Subsidio litúrgico enviado por Caritas para la celebración de la Navidad 2008
INTRODUCCIÓN
El Padre envió a su Hijo al mundo, por amor: tanto amor... El Hijo de Dios se hizo hombre, por amor: humilde amor. El Espíritu Santo humanizó al Verbo, por amor: santo amor.
La Comunión Trinitaria se abre a la comunión del hombre. La Encarnación es lluvia divina sobre la humanidad.
Porque el mundo estaba entenebrecido, Dios envió a su Hijo como sol.
Porque el mundo estaba corrompido, Dios envió a su Hijo como sal.
Porque el mundo estaba dividido, Dios envió a su Hijo como paz.
ACTO PENITENCIAL
Viene Jesús para enseñarnos a ser pobres, y nosotros hace de su nacimiento una fiesta consumista y derrochadora. Señor, ten piedad
Viene Jesús para ofrecernos su paz, y n rivalizamos y nos dividimos, Cristo, ten piedad
Viene Jesús para compartir con nosotros su diva nosotros permitimos que muchos vivan en condiciones infrahumanas. Señor, ten piedad.
LECTURAS
Is 9,2-7;Tt 2, 11-14; Lc 2, 1-14
Los sueños proféticos se cumplen plenamente con el nacimiento de Jesús. Es el triunfo de la luz sobre las tinieblas, de la libertad sobre la opresión, de la alegría sobre la tristeza, de la paz universal.
Porque ha nacido un niño, lo cual significa siempre alegría y esperanza. Y el niño que ha nacido es el Príncipe de la paz, sin límites. Es un niño humano y divino, que defenderá a los pobres, establecerá la justicia y saciará nuestras hambres de Dios.
Con Jesús nació la gracia de Dios. En Jesús Dios se manifestó humilde y misericordioso. Por Jesús fuimos rescatados de la maldad. Y Jesús nos enseñó a vivir santamente y a esperar con las lámparas encendidas su vuelta gloriosa.
El nacimiento de Jesús está marcado por la marginación y la pobreza. La gloria del cielo se oscurece en la tierra. El que es Señor del mundo no encuentra sitio en el mundo para nacer. El que es dueño de todas las cosas necesita de los regalos de pobres pastores. Pero él viene con muchos regalos del cielo, y el primero de todos es la paz. Paz para todos los hombres sin excepción, para los buenos y los malos, para los libres y los esclavos; paz envuelta en telas de amor.
PARA LA HOMILÍA
1. Niño Divino, enséñanos a ser humanos
Dios no se hizo hombre para destruir nuestra naturaleza, sino para curarla y enriquecerla. Dios no quiere deshumanizar al hombre, sino humanizarlo más. Él mismo se nos manifestará como el hombre perfecto, no como superhombre, sino como humano del todo.
Cuando hablamos de ser «humano», estamos refiriéndonos a una realidad buena. Quiere decir, según el diccionario, ser: afable, afectuoso, agradable, benévolo, benigno, caritativo, compasivo, comprensivo, comunicable, condescendiente, considerado, cordial, humanitario, indulgente, liberal, magnánimo, misericordioso, propicio, sensible...
Son hermosos calificativos. Este conjunto de cualidades es lo que nos hace iconos de Dios, pues estamos hechos a su imagen y semejanza. Nace Jesús para que esta imagen y semejanza resplandezca en toda su gloria y su esplendor.
En el hombre hay también tinieblas. Ser hombre es peligroso. La historia nos muestra los lados oscuros del co-razón humano, que pueden llegar a profundidades abismales. Nace Jesús para vencer estas tinieblas y liberar-nos de nuestras terribles esclavitudes. El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande.
2. Niño Divino, enséñanos a ser dioses
Jesús se revistió de la naturaleza humana. Nosotros le enseñamos a ser hombre. Él quiere enseñarnos a ser dioses. ¿Y qué es ser Dios?
Dios tiene muchos nombres y muchas cualidades. Los atributos humanos los tiene en grado infinito y misterioso. Dios es afable, afectuoso, benévolo... Pero hay algunos que le definen mejor, como la caridad, la compasión, la misericordia (cf. Ex 34, 6; 1 Jn 4, 8.16). Enseñaba recientemente Benedicto XVI: «Misericordia es sinónimo de amor, de gracia. En esto consiste la esencia del cristianismo, pues es la esencia del mis-mo Dios. Dios (...) porque es Amor es apertura, acogida, diálogo; y su relación con nosotros, hombres pecadores, es misericordia, compasión, gracia, perdón». Dios es comunicación, comunidad, comunión. Dios no es solitario o individualista. Dios es familia. Dios es Trinidad.
Por eso, lo más esencial del hombre es su capacidad de apertura y común unión. El hombre, para ser verdaderamente humano, necesita del otro, de los otros. Sin el otro yo no sabría nada de mí mismo, ni siquiera mi nombre. El otro me vacía y me plenifica. El otro rompe mi curvatura y me abre a nuevos horizontes. El otro me estimula y me agranda. El otro me da muerte y me da vida.
Jesús nace para multiplicar los iconos trinitarios. Quiere unir a todos los hombres en un abrazo. «Él es nuestra Paz (...) dando en sí mismo muerte a la enemistad» (Ef 2, 14.16). Él consagró la familia humana, fuente de amor y de vida, y quiso hacer de todos los pueblos una gran familia.
El que cree en Jesús, el que comulga a Jesús, debe luchar contra toda división e individualismo, y debe crear e intensificar lazos familiares y sociales, amistosos y solidarios.
3. Niño Divino, enséñanos a ser niños
Nosotros queremos ser mayores. Queremos cosas grandes. Nos encanta construir torres elevadas hasta el cielo. Que-remos ser dioses, pero a nuestro modo, escalando a costa de lo que sea peldaños de gloria y de poder.
Pero el Dios verdadero bajó hasta nosotros despojándose de gloria y de poder. Se hizo niño. Nos enseñó los caminos de la humildad y del servicio, de la esperanza y del amor. Son los caminos que nos divinizan, nos llevan directamente a Dios.
Si quieres ser Dios, fíjate en el modelo navideño. Encontrarás, como decía el ángel, un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. También encontrarás a María y a José, sus padres. Son como un retrato de la familia divina. Y son el fermento de una humanidad nueva, entrañable y solidaria, gozosa y liberada, abierta y acogedora. Ya puedes empezar a soñar.
«Al ser humano le constituye esencialmente su capacidad de apertura a los demás, al mundo, al ser. Pues bien, en Jesús esa apertura al Ser de Dios habría sido (...) tan total que en ella se habría dado la absoluta identificación de Jesús con Dios» (Zubiri).
ORACIÓN DE LOS FIELES
A ti, Padre, que tanto amaste al mundo que le diste a tu Hijo, pedimos confiadamente:
Que seamos y vivamos como verdaderos hijos tuyos.
Te lo pedimos, Padre.
Que seamos y vivamos como hermanos verdaderos.
Que seamos comprensivos y compasivos, acogedores y solidarios, capaces de superar individualismos y clasismos.
Que los responsables de los pueblos estén abiertos a las necesidades de otros pueblos, superando ciegos nacionalismos.
Que la Iglesia sea fermento de una sociedad más humana y más divina.
Que los que celebramos el misterio de la Navidad en esta Eucaristía vivamos la comunión.
Oremos: Concédenos, Padre, ser testigos de la presencia de Jesús entre nosotros.