S?bado, 25 de abril de 2009

Guión Litúrgico para la XLVI Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que se celebrará el 3 de Mayo de 2009, IV Domingo de Pascua, enviado con los materiales para la celebración y publicados por CCE.

SÉ DE QUIÉN ME HE FIADO
XLVI JORNADA MUNDIAL DE
ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

Monición de entrada

Nos hemos reunido en este Cuarto Domingo de Pascua para celebrar la Eucaristía, banquete de los bautizados y memoria del misterio de salvación que emana de la muerte en cruz y la resurrección de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. En este día en que el Evangelio nos presenta a Jesús como Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, la Iglesia nos invita a orar por las vocaciones y nos recuerda que esta oración ha de acompañar nuestra existencia cristiana. Jesucristo necesita sacerdotes, religiosos y laicos que, comprometidos en la misión de su Iglesia, lleven al mundo la buena noticia de la salvación. En la celebración eucarística descubrimos el sentido de toda vocación cristiana. Vivámosla, por tanto, con atención y entrega solidaria con Jesús que se hace presente en la Palabra y el sacramento del altar.

Monición a las lecturas

Jesús, el buen Pastor que da la vida por las ovejas, nos ha salvado. Por su vida, muerte y resurrección, hemos alcanzado la salvación. Una salvación que tiene que ver con el aquí y el ahora de nuestras vidas y que hemos de proclamar a todos los hombres. Es el mensaje que tratan de transmitirnos las lecturas de este día.

Escuchémoslas con atención.

Comentario vocacional a las lecturas

La primera lectura (Hch 4, 8-12) nos recuerda que Jesús –a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos– es el único Salvador.

Es el mensaje que Pedro comunica a los jefes de los sacerdotes, los ancianos y los maestros de la ley, quienes le están interrogando, pero que en realidad va dirigido a todo aquel que lo quiera acoger, pues es el mensaje central de la predicación cristiana: Jesucristo es el Señor, que nos ha salvado por la muerte y resurrección.

La curación del paralítico de nacimiento (Hch 3, 1-11) ha sido, en realidad, obra de Jesucristo: por su nombre, se presenta este sano ante vosotros. Decir por su nombre es como decir por su persona, por su intervención. En el tiempo de la Iglesia, tras la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés, los cristianos somos llamados a prolongar el mensaje evangélico mediante palabras y obras, reconociéndose portadores, instrumentos elegidos, de una noticia cuyo origen no está en nosotros mismos sino en la noticia proclamada: Jesús, el Señor. Cada uno, desde la vocación específica a la que hemos sido llamados –sacerdotes, religiosos y laicos–, participamos en la misión de la Iglesia de anunciar el evangelio de la salvación. Como instrumentos, actuamos siempre en nombre de Jesús.

La segunda lectura (1 Jn 3, 1-2) nos habla de la vocación común a la santidad a la que todos los cristianos, sin excepción, hemos sido llamados. ¡Somos hijos de Dios!, proclama maravillado el autor de 1 Jn. Esta afirmación que emana de la experiencia personal de salvación acontecida en Cristo es la que empuja a los primeros cristianos a proclamar el Evangelio, a hacer partícipes a todos los hombres de esta noticia fundante. Todas las vocaciones en la Iglesia encuentran en esta vocación común su raíz y fundamento. Por el Bautismo, hemos recibido el Espíritu que nos hace clamar ¡Abba! (Rm 8, 15-16; Gal 4, 6). Cada uno, desde nuestra vocación específica, estamos llamados a renovar constantemente esta experiencia de filiación adoptiva acontecida en nuestro bautismo, y a discernir en las ocupaciones ordinarias el modo en que esta cualidad de hijos que ya nos acompaña se ha de hacer presente y operante en nuestro comportamiento y actitudes cotidianos.

El evangelio (Jn 10, 11-18) nos presenta a Jesús como buen Pastor que da la vida por las ovejas. La imagen entrañable del pastor, tan querida en la tradición veterotestamentaria, es asumida por el evangelista para dar cuenta del misterio de la vida de Jesús, el buen Pastor que ha de guiar al Pueblo de Dios (Ez 34, 1- 31). No es un pastor cualquiera: es un pastor que da la vida por las ovejas. Este dar la vida no se ha de entender únicamente en un sentido material, como anuncio del final trágico de la muerte en cruz, sino sobre todo como una actitud fundamental que dominó la entera existencia de Jesús: la pro-existencia, o sea, el vivir por y para los demás.

Esta es la actitud que Jesús invita a asumir a todos sus seguidores; el núcleo de toda experiencia vocacional en la Iglesia. Sacerdotes, religiosos y laicos: todos estamos llamados a hacer de nuestra vida una oblación constante, una entrega generosa, sin límites, a los demás.

Sugerencias para la homilía

• Celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. El lema de la jornada es una conocida frase de Pablo: Sé de quién me he fiado. Dios nos ha dado muestras más que suficientes para fiarnos de Él. A través de Jesucristo nos ha mostrado la vocación última a la que nos llama: ser hijos suyos, como nos recuerda la segunda lectura.

• No solamente nos ha señalado el horizonte último y a la vez inmediato de nuestra vida, sino que nos ha enseñado el verdadero sentido de nuestra humanidad:

el ser para los demás. Es el principio rector de la vida de Jesús, buen Pastor que da la vida por las ovejas, que se nos propone como principio rector también en el seguimiento de Jesús, en nuestra vida cristiana.

• Todos los cristianos estamos llamados a concretar esta actitud fundamental en una vocación específica. El Señor sigue suscitando vocaciones sacerdotales, religiosas y laicales que se comprometan con la misión de su Iglesia de anunciar a todos los hombres la buena noticia.

• El Papa nos invita en el mensaje que envía a la Iglesia con motivo de esta jornada de oración a orar incesantemente al Señor, el dueño de la mies, para que suscite vocaciones en su Iglesia. Nos pide que oremos, confiando en Dios que tiene la iniciativa en toda llamada vocacional, en todos los ámbitos y espacios eclesiales:

en las familias y en las parroquias, en los movimientos y grupos apostólicos, en las comunidades religiosas, en las diócesis.

• Nos pide especialmente que oremos por las vocaciones sacerdotales y religiosas. En este particular momento, la Iglesia necesita hombres y mujeres que, con generosidad y confianza, entreguen su vida a Dios y a sus hermanos.

• María es el modelo de toda vocación cristiana. Ella, que confió en Dios y respondió con generosidad a su llamada, nos enseña hoy a confiar y a responder a la llamada que Dios nos hace.

Preces

Con la confianza puesta en el Dios, convencidos de que hoy sigue llamando y que nos da la gracia necesaria para responder, elevemos nuestras súplicas:

• Por el Papa y nuestros obispos, para que, a ejemplo del buen Pastor, guíen a tu Iglesia por la senda del Evangelio. Roguemos al Señor.

• Por los sacerdotes, a quienes has llamados a colaborar en la tarea de guiar y apacentar al rebaño, para que, siendo fieles al don recibido, entreguen con confianza su vida por el Pueblo de Dios. Roguemos al Señor.

• Por los religiosos, para que sean signo transparente del Reino de Dios y, con su entera existencia, nos muestren a todos los cristianos nuevas formas de seguir a Jesús, nuestro Salvador. Roguemos al Señor.

• Por los laicos, para que en medio de las circunstancias ordinarias de sus vidas construyan el Reino de Dios y muestren al mundo el esplendor del Evangelio. Roguemos al Señor.

• Por los misioneros, para que no se cansen de proclamar el Evangelio en aquellos lugares donde más se necesita escuchar tu voz. Roguemos al Señor.

• Por todos aquellos que, habiendo recibido una particular llamada de Dios, se preparan para responder con mayor generosidad al don recibido en nuestro seminario, en los noviciados y grupos apostólicos. Roguemos al Señor.

• Por los jóvenes, para que, abriendo un espacio en su corazón a las continuas llamadas que la realidad les hace, sepan interpretarlas, guiados por el Espíritu, como una llamada de Dios a comprometerse de un modo específi co en la misión de la Iglesia. Roguemos al Señor.

• Por todos nosotros, para que con la gracia de Dios respondamos con generosidad y entrega a la misión que el Señor nos confía. Roguemos al Señor.

Acoge, Padre, estas súplicas que confiados en tu bondad y misericordia te presentamos. Haz que encontremos el profundo sentido de toda vocación y que tu Iglesia se forje en la respuesta generosa de sus miembros. Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

 


Publicado por verdenaranja @ 23:23  | Liturgia
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