Artículo del Padre Givanni Salerno, msp, publicado en Boletín de los MISIONEROS SIERVOS DE LOS POBRES DEL TERCER MUNDO (Opus Christi Salvatoris Mundi), número 3 - “CUARESMA 2009”.
La “Imitación de Cristo”, nuestra regla, se propaga como el fuego
Padre Giovanni Salerno, msp
Una pregunta que se nos hace con frecuencia y que nosotros mismos nos hacemos es la siguiente: ¿cuál es la espiritualidad de nos-otros los Misioneros Siervos de los Pobres del Tercer Mundo? La res-puesta es sencilla y comprometedora: imitar a Cristo para poder ser cada día pan partido para los demás y para sentir en nuestro corazón el mismo anhelo de Cristo por llevar el Evangelio a los más pobres.
Imitar a Cristo, sin embargo, es una empresa heroica, mejor dicho, humanamente imposible, sólo realizable cuando Cristo mismo es su autor, cuando, como dice el Apóstol, "no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gal 2, 20).
Surge entonces una segunda pregunta: ¿cuáles son los instrumentos que Dios pone a nuestra disposición para que participemos n la realización de este proyecto?
No os escondo que es la misma pregunta que me hice en los comienzos de mi aventura misionera en la Cordillera andina, sobre todo en los momentos de desaliento y de soledad.
La respuesta no se hizo esperar mucho: el Señor, en efecto, de una manera providencial, puso en mi camino el libro de la Imitación di Cristo para que hiciera de él la guía espiritual no sólo mía personal, sino también de todos aquellos y aquellas que ha llamado, llama y llamará a seguirlo como Misioneros y Misioneras Siervos de los Pobres del Tercer Mundo.
Desde entonces, la lectura y la meditación diarias de este áureo libro son el buril que va moldeando al dócil Misionero Siervo de los Pobres según la imagen del Siervo de Yahvé.
Precisamente por este motivo el libro de la Imitación de Cristo ha llegado a ser una sólida e inamovible columna de nuestro carisma, gracias al cual podemos cada día amar a los pobres con los mismos latidos del Corazón de Jesús, reconociendo en sus rostros desfigura-dos al propio Cristo sufriente.
Vuelvo a pensar a menudo en las batallas de las que este libro fue protagonista en los albores del Movimiento. Apenas se supo que yo quería ponerlo como regla, no pocos laicos, sacerdotes y grandes bienhechores se mostraron escandalizados.
En mi corazón, sin embargo, había una certeza que hizo que yo no retrocediera en este punto básico. Me repetía a mí mismo: Mi deseo es fundar a los Misioneros Siervos de los Pobres del Tercer Mundo con esta regla de la `Imitación de Cristo', puede ser que nadie quiera seguirme, pero yo quiero ser enterrado con este libro y poder decirle al Señor: "Quiero dar una riqueza espiritual a todos los miembros del Movimiento por medio de este libro; nadie me ha seguido, pero yo soy feliz de morir fiel a este claro y gran ideal".
Recuerdo aún las palabras de aliento que me dijo el Santo Padre Juan Pablo II cuando me recibió en su biblioteca privada, después de haber sabido que yo había escogido la Imitación de Cristo como guía espiritual: "Siguiendo la espiritualidad de este libro, vosotros iréis por un camino seguro que cada día os acercará más al Señor Jesús, no solos, sino con los pobres a quienes serviréis".
Vosotros sabéis que hemos completado, publicado e iniciado la distribución de una nueva traducción de este libro encargada por nosotros; por el momento disponemos sólo versiones en español e italiano, pero esperamos poder encontrar pronto los medios para ofrecerla también en otras lenguas.
Sinceramente les digo que me ha sorprendido y alegrado al mismo tiempo el entusiasmo suscitado por este libro, no sólo en nuestros Grupos de Apoyo, sino también en muchísimos otros grupos y en numerosas personas deseosas de hacer un camino de contínua conversión; es emocionante saber que en todas las familias del Movimiento, antes de las comidas, los padres de familia, reu-nidos alrededor de la mesa junto con sus hijos, leen algunos párrafos de la Imitación de Cristo.
Estoy cada vez más con-vencido de que Dios nos llama a utilizar este libro de la Imitación de Cristo para traer luz en un mundo en el cual reina tanta oscuridad. Precisamente por esto no debe-mos desanimarnos y, sin temor alguno, debemos estar siempre preparados para presentar a Cristo como único modelo de vida espiritual.
La preocupación de todo Misionero Siervo de los Pobres del Tercer Mundo debe ser la de no ostentar ninguna espiritualidad particular, sino proponer a todos la única espiritualidad auténtica: la imitación de Jesucristo, el Salvador.
P. Giovanni Salerno, msp