Ideas para reflexión de retiro espiritual ofrecida por Delegación Diocesana para el Clero bajo el título "Los Sacerdotes dispensadores de los misterios de Dios".
DISPENSADORES DE LOS MISTERIOS DE DIOS
Ministros de los Sacramentos
Oración inicial
Lectura breve ( 1 Cor 11,23- 25)
"Porque yo recibí del Señor lo que os transmití: que el Señor Jesús, la noche en que era entregado, tomó pan, dio gracias, lo partió y dio: Este es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía. Asimismo, tomó el cáliz después de cena y dio: Esta copa es la nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en memoria mía. Pues cada vez que comáis este pan y bebáis de este cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta que venga"
Preces:
Rl, Cristo, pan celestial, danos la vida eterna
Oración
MEDITACIÓN
1: Cuerpo entregado y Sangre derramada...por vosotros: (Lc 22, 14-20)
"Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles y les dio: Con ansia he deseado comer esta pascua con vosotros, antes de padecer; porque os digo que ya no volveré a comerla hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios.
Tomó luego una copa, dio gracias y dijo: Tomad esto y repartirlo entre vosotros, porque os digo que, a partir de este momento, no beberé del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios.
Tomó luego pan, dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: Éste es mi cuerpo que se entrega por vosotros; haced esto en recuerdo mío. De igual modo, después de cenar, tomó la copa y dijo: Esta copa es la nueva Alianza en mi sangre, que se derrama por vosotros "
Los gestos y palabras que el presbítero realiza en la Eucaristía, son los gestos y las palabras del mismo Cristo, en los que se actualiza su misterio pascual y se ofrece a todos los hombres y mujeres de la historia la posibilidad de unirse a El.
Os he dado ejemplo para que hagáis lo mismo (Jn 13, 1-15)
"Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo, al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y tomando una toalla, se la ciñe: luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: Señor, ¿lavarme los pies tú a mí? Jesús le replicó: lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero comprenderás más tarde. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le contestó: Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo. Simón Pedro le dijo: Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: Uno que se ha bañado no necesita lavarse más los pies, porque todo el está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos. Porque sabía quien lo iba a entregar, por eso dijo: No todos estáis limpios.
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: ¿Comprendéis lo que e hecho con vosotros? Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y decís bien porque lo soy; si yo el maestro y el Señor os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis"
La meditación de estos pasajes evangélicos nos insta a vivir el ministerio sacerdotal como un supremo servicio de amor: servir y amar hasta el extremo.
Administrador de los sacramentos
El presbítero es considerado un administrador o dispensador, no el dueño o poseedor de los dones administrados. La finalidad del servicio presbiteral está dirigida a la santificación del pueblo de Dios, mediante la administración de los sacramentos propios y ordinarios del ministerio presbiteral.
Centralidad de la Eucaristía
"En la última cena hemos nacido como sacerdotes... hemos nacido de la Eucaristía" (Juan Pablo II)
Haced esto
¿Estáis dispuestos a presidir con piedad y fielmente las celebración de los misterios de Cristo, especialmente el sacrificio de la Eucaristía y el sacramento de la Reconciliación, para alabanza de Dios y santificación del pueblo cristiano, según la tradición de la Iglesia? (Rito de Ordenación)
Ser ofrenda existencial permanente.
Si "representa" a Cristo, está llamado a vivir con los mismos sentimientos de Jesucristo (Jn 17; Fil 2, 6-11). Esta es una de las claves de la espiritualidad presbiteral: No limitarse a ejecutar ritos, sino a vivir el misterio que celebra. "Que El nos transforme en ofrenda permanente" (Plegaria Eucarística III).
c) Hacer de la Eucaristía la gran oración presbiteral.
Jesucristo es el único mediador y gran intercesor ante el Padre. El presbítero ora "por Cristo, con El y en El" al Padre presentándole su misma ofrenda.
La oración eucarística se prolonga en la adoración eucarística.
PISTAS PARA EL TRABAJO
¿Siento que el Señor comunica su salvación a los hombres en la celebración de los sacramentos? ¿Cómo vivo personalmente la celebración de los sacramentos?
¿Me siento "representación" sacramental de Jesucristo cuando celebro la liturgia?
¿Celebro la eucaristía como celebración central del ministerio pastoral? ¿Ayudo a vivirlo así a los demás? ¿La vivo con los sentimientos de ofrenda y humildad que requiere la celebración de este misterio o como una actividad más del día?
¿Tengo momentos de oración y adoración eucarísticas?
¿Me confieso regularmente y, a su vez, estoy disponible para que los fieles puedan celebrar este sacramento con facilidad? ¿Tengo que reconciliarme con alguien? ¿Ayudo a los demás a reconciliarse?
¿Visito y atiendo espiritualmente a los enfermos? ¿Educo a los fieles para comprender y celebrar el sacramento de la unción de los enfermos? ¿Acompaño y oro por los que sufren?
PARA ORAR
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, confórtame.
Oh buen Jesús, óyeme.
Dentro de tus llegas, escóndeme.
No permitas que me aparte de ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame
Y mándame ir a ti,
Para que con tus santos te alabe
Por los siglos de los siglos. Amén
(San Ignacio de Loyola)