- Dios ha tejido a lo largo del tiempo una historia de amistad y de amor hacia el hombre a través de la cual le ha ofrecido siempre su salvación. Noé es el primer paso de esta historia que culmina en Jesús.
- Jesús manifiesta cómo Dios salva al hombre: ofreciéndole siempre el don de la conversión. Cuando el hombre se arrepiente y vuelve a Dios, este no lo rechaza, sino que le abre paternalmente sus brazos. Jesús pasa por la tentación para mostrarnos que Dios rechaza el pecado, pero nunca al pecador.
- Al principio de la cuaresma, la liturgia nos recuerda que Jesús pasa por la muerte para conducirnos a la vida. En el bautismo ya participamos de este misterio de vida y salvación; toca ahora hacer de ello nuestro programa de vida: abandonar las seducciones del pecado para vivir la novedad de la vida eterna.
- La misión de la Iglesia consiste precisamente en hacer partícipes a los hombres de esta experiencia de gracia. Jesús, con su palabra, con los signos que realizó, pero sobre todo con su muerte y resurrección, hace presente el reino de Dios. La Iglesia recibe de Cristo la misión de anunciarlo y establecerlo en medio de todos los pueblos (cf. Mensaje, 4).
- Fieles a esta misión muchos misioneros y misioneras españoles han dejado `"padre y madre" para llevar la buena noticia del reino de Dios a América. Ellos han anunciado y manifestado el reino de Dios con sus obras, pero sobre todo con sus vidas entregadas a Cristo y a la Iglesia, porque la acción misionera "no consiste en una fría transmisión de una doctrina, sino fundamentalmente en testimoniar la propia experiencia de encuentro con una persona, con Jesucristo mis-mo, que constituye la única realidad que tiene la fuerza de abrir el corazón de los hombres al contacto con la Verdad" (Mensaje, 5).
- En la Iglesia en América, mucho más a partir de la quinta Conferencia General del CELAM en Aparecida (Brasil), surge con fuerza el deseo de fidelidad a Cristo y a su misión (cf. Mensaje, 3). Aún hay muchas situaciones de injusticia y de falta de paz y amor en América, pero si toda la Iglesia en Arnérica se une a Cristo, podrá vivir la misión y no sucumbir ante la desesperanza o la irrupción de las sectas. "¡Sólo unidos a Cristo, sólo con Cristo, América vive la misión!" (Mensaje, 5).