Jueves, 03 de septiembre de 2009

Nota editorial del Periódico de CONSUDEC por Pbro. Lic. Alberto A. Bustamante, presidente de Consejo Superior de Educación Católica
(Julio de 2009) (AICA)

 EL DESAFÍO: VER, CONMOVERSE Y HACERSE CARGO

"Y entonces, un doctor de la ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida Eterna?" Jesús le preguntó a su vez: "¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?" Él le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo"." Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida".Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: "¿Y quién es mi prójimo?". Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: "Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver" ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?" "El que tuvo compasión de él", le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: "Ve, y procede tú de la misma manera". (Lc, 10,25-37)

Nos toca educar en contextos complejos. En un cambio de época. “Muchos son los conceptos que han tratado de definir los atributos de esta peculiar sociedad-red: globalización, sociedad del conocimiento, postmodernidad, modernidad reflexiva, segunda modernidad, etc.”[1]. Muchas son también las notas distintivas que se señalan como propias de esta época de transición: época de terror, mundo desbocado, desigual, socialmente fragmentado, sin sentido, líquido, en riesgo[2], etc.

Ahora bien, “de lo que no tenemos dudas es de que esta sociedad es cualitativamente diferente de la que le precedieron; y de que es más compleja y en muchos sentidos más incierta que cualquiera de ellas”[3]. De lo que tampoco tenemos dudas es del impacto que todo esto realiza en nosotros, en nuestras escuelas, en nuestros alumnos y sus familias, impacto que genera un “sentimiento de inconmensurabilidad y más bien de desborde que agobia a los docentes en la práctica educativa actual…la violencia en la escuela, la falta de respeto de los alumnos, la ausencia de autoridad de directivos y maestros, los robos en la escuela, la desautorización de los padres hacia los maestros”[4], todas puntas del iceberg, todos “fenómenos emergentes de una sociedad que debe ser comprendida para poder ser enseñada”[5] y para poder operar sobre la causas y no sólo sobre los indicadores emergentes.

“La complejidad de los contextos socioculturales actuales ha dejado perpleja la mirada de los docentes (Güiraldes diría “apampados”), para quienes la teoría del currículo, la didáctica y las teorías del aprendizaje, constituyen, actualmente, marcos teóricos estrechos”[6] e insuficientes para responder a las demandas de estos nuevos escenarios.

Todo esto adquiere una complejidad mayor cuando a estas caracterologías de los “mundos contemporáneos” añadimos una que no siempre se explicita con claridad en los análisis y que muy bien definiera P. Ricoeur cuando señalaba que en medio de esta cultura casi unilateralmente centrada en los valores de la utilidad y de la eficacia inmediata, queda desierto el campo para las preguntas fundamentales del hombre y de la humanidad sobre el sentido de todo. Decía que el mayor servicio que podemos prestar a nuestros contemporáneos es el de ser “profetas del sentido”, ayudarles a descubrir el sentido de las cosas, de la acción y del dolor, de la vida y de la muerte.

Nuestros muchachos y chicas hijos de esta época, en quienes impactan estas profundas transformaciones, son el camino de la Iglesia, son el camino de nuestras escuelas. Para ellos existimos. Cómo no reconocer, entonces, en el hombre asaltado, al hombre de estos tiempos complejos, cómo no reconocer en él a tantos de nuestros muchachos y chicas que llegan despojados de todo: de familia, de afecto, de consideración, de atención, de límites, de sueños, de inocencia, de pureza, de alegría, de sentido de sus vidas, de dignidad.

Heridos, por la pobreza, la marginación, por la falta de comunicación, por las consecuencias irreparables de la desnutrición, por la repitencia, la deserción, por la falta de motivación para estudiar, por la soledad, por el alcohol, por las drogas, por el ejercicio de una sexualidad desbordada sin amor y sin responsabilidad.

Dejados medios muertos, “masificados por la imitación, empobrecidos por el consumo, frágiles de voluntad, pigmeos de ideales y sin garantía de futuro”[7].

Y cómo no reconocer en el sacerdote y el levita que ven y pasan de largo a tantos que creen que con nuevas normas, nuevas leyes, con pedagogías reductivas de la educación a una práctica político-social, que en nombre del hombre dejan “afuera” al mismo hombre, se puede cambiar la realidad, se pueden curar las heridas. Y seguimos pasando de lado. Sofistas de la coyuntura que siguen diciendo “a todo eso ya lo cumplí” y se preguntan quién es mi prójimo, para continuar interminablemente pasando de largo. El Dr. Pedro Barcia nos diría que identificarlos es necesario para saber quiénes son los que no van a hacer nada por nosotros y por los chicos y no confundirnos pensando que los tenemos de compañeros en la labor de rescate de los valores educativos. Lo sabemos, “las grandes salvaciones de los problemas educativos no vienen por los cambios de los papeles. Cuando queremos cambiar los papeles solamente, las cosas siguen igual o peor, la realidad de la historia nunca se cambió por un papel, sino por la revolución del corazón y de un corazón que ve.”[8]

Desde el CONSUDEC no podemos perder de vista este horizonte de servicio educativo que justifica nuestra existencia. Ninguna preocupación “del adentro” nos debe impedir “ver las llamadas urgentes del afuera”, que como al profeta nos interpelan: “centinela, ¿cuánto queda de la noche? ¿cuánto queda de la noche?, y el centinela responde: ya viene la mañana” (Is 21,11) Estamos llamados a ser “buenos samaritanos”.No podemos pasar de largo si queremos ser profetas de la aurora.

Necesitamos educadores samaritanos que pasen junto a…, que vean y se conmuevan. Cuánto bien hace el educador que venda y cura heridas con el aceite de la oración y el vino de la esperanza, con el aceite de la cercanía y el vino de la alegría, con el aceite de la idoneidad y el vino de la caricia, con la exigencia, el compromiso, la proximidad, el diálogo. Qué hermosos son los corazones de los que ven y se compadecen, se acercan, vendan heridas, cargan al hermano, lo cuidan y lo rehabilitan.

“La única salida es ser como el Buen Samaritano. Toda otra opción termina o bien del lado de los salteadores o bien del lado de los que pasan de largo, sin compadecerse del dolor del herido del camino”[9]…No hay alternativa, usted es docente samaritano, o es asaltante, o pasa de largo.”Todos enfrentamos cada día la opción de ser buenos samaritanos o indiferentes viajantes que pasan de largo. Y si extendemos la mirada a la totalidad de nuestra historia y a lo ancho y largo de la Patria, todos somos o hemos sido como estos personajes: todos tenemos algo de herido, algo de salteador, algo de los que pasan de largo y algo del Buen Samaritano. Ante el herido del camino… simplemente están dos tipos de hombre: los que se hacen cargo del dolor y los que pasan de largo, los que se inclinan reconociéndose en el caído, y los que distraen su mirada y aceleran el paso. En efecto, nuestras múltiples máscaras, nuestras etiquetas y disfraces se caen: es la hora de la verdad, ¿nos inclinaremos para tocar nuestras heridas? ¿Nos inclinaremos a cargarnos al hombro unos a otros? Este es el desafío de la hora presente, al que no hemos de tenerle miedo. En los momentos de crisis la opción se vuelve acuciante: podríamos decir que en este momento, todo el que no es salteador o todo el que no pasa de largo, o bien está herido o está poniendo sobre sus hombros a algún herido.”[10]

Sólo desde esta “mirada” es posible asumir nuestro compromiso de entrega educativa apasionada ya que, a “Las muchachas pobres que en el siglo XV eran instruidas por las Ursulinas, los muchachos que José de Calasanz veía correr y alborotar por las calles romanas, que La Salle encontraba en los pueblos de Francia o que don Bosco acogía, los podemos encontrar hoy en los que han perdido el sentido auténtico de la vida y carecen de todo impulso por un ideal, a los que no les proponen valores, que desconocen totalmente la belleza de la fe, tienen a sus espaldas familias rotas e incapaces de amor, viven a menudo situaciones de penuria material y espiritual, son esclavos de los nuevos ídolos de una sociedad, que a veces les presenta un futuro de desocupación y marginación. A estos nuevos pobres dirige con espíritu de amor su atención la escuela católica. En tal sentido, ella, nacida del deseo de ofrecer a todos, en especial a los más pobres y marginados, la posibilidad de instruirse, de capacitarse profesionalmente y de formarse humana y cristianamente, puede y debe encontrar en el contexto de las viejas y nuevas formas de pobreza, la original síntesis de pasión y amor educativos, expresión del amor de Cristo por los pobres, los pequeños, por las multitudes en busca de la verdad.” [11]
 

Notas



[1] Sagastizabal , María de los Ángeles., Aprender y enseñar en contextos complejos, Buenos Aires, Noveduc, 1 edición, Abril 2006, pág.6
[2] Pulfer, Darío., Apuntes de clase de la asignatura Política y legislación educativa comparada, Programa cien educadores, Consudec-Unsam, 2007
[3] Sagastizabal , María de los Ángeles., Aprender y enseñar en contextos complejos, Buenos Aires, Noveduc, 1 edición, Abril 2006, pág.6
[4] Idem, pág 12
[5] Idem.
[6] Idem, pág. 11
[7] Mons. Zaspe, Vicente., Mensaje a la juventud, Congreso Mariano Nacional de Mendoza, 1980
[8] Cardenal Jorge Mario Bergoglio., Exposición en el Consejo Profesional de Ciencias Económicas, 2006
[9] Mons. Bergoglio, Jorge M., Homilía, Te Deum 25/05/2003. En la web: http://www.arzbaires.org.ar
[10] Idem.
[11] Sagrada congregación para la educación católica, La escuela católica en el umbral del tercer milenio, 28/12/1979

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