Lunes, 27 de octubre de 2008

Extracto de DOSSIER FIDES “La Congregación para la Educación Católica” publicado por Agencia Fides el 27 de Febrero de 2008



La educación según Benedicto XVI


Las palabras más recientes pronunciadas por Benedicto XVI en tema de educación las encontramos en la Carta que envió el pasado mes de enero a la diócesis y a la ciudad de Roma sobre la difícil tarea de la educación. Durante su Pontificado Benedicto XVI ha recordado más de una vez la necesidad esencial de realizar una adecuada obra educativa, explicando cual es el significado de una educación propiamente católica. Pero es en la Carta mencionada donde ha expuesto de manera más completa su pensamiento sobre este tema.


El Papa reconoce que educar «jamás ha sido fácil, y hoy parece cada vez más difícil». Es por eso que se habla de una gran «emergencia educativa», «confirmada por los fracasos en los que muy a menudo terminan nuestros esfuerzos por formar personas sólidas, capaces de colaborar con los demás y de dar un sentido a su vida».


En esta situación «resulta espontáneo culpar a las nuevas generaciones, como si los niños que nacen hoy fueran diferentes de los que nacían en el pasado». «Además, se habla de una "ruptura entre las generaciones", que ciertamente existe y pesa, pero es más bien el efecto y no la causa de la falta de transmisión de certezas y valores».


Frente a esta difícil tarea educativa, observó el Santo Padre, tanto entre los padres como entre los profesores, y en general entre los educadores es fuerte «la tentación de renunciar; más aún, existe incluso el riesgo de no comprender ni siquiera cuál es su papel, o mejor, la misión que se les ha confiado». «¡No tengáis miedo!» les dijo el Papa a los Romanos.


«Todas estas dificultades no son insuperables. Más bien, por decirlo así, son la otra cara de la medalla del don grande y valioso que es nuestra libertad, con la responsabilidad que justamente implica».


«A diferencia de lo que sucede en el campo técnico o económico –afirmó el Santo Padre–, donde los progresos actuales pueden sumarse a los del pasado, en el ámbito de la formación y del crecimiento moral de las personas no existe esa misma posibilidad de acumulación, porque la libertad del hombre siempre es nueva y, por tanto, cada persona y cada generación debe tomar de nuevo, personalmente, sus decisiones».


Quién creé en Cristo, agregó, «posee un motivo ulterior y más fuerte para no tener miedo, pues sabe que Dios no nos abandona, que su amor nos alcanza donde estamos y como somos, con nuestras miserias y debilidades, para ofrecernos una nueva posibilidad de bien».


«Ni siquiera los valores más grandes del pasado pueden heredarse simplemente; tienen que ser asumidos y renovados a través de una opción personal, a menudo costosa»


Para el Papa «sólo una esperanza fiable puede ser el alma de la educación, como de toda la vida».


El Obispo de Roma constató que «hoy nuestra esperanza se ve asechada desde muchas partes» y precisamente aquí es que nace la «dificultad tal vez más profunda para una verdadera obra educativa, pues en la raíz de la crisis de la educación hay una crisis de confianza en la vida».


Frente a esto el Santo Padre nos invita a «poner nuestra esperanza en Dios». «Sólo él es la esperanza que supera todas las decepciones; sólo su amor no puede ser destruido por la muerte; sólo su justicia y su misericordia pueden sanar las injusticias y recompensar los sufrimientos soportados».


«La esperanza que se dirige a Dios no es jamás una esperanza sólo para mí; al mismo tiempo, es siempre una esperanza para los demás: no nos aísla, sino que nos hace solidarios en el bien, nos estimula a educarnos recíprocamente en la verdad y en el amor».


Una verdadera educación, prosiguió el Papa, necesita ante todo, «la cercanía y la confianza que nacen del amor». «Todo verdadero educador sabe que para educar debe dar algo de sí mismo y que solamente así puede ayudar a sus alumnos a superar los egoísmos y capacitarlos para un amor auténtico».


Quizás el punto «más delicado de la obra educativa», según Benedicto XVI es el de «encontrar el equilibrio adecuado entre libertad y disciplina».


«Sin reglas de comportamiento y de vida, aplicadas día a día también en las cosas pequeñas, no se forma el carácter y no se prepara para afrontar las pruebas que no faltarán en el futuro».  Pero, la relación educativa es «ante todo encuentro de dos libertades, y la educación bien lograda es una formación para el uso correcto de la libertad». «Por consiguiente, el educador es un testigo de la verdad y del bien –concluyó–; ciertamente, también él es frágil y puede tener fallos, pero siempre tratará de ponerse de nuevo en sintonía con su misión».


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