Comentario a las lecturas del domingo veintitrés del Tiempo Ordinario – B publicado en Diario de Avisos el domingo 6 de Septiembre de 2009 bajo el epígrafe “DOMINGO CRISTIANO”.
Haz lo que haces
DANIEL PADILLA
Al leer a Marcos en el evangelio de hoy, captan mi atención, Señor, tres pinceladas. Se convierten en tres haces de luz que interpelan mi vida.
1. Tu cercanía. Fuiste un "dios cercano" siempre. No sólo en el conjunto de tu obra -"y se hizo carne"-, sino en cada paso que diste, en cada acción. Marcos nos detalla cómo trataste al sordomudo de hoy. Te lo llevaste aparte, con tus dedos palpaste sus oídos y su lengua, miraste al cielo, etc. Imposible imaginar un trato más cercano y personal. Pero es que así actuabas siempre. Acababas de curar a la cananea, una mujer extranjera. Y, aunque a primera vista, pudiera parecer que la recibiste displicentemente -"no es bueno echar el pan de los hijos a los perros"- , lo cierto es que tu cercanía y ternura empaparon todo el diálogo: "Vete, mujer, lo que has dicho ha sacado al demónio de tu hija". Pues bien. He ahí una asignatura pendiente. Nunca seré un hombre según el evangelio, por muy profesional que sea, por muchas técnicas que aprenda, si no desciendo, de la mecánica de mi activismo, a las zonas más vibrantes de los sentimientos humanos. Al hombre de hoy le toca acudir mucho a ventanillas y despachos. Suele llegar cohibido y preocupado. Qué rabia contenida si allá únicamente le atienden desde la burocracia y el enrevesado papeleo. Qué alivio, por el contrario, si le atienden desde la sencillez y la acogida.
2. Tu "escenografía". Y perdón por la expresión, que no sé si refleja lo que quiero decir. Me refiero a la serie de símbolos y gestos que en ese momento empleaste. Repito: lo llevaste aparte, le tocaste los oídos, le ungiste con saliva la lengua... Todos los que les rodeaban debían de estar impresionados. Tus gestos iban a terminar realizando lo que significaban. Tenían ya algo de sacramentales. Sé yo Señor, que tanto en mi actuar humano como en mis vivencias religiosas, he de huir de lo hueco y teatral. Pero sé que, al mismo tiempo, debo "vivir" lo que hago, poniendo, en todo, "alma" y "espíritu". "Haz lo que haces", dicen los latinos.
3. Las gentes, admiradas, dijeron: "Todo lo hace bien". Soy consciente, Señor, de mis limitaciones y sería mucha petulancia pensar que "todo lo puedo hacer bien". Es más, por muchos saberes que adquiera, estoy convencido de que "lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo remedia". Pero sé también que debo huir de la "chapuza" como sistema. Y en eso debo trabajar. Sí tú un día, Señor, nos dijiste: "Sed perfectos como mi padre celestial es perfecto", lo que querías decirnos es que debemos caminar siempre tras ideales altos, tratando de poner nuestros pies en las huellas que Tú has dejado; Tú, modelo de toda perfección. Grandes olas de ramplonería y dejadez cabalgan por nuestro cotidiano vivir. La ley del mínimo esfuerzo se palpa en muchas de nuestras actividades. El "ir tirando" se ha convertido en una filosofía del vivir. Pues bien, en medio de esta situación, me gustaría, Señor, que eso que decían todos de ti me sacara al menos los colores a la cara.