Intervención del Arzobispo Silvano M. Tomasi, Observador permanente de la Santa Sede ante la Oficina de las Naciones Unidas y las Instituciones especializadas en Ginebra, durante la Conferencia sobre el racismo en la ciudad de Suiza el 22 de abril de 2009.
Señor Presidente,
Permítame expresarle mis felicitaciones por su elección y desearle a usted, Alto Comisionado de los Derechos Humanos y a toda la Mesa éxito en la conducción de esta Conferencia a una conclusión positiva.
Señor Presidente,
1. La Delegación de la Santa Sede participa de la aspiración de la Comunidad Internacional en superar toda forma de racismo, discriminación racial y xenofobia con la conciencia que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”1 y están unidos en una sola familia humana. De hecho, una comunidad internacional justa está adecuadamente desarrollada cuando el deseo natural de las personas humanas a relacionarse el uno con el otro no es distorsionado por los prejuicios, el miedo de los demás o los intereses egoístas que socavan el bien común. En todas sus manifestaciones, el racismo hace la afirmación falsa de que algunos seres humanos tienen menos dignidad y valor que otros; así, infringe su igualdad fundamental como hijos de Dios y conduce a la violación de los derechos humanos de los individuos y de grupos enteros de personas.
Como Parte en la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial y de los Esfuerzos Comunes de las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales pertinentes, la Santa Sede trata de asumir plenamente su responsabilidad de acuerdo con su propia misión. Está comprometida en la lucha contra todas las formas de racismo, discriminación racial, xenofobia e intolerancia conexa en un espíritu de cooperación. La Santa Sede participó activamente en la Conferencia de Durban de 2001 y, sin dudarlo, dio su apoyo moral a la Declaración de Durban y Programa de Acción (DDPA), con el pleno conocimiento de que la lucha contra el racismo es un previo requisito necesario e indispensable para la construcción del gobierno, desarrollo sostenible, justicia social, democracia y la paz en el mundo.
2. Hoy día la globalización reúne a la gente, pero la proximidad espacial y temporal no crea en sí misma las condiciones para una interacción constructiva y comunión pacífica. De hecho, el racismo persiste: el extranjero y aquellos que son diferentes a menudo son rechazados hasta el punto de que actos de barbarie son cometidos contra ellos, incluyendo el genocidio y la depuración étnica. Viejas formas de explotación dan paso a otras nuevas: las mujeres y los niños son traficados en una forma contemporánea de esclavitud, se abusa de los inmigrantes irregulares, las personas que son consideradas como diferentes o quienes son en realidad llegan a ser, en cantidades desproporcionadas, las víctimas de la exclusión social y política, de condiciones de gueto y de estereotipos. Las niñas son forzadas a matrimonios no deseados; los cristianos son encarcelados o asesinados a causa de sus creencias. La falta de solidaridad, la fragmentación de un aumento de las relaciones sociales en nuestras sociedades multiculturales, el racismo espontáneo y la xenofobia, la discriminación social y racial, particularmente con respecto a las minorías y grupos marginados, y la explotación política de las diferencias, son evidentes en la experiencia cotidiana. El impacto global de la actual crisis económica afecta, sobre todo, a los grupos vulnerables de la sociedad; esto demuestra que muy a menudo el racismo y la pobreza están relacionados entre sí en una combinación destructiva.
La Santa Sede también está alarmada por la aún latente tentación de la eugenesia que puede alimentarse por técnicas de procreación artificial y la utilización de "embriones sobrantes". La posibilidad de elegir el color de los ojos u otras características físicas de un niño puede dar lugar a la creación de una "subcategoría de seres humanos" o la eliminación de los seres humanos que no cumplen con las características predeterminadas por una sociedad determinada. Además, preocupaciones mayores de seguridad y la consiguiente introducción de medidas excesivas y prácticas han creado una mayor falta de confianza entre las personas de diferentes culturas y han exacerbado el temor irracional de los extranjeros. La lucha legítima contra el terrorismo nunca debe socavar la protección y promoción de los derechos humanos.
3. Basándonos en los progresos ya realizados, nuestra Conferencia de Revisión de Durban puede ser la ocasión para dejar de lado las diferencias y la desconfianza mutua; rechazar una vez más, cualquier teoría de superioridad racial o étnica; y renovar el compromiso de la comunidad internacional en la eliminación de todas las manifestaciones de racismo como una exigencia ética del bien común, cuyo logro "es la única razón de la existencia de autoridades civiles" 2 en los niveles nacional, regional e internacional. Compartir recursos y prácticas mejores en el esfuerzo concertado en aplicar las recomendaciones de la DDPA para erradicar el racismo es reconocer la centralidad de la persona humana y la igual dignidad de todas las personas. Esta tarea es el deber y la responsabilidad de todos. Es un claro ejemplo de que haciendo lo que está bien se paga un dividendo político, ya que sientan las bases de una convivencia pacífica, productiva y mutuamente enriquecedora.
4. Los pactos y declaraciones internacionales así como la legislación nacional son indispensables para crear una cultura pública y proveer disposiciones vinculantes capaces de combatir el racismo, la discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia. Sin un cambio de corazón, sin embargo, las leyes no son eficaces. Es el corazón el que continuamente debe ser purificado de forma que ya no se rija por el miedo o el espíritu de dominación, sino por la apertura a los demás, la fraternidad y la solidaridad. Un papel insustituible es jugado por la educación que moldea mentalidades y ayuda a formar conciencias para adoptar una visión más completa de la realidad y rechazar cualquier forma de racismo y discriminación. Algunos sistemas educativos deben revisarse a fin de que todos los aspectos de discriminación puedan ser eliminados de la enseñanza, de los libros de texto, de los planes de estudio y recursos visuales. El final del proceso de este tipo de educación no es sólo el reconocimiento de cada uno como teniendo igual dignidad humana y la eliminación de pensamiento y actitudes racistas, sino también la convicción de que los Estados y las personas deben tomar la iniciativa y hacerse a sí mismos un prójimo para todos. La educación informal y general desempeña un papel crucial también. Los Medios de comunicación, por lo tanto, deberían ser accesibles y libres de racismo y de control ideológico, ya que esto conduce a la discriminación e incluso a violencia contra personas de diferentes antecedentes culturales y étnicos. De esta manera, los sistemas educativos y los medios de comunicación se suman al resto de la sociedad en la defensa de la dignidad humana, que sólo una acción colectiva de todos los sectores de la sociedad puede proteger y promover. En este contexto de aceptación mutua, el derecho de acceso a la educación por parte de grupos raciales, étnicos y las minorías religiosas será respetado como un derecho humano que garantiza la cohesión de la sociedad con la contribución de los talentos y capacidades de cada uno.
5. En la lucha contra el racismo, las comunidades religiosas desempeñan un papel muy importante. La Iglesia Católica, por ejemplo, no ha escatimado sus mejores energías en fortalecer sus instituciones escolares, en establecer otras nuevas, en estar presente en situaciones peligrosas cuando se pisotea la dignidad humana y la comunidad local se vea perturbada. En esta vasta red educativa, enseña cómo vivir juntos y cómo reconocer que toda forma de prejuicio racial y discriminación hiere la dignidad común de cada persona creada a imagen de Dios y el desarrollo de una sociedad justa y acogedora. Por este motivo, destaca que "las personas llegan a la madurez a través de la apertura receptiva hacia los demás a través de una entrega generosa a los mismos... En esta perspectiva, el diálogo entre las culturas... se perfila como una exigencia intrínseca de la propia naturaleza humana, así como de la cultura. ... El diálogo conduce a un reconocimiento de la diversidad y abre el pensamiento a aceptación mutua y a la colaboración mutua pedida por la vocación básica de la familia humana a la unidad. Como tal, el diálogo es un medio privilegiado para construir la civilización del amor y la paz".3 La contribución de las comunidades religiosas en la lucha contra el racismo y la construcción de una sociedad no discriminatoria se convierte en más eficaz si existe un verdadero respeto del derecho a la libertad de religión como claramente consagrado en los instrumentos de derechos humanos. Lamentablemente la discriminación no prescinde de las minorías religiosas, un hecho que preocupa cada vez más a la comunidad internacional. La respuesta a esta legítima preocupación es la plena aplicación de la libertad religiosa de los individuos y su ejercicio colectivo de este derecho humano básico. Mientras el derecho a la libertad de expresión no es una licencia para insultar a los seguidores de cualquier religión o estereotipo de su fe, los mecanismos existentes que prestan asistencia jurídica en la rendición de cuentas para una citación
de odio racial y religioso se deberían utilizar en el marco de la legislación sobre derechos humanos para proteger a todos los creyentes y no creyentes. Los sistemas judiciales nacionales deberían favorecer la práctica de "ajuste razonable" de las prácticas religiosas y no deberían utilizarse para justificar la incapacidad a proteger y promover el derecho a profesar y practicar libremente la propia religión.
6. Los retos que tenemos por delante demandan estrategias más eficaces en la lucha contra el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia. Estos son males que corroen el tejido social de la sociedad y producen innumerables víctimas. El primer paso para una solución práctica radica en una educación integral que incluye los valores éticos y espirituales que favorezcan el fortalecimiento de grupos vulnerables como los refugiados, migrantes y personas en movimiento, las minorías raciales y culturales, las personas presas por la pobreza extrema o quienes están enfermos y discapacitados, y las niñas y las mujeres todavía estigmatizadas como inferiores en algunas sociedades en las que un miedo irracional de diferencias impide plena participación en la vida social. En segundo lugar, a fin de lograr coherencia entre las diversas estructuras y mecanismos destinados a contrarrestar las actitudes y el comportamiento racial, es necesario realizar un nuevo examen orientado a hacer los distintos enfoques más incisivos y eficaces. En tercer lugar, la ratificación universal de los principales instrumentos contra el racismo y la discriminación, tales como la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial y la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migrantes y Miembros de sus Familias, señalará la voluntad política de la comunidad internacional para luchar contra todas las expresiones de racismo. Por último, no existe sustituto para la legislación nacional justa que explícitamente condene todas las formas de racismo y discriminación y permita a todos los ciudadanos a participar públicamente en la vida de su país sobre la base de la igualdad de deberes y derechos.
7. Por lo tanto, el trabajo de esta Conferencia ha dado un paso adelante en la lucha contra el racismo, la razón de la mayoría de los países a permanecer y a aunar esfuerzos para un resultado que responda a la necesidad de eliminar las antiguas y las nuevas manifestaciones de racismo. La Conferencia, como foro internacional para el ejercicio del derecho a la libertad de expresión, lamentablemente ha sido utilizada para pronunciar posiciones políticas extremas y ofensivas que la Santa Sede deplora y rechaza: no contribuyen al diálogo, provocan conflictos inaceptables, y de ninguna manera pueden ser aprobadas o compartidas.
Señor Presidente,
8. Desde hace ocho años los países del mundo se han comprometido en un compromiso mundial a combatir el racismo a través de la adopción de la Declaración de Durban y el Plan de Acción. Esta visión de cambio sigue siendo incompleta en su aplicación, por lo que el viaje debe continuar. Los avances se lograrán a través de una determinación renovada para traducir en acción las convicciones reafirmadas en la Conferencia presente "que todos los pueblos e individuos constituyen una única familia humana, rica en su diversidad" y que todos los seres humanos son iguales en dignidad y derechos. Sólo entonces las víctimas del racismo serán libres y garantizado un futuro común de paz.
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1 Declaración Universal de Derechos Humanos, art. 1
2 Papa Juan XXIII, Encíclica Paz en la Tierra
3 Papa Juan Pablo II, Mensaje para la Celebración del Día Mundial de la Paz, 2001, n. 10
(Traducción particular no oficial desde el inglés)
El texto en inglés