, reuniones, viajes...; por otra parte los problemas se agrandan y enquistan: los ri­cos explotan, cada vez más, a los pobres. La cosa está muy caliente, con frecuencia nos llegan amenazas, hasta el obispo está amenazado de muerte, pero la gente está con nosotros y es interesante y esperan­zador ver al pueblo caminando unido y reivindicando sus derechos...».

 

El final

 

La voz de la Iglesia, obispo, sacerdo­tes y creyentes, resultaba cada vez más molesta... Era el 16 de octubre de 1987, en Basil Novo, no lejos de Altamira, un grupo de campesinos protesta y se mani­fiesta frente a la sede del Gobernador. El obispo de Xingu, Mons. Kráutler (del que hablamos en la página 4 de este número), siempre de parte de los pobres y muchas veces amenazado de muerte, decide ir a estar con ellos y celebrar la Eucaristía; con él van también el P. Mateo, la laica Sonia y el P. Salvador. Parten los cuatro en coche, conduce el obispo, en el kiló­metro 23 de la transamazónica el coche se encuentra delante un camión contra el cual se empotra: el obispo, el P. Mateo y Sonia están heridos, el P. Salvador ha muerto en el acto, ha muerto como vivió: con el pie en el acelerador. ¿Accidente o atentado contra el obispo incómodo? El obispo siempre hablará de accidente premeditado, pero nunca las autoridades abrirían una investigación. n

 

P. Luis Pérez Hernández s.x.


Publicado por verdenaranja @ 23:12  | Misiones
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