La Delegación Diocesana de la Salud está enviando unos dípticos de felicitación navideña 2008 de la que sacamos el siguiente mensaje.
Hermanos y Hermanas queridos:
¿Nos hemos dado cuenta que nuestro empeño, nuestro trabajo y nuestra misión en la Iglesia de Jesús, es dar salud, sembrar vida y esperanza, como hace Dios? En eso sí que somos a su imagen y semejanza. Por eso, enhorabuena, considerémonos afortunados.
Desde que Dios se hizo humano, desde la primera navidad, el que mira al cielo se encuentra con las nubes. Y el que mira a la tierra, el que se pone frente al hermano, el que quiere ayudar, encuentra a Dios en todas partes, porque todo está preñado de su presencia. Los limpios de corazón ven a Dios en todo y en todos (Mateo 5, 8).
Ya lo humano y lo material es, puede ser, debe ser, signo sacramental de la presencia y el trabajo que Dios hace en el mundo. El agua en el bautismo, el pan en la Eucaristía, la palabra, el aceite, las manos... Todo nos invita a ver a Dios entre nosotros, y actuando para nuestro bien. Santa Teresa veía a Dios también en los pucheros.
Los enfermos son para nosotros un sacramento verdadero de Jesús. No nos podemos cansar de darle vueltas en el corazón a sus palabras: "Estuve enfermo y me fueron a ver... (Mateo 25, 36). Siempre que nos acercamos al herido por cualquier herida lo encontramos entre nosotros, es navidad.
Por eso quiero felicitarte. Eres de los que se acercan a estos belenes de hoy, pareciéndote a Dios que siempre se acerca. Quiero felicitarte porque la fe te ayuda a ver a tu hermano y a Jesús en la pobreza de la enfermedad o en la limitación del anciano.
Me parece muy tierna la escena del dibujo de la portada. María sabe que Dios está amasándose con la humanidad en su vientre, que en ella está moviéndose la sangre de la alianza nueva y eterna entre Dios y la humanidad.
La imagino asombrada, agradecida, dichosa. Ella sabe que es verdad lo del ángel: "El Señor está contigo" (Lucas 1, 28).
Pero María también, mientras se mece en Dios, está pendiente de preparar su alumbramiento, de tener todo dispuesto para darle la bienvenida, de poner el corazón a punto para que, cuando Dios llame a la puerta, la encuentre despierta y acogedora.
Sabe que Dios ha sembrado el amor en ella y que eso se vive y se agradece sembrando amor a nuestro alrededor. Y se hace buena vecina de todos.
De ella tenemos que aprender:
Sabernos que Dios está, y lo esperamos, porque viene.
Disfrutamos de su cercanía,
pero hacemos fuerza para que se manifieste.
Sentimos sus latidos o sus movimientos en nuestro interior, pero
nos esforzamos porque nuestro corazón lata al ritmo del suyo.
Sabemos que la misericordia del Señor llena la tierra,
empapa todo, pero la pedimos cada dia.
Y, doliéndonos el frío del mal que a tantos hace tiritar,
pedimos que su fuego transforme y haga nuevo este mundo.
Y nos apuntamos a colaborar con El para que suceda ¡ya!
DIOS NO SE CONFORMA
CON SER BUENA FUENTE,
QUE MANA BONDAD.
QUIERE MANAR PARA NOSOTROS.
QUIERE QUE BEBAMOS DE ÉL,
QUIERE QUE TENGAMOS
SU VIDA ABUNDANTE.