DOMINGO 3 DE PASCUA / B
26 de abril de 2009
Que la paz y el amor de Jesús resucitado estén con todos vosotros.
Jesús resucitado nos ha convocado aquí. Nosotros no le vemos, pero creemos en él y por eso nos reunimos todos los domingos en torno a su mesa, y por eso también queremos dar testimonio de su amor y de su vida plena.
Vale la pena creer en Jesús, vale la pena amar como Jesús nos amó, vale la pena confiar en Dios Padre como Jesús confió. Por eso celebramos la Eucaristía: para unirnos más profundamente a él y para llenarnos del mismo Espíritu que le movía a él.
Aspersión: Comencemos la celebración recordando nuestro bautismo, aquel momento en que entramos a formar parte de la comunidad de los seguidores de Jesús
Que Dios todopoderoso nos purifique del pecado y, por la celebración de esta Eucaristía, nos haga dignos de participar en el banquete de su Reino. Amén.
2. lectura (1 Juan 2,1-5a): Como segunda lectura de los domingos de Pascua, este año leemos la primera carta de san Juan. Es una exhortación a seguir a Jesús en concreto, con hechos y no sólo con buenas palabras.
Oración universal: A Jesús, nuestro pastor y nuestro guía, orémosle diciendo: JESÚS RESUCITADO, ESCÚCHANOS.
Para que la Iglesia dé siempre testimonio de renovación, de diálogo, de desprendimiento de todo poder. OREMOS:
Para que las familias cristianas crezcan día tras día en el camino de la fe, la esperanza y el amor. OREMOS:
Para que el amor hacia los necesitados, los enfermos, los marginados, los inmigrantes, sea el principal distintivo de los que nos profesamos cristianos. OREMOS:
Para que los monjes y monjas, y los religiosos y religiosas, vivan con mucha fe y esperanza su vocación. OREMOS:
Para que todos nosotros seamos, con nuestra palabra y nuestra manera de vivir, testigos de Jesús resucitado. OREMOS:
Señor Jesús, escucha nuestra oración y llénanos de tu Espíritu Santo, para que vivamos con mucha alegría estas fiestas de Pascua. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Padrenuestro: Jesús nos da la paz. Jesús nos invita a su mesa. Y unidos a él, llenos de su Espíritu, podemos orar al Padre con toda confianza. Por eso, siguiendo su enseñanza, nos atrevemos a decir:
Invitación a la comunión: Este es el Cordero de Dios, Jesucristo, el vencedor de la muerte, que se nos da como alimento de vida eterna. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Despedida: Anunciad a todos la alegría del Señor resucitado. Hermanas y hermanos, podéis ir en paz.
CPL