Lectio divina para la XLVI Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones 2009 a celebrar el 3 de Mayo de 2009 – IV Domingo de Pascua, publicada por CEE y enviada con los materiales para su celebración.
SÉ DE QUIÉN ME HE FIADO
XLVI JORNADA MUNDIAL DE
ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
3 mayo 2009 – IV Domingo de Pascua
Ambientación
Orar por las vocaciones. A eso se nos invita en esta Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Orar, orar y nada más que orar. Orar suplicando a Dios que conceda a su Iglesia vocaciones religiosas, sacerdotales y laicales comprometidas con el Evangelio. Orar agradeciendo el don de la vocación recibida. Orar para que aquellos que han sido llamados y han respondido con generosidad perseveren y hagan fructificar la gracia que Dios ha depositado en ellos. En nosotros. Orar con y en la Palabra para entender el sentido de toda vocación cristiana.
Lectura atenta del texto bíblico (Lectio)
El texto que vamos a proclamar ha resonado siempre de un modo especial en todos aquellos que han sido llamados a ejercer un ministerio en el seno de la comunidad eclesial. Algunas de las sentencias que el fragmento contiene se han convertido en lemas o motivos inspiradores: reaviva el don de Dios que te ha sido conferido; sé en quién he puesto mi confianza. Este último es precisamente el lema que se nos propone en la jornada de este año. Conscientes de que el Espíritu colma de dones a su Iglesia y de que el contenido de estas frases tiene que ver también con nuestras vidas,
• Proclamación de 2 Tim 1, 1-14.
• En un momento de silencio volvemos a leer el pasaje. A continuación, consultamos las notas que comentan el pasaje en nuestra biblia y leemos los siguientes párrafos que pueden ayudarnos a comprender mejor el texto.
El texto que acabamos de proclamar marca el inicio de la Segunda carta a Timoteo. La misiva, breve y entrañable, pertenece al grupo de escritos denominado cartas pastorales, y está dirigida a Timoteo, un íntimo colaborador de Pablo (Flp 2, 22) y pastor señero de los inicios de la Iglesia. El carácter íntimo de la carta se pone de manifiesto en este texto en el que el apóstol de los paganos no oculta sus sentimientos y recuerdos personales al mostrar a su colaborador y amigo la estrecha relación que le une. En este cálido contexto, Pablo exhorta a Timoteo a cumplir la misión apostólica que por la imposición de las manos le ha sido confiada.
La cuestión de si esta carta fue escrita de puño y letra por Pablo, así como del resto de las denominadas pastorales, no está resuelta entre los exegetas. Sin embargo, no hay duda de que los temas abordados en ella corresponden plenamente al pensamiento de Pablo. Al respecto resulta sumamente elocuente el mensaje central del pasaje que acabamos de proclamar, donde el autor enumera los temas fundamentales de la predicación paulina. La buena noticia, el Evangelio, que hay que proclamar a los cuatro vientos, es que Dios nos ha salvado y nos ha dado una vocación santa, no por nuestras obras, sino por la gracia que nos ha sido dada desde la eternidad en Jesucristo y que se nos ha manifestado ahora en la aparición de nuestro Salvador, Jesucristo, que ha destruido la muerte y ha hecho irradiar la vida y la verdad.
Pablo sabe que este es el mensaje principal de la predicación cristiana. Él mismo ha sido constituido apóstol (heraldo, apóstol y maestro) para anunciar la promesa de la vida que está en Jesucristo, para extender esta noticia de salvación a todos los hombres siendo fiel al depósito de la fe; es decir, transmitiendo este mensaje central que a su vez ha recibido sin alteración o modificación alguna. Previendo el final de su vida y ministerio apostólico, sufriendo en propia carne las consecuencias de ser testigo fiel del Evangelio que proclama, escribe a Timoteo movido por la preocupación de que esa hermosa tradición siga sustentando la esperanza de la comunidad cristiana como norma, en la fe y el amor de Jesucristo y con la fuerza del Espíritu Santo que habita en nosotros. El mismo Pablo se ha encargado de elegir colaboradores que, por la imposición de las manos, garanticen la continuidad de la transmisión de esta tradición. Es el caso de Timoteo, a quien pide que reavive el don de Dios recibido para cumplir con fidelidad esta preciosa y delicada misión.
Las dificultades que el apóstol ha de enfrentar no son nimias. A Pablo le ha llevado a los más diversos sufrimientos; sufrimiento apostólico, debido a la incomprensión de la predicación por parte de muchos, y sufrimiento personal (rupturas, encarcelamientos, rechazo). La experiencia de Pablo, así como de tantos otros que han dado su vida por el Evangelio, nos enseña que este es un signo de contradicción ante el cual no se puede permanecer indiferente. El Evangelio, que en muchas ocasiones hace sufrir a quien lo proclama, es también causa de una alegría profunda y duradera que procede del saberse amado y reconocido por Dios. Por eso, el apóstol es capaz de afirmar con una sinceridad desgarradora: sé en quién he puesto mi confianza, sé de quién me he fiado. Esta confianza en Dios, para muchos ingenua, es el cimiento de toda vida y vocación cristiana. Este es el mensaje que, en último término, pretende transmitir a Timoteo a lo largo de toda la carta.
Nos dejamos interpelar por la Palabra (Meditatio)
• Dios nos ha salvado y nos ha dado una vocación santa. La experiencia fundamental del cristianismo nos habla de salvación. Por la muerte y resurrección de Jesucristo, hemos sido reconciliados con Dios y llamados a vivir en el ámbito de su amor como hijos adoptivos suyos. En esto consiste la vocación a la santidad a la que Dios nos llama a todos los cristianos sin excepción alguna. ¿De qué modo experimento en mi vida esta llamada a la santidad? ¿A través de qué personas y acontecimientos me he sentido llamado por Dios a vivir en su amor?
• Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de ponderación. El Espíritu sigue concediendo a su Iglesia los dones y carisma que esta necesita para llevar a cabo su misión. ¿Reconozco en mí y en las personas que me rodean alguno de estos dones?
• Sé en quién he puesto mi confianza. La confianza en Dios no es ingenua; Él nos ha dado muestras suficientes para que podamos estar convencidos de que merece nuestra confianza. ¿En qué momentos o situaciones de mi vida he experimentado con más intensidad la presencia de Dios junto a mí?
• Me acuerdo de ti constantemente en tus oraciones. El apóstol Pablo, a pesar de su “activismo” apostólico, es un hombre de oración, que reza constantemente por los cristianos de las comunidades que ha fundado, especialmente por sus más estrechos colaboradores. ¿Suelo rezar por los demás? ¿Qué importancia tiene la oración por los demás en mi vida? ¿Rezo por las vocaciones en la Iglesia: por los sacerdotes, los religiosos, los laicos, los misioneros…?
• Esa fe que tuvo primero tu abuela Loida y tu madre Eunice. En hogares verdaderamente cristianos, es más fácil que surjan vocaciones para la Iglesia.
¿Pongo de mi parte para que en mi familia, en mi comunidad parroquial o religiosa se respire un ambiente cristiano? ¿Me preocupo por la vocación de los miembros de mi familia natural, apostólica o religiosa?
La Palabra nos pide una respuesta (Oratio)
Dios, nuestro Padre, ha querido llamarnos a la santidad, a formar parte de su misterio de amor, invitándonos al seguimiento de su Hijo Jesucristo en las circunstancias ordinarias de nuestra vida. El Espíritu nos ha concedido los dones y la gracia necesaria para responder con audacia y generosidad a esta respuesta.
Sacerdotes, religiosos, laicos… Todos somos llamados una y otra vez a reavivar el don del bautismo y a entregar con confianza nuestra vida por el Reino. Demos gracias a Dios porque ha querido hacernos partícipes de su amor, por habernos ofrecido la salvación.
• Proclamamos de nuevo.
• Compartimos nuestra oración desde lo que la Palabra de Dios nos ha sugerido.
• Terminamos el encuentro proclamando el Salmo 138 o con un canto vocacional.