Artículo de Fernando Jiménez, vicesecretario para Asuntos Económicos de la CEE, publicado en periódico de difusión "Por Tantos" del Secretariado de la para el Sostenimiento de la Iglesia de la Conferencia Episcopal Española, que ha sido recibido en la parroquia para su distribución entre los fieles con motivo de la Campaña de la Renta 2009.
El futuro de la financiación de la Iglesia católica en España
El nuevo sistema de Asignación Tributaria, puesto en marcha en 2007, y cuyos primeros resultados hemos conocido hace poco, supone un cambio fundamental en la financiación de la Iglesia.
Son ahora únicamente los contribuyentes, y no el Estado, los que deciden qué parte de sus impuestos de la renta se destinan al sostenimiento de la Iglesia. Los resultados obtenidos el primer año pueden juzgarse satisfactorios, ya que el incremento de dinero per-mite compensar la pérdida de la exención por IVA y el hecho de no disponer ya del posible complemento presupuestario.
Ahora bien, es importante conocer que la Asignación Tributaria supone una parte pequeña de las necesidades económicas de las diócesis españolas. Según los datos disponibles, de cada 100 € de gastos de sostenimiento menos de 25 € son cubiertos por la Asignación Tributaria.
¿De dónde sale el resto? ¿Cuál es el futuro de la financiación de la Iglesia? Sin duda alguna, la partida más importante es la conformada por las aportaciones directas de los fieles, ya sea mediante colectas ordinarias y especiales, estipendios, suscripciones periódicas, etc.
Si hablamos de futuro de financiación tenemos que pensar, necesariamente, en la implicación directa de los fieles. Son muchos ya los fieles que han adquirido un compromiso periódico de aportación a su parroquia, a su diócesis, etc., pero todavía resulta insuficiente.
Es preciso que cada familia, en función de sus posibilidades, con espíritu de gencrosidad y comunión de bienes, reflexione sobre qué parte de sus ingresos debe aportar para la vida de la Iglesia. No se trata únicamente de echar unas monedas en el cestillo, como gesto de ofrenda, es algo más. En la primera comunidad cristiana "todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común, vendían sus posesiones y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno" (Hechos 2, 44-45).
La aportación generosa a la Iglesia no es solo una necesidad para que la Iglesia pueda realizar una labor, es una necesidad para el propio cristiano. El gesto de poner a disposición parte de mis bienes, de mi dinero, a favor de la Iglesia, nos acerca más a Dios, nos permite compartir y vivir plenamente la vida de la Iglesia como un miembro activo de la misma.
La vocación de la Iglesia de anunciar el Evangelio, vivir la fe y darse a los demás reclama a todos los fieles un gesto concreto de compromiso y de colaboración a través de las distintas posibilidades de cada momento.
Las colectas siguen siendo un instrumento eficaz. No obs-tante, de cara a organizar actividades, es necesario contar con unos ingresos estables. La calefacción, el teléfono, la luz, hay que pagarlos todos los meses. Por ello, es necesario, cada vez más, un apoyo sostenido y periódico. Toda aportación es importante; 5, 10, 20, 50 € al mes o al trimestre pueden ser vitales para el futuro de la financiación.
Financiar a la Iglesia es ya una labor y una responsabilidad de los que vivimos y alimentamos nuestra fe en la Iglesia. Es nuestra responsabilidad. Hagamos memoria de lo que ha sido y es la Iglesia para nuestra vida, pongámoslo en valor, reflexione-mos en familia y acudamos a nuestra parroquia o a nuestra diócesis para ver la mejor manera de colaborar para que la Iglesia continúe haciendo el bien.