Comentario a las lecturas del domingo cuarto de Adviento – B, publicado en Diario de Avisos el domingo 21 de Diciembre de 2008 bajo el epígrafe “el domingo, fiesta de los cristianos”.
Denme un punto de apoyo
DANIEL PADILLA
Hemos leído y comentado tantas veces el pasaje evangélico de hoy, hemos admirado tanto la frescura del lienzo de Fray Angélico en su Anunciación, que quizá nos hemos "acostumbrado al suceso". ¿Qué el Ángel Gabriel fue a una doncella de Nazaret y le anunció que iba a ser la Madre de Dios? ¡De acuerdo! ¿Qué María contestó: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí..."? ¡De acuerdo! Y nos damos por enterados. Pero ¿no hay nada más? ¿Ahí termina nuestra reflexión?
Déjenme que les diga. Se trata del acto de fe y confianza más grande que se haya podido dar en una criatura humana. Dénse cuenta. Así, de buenas a primeras, a esta doncella, "que no va a conocer varón", un ángel le dice: "Concebirás en tu seno al Hijo del Altísimo". Ese Hijo "reinará en la casa de Jacob para siempre", puesto que "su reino no tendrá fin". Y todo esto sucederá "por obra del Espíritu Santo, que te cubrirá con su sombra". Así. Palabra tras palabra, como quien no dice nada.
Créanme. Lo normal, lo lógico, es que María hubiera contestado: "No entiendo nada. Estoy hecha un lío. Camino por un valle de tinieblas, por tanto, renuncio".
Pues, he ahí la maravilla. "María se turbó", eso así. Pero, después, dijo: "He aquí la esclava del Señor. Fiat". Lo repito. Se trata del acto de confianza más grande que haya podido hacer una criatura humana.
Ustedes lo saben. Vivimos en un mundo, en el que se nos educa para la desconfianza. "No te fíes ni de tu padre", solemos decir. Y una vez oí a un padre que se lo decía a su propio hijo, ante mi asombrada tristeza.
Y en ésas estamos. Desconfiamos de la Naturaleza, que es imprevisible y arrolladora, con sus tormentas y sequías, con sus fieras y con sus seísmos. Desconfiamos del hombre, que se vuelve ladrón y violento, que asesina y pone en marcha los terrorismos más increíbles, que se vale de la droga y los negocios sucios para desequilibrar las economías, aumentar las injusticias y llenar la vida de enfermedades, divisiones o inseguridades.
Desconfiamos de todo: lo moderno y lo antiguo, lo natural y lo artificial, lo tecnificado y lo caduco. Ese es el "clima".
Pues, vean. María, que no entendió casi nada, se fió. Hizo vida en sí lo que más tarde diría Pablo: "Yo sé muy bien de quién me he fiado".
Esa es la lección del evangelio de hoy. El hombre "necesita un punto de apoyo, para mover su mundo". Ese punto es tener "Alguien" en quien fiarse y "desde el cual" poder llevar la confianza a los demás. Necesita convencerse de que "en Dios vivimos, nos movemos y existimos". Que "no ocurre nada sin licencia del Padre celestial". Que todo nuestro jadeo y ajetreo ocurre siempre en la geografía providente e inabarcable de las manos de Dios. Y que, eso "aunque caminemos por un valle oscuro, ningún mal debemos temer".
Pero, además, debemos llevar la confianza a los demás. María, una vez que se abandonó con su "hágase en mí" en las manos de Dios, se salió de sí misma y se llegó a la montaña, a llevar a su prima los frutos de su confianza. Por eso, su prima la saludó así: "Dichosa tú, porque has creído". ¿Más claro aún? Adviento es confiar en Dios que viene "¡Oh Emmanuel!" Y después, salir por ahí, al aire y al sol, cantando: "En Dios pongo mi esperanza y confío en su palabra”