Martes, 06 de enero de 2009

Reflexión cogida de cuaderno  de Cáritas para ADVIENTO Y NAVIDAD 2008 – 2009 en relación con la fiesta del Bautismo del Señor.

 

 

BAUTISMO DE PENITENCIA

 

Jesús dejó su familia y su pueblo cuando oyó hablar de Juan. Sintió la lla­mada y dio un corte en su vida, una ruptura familiar y profesional, es como el seguimiento de una vocación.

 

Se unió a la gente que escuchaba a Juan con admiración y deseaban recibir el bautismo de sus manos. Era algo nuevo. Es verdad que los judíos gustaban de las abluciones y purificaciones, pero el rito de Juan era radical, completo, definitivo. Seguro que lo había aprendido entre los esenios que vivían en el desierto de Qumrán. Con el bautismo invitaba a la conversión, a arrojar en el fondo del mar todos sus pecados (cf Mq 7, 19), a empezar a vivir una vida nue­va.practicando la caridad, la no-violencia, la justicia. 

 

Era algo muy distinto de lo que se acostumbraba en el Templo. Para conseguir el perdón de los pecados se utilizaba la sangre, se prescribían los ritos de expiación (cf Lv 4; 16). Los sacerdotes se inquietaron y cuestionaban a Juan sobre de dónde y el porqué de su bautismo (cf Jn 1, 19-25). Las prácticas de Juan eran. desde luego, más limpias, más baratas, más comprometidas y más eficaces; pero no encajaban en la Ley.

 

Pero lo que empezó a llamar más la atención su convencimiento de que algo importante estaba para suceder. Parece como si Dios estuviera más cer­cano, como si se aproximara el Reino de Dios. Por lo tanto hay que prepararse. Alguien viene detrás de mí que es mucho más importante que yo. Ojalá me admitiera en su compañía, ya que yo me conformaría con llevarle sus sanda­lias. Preparad vuestros corazones para recibirlo. El separará el trigo de la paja, el árbol bueno del árbol seco. Yo os bautizo con agua, pero él os bautiza­rá en fuego y en Espíritu.

 

Diríamos que el pueblo despertó y se puso en pie. Diríamos que quien más y quien menos encendieron su lámpara. Diríamos que el pueblo estaba en ex­pectación; y se bautizaban.

 

Jesús se presentó a Juan para que lo bautizara

 

Jesús se entusiasmó oyendo y viendo a Juan. Era, desde luego. un profeta. Se mezcló con los pecadores.

 

Valoremos este gesto. El Hijo de Dios se vistió de carne, y de carne pecadora. No es extraño que se mezcle entre pecadores. No fue pecador, pero car­gó con nuestros pecados. Venid a mí los que estáis agobiados por vuestras cargas impuras. Yo cargaré con todas. «Gracias, Jesús, por cargar con mis pecados. Él se los llevó absolutamente todos» (Bta. Teresa de Calcuta).

 

Así, cargado con el pecado del mundo, se presentó Juan. No le pidió, le exigió el bautismo. Es lo que Dios quiere. El estaba dispuesto a liberar al mun­do de su pecado, sea ahora en el agua, sea más tarde en la cruz. Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Sigamos poniendo nuestro pecado sobre sus espaldas.

 

Y así entró en el río, descendió a lo más bajo del mundo, a las simas del in­fierno de la tierra. Es como una muerte anticipada.


Publicado por verdenaranja @ 22:10  | Espiritualidad
Comentarios (0)  | Enviar
Comentarios