Jueves, 04 de diciembre de 2008

La Oficina del Prensa del Obispado nos remite artículo de Monseñor Elías Yanes, Arzobispo Emérito de Zaragoza.

EL CRUCIFIJO RETIRADO

Publicado en Heraldo de Aragón, el día 2 de diciembre de 2008, Pág. 26)

+ Elías Yanes Álvarez. Arzobispo Emérito de Zaragoza


En fechas recientes la prensa daba cuenta de la sentencia de un juez que atendiendo a la queja de uno o varios padres de familia, mandó retirar el crucifijo de la escuela. No sé si este juez habrá tenido en cuenta el parecer y el deseo de otros padres de familia que seguramente deseaban que el crucifijo continuara presente en la escuela. Ciertamente en muchas escuelas los padres de alumnos que han elegido la clase de religión y el profesor de esta materia, sí tienen derecho de que al menos durante la clase de religión, no falte la presencia del crucifijo. Este hecho se presta a otras consideraciones en las que ahora no quiero entrar. Pero me lleva a pensar en aquellas palabras de Jesús desde la cruz, dirigidas a Dios Padre: "perdónales porque no saben lo que hacen".


Una de las cosas que "no saben" quienes tienen esta alergia al Crucificado es quién fue y qué enseñó Jesucristo, y qué ha significado Jesús de Nazaret en los últimos veinte siglos de historia de Europa y de la civilización europea en el mundo. El crucifijo es una síntesis del Evangelio, y el Evangelio no hace daño a ningún ateo, ni al creyente de otras religiones. Pedagógicamente es bueno y justo que un niño aprenda la lección que nos da el Crucificado: la lección del perdón, del amor de Dios al pecador, la lección de la dignidad de la persona humana que según las enseñanzas de Jesús merece siempre nuestro respeto y amor aunque sea nuestro enemigo, la solidaridad con todos los crucificados.


El Dios del que nos habló Jesús ha dado qué pensar no sólo sobre Él sino también sobre el hombre. En una obra reciente, el teólogo Olegario González de Cardedal dice con justeza que el cristianismo ha creado o ha modificado profundamente las siguientes categorías: la persona como realidad suprema, irrepetible e insustituible; la vocación-misión constitutiva del hombre; la responsabilidad irrenunciable ante Dios; la libertad individual como don y exigencia; la culpabilidad derivada de la conciencia del deber y de la negación de éste ante Alguien; la historia como tarea de la libertad y sentido del hacer humano; la diferenciación e irreductibilidad de órdenes de realidad (bien-mal, fe-razón, Iglesia-sociedad etc.); la tierra como patria verdadera pero no definitiva del hombre.


Creer que un judío crucificado es Dios ha sido y será siempre un escándalo para la razón ilustrada. Pero a este Dios Crucificado le han seguido millones de mártires que al morir perdonaban a quienes les mataban. Esto también da qué pensar.


Entre estos millones hay que contar a una mujer judía, profesora de filosofía, convertida a la fe católica, bautizada el 1 de enero de 1922, que profesó como monja carmelita descalza el 21 de abril de 1938, Edith Stein, murió asesinada en la cámara de gas del campo de concentración de Auschwitz el 9 de agosto de 1942. Había sido profesora como asistente del gran maestro de la fenomenología moderna Edmundo Husserl. Ella dejó escrito un estudio sobre San Juan de la Cruz con un título significativo: "La ciencia de la cruz". Fue canonizada como mártir por el Papa Juan Pablo 11 el 11 de octubre de 1988. En la homilía el Papa sintetizó así el mensaje de Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz): "No aceptéis como verdad nada que carezca de amor. Y no aceptéis como amor nada que carezca de verdad".


En la cruz de Cristo se concentran el amor y la verdad, la verdad y la libertad. Tiene sentido la fórmula del teólogo Urs Von Balthasar: "Sólo el amor es digno de fe"(Salamanca 1988).


Publicado por verdenaranja @ 22:08  | Hablan los obispos
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