Domingo, 23 de noviembre de 2008

Presentación que se realizará por todas las vicarías de la evaluación pastoral del Sínodo. Ponencia para poder leerla, criticarla, enriquecerla y exponer a los consejos parroquiales en la forma que creamos más conveniente.

(PRIMERA PARTE)


3.- PRODUJO FRUTOS DE BUENAS OBRAS:  IMPULSAR

El Sínodo, tanto en sus fases antepreparatoria, como preparatoria y celebrativa, fue un hermoso acontecimiento eclesial que movilizó esperanzas y fortaleció la fe de algunos agentes de pastoral. Es quizá también cierto, que el momento postsinodal vino acompañado de un cierto desencanto, porque los resultados no siempre fueron los esperados, porque se pedía a un Sínodo lo que no puede dar, por la impaciencia pastoral, las resistencia estructurales o personales, eclesiales o/y sociales… 

Después de lo expresado, podría parecer que estamos ante un proyecto imposible. Se han puesto medios, recursos económicos y humanos, ilusiones, esperanzas y mucho trabajo, para alcanzar ¿pocos resultados? Creemos honestamente que no.

A pesar de las deficiencias o de quedarnos a medias en algunos proyectos, no podemos negar que ha habido frutos. Los mismos lo produjo el mismo proceso sinodal, ese caminar juntos, discernir comunitariamente nos ayudó a crecer y a mejorar el trabajo en comunión. También la implementación del Sínodo está trayendo los suyos. Pero cuidado, no pretendamos

Hay, por tanto, signos de esperanza, que nos llaman a seguir trabajando e impulsando nuestra labor. Pero como todo, lo logrado es mejorable, no cabe duda, que hay que seguir potenciando algunas cuestiones como:

·     Ha crecido el espíritu de la diocesanidad a través de la información, la participación, los encuentros, los MCS, etc.

·     Los Consejos diocesanos de pastoral y economía, y también consejos de pastoral arciprestal y parroquial,  que no en todas las parroquias están o si están no siempre funcionan adecuadamente;

·     La pastoral de conjunto y el trabajo coordinado, que facilite la labor de todos y nos lleve a unir fuerzas que hagan más eficaz la misión de la evangelización y sea testimonio de comunión, para que el mundo crea;

·     La preocupación por la formación, la espiritualidad y el acompañamiento, especialmente de nuestros agentes de pastoral y por supuesto de todos los cristianos en general;

·     Las reformas en ciertas estructuras diocesanas y organismos pastorales es real, pero muy incipiente para el cambio que estamos afrontando. Es de destacar, en este sentido, la realizada en las vicarías de justicia y economía.

·     Numerosos objetivos y acciones de estos años tienen a los sacerdotes, al seminario y la pastoral vocacional como creciente preocupación y destinararios fundamentales para su formación, mejora de las relaciones fraternas, capacitación para los nuevos tiempos, etc..;  

·     Hay una mayor presencia del Obispo en las parroquias y arciprestazgos que permite una mayor cercanía hacia su ministerio y su persona;

·     Una mejor conciencia de la corresponsabilidad en los laicos, no sólo por la escasez de vocaciones, sino por la exigencia propia del bautismo, aunque habría que potenciar los ministerios laicales y la importancia de los seglares en la evangelización, son ellos el futuro de la evangelización;

·     Hay un mayor conocimiento de los movimientos apostólicos y asociaciones de fieles presentes en la diócesis y un mayor respeto a sus carismas (guía con los movimientos, su historia, sus responsables y su carisma, encuentro anual de apostolado seglar), aunque en algunos casos sigue habiendo grupos cerrados, que no siempre se coordinan con los otros movimientos la parroquia y la diócesis. En estos años, hemos de reconocer que, probablemente, su presencia e influjo real ha decrecido.

·     Escasa acogida de la realidad laical por parte de algunos sectores pastorales: hay un excesivo dominio de la participación laical en ámbitos eclesiales y clericales y ausencia de compromiso, por lo general, en la vida pública.

·      La llamada apremiante a la misión más incisiva dentro de nuestra propia Diócesis (delegación de pastoral misionera, acción misionera con ocasión del bimilenario del nacimiento de Jesús, la reflexión sobre el primer anuncio, la iniciación cristiana, la nueva pastoral, etc. ) y fuera de ella, potenciando la misión ad gentes (proyecto de las 2 orillas, sacerdotes diocesanos en tierras de misión) como una riqueza y tesoro de la iglesia diocesana;

·     El desarrollo de la delegación de ecumenismo con los encuentros anuales con otras confesiones cristianas, y la atención a la pastoral de turismo, como conciencia de ser iglesia universal. Ambas realidades aparecen como desafíos más creciente en estos momentos. El diálogo interreligioso, con sus grandes implicaciones, y la atención al fenómeno y la riqueza del turismo;

·     El trabajo emprendido en muchas comunidades parroquiales por mejorar la acogida, en la corrección fraterna, en el sentido de lo comunitario, etc., aunque queda mucho por crecer, que abre la posibilidad de convertir la parroquia en la casa de todos, donde todos son valorados y acompañados en sus procesos vitales y de fe;

·     Con referencia al ejercicio de la caridad, se han creado nuevos grupos de cáritas, pero aún no está implantada en cada una de las parroquias,  se mantiene la colecta de los primeros domingos de mes, se siguen atendiendo los proyectos de acogida, talleres, albergues, comedores, comercio justo, etc., gestionando recursos o subvenciones, colaborando en la tramitación de documentos y ayudas. Se ha trabajado fuertemente en dar a conocer las realidades de pobreza y en estimular al compromiso con los más desfavorecidos, además de buscar mejorar la formación de los voluntarios de Cáritas (escuela de otoño); se ha creado la delegación de Justicia y paz, con sus jornadas de sensibilización y de denuncia ante las injusticias sociales y la marcha por la paz; etc.,  pero la realidad de la pobreza lejos de erradicarse, aumenta cada día por lo que hay que seguir creciendo en las ayudas a los más necesitados, en el voluntariado incluso de profesionales, en dar a conocer las realidades de pobreza para sensibilizar y denunciar las injusticias ante la opinión pública. La reflexión y mejor conciencia de la realidad socio-caritiva dentro del proceso evangelizador sigue siendo una asignatura pendiente;

·     El cuidado de la familia cristiana (movimientos de familias cristianas, cursillos prematrimoniales y la creación del COF) es un factor decisivo, y habría que seguir trabajando con ellos, acompañar a las parejas que hacen los cursillos prematrimoniales, a los padres  y madres que se acercan a pedir sacramentos para sus hijos, y ayudarles a cuidar la transmisión de la fe, implicar a otros matrimonios que sean referentes y apoyo, fomentar el papel de las abuelos/as en la transmisión de la fe, etc;

·     Con los jóvenes hay aún mucho por hacer, es un campo en el que todos sabemos que nos jugamos el presente y futuro de la Iglesia, pero que reconocemos que no es sencillo emprender con nuestros jóvenes, itinerarios serios de fe: No han faltado iniciativas, objetivos y acciones para trabajar con ellos;

·     El fenómeno de la inmigración plantea nuevos retos y, por tanto, una mejor atención a las necesidades de los hombres y mujeres que llegan a nuestras tierras (delegación de migraciones). El reto de la atención no sólo social sino pastoral de los inmigrantes es una muy importante asignatura pendiente;

·     La necesidad de la formación de todos los cristianos en el ser y en el hacer de la Iglesia (escuela de agentes de pastoral, Instituto Superior  de Teología, diversos planes de formación, Cátedra de estudios canónicos...), que habría que seguir potenciando para buscar una mayor participación de nuestros cristianos en estos campos formativos y de diálogo entre la fe y la cultura. En estos años las dificultades en este ámbito se han incrementado, a pesar de los loables esfuerzos e importantes iniciativas;

·     Seguir trabajando en mejorar la coordinación entre las departamentos diocesanos;

·     La presencia de la Iglesia diocesana en los medios de comunicación, con la creación de la revista diocesana y de la TV, como un medio para dar a conocer la realidad y vida de nuestra Iglesia, y con la concienciación de la sociedad de la necesidad e importancia de los MCS en nuestra sociedad actual;

·     Los encuentros diocesanos nos hacen vivir la espiritualidad de la comunión, (encuentro de familia, de catequistas, infancia misionera, marcha por la paz, jóvenes, apostolado seglar, etc.), sabiendo que éstos no pueden sustituir al trabajo cotidiano, arciprestal y parroquial;

Pero,  acciones….. y la Renovación, Comunión y Misión

4.- LOS CAMPOS QUE YA BLANQUEAN: INSTAURAR

·     Cierto es que mucho es lo que queda por hacer. Como vemos, siguen apareciendo asignaturas pendientes que necesitan seguir mejorándose:

·     Continuar profundizando sobre la importancia de “ir al corazón de la fe”, a lo fundamental y nuclear de la experiencia cristiana.

·     La formación y mejor cualificación de los cristianos, de los militantes de los  movimientos, de los agentes de pastoral. Lo que ya dijera nuestra asamblea diocesana: “cualificación cristiana y pastoral de los agentes…” sigue siendo un desafío ante el cual no podemos rendirnos ni conformarnos.

·     La centralidad de la Palabra, en la línea de lo dicho por el Papa en la misa de inauguración del reciente Sínodo: “Cuán necesario es poner en el centro de nuestra vida la Palabra de Dios, acoger a Cristo como nuestro único Redentor, como Reino de Dios en persona, para hacer que su luz ilumine todos los ámbitos de la humanidad.

·     Concluir un directorio sobre la iniciación cristiana que marque unas pautas comunes en los procesos diocesanos; y un catecumenado de adultos bien organizado para preparar adecuadamente a aquellos adultos que deseen ser cristianos, y para fortalecer la fe de los que ya lo son, pero están alejados o se sienten poco formados;

·     La intensificación de la vida cristiana pasando de un cristianismo tradicional a un cristianismo de experiencia-testimonial. Continuar ofertando medios para concienciar y hacer realidad el paso de una pastoral de lo heredado a una de la propuesta. Ser capaces de implementar, conforme a criterios pastorales, determinadas experiencias pilotos que, debidamente evaluadas y en comunión con la diócesis, puedan ir abriendo caminos nuevos al evangelio;

·     La importancia e implantación de los movimientos apostólicos. Las condiciones actuales siguen demandando una apuesta seria por ellos, al tiempo que su acompañamiento y su más real implicación en la presencia pública de la Iglesia;

·     El apostolado asociado sigue siendo una gran tarea pendiente, de cara a canalizar, entre otras cosas, una mayor y mejor presencia de los católicos en la vida pública. El acompañamiento de los cristianos en estos ámbitos es muy deficiente, si exceptuamos algún encuentro con responsables públicos y periodistas;

·     Fomentar unas comunidades parroquiales con mejor parresía apostólica, con verdadero espíritu fraterno donde tengan cabida la acogida, la corresponsabilidad, la pastoral de conjunto, el ejercicio de la caridad, la corrección fraterna, la participación activa de todos sus miembros, desde la realidad de unas parroquias mejor catequizadas y catequizadoras;

·     Implementar una pastoral misionera, con un marcado carácter de primer anuncio.

·     Ir dando pasos para que la pastoral se vaya concretando según el modelo de la iniciación cristiana, ofertando itinerarios catequéticos diversificados, atendiendo más personalizadamente a cada uno, etc

·     Los adultos y la familia. Ambas realidades siguen siendo ámbitos de acciones preferentes y transversales precisas para que ocupen en lugar que les corresponde en la pastoral ordinaria actual;

·     Las vocaciones, tanto a la militancia cristiana en la vida pública, como a ser agente de pastoral en tareas catequéticas, solidarias, litúrgicas, etc, como las de especial consagración han de ser objeto de una atención más cuidada y preferente por la vía de hecho. El relevo generacional de los agentes de pastoral es un desafío muy importante;

·     La Piedad Popular es un ámbito que sigue sin tener la atención pastoral que se precisa. Otro tanto cabría decir de todo el mundo de las hermandades y cofradías.

La autofinanciación de la Iglesia como compromiso de todos;

Por último, parece preciso proseguir con la renovación y discernimiento de los servicios diocesanos como estructuras para la misión. Así como del funcionamiento de las vicarías, arciprestazgos, parroquias, etc. 

5.- ODA FINAL. CORREGIR

El oficio de adivino es siempre aventurado;  más aún si se ejerce acerca de una institución tan singular e incalificable como la Iglesia. No en vano confluyen para configurar su futuro el imprevisible factor humano y el indisponible e implanificable factor divino. Por eso, al término de este estudio, puesto en estas páginas, mi impresión es la perplejidad. ¿Cuántos aciertos logrará este pronóstico? ¿Cuántos rasgos del perfil venidero de nuestra Madre la Iglesia que peregrina en nuestra Diócesis, no habrán sido aquí ni siquiera mencionados ni sospechados?

Todos convenimos sin esfuerzo en cómo no queremos que sea; pero nos cuesta más trabajo convenir en cómo debe ser la Iglesia. 

·     No queremos una Iglesia intolerante, antipluralista, antidemocrática, centralista, inmisericorde, evasionista, desencarnada… Queremos una Iglesia que se presente en la sociedad como servidora, no como señora; como pronta al diálogo y la comprensión, no como poder impositivo y doctrinario; como alentadora de una convivencia fraterna, que es más alta forma de democracia; como comunidad abierta, no como reducto sectario o elitista.

·     Queremos, en fin, una Iglesia que se autocomprenda como la comunidad de los que esperan la venida del Señor Jesús; que vuelva a proclamar el marana tha  con la misma anhelante premura con que lo profería la Iglesia recién nacida del costado abierto de Cristo; que, a la vez que se entrega confiada y gozosamente al futuro escatológico, se comprometa valerosamente con el presente y el futuro históricos, sabedora de que sólo tienen derecho a esperar lo último, (lo que no es imposible) quienes pugnan por llegar hasta el límite de lo penúltimo (lo que no es humanamente alcanzable).

·     Entonces esta Diócesis tendrá el coraje de anunciar que su misión consiste en ser, según se indicó más arriba, la institución significativa de la trascendencia. De una trascendencia encarnada y salvífica, no evanescente y asépticamente desinteresada de la suerte del ser humano. Una Iglesia-sacramento de esa trascendencia deberá-recordémoslo de nuevo -obrar lo que significa-; habrá de implicarse en las situaciones de no-salvación para poder ser salvación creíble de la gracia salvadora.

·     Esto es, a la postre, lo único que Dios nos está pidiendo; afortunadamente, esto es también lo único que los hombres y mujeres de buena voluntad esperan de ella. Una Iglesia Diocesana así, que se reencuentre con su misión y se exhiba con sus auténticas señas de identidad, no morirá nunca. Estará más bien en trance de permanente y prometedor renacimiento. Ella puede ser (ella será, sin duda) lo que haga llegar a la cultura de este tiempo que nos ha tocado vivir la buena nueva de la salvación.

·     Después de lo visto, sería pretencioso y falso decir que cada nuevo plan ha superado al otro, y que todo lo propuesto en el Sínodo se ha llevado a cabo. De hecho, en los tres planes diocesanos vemos voces que se repiten y que, una y otra vez, insisten en algún objetivo o realidad que nuestra Iglesia diocesana tiene que potenciar. Esto no significa que los planes hayan sido un fracaso ya que, a través de los planes diocesanos de pastoral, incluso repitiéndose algunas cuestiones y acciones en los mismos, descubrimos que la gran marcha de esta iglesia particular tiene un rumbo fijado, que la Iglesia diocesana está viva y que estamos trabajando juntos en hacer, aquí y ahora, lo que Dios espera de nosotros. De hecho cuando se tiene clara la meta que se quiere alcanzar, se buscará el camino y cuando se tiene claro el “qué” tenemos y queremos hacer, se buscará el “cómo” llevarlo a la práctica. 

·     Desde los orígenes de la Iglesia, en el ejercicio de los ministerios, se han tenido tres referencias fundamentales: la evangelización de los no creyentes, el cuidado de la vida fraterna en las comunidades y el ejercicio de la corresponsabilidad. Llegados a este punto podemos decir que la pregunta que nos ha servido de punto de partida se desdobla en dos interrogantes que engloban toda la acción pastoral: ¿cómo decir con «palabras y gestos» una palabra significativa sobre Dios al ser humano de hoy? ¿cómo dar una respuesta eficaz al problema de la pobreza que afecta a tantos hermanos nuestros? Sólo si logramos dar una buena respuesta a estos retos podemos dar el paso siguiente y preguntarnos: ¿cómo se hace un cristiano y cómo se renueva la comunidad cristiana?

·     Una pastoral «actual, creíble y eficaz». Esto es lo que nos pidió el papa Juan Pablo II en la encíclica Pastores dabo vobis (n 72). La Conferencia Episcopal Española lo expresó con estas palabras: «Tendríamos que hacer una revisión de muchas de nuestras actividades pastorales ordinarias que, a pesar de los muchos esfuerzos hechos, no consiguen suscitar el vigor religioso cristiano que las nuevas generaciones necesitan para expresar, practicar y mantener la fe a pesar de las presiones ambientales a las que se ven sometidas. Tendríamos también que examinar y valorar los diferentes procedimientos que han ido apareciendo en la Iglesia durante estos últimos años para corregir los que se hayan manifestado defectuosos o insuficientes e impulsar los que están demostrando una mayor capacidad evangelizadora de conversión» (Para que el mundo crea, Plan Pastoral 1994-1997, 6c). Sin duda alguna, en nuestros quehaceres pastorales se solapan modos de hacer rutinarios más propios del pasado y de una sensación no confesada de fracaso y desaliento. Es necesario mirar al futuro sin miedo, con creatividad y guiados por la esperanza que no defrauda. 

·     Como escribió José Antonio Marina, “el pesimismo es un lujo que sólo se puede uno permitir en los buenos momentos. Cuando las cosas se ponen difíciles, el optimismo se convierte casi en un deber moral. El optimismo es la inteligencia decidida a determinar el futuro. No es un sentimiento, sino un  modo de actuar”. Quizá sea algo así como el “Yes we can” convertido en “Yes we did” que ha recorrido estos días el mundo conjurados por Obama a la “Audacia de la esperanza”, o lo dicho por Teresa de Jesús: “no durmáis, no durmáis... ¡¡aventuremos la vida!!, o como dice - y termino - el mensaje final del Sínodo de la Palabra: “Existe, en efecto, también en la moderna ciudad secularizada, en sus plazas, y en sus calles - donde parecen reinar la incredulidad y la indiferencia, donde el mal parece prevalecer sobre el bien, creando la impresión de la victoria de Babilonia sobre Jerusalén - un deseo escondido, una esperanza germinal, una conmoción de esperanza”.


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