Extracto de DOSSIER FIDES “La Congregación para la Educación Católica” publicado por Agencia Fides el 27 de Febrero de 2008
La educación según Juan Pablo II
La Constitución Apostólica “Sapientia christiana” es la segunda Constitución Apostólica de Juan Pablo II y está dedicada a las universidades y a las facultades eclesiales. Fue firmada el 15 de abril de 1979.
Juan Pablo II, en este importante documento, insiste en la necesidad de que el Evangelio impregne la vida cultural del mundo. En esta acción de la Iglesia en relación a la cultura, las universidades católicas han tenido y tienen una particular importancia que por su propia naturaleza – explica el Santo Padre –, «tienden a que se haga, por decirlo así, pública, estable y universal la presencia del pensamiento cristiano en todo esfuerzo encaminado a promover la cultura superior».
De ahí que el Concilio Vaticano II no haya dudado en afirmar que «la Iglesia católica sigue con mucha atención estas escuelas de grado superior», recomendando vivamente «que se promuevan Universidades Católicas convenientemente distribuidas en todas las partes de la tierra» para que en ellas «los alumnos puedan formarse como hombres de auténtico prestigio por su doctrina, preparados para desempeñar las funciones más importantes en la sociedad y atestiguar en el mundo su propia fe». En efecto, la Iglesia sabe muy bien que la «suerte de la sociedad y de la misma Iglesia está íntimamente unida con el aprovechamiento de los jóvenes dedicados a los estudios superiores».
Juan Pablo II recuerda a continuación como, junto al esfuerzo de las universidades católicas está también el de las universidades eclesiásticas, que se ocupan especialmente de la Revelación cristiana y de las cuestiones relacionadas con la misma y por lo tanto están más estrechamente unidas con la propia misión evangelizadora. Propiamente a estas facultades es que está dedicada la “Sapietia christiana”. A ellas les ha sido confiada la misión de preparar con particular cuidado a sus propios alumnos para el ministerio sacerdotal. Una tarea de gran importancia de la que tiene que ser conciente toda la Iglesia.
A partir de estas premisas la Constitución Apostólica “Sapientia christiana” enumera una serie de normas sobre la acción práctica de los profesores, de los estudiantes y de todo el personal que trabaja al interno de dichas facultades. Las normas se ocupan de la organización de los estudios, de los grados académicos, de los subsidios didácticos, de la administración económica etc. A continuación, según el tipo de facultad, se especifican otra serie de normas, sobre las facultades de teología, de derecho canónico, de filosofía y de las otras facultades.
Propiamente a las Universidades Católicas Juan Pablo II les dedica otra Constitución Apostólica, la “Ex Corde Ecclesiae”, firmada el 15 de agosto de 1990. En ésta el Santo Padre nos ofrece una visión de conjunto de las tareas y deberes que les corresponde a dichas instituciones católicas, bastante más amplias que las expuestas en la “Sapientia christiana”, específicamente para las facultades eclesiásticas. Antes de las normas generales el Papa dedica 49 párrafos a explicitar dichas tareas y deberes.
Juan Pablo II explicita desde el inicio su punto de vista. En el mundo de hoy, caracterizado por unos progresos tan rápidos en la ciencia y en la tecnología, las tareas de la Universidad Católica asumen una importancia y una urgencia cada vez mayores. De hecho, los descubrimientos científicos y tecnológicos, si por una parte conllevan un enorme crecimiento económico e industrial, por otra imponen ineludiblemente la necesaria correspondiente búsqueda del significado, con el fin de garantizar que los nuevos descubrimientos sean usados para el auténtico bien de cada persona y del conjunto de la sociedad humana. Si es responsabilidad de toda Universidad buscar este significado, la Universidad Católica está llamada de modo especial a responder a esta exigencia: «Su inspiración cristiana – escribe el Santo Padre – le permite incluir en su búsqueda, la dimensión moral, espiritual y religiosa, y valorar las conquistas de la ciencia y de la tecnología en la perspectiva total de la persona humana».
Las universidades católicas no pueden no estar comprometidas en la difusión de la llamada cultura católica. Ésta, según Juan Pablo II, tiene cuadro características: 1) Una inspiración cristiana por parte, no sólo de cada miembro, sino también de la Comunidad universitaria como tal; 2) Una reflexión continua a la luz de la fe católica, sobre el creciente tesoro del saber humano, al que trata de ofrecer una contribución con las propias investigaciones; 3) La fidelidad al mensaje cristiano tal como es presentado por la Iglesia; 4) El esfuerzo institucional a servicio del pueblo de Dios y de la familia humana en su itinerario hacia aquel objetivo trascendente que da sentido a la vida.
A la luz de estas características es evidente que en una universidad católica, «los ideales, las actitudes y los principios católicos penetran y conforman las actividades universitarias según la naturaleza y la autonomía propias de tales actividades». «En una palabra –explica el Santo Padre –, siendo al mismo tiempo Universidad y Católica, ella debe ser simultáneamente una comunidad de estudiosos, que representan diversos campos del saber humano, y una institución académica, en la que el catolicismo está presente de manera vital».
Evidentemente Juan Pablo II más allá de los escritos dedicados explícitamente a las facultades eclesiásticas y a las universidades católicas ha hablado sobre la educación varias veces a lo largo de su pontificado. Se podría afirmar que la educación fue un tema central de su magisterio. Memorable, en relación al tema de la educación, fue por ejemplo su discurso a la UNESCO en 1980. En éste Juan Pablo II afirmaba que «el hombre vive una existencia auténticamente humana gracias a la cultura» y más adelante que «es a través de la cultura que el hombre llega a ser hombre, accede más plenamente al “ser que le es propio”» y destaca más adelante como al origen de está preocupación no se encuentra una idea sino más bien el hecho de que «el valor humano de la persona está en directa y esencial relación con su ser y no con su tener».
Para el Santo Padre «la cultura es aquello a través de lo cual el hombre, en cuanto hombre, se hace más hombre, "es" más, accede más al "ser".
En esta concepción fuerte, la cultura hay que entenderla como la conciencia crítica de aquello que realiza el hombre en cuanto ser, es decir, como experiencia de plenitud de lo humano en todas sus dimensiones.
Y por eso la cultura es la fuente de la educación. En el discurso ya citado a la UNESCO Juan Pablo II afirmaba que «la primera y esencial tarea de la cultura en general, y también de toda cultura, es la educación» y que «la educación consiste, en efecto, en que el hombre llegue a ser cada vez más hombre, que pueda "ser" más y no sólo que pueda "tener" más, y que, en consecuencia, a través de todo lo que "tiene", todo lo que "posee", sepa "ser" más plenamente hombre»