Comentario a las lecturas del domingo quinto de Cuaresma - B publicado en Diario de Avisos el domingo 29 de Marzo de 2009 bajo el epígrafe “el domingo, fiesta de los cristianos”.
La muerte tenía un premio
DANIEL PADILLA
El que no sabe morir mientras vive, es vano loco: morir cada hora su poco es el modo de vivir. Vivir es apercibir el alma, para tener la vida muerta al placer y muerta al mundo, de suerte, que, cuando llegue la muerte le quede poco que hacer. Igual que el sol hay que ser que, con su llama encendida, va, acabando y renaciendo de tantas muertes, tejiendo la corona de su vida. Por eso busco el sufrir, para como el sol decir que de la muerte recibo nueva vida y que si vivo, vivo de tanto morir".
La cita es larga y pertenece a una obra en verso de nuestro teatro de principios del pasado siglo. Pero, si la transcribo es porque retrata el mensaje de la liturgia de este domingo. No creo que los protagonistas del teatro de las últimas décadas, ni en general la literatura actual, presenten programas con esa doctrina. Al contrario, en esta época del confort y del hedonismo, creo que, desde todas las plataformas laicas, se nos predica el disfrute de todos los placeres por medio de todos los sentidos: "Sáciate, pínchate, póntelo, fúmalo, pruébalo...".
Pero ya digo. Si releen las lecturas que hemos hecho esta Cuaresma, verán que esa filosofía de llegar "a la Vida por la cruz" es una constante cristiana. Para muestra, el botón del evangelio de hoy. De entrada, hay una frase de Jesús que podría desconcertar: "Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre". Al leerla, pudiéramos pensar: "Cristo, como nosotros, lo que quiere es la dicha". Pero, si siguen leyendo verán que el "itinerario de la dicha" de Jesús rompe todos nuestros esquemas. Escuchen, lean: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, no da fruto. Pero si muere...". Más: "El que se aborrece a sí mismo, se salvará para la vida eterna". También: "El que quiera seguirme, que tome su cruz y que me siga".
¿Qué es esto? ¿Se trata de un masoquista que va a la muerte inconscientemente, por fatalismo, con mentalidad estoica del "dolor por el dolor"? No, amigos. En la carta a los Hebreos, que también leemos hoy, se nos dice: "Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas a quien podía salvarle de la muerte". Lo que pasa es que Él sabía una cosa. Y es que el pecado del hombre, su desvío, tenía un precio. Un precio terrible: su sangre y su muerte. Y esa muerte, a su vez, tenía un premio. Un triple premio. Primero, el amor a su Padre, "haciendo su voluntad": "Se hizo obediente hasta la muerte y una muerte de cruz". Segundo: amarnos a nosotros, proporcionándonos, con su muerte, la Vida verdadera, la dicha: "Llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna". Y tercero: su propia voz del cielo: "Lo he glorificado y volveré a glorificarlo". Vean igualmente lo que recuerda Pablo con palabras impresionantes: "Por eso, Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre". Sí, la muerte de Jesús tenía un premio: el más grande.