Viernes, 17 de abril de 2009

Estracto de DOSSIER FIDES “La virginidad de María y su significado en nuestro tiempo” de Especial FIDES – 25 de Marzo de 2009

 

“Bienaventurados los puros de corazón” (Mt 5,8

 

La virginidad del espíritu


El diálogo entre el ángel Gabriel y María nos hace comprender cómo la fe penetraba el modo de pensar de la Virgen de Nazaret. Después de que el mensajero de Dios le ha anunciado que dará a luz a un hijo que deberá llamar Jesús (cf. Lc 1,30-33), ella pregunta: “¿Cómo es esto posible? No conozco a varón” (Lc 1,34). Esta pregunta ante todo testimonia que María no ha acogido el anuncio del ángel en un sentido puramente pasivo. La fe no sustituye el modo de pensar humano, sino que lo impulsa, hace crecer su horizonte y lo abre a los pensamientos y proyectos de Dios. Quien es creyente, pone todas las fuerzas de su espíritu al servicio del Señor. Escuchando las palabras del ángel, María es puesta en dificultad, porque, inesperadamente, se encuentra teniendo que escoger entre dos vocaciones, aparentemente contradictorias: por un lado se siente llamada a la virginidad, que le hace decir que no conoce a hombre; por otro el ángel le dice que concebirá a un hijo. En esta situación su modo de pensar puro y creyente se muestra por el hecho de que no rechaza el anuncio del ángel. No dice “¡No es posible!”. Simplemente hace la pregunta: “¿Cómo es posible?”. La palabra “cómo” expresa la virginidad de su mente. No dice un “no” sin fe al plan de Dios. El ángel viene en ayuda de la dificultad de su razón y recuerda que Isabel ha concebido un hijo en la vejez, más allá de toda expectativa humana. Esta constatación de que Dios puede hacer cosas aparentemente imposibles, le basta a la humilde Virgen de Nazaret para decir un “sí” lleno de fe, poniéndose a total disposición de Dios y de su obra.

 

María tenía un pensamiento simple y profundo. Su espíritu no era complicado, ni ingenuo, no era egoísta o cerrado. Estaba dirigido totalmente a Dios y no conocía ese modo de pensar y de hablar replegado sobre sí mismo, tan típico de nosotros hombres. Madre Julia escribió al respecto: “La Virgen no conoce en sí misma la consciencia analítica con los desgarros y tumultos interiores que derivan de ella como frutos amargos que le siguen. En María no hay nada que no haya alcanzado la madurez. Por el contrario, la maravillosa e infinita grandeza de su vocación y toda su colaboración con el plan de la redención como Esposa y Madre surgen de su corazón puro e inmaculado, de su vida simple de hija de Dios, de su integralidad, disponibilidad y fidelidad virginales”.

 

María nos enseña a combatir al “padre de la mentira” (Jn 8,44). Ella nos ayuda a no dejar entrar en nuestros pensamientos la duda, las excusas, el orgullos, los celos y la desconfianza contra Dios. La virginidad del espíritu significa que vigilamos sobre nuestro modo de pensar y no damos curso libre a nuestros pensamiento sin control. San Pablo nos exhorta a destruir “sofismasy toda altanería que se subleva contra el conocimiento de Dios”; con el Apóstol debemos decir: “reducimos a cautiverio todo entendimiento para obediencia de Cristo” (2 Cor 10,5). Hay pensamientos verdaderos y buenos que nos abren nuevos horizontes y nos dirigen a Dios, nuestro sumo bien. Pero hay pensamientos peligrosos que nos alejan interiormente de la fidelidad a la Iglesia, del amor al cónyuge o a la vocación sacerdotal o consagrada y que conducen a los hombres por caminos peligrosos. San Pablo expresa en este sentido su preocupación porque los cristianos de Corinto, en sus pensamientos, podían ser pervertidos “apartándose de la sinceridad con Cristo” (2 Cor 11,3).

 

La virginidad del espíritu significa dirigir continuamente el pensamiento a Dios y a su verdad. Quien tiene dicha disposición, expresión de auténtica humildad, se abre al rayo de la verdad que lo alcanza y es verdaderamente sincero en sus intenciones, en sus palabras y acciones. Con corazón puro escucha la voz de su conciencia y al mismo tiempo pone todas sus fuerzas al servicio del reino de Dios. Si somos personas de este tipo, obtenemos de Dios la sabiduría y podemos contar con su ayuda y su bendición.


Publicado por verdenaranja @ 23:01  | Espiritualidad
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