Sugerencias para la homilía del Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, domingo de Pentecostés, 31 de Mayo de 2009, que este año se presenta con el lema “Qué hermosos son los pies de los que anuncian la buena noticia” (Rom 10, 14-15), que viene como sugerencia en el Subsidio Litúrgico para la celebración de la Jornada, enviado a la parroquia por la Delegación Diocesana de Apostolado Seglar.
Homilía
La Iglesia entera escucha este día el mensaje de jesucristo: "Así os envío yo", y se siente protagonista en el anuncio del Evangelio. La Iglesia existe para evangelizar. Es su origen y meta, su camino y su acción. Nada ni nadie en la comunidad eclesial queda al margen de este mandato del Señor. Evangelizar supone llevar "la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad" (EN). La Iglesia realiza este anuncio con palabras que anuncian la Palabra, pero también con signos que edifican el Reino. "Se trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambiente concretos"(EN).
En este día de Pentecostés queremos contemplar las huellas de Dios que recorren la historia de la humanidad. Son huellas marcadas por testigos del Evangelio. Son las huellas de los primeros discípulos que, aún temerosos, escucharon el envío de Jesús. Las huellas de Pablo, que rompió muros y fronteras para hacer llegar el Evangelio a todo el mundo conocido. Las huellas de una infinidad de testigos que, a lo largo de dos milenios, han empapado lugares y culturas del mensaje del Evangelio. Hoy seguimos descubriendo tus huellas en tantas y tantos cristianos que siguen anunciando a Jesucristo de una forma nueva, "nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión".
Reconocemos tus huellas en cristianos laicos que trabajan comprometidos por la justicia en el mundo, que son testimonio de paz en lugares donde reina la violencia, que viven desde una perspectiva ecológica y sostenible, que fomentan una cultura de la solidaridad y que apuestan por un mundo nuevo. Son rumor de Dios en nuestro mundo y nuestro en-torno. Como dice el mensaje al Pueblo de Dios del reciente Sínodo de la Palabra, en estas situaciones descubrimos "una presencia divina... que, mediante la acción del Señor de la historia, se inserta en un plan más elevado de salvación, para que 'todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (Mensaje del Sínodo 2).
Hay otras huellas ante las que sólo hay que abrir los oídos para escuchar el mensaje de salvación anunciado y "explicitado por un anuncio claro e inequívoco del Señor Jesús"(EN). Nuestra cultura sigue esperan-do anuncios de vida, palabras de sentido y modelos de existencia. Los cristianos tenemos un tesoro que compartir y ofrecer: es Jesucristo y su Palabra. No podemos permanecer en silencio ni encerrar el Evangelio. "El cristiano da testimonio de su esperanza...'con delicadeza y respeto, y con tranquilidad de conciencia' (Sínodo 7) aunque preparado para sufrir incomprensión. Hoy más que nunca son necesarios testigos como san Pablo, refrenden con la propia vida el mensaje que anuncian. La Palabra es viva y eficaz" (Hb 4, 12), así lo contemplamos y celebramos en la vida de tantos mensajeros que anuncian el Evangelio y son los primeros transformados por la Palabra que viven.
Todo el Pueblo de Dios, laicos, religiosos y sacerdotes, somos necesarios y todos somos protagonistas en el anuncio del Evangelio y en la edificación del Reino. Los distintos dones y carismas son "para el bien común", nunca para el beneficio individual. En la Iglesia reconocemos gran diversidad de ministerios que, como "miembros del cuerpo", hacen posible esta misión. Todos estamos necesitados de los demás y preocupa-dos de los otros. Sólo así la Iglesia será "casa de la Palabra" que anuncie el Evangelio, celebre la Eucaristía, sea espacio de oración y encuentro comunitario. En definitiva, ni una estéril uniformidad, ni una dispersión indiscriminada serán signo del Evangelio en la actualidad.
A los discípulos de Jesús los encontramos reunidos, unas veces temerosos, otras en oración, no es extraño encontrarlos en grupo anunciando el Evangelio, pero siempre están con el respaldo de una comunidad que alienta el compromiso misionero. Hoy las circunstancias han cambiado, "los caminos que se abren frente a nosotros, hoy, no son únicamente los que recorrió san Pablo o los primeros evangelizadores" (Sínodo 101. El momento actual requiere evangelizadores activos que lleven el mensaje a todos los rincones de la sociedad y de la cultura. Si cada uno vamos por libre, poco tenemos que hacer. Solos no podemos. Necesitamos establecer redes, asociarnos, crear comunidades en las que compartamos la vida y la misión. Sólo así será posible un anuncio eficaz. Comunidades cristianas que sean espacio de crecimiento en la fe, que sean lugar de formación y encuentro gozoso, que sean acicate para desarrollar acciones transformadoras, comunidades que alienten el anuncio explícito de Jesucristo y que sean parte activa y comprometida de este gran edificio de piedras vivas que es la Iglesia.
La Acción Católica es expresión de este modo de ser asociado y comunitario que vive como propia la misión de la Iglesia, la evangelización; donde todos los miembros se sienten parte activa y viven su fe en comunión con toda la Iglesia y sus pastores. Los movimientos de Acción Católica son expresión y testimonio del Evangelio en todos los ambientes y sectores, están llevando el mensaje de Jesucristo y se sienten en comunión con todo el Pueblo de Dios.
La Iglesia que peregrina en España necesita de cristianos laicos que con obras y palabras anuncien el Evangelio, necesita de la Acción Católica y otras asociaciones que lo lleven a todos los rincones de la sociedad, y necesita renovar, como siempre, el ardor, los métodos y la expresión para que la Palabra llegue a los hombres y mujeres de hoy.
En esta fiesta de Pentecostés, fiesta del Espíritu y de la Iglesia, sabemos y celebramos que "el cristiano tiene la misión de anunciar esta Palabra divina de esperanza, compartiéndola con los pobres y los que sufren, mediante el testimonio de su fe en el Reino de verdad y vida, de santidad y gracia, de justicia, de amor y paz, mediante la cercanía amorosa que no juzga ni condena, sino que sostiene, ilumina, conforta y perdona" (Sínodo 13). Contamos con la bendición de Dios. El cuenta con nuestro compromiso.