S?bado, 18 de abril de 2009

Estracto de DOSSIER FIDES “La virginidad de María y su significado en nuestro tiempo” de Especial FIDES – 25 de Marzo de 2009

 

La virginidad del corazón

 

Desde el primer pecado de Adán y Eva, el corazón del hombre está dividido. El pecado causa disturbios en nuestra armonía interior, en nuestra unión con Dios, con nosotros mismos y con los demás. María fue preservada del pecado original y de toda culpa personal. Toda su vida fue caridad y apertura al Señor. En el momento de su vocación se puso a disposición de Dios in ninguna reserva. No ha habido ningún momento de su vida en la que no haya vivido plenamente su “sí”. En nuestro camino de fe la santa Virgen nos ayuda a vivir una donación total y pura a Dios.

 

Jesús nos dice: “Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero” (Lc 16,13). Con estas palabras el Señor nos pone en guardia frente a toda forma de idolatría, de compromiso con el mundo y falsedad. El mundo no necesita de cristianos superficiales, sino de hombres y mujeres que hagan penetrar la luz del Evangelio en todos los ambientes de la vida; necesita de testigos verdaderos y creíbles. No somos sinceros si pretendemos de los otros el ejercicio de la virtud pero nosotros no somos los primeros en esforzarnos en ese sentido; o si criticamos los yerros de los demás pero no trabajamos constantemente en mejorar nuestro carácter; o si acusamos a los demás tratando de camuflar de esa manera nuestros pecados. No es justo, si los padres rezan por la fe de sus hijos, pero los obstaculizan si sienten la vocación al sacerdocio o a la vida consagrada.

 

Para conservar la virginidad del corazón debemos luchar contra la concupiscencia de la carne. Nos ayudan la pureza de la mirada, la disciplina de los sentimientos y de la imaginación y el rechazo de toda complacencia en pensamientos impuros que induce a alejarse del camino de los mandamientos divinos. Es también importante un sano sentido del pudor, pues éste preserva la intimidad de la persona, regula los gestos de conformidad con la dignidad de las personas y de su unión, sugiere la paciencia y la moderación en la relación amorosa, inspira las preferencias en el modo de vestir y fomenta hace crecer la virtud de la discreción. En una oración a María, la Madre Julia escribía: “Has realizado todo lo que Dios esperaba de ti.” Este debe ser también nuestro deseo: realizar todo aquello que Dios espera de nosotros, con alegría y entera donación, en la virginidad del corazón.


Publicado por verdenaranja @ 22:55  | Espiritualidad
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