AMERICA/COLOMBIA - Mons. Marchetto en el Primer encuentro continental de Pastoral de la Carretera: “La Iglesia, debe dar respuestas a los problemas de la movilidad humana para ser signo de esperanza para un mundo que desea ardientemente.
1° ENCUENTRO LATINO AMERICANO PARA EL CUIDADO PASTORAL DE LA CARRETERA-CALLE (Bogotá, Colombia, 19-24 de Octubre de 2008)
PRESENTACIÓN DEL ENCUENTRO
Arzobispo Agostino Marchetto
Secretario
Consejo Pontificio del Cuidado pastoral de Migrantes y personas Itinerantes
Me agradaría empezar mi presentación para ustedes esta mañana con otra historia, otra imagen de la Sagrada Escritura. Es una versión que se encuentra en los Hechos de los Apóstoles y es la descripción de otro viaje por carretera. Es acerca del encuentro mutuo de dos hombres pero al final se trata de transformación y redención. Es la historia del encuentro del “Diácono” Felipe el Etíope eunuco en el camino que conduce desde Jerusalén a Gaza (Hechos 8, 26-40). La Escritura no nos da el nombre de este oficial de la corte de la Reina Candaces, sino que era de alguna importancia y había estado en peregrinación a Jerusalén. Evidentemente es un creyente, cómo y de qué no está claro, incluso si pudo haber sido del número de los creyentes “de la puerta”, aunque está leyendo el pasaje de Isaías sobre el Siervo Sufriente. Felipe, bajo la guía del Espíritu Santo, se colocó en el mismo camino y he aquí que ellos se encontraron mutuamente, en una reunión, en un viaje juntos, en uno que conduce a Felipe a abrir los ojos del Eunuco, aceptándole, transformándole y por el reconocimiento de la fe, le lleva al bautismo. Se nos ha enseñado que nunca se vieron el uno al otro de nuevo, antes bien el eunuco continuó en el camino, “en su camino”.
En el centro de nuestro encuentro aquí durante los próximos días, aquellas palabras “transformación y redención”, en toda su riqueza y sus muchas multifacéticas interpretaciones, deberían estar ante nosotros. Venimos aquí para escuchar y participar de historias de nuestras experiencias y encuentros en el camino, en la calle. Para casi todos de nosotros, estas historias vendrán de una experiencia pastoral profunda, de un profundo amor de los pobres y oprimidos, de los marginados y los no queridos. Existen también historias de encuentros que han sido conducidas e inspiradas por la acción del Espíritu Santo. Algunas en verdad habrán dado lugar a un cambio y renovación para aquellos involucrados – agentes de pastoral incluidos, mientras otras pueden justamente ser experiencias de cambio o encuentros fallidos, en las que habéis continuado “en vuestro camino”.
Guiándonos en este viaje juntos, además de vuestra propia experiencia, estarán dos documentos valiosos publicados por el Consejo Pontificio para el Cuidado Pastoral de personas Migrantes e Itinerantes. El primero es nuestra Instrucción Erga Migrantes caritas Christi (2004), y el segundo, que trata directamente del el tema en cuestión son nuestras Pautas para el Cuidado Pastoral de la Carretera (2007). Esta carta documento reúne cuatro áreas diferentes de preocupación para aquellos que viven y trabajan dentro y en las carreteras y calles: usuarios de las carreteras – especialmente aquellos que son conductores, sean comerciales o domésticos; el ministerio pastoral por la liberación de mujeres de la calle – prostitutas y “trabajadores” de sexo; el cuidado pastoral de los niños de la calle y finalmente el cuidado pastoral de los sin techo. El programa de nuestro encuentro en estos días siguientes ha sido confeccionado para reflexionar en estos diferentes aspectos de compromiso pastoral.
También de ayuda estarán las deliberaciones de cada una de las series de los Primeros Encuentros Internacionales que ha han tenido lugar en Roma en los pasados pocos años: niños de la calle (2004), mujeres de la calle (2005) y los sin techo (2007). [Copias de los documentos finales da cada uno de estos eventos deberían estar disponibles a cada uno de ustedes aquí hoy]
La movilidad humana es uno de los grandes “signos de los tiempos”, presentándosenos en muchas formas y clases. La capacidad de desplazarse a grandes distancias en un corto espacio de tiempo, la capacidad de moverse libremente y a menudo con seguridad relativa, la capacidad de elegir cuándo y cómo viajamos son todas las características de la amplia revolución que está teniendo lugar después de los pasados ciento cincuenta años. Nuestras Pautas nos recuerdan que cuando se usa correctamente,
“El transporte une pueblos, facilita el diálogo y ocasiona socialización y enriquecimiento personal a través de nuevos descubrimientos y encuentros”.1
y
“el trasporte por carretera y ferrocarril son una cosa buena, así como están siendo necesidades indispensables de la vida contemporánea. Si hacemos buen uso de los medios de trasporte, aceptándolos como dones que nos ha dado Dios, que son también frutos del trabajo de sus manos trabajadoras y de su inteligencia, podemos aprovecharnos de ellos para nuestro desarrollo humano y cristiano”.2
Aunque, las Pautas también nos ofrecen una palabra de advertencia:
“El trasporte de mercancías y personas está desarrollándose en una siempre creciente paz, algunas veces teniendo lugar bajo condiciones difíciles e incluso poniendo la vida en riesgo: Nuestras vidas están condicionadas por el coche, como que la movilidad ha llegado a ser un ídolo, que el coche simboliza”.3
Esta advertencia resuena muy mucho en un más amplio entendimiento que se encuentra en Gaudium et Spes:
“Nunca la raza humana ha disfrutado de tantas riquezas, recursos y poder económico, y sin embargo una porción enorme de los ciudadanos del mundo está todavía atormentada por el hambre y la pobreza, mientras números incontables sufren analfabetismo total. Nunca antes el hombre ha tenido un sentido tan agudo de libertad, aunque al mismo tiempo, surgen nuevas formas de esclavitud social y psicológica”.4
Desde que la sociedad llegó a ser más movible, los caminos que los hombres y mujeres han pisado han tenido significado especial. Ellos nos llevan al trabajo y a la escuela y nos traen. Nos llevan a visitar amigos y parientes como los medios y lugares de encuentro. Pueden simbolizar ritos de iniciación – nacimiento de un niño, una relación íntima, un matrimonio, e incluso la muerte. Existen rutas cogidas también por emigrantes y por refugiados. Existe casi siempre un camino asociado con cada lugar al que vamos y con cada suceso importante en nuestras vidas. Y a la larga están aquellos para los que esta asociación es más que justamente un viaje, están aquellos para los que la calle es simplemente “su casa”.
El poeta y ensayista del siglo diecinueve, Walt Whitman en su “Canto de la Carretera Abierta”, dijo esto:
“Tú, carretera, que empiezo y miro alrededor, creo que tú no eres todo lo que está aquí, creo que hay también mucho que no se ve aquí”.5
Aquí el poeta reconoce algo que es muy verdadero hoy día, que está mucho más de lo que es evidente y se ve en nuestras carreteras y calles, en verdad hay mucho que es bueno y bello, sin embargo al mismo tiempo hay mucho que no se ve, o que se impide sea visto. Hay personas, casas, vidas que están escondidas a la vista porque con frecuencia son demasiado dolorosas y también “desagradables” para que nuestra sociedad las vea y conozca. A veces permanecen ocultas por temor, o por angustia mental. También, se debe decir, hay muchos que son “vistos” aunque son ignorados y simplemente “pasados por alto”. La carretera de esta manera llega a ser un lugar de movilidad y también de inmovilidad, de trabajo y de placer, de belleza y de fealdad, de vida y de muerte.
Las Sagradas Escrituras hablan una y otra vez de carreteras y de calles, con frecuencia tomándolas figurativas del peregrinar humano hacia Dios. En verdad Jesucristo mismo no sólo tomó “el camino hacia Jerusalén” y finalmente hacia su pasión y resurrección, sino también se describe a sí mismo como “El Camino” (Juan 14, 6). Más importante, Jesús encuentra personas en el camino, al lado de la carretera, en las multitudes y cuando está solo. Él encuentra aquellos que están marginados, enfermos y muriendo. Encuentra al joven y al anciano, al rico y al pobre, al pecador y al piadoso. La carretera es así el lugar de encuentro y transformación. Es el lugar de proclamación y evangelización, de curación y testimonio. De muchas maneras, se puede decir que la carretera, la calle, fue su casa y su púlpito.
Para aquellos que trabajan al servicio del Evangelio, aquellos que son sacerdotes, hermanos, hermanas y agentes de pastoral, la carretera por tanto tiene especial significado, porque ella continúa siendo lugar de proclamación y testimonio y de transformación y curación. Es el lugar donde se puede todavía encontrar a Cristo, donde se pueden dar sus palabras y vida, a través de gestos y acciones, donde la Iglesia puede por medio de sus diversos apostolados canalizar la Gracia de Dios.
Desearía ahora volver a los cuatro temas que caracterizarán nuestras deliberaciones durante estos cuatro días.
EL CUIDADO PASTORAL DE LA CARRETERA – CALLE
“Estamos quedándonos sin tiempo”6. Estas son ahora las bien publicadas palabras de Óscar Arias Sánchez, Presidente de Costa Rica en relación con la situación en lo que se refiere a la seguridad de la carretera en esta región de Latino América y Caribe. Los accidentes de tráfico en carretera hoy día matan anualmente 1.2 millones de víctimas en todo el mundo, “una cuota de muerte que sobrepasa las víctimas mortales debidas a la malaria y se aproxima a las muertes atribuidas a la tuberculosis”7. Este continente en el presente tiene el mayor índice de promedio per capita, con 122.000 muertes anuales y alrededor de 30 a 50 seriamente heridos por cada muerte. Estas cifras están propensas a crecer. No se puede sino estar afectado por estas estadísticas y la tragedia que conllevan. No sólo ilustran una cuota humana devastadora, sino también una mayor causa de pobreza en la región. Los accidentes de carretera matan a los asalariados, dejando así familias sin la ayuda necesaria. Las consecuencias de las heridas sufridas pueden también sumergir a una familia en la pobreza. Últimamente, existe el costo en términos de un futuro de la nación porque las víctimas mortales de carretera afectan principalmente a los chicos debajo de los 18 y son su principal asesino. Se debería considerar también el coste nacional comunal de las muertes permanentes de la carretera porque asciende alrededor del 2% del producto interior bruto. Esta es claramente una inaceptable cifra para cualquier país pobre o en desarrollo.
Quiero ahora ofrecerles algunas palabras, una vez más del Presidente Óscar Arias Sánchez, porque pienso que son importantes e ilustrar muy claramente la extensión de este problema, especialmente en sus efectos de largo alcance:
“Debamos ser muy claros acerca de una cosa: la seguridad de la carretera participa mucho más que justamente una palabra con la seguridad de los ciudadanos. Muertes y heridas en la carretera son también expresiones de la violencia que está teniendo tan dramático impacto en la sociedad, son problemas de salud pública, pero sobre todo, el problema es el de preservar nuestra integridad física y emocional como ciudadanos. Así como la inseguridad crece, así la inseguridad sobre las carreteras tiene que ver con el debilitamiento de la habilidad del estado y de la comunidad para prevenir y controlar la violencia. Esto se agrava por el hecho que en contraste a las más tradicionales expresiones de violencia, tales como asalto y robo, los accidentes de carretera no pueden ser llevados por individuos a través del uso de mecanismos de seguridad privada. En esta materia, más que en casi cualquier otra, el Estado no puede ser sustituido como el promotor de políticas públicas preventivas y punitivas. Por tanto, la misión ante ustedes todos es una misión de paz. Esa misión es reclamar las carreteras para nuestros hijos, para nuestras familias y para todos. Es ayudarnos a recobrar una forma más civilizada, más respetuosa de vida, mejor protección para nuestras vidas en nuestras ciudades. Es una misión vinculada al rostro humano de nuestra vidas”.8
Más recientemente nuestras “Pautas”, continuando con una larga tradición de enseñanza y guía magisterial sobre el problema de la seguridad de la carretera, se ha acercado a la crisis desde varios puntos de vista diferentes, considerando cuestiones morales y éticas, concientizando de la importancia de las virtudes y ofreciendo sus propios “Diez Mandamientos” de los Conductores. Las Pautas nos recuerdan también que la Iglesia necesita trabajar con el Estado “Cada uno en su propia área de responsabilidad”9 para mejorar en general conciencia pública en lo que se refiere a la seguridad de la carretera y para promover la educación correspondiente y adecuada de los conductores, así como a otros viajeros y peatones”10. Por encima de todo lo que se requiere es una comprensión y conocimiento de la situación y una voluntad por hacer realmente algo acerca de ello. Por tanto educación y colaboración están en el centro de cualquier respuesta cristiana. Porque, “Todo esto significa llamar la atención y potenciar lo que se debería llamar “éticas de carretera”, que no es diferente de la ética en general, sino su aplicación””.11
Existen ya en proceso iniciativas positivas del Estado por todo el Continente, especialmente aquella del Forum de los Responsables de la Seguridad en Carretera de Latino América y Caribe y la posterior emisión de la Declaración de San José. Desearía también encomendarles una iniciativa de educación y colaboración producto de la Conferencia Episcopal de Brasil en conjunto con una coalición de diversas organizaciones civiles involucradas con la seguridad de la carretera. Esta es la reciente publicación de diez millones de folletos que reproducen los “Diez Mandamientos” de los Conductores, Os 10 mandamentos do Trânsito Seguro, que originalmente apareció como parte del las Pautas. La campaña ha tenido la ayuda de la Compañía Brasileña de Correos y Telégrafos y del Departamento Nacional de Tránsito.
Últimamente, no debemos olvidar aquellos que diariamente usan medios de transporte, con frecuencia durante muchas horas o incluso días como un medio de empleo. Estos incluyen camioneros, trabajadores de transporte público – en carretera y ferrocarril. Muchos de éstos no sólo se aíslan de sus familias y casas sino también de la preocupación ordinaria pastoral de la vida parroquial y necesitan su solicitud pastoral específica propia y cuidado sacramental. Las necesidades que el aumento de este grupo son múltiples y demandan una respuesta eclesial que sea imaginativa, creativa y flexible.
MUJERES DE LA CALLE
“Ella es una ser humano, en muchos casos gritando ayuda porque vender su cuerpo en la calle no es lo que escogería hacer voluntariamente. Está destrozada, está muerta psicológica y espiritualmente”.12
Esta asombrosa descripción nos conduce inmediatamente no sólo a la gravedad sino también a la tragedia de las mujeres que son atrapadas en las calles en la web de la prostitución. En Latino América y el Caribe, la situación es tan amplia como en el presente es compleja. Ha habido ya mucha investigación y análisis de los lazos entre prostitución, patriarcado, desarrollo económico, educación, migración y globalización. Todos estos temas continúan modelando esta “antigua profesión” multifacética, que ha jugado una parte histórica en la vida de la sociedad aquí, aunque muchas veces oculta, desde el siglo dieciséis y antes (recuerden La Malinche, una esclava indígena fue dada a Hernán Cortés durante la conquista de Nueva España).
Las normas y reglamentos que regulan la prostitución a través de este continente son amplias y diversas y ambas reflejan y modelan el camino que las prostitutas mismas deben entender y estar dispuestas para salir fuera de su “trabajo”. Hay una larga tradición en áreas del continente de los contrastes hechos en la sociedad entre la mujer abnegada, que es de mucho sufrimiento, sacrificada y la mujer mala, que rechaza el papel idealizado de esposa y madre y es considerada que tiene costumbres sexuales liberales. Esta polarización de las mujeres continúa en muchas partes determinando las propuestas sociales para el cuidado pastoral y la liberación de estas mujeres de la calle.
La globalización, migración y cambios en la comunicación han hecho que la prostitución esté menos localizada y más movible. Mientras muchas mujeres continúan “trabajando” en clubs, burdeles, servicios de acompañante y bares, otras eligen ahora trabajar de un modo más “oculto”, haciendo contactos a través de Internet. Más relacionado con nuestra reflexión están aquellas que se consideran las más marginadas y vulnerables, aquellas que son ambulantes o caminantes de la calle. Incluso entre este grupo hay quienes se dicen ver este estilo de vida como un “trabajo fácil” y están aquellas para las que es una opción pasada vergonzosa en orden a sobrevivir. De preocupación considerable son dos grupos diferentes de personas que se encuentran en las calles. Aquellos que son traficantes con fines sexuales y aquellos que son niños y menores. Algunas veces los dos son sinónimos. Estos necesitan una aproximación pastoral particular y en verdad, una particular urgencia.
Mientras estamos tratando esencialmente de “mujeres de la calle”, lo que no se debe olvidar, especialmente creciente en nuestro continente, es aquello del turismo sexual. Mientras que esto puede implicar a mayores de edad, con más frecuencia se caracteriza por personas reacias y forzadas. Una preocupación profunda es el crecimiento de la pedofilia que afecta a chicos y chicas en esta área particular. No se debería olvidar que existe además el desarrollo de la prostitución masculina, que también necesita su propio cuidado pastoral.
Existe un gran reto por delante si la Iglesia, y otros cuerpos pastorales involucrados están dispuestos a abordar esta situación compleja y difícil. Nuestro Primer Encuentro Internacional en el 2005 para el cuidado pastoral por la liberación de mujeres de la calle reconoció diversos factores que pueden guiar el camino a seguir. En particular
“Al abordar la prostitución, se necesita un acercamiento multi dimensional. Debe involucrar a hombres y mujeres en transformación mutua, y los derechos humanos deben estar en el corazón de cualquier estrategia”.”13
Ya se está haciendo mucho y las comunidades religiosas, especialmente las de mujeres están a menudo en vanguardia de esta misión. Además, esto debe continuar siendo el catalizador de iniciativas pastorales mayores, porque
“Existe una necesidad de renovar la solidaridad en la Iglesia y entre congregaciones religiosas, movimientos de laicos, instituciones y asociaciones en dar mayor “visibilidad” y atención al cuidado pastoral de mujeres explotadas por la prostitución, sin olvidar la buena noticia del la plena liberación en Jesucristo”.14
En particular, lo que se necesita no son justamente recursos (éstos son claramente importantes) sino dos enfoques eclesiales particulares. El primero es el de una colaboración más amplia que recaería en cuatro áreas diversas: a) entre agencias públicas y privadas; b) con los medios de comunicación para asegurar correcta comunicación acerca del problema; c) en la reivindicación y aplicación de leyes que protegen a las mujeres y por medidas efectivas contra la representación degradante de mujeres en la propaganda y d) la comunidad cristiana debería trabajar con autoridades nacionales y locales.15
La segunda cuestión importante es la educación y la investigación a nivel local. Particularmente en vanguardia deberían estar las escuelas y parroquias proveyendo programas sobre sexualidad, respeto mutuo y relaciones interpersonales sanas a la luz de la enseñanza de la Iglesia. Se necesita desarrollar también programas de formación y de capacitación profesional para agentes de pastoral, como se necesita fortalecer redes entre todos los grupos involucrados en la provisión del cuidado pastoral.16
No hay tiempo aquí de hacer a esta compleja situación otra justicia que animarles a continuar construyendo y buscando nuevos caminos para promover este importante apostolado, porque
“el encuentro con Jesucristo, el buen samaritano y salvador, es un factor decisivo de liberación y redención, incluyendo las víctimas de la prostitución”.17
NIÑOS DE LA CALLE
La infancia – una fase de la vida que se entiende como despreocupada y segura, un tiempo de justa libertad, aprendizaje y descubrimiento, es para muchos en Latino América y el Caribe una iniciación en privación, vergüenza y sufrimiento. Hoy día se estima que unos 40 millones de niños viven en las calles de ciudades densamente pobladas del continente (de acuerdo con la UNICEF) y como tal es “uno de los más difíciles y preocupantes retos de nuestro siglo tanto para la Iglesia como para la sociedad civil”.18 Muchos de los niños incluyen a aquellos que viven en la calle sin casa en absoluto, a niños que pasan la mayoría de su tiempo en las calles, sin oportunidades de educación y cuidado y niños trabajadores que pasan la mayoría de su tiempo trabajando en la calle como vendedores de un tipo u otro. Estas categorías caben dentro del patrón general de definiciones hechas por UNICEF en 1986. Las encuestas sugieren que el promedio de edad es de 8 – 17 años, con un promedio de nueve años en la calle. En nuestros umbrales aquí en Bogotá se dice ser 5.000 gamines.
Los niños de la calle han sido descritos con víctimas de “violencia económica”.19 Mientras que las causas que ponen a muchos en las calles son múltiples, claramente hay una correlación entre factores económicos, políticos y sociales. Por mucho tiempo el poder judicial, la policía, los negocios y la sociedad en general han proyectado la imagen que muchos de estos niños planteaban una amenaza a la sociedad civilizada. Por ejemplo, un programa de alcance hondureño encontró que la mitad de los niños de sus calles habían sido arrestados y un 40% habían sido encarcelados.20 Claramente en el centro de cualquier respuesta deben estar policías, gubernamentales e inter-gubernamentales que aborden las cuestiones fundamentales, dirigidas también a la familia. Son sin duda de la mayor prioridad estrategias concretas dirigidas a un encuentro de los Fines de Desarrollo del Milenio para 2015.
Nuestro Primer Encuentro Internacional para el Cuidado Pastoral de los Niños de la Calle, 2004, apuntó así:
“Cuanto más alarmante es la seriedad del problema y cuanto más insuficiente es la presencia efectiva de las autoridades públicas, tanto más reconocemos la acción de grupos sociales privados y voluntarios en esta área como preciosa y digna de elogio”.21
Trabajar con los niños de la calle puede ser muy costoso en tiempo y energía, no menos económicamente, porque estos niños ordinariamente necesitan largos períodos de rehabilitación. Puede tardar muchos meses o años para que en primer lugar acrecienten su confianza, especialmente si han soportado sólo dolor y abuso de los adultos. Sin embargo desearía indicarles la dirección de tres imágenes que surgieron de las recomendaciones hechas en nuestro Primer Encuentro Internacional que son también parte de nuestras Pautas22. Son oportunas para nosotros durante estos próximos días.
“a) lo primero de todo, el icono de Jesús ante la adúltera: El Maestro es respetuoso y cariñoso: Él no juzga o condena la persona sino que por su propia actitud le anima a cambiar su vida;
b) el segundo icono, el Buen Pastor que va in busca de la oveja perdida (mucho más si es un pequeño cordero), nos anima no a esperar, y mucho menos a exigir, que el cordero encuentre su camino de vuelta al rebaño y que tome los pasos siguientes obligatorios en un cuidado pastoral por los niños de la calle: - observar, oír, entender…; - tomar la iniciativa del encuentro, - establecer una relación espontánea…
c) el tercer icono, el de los discípulos de Emaus: Finalmente sus ojos se abrieron ante Cristo Resucitado y en la posibilidad de la resurrección después de haber recorrido un camino durante el que no los ojos sino el corazón se calienta y se abre a la novedad del Evangelio.”23
Otro aspecto al que desearía guiar vuestra atención, y creo que será el hilo conductor a través de todas nuestras discusiones, es buscar y construir unidades más colaborativas para abordar directamente esta necesidad pastoral extensa. Una vez más éstas son parte de las recomendaciones en nuestro Encuentro Internacional:
“Se debe hacer trabajo coordinado no sólo dentro de las estructuras donde uno opera sino también con aquellos que están haciendo el mismo trabajo en el territorio o están en cierto sentido interesados en ello. Es necesario también buscar y acoger la colaboración de otras fuerzas que no son eclesiales en naturaleza pero son genuinamente sensibles, hablando humanamente, a la cuestión. Lo mismo va para la colaboración con oficinas públicas, incuso cuando, por opción personal, no es posible, o no se ha previsto, hacer uso de fondos públicos”.24
De nuevo en el centro de cualquier respuesta, está el encuentro, el amor, la educación y reintegración llevando a la transformación y redención, porque “Es indispensable llevar el testimonio de la luz de Cristo que ilumina y abre nuevos caminos al pueblo inmerso en la oscuridad”.25
LOS SIN TECHO
La prevalencia de tantos niños de la calle en todo el continente es un recuerdo constante que el sin hogar es un problema mayor. Aunque, como ustedes saben, no es solo niños que están sin casa sino existen muchas familias e individuos también. Nuestras Pautas han procurado definir este tipo de los sin casa así:
“La pobreza tiene un aspecto que se manifiesta en las personas que viven y duermen en la calle o debajo de los puentes. Estas personas representan una de las muchas caras de pobreza en el mundo de hoy. Incluyen vagabundos; personas forzadas a vivir en la calle porque no tienen alojamiento; inmigrantes extranjeros de países pobres que muchas veces, aún teniendo un trabajo, no pueden encontrar un lugar para vivir; los ancianos sin una casa, y finalmente, personas – ordinariamente jóvenes – que han “elegido” una vida ambulante, ya solos ya en grupos”.26
Pero los sin techo no es justamente estar sin un techo, “es el desmoronamiento del mundo, de seguridad, relaciones personales y de dignidad. Es la pérdida de capacidad para dejar una vida “verdaderamente humana”.27 Así la tarea pastoral se extiende más allá de lo que es básico y práctico, porque
“Ofrecer un `hogar´ es por tanto una tarea intrínseca para toda acción pastoral. No es simplemente materia de ofrecer un techo sino de un lugar donde las personas puedan ser plenamente ellas mismas y con dignidad. En una palabra, es un lugar donde uno puede construir su residencia de relaciones, y desarrollar toda la dimensión de su existencia, incluyendo lo espiritual”.28
Los datos disponibles indican que el porcentaje de residentes urbanos viviendo con convenios formales y asilos es tan alto como el 50% en algunas partes de este continente. Pero está también el tipo para el que se debe dar una particular solicitud pastoral. Existen aquellos que no están simplemente y temporalmente sin techo sino han elegido, o han sido forzados a hacer de la calle su casa. Muchos de estos se encuentran a sí mismos en tal aprieto debido o a la familia y ruptura emocional, droga y abuso del alcohol o enfermedad mental. Algunos de éstos estarán más expuestos a la pérdida de la salud y en particular a la tuberculosis y al SIDA/HIV.
Como con muchas otras condiciones que se encuentran `en la carretera´, el sin hogar es raramente una elección. Nuestro reciente Primer Encuentro Internacional sobre el cuidado pastoral de los sin techo hizo una conclusión importante y profunda, que yo comparto con ustedes:
“Los sin techo representan un reto para toda la sociedad, que está llamada a una corresponsabilidad en la promoción de un acercamiento apasionado al problema. Es una cuestión de entender la situación antes que encontrar una explicación, que podría degenerar en una clasificación poco adecuada. Es cuestión de tomar en consideración la persona, no como un objeto para el que tenemos la intención de intervenir de un modo que se ha definido previamente. Esto requiere un proyecto de intervención, que más que estigmatizar, tenga una lógica de inclusividad verdadera. No obstante, a pesar de esto, la acogida permanece limitada, frágil e incapaz, de modo que se debe sostener por un compromiso deliberado y constante. Espontaneidad, fragmentación e indecisión pesan contra una aproximación integral, duradera y sostenible”.29
Una vez más en el centro de una respuesta pastoral para una tan excepcional necesidad, existe la llamada a vínculos más íntimos y colaboración
“En orden a estar dispuesto a ofrecer mejor servicio a las personas sin techo, se debe favorecer la colaboración entre las instituciones eclesiales, terminando la tendencia a trabajar solos con frecuencia en un espíritu de competición. Se favorece también la colaboración adecuada con las autoridades civiles, otras religiones, e instituciones no religiosas de base que participan de las mismas preocupaciones y fines. Se deberían buscar iniciativas ecuménicas”.30
Conclusión
Sé que sólo he tocado los bordes de algunos de estos extensos temas pastorales. Conocerán ya bien la situación aquí `en el terreno´, en vuestros países y en las localidades en las que ayudáis. Existe ya trabajo muy excelente que está siendo hecho y se están llevando a cabo muchas importantes iniciativas. Nosotros en el Consejo Pontificio queremos oír de vuestras vidas, de vuestro trabajo, de vuestros éxitos y si estáis dispuestos, incluso de vuestros fracasos. Medios de colaboración, unidos con respuestas efectivas e imaginativas es para todos nosotros un objetivo esencial. Por tanto, lo que tenéis que decir, y lo que nosotros discerniremos aquí durante los próximos días será de valor, no sólo para vosotros mismos, sino para toda la comunidad cristiana. Todo esto puede ser tejido dentro de un rico tapiz de respuesta pastoral que capacite a la Iglesia a ser más verdaderamente ella misma, porque
“Dios de este modo confía a la iglesia, ella misma una peregrina sobre la tierra, con la tarea de forjar una nueva creación en Cristo Jesús, recapitulando en Él (cf. Ef 1, 9-10) todos los ricos tesoros de diversidad humana que el pecado ha transformado en división y conflicto. En la medida que la presencia misteriosa de esta nueva creación es genuinamente testificada en su vida, la Iglesia es un signo de esperanza para un mundo que desea ardientemente justicia, libertad, verdad y solidaridad, esto es paz y armonía”.31
¿No está esto en línea con la gran misión para vuestro continente emprendida en Aparecida? Verdaderamente, creo que es! Así recordando una vez más que el encuentro entre Felipe y el Etíope eunuco, el que llevó transformación y redención, espero y ruego que por el poder del Espíritu Santo, así como somos llevados en las carreteras y calles, seremos bendecidos con los dones de sabiduría y entendimiento, y que por nuestros esfuerzos - en estos días y en el futuro - nuestro trabajo pueda producir rica cosecha.
Gracias
1. Consejo Pontificio para el Cuidado Pastoral de Migrantes Personas Itinerantes. Pautas para el Cuidado Pastoral de la Carretera y Calle, 7: Personas en Movimiento, Supl 104, Agosto 2007.
2. Ibid, 9
3. Ibid, 2.
4. Concilio Vaticvano Segundo, Conxstitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Moderno
Gaudium et Spes, 4: AAS LVIII (1966), p. 1027: http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19651207_gaudium-et-spes_sp.html
5. Walt Whitman, Leaves of Grass, (Philadelphia: David McKay, 1891-92): pp. 120-29. PS 3201, Robarts Library, 1891:
6. Óscar Arias Sánchez , Paz en las Carreteras, Washington Post, 2006: http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2006/09/08/AR2006090801429.html
7. Id, ‘Una Dimensión para nuestras carreteras’, First Latin American and Caribbean Road Safety Stakeholders Forum -Executive Summary, Costa Rica, 2006: http://www.taskforce.org/GRSF/mrsespanol.pdf
8 Óscar Arias Sánchez, Una dimension Humana para nuestra carreteras, Making Roads Safe in Latin America and the Caribbean, Ed. Hayes, Rosenberg and Abraham, 2007; http://www.taskforce.org/GRSF/mrsespanol.pdf
9. Consejo Pontificio para el Cuidado Pastoral de Migrantes y Personas Itinerantes, op.cit. 64.
10. Ibid.
11. Ibid. § 68.
12. Consejo Pontificio para el Cuidado Pastoral de Migrantes y Personas Itinerantes, Medidas del Primer Encuentro Internacional sobre el Cuidado Pastora para la Liberación de las Mujeres de la Calle -2005, Documento Final – Conclusiones, § 4: Personas en Movimiento, suppl 102, 2006.
13. Ibid § 12.
14. Ibid. § 9.
15. Cf. Ibid. § 15.
16. Cf. Ibid. § 21-23.
17. Consejo Pontificio para el Cuidado Pastoral de Migrantes Personas Itinerantes. Pautas para el Cuidado Pastoral de la Carretera y Calle, § 113: Personas en Movimiento, Suppl 104, Agosto 2007.
18. Ibid. § 118.
19. A.Swift, Víctimas de rescate, New Internationalist 1989, 194: pp.13-15.
20. J.D.Wright, D.Kaminsky & M.S.Witting, Salud y condiciones sociales de los niños de la calle en Honduras, Am I This Child, 1993; 147:pp. 279-283.
21. Consejo Pontificio para el Cuidado Pastoral de Migrantes Personas Itinerantes, Primer Encuentro para el Cuidado Pastoral de los Niños de la Calle, 2004, Documento Final – Conclusiones, § 6: Personas en Movimiento, suppl. 98, 2005.
22. Cf. Consejo Pontificio para el Cuidado Pastoral de Migrantes Personas Itinerantes. Pautas para el Cuidado Pastoral de la Carretera y Calle, § 136: Personas en Movimiento, Suppl 104, Agosto 2007.
23. Id, Primer Encuentro para el Cuidado Pastoral de los Niños de la Calle, 2004, Documento Final – Recomendaciones, § 5 Personas en Movimiento, suppl. 98, 2005.